Boletín No.47

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BOLETIN ASOCIACIÓN MEXICANA DE TERAPIA FAMILIAR Número 47 Agosto de 2018

CONTENIDO Nota editorial

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Mensaje de la actual presidencia de la AMTF

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Trabas y trabes atravesados:

Ética y congruencia en la formación y la supervisión

Flora Aurón

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Violencias soterradas en el quehacer terapéutico: ¿Cómo hacer justicia epistémica?

María Antón Ordorika

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Hablemos de ética y psicoterapia. Hilda Cecilia Servín Hernández

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Partimos de la idea de que el oficio de la psicoterapia se alimenta de la práctica clínica, la supervisión, el acompañamiento psicosocial, la actualización y la incorporación de experiencias y saberes dentro y fuera de lo que conocemos como terapia familiar sistémica, por lo que el boletín mensual de la ATMF busca ser un espacio de encuentro de saberes, emancipaciones múltiples y de co-construcción del conocimiento. Así pues, la construcción y divulgación del boletín de la Asociación Mexicana de Terapia Familiar será democrática: colaborativa, accesible y gratuita para todas las personas. Los textos que se envíen para su publicación en el boletín de la AMTF serán fruto de prácticas clínicas, ensayos o investigaciones cualitativas, cuantitativas o mixtas.

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NOTA EDITORIAL Antes de cualquier cosa, un epígrafe: Siempre habrá alguien que contemple nuestro rostro de una forma que a nosotros se nos escapa; que perciba en nuestra voz matices vetados a nuestros oídos. En este sentido, claramente corporal, puede decirse que en todo momento estamos allí y sin embargo aquí, y que esa desposesión marca la sociabilidad que nos define como seres humanos ¿Estoy exento de cualquier responsabilidad por el hecho de que algo suceda tan lejos de mí? ¿Lo que acaece tan cerca de mí se me impone como una obligación ineludible? Si no soy el causante de semejante sufrimiento, ¿continúo siendo responsable en algún sentido? ¿Cómo puedo enfocar estas cuestiones? Judith Butler

Nos emociona nuestra primera publicación de este boletín. Como bien lo dice el mensaje de la nueva mesa directiva de la AMTF, nos parece que es imprescindible abordar los temas en el contexto de la crisis humanitaria que actualmente atravesamos. Nuestro país está sumamente herido, y a veces da la sensación de que este dolor es interminable. Pensamos que hay muchas formas de hacer justicia, y el acto de escribir es una de ellas. Es por eso que escribimos y partimos desde nuestras inquietudes, reflexiones, experiencias y conocimientos construidos en la práctica. Esperamos que el boletín sea un espacio de diálogo y discusión que nos enriquezca, cuestione y lleve a construir un mundo en donde quepan muchos mundos, como bien lo ha dicho el Sup. comandante Marcos. En este sentido, en este número los temas que se han elegido para reflexionar son los siguientes: 1) Ética y congruencia en la formación y supervisión, 2) Violencias soterradas en el quehacer terapéutico: ¿cómo hacer justicia epistémica? y 3) Hablemos de ética y psicoterapia. Reitero la invitación a contactarnos, a hacer suyo este medio, a compartirlo y a escribir sus reflexiones y sus experiencias clínicas y enfáticamente les invitamos también a formar parte de las acciones que estamos emprendiendo para coadyuvar a la sanación y reparación del tejido social. Con cariño y solidaridad. María Antón Ordorika Editora de la AMTF maria.anton.ordorika@gmail.com

