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PRODUCTIVIDAD CONSCIENTE

EL ENGAÑO DEL VIEJO PARADIGMA DE LA PRODUCTIVIDAD

Haz tuyo el ser antes que el hacer

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Cuando el antiguo statu quo, las viejas estructuras y maneras de hacer las cosas caen y las creencias a las que nos aferramos se resquebrajan, únicamente nos podemos agarrar a lo que verdaderamente permanece inalterable.

Según la filosofía hermética reflejada en el antiguo tratado de “El Kybalion”, una de las leyes que rige el Universo es la ley del ritmo, según la cual todo es eterno cambio: de ida y de vuelta, de acción y reacción, de avance y de retroceso, que se compensan. En el eterno ciclo de la vida, nacemos, crecemos, vivimos y morimos, para volver a empezar el ciclo de nuevo.

“La manera de hacer es ser”

Lao-Tsé (570-490 ac)

Somos afortunados. Vivimos en una época de grandes cambios dónde estamos viviendo en carne propia un gran cambio de paradigma de la materia a la energía.

Estamos dejando atrás un viejo modelo mecanicista dónde contemplamos el universo como una gran máquina de materia formada por piezas que engranan unas con otras, en el cual los hechos suceden únicamente a causa de la influencia física entre las entidades que forman parte del mundo tal cual como lo vemos.

Es el paradigma que se centra en el lado izquierdo del cerebro, que es su parte racional y deductiva. Y nos adentramos con valentía en un nuevo paradigma donde aprendemos a percibir la realidad de una manera totalmente distinta, de un modo energético que nos induce a descubrir que no hay una diferencia (ni siquiera un salto cualitativo) entre materia ni energía. ¡Simplemente se trata de la misma realidad con distintos grados de sutilidad o densidad!

Dentro de este enfoque, la energía es información que organiza e influencia todos los factores con los que interactúa. Es el paradigma del cerebro derecho, que es su parte más creativa e intuitiva, y nos lleva a entender que lo que es auténtico y esencial no está a la vista de nuestros ojos físicos.

Estos grandes cambios de pensamiento impregnan todas las áreas de la actividad humana, y en concreto los procesos dónde ejercemos acción y dejamos huella, como es nuestra vocación profesional.

Nos estamos dando cuenta de qué ocuparnos más horas no hace que seamos más productivos (ni felices), y que nuestro trabajo es una dimensión que va más allá de un mero intercambio entre tiempo y dinero.

Empezamos a concebir el trabajo como un lugar dónde aportamos valor, y que a su vez nos aporta y llena, dónde vehiculizamos nuestro propósito de vida. Trabajo y vida personal no son entes separados (como se diría en el viejo paradigma) sino que son partes de un mismo todo (como estamos experimentando en el paradigma energético), dónde cada parte del puzle afecta a las demás para alcanzar el bienestar y la plenitud de vida.

Y lo más importante: nos estamos percatando de que no se trata de trabajar más y hacer más en menos tiempo, sino de trabajar de forma inteligente dónde prime la calidad sobre la cantidad. Para ello es fundamental alinearse con lo que es realmente importante para uno mismo en primer lugar, y actuar con coherencia desde la propia integridad personal.

Porque por muchas tormentas que nos amenacen en el exterior, nada puede derribar los fundamentos sólidos de nuestra verdad interior.

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