Las perlas del Atlántico

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las perlas del atlรกntico

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Pรกgina 1:

xil buffone

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de la serie Bueno, variable, lluvia, 2006 Acuarela y vino tinto sobre papel 32 x 24 cm



fundación osde consejo de administración presidente Tomás Sánchez de Bustamante secretario Omar Bagnoli

exposición y catálogo curaduría Micaela Bianco Nadina Maggi Julio Neveleff

agradecimientos La Fundación OSDE y los curadores agradecen la generosa colaboración de artistas, coleccionistas, directores y personal de museos e instituciones que facilitaron las obras y documentos que han hecho posible esta muestra:

tesorero Carlos Fernández

textos Abel Alexander Micaela Bianco Nadina Maggi Julio Neveleff Elisa Pastoriza Isabel Plante Graciela Zuppa

protesorero Aldo Dalchiele

asistencia Gabriela Vicente Irrazábal

vocales Gustavo Aguirre Liliana Cattáneo Horacio Dillon Luis Fontana Daniel Eduardo Forte Julio Olmedo Jorge Saumell Ciro Scotti

diseño de montaje Patricio López Méndez – Grupo Signo

Fabiola Baliña, Xil Buffone, Susana Camino, Álvaro Castagnino, Hugo Castello, Julieta Colombo, Adolfo De la Fuente, Tulio De Sagastizábal, Sergio Domínguez Neira, Familia Bianco, Familia Neveleff, Familia Pilo, Daniel Ferraro, Silvina Geddes, Mariano Giaccaglia, Ignacio Gutiérrez Zaldívar, Federico Lamaestra, Lucio Maggi, Hugo Maradei, Lía Munilla, Juan Manuel Palacio, Arq. José María Peña, Emily Salzmann, Eduardo Vázquez, Archivo General de la Nación, Archivo Museo Histórico Municipal “Roberto T. Barili”, Club del Dibujo (Barcelona), Galería La Estrella del Sud, Fundación Forner-Bigatti, Museo del Dibujo y la Ilustración, Museo Municipal de Arte “Juan Carlos Castagnino”, Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Gral. Pueyrredon.

diseño gráfico Estudio Lo Bianco

Filial Mar del Plata agradece el apoyo de las siguientes empresas:

corrección de textos Violeta Mazer

Balneario Cruz del Sur

prosecretario Héctor Pérez

espacio de arte fundación osde

impresión de gráfica de sala Sign Bureau

coordinación de arte María Teresa Constantin

impresión NF Gráfica s.r.l.

Camuzzi Gas Pampeana Clínica 25 de Mayo Clínica Privada Pueyrredón Clínica y Maternidad Colón Disco EMHSA Havanna SA

gestión de producción Betina Carbonari

Laboratorio de Análisis Clínicos y Bacteriológicos Dr. Jorge A. Zaccagni

producción Micaela Bianco Javier González Nadina Maggi Susana Nieto Gabriela Vicente Irrazábal

Paseo Diagonal

www.fundacionosde.com.ar www.imagoespaciodearte.com.ar

Moscuzza Artes de Pesca Riadigos Tecnoprot


las perlas del atlรกntico Del 11 de noviembre al 27 de diciembre de 2008, Buenos Aires. Del 9 de enero al 28 de febrero de 2009, Mar del Pata.


FotografĂ­a de la casa Bonnin para la revista Caras y Caretas, 1931 6


desde estas hermosas playas... micaela bianco, nadina maggi y julio neveleff

Hoy, probablemente el texto de esta vieja postal enviada a fines de los años 70 sería reemplazado por un lacónico mensaje de texto: “todo ok estamos muy kemados bsos”. Sin embargo, ambos, postal y mensaje, comparten un mismo espíritu. Hablar de y desde estas hermosas playas supone arena, sol y mar, pero es mucho más que eso. Pensar en vacaciones implica abandonar la rutina y dedicarse al ocio, sacarse la corbata o el trajecito sastre, el mameluco o el guardapolvo y cambiarlos por el short y la bikini; dejar atrás el portafolios y la cartera y cargar la lona y la sombrilla. Olvidarse, en fin, de las rutinas cotidianas y sumergirse en un tiempo sin horarios cronometrados para atender, como en un regreso a lo primordial, a lo netamente físico, a los ritmos del sol y la luna, y a las necesidades elementales del cuerpo y del espíritu. Desde fines del siglo XIX y hasta la actualidad, las vacaciones estivales nos convierten en sujetos–veraneantes y nos definen a través de deseos y prácticas comunes: que no se nuble, broncearse y no pelarse, pasear por la peatonal o la rambla, hacer castillos de arena, barrenar las olas, sacarse fotos... 7


laura messing La playa, 2007 Fotografía impresa en Durst Lambda 130,6 x 180 cm 8

las perlas del atlántico propone recuperar la historia de los argentinos en vacaciones y seguir la construcción de su identidad mediante la puesta en valor de los aspectos tangibles e intangibles relacionados con la noción de veraneo, desde fines del siglo XIX hasta finales del siglo XX. La propuesta curatorial es realizar un entrecruzamiento de temporalidades y temáticas a través de las artes visuales, fotografías, souvenirs, recuerdos de viaje, cine, música, moda, revistas, avisos publicitarios y demás expresiones representativas de tiempos, lugares y costumbres netamente definidas. Intenta reflejar dos momentos paradigmáticos relacionados con la identidad del veraneante: uno que comienza a fines del siglo XIX y concluye en la década del 30 del siglo pasado, y otro a partir de los años 40, aristocracia y turismo masivo respectivamente. En las artes plásticas encontramos escasos ejemplos que representen a los primeros veraneantes. La mirada de los artistas ha asociado la playa y el mar con paisajes románticos, tempestades o marinas, con una ausencia absoluta de gente. Hasta la representación de la arquitectura se ha planteado con un criterio netamente paisajístico, como si la muchedumbre veraniega que justifica su existencia se hubiera evaporado en aras de un preciosismo deshumanizado. En cambio, las revistas de actualidad y humorísticas, las canciones populares y el cine se regodeaban con la figura humana y, posteriormente, también con la muchedumbre. Allí donde la idea de “hacer arte” evitó al bañista, la cultura popular usó y abusó del cuerpo y sus curvas, insinuantes o no tanto: desde la reproducción de las fotos de los niños en la rambla de Mar del Plata en Caras y Caretas hasta el film El veraneo de los Campanelli en Mar del Plata; desde las publicidades de trajes de baño de Gath & Chaves hasta la canción Tiritando interpretada por Donald. En el arte contemporáneo se retoma lo que estas expresiones culturales manifestaron a lo largo del siglo XX. Así, los artistas se enfrentan a las multitudes, las analizan, retratan y critican. Reelaboran y reinterpretan recuerdos a través de diversas técnicas y materiales.


Veranear implica además poder llevarse a casa un poco de esas vacaciones: caracoles, souvenirs, piedras y fotografías personales que funcionan como un ancla, de tal modo que los momentos se vuelven indelebles, poco menos que inmortales. Es que veranear no es solamente tomar sol y bañarse, sino también forjar recuerdos para agregarlos de alguna manera a la saga familiar. Para abordar las perlas del atlántico, la investigadora Elisa Pastoriza propone un acercamiento a la constitución de los lugares de veraneo de la República Argentina y a la identidad del veraneante, a quien ubica históricamente. Isabel Plante recorre, con su texto, la iconografía playera y los artistas elegidos para la exhibición. Abel Alexander analiza el devenir de las casas de fotografía instaladas en la rambla de Mar de Plata durante los años del turismo aristocrático y hasta su extinción. Graciela Zuppa pasa revista al humor, omnipresente en la crónica veraniega. Julio Neveleff revive el cine que tuvo como tema a los veraneantes argentinos. Y serán los visitantes de las perlas del atlántico, a través de las obras y los objetos expuestos, de sus propias vacaciones, sus recuerdos y sus evocaciones, quienes, finalmente, darán entidad y significado a esta muestra. u

andrés toro Bañista, 2003 Ensamble de elementos encontrados 14 x 24 x 8 cm 9


FotografĂ­a de la casa Royal, ca. 1950 10


los veraneantes y la playa, una configuración cultural

elisa pastoriza *

* Historiadora. Facultad de Humanidades, UNMdP.

La conformación del sujeto social que llamamos veraneante inauguró nuevos territorios espaciales y sociales y transitó por diferentes momentos. Su aparición en la vida social argentina se presentó en consonancia con la instalación de las vacaciones como práctica social. Estas flamantes rutinas, difundidas en las postrimerías del siglo XIX, atravesaron a lo largo del tiempo el conjunto de la estructura social. Primero, patrimonio de las clases altas y aristocráticas; luego se transmitieron y extendieron a las clases medias; por último, alcanzaron a los trabajadores. Este proceso no ha sido sencillo y abarcó gran parte del siglo XX, junto con el surgimiento de nuevos imaginarios y prácticas sociales, y el descubrimiento de lugares hasta entonces desconocidos. El veraneo se iniciaba con el viaje, una síntesis del mundo moderno. Se generaban deseos, expectativas; aumentaba la curiosidad por experimentar novedades, el confort y la modernidad (tanto en relación con los aspectos materiales como visuales, por ejemplo, la fotografía y el cine). Las dunas y los desiertos se volvieron territorios de operaciones urbanísticas que combinaron los progresos de los medios de transporte con nuevas construcciones y modernos servicios en las viviendas. Así, las vacaciones pasaron a ocupar un territorio hasta entonces vacío. Los veraneantes se encontraron con una realidad diferente, atemporal, que desearon conocer y experimentar: una extendida playa acompañada en toda su extensión por el océano y el cielo azul, con coloridos paseantes que llevaban sus casillas y sus toldos. Las vanguardias plásticas y literarias ayudaron a confeccionar esta nueva estética que había surgido en Europa a lo largo del siglo XIX –con los románticos en el caso de Inglaterra y los impresionistas en Francia– y que los argentinos hicieron suya velozmente. Con matices 11


Fotografía de la casa Foto Díaz, 1925 Fotografía sin datos, 1936

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locales, los centros costeros invariablemente se cristalizaron alrededor de las instalaciones en la playa, la rambla, el hotel y el casino. La playa comprende arena, sol y mar. La arena –un terreno poco concurrido, incómodo y volátil– adquirió nuevas cualidades de la mano de la posibilidad de nadar y tomar sol, se volvió entonces algo sensual. Una vez que este espacio fue adoptado por los turistas, comenzó la invención de todo tipo de usos, entre ellos, resultó un ámbito ideal de juego para los niños, quienes realizaban construcciones de castillos, pozos y puentes. El descubrimiento del agua como elemento hedonístico perfeccionó esta trama. Los desplazamientos del cuerpo fueron variando desde un titubeante acercamiento al agua hasta “darse un chapuzón”. En ella se podía flotar, deslizarse, golpear, remar, sumergirse, explorar, bucear. Estas sensaciones se consumaron con el disfrute del mar desde la tierra. Los movimientos lánguidos, el ritmo del oleaje, las variaciones de los colores implicaron la visualización de un horizonte interminable que se tornó en el medio perfecto para soñar despierto: la representación de su magia forjó un nuevo lenguaje. Finalmente llegó el arte de tomar sol. Un cuerpo bronceado era, en épocas pretéritas, un signo de trabajo manual y de vulgaridad. Las publicaciones periódicas registran múltiples notas y avisos comerciales de lociones y cremas para liberar al cuerpo del bronceado y aclarar la piel. Unos años más tarde, esta tendencia se revirtió y la moda de tomar sol se fue extendiendo por gran parte del mundo occidental. El sol, visto como la cura para todo, se volvió popular. En nuestras costas rápidamente se impuso como una moda que revolucionó la imagen corporal. Muy tempranamente, en 1918, los diarios ya daban cuenta de esa costumbre, sobre todo femenina, de “tomar sol”, al punto de comentar que “las muchachas parecen `fritas´”. Las actividades balnearias adoptaron algunas formas de las usanzas extranjeras. Desde el formalismo victoriano de Brighton y la extrava-


gante elegancia de Biarritz hasta la cultura de masas de Atlantic City o de Coney Island o, incluso, hasta el escapismo geriátrico de Miami. No todas estas influencias tuvieron el mismo impacto y, en general, los veraneantes argentinos se inclinaron por los hábitos de Trouville y la costa normanda. Aparecieron las casillas de baño fijas, angostas, de madera, y puestas en fila paralelas a la playa. Quienes desearan hacer uso de ese espacio debían cambiarse la ropa de calle y adoptar la estipulada para la playa y el baño: una estricta etiqueta dominó la vida social de los primeros balnearios. No hay paisaje costero sin los bañeros, aquellos inmigrantes italianos o vascos individualizados con el bañador negro, que ayudaban a los debutantes –en especial a las damas y a los niños– a sortear los avatares del oleaje. Los bañistas se internaban poco a poco en el mar tomados de unas cuerdas. A veces, los bañeros los ayudaban a saltar