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MENSAJE DE LA NUEVA MESA DIRECTIVA DE LA AMTF Nos encontramos viviendo transformaciones sociales que requieren transformaciones en las formas de pensar y de acompañar en psicoterapia; las relaciones de poder, las relaciones de género, las diversidades sexuales, corporales, funcionales, raciales y la conciencia de clase son categorías de comprensión que han impactado en los estudios sociales post coloniales que se producen en Latinoamérica y que nos invitan a mirar al sur y reconocer nuestras innumerables similitudes; México, América Latina y el Caribe han padecido las embestidas de la colonización (ahora ideológica), de la economía neoliberal que trae consigo despojos, desplazamientos forzados, migraciones e innumerables expresiones de violencia patriarcal como las desapariciones forzadas, narcoviolencia, crímenes de odio y feminicidios. Ante este panorama es que estamos haciendo el oficio de la psicoterapia, formación y supervisión. Adicional a los fenómenos que históricamente las y los terapeutas hemos acompañado en los consultorios particulares, en las clínicas de atención comunitaria, en instituciones privadas y públicas, nos es cada vez más evidente el impacto de las diversas problemáticas sociales sobre las vidas de las personas que nos consultan, en sus narrativas y en sus cuerpos, por eso, nos parece, estamos ante un replanteamiento de qué significa acompañar y qué significa ser terapeuta. Ante ello nos planteamos, en esta nueva mesa directiva de la Asociación Mexicana de Terapia Familiar, una urgente refundación de nuestros principios, nuestras posturas, nuestros estatutos, nuestros lenguajes y nuestros legados, es hora de promover un trabajo comunitario desde la horizontalidad e inclusión donde todas y todos somos posibles, de conocernos y reconocernos desde la cultura de la paz como acción subversiva ante la cultura de la fragmentación y la descalificación, por eso les invitamos a unirse a nuestra red de amigos, colegas, terapeutas e instituciones a fin de realizar un trabajo común: La reconstrucción del tejido social incidiendo de forma ética en el primer sistema de socialización, las familias que nos consultan. Creemos en horizontes posibles y es por eso que desde nuestros lugares, como equipo que preside la AMTF agradecemos su voto de confianza, les invitamos a que nos escriban, nos dejen saber quiénes son y sobre todo les hacemos una cordial invitación a formar parte de nuestras actividades. Hugo Gómez Hernández PRESIDENTE AMTF

amxterapiafamiliar@gmail.com

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TRABAS Y TRABES ATRAVESADAS: Ética y congruencia en la formación y la supervisión Flora Aurón

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eseo dar una calurosa bienvenida a la nueva mesa directiva de la AMTF

justo entra en un contexto de cambio en nuestro país, que brinda un soplo de esperanza y para otras también de miedo. Nuestro país ha estado sometido a situaciones indecibles, donde la violencia, feminicidios, desapariciones, la corrupción y la destrucción han estado a la orden del día; y donde la ASF ha presentado 54 denuncias penales ante la PGR por desvío de fondos públicos en varios estados de la República. La corrupción e impunidad han sido el común denominador. ¿La esperanza? Que las acciones de quienes nos gobiernan puedan estar sustentadas en valores, civilidad, y honorabilidad, con una profunda comprensión del grave perjuicio que implica para la población, cuando los fondos que se han destinado a Servicios Públicos no llegan porque se desvían para cumplir intereses personales. Es decir que actúen bajo las premisas de la ética. ¿Y el miedo? Que las acciones de quienes nos gobiernan no sean congruentes con lo que predican, y que se repitan los patrones de falta de Ética, que se deslumbren y queden a merced de las fauces del poder. Es miedo a que continúe la pesadilla y la injusticia. Estas y estos jóvenes terapeutas, (Hugo, Jazmín, Marcela, Hilda, Victor) y de jóvenes estudiantes (María, Alejandro, José Carlos) que se caracterizan por su compromiso, y emprendimiento, inician con gran entusiasmo, se estrenan con su primer Boletín con un tema particularmente relevante en el ejercicio de nuestra profesión, se refiere a la Ética y a la Congruencia, tanto en la formación como en la supervisión. Situaciones que precisamente han figurado y fisurado como sustrato fundamental de lo que ha ocurrido nuestro país. En esta esperanza de cambio, hoy más que nunca es clave que podamos ejercer bajo una ética profesional. La ética que hace referencia al conjunto de normas y valores que hacen y mejoran al desarrollo de las actividades profesionales. Es la encargada de determinar las pautas éticas de nuestro desarrollo laboral, mediante valores universales que poseemos como seres humanos: La transparencia, respeto, claridad en el 4


