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Solemnidad del Corpus Cristo La Liturgia de la Palabra

Domingo X del Tiempo Oridinario - Santísimo Cuerpo y la Sangre de Cristo Escrito por Fr. Saúl Flores OFM

Lecturas: Dt 8, 2-3. 14-16; Sal 147; 1Cor 10, 16-17; † Jn 6, 51-58

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Dios, en cuanto que los fieles experimentan la cercanía, el consuelo, la fortaleza y la presencia amorosa del Dios peregrino en medio de la comunidad. Hay una identificación entre Dios que camina con su pueblo y la Iglesia que peregrina con la esperanza puesta en el Padre que nos motiva a la construcción de la nueva Jerusalén2

La Iglesia en la liturgia de este X domingo del Tiempo Ordinario nos propone la solemnidad del Corpus Cristi, celebración que ofrece la espiritualidad del misterio de la Eucaristía y la adoración de la presencia sacramental de Jesucristo que permanece entren nosotros en la forma de pan. Esta celebración fue impulsada por Juliana de Cornillon, quien animó a celebrar en honor del Cuerpo y de la Sangre de Cristo el año 1208, y surge como consecuencia del florecimiento del pensamiento Eucarístico del siglo XIII. Será el Papa Nicolás V el primero en establecer que la Hostia Santa saliera en procesión por las calles de Roma en la fiesta del Corpus del año 1447.1

La Solemnidad del Corpus Cristi es una de las devociones populares que tiene una atracción muy particular para el Pueblo de

2 Cfr. Ap 21, 9.

5 JN 14, 6.

6 JN 6,64.

Comprender la presencia cercana de Dios en la Eucaristía requiere de una actitud interior de fe y de adoración que lleva al encuentro con Jesús en la misa y en el sacramento. Sólo entonces se descubre que él habita en su casa, nos espera, nos invita a su mesa, y luego, tras disolverse la asamblea, permanece con nosotros, con su presencia discreta y silenciosa, y nos acompaña con su intercesión, recogiendo nuestros sacrificios espirituales y ofreciéndolos al Padre. La presencia de Dios en la Eucaristía nos invita a ir más allá la observancia ritual del Sacramento, se hace necesario comprender que Cristo permea toda la vida cotidiana con su caridad y con su presencia silenciosa, provocando la purificación del corazón y la implicación de la vida en el proceso de salvación3

San Francisco de Asís tenía un amor profundo por el misterio de Jesús sacramentado, lo que le permitía contemplar y percibir la presencia humilde de Dios4 y la revelación de Jesucristo como

Unidad que sólo se puede contemplar bajo la acción del Espíritu Santo6. El pobre de Asís contempla la presencia permanente y peregrina de la Trinidad en el Pan Eucarístico, que invita a conocerla, amarla y aceptar el Don gratuito de la Salvación, expresión de comunión fraterna, unidad y donación en el servicio7

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