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Torres del Paine

Toda cumbre devela su horizonte / Chile crĂłnica / fotografĂ­a : armando rivera


Derechos reservados para el grupo:


Torres del Paine

Toda cumbre devela su horizonte / Chile Para Jasmina y Sergio traductores cómplices de estas sendas

Estoy a menos de un kilómetro de Además, es la primera vez que me enacceder a la cumbre de Torres del Paine, en el sur de Chile; considerada, por su belleza geológica, como la octava maravilla del mundo. En la pendiente final -con un inclinación de más 60 grados entre la espesa nieve y rocas- reflexiono en el texto que compartiré con las personas, quienes comparten conmigo en el espacio virtual. Como un golpe en las emociones -al levantar la vista y ver la impresionante arquitectura de granito- se imponen las palabras: “Toda cumbre devela su horizonte”.

frento a un sendero con ese grado de dificultad: la temperatura está a -5 grados centígrados. La nevada de la noche anterior dejó cubierto el paisaje de una belleza singular. El horizonte inmediato adquiere formas redondas y los árboles se cargan una blancura sin igual. El día es soleado. En los primeros nueve kilómetros, en ciertos tramos, hay más de un metro de nieve en el camino. Es uno de los primeros días del invierno 2017.



Hemos contratado los servicios de un guía local, un chico robusto de unos 30 años; nos acompaña también un joven de Santiago de unos 25 años; quien me provoca tomar una distancia prudencial, la cual comprenderé luego. Sin embargo, él lleva una cámara de lentes intercambiables. Esa secreta fascinación por la fotografía me hace tener esperanza. Además, está mi amiga Christelle, una joven francesa, quien practica triatlón, radicada en Nueva Caledonia. Sin lugar a dudas, un grupo singular. Nuestro guía no es muy afecto al diálogo, por lo que decido avanzar a mi ritmo. Al caminar solo, el silencio me crea la opción para meditar. Sin proponérmelo me he adelantado más de un kilómetro. En una curva los veo, a la distancia, en el inicio de una ladera; son tres pequeños puntos, quienes sortean con dificultad la nieve. Con el calor que la caminata impone, estoy empapado en sudor. Ese amanecer la luz ha creado un paisaje impresionante; la rocas de granito toman un color malva, se incendian, para

minutos más tarde reposar en el gris de un horizonte frío. En el trayecto, entre bosques y rocas, la arquitectura de las Torres del Paine se va develando a retazos. Puedes -paso a paso- armar un pintura por capas. Las preguntas me estallan en la cabeza, ¿cómo puede la belleza encontrar un equilibrio tan perfecto? Volteo a ver y el guía me hace señas, intuyo que me pide que espere. Soy intrépido pero no irresponsable. Tengo las manos congeladas, los dedos tullidos porque he tomado algunas fotos de referencia. Mis guantes -de alta montaña- cuelgan de mis muñecas. Con la torpeza, que el frío impone, me los vuelo a colocar. Los espero, dando pequeños saltos para no enfriarme. Al acercarse, Christelle me mira sorprendida, su rostro dice, ¿cómo puedes caminar tan rápido con tanta nieve? Le sonrío y me limpio, con cierta discreción, la nariz con el guante. Hay un frío denso. El guía da las instrucciones precisas de lo que nos espera en este último tramo. Oímos con atención lo dramático de su ex-


posición sobre lo que nos falta. Además, vemos la cumbre empinada y arrogante sobre nuestro horizonte.

do para que encuentre su acomodo el ligamento y me deje seguir. Nadie se da cuenta; voy al último.

Luego, él abre la marcha, lo seguimos. Caminamos en silencio. En otra encrucijada nos propone una senda más corta, pero es vadeando un riachuelo que apenas está deshelado. Los tres asentimos. Se mira como que debiéramos deshilar la montaña por el río. Camino unos pasos, se me dobla el pie izquierdo, el cual tiene una lesión que me hice por irresponsable en México. Clavo el palo de andar en la montaña para no caerme. Me apoyo con fuerza en el pie lastima-

Me empiezo a rezagar, porque cada paso se convierte en una tortura. Al salir del río, debemos bordear -otra vez- una montaña, la nieve tiene un metro altura. Aprovecho, meto la bota en la nieve y espero se enfríe mi pie un poco, surte efecto, me duele menos. Pero voy como doscientos metros atrás. Lo que me parece encantador, porque en el silencio de mis pasos, las preguntas vuelven a sonar

en mi cabeza. ¿Quién soy yo para tener el privilegio de ver este paisaje? ¿Cómo se destruiría si mil personas pasaran al día por esta senda? Sigo caminando, a paso lento, cuando las palabras caen como gotas en la tormenta, porque surgen las necesarias y fundamentales preguntas: “Toda cumbre devela su horizonte”. ¿Seré acaso aplaudido por una crónica que explique la belleza? o ¿porque National Goegraphic me publique una foto en su portada?


