Revista Anfo

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Anfora

Editorial

Una nueva Navidad se acerca y con ella llega de nuevo, la tradición de montar el belén en los hogares. Las asociaciones ven culminado el trabajo de muchos meses, con la exposición de sus realizaciones, donde cada una de ellas muestra, a los siempre bienvenidos visitantes, lo mejor de cada casa. Pero, ¿se pueden contemplar belenes fuera del contexto de la Navidad? Está pregunta nos surge, a partir de la reunión de la asamblea de la federación española de belenismo, en la que se solicitó la creación de un registro de belenes singulares de la geografía española, incluyendo entre los mismos el belén que la asociación realizó para el LI congreso nacional belenístico celebrado en Alcalá de Henares y ante la cesión que Emilio Morenatti Gil y Carlos Marcos nos han realizado de sus magníficas obras. Tenemos la costumbre de contextualizar en un determinado momento, una tradición. Los helados son para el verano y el chocolate con churros para el invierno son un claro ejemplo. Pero cuando un día decidimos cambiar esa costumbre, vemos que ambos están igual de buenos y que nuestro paladar siente la misma satisfacción al degustar tan rico manjar, independientemente de la época que sea. ¿Por qué, entonces, no sacar el belén de la Navidad y contemplar el mismo como una manifestación cultural y artística? Más allá del contexto religioso, que evidentemente el belén implica y que muchos parecen empeñados en solo ver, hay belenes que acaban convirtiéndose en una obra de arte o en un elemento de referencia por la magnitud y el trabajo que los mismos conllevan. Paseando por la antigua fábrica de Gal y contemplando el remodelado belén monumental, en el que se han empleado muchas horas, esfuerzos, dedicación, entrega y arte, uno se da cuenta que este debería trascender del momento de la Navidad y ser observado como una culminación del trabajo y cariño de muchas personas. Cuando en el museo del Prado observamos la adoración de los reyes magos de Velázquez, lo que menos pensamos es que estamos ante una escena navideña, nuestros ojos solo contemplan una obra de arte en la que el pintor, a través de la maestría de sus pinceles, plasmó un determinado momento. Lo mismo nos debería suceder, cuando al continuar con nuestro paseo, nos situamos ante los dioramas, que la Asociación ha realizado a lo largo de sus 20 años de historia o ante los de artistas de la talla de Emilio y Carlos o el maestro Esteban Maseda. El diorama se convierte en un cuadro tridimensional, en el que el autor, recrea a través de la exactitud y el detalle, un instante de la vida cotidiana. A través de los juegos de luces, la escena puede ser contemplada en diferentes momentos del día, la perspectiva te hace sentir una profundidad mucho mayor que la que de verdad existe y la mirada es dirigida hacía determinados puntos para engrandecer aún más la obra. La adicción de figuras de artesanos, de reconocido prestigio no hace sino, aumentar la belleza artística de lo allí representado. Quizá, estemos equivocados en nuestras apreciaciones, pero de lo que tenemos ninguna duda es del valor cultural que una exposición belenística añade a la ciudad en la que pueda ser contemplada. No queremos dejar, pasar este editorial sin recordar a nuestra querida Pilar Gómez Martínez, que este año nos ha dejado. Seguro que allá donde este, seguirá disfrutando de sus queridos belenes de la Asociacion Complutense de Belenistas. —3—


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