BOLETIN ASOCIACIÓN MEXICANA DE TERAPIA FAMILIAR encuadre, la confidencialidad, abstenerse de la crítica y de juicios sobre las y los consultantes, generando una atmósfera de seguridad, que de posibilidad a expresarse con libertad. Considero el dúo Etica y Congruencia como una mancuerna clave, pues “Cuando del dicho al hecho hay un gran trecho “, decía mi madre, hay un boquete en la congruencia. El tema es clave y muy amplio, quiero confesarles que me detuvo un bloqueo a escribir sobre el tema para el boletín, entre otras cosas porque son múltiples las reflexiones de un tema tan complejo, que merecen un artículo, por lo pronto me limito a recordarles que en 2001 el tema del congreso de la AMTF fue: “Ética y Estética”, del cual nuestra editora la Dra. Rosemary Eustace publicó un texto. Y varias colegas escribimos artículos diversos. La AMTF tiene un código de Ética que se escribió en años anteriores, que será muy conveniente revisar. En el libro “ Terapeutas y sus errores” mis colegas Jaquie Fortes, Jorge Pérez, Enriqueta Gómez y yo, planteamos distintas situaciones de nuestra práctica, y abundan ejemplos de situaciones relacionadas con la ética y la congruencia en los cuatro capítulos que versan sobre : Errores, ”Errores”, Terrores y Horrores. Considero que hay coordenadas básicas para sostener las premisas Éticas: respeto, responsabilidad, reconocimiento de nuestras acciones y omisiones. Frente al complejo contexto en que vivimos resulta clave que como terapeutas tengamos reconocimiento respecto a nuestro desconocimiento, sobre situaciones y temáticas, y podamos indagar, acerca de leyes e instituciones de referencia que sean congruentes con las situaciones que tratamos; reconocer nuestras actitudes que tienen que ver con discriminación y prejuicio, porque de lo contrario caemos en la incongruencia y actuamos con falta de Ética en perjuicio de la gente que formamos o de nuestras y nuestros consultantes. Me parece importante estar alertas de reconocer cuando “no vemos que no vemos” o cuando “hacemos como que no vemos” poder hacer sistemáticamente una revisión de nuestras premisas de vida, y diferenciarla de la de quienes atendemos. Querría hacer hincapié en toda una temática, sobre nuestra responsabilidad de reconocer los efectos y consecuencias que nuestros actos y omisiones generan, y que frecuentemente tienen un alto costo. La Ética, como bien dice mi querido colega Alberto Rodríguez, ha sido

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BOLETIN ASOCIACIÓN MEXICANA DE TERAPIA FAMILIAR cambiante en el tiempo y en distintas latitudes, las mismas situaciones son consideradas de manera diametralmente opuesta. La Complejidad abarca distintos temas que son sumamente controversiales, temas como aborto, eutanasia, actitudes sobre LGBTI, por mencionar sólo algunas son abordadas o ignoradas con distinto criterio. Es preciso hacer análisis y reflexión de cómo se enseña y supervisan estos casos. Los Derechos humanos son, por cierto, un referente básico sobre dilemas que plantean diversos temas controversiales. Sugiero que este sea sólo el inicio de una reflexión sobre esta temática clave en nuestras prácticas.

Flora Aurón se ha desempañado por muchos años como docente, supervisora y formadora de terapeutas familiares y de pareja en todo el país, con una amplia experiencia profesional, se ha presentado en numerosos foros nacionales e internacionales sobre psicoterapia, infancia, violencia de género y derechos humanos, por mencionar solo algunos. Contacto: florauz05@yahoo.com

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VIOLENCIAS SISTERRADAS EN EL QUEHACER TERAPÉUTICO: ¿CÓMO HACER JUSTICIA EPISTÉMICA? María Antón Ordorika … Ese encuadre pone el énfasis en un lugar... Otra fotografía, otro encuadre. La niña quemada por un bombardeo de napalm en una carretera de Vietnam. La foto forma parte de un paisaje mucho más grande. La carretera está abarrotada de gente que huye despavorida y ella es una más en la tragedia. Naturalmente, el hecho de centrarse en una parte de la imagen y excluir el resto es una forma de dirigir el significado de la foto, de subrayar lo que se pretende que vea el espectador. Luego hay otra cosa importantísima: las fotos no llegan desnudas ni se muestran desnudas. El pie de foto, el contexto donde la foto aparece, quién la está contemplando y por qué, todo eso es fundamental para configurar el sentido definitivo que la foto acabe adoptando. Susan Sontag (2004)

