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Los llamó para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar (Mc 3, 14)

La formación permanente en la fe es de carácter vital, más aún para los agentes de la pastoral de la Iglesia, sean estos líderes, catequistas, misioneros, clérigos. El decreto Ad Gentes del Concilio Vaticano II, es claro en la solicitud de una formación espiritual, moral, doctrinal y apostólica para los fieles cristianos (cfr. AG n° 15-26)

Quisiera compartir una breve crítica a nuestras instituciones de formación católica, dos problemas que me parecen urgentes y tres puntos para reflexionar en la búsqueda de una posible respuesta.

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Primero. Observamos que tenemos variados programas de formación humana y cristiana, pero son esfuerzos aislados, no articulados en un plan global de formación de nuestros agentes de pastoral, lo que provoca que no obtengamos la trasformación social que anhelamos, la instauración del Reino.

Las instituciones académicas como las escuelas católicas, universidades católicas, las escuelas de teología e Institutos de catequesis, parecen no estar en sintonía con las instituciones religiosas como la parroquia, pastorales, procesos y sistemas de evangelización.

Segundo. Falta compromiso y pasión. La promoción integral de las personas incluye la formación humana y cristiana, pero estamos muy ensimismados en la formación espiritual y doctrinal que dejamos a un lado la formación humana o nos vamos al otro extremo de creer que con mucha formación humana basta para ser cristiano, sin anunciar a Cristo; el compromiso debe ser como Iglesia, Pueblo de Dios, que se desarrolla en sociedad, que sana, que anuncia y se organiza al interior para dar mejor respuesta y optimizar recursos.

Para comprometerse falta pasión por el Reino, pasión por ver mejor el trabajo diocesano. Si tenemos pensamiento de parroquias o espiritualidades a modo de islas pastorales, tenemos esos esfuerzos aislados, pobres y caducos al desaparecer el encargado de turno. Apasionarse por la educación de nuestros agentes de pastoral es proponer a nuestros hermanos una formación crítica y sistemática, seria e integral, con amor por la diocesaneidad, con espíritu de Iglesia católica, con universalidad, hoy hablamos de Sinodalidad.

Tercero. Ponernos de acuerdo en puntos mínimos; que nos demos cita los encargados de formar al pueblo de Dios, exponer lo que se tiene a nivel institucional, con apertura para la formación de nuestros agentes de pastoral. Proponer cual es el perfil de agente de pastoral que se desea formar y la sistematización de dichos perfiles.

Aprovechar lo que se tiene. Una vez conocidos los recursos con los que se cuenta, crear estructuras para una mejor comunicación de los recursos formativos con los que se cuenta, poner a disposición de las parroquias y tomarles en cuenta en la pastoral parroquial como referentes de la formación diocesana.

Ser creativos en la expresión de la fe. Ciertamente no se busca la uniformidad de los procesos pastorales, debemos dar flexibilidad a las diversas manifestaciones del espíritu, necesitamos revisas nuestros procesos de enseñanza tradicionales, caducos o incompletos y humildemente dejarnos asesorar por las nuevas expresiones de la ciencias de la comunicación.

Nuestra Iglesia es experta en humanidad, es madre y maestra, sabe de educar generaciones enteras y no dudo que se hace mucho, pero veo que no está dando los resultados esperados por la dispersión en las metas de formación cristiana, escuchemos los signos de los tiempos, los laicos y busquemos juntos la voluntad de Dios para nuestro pueblo.

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