Tapa de la revista Mundo Argentino nº 2398, febrero de 1957 13


levantando los pies para evitar el golpe y las caídas, a flotar, “hacer la plancha”, zambullirse y dejarse mecer por el oleaje. Para algunos eran las primeras brazadas en el aprendizaje de la natación, que se completaba en las más seguras aguas de las piletas contiguas a la playa. Tras varias de estas volteretas, el bañero conducía a la jadeante y húmeda persona que estaba bajo su responsabilidad hacia la parte plana de la orilla. Allí, éste se enfundaba con enormes robes de toalla y se dirigía a las casillas para despojarse de las empapadas ropas. Alrededor de la vida playera irrumpieron las estaciones ferroviarias de mar, que dieron lugar a múltiples actividades, gran cantidad de construcciones y nuevas percepciones y sociabilidades. La indiscutible centralidad en esta original etapa la tuvo Mar del Plata, si bien el paisaje balneario comprendió también lugares como Miramar y Necochea. La bella Mar del Plata  Durante el verano de 1887, la Estación Mar del Plata del Ferrocarril del Sud abrió las puertas a la luego consagrada “primera temporada”. Un pequeño grupo de familias arribó al paraje; estos visitantes se hospedaron en el Grand Hotel e iniciaron los hábi-

ataúlfo pérez aznar Rambla entre lobos marinos, de la serie Mar del plata ¿Infierno o paraíso?, 2000 Fotografía b/n 110 x 110 cm 14


fernando goin Playeros, 2007 Acrílico sobre lienzo 120 x 270 cm

tos y costumbres balnearias. Los testimonios de la época destacan la sencillez de las costumbres, la camaradería, los juegos compartidos, la indiferencia entre sexos para el baño y las vestimentas austeras. En un bello entorno cuasi vacío, un campo abierto levemente ondulado que terminaba en el océano, los visitantes se entretenían organizando excursiones, remontando barriletes, caminando por la ribera marina. La vida de hotel formó parte de las primeras rutinas. Luego de la cena en el Grand Hotel, la diversión consistía en organizar pequeñas caminatas, rondas y juegos. Allí marchaban las parejas en procesión: giraban alrededor del acuartelado edificio, unas detrás de otras, poblando la noche de jóvenes voces y risas enlazadas con el constante rumor del mar. Cuando el mal clima impedía estas salidas, permanecían en el salón del hotel cuyo único lujo era el piano, en torno al cual la reunión tomaba color y ánimo. A nadie se le ocurría bailar, como tampoco asistir con fastuosas vestimentas ni exagerados peinados. El baño en el mar era grupal y se tomaba con vestimenta completa. Maridos y amigos ayudaban a las damas, pero de ningún modo “se hacía sociedad” en traje de baño. Ya en 1888, el balneario adoptó un perfil más hedonista, apareció el concepto de temporadas, como lugar y momento indeclinable para la moda, el buen vestir y la exhibición. Ese año, la Municipalidad sancionó un Reglamento de baños en el que prohibía el baño desnudo, los cuerpos debían estar completamente cubiertos (desde el cuello hasta las rodillas) y los varones separados de las mujeres, a no menos de 30 metros de distancia. Pareciera que el lujo y las convenciones sociales introdujeron el pudor y el distanciamiento. Muy pronto se consideró de buen tono ir a Mar del Plata y las crónicas sociales prestaron especial atención a sucesos estivales. Algunas 15


alberto goldenstein Bañistas, 2001 Fotografía C-print 50 x 70 cm

familias desertaron del Grand Hotel y se mudaron al Bristol Hotel. La disipación del balneario austero vino de la mano del predominio de la elegancia: se respiraba un nuevo aire, más condicionado por los códigos de etiqueta, el buen trato y la apariencia. Las terapias corporales fueron velozmente eclipsadas por la moda, el glamour y la figuración; los magníficos paseos por la rambla –escenario de improvisados teatros de caminantes y comensales– mostraron un mundo ni puramente público ni enteramente privado. Se paseaba por allí, se bajaba a la playa, los veraneantes se exhibían y bailaban en las fiestas y reuniones de los hoteles y los clubes, donde también se jugaba a la ruleta. El propósito era encontrarse con amigos, parientes o conocidos del mismo selecto grupo –que pertenecía a la alta sociedad–, en el que se sentían resguardados y protegidos en relación con sus aspiraciones, gustos estéticos y sensaciones. La democratización de las prácticas estivales  Desde fines de

los años veinte, y en consonancia con transformaciones económicas y sociales, los selectos centros costeros fueron dando lugar a nuevos visitantes, que modificaron la sociabilidad veraniega. La confluencia de proyectos tanto públicos como provenientes de la sociedad civil permitieron la creación de nuevos ámbitos y el acceso de otros sujetos sociales 16


al goce del tiempo libre. Nuevas urbanizaciones, el diseño de caminos y la modernización de los transportes impactaron en los lugares existentes y estimularon el surgimiento de otros: Villa Gesell, Pinamar, Mar de Ajó, Claromecó… Las gestiones conservadoras alteraron sensiblemente el retrato tradicional de Mar del Plata –que, en un primer momento, estaba configurado por la Playa Bristol, bordeada por la afrancesada Rambla Bristol, el Bristol Hotel y los jardines del Paseo General Paz– instalando el monumental edificio del Casino-Hotel Provincial rodeado por plazas de cemento. Estas administraciones convalidaron la cesión de la playa Bristol a los nuevos visitantes, a la par que los antiguos fueron ubicados en Playa Grande. De esta forma, paulatinamente, se fue produciendo cierta división espacial entre los distintos grupos de veraneantes; surgieron nuevos hábitos en relación con el baño, los paseos y los juegos; se construyeron otro tipo de hospedajes y aparecieron medios de transporte alternativos, como el automóvil y el ómnibus. También se atenuaron los largos veraneos,

daniel santoro Naufragio frente a las costas de Chapadmalal, 2006 Óleo sobre tela 170 x 140 cm 17


Playa grande, ca. 1950

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en su lugar se hicieron más frecuentes las estadías cortas y se instaló la moda del weekend. En ese momento, entonces, se sentaron las bases del turismo de masas, que se consolidó algunas décadas después. Mar del Plata, cada vez más heterogénea y plural, se presenta como un escenario privilegiado para visualizar estos cambios. A la par del notorio crecimiento del número de turistas, aumentaba la cantidad de hoteles y se desplegaba la edificación en altura; por otra parte, las prácticas del ocio –junto a los mitos y sueños– eran nuevamente alteradas. Éstos fueron los años del frenesí de “La Perla del Atlántico”, los años del turismo social, del primer Festival de Cine, de la inauguración del complejo turístico Chapadmalal. Con el peronismo llegó la consigna del turismo social, escoltada por las reivindicaciones del aguinaldo, las vacaciones y las jubilaciones. Se trataba de dar a los trabajadores la oportunidad de practicar actividades y conocer lugares que remitían a cierto prestigio social: el viaje en ómnibus, los paseos en barco, la caza, el cine, el acceso a los balnearios, etc. En ese sentido, “la conquista de Mar del Plata para los trabajadores” será un rasgo central en el mensaje del proyecto público, presentado con carácter nacional. En la playa, se pregonaba


mariel polinotto de la serie Ondinas urbanas, 2000 Instalación de doce dibujos. Lápiz color sobre papel 66 x 182 cm (detalle)

“nuestra nacionalidad adquiere una cohesión que no siempre puede lograrse”. Los años cincuenta y sesenta constituyeron el inicio de la llegada masiva de las clases medias a los balnearios argentinos. El ritmo de un estribillo muy popular en aquellos años (“A Mar del Plata yo me quiero ir”, y su posterior “¡Qué lindo que es estar en Mar del Plata!”) condensaba el deseo de millones de hombres y mujeres que en los días tórridos del verano porteño podían concretar el sueño de conocer el balneario. Retratado por Siete Días como “un hormigueo cercano a la promiscuidad”, “un campo de batalla donde siempre entra un bañista más”, Mar del Plata se volvió escenario de las multitudes, una sucesión de imágenes asociadas al placer y a la seguridad de estar en un espacio compartido por todos. La playa fue un ámbito de encuentro, de desnudez, de distinción –en la medida en que permitía un bronceado ostensible– y de liberación sexual. ¿Quién no deseaba un encuentro amoroso con sabor a sal? Posteriormente, comenzó a configurarse una tendencia que aspiraba a descansos estivales más conectados con la naturaleza: Villa Gesell, Pinamar, Valeria del Mar, entre otros, la expresaron. La tensión entre masividad e hiperurbanización, por un lado, y el sosiego de calles de 19


arena, frondosa vegetación y misteriosas playas solitarias, por otro, marcará a los veraneantes finiseculares y también la propia historia de los nuevos ámbitos a la orilla del mar argentinos. El gran vacío que era la franja costera albergó propuestas y múltiples aventuras empresarias, muchas de ellas nacidas de la crítica a las condiciones urbanas de Mar del Plata. Los fondos de los campos aportarán sus terrenos, que hasta entonces estaban de espaldas al mar, y lo mirarán de frente. En la década del setenta se consolidaron los balnearios Cariló y Pinamar como centros de un turismo de elite. La dictadura militar creó, en 1978, el Municipio Urbano de Pinamar que daría un empuje a estos proyectos. En Mar del Plata, el usufructo de las playas fue transferido de la jurisdicción provincial a la municipal. Se construyó el Complejo Punta Mogotes, titulado la “Obra Insigne”, que significó la intervención en la última gran reserva de playas existentes al sur del puerto de la ciudad. La zona, conservada en condiciones naturales, contaba con amplias playas, médanos vivos, lagunas y escasos y precarios establecimientos de atención al bañista. El complejo recreacional, que el gobierno pregonó como el “nuevo impulso” de Mar del Plata, fue levantado en tiempo récord e inaugurado por el General Videla. Paradójicamente, esta intervención mantuvo ciertas concepciones asociadas al turismo de masas, lo cual hace más interesante y complejo su estudio.

alejandro peral Aroma de recuerdo, 2004/2005 Fotografía directa. Gelatina de plata 35 x 120 cm

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A lo largo de todo este proceso histórico, los turistas argentinos también miraron al exterior. El denominado “País Balneario” uruguayo se ha visto nutrido de los veraneantes locales. Pocitos, Carrasco, Montevideo y Punta del Este compitieron por “su majestad, el turista argentino”. Además, de acuerdo a los avatares de la economía, los argentinos ampliaron sus lugares de veraneo: Brasil, el Caribe y la Península de Florida. Esta huída al exterior, muy frecuente en los


juan travnik Claromecó, 2007 # 8, 2007 Fotografía C-print 60 x 120 cm

noventa, se dio de la mano de la exclusivización de los lugares locales de esparcimiento, cuyo ejemplo más claro lo constituyó Cariló. También manifestaron esta tendencia proyectos que surgieron en la propia Mar del Plata, como el balneario sur La Reserva y la edificación de hoteles de lujo –el Costa Galana y el Sheraton Hotel–. La crisis económica de 2001 y la devaluación del peso argentino interrumpieron abruptamente aquella artificial bonanza y los argentinos tuvieron que retornar a sus antiguos lugares costeros. En esta vuelta, Pinamar –con sus dunas, bosques y trazados irregulares– fue el modelo que guió las nuevas búsquedas, cuyo caso más representativo es el balneario Mar de las Pampas. En fin, la playa –ámbito que evidencia las desigualdades sociales– constituye un símbolo compartido y, sin duda engañoso, de evasión, de felicidad, y también brinda la posibilidad de hallarse en otro lugar y recuperar el tiempo perdido. u