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i reflexión gira en torno a la violencia epistémica en el marco de las

diversas praxis y dispositivos psicoterapéuticos. Pienso en el espacio terapéutico como uno en el que se comparten testimonios, mismos que pueden ser silenciados mediante ciertas prácticas invisibles e indolentes (Fernández Chagoya, s/f) por parte de quienes asumimos el rol de terapeutas. Me resulta imprescindible repensar este tema, puesto que ejercemos y nos formamos en el contexto de una crisis humanitaria y de violaciones sistemáticas a los derechos humanos. En este sentido, parto de la premisa feminista de que lo personal es político y de que una injusticia epistémica en sí misma sería no reconocerlo. Quisiera iniciar esta crítica reflexiva sobre uno de los conceptos de la epistemología sistémica: la neutralidad. Dicha noción resulta confusa y compleja al momento de abordarla en nuestra formación, y puede llegar a traducirse en prácticas específicas según su contexto (clínico, comunitario, de acompañamiento y otras modalidades terapéuticas). Pensar la neutralidad en términos de injusticias y violencias epistémicas 7


BOLETIN ASOCIACIÓN MEXICANA DE TERAPIA FAMILIAR supondría, entonces, ampliar nuestro marco epistemológico y metodológico e introducir herramientas teórico-prácticas como la interseccionalidad, puesto que abarca en sus análisis construcciones sociales como son la raza, el sexo, la clase y la etnia. Comenzaré, entonces, con una breve aproximación al concepto de neutralidad. Posteriormente, sintetizaré las propuestas de dos autoras y un autor en torno al tema de injusticias epistémicas (o testimoniales) y, por último, compartiré con ustedes algunas conclusiones (algo difusas) a las que he podido llegar, éstas se encuentran en el apartado de apuntes para el presente1. Hacia una crítica radical: neutralidad ¿injusticia epistémica? El concepto de neutralidad es uno de los tres principios que la Escuela de Milán ha aportado a la Terapia Familiar. Aunque el concepto ha mutado y ha estado sujeto a críticas debido a que su interpretación y práctica resulta confusa (Bertrando y Toffanetti, 2000), sigue siendo de gran influencia para la epistemología y la práctica sistémica, además de que una de sus premisas básicas se mantiene vigente: la posición de la o el terapeuta debe caracterizarse por ser discreta e imparcial. La imparcialidad alude a que la o el psicoterapeuta debe posicionarse horizontalmente, lo que se refiere a que no puede emitir juicios morales sobre las personas y su interacción. En este sentido, la imparcialidad como postura abona a que se establezcan alianzas sucesivas entre la o el terapeuta con las personas que le consultan y sus diferentes puntos de vista2 (Selvini, s/f). Es así que la neutralidad se significa como una supuesta horizontalidad que supone que, quien está desde un quehacer terapéutico, debe ser lo sumamente flexible como para asumir posicionamientos simultáneos, 1

Rodrigo Parrini, reconocido autor e investigador, suele terminar sus tesis con un apartado al que denomina apuntes para el futuro. Siempre que leo sus reflexiones finales, me emociona leerlas en esos términos, y es por eso que al último apartado de este texto, lo llamo apuntes para el presente. Pero que quede claro: esta forma poética para concluir temas complejos, le pertenece. 2

Cuando leí que Mara Selvini habló sobre el punto de vista me remitió a teorías y metodologías feministas. Traigo esto a colación porque me resulta imprescindible cuestionar los por qués en torno a que en nuestra formación tendemos a realizar lecturas androcéntricas de la terapia sistémica familiar, y esto ya supone un sesgo.