Entonces, mis recuerdos evocan una vieja película, “The bridges of Madison County”. Se impone el diálogo, cuando ella le afirma que él es un artista, por sus fotos, y él le responde -con certera convicción- que no. Ella insiste y le dice que es un fotógrafo de “National Goegraphic”; a lo qué Robert -el protagonista- le contesta, a “National” le interesa una foto con buen encuadre, bien enfocada y poco texto. Una crítica atroz para los fotógrafos de esa revista. La novela fue escrita en 1992, pero está ambientada en la década de los sesenta. Tal vez el siguiente paso es más denso, porque se empieza a dilucidar dónde estoy parado como humanidad, sin radicalismos de posición. Sin embargo, en ese momento, después la última curva, con un esfuerzo agotador -casi titánico- levanto la vista y puedo tocar las monumentales rocas de granito. El

viento helado me corta rostro, pero es tanta la emoción que una parte de mi ser recuerda su sentido mineral. Camino unos pasos sobre la laguna congelada, el agua de glaciar tiene una coloración turquesa pálida. Me dejo envolver por las sensaciones. Respiro profundo y algo se crea dentro de mí. Ese horizonte se devela y soy parte de la perspectiva.

Toda cumbre devela su horizonte

esperando la aprobación de muchos. Infinidad de variables no consideradas para evaluar nuestro impacto al planeta.

Por lo que, la tesis de todas mis crónicas posteriores tendrá esta condición. Yo estaré consciente, me haré las preguntas fundamentales, tal vez sin respuesta. ¿Cuándo nos quedará como sociedad pos industrial? ¿Será que la lógica de producción encontrará su Luego, marco otros pasos sobre ese equilibrio o nos destruiremos? espacio y en mi sentido humano reflexiono sobre “el efecto mariposa”. Recién leí que en la Antártida se desEntonces, la crítica radica -con cierta pegó un bloque de hielo, se creó uno coherencia- cómo yo puedo afectar el de los iceberg más grandes que hemos equilibrio a la naturaleza, porque ten- documentado. Ese desprendimiento go el privilegio de escalar y tomar fo- gigantesco se debe al calentamientos, para que los editores de “National” to global. Sin embargo, seguimos en -en Washington- se regodeen en lo es- esta lógica de producción “capitalista”. purio. En la supuesta defensa al planeta. Además, socializarlo en mis redes,


Como las fichas de un dominó finito, las sos, nuestro olor y conversaciones rompreguntas se suceden. No tengo las res- pimos su equilibrio. Christelle hace unas puestas. fotos de la huella. El descenso comenzó en forma lenta. Ante la majestuosidad de la naturaleza uno no se quiere marchar. Pero el frío, en lo particular, me estaba haciendo mella; no podía colocarme los guantes, tenía los dedos tullidos porque hice otras fotos en la cumbre. En ese momento, el joven chileno pide un poco de tiempo para hacer unas fotos comerciales, coloca -en medio de la hermosa laguna congelada- una lata de una bebida energizante y deja de escenario las Torres del Paine. Observo la escena, incluso estoy tentado a compartir algún detalle de cómo hacer mejor la fotografía: pero me contengo, no es lo que deseo le pase al planeta. Los impresionantes paisajes naturales como escenarios de publicidad barata. Nos faltan 10 kilómetros para retornar a la ruta. En el camino de vuelta, vimos huellas de puma, el felino nos observó durante el trayecto. Yo tuve una sensación extraña. Nosotros, con nuestros pa-

La luz en el invierno austral es muy corta, debemos volver antes que oscurezca y eso sucede a las cuatro de la tarde. Al llegar al sendero, donde la pendiente no es tan pronunciada, Christelle levanta la mano extendida y me la ofrece en señal de éxito. Yo extiendo la mía. Hemos logrado una ruta muy intensa. Yo tengo 52 años, soy un anciano a la par de ellos. Sonrío, creo que por eso mi amiga me dio le choque de palmas con tanta fruición. Al terminar esta crónica, estoy en la ciudad de Santiago -en un piso 13-, veo desde mi ventana cómo una bestia de fauces aceradas -un Carterpillar- lacera la tierra para levantar la civilización, intuyo otro edificio, y bebo un vino orgánico de reserva especial. ar



armando rivera escritor / periodista de viajes blog: brújula del nómada armar0764@gmail.com facebook.com/armandoriveraescritor

Vista de Puerto Natales

Pequeña referencia del explorador. La distancia desde Santiago a Torres del Paine es de más de 2,800 kilómetros. Existen múltiples formas para llegar, una opción es abordar un avión desde Santaigo hasta las ciudad de Punta Arenas. Luego tomar un bus hasta Puerto Natales. Entre las posibilidades de hospedaje, la ciudad de Puerto Natales, tiene una oferta variada en todos los precios; incluso en el parque hay un hotel. La expedición también incluye hacer sendero de varios días.

Vista del hotel en Torres del Paine


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