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daniel basso S/T, 2002-2004 Instalaciรณn de sombrilla. Medidas variables 22


broncearte. iconografías playeras

isabel plante *

* Licenciada en Artes, UBA

La playa. Esa franja de arena, olas y gente que se extiende entre la pampa y el océano. Peculiar espacio que combina naturaleza y artificio en sus versiones más exacerbadas –el acantilado rocoso y el hipocampo de plástico–, la costa atlántica cobró entidad de la mano del veraneante para constituirse en lugar de romances tórridos, veranos apacibles y bellos paisajes marítimos. Ligada al ocio (y al tedio) vacacional, la playa puede implicar también el despliegue de una actividad sistemática: fotografiarse delante de cada monumento, recoger innumerables caracoles y piedras, diseccionar aguas vivas, consumir todo tipo de alimento indigesto. Espacio público en el que se exhibe la mayor parte del cuerpo desnudo, el balneario es, más que otros, un lugar para mirar y hacerse ver. Por estos motivos, constituye un mundo particularmente rico para la producción visual, la reflexión estética y la crítica social. Desde diversos géneros, puntos de vista y materiales, los artistas reunidos en esta exposición revisitan la playa y sus personajes, las vacaciones y sus recuerdos, el mar y sus imaginarios. Dos artistas señalan los límites entre los que se extiende, tanto temporal como estéticamente, el conjunto de obras seleccionadas. Las vistas de la playa marplatense de Benito Quinquela Martín (18901977) son un núcleo definido dentro la producción de este artista, más conocido por sus pinturas de los trabajadores del puerto de La Boca. Se trata de una serie de óleos que Quinquela expuso en el exclusivo Salón Witcomb de Mar del Plata en 1920, con gran éxito comercial. Mediante el empaste que caracteriza su pintura, algunas telas muestran a los bañistas y las carpas, y otras, unas modestas casas de madera construidas sobre la playa. Como señala el historiador Fernando Cacopardo, en momentos del auge del turismo aristocrático, Mar del Plata no era, en realidad, tan exclusiva. El lujoso Hotel 23


Bristol, inaugurado en 1888, contrastaba con las viviendas precarias de madera que, a comienzos de la década del 20, se multiplicaban y conformaban un motivo de preocupación para quienes querían hacer de esta ciudad un balneario moderno y refinado. Quinquela tuvo la audacia de insertar dentro de las salas de arte que solían visitar esas mismas familias distinguidas, imágenes en clave pintoresca de aquello que seguramente les resultaría molesto. En este sentido, las vistas marplatenses de Quinquela dejan ver una faceta poco conocida de la ciudad balnearia. En el otro extremo, los videos que Yamandú Rodríguez (1965) realizó hacia el año 2001 empalman vistas de la playa que nada tienen de la Mar del Plata de temporadas multitudinarias. Con la línea del mar como horizonte, a partir del montaje entrecortado en loop, chicas y chicos bailan al ritmo de música electrónica con matices industriales. El uso de las imágenes de video en negativo deja los cielos negros y las pieles blancas. La costa de los veraneantes bronceados y del sol que encandila ha sido trastocada (o simplemente es ajena a este mundo rave local). Mar del Plata y las multitudes  Si el auge del turismo aristocrá-

tico tuvo lugar entre 1900 y 1920, a partir de ese momento los visitantes de Mar del Plata fueron cada vez más diversos y numerosos.

benito quinquela martín Playa de Mar del Plata, 1920 Óleo sobre tela 80 x 90 cm 24


yamandú rodríguez S/T, 2001/2002 Video, 15 clips en loop de 10´

Estampilla de 100 pesos de la Casa de Moneda, edición 1977, sobre obra de Orlando Pierri, Escultura del bañista desconocido, 1939

En ese sentido, el año 1939 constituyó un punto de inflexión en este proceso. Bajo la consigna de “democratizar el balneario”, el gobernador Manuel Fresco produjo una modificación radical: hizo demoler la afrancesada rambla Bristol, construida en 1913, y levantar en su lugar una rambla nueva y el complejo Casino-Hotel Provincial, proyectados por Alejandro Bustillo. Los edificios gemelos separados por una plaza seca conforman un conjunto de 1500 metros de fachada hacia el mar y hacia la ciudad que constituye uno de los sitios más representativos de La Feliz. Para el afiche de la edición de 2007 del Festival de cine de Mar del Plata, Daniel Santoro (1954) eligió, precisamente, este paisaje urbano. En medio de la monumental explanada, flanqueada por el Hotel Provincial a un lado y el Casino al otro, se levanta uno de los lobos marinos de cuatro metros de altura esculpidos en piedra de la zona por José Fioravanti (1896-1977). La figuración sintética de sombras netas junto con el encuadre y la perspectiva acelerada de esta témpera de Santoro constituyen una cita de la pintura metafísica de Giorgio De Chirico, el italiano que tanto fascinó a los surrealistas e impactó en las figuraciones de entreguerras. El resultado es la imagen fantasmagórica de una Mar del Plata popular pero vacía. Otra pintura de atmósfera metafísica (utilizada para una estampilla años más tarde), Escultura del bañista desconocido, de Orlando Pierri (1913-1991), representa un torso con una película de agua adherida al cuerpo como una tela mojada. Luego de una estadía en Francia que había acercado a Pierri al movimiento surrealista, este óleo de 1939 –el año de la inauguración del nuevo Casino, pero también del comienzo de la Segunda Guerra Mundial– aludía, casi como un presagio, a los monumentos al soldado desconocido. A la vez, su título sólo era posible en el contexto de la nueva realidad veraniega local: el bañista de fines de los 30 podía no ser un reconocido miembro de la 25


raúl la cava Cacique, 2008 Fotografía analógica color 110 x 130 cm

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aristocracia porteña, sino uno de los más de 300.000 ilustres desconocidos que llegaban cada año. Los veraneantes constituían, por su número, un ejército. Las multitudes en la Bristol con las que identificamos hoy a Mar del Plata tienen su origen en los años 60. La historiadora Mónica Bartolucci aporta algunas cifras impactantes: hacia fines de esa década había unas 1200 carpas y 900 sombrillas para alquilar. Durante esos años, la prensa reprodujo imágenes de las aglomeraciones de veraneantes y se popularizó el rito de fotografiarse delante de los lobos marinos de Fioravanti, uno de los íconos marplatenses que reaparece una y otra vez en las obras exhibidas. En la serie sobre Mar del Plata de Alberto Goldenstein (1951), el mundo caótico del verano adquiere sentido plástico. Aplanados bajo el sol, la multitud de edificios, cuerpos, trajes de baño, faroles y sombrillas se sintonizan en composiciones de una belleza mundana. En contrapunto con las muchedumbres, el lobo marino de Fioravanti fotografiado por Goldenstein exhala unas nubes blancas y domina la playa casi vacía con su contundente presencia. Ataúlfo Pérez Aznar (1955)


lleva unos veinte años interrogando a Mar del Plata en términos de Infierno o Paraíso. Sus fotos, al igual que las de Goldenstein, dicen tanto del veraneante como de la fotografía misma. Aznar registra la práctica obsesiva del retrato delante del lobo marino o del bronceado inverosímil. ¿Las personas rostizadas que elige no son, de algún modo, fotos vivientes? Al igual que el nitrato de plata que impregna el material fotosensible, el pigmento de sus pieles reacciona al impacto de la luz al punto de hacernos sospechar que paraíso e infierno pueden no estar tan distantes. Raúl La Cava (1956) retrata, en clave tragicómica, a los vendedores ambulantes que cada año pueblan Mar del Plata. Promotores y comerciantes informales que se fríen dentro de disfraces de goma espuma o se cocinan a la par de los chorizos que ofrecen. Listos para reinventar los deseos de quienes vacacionan, estos no-veraneantes contribuyen a dar forma a Mar del Plata como usina del pasatiempo. Los fotocollages de Margarita Ciarlotti (1977) parecen tarjetas postales surrealistas. Uno de ellos muestra al lobo marino marplatense convertido en un monstruo de escala hollywoodense. Una suerte de King Kong acuático que, por detrás de los edificios, amenaza a una Feliz defendida por un comando de policías salidos de alguna serie televisiva norteamericana de los años 70. A partir del uso de las fotos aparecidas en la prensa (el infaltable lobo marino de piedra o la multitud que corre para entrar al casino el primer día de la temporada), Ciarlotti convierte el “sueño” de las vacaciones en una pesadilla en clave de cine catástrofe. Mario Gemín (1960) ha registrado las inscripciones talladas en las piedras de la playa. Nombres, fechas y

margarita ciarlotti S/T, 2005 Collage fotográfico 50 x 70 cm 27


mario gemín de la serie Caligrafía sobre piedra. Punta Cantera, Mar del Plata, 2003 24 x 30 cm

corazones que durarán más que quienes los grabaron. Las fotos en blanco y negro de Gemín, frontales y neutras, falsean el sentido que la fotografía tenía para Henri Cartier-Bresson. El “instante decisivo” que el fotógrafo francés intentaba capturar en cada toma no parece haber sido para Gemín el momento de disparar el obturador, sino el de grabar la piedra. Emilio Reato (1962) llama panópticos a sus pinturas circulares. Dispositivo arquitectónico carcelario creado hacia fines del siglo XVIII que

emilio reato Suricata y Mickey, 2004 Técnica mixta sobre arpillera 150 x 183 cm 28


Michel Foucault consideró un modo de control social más eficiente que el ejército o la educación, el panóptico permite vigilarlo todo desde un punto de vista privilegiado. En cambio, las pinturas circulares o panoramas popularizados durante el siglo XIX envolvían al espectador en una vista continua de 360 grados y generaban la ilusión de trasladarse a lugares exóticos o escenas históricamente significativas. Las pinturas circulares de Reato combinan aspectos del panóptico y del panorama. Representan un mundo placentero y paranoico donde todo está dispuesto para la mirada. Laura Messing (1953) también opera sobre vistas de una playa repleta de bañistas. En su fotografía panorámica suprime digitalmente el paisaje marítimo y lo reemplaza por un fondo plano. De este modo, desnaturaliza la escena veraniega y la transforma en un horno candente. La revelación de los objetos  El mundo de las cosas playeras

se abre en nuevos sentidos a la luz de la mirada de los artistas. Viaje en auto a La Perla, de Chachi Verona (1962), caricaturiza el coche repleto. Sobre un soporte que representa una porción de la ruta, un pequeño automóvil de chapa pintado a soplete lleva, flameando por fuera de las ventanillas, a los veraneantes y su perro. Daniel Basso (1974) construyó una sombrilla de madera, una que no es ni plegable ni portátil. Si consideramos que durante las horas de sol intenso la sombra resulta una forma sutil de propiedad privada, la sombrilla de Basso está más cerca de lo que pareciera de aquellas casitas de madera pintadas por Quinquela. De modos

chachi verona Viaje en auto a La Perla, 2008 Chapa, madera, ensamble de objetos industriales y esmalte sintético 40 x 83 x 60 cm 29


luis marzoratti Los códigos del sol # 19, 2007 A crílico sobre tela 90 x 130 cm

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diversos, ambas obras realizan señalamientos críticos acerca de la playa en tanto lugar de tensiones entre lo público y lo privado. Las sombrillas pintadas por Luis Marzoratti (1946), en cambio, aparecen como pantallas sobre las que se proyectan las sombras del mundo incierto que se despliega por detrás. Andrés Toro (1974) explora una suerte de estética de la baratija. Sus objetos ensamblados con materiales recogidos en las orillas de Villa Gesell y Mar Azul (cucharitas de helado y pedazos de madera, juguetes, vajilla o animales marinos) remedan los souvenirs que se popularizaron a la par de los bañistas. Pero si los barroquísimos objetos que pueblan las tiendas replican ciertos íconos con todo el brillo posible, los de Toro se alejan de esa retórica del artificio. De aspecto desgastado, estos souvenirs no parecen animados sólo por la ironía, sino también por un impulso de preservación de los restos veraniegos. Daniel Oberti (1972) rescata otros materiales de desecho: latitas y etiquetas de envases de gaseosas. A diferencia de Toro, los objetos all over de Oberti son el resultado de un meticuloso procedimiento de desarmado y confección que implica además la manipulación de nuestra cultura visual publicitaria. En algunos casos, reutiliza logotipos impresos sobre el latón, como el delfín de la promoción veraniega de un acuario, y en otros disuelve en las tramas de colores de sus largas esteras, la marca de la gaseosa que Slavoj Zizek vio como la más acabada mercancía capitalista. La serie Fichitas de Jorge Miño (1973) reproduce las pantallas de videojuegos de carreras de autos, que para su generación fue –a falta de estas máquinas en otros lugares– un descubrimiento playero. Realizadas mediante impresión


daniel oberti S/T, 2002 (detalle) Trama de etiquetas de Coca Cola Light 25 x 300 cm

lenticular, las fotos de Miño producen un efecto ilusionístico de movimiento que rememora la fascinación por ciertos artificios visuales, hoy rudimentarios. (Quienes tenemos más o menos la misma edad nunca olvidaremos las reglas escolares de ese material.) Evocaciones oceánicas  Frente a las imágenes del balneario como

un hormiguero, algunos artistas asocian el mar al descanso. Juan Carlos Castagnino (1908-1972), conocido por su obra de tema social y gauchesco, también pintó las playas de su Mar del Plata natal. Pero no las representó como escenario para la crítica social. Las pinturas que realizó en los 60, coloridas y ligeras, también parecen unas vacaciones

jorge miño de la serie Fichitas, 2007 Lenticular 60 x 80 cm 31


juan carlos castagnino En la ola, 1967 Acrílico sobre tela 117 x 74 cm (detalle)

para este pintor comprometido. Raquel Forner (1902-1988) solía pasar largas temporadas en Miramar. Además de calma, este balneario le proveía vistas para su pintura. Las rocas horadadas que vemos en los paisajes metafísicos de sus series referidas a la Guerra Civil Española o la Segunda Guerra Mundial, aparecen aquí en primer plano. En un gesto bien contemporáneo, Forner intervino con pintura algunas de las piedras redondeadas por el agua que recogía en sus caminatas. Las fotos de Juan Travnik (1950) tomadas en Claromecó no son de los años 70, como podría suponerse a partir del tipo de color de las imágenes y de los autos viejos dispersos a lo largo de la playa. Más rústico, Cla-