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BOLETIN ASOCIACIÓN MEXICANA DE TERAPIA FAMILIAR hecho que puede resultar paradójico y en un no-posicionamiento dotado de cierto relativismo. La persona del terapeuta puede aliarse con todas las personas que le consultan y, a su vez, “con ninguno” (ídem, s/f). Este “aliarse, pero no aliarse” y su puesta en escena podrían traducirse en un sinnúmero de prácticas de silenciamiento, evasión y negación de las epistemes que dan cuenta de una realidad histórica, política, económica y cultural a través de su testimonio. Recordemos que la paradoja tiene como uno de sus efectos que la persona ocupe posiciones contradictorias por no poder salir del atrapamiento en el que se encuentra, y en este sentido es que la instrucción que da el mensaje: “alíate, pero no te alíes”, puede devenir en violencias epistémicas por parte de la persona que ocupa el rol de terapeuta. Karl Tomm (1987) reconoce que es imposible permanecer neutral, puesto que cualquier acción específica reafirma un comportamiento. Plantea que la expresión de la neutralidad sería la de “no actuar”, empero, no hacer algo produce algo, puesto que al no actuar, se está actuando. Tomm la describe como el esfuerzo por equilibrar “los movimientos” del terapeuta, por lo que describe esta posición en términos de una generalidad, en el sentido de que es factible establecer un diálogo equilibrado con todas las personas de un grupo familiar o colectivo (ídem, 1987). La idea es que la o el terapeuta asuma una posición de escucha horizontal, ya que es fundamental que haya una apropiación del espacio terapéutico por parte de quienes nos consultan. ¿Sentimos el carácter paradojal de la noción de horizontalidad planteada de esta forma? Veamos: “No adoptar una posición es adoptar la posición de no adoptar una, es decir, ser evasivo, decidir no decidir, ser deliberadamente evasivo… La neutralidad es lo más cercano a tomar la posición de permanecer evasivo”. Una de las ideas centrales es que la o el terapeuta evite posicionarse a favor o en contra de cualquier persona o tema, es decir, que se mantenga “la objetividad entre paréntesis” (ídem, 1987, p. 9). De este modo se puede experimentar vehemente lo que le aqueja a las personas consultantes y se acepta como inevitable lo que sucede en la sesión. A esta postura se le denomina neutralidad indiferente, ya que no privilegia a ninguna de las personas que conforman

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BOLETIN ASOCIACIÓN MEXICANA DE TERAPIA FAMILIAR el grupo. Ahora bien, la otra categoría de neutralidad es conocida como la de afirmante, y es la que guía a la o el terapeuta en el trato con las personas en calidad de individuos. La neutralidad distante, por su parte, es aquella que imposibilita que la o el terapeuta les acepte en su totalidad. Esta imposibilidad es producto de la dificultad que se desprende por no estar de acuerdo con ciertos puntos de vista durante la sesión. El dispositivo sistémico parte de que la persona del terapeuta se incorpore al sistema, es decir, que se vuelva parte de. Entendemos sistema como el conjunto de personas que configuran una red de lenguajes y de relaciones simultáneas entre sí: el todo es más que la suma de sus partes, dirían Bateson y Morín. Y dado que nos interesa ese entre que emerge de las interacciones y se construye en relación, nos es imprescindible pensar en términos intersubjetivos y en sujetos cuya subjetividad es estructurada por el sistema y, a su vez, estructurante del mismo (Bordieu, 1991). Vemos cómo en el espacio terapéutico se hace presente la polifonía y la pluridiscursividad de la que nos habla Bertrando (2016) cuando cita a Bajtín. Todos discursos testimoniales que dan cuenta del momento histórico, político y social, mismo que no puede obviarse, evadirse y que requiere de posicionamientos contundentes y explícitos por parte de quien se asume como terapeuta. La supuesta neutralidad, a mi entender, podría devenir en prácticas anti-terapéuticas. Veamos cómo podría suceder esto. Neutralidad e imparcialidad: ¿violencia o indolencia epistémica? Los encuentros terapéuticos, esos espacios en donde convergen historias, narrativas, cuerpos, subjetividades y afectos, dan cuenta de la emergencia de tramas relaciones complejas. Como terapeutas sistémicas y sistémicos apelamos a la congruencia, transparencia y horizontalidad, empero, somos también producto de sociedades estructuradas y organizadas sobre bases desiguales con respecto al sexo, la raza y la clase social. En este sentido se torna imprescindible pensar en términos interseccionales e incorporar epistemologías del sur que cuestionen los modelos

