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DÉCIMO MANDAMIENTO
No codiciarás nada que sea de tu prójimo
San Salvador, 11 de junio de 2023
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La Décima Palabra – que completa la Novena – advierte al ser humano de cuidar su pensamiento de otro tipo de deseo: la codicia o ambición a poseer los bienes del prójimo. Por ello, pone: No codiciarás su casa, ni sus tierras, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él (Dt 5, 21). La codicia nace en el interior del ser humano; en el interior de su corazón inflamado por la envidia, como lo advierte el Señor, agrupando sus malos frutos bajo el nombre de maldades: Del corazón del hombre salen los malos pensamientos, fornicación, robos, asesinatos, adulterios, codicia, malicia, fraude, desenfreno, envidia, blasfemia, arrogancia, desatino. Todas estas maldades salen de dentro y contaminan al hombre (Mc 7, 21-23).
Es el corazón lo que el ser humano debe transformar como señalaba el Papa Francisco durante la penúltima catequesis sobre los mandamientos. De no hacerlo quedaría en letra muerta: El itinerario del Decálogo no tendría ninguna utilidad si no llegase a tocar este nivel, el corazón del hombre1 ya que, si el corazón no se libera, el resto sirve de poco2. La razón de esta necesaria y, casi obligatoria conversión del corazón radica en la petición de Jesús a sus contemporáneos de superar una religión marcada por meras exterioridades. Entre las invectivas contra los fariseos y los letrados, recogidas por el evangelista San Mateo, Jesús denuncia dos veces ese mal. Primero, cuando denuncia que limpian por fuera la copa y el plato mientras que, por dentro están llenos de inmoralidad y robos (cf. Mt 23, 25); y segundo, cuando duramente los compara con sepulcros blanqueados, hermosos por fuera, pero llenos de huesos por dentro (cf. Mt 23, 27), concluyendo tajantemente: parecen honrados delante de la gente, pero por dentro están llenos de hipocresía y maldad (Mt 23, 28).
Dentro del círculo de amistades más íntimo del Señor también hubo uno a quien muchos creían que era uno de sus más cercanos colaboradores; pero eso no era tan cierto. Vivía una religión de exterioridades. En el momento límite de su vida, a las puertas de su sacrificio en cruz y viendo que era ungido por María con aceite valorado en trescientas monedas, preguntó por qué no se había vendido y repartido entre los pobres, lo obtenido. San Juan que lo conocía comenta: Esto lo decía no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón y, como llevaba la bolsa robaba de lo que ponía en ella (Jn 12, 6). Judas tenía necesidad de cambiar su corazón ambicioso que, en los siguientes días lo llevó a vender al mismo Jesús, por treinta monedas; y visto su crimen, su corazón no se convirtió, acabando su vida de muy mala manera.
Santo Tomás de Aquino comentando esta Décima Palabra enumera varias razones por las que las personas deben evitar la codicia como pecado interior:
1. Porque la codicia es insaciable3 sobre lo cual piensa el sabio Qohélet algo similar: El que ama el dinero siempre quiere más (Qo 5, 9).
2. Porque quita la paz4. Qohélet sostiene que ni dormir puede el rico por su riqueza (cf. Qo 5, 11).
3. Porque hace inútiles las riquezas5. En otras palabras, riqueza que no se administra en favor de los demás no es útil.
4. Porque suprime la equidad de la justicia6. Se deja pervertir a cambio de dinero.
5. Porque mata la caridad para con el prójimo y para con Dios7; y,
6. Porque engendra todos los pecados8. Así lo advertía Timoteo también: La raíz de todos los males es la codicia (1Tm 6, 10). La codicia, entonces, debe ser combatida por los medios adecuados. Si el cumplimiento de la Novena Palabra requiere el auxilio de Dios y la práctica de la pureza; la Décima Palabra requiere la pobreza de corazón. Esa pobreza que es para Jesús sinónimo; uno, de renuncia a todos los bienes (cf. Lc 14, 33); dos, de pobreza de espíritu que consiste en vivir sin amar las riquezas, administrando el dinero para compartirlo con todos; sobre todo, con los más pobres de los pobres, y tres, de abandono en la Providencia del Padre (cf. CIC 2544-2547).
En una palabra, quien esto haga habrá dado paso – con la fuerza del Espíritu Santo – a un nuevo estilo de vida cimentado en una nueva mentalidad (cf. Rm 12, 2). Estilo de vida y mentalidad que persigue en términos generales el Decálogo completo que terminamos con esta catequesis. Que, como dijo el Papa, el Decálogo sea para nosotros una fuente que fecunde nuestro corazón para que esté siempre cargado de amor y abierto a la obra de Dios9
José Luis Escobar Alas Arzobispo de San Salvador
1 Papa Francisco, Audiencia General. Miércoles 21 de noviembre de 2018.
2 Ibidem
3 Santo Tomás de Aquino, Los Diez Mandamientos, n. 189.
4 Cf. Ibidem, n. 190.
5 Cf. Ibidem, n. 191.
6 Cf. Ibidem, n. 192.
7 Cf. Ibidem, n. 193.
8 Cf. Ibidem, n. 194.
9 Papa Francisco, Audiencia General. Miércoles 28 de noviembre de 2018