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romecó admite algunos usos menos civilizados de la orilla que Mar del Plata, como bajar el coche a la arena y desparramar carpas. Desde 1888, con el primer Reglamento de Baños para el Puerto de Mar del Plata y ante prácticas consideradas poco decorosas, las conductas playeras se fueron pautando: según esta regulación, hombres y mujeres debían bañarse vestidos con trajes de baño que cubrieran hasta los tobillos y separados por una distancia de, al menos, 30 metros. La costa atlántica aparece también como un lugar privilegiado de los recuerdos de infancia. Las pinturas de Fernando Goin (1968), realizadas a partir de las diapositivas que su padre tomaba durante los veraneos en Santa Teresita, rememoran las vacaciones en familia mediante imágenes color sepia cuyos bordes se desdibujan. Escenas plácidas delineadas sobre un fondo blanco que avanza, imperceptiblemente, sobre ellas. Las fotografías en blanco y negro del tríptico de Alejandro Peral (1971) fueron tomadas en Mar de las Pampas y alternan un punto de vista a la altura de una persona adulta con otro, más bajo, que identifica al observador con los niños y evoca los juegos en la playa. En Una tarde inverosímil en el puerto de Mar del Plata en el año 1973, Martín Kovensky (1958) dibujó con trazos desgarbados que recuerdan los dibujos infantiles una reunión poco probable: un hombre y una mujer bajo el agua junto con un pulpo, un cangrejo, un pez espada y otros animales marinos. Distribuidos fluidamente sobre la superficie, estos cuerpos flotan en un mundo submarino emancipado de la fuerza de gravedad y de las jerarquías zoológicas. El Recuerdo de Mar del Plata de Liliana Maresca (1951-1994), una palita metálica que la artista encontró y colocó sobre una base de bronce bien pulida, no

raquel forner Miramar, 1946 Témpera sobre papel 20 x 28,4 cm 33


martín kovensky Una tarde inverosímil en el Puerto de Mar del Plata en el año 1973, 2008 Lápiz sobre papel 50 x 70 cm 34

parece un chiche sino una miniatura inexplicable; una suerte de antimonumento al niño-que-todos-llevamos-dentro. No es que la playa nos recuerde la infancia, sino que nos trasmuta, cada vez, en chicos. Por último, el océano trae sucesivas iconografías recónditas. Si los caballitos de mar que se venden como recuerdos de la playa rebalsan de materialidad, los hipocampos de Xil Buffone (1966) casi no tienen espesor. Acuarelas apenas pigmentadas mezcladas con vino tinto parecen la configuración azarosa de algún estuario deshidratado. Ernesto Arellano (1971) combina, en su serie de esculturas cerámicas, la iconografía del cómic y del manga japonés con el aspecto de bañistas que vio en las playas de Villa Gesell. Arellano modela extrañas criaturas de arcilla que parecen salir del mar, cubiertas por oleajes de esmaltes cerámicos. Aferrado a una tormenta, de Chachi Verona (1962), retoma un tópico tradicional de la pintura: la tempestad. La estética de lo sublime, que el inglés William Turner llevó al extremo en sus marinas arremolinadas casi abstractas, aparece aquí trastocada por una impronta humorística y materiales brillosos que distancian al espectador de la catástrofe inminente. La Ondina urbana de Mariel Polinotto (1955) reconstruye por partes, mediante un conjunto de dibujos, el cuerpo de una mujer que nada. Según la mitología germánica, Ondina es la ninfa acuática


liliana maresca Recuerdo de Mar del Plata, 1991 Objeto encontrado e intervenido 5 x 27 x 12 cm

que por amor renunció a la inmortalidad y, por ende, a una belleza eterna. En esta obra, el mito se cruza con la industria cultural. Realizada a partir de la publicidad de una insólita máquina para aprender a nadar que la artista tomó de alguna revista vieja, la heroína trágica de Polinotto lleva un traje de baño similar a los de Esther Williams. En este sentido, el dibujo podría haberse llamado como uno de los films de la estrella acuática de Hollywood: Escuela de sirenas. Cada artista se ve interpelado, en algún momento, por las metáforas oceánicas o playeras. Según señala Alain Corbin, el disfrute de la ribera inaugurado en Europa a comienzos del siglo XVIII contribuyó a que los poetas refrescaran las metáforas que el mar les proporcionaba para evocar tanto el destino del hombre desafiado por oscuras fuerzas, como las pruebas que sortean los amantes. Desde que los rastros del horror clásico que producía el océano se evaporaron, la playa se abrió como un paisaje deseable y el mar ha representado un espejo de extensión ilimitada que devuelve una variedad indeterminable de reflejos. Cada veraneante fantasea con empezar una vida nueva junto al mar. En Cambio de domicilio, Juan José Saer lo imagina de este modo: “Empezaría otra vida con otro nombre, otra profesión, otro aspecto físico, otro destino. Emergería, con cinco o seis brazadas vigorosas, del mar de mi pasado a una playa virgen”.1 El agua salada disuelve las angustias, lava el pasado, arremolina la quietud y diluye los bordes del cuerpo. La orilla trae apareada la posibilidad del otro lado del océano. u ernesto arellano Hombre fuerte, 2008 Cerámica 97 x 32 x 50 cm

1 Juan José Saer, “Cambio de domicilio”, en Cuentos Completos (1957-2000),

Buenos Aires, Seix Barral, 2001, p. 196. 35


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En página siguiente:

oscar blotta

león poch

S/T, [Lo porteños]. Publicado en Patoruzú nº 119, 1940 Témpera sobre papel 31 x 47 cm

S/T, [a Córdoba], 1946 Tinta sobre papel 22 x 30 cm Publicado en Patoruzú nº 441


veranear y deambular con el humor graciela zuppa *

La imagen, como soporte de la comunicación visual, es una forma de representación que nos permite, entre otras funciones, el acceso a hechos del pasado; es, también, una puerta abierta a la comprensión del mundo en el que vivimos y un tejido de expresiones elaborado a través de los mecanismos que dispone el artista. Las ilustraciones y las caricaturas no escapan a estas características. En el campo de los estudios sociales, el humor configura un lenguaje no convencional que permite sugerir testimonios de algunos aspectos de la vida diaria que otras formas discursivas no pueden expresar. Los creadores de la ilustración y las caricaturas trabajan, dentro de este ámbito complejo, para dar forma a sus protagonistas que, a su vez, hacen referencia a ciertos aspectos del mundo en el que deambulan. Para esta muestra se han seleccionado, dentro del amplio repertorio de propuestas con humor, una serie acotada de temas vinculados

* Historiadora del Arte. Docente e investigadora de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, UNMdP

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con el veraneo, todos ambientados en territorio marplatense, como las playas, los hoteles, los clubes, la rambla o el casino, con el fin de recuperar, a partir de otros caminos y otras miradas, las formas de sociabilidad que se generan frente al mar. Descubierto el escenario local marplatense, los veraneantes, instalados en los espacios que el balneario acondiciona para cada temporada, inician el período de descanso entregando parte de su tiempo libre al consumo del humor gráfico publicado en periódicos, revistas y diarios. En estas lecturas, los visitantes rescatan las aventuras de Tapa de la revista Billiken, una serie de personajes cuyas fisonomías y argumentos invitan a que 1949 ilustrada por cada uno se identifique con las acciones y/o transgresiones que se Lino Palacio ponen en juego. Esta disposición, además de divertirlos, les permite liberar deseos controlados y destrabar ciertas rutinas, dado que se encuentran lejos del entorno habitual de residencia y de las prácticas

guillermo divito S/T, [Chicas divito]. Publicado en Rico Tipo, ca. 1955 Tinta y témpera sobre papel 29 x 22,5 cm 38


convenidas para cada día. Así, pueden descubrirse como partícipes de conductas peculiares que se experimentan en los baños de mar; tener la oportunidad de compartir exclusivos encuentros sociales o disfrutar la viabilidad de ingresar, sin obstáculos, en los ineludibles juegos del casino. Para lograr estos resultados, los humoristas e ilustradores crean sus personajes ficticios que, al hacerse populares, se transforman en redante quinterno S/T, [Tapa de la revista ferentes idealizados de sus lectores. De allí que cada protagonista Patoruzito nº 377], 1953 creado permita legitimar diferentes actitudes, conductas y cualidades Tinta y témpera sobre personales, entre las que se encuentran las caracterizadas por Ventapapel Lápiz: Tulio Lovato jita, de Oscar Blotta, o por Isidoro Cañones, “el ganador”, de Dante Tinta: Jaime Romeu Quinterno. Por otro lado, se puede definir al crítico de la realidad Témpera: Guillermo Roux social, amante del fútbol y de las “minas” como Clemente, de Caloi; 35 x 33,2 cm desenmascarar los rasgos ocultos de una doble personalidad hallada en El otro yo del Dr. Merengue, de Guillermo Divito; dar forma a integrantes del mundo masculino, Ellos de José Luis Salinas o ponderar distintos personajes del balneario como los imaginados por Zavattaro. Son parte, también, de este repertorio los políticos y notables nacionales como los elaborados por Juan Macías; el jugador compulsivo de Eduardo Ferro; la imagen corporal que añoran las mujeres, exhibida por las chicas de Divito; los cuestionamientos de una niña de clase media, interpretada por Mafalda de Quino; los diferentes veraneantes de León Poch; el contrapunto entre el mundo nostálgico de Prudencio y el mundo infantil con los derechos conquistados por Matías, de Fernando Sendra; las tapas y portadas de Lino Palacio para la revista Billiken y las imágenes publicitarias logradas por Luis Medrano para dante quinterno

S/T, [Tren a Mar del Plata], 1948 Tinta sobre papel 24,2 x 18,5 cm Publicado en Patoruzú nº 591

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los almanaques empresarios. En síntesis, se logra un conjunto de reflexiones ingeniosas que forman parte del entorno cotidiano y de las S/T, [Miguelito odia el prácticas que cada veraneante experimenta en su traslado al mundo mar]. Publicado en la 1° edición cautivante de las temporadas marplatenses. de Mafalda 2, 1967 Para configurar estos actores y el entorno para sus andanzas, es freRotring sobre papel cuente que los ilustradores combinen varios modos de expresión, 10 x 35,5 cm como distorsiones, metamorfosis, exageraciones o supresiones. En muchos casos, se advierte la incorporación de los mecanismos de diseño de las vanguardias artísticas vigentes o de las técnicas del cine en cuanto a mecanismos y recursos expresivos, como los encuadres, los primeros planos, el uso de la luz, la sombra o las vistas aéreas. De esta manera, los caminos sugeridos por el humor en los medios gráficos muestran la capacidad de los dibujantes y guionistas para provocar una respuesta innovadora ante los cambios de la imagen política, los avatares sociales o los rituales en tiempos de ocio. El humor gráfico nos entrega, al mismo tiempo, una lectura original de estas caracterizaciones; todas composiciones que facilitan la recuperación de viejos sentimientos, la reelaboración de algunos conflictos, fernando sendra la movilidad de percepciones o la conquista de anhelos. En fin, es Yo, Matías. la vida cotidiana la que se erige en fuente para la elaboración de las Publicado en Clarín, tiras humorísticas, no sólo como lugar de esparcimiento, sino tam8 de enero de 2003 Tinta sobre papel bién como espacio donde pueden encontrarse las distintas tipologías 16,7 x 35 cm sociales y las emociones que dentro de ellas se generan. joaquín salvador lavado (quino)

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Así, como resultado de estas múltiples formas de estímulo visual, se logra provocar, en quienes se recrean con alguna lectura de humor y cerca del mar, la incursión de un mundo de significados ficticios que complace y entretiene según los diferentes intereses. La lectura distendida en tiempos de ocio y la toma de una distancia relativa en cuanto al tema propuesto, permite rescatar los distintos puntos de vista y las asociaciones de ideas que el diseñador compone. Como resultado, se construye un universo en el que el veraneante, mediante las estrategias simbólicas que el humorista proyecta, se incluye en una realidad distinta a la cotidiana, en cierta forma, de mayor cercanía con la vida más extrovertida y desahogada; en fin, los lectores se aproximan a un mundo de trazos gráficos en el que se activan las cualidades de la distracción, del entretenimiento y del consumo placentero. u

caloi S/T, [Boca, digo…]. Publicado en Revista Viva, Clarín, 2003. Acuarela y tinta sobre papel 27,5 x 23 cm 41


FotografĂ­a de la casa Freitas e Hijo, ca. 1920. 42


fotografías de la felicidad

abel alexander *

* Presidente de la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía.