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BOLETIN ASOCIACIÓN MEXICANA DE TERAPIA FAMILIAR teóricos mediante los cuales entendemos (o pretendemos hacerlo) las problemáticas sociales, las tramas relacionales, las subjetividades, las personas. Como terapeutas sistémicas y sistémicos subrayamos la importancia que tiene desarticular el modelo médico-clínico tradicional; nos interesa que las relaciones entre terapeuta y consultantes se estructure horizontalmente. Sin embargo, me pregunto hasta qué punto es posible hacerlo cuando nos subyace una estructura y organización social desigual. No estoy diciendo que no sea factible tejer relaciones horizontales, pero me parece que es importante tener presente que ejercemos determinados ejercicios de poder de acuerdo a nuestros privilegios y, en este sentido, pienso en que hay epistemes construidas sobre una serie de privilegios (de sexo, de clase, de raza, de etnia, de género) que invalidan otras por la posición social y política que ocupan. Esas epistemes otras3 serían las que se encuentran muchas veces en los márgenes, en lo abyecto, en la resistencia y en lo que se construye como “un otro diferente respecto a mí” (Butler, 2002). Es cierto que, cuando empezamos a mirar críticamente nuestros privilegios, nos damos cuenta del velo que se nos impone y que muchas veces no queremos atravesar. Es por eso que, a mi entender, reflexionar críticamente desvela otras formas posibles de relación y de praxis terapéutica. Es cierto cuando dicen que no hay que dar nada por sentado y, mucho menos, cualquier cosa por un hecho. Leyendo Historia de la Locura, de Michel Foucault, comprendí que los dispositivos clínico-terapéuticos tienen su origen en el confesionario. Claro está que su tesis habría que situarla en los siglos XV y XVI en Europa, empero, si nos remontamos a la conquista y a la colonización (epistemológica, ideológica, religiosa, económica y política) es cuando podemos entender que aún podrían permanecer algunos vestigios. No es fortuito que el consultorio todavía funja como una especie de confesionario en el que pretendemos purgar algunos de nuestros sentires y pensares. Ahora bien, tengo 3

Para profundizar sobre este concepto, sugiero la lectura de Deseografías, de Rodrigo Parrini.

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BOLETIN ASOCIACIÓN MEXICANA DE TERAPIA FAMILIAR claro que la finalidad de estas líneas no es ahondar en este tema, sin embargo, me parece fundamental traerlo a colación para introducir el tema que nos ocupa: violencia e injusticia epistémica, misma que podría pensarse en términos de colonización epistémica (o del saber y la experiencia). Asimismo, reconozco que el tema en cuestión es amplio y requiere de una investigación extensa que pueda sustentar con mayor precisión cada uno de los argumentos aquí expuestos. Aquí solamente trazo algunas ideas. En sentido de lo anterior, quisiera hacer un breve recuento de lo que supone el binomio terapeuta-consultante. Si bien es cierto que existen diversos dispositivos terapéuticos, la posición social que ocupamos como terapeutas privilegia nuestras epistemes. Lo que quiero decir es que el poder/saber, esa peligrosa diada, establece que se poseen ciertas verdades sobre el otro, sus dolores, historias, alegrías, relaciones, experiencias, conocimiento empírico, etc. Una pluralidad de disciplinas se han ocupado de explorar y hacer críticas a profundidad sobre esta cuestión; me es imprescindible hacer mención de Foucault, de De Sousa Santos y, sobre todo, de los feminismos de América Latina y el Caribe, cuyos aportes han coadyuvado a reconceptualizar nociones como la de poder, saber y colonización, entre otros. ¿Cómo dar cuenta de las injusticias epistemológicas en el quehacer terapéutico? Regresemos a Foucault, quien entiende la violencia epistémica como una producción del poder y del saber. Con la colonización se impuso una forma de conocimiento y se marginó a las otras, situándolas en los bordes (Tirado, 2009). El régimen de saber impuesto, de esta forma, se ha legitimado a través de ciertas prácticas que han negado y censurado los conocimientos, las experiencias y epistemologías otras. Farré (2015) nos cuenta que “esta vulneración del sujeto de conocimiento que somos se expresa particularmente en la injusticia testimonial, la cual se produce cuando se priva de credibilidad a un testigo -debido al peso de nuestros prejuicios a la hora de evaluar su competencia o sinceridad para llevar a cabo el acto de habla de testimoniar… Se trata

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BOLETIN ASOCIACIÓN MEXICANA DE TERAPIA FAMILIAR de esa injusticia testimonial que se deriva del enrarecimiento del testimonio, al descontextualizarlo de su ámbito de discusión pertinente y privarlo de su relevancia histórica y política“ (ídem, 2015, p. 50). Posteriormente, el autor señala que la comprensión sobre un testimonio se ha tergiversado al punto de reducirlo a una expresión afectiva y terapéutica “al servicio de la retórica de la revictimización y la reconciliación” (ídem, 2015), suprimiendo su contexto histórico y político. El que un testimonio se lea en términos afectivos y terapéuticos me parece necesario y, a su vez, riesgoso, y más aún en el contexto de la crisis humanitaria por la que atraviesa nuestro país. Soy partidaria y suscribo cuando mis colegas y profesoras dejan en claro que el quehacer terapéutico es político. Añadiría, también, que como terapeutas podemos coadyuvar a que se haga justicia epistémica reconociendo la dimensión histórica, social y política de los testimonios que se nos comparten día a día en los diversos espacios en los que ejercemos nuestro acompañamiento y nuestra profesión. La impunidad y la corrupción, en este sentido, también se presentan en lo cotidiano y en las tramas relacionales de las que somos parte. ¿Cómo dar cuenta de esto? Me parece que es necesaria y urgente una crítica radical (de raíz, pues) a los dispositivos clínicos y a la triada teórica-epistemológica-metodológica con la que se nos enseña a ser terapeutas. Y en este sentido siento imprescindible reflexionar en torno las injusticias testimoniales que podemos cometer aún sin desearlo. No es fortuito que haya numerosas investigaciones que aborden el currículo oculto y el habitus terapéutico y académico. Dotson (2011) identifica que la violencia testimonial es un fenómeno de la comunicación humana y del lenguaje que sucede en una relación de interdependencia, es decir, entre las personas que comparten su testimonio y entre las y los interlocutores. El que un testimonio resulte inteligible y reconocible por la audiencia requeriría que no se generaran daños en las personas que dan cuenta de la carga histórica y política de su testimonio, por lo que un posicionamiento ético por parte de

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BOLETIN ASOCIACIÓN MEXICANA DE TERAPIA FAMILIAR quien escucha es indispensable para aprehenderlo. La autora denomina como prácticas de silenciamiento a dos modalidades de violencia epistémica que ha identificado: a) ignorancia perniciosa, la cual daña directamente a las personas que se expresan a través de su testimonio; e b) ignorancia esperable4, que no es exponencialmente dañina y puede darse en diversos contextos. En el caso de la primera, el silenciamiento tiene como finalidad censurar la información y lo que se denuncia a través del testimonio. En la segunda, en cambio, la autora da como ejemplo cuando un testimonio resulta ininteligible porque no se tienen las capacidades y habilidades para dar cuenta del mismo. En ¿Puede hablar el subalterno? Gayatri Spivak (2003) se pregunta si los discursos que se encuentran en los márgenes, en los bordes y que constituyen cierta forma de abyección, son inteligibles. Spivak concluye que no, y en este sentido se torna en una tarea titánica y urgente cuestionarse desde dónde construimos al otro. Situarse es crucial, y posicionarse también. Reflexionando sobre esto, pienso en los testimonios que han dado las mujeres que han sido víctimas de violencias machistas que dan cuenta de la revictimización a la que han estado sujetas por parte de las autoridades: si fue violentada por un hombre, compruébelo. Es evidente que esta modalidad de revictimización trae consigo una injusticia y violencia epistémica. Asimismo, el texto de Spivak me remite a lo sucedido con Marco Antonio, el chico que desapareció y reapareció en terribles condiciones y en cómo se le ha silenciado por ser un sobreviviente a una desaparición forzada. De ahí la relevancia que tiene dar cuenta del contexto histórico, social y político de los testimonios que escuchamos en el terreno de lo cotidiano y terapéutico. Spivak es contundente cuando dice que “una forma de silenciar es dañar sus habilidades para hablar y ser escuchados” (ídem, 2015, p.1). Como terapeuta en formación, me pregunto cuál es nuestro papel y en cómo podemos acompañar procesos testimoniales en los que se haga efectiva la toma de la palabra.

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La traducción es mía y no sé si llegue a dar cuenta de la magnitud de ambos conceptos acuñados por la autora. Sugeriría hacer la lectura.