Desde principios del siglo XX hasta la década de 1960, la mayoría de los viajeros que regresaban de sus vacaciones en Mar del Plata solían agregar unos pocos gramos al ya voluminoso equipaje del retorno. Y pensar que en tan poco peso se podía atesorar tal multitud de recuerdos felices... Obviamente nos estamos refiriendo a las queridas postales fotográficas sobre nuestros veraneos marplatenses del ayer; de hecho, estas delgadas cartulinas representan una larga historia visual sobre el ocio y descanso. Esta posibilidad, en aquella luminosa ciudad atlántica, osciló entre ser primero el privilegio de unos pocos y luego la conquista social del derecho a las vacaciones por parte de la mayoría de los argentinos. Es interesante señalar que, siendo una de las más jóvenes ciudades argentinas, produjo –sin embargo y durante esas seis décadas– un enorme caudal fotográfico de característica social sin parangón en el país. La consagración de Mar del Plata como destino turístico a partir de la primera década del siglo XX, primero en forma exclusiva para las clases más adineradas y luego de manera masiva para descanso de la clase trabajadora, coincidió en el tiempo con la consagración internacional del práctico formato conocido como post card. El nacimiento de las postales fotográficas se debió a la confluencia de varios factores: la aparición de nuevas y prácticas cámaras de mano –especialmente norteamericanas y alemanas–, la fabricación de negativos en forma industrial y, también, el surgimiento de papeles fotográficos a la gelatina de plata que adoptaron el formato universal –9 x 14 cm– de las ya popularísimas tarjetas postales. Grandes fabricantes mundiales de papel fotográfico, como Kodak de 43


Playa La Perla, ca. 1925

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Estados Unidos –con sus marcas “Azo”, “Artura” o “K” –, Gevaert de Bélgica, Agfa de Alemania o Ilford de Inglaterra, se sumaron a la nueva moda e inundaron todas las plazas del mundo con sus novedosas post card, o sea, papeles sensibles sobre el frente y los dorsos impresos que respetaban las características dictadas por la Union Postale Universelle para el envío de estas cartas mínimas con franqueo reducido y exentas de utilizar sobres. Por supuesto, esta nueva moda fue adoptada en forma fulminante por los fotógrafos playeros de Mar del Plata y tuvo una enorme aceptación por parte de todos los veraneantes. Normalmente el modus operandi consistía en recorrer, cámara en mano, todos los escenarios marplatenses, o sea: las playas, la orilla del mar, los acantilados, la costanera, diversas confiterías, los famosos lobos marinos del escultor Fioravanti –a veces con lobos auténticos– y, por supuesto, los monumentales conjuntos arquitectónicos del Casino Central o el Hotel Provincial. A veces las fotografías eran solicitadas –o bien aceptadas– por los turistas, sin embargo, muchas se tomaban como verdaderas instantáneas y por sorpresa a las damas y caballeros elegantes que caminaban por la Rambla Bristol, donde el rito era pasear para mirar y ser visto. La Bristol era el punto de reunión obligado, allí se lucían los últimos


Playa Bristol, 1913

modelos de París, se saludaba con el sombrero en la mano, se paseaba a los niños con sus nurses de riguroso uniforme; durante las tardes de los domingos se podían disfrutar valses y operetas ejecutados por la Banda Municipal y hasta funcionaba un moderno cinematógrafo para admirar las “vistas” silentes. Es oportuno señalar que el nuevo fenómeno turístico de Mar del Plata produjo cierto impacto en los principales estudios fotográficos de Buenos Aires. Grandes firmas como Witcomb, Bixio, Freitas, Mazer y otras vieron con preocupación la emigración de su mejor clientela durante los meses de verano; en consecuencia, todas ellas decidieron abrir sucursales en el nuevo balneario y, por supuesto, eligieron para sus locales la elegante Rambla Bristol –construida hacia 1913– convertida en poco tiempo en una verdadera pasarela para la exposición social y el estatus. Generalmente, luego de la “captura” de la imagen, se trabajaba de prisa en los laboratorios, así el interesado –o el curioso­–, a veces en el mismo día, podía observarse expuesto en la vidriera o sobre las pizarras del interior de la casa fotográfica. Desde muy temprano las 45


Fotografía de la casa Freitas e Hijo, ca. 1925 Fotografía de la casa Freitas, ca. 1930

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tarjetas postales fotográficas llevaron la publicidad impresa al pie de las mismas, con el nombre de la firma, la dirección e –inclusive– el año de la temporada. Pero si de fotografía marplatense estamos hablando, primero debemos remontarnos hasta los precursores de este nuevo arte. En 1878 se establece en la costa el italiano Carlos Magnoni y dos años después lo hace su connacional Ulderico Carnaghi, fotógrafo y pintor de larga actuación local. Desde 1882 ya se registra también la presencia de Mateo Bonnín, quien en 1908 “capturó” con su cámara a Julio Argentino Roca paseando junto a su fiel edecán Artemio Gramajo –a cuya inventiva culinaria se debe el conocido revuelto que lleva su nombre–, hacia esa fecha operaba en la calle San Luis 111. Paralelamente Bonnín fue corresponsal fotográfico de Caras y Caretas; en 1924 se encontraba establecido en la rambla, local Nº 125, y ostentaba la distinción de “Fotógrafo oficial del Mar del Plata Golf Club”, ese año además incluía en sus tarjetas postales la referencia histórica al cincuentenario de la ciudad. Uno de los más prestigiosos fotógrafos establecidos en Mar del Plata hacia 1917, y proveniente de Buenos Aires, fue el portugués José Virginio Freitas Henriques (1851-1928) –hijo mayor del célebre Christiano


Fotografía de la casa Freitas, 1930

Junior–, más conocido por su nombre artístico de Freitas y cuya firma ocupaba toda la vidriera del local sobre la Rambla Bristol. Como todos sus colegas, Freitas grababa en las fotografías el número de negativo correspondiente para realizar eventuales copias. A partir de esta información calculamos que Freitas e Hijo realizaron decenas de miles de retratos por temporada. Otra de las firmas emblemáticas de principios del siglo XX fue Florencio Bixio y Cía., preferida por los exigentes veraneantes debido a la fama de sus retratos. Su concurrido local sobre la Rambla Bristol se llenó de curiosos cuando, en enero de 1930, exhibió en las vidrieras del local impactantes fotos sobre el naufragio del crucero alemán “Monte Cervantes”, hundido frente a Ushuaia con 1200 pasajeros y 300 tripulantes. Estas imágenes de tipo periodísticas le fueron remitidas especialmente por la revista Caras y Caretas, de la cual era corresponsal. También se debe tener en cuenta, por la calidad y originalidad de sus trabajos, a Bixio y Merlino, quienes además se paseaban entre los bañistas de elite de Playa Chica o Playa Grande hacia la década de 1920. Es decir, la alta clase social y prestigiosas casas fotográficas porteñas caminaban de la mano entre las décadas de 1900 y 1930. De este mismo período no debemos dejar de señalar algunas casas de fotografías exclusivamente marplatenses, como Mateo Bonnín, Aviador Cattaneo, Casus, Mandri, Masis o Pagnotta.

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Explanada sur, 1965

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Las imágenes de estos fotógrafos despliegan en una extensa y feliz iconografía una de las grandes pasiones de la aristocracia porteña de principios de siglo: nada menos que veranear en aquella flamante Mar del Plata, convertida por entonces en la Biarritz sudamericana. Era la época de una Argentina opulenta, que construía a ritmo febril y sin reparar en gastos magníficas mansiones. Así surgieron las de Ortiz Basualdo, los Unzué, los Leloir o los Blaquier, cuyas grandes familias se trasladaban a la costa con todo el personal de servicio incluido, para disfrutar durante el largo veraneo de los novedosos “baños de mar”. Hacia la década de 1940 se produjeron grandes cambios sociales, los cuales se acentuaron con la llegada al poder de Juan Domingo Perón. En el caso de Mar del Plata, el resultado fue la apertura de grandes hoteles vinculados a los principales sindicatos: se había iniciado, para quedarse, el turismo masivo. Esta nueva y multitudinaria etapa fue cubierta por centenares de fotógrafos de playa, ahora se los podía ver por doquier. Bronceados y con sus cámaras siempre listas recorrían, incansables, hasta las playas más alejadas pregonando a viva voz la captura de aquel instante evocador. En este período se destacan los retratos en la arena y las fotografías de la gente en el agua. Entre los profesionales y casas de fotografías del período 1930-1960, se encuentran Arias, Aris, Atenas, Bristol, Carboni, Carbonieri, Chi-


clana, Damiano, Ermis, Fotito, Guden, Hivio, Johnson, Jorge, Mickey, Ocean, París, Real, Rotondo y Ufa. Queremos resaltar que la fotografía de playa, por su enorme volumen, generó –junto a hoteles, restaurantes y medios de transporte– una actividad económica importante en la historia marplatense. No sólo fue beneficiosa para las grandes firmas fotográficas, también fue vital para cantidad de pequeños cuentapropistas. A partir de la década de 1960, con la popularización de prácticas y sencillas cámaras para aficionados, la actividad de aquellos fotógrafos playeros inició su decadencia. Las postales de Mar del Plata se pueden considerar actualmente como las primeras fotografías de tipo turístico en nuestro país, han sido vehículo de correspondencia nacional e internacional, recuerdo imborrable de vacaciones familiares, testigo de romances, de salidas con amigos, de nuestros hijos con el balde y la palita. Hoy, guardadas en pequeñas cajas de millones de hogares, representan el testimonio de nuestros mejores momentos, de una época irrepetible, son simple y sencillamente eso: ¡Fotografías de la Felicidad! u Playa Chica, 1970

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Momentos (MarĂ­a Luisa Bemberg, 1981) 50


sol, arena y celuloide. los veraneantes en el cine argentino julio neveleff *

* Bibliotecario, escritor e investigador.

Los primeros testimonios de veraneantes del cine argentino pertenecen a los documentales realizados por las empresas encabezadas por los pioneros Max Glücksmann y Federico Valle. Ya desde 1908 sus intrépidos cameramen recorrían la Costa Atlántica relevando los pasatiempos veraniegos de la aristocracia nacional, así generaban no sólo el registro sino también el deseo de un paisaje para muchos inalcanzable. En la década del 20, Cinematografía Valle produjo diferentes documentales en donde recopiló imágenes de esos paraísos alejados del bochorno porteño, como Bellezas y riquezas por doquier, El turismo en la Argentina (ambas, ca. 1920) o la emblemática Mar del Plata, ciudad del reposo y la alegría (1923). Un curioso film mudo, hoy perdido, tiene el privilegio de ser la primera ficción argumental sobre los romances de verano: El caballero de la Rambla / El caballero de la capa perfumada (Francisco Pablo Donadio, 1925). Esencialmente, el cine argentino se resume en Buenos Aires. Por ello, sus miradas están teñidas de un marcado ombliguismo, con personajes y situaciones que se desarrollan con una lógica netamente porteña. En este marco, si pudiéramos establecer un subgénero de películas de veraneantes, de manera invariable éste nos mostraría una sucesión de arquetipos porteños ansiosos por escapar de los rigores de la canícula de la Capital Federal. A través de este tipo de films, comedias livianas e intrascendentes, se establece y refuerza la imagen del veraneo como una temporada frívola: arena, cuerpos deseables e insinuantes, casino, confiterías bailables... elementos y espacios propios para la diversión despreocupada, la aventura amorosa o un voyeurismo apenas disimulado. Las comedias de enredos fueron sus mejores representantes: Mi suegra es una fiera (Luis Bayón Herrera, 1939), El pijama de Adán (Francisco Mugica, 1942), Mar 51


Camarero nocturno en Mar del Plata (Gerardo Sofovich, 1986)

del Plata ida y vuelta (Santiago Salviche y Lorenzo Serrano, 1942), El muerto falta a la cita (Pierre Chenal, 1944), La vida color de rosa (León Klimovsky, 1951) o Veraneo en Mar del Plata (Julio Saraceni, 1954). Y aunque se ensayara una aproximación más intelectual y desencantada, el fenómeno del veraneo también se hizo presente en films como Los jóvenes viejos (Rodolfo Kuhn, 1962) y Los inconstantes (Kuhn, 1963). El subgénero humorístico tuvo su apoteosis en los 60 y principios de los 70, no casualmente la época de máximo esplendor de los veraneos masivos en la Costa Atlántica: Disloque en Mar del Plata (Conrado Diana, 1964), Dr. Cándido Pérez, señoras (Emilio Vieyra, 1964), Tres alcobas (Enrique Carreras, 1964), Un italiano en la Argentina (Dino Risi, 1965), Vacaciones en la Argentina (Guido Leoni, 1966), Los mochileros (Emilio Vieyra, 1970), Balada para un mochilero (Carlos Rinaldi, 1971), El veraneo de los Campanelli (Enrique Carreras, 1971), Quiero besarlo, señor (Hugo Moser, 1973). En una época en la que apenas se soñaba con la TV por cable, los films de verano fueron el vehículo idóneo para promocionar al cantante de moda: desde un temprano Hugo del Carril en El astro del tango (Luis Bayón Herrera, 1940), pasando por Antonio Prieto en Cuando calienta el sol (Julio Saraceni, 1963), Palito Ortega en Corazón contento (Enrique Carreras, 1969), Leonardo Favio en Fuiste mía un verano (Eduardo Calcagno, 1969), Donald en En una playa junto al mar (Enrique Cahen Salaberry, 1971) y Sandro en El deseo de vivir (Julio Saraceni, 1973), hasta algún producto tardío como Rodrigo. La película (Juan Pablo Laplace, 2001). Mezclando el descanso con el trabajo, con algo de humor 52


y desembozado oficialismo, también veranearon Los superagentes y el tesoro maldito (Adrián Quiroga, 1978) y los Comandos azules (Emilio Vieyra, 1980). El casino, omnipresente en casi todos los films, nos muestra cómo se hacen fortunas sin saber jugar... y cómo se pierden por el mismo motivo. Metáfora del ascenso social, Cándida se hará de un pequeño capital en la ruleta (Los celos de Cándida, Luis Bayón Herrera, 1940); pero, vicio al fin, la suerte esquiva será responsable del deterioro de una pareja (Punto y banca, Enrique Carreras, 1961). Susana Giménez, protagonista de Yo también tengo fiaca (Enrique Cahen Salaberry, 1978), elegirá un verano para alejarse de su indiferente marido y reencontrarse consigo misma. A partir de entonces, ya no será el verano, sino el invierno la estación que refleje el despertar de la mujer argentina, en otro tipo de films alejados del bullicio estival. Pero ese constituye un caso excepcional, pues en las películas de verano, la mujer nunca es la que busca. Siempre es el hombre. En estas comedias la mujer es solamente un objeto de deseo, pechos y bikini, cola y tanga; mientras que el hombre es aquél que quiere romper con las rutinas y escapar de la gran ciudad en busca de una aventura sexual sin compromisos. En los films, los veraneantes se comportan como eternos adolescentes con las hormonas exaltadas, y la constante es que la aventura nunca tendrá el final deseado. Las películas de finales del siglo XX representan la angustia del argentino medio: siempre se queda con las ganas, como en la economía, como en la política. Las

El deseo de vivir (Julio Saraceni, 1973) 53


comedias son, en el fondo, representación de una realidad que derruía poco a poco las bases de la estabilidad. Hasta mediados de los 70, Mar del Plata fue la meca del turismo nacional, visitada por los Grandes del Buen Humor, los integrantes de la Revista Dislocada, el Dr. Cándido Pérez y los Campanelli. Todos ellos, de una u otra manera, representantes del argentino tipo. Pero a partir de la política económica del Proceso, los argentinos vivimos la fiebre del dólar barato, le tomamos el gusto a los viajes al exterior y la Costa Atlántica desaparece como destino turístico. Recién se regresará en tiempos de democracia, en films en los cuales los protagonistas principales van a trabajar: Mirame la palomita (Enrique Carreras, 1985), Camarero nocturno en Mar del Plata (Gerardo Sofovich, 1986), Los bañeros más locos del mundo (Carlos Galettini, 1987), Atracción peculiar (Enrique Carreras, 1988), Bañeros II, la playa loca (Galettini, 1989). Son los mismos porteños que ya no van sólo a descansar, sino que también deben ganarse el pan cotidiano para poder acercarse a la playa. Sin embargo, esto no los distraerá de sus fracasadas aventuras sexuales, motivo principal de los films. Los argentinos somos de gustos pendulares: durante los 90, de la mano de la convertibilidad, volveremos al exterior. Ya sin Alberto Olmedo, quien encarne al argentino tipo será Guillermo Francella, y sus vacaciones lo llevarán a España o a la República Dominicana. Tras la crisis de principios de siglo, volvemos a veranear dentro del país, y el argentino medio, a través de sus nuevos representantes (Pachu Peña, Freddy Villareal, Pablo Granados), vuelve al trabajo al ritmo de la economía K, en Bañeros III, todopoderosos (Rodolfo Ledo, 2006).

Mirame la palomita (Enrique Carreras, 1985) 54


Los bañeros más locos del mundo (Carlos Galettini, 1987)

El semidocumental Balnearios (Mariano Llinás, 2002) muestra la realidad de aquellas ciudades fantasma en las que, después del verano, sólo quedan las dunas vacías y los esqueletos de las carpas como descarnado testimonio de un frenesí estacional. Y aggiornándose con los aires del nuevo siglo, en Un día en el paraíso (Juan Bautista Stagnaro, 2003) se invierte el orden al que nos habían acostumbrado las comedias de enredos: la primera noche es, ahora, aquella en la que los protagonistas consuman su amor. Pero lo hacen mintiendo sobre sus ocupaciones: para seducirse, tanto ella como él fingen ser más de lo que son. ¿Qué mejor manera de simbolizar el mediopelo argentino que la de mostrar a un fotógrafo que hace changas para Gente diciendo que pertenece al plantel de National Geographic y a una provinciana con ínfulas de modelo simulando ser una top model internacional? Así, utilizando la imagen documental o la ficción, a lo largo de un siglo el cine constituyó una poderosa maquinaria que reforzó el mito de las vacaciones como un tiempo sin reglas ni rutinas en el cual todo podía suceder: un sinfín de oportunidades, para el sexo o el azar, al alcance de la mano. Manipulando la identificación del público con los protagonistas (cómicos o cantantes de moda), las comedias se plantearon como una representación inofensiva, amable y reparadora de la realidad. Pero aun así, fruto de la excitación o resabio del desencanto, el veraneo nos expuso siempre desnudos, despojados de los ropajes que disimulan nuestra identidad. u

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listado de obras exhibidas

A fin de facilitar la catalogación a algunas obras sin título se les agregó entre corchetes una breve descripción.

ERNESTO ARELLANO

OSCAR BLOTTA

Hombre fuerte, 2008 Cerámica 97 x 32 x 50 cm Colección del artista

S/T, [Lo porteños]. Publicado en Patoruzú nº 119, 1940 Témpera sobre papel 31 x 47 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

Marina, 2008 Cerámica 104 x 50 x 35 cm Colección del artista Ninfa, 2008 Cerámica 71 x 49 x 35 cm Colección del artista Pareja nocturna, 2008 Cerámica 67 x 44 x 36 cm Colección del artista

DANIEL BASSO S/T, 2002/2004 Instalación de sombrilla y lona playera de madera machimbrada Medidas variables Colección del artista

S/T, [Tren]. Publicado en Patoruzú nº 102, 1939 Témpera sobre papel 49 x 72 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

sobre papel 27,5 x 23 cm Colección del artista S/T, [Cornudo]. Publicado en Revista Viva, Clarín, 1998 Acuarela y tinta sobre papel 27,5 x 23 cm Colección del artista S/T, [Viejo]. Publicado en Revista Viva, Clarín, 1995 Acuarela y tinta sobre papel 27,5 x 23 cm Colección del artista

XIL BUFFONE De la serie Bueno, variable, lluvia, 2006 Acuarela y vino tinto sobre papel Cuatro obras de 32 x 24 cm c/u Colección del artista

CALOI S/T, [Boca, digo…]. Publicado en Revista Viva, Clarín, 2003 Acuarela y tinta

JUAN CARLOS CASTAGNINO En la ola, 1967 Acrílico sobre tela 117 x 74 cm Colección particular En las rocas, [Tríptico], 1962 Acrílico sobre tela 35 x 80,5 cm c/u Colección particular

MARGARITA CIARLOTTI S/T, 2005 Collage fotográfico 38 x 50 cm Colección del artista

S/T, 2005 Collage fotográfico 50 x 70 cm Colección del artista

GUILLERMO DIVITO Doctor Merengue nº 7, 1958 Tinta sobre papel 44,5 x 39,5 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración S/T, [Chicas Divito]. Publicado en Rico Tipo, ca. 1955 Tinta y témpera sobre papel 29 x 22,5 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración S/T, [Chicas Divito]. Publicado en Rico Tipo, ca. 1955 57


Tinta y témpera sobre papel 32 x 23 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración S/T, [Chicas Divito]. Publicado en Rico Tipo, ca. 1958 Tinta y témpera sobre papel 26 x 17 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración S/T, [Chicas Divito]. Publicado en Rico Tipo, ca. 1958 Tinta y témpera sobre papel 34 x 22 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

S/T, [Tapa de la revista Rico Tipo nº 672], 1958 Tinta y témpera sobre papel 32,3 x 23 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

EDUARDO FERRO Ruleteros, Publicado en Libro de Oro de Patoruzú, 1955 Tinta y témpera sobre papel Prueba de color: Guillermo Roux 37,1 x 54 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

RAQUEL FORNER S/T, [De tal palo tal astilla]. Publicado en Patoruzú, ca. 1942 Tinta sobre papel 20,1 x 16,2 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración S/T, [El enemigo del hombre]. Publicado en Patoruzú nº 282, 1943 Tinta sobre papel 18,5 x 11,2 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración S/T, [Tapa de la revista Rico Tipo nº 623], 1957 Tinta y témpera sobre papel 34,1 x 24,5 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

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Miramar, 1946 Témpera sobre papel 20 x 28,4 cm Colección Fundación Forner-Bigatti

FERNANDO GOIN

RAÚL LA CAVA

Playeros, 2004 Óleo sobre tela 123 x 177 cm Colección del artista

Cacique, 2008 Fotografía analógica color 110 x 130 cm Colección del artista

Playeros, 2007 Acrílico sobre lienzo 120 x 270 cm Colección del artista

ALBERTO GOLDENSTEIN Bañistas, 2001 Fotografía C-print 50 x 70 cm Colección del artista Escena de playa III, 2001 Fotografía C-print 50 x 70 cm Colección del artista Monumento al lobo marino, 2001 Fotografía C-print 50 x 70 cm Colección del artista

Miramar, 1948 Témpera sobre papel 27,5 x 36,8 cm Colección Fundación Forner-Bigatti

Sillas, 2001 Fotografía C-print 50 x 70 cm Colección del artista

MARIO GEMÍN

MARTÍN KOVENSKY

De la serie Caligrafía sobre piedra. Punta Cantera, Mar del Plata, 2003 Instalación de nueve fotografías digitales. Postproducción: Débora Tenenbaum 24 x 30 cm c/u Colección Club del Dibujo, Barcelona

Una tarde inverosímil en el puerto de Mar del Plata en el año 1973, 2008 Lápiz sobre papel 50 x 70 cm Colección del artista

Turismo extranjero, 2008 Fotografía analógica color 110 x 130 cm Colección del artista Vendedor de choripán, 2008 Fotografía analógica color 110 x 130 cm Colección del artista Vendedora de inflables, 2008 Fotografía analógica color 110 x 130 cm Colección del artista

JOAQUÍN SALVADOR LAVADO (QUINO) S/T, [Género humano]. Publicado en la 1° edición de Mafalda 2, 1967 Rotring sobre papel 10 x 35,5 cm Colección del artista S/T, [Miguelito odia el mar]. Publicado en la 1° edición de Mafalda 2, 1967 Rotring sobre papel 10 x 35,5 cm Colección del artista S/T, [Culpa de nada]. Publicado en la 1° edición de Mafalda 5, 1969 Rotring sobre papel 10 x 35,5 cm Colección del artista


S/T, [¿Tigüeña nenito?]. Publicado en la 1° edición de Mafalda 7, 1971 Rotring sobre papel 10 x 35,5 cm Colección del artista S/T, [Médico]. Publicado en la 1° edición de Mafalda 7, 1971 Rotring sobre papel 10 x 35,5 cm Colección del artista S/T, [Libertad]. Publicado en la 1° edición de Mafalda 7, 1971 Rotring sobre papel 10 x 35,5 cm Colección del artista S/T, [Helado]. Publicado en la 1° edición de Mafalda 8, 1972 Rotring sobre papel 10 x 35,5 cm Colección del artista S/T, [Una chica sexy]. Publicado en la 1° edición de Mafalda 9, 1973 Rotring sobre papel 10 x 35,5 cm Colección del artista

JUAN MACÍAS Mar del Plata, 1908 Tinta sobre papel 72 x 116 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

LILIANA MARESCA Recuerdo de Mar del Plata, 1991 Objeto encontrado e intervenido 5 x 27 x 12 cm Colección particular

13,5 x 20 cm Colección del artista S/T, 2001 Trama de etiquetas de Coca Cola 25 x 300 cm Colección del artista S/T, 2002 Trama de etiquetas de Coca Cola light 25 x 300 cm Colección del artista

Fotografía B/N 110 x 110 cm Colección del artista Piedras entre Punta Iglesias y La Perla, 2000 Fotografía color 110 x 110 cm Colección del artista Piedras Punta Iglesias, 2000 Fotografía color 110 x 110 cm Colección del artista

LINO PALACIO LEÓN POCH

LUIS MARZORATTI Los códigos del sol # 19, 2007 Acrílico sobre tela 90 x 130 cm Colección Galería La Estrella del Sud

S/T, [Tapa de la revista Billiken], 1949 Acuarela y tinta sobre papel 37,5 x 29,5 cm Colección Juan Manuel Palacio

S/T, [A Córdoba]. 1946 Tinta sobre papel 22 x 30 cm Publicado en Patoruzú nº 441 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

ALEJANDRO PERAL MARIEL POLINOTTO LAURA MESSING La playa, 2007 Fotografía impresa en Durst Lambda 130,6 x 180 cm Colección del artista

JORGE MIÑO

Aroma de recuerdo, 2004/2005 Fotografía directa. Gelatina de plata 35 x 120 cm Colección del artista

De la serie Ondinas urbanas, 2000 Instalación de doce dibujos. Lápiz color sobre papel 66 x 182 cm Colección del artista

ATAÚLFO PÉREZ AZNAR DANTE QUINTERNO

S/T, [Desde estas hermosas playas]. Publicado en la 1° edición de Mafalda 9, 1973 Rotring sobre papel 10 x 35,5 cm Colección del artista

De la serie Fichitas, 2007 Cuatro fotografías en lenticular 60 x 80 cm c/u Colección particular

Piedras Piletas Punta Iglesias, de la serie Mar del Plata ¿Infierno o paraíso?, 1985 Fotografía B/N 110 x 110 cm Colección del artista

Don Fermín, 1930 Tinta sobre papel 63,5 x 49,8 cm Publicado en revista Mundo Argentino Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

Rambla entre lobos marinos, de la serie Mar del Plata ¿Infierno o paraíso?, 2000

S/T, [Isidoro pierde], 1953 Tinta sobre papel 20 x 19 cm Publicado en Patoruzú Nº 801

DANIEL OBERTI S/T, 2001 Aluminio de latas de Coca Cola sobre fibrofácil

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Colección Museo del Dibujo y la Ilustración S/T, [Km. 350], 1952 Tinta sobre papel 23,5 x 16,5 cm Publicado en Patoruzú Nº 752 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración S/T, [Nadando en plata], 1948 Tinta sobre papel 21,3 x 17 cm Publicado en Patoruzú Nº 590 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración S/T, [Patacones], 1951 Tinta sobre papel 20,4 x 16,6 cm Publicado en Patoruzú Nº 700 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración S/T, [Patoruzú gana], 1954 Tinta sobre papel 23,8 x 16,8 cm Publicado en Patoruzú Nº 844 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración S/T, [Tren a Mar del Plata], 1948 Tinta sobre papel 24,2 x 18,5 cm Publicado en Patoruzú Nº 591 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración S/T, [Tapa de la revista Patoruzito Nº 377], 1953 Tinta y témpera sobre papel Lápiz: Tulio Lovato Tinta: Jaime Romeu Témpera: Guillermo Roux 60

35 x 33,2 cm Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

EMILIO REATO El ojo, 2006 Panóptico. Técnica mixta sobre tablero 70 x 140 Ø cm Colección del artista Horizonte, 2004 Panóptico. Técnica mixta sobre tablero entelado 55 x 190 Ø cm Colección del artista Suricata y Mickey, 2004 Técnica mixta sobre arpillera 150 x 183 cm Colección del artista

YAMANDÚ RODRÍGUEZ S/T, 2001/2002 Video, 15 clips en loop de 10´ Colección del artista

JOSÉ LUIS SALINAS Ellos, 1948 Tinta y lápiz sobre papel 29 x 46 cm Publicado en Patoruzú Nº 590 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración Ellos, 1955 Tinta y lápiz sobre papel 34 x 48 cm Publicado en Patoruzú Nº 903 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

DANIEL SANTORO Naufragio frente a las costas de Chapadmalal, 2006 Óleo sobre tela 170 x 140 cm Colección particular S/T, [Afiche 22º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata], 2007 Témpera sobre papel 70 x 52 cm Colección del artista

FERNANDO SENDRA Diccionario de las vacaciones, El ombligo observador. El diario de Matías. Publicado en Revista Viva, Clarín, 13 de febrero de 2000 Collage Medidas variables Colección del artista Estamos en Mar del Plata, El ombligo observador. El diario de Matías. Publicado en Revista Viva, Clarín, 12 de enero de 2003 Collage Medidas variables Colección del artista ¡Más vacaciones!, El ombligo observador. El diario de Matías. Publicado en Revista Viva, Clarín, 20 de febrero de 2000 Collage Medidas variables Colección del artista El ombligo de vacaciones, El ombligo observador. El diario de Matías.

Publicado en Revista Viva, Clarín, 18 de enero de 1998 Collage Medidas variables Colección del artista Yo, Matías. Publicado en Clarín, 20 de febrero de 2001 Tinta sobre papel 15,2 x 35 cm Colección del artista Yo, Matías. Publicado en Clarín, 28 de enero de 2001 Tinta sobre papel 14,2 x 35 cm Colección del artista Yo, Matías. Publicado en Clarín, 24 de febrero de 2001 Tinta sobre papel 14 x 35 cm Colección del artista Yo, Matías. Publicado en Clarín, 8 de enero de 2003 Tinta sobre papel 16,7 x 35 cm Colección del artista

ANDRÉS TORO Bañista, 2003 Ensamble de elementos encontrados con Cecilia Costantini en las playas desde Villa Gesell hasta Mar Azul 14 x 24 x 8 cm Colección del artista Cadáver exquisito, 2003 Ensamble de elementos encontrados con Cecilia Costantini en las playas desde Villa Gesell hasta Mar Azul


18 x 36 x 3 cm Colección del artista Naufragio o Velero, 2003 Ensamble de elementos encontrados con Cecilia Costantini en las playas desde Villa Gesell hasta Mar Azul 15 x 12 x 9 cm Colección del artista Pelíkano, 2003 Ensamble de elementos encontrados con Cecilia Costantini en las playas desde Villa Gesell hasta Mar Azul 10 x 8 x 3 cm Colección del artista Souvenir, 2003 Ensamble de elementos encontrados con Cecilia Costantini en las playas desde Villa Gesell hasta Mar Azul 14 x 5 x 7 cm Colección del artista Veraneante, 2003 Ensamble de elementos encontrados con Cecilia Costantini en las playas desde Villa Gesell hasta Mar Azul 17 x 14 x 9 cm Colección del artista

JUAN TRAVNIK Claromecó 2007 # 5, 2007 Fotografía C-print 60 x 120 cm Colección del artista Claromecó 2007 # 8, 2007 Fotografía C-print 60 x 120 cm Colección del artista

Claromecó, 2007 # 9, 2007 Fotografía C-print 60 x 120 cm Colección del artista Mar del Plata, 1998 Copia gelatina bromuro de plata 47 x 47 cm Colección del artista

CHACHI VERONA Aferrado a una tormenta, 2007 Masilla epoxi, ensamble de objetos industriales y esmalte sintético 50 x 41 x 30 cm Colección del artista Las olas y el viento, 2008 Dibujo plotteado sobre vinilo 150 x 180 cm Colección del artista Viaje en auto a La Perla, 2008 Chapa, madera, ensamble de objetos industriales y esmalte sintético 40 x 83 x 60 cm Colección del artista

DOCUMENTACIÓN GRÁFICA Revistas Antena TV, Año XVIII, n° 1494, 29 de diciembre de 1959 Año XXXIV, n° 1763, 23 de febrero de 1965 Año XXXV, n° 1809, 11 de enero de 1966

Caras y caretas, Año XXVIII, n° 1420, 19 de diciembre de 1925 Cine Argentino, Año III, n° 93, 15 de febrero de 1940 Chabela, Año XX, n° 230, febrero de 1955 Fray Mocho, Algunos apuntes de Mar del Plata tomados del natural por Mario Zavattaro, ca. 1915 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración El Hogar, Año XX, n° 789, 28 de noviembre de 1924 Año XX, n° 790, 5 de diciembre de 1924 Año XX, n° 791, 12 de diciembre de 1924 Año XX, n° 792, 19 de diciembre de 1924 Año XX, n° 793, 26 de diciembre de 1924 Gente y la Actualidad, Año 8, n° 448, 21 de febrero de 1974 Gente, Año 21, n° 1175, 28 de enero de 1988 Año 25, n° 1388, 27 de febrero de 1992 Año 27, n° 1440, 25 de febrero de 1993 Humor, n° 391, Enero de 1994 n° 443, Enero de 1995 n° 495, Enero de 1997 Lyra. Música. Teatro.Artes. Cine, Año V, n° 43-44, Marzo-Abril de 1947

Año VII, n° 65-66, Enero- Febrero de 1949 Mundo Argentino. La revista para toda la República, Año XLI, nª 2127, 21 de noviembre de 1951 Año XLIII, nª 2193, 25 de febrero de 1953 Año XLII, nª 2136, 23 de enero de 1952 Año XLIII, nª 2187, 14 de enero de 1953 Año XLIII, nª 2189, 28 de enero de 1953 Año XLIII, nª 2190, 4 de febrero de 1953 Año XLVI, nª 2398, 13 de febrero de 1957 Mundo Peronista, Año III, n° 50, 15 de septiembre de 1953 Maribel, Año XXX / XXXI, n° 1506, 2 de enero de 1962 Año XXX / XXXI, n° 1514, 27 de febrero de 1962 PBT. Alegre, política, deportiva, Año 20, n° 904, 15 de enero de 1954 PBT. Semanario ilustrado (Para niños de 8 a 80 años), Año XI, n° 477, 17 de enero de 1914 Plus Ultra, Febrero de 1923 Radiolandia. Tevelandia, Año XXVI, n° 1652, 22 de enero de 1960 Año XXXVI, n° 1754, 5 de enero de 1962 Año XXXVI, n° 1856, 19 de enero de 1962 Año XXXVI, n° 1866, 28 de febrero de 1964 61


Año XXXVI, n° 1912, 22 de enero de 1965

Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

Rico Tipo, Año XXVII, n° 1347, 10 de marzo de 1971 Año XXVII, n° 1348, 17 de marzo de 1971 Año XXIX, n° 1442, 3 de enero de 1973 Año XXIX, n° 1444, 17 de enero de 1973 Año XXIX, n° 1445, 24 de enero de 1973 Año XXIX, n° 1446, 31 de enero de 1973 Año XXIX, n° 1449, 21 de febrero de 1973

Inauguración del Balneario Ostende, Empresa del Balneario Ostende, La Nación, 25 de mayo de 1913 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

Satiricón, Año 2, n° 15, febrero de 1974 Siete Días Ilustrados, Año 4, n° 196, del 15 al 21 de febrero de 1971 Año VI, n° 299, del 5 al 11 de febrero de 1973 Somos, Año 7, n° 330, 14 de enero de 1983 Tapas de la revista Billiken, Años 1943, 1948, 1949

Publicidades Almanaque Alpargatas, 1947, sobre obras de Luis Medrano. Tren de excursión, mes de Marzo. No va más, mes de Diciembre. Artículos para baño, Gath & Chaves, La Nación, pág. 18, 12 de diciembre de 1907 62

Veranee en el Sud, Zona de las atracciones múltiples, Ferrocarril Sud, La Nación, pág. 11, 29 de octubre de 1944 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración

Provincial, Mar del Plata, ca. 1950 Playa Bristol y Casino, Mar del Plata, 11 de enero de 1944 Playa Bristol, Mar del Plata, 16 de enero de 1952

Tarjetas postales Lugares ideales para veranear, Ferrocarril Sud, La Nación, s/d. Colección Museo del Dibujo y la Ilustración Mar del Plata lo tiene todo... ¡A un paso!, Asociación de Hoteles de Mar del Plata, La Nación, pág. 17, 19 de diciembre de 1943 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración Para la playa, La Mondiale, La Nación, pág. 22, 6 de enero de 1912 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración Para la temporada de baños, Gath & Chaves, La Nación, pág. 28, 25 de noviembre de 1910 Colección Museo del Dibujo y la Ilustración Proyecto Atlantic City, s/d Colección Museo del Dibujo y la Ilustración Santa Clara del Mar. Futura gran Ciudad [Mapa], ca. 1956 Balnearia Argentina. Cia. Gral. de Tierras S.R.L. Colección particular

Cabo Corrientes, Mar del Plata, Enero de 1937 Casa de la Empleada, Mar del Plata, ca. 1954 Casino, Mar del Plata, ca. 1950 Dársena de pescadores en el puerto, Mar del Plata, 10 de marzo de 1941 Faro Punta Mogotes y Colonia de Vacaciones Cnel. De Marina Tomás Espora, Mar del Plata, 22 de marzo de 1957 Gruta de Nuestra Señora de Lourdes, Mar del Plata, 9 de febrero de 1948 Juegos infantiles en la playa Municipal, Mar del Plata, 2 de enero de 1937 Mar del Plata, 12 de enero de 1966 Paseo General Paz, Mar del Plata, 12 de enero de 1935 Pinamar, 18 de enero de 1978 Playa Bristol. Al fondo Casino y Hotel

Playa Chica, Mar del Plata, 9 de enero de 1935 Playa Grande, Mar del Plata, 19 de febrero de 1940 Playa y Rambla Bristol, Mar del Plata, ca. 1935 Rambla Casino, Mar del Plata, 4 de febrero de 1947 Rambla y Playa Bristol, Mar del Plata, ca. 1935 San Bernardo, 8 de enero de 1979 Villa Gesell, 5 de noviembre de 1988

Otros Estampilla República Argentina de 100 pesos Casa de Moneda, edición 1977, sobre obra de Orlando Pierri, Escultura del bañista desconocido, 1939 Colección particular


FOTOGRAFÍA Debido a que las personas retratadas son anónimas se indica una referencia por Colección, Casa Fotográfica y año de realización.

Archivo Museo Histórico Municipal “Roberto T. Barili” Explanada sur, ca. 1965 Extremo norte de la Rambla de Bristol, ca. 1915 Playa Bristol y Rambla Pellegrini, 1905 Playa Bristol, ca. 1915, 1920 Playa Chica, 1920, 1960, 1970 Playa de los Ingleses, 1920, 1930 Playa Grande, 1925, 1930, 1938, 1960 Playa La Perla, 1920, ca. 1925 Playa sin identificar, ca. 1965 Playas del Faro, 1968 Punta Iglesia, 1958 Punta Piedras, ca. 1912, 1913 Rambla Bristol, 1913

Ermis, s/d, 1943 Fotito, 1941 Freitas, 1930 Freitas e Hijo, 1920, s/d Guden, 1945, 1947, 1949 Johnson, 1945 Jorge, 1946 Mandri, 1929, ca. 1930, 1936 Mazer, 1926, 1928, ca. 1930 Mikey, 1938 Ocean, 1941 Pagnotta, 1935, 1939 Paris, 1947 Real, 1944, 1952 Royal, 1954, 1957, 1961 Samar, 1962 Universal, s/d Witcomb, 1920

Colección Daniel Oberti A. Bonnin, 1926 Asus, 1925 1926 Carboniari, 1944 Carosella, 1938 Di Leo, 1924 Gonos, ca. 1920 Iris, ca. 1920 Mandri, 1926, 1927, 1928, 1930, 1936 Mazer, 1924, 1928, 1929 Villalobos, ca. 1920, 1921 Witcomb, 1927

Colección particular Colección Abel Alexander Aris, 1940, 1945 Asus, 1928 Atenas, 1949 Aviador Cattaneo, 1927 Bixio y Merlino, 1921 Bristol, 1960 Carboni, 1945 Carboniari, 1941 Chiclana, 1939, 1952, 1962 Conde, s/d Damiano, 1941

Arias, 1949 Bonnin, 1930, 1931,1932, 1935, 1938 reproducidas en Caras y Caretas Carboni, 1955 Chiclana, 1948 Gud, 1956 Luminton, 1957 Mandri, ca. 1920 Mar y Sol, 1950 Martes & Fiorellis, 1953 Mazer, 1944 Real, 1954 Toledo, 1941

Fundación Forner-Bigatti Leonardo, 1957-58

OBJETOS [Alhajero]. Recuerdo de Mar del Plata, ca. 1930 Caracoles y bivalvos ø 10 cm Colección particular [Alhajeros]. Recuerdos de Mar del Plata, ca. 1920 Vidrio, bronce, y tela con fotografías retocadas e incrustaciones de nácar 7 x 7 x 7 cm 7 x 10 x 7 cm 7 x 10 x 6,5 cm Colección particular [Banda de ranas]. Recuerdo de Mar del Plata, ca. 1990 Caracoles, bivalvos, tela, hilo y mimbre 8 x 7 x 8 cm Colección particular [Caracol]. Recuerdo de Mar del Plata, ca. 1980 Caracol, bivalvos, plástico y cobre 12 x 9 x 8 cm Colección particular [Conjunto de souvenirs], 1997/2008 Tormentas de nieve, figuras del tiempo, animales y objetos decorativos de caracoles y cerámica Medidas variables Colección particular

[Conjunto de souvenirs], Recuerdos de Claromecó ca. 1985 Muñeca sirena, ancla del tiempo y objeto decorativo de caracoles Medidas variables Colección Juan Travnik [Juegos]. Recuerdos de Mar del Plata, ca. 1950 Dos cajas de madera pintadas ø 13 cm c/u Colección Fabiola Baliña [Lapiceras mágicas]. Recuerdos de Mar del Plata, ca. 1970 Cuatro lapiceras con fotografías 14 cm c/u Colección Xil Buffone [Mate]. Recuerdo de Mar del Plata, 1985 Mate de porcelana 10 x ø 5,5 cm Colección Xil Buffone [Piedras]. 1959/1980 Calizas de Miramar pintadas por Raquel Forner Medidas variables Colección Fundación Forner-Bigatti [Plumas]. Recuerdos de Mar del Plata, ca. 1930 Dos lapiceras a pluma de metal con mango de nácar 21 cm c/u Colección particular

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MATERIAL AUDIOVISUAL Primeras décadas del siglo XX Investigación y edición: Miguel Monforte y Julio Neveleff Duración: 7’ Fragmentos de films: Pescadores en la playa (Cinematografía Max Glücksmann, 1909) Inauguración de la Rambla (Cinematografía Max Glücksmann, 1913) Temporal en la playa (Cinematografía Max Glücksmann, s/d) El astro del tango (Luis Bayón Herrera, 1940) Los celos de Cándida (Luis Bayón Herrera, 1940) Stella Maris (Homero Cárpena, 1953) Cuarenta años de novios (Enrique Carreras, 1964) El turismo popular Investigación y edición: Miguel Monforte y Julio Neveleff Duración: 5’ Fragmentos de films: Argentina al día, N° 29 Noticiero Panamericano, N° 568 y 799 Sucesos Argentinos, N° 790 Sucesos de las Américas, N° 3, 45 y 192 Veraneo en Mar del Plata (Julio Saraceni, 1954)

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Los veraneantes en el cine argentino Investigación y edición: Miguel Monforte y Julio Neveleff Duración: 56’

Comandos azules (Emilio Vieyra, 1980) Momentos (María Luisa Bemberg, 1981)

Fragmentos de films:

Mirame la palomita (Enrique Carreras, 1985)

Encadenado (Enrique de Rosas, 1940)

Los bañeros más locos del mundo (Carlos Galettini, 1987)

Los celos de Cándida (Luis Bayón Herrera, 1940)

El desvío (Horacio Maldonado, 1998)

El astro del tango (Luis Bayón Herrera, 1940)

Silvia Prieto (Martín Rejtman, 1999)

El pijama de Adán (Francisco Mugica, 1942) El muerto falta a la cita (Pierre Chenal, 1944) Veraneo en Mar del Plata (Julio Saraceni, 1954) Cuando calienta el sol (Julio Saraceni, 1963) Los inconstantes (Rodolfo Kuhn, 1963) Tres alcobas (Enrique Carreras, 1964) Un italiano en la Argentina (Dino Risi, 1965) Fuiste mía un verano (Eduardo Calcagno, 1969) El veraneo de los Campanelli (Enrique Carreras, 1971) El deseo de vivir (Julio Saraceni, 1973) Esta es mi Argentina (Leo Fleider, 1974) Los superagentes y el tesoro maldito (Adrián Quiroga, 1978)

Rodrigo. La película (Juan Pablo Laplace, 2001) Fragmentos de música: A Mar del Plata me quiero ir / La tranquera Intérprete: Carlos Gardel Letra y música: Pancho Laguna (Francisco Lomuto) El bikini a lunares amarillo diminuto Intérprete: Viuda e Hijas de Roque Enroll Letra y música: Paul Vance y Lee Pockriss En una playa junto al mar Intérprete: Donald Letra y música: Donald McCluskey Tiritando Intérprete: Donald Letra y música: Donald McCluskey

Mar del Plata me mata Intérpete: Safari Letra y música: Francis Smith Me largo a Mar del Plata Intérprete: Carlitos Balá Letra: Carlos Balá Música: s/d Tu nombre en la arena Intérprete: Carlos Barocela Letra y música: Carlos Barocela Villa dormida Intérprete: Carlos Barocela. Letra y música: Carlos Barocela


créditos fotográficos de obras reproducidas

Mariana Marzoratti (pág. 17) Daniel Mazza (pág. 7, 13, 25, 26 Reato; 28, 29 Oberti, 30, 31, 32, 33 Maresca, 34, 35, 36 Divito, 37) Otilio Moralejo (pág. 15) Néstor Paz (pág. 22) 65


Las perlas del Atlรกntico / Nadina Maggi ... [et.al.]. 1a ed. - Buenos Aires : Fund. OSDE, 2008. 64 p. ; 22x15 cm. ISBN 978-987-9358-34-4 1. Catรกlogo de Arte. I. Maggi, Nadina CDD 708

Fecha de catalogaciรณn: 17/10/2008


Contratapa: Aferrado a una tormenta, 2007 Masilla epoxi, ensamble de objetos industriales y esmalte sintÊtico 50 x 41 x 30 cm Colección del artista 67


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