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Apuntes para el presente Sin lugar a dudas, el tema suscita infinitas preguntas y pocas respuestas. Recordemos el punto de partida de esta reflexión: ¿el principio de neutralidad podría considerarse una modalidad de violencia epistémica y traducirse en prácticas específicas de silenciamiento? De ser así, ¿cómo podría serlo? ¿Cómo dar cuenta de ello? ¿Cómo hacer del espacio terapéutico uno en el que se haga justicia epistémica y testimonial? Quizás comenzar por preguntarle a las personas que nos consultan qué es lo que necesitan de nosotras y nosotros, pueda arrojarnos algunas certezas. En este sentido, me parece que en el acto de preguntarles, algo de nuestro quehacer se renueva. Entiendo que la horizontalidad como principio es vital en nuestro ejercicio como terapeutas, sin embargo, una crítica radical de cómo se ha planteado el concepto es vital para nuestra práctica. Quizás habría que comenzar por redefinir lo que entendemos por un posicionamiento ético terapéutico frente al dolor, la violencia y las epistemes locales (como las denomina Rodrigo Parrini), además de reconocer que ninguna persona estamos exenta de no incurrir en violencias epistémicas. Indagando en el tema que nos ocupa, me encontré con que hay poca información al respecto en el contexto de los dispositivos terapéuticos, por lo que el campo de investigación es fértil. Mi reflexión final versa, entonces, sobre las paradojas que se desprenden del concepto de neutralidad. Paradojas que pueden ser dañinas por revictimizar y cometer una injusticia epistémica. Soy de la idea de que es fundamental posicionarse políticamente y asumirlo públicamente, es decir, en los espacios en los que ejercemos nuestra profesión como terapeutas. Por posicionamiento ético terapéutico entiendo al que se pronuncia explícitamente frente a las y los sujetos que nos consultan y a las diversas problemáticas de índole estructural (entiéndase, también, sistémicas) que denuncian y comparten a través de sus testimonios. Como terapeuta en formación, entiendo la importancia que tiene la dimensión afectiva y cognitiva del testimonio, empero, ¿cómo dar cuenta de que en lo afectivo y lo cognitivo impera lo político? Nuestro quehacer terapéutico produce efectos materiales y ontológicos en las personas que construyen

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BOLETIN ASOCIACIÓN MEXICANA DE TERAPIA FAMILIAR con nosotras y nosotros en estos diversos espacios en los que ejercemos y viceversa, y es en este sentido que el no-posicionamiento (o neutralidad) genera dilemas éticos y refrenda el estatus quo que silencia y censura lo que puede resultar incómodo por interpelarnos. Es imposible ser neutral cuando estamos implicadas e implicados en la vida de otras personas y cuando somos sujetos partícipes de cualquier interacción. Tengo presente que lo que aquí comparto no es parte de una revisión e investigación exhaustiva, sin embargo, siento necesaria la discusión respecto al tema. Quisiera concluir preguntándonos: ¿cómo podemos garantizar hacer justicia epistémica como terapeutas? ¿cómo politizar nuestro quehacer en el contexto de la crisis humanitaria por la que atraviesa nuestro país? Y no es que no se reconozca a sí misma como política, más bien la pregunta es si podemos hacer cierto activismo como terapeutas. Quizás empezar por poner el cuerpo en tiempo y espacio sea el comienzo de una puesta en escena diferente… Bibliografía • Bourdieu, P. (1991). Estructuras, habitus, prácticas. El sentido práctico, 91-111. • Chakravorty Spivak, G. (2003). ¿ Puede hablar el subalterno?. Revista colombiana de antropología, 39, 297-364. • Cecchin, G. (1987) Hipótesis,circularidad y neutralidad: Una invitación a la curiosidad • Dotson, K. (2011). Tracking Epistemic Violence, Tracking Practices of Silencing. Hypatia vol. 26, no. 2. • Fernández Ch., M. (s/f) “Cuerpos que no importan”. Edición de la autora en pdf. • Foucault, M. (2015). Historia de la locura en la época clásica, I. Fondo de cultura económica. • Karl, T. (1987), “La entrevista como intervención I”, Family Process, vol. 26 • Tirado, G., P. (2009). Violencia epistémica y descolonización del conocimiento. Universidad de Jaén. Sociocriticism. Vol. XXIV, 1 y 2. María Antón Ordorika es psicóloga, se forma como psicoterapeuta familiar sistémica, cuenta con una sólida formación en estudios de género, feminismo y otros estudios críticos; asimismo, forma parte de diversas causas desde el activismo social y el activismo académico. Contacto: maria.anton.ordorika@gmail.com

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HABEMOS DE ÉTICA Y PSICOTERAPIA Hilda Cecilia Servín Hernández

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a Ética dicta las normas morales que rigen la conducta de las personas en

cualquier ámbito de la vida, por lo tanto, hablar de ética implica también hablar de moral, siendo esta la encargada de regular el comportamiento individual y colectivo en relación con el bien y el mal (Diccionario de la RAE), ambas involucran el sistema de valores. En un mundo que se teje con los hilos de la modernidad y la posmodernidad; en la primera marcan los deberes y los quehaceres profesionales a través de la ciencia y se establecen verdades objetivas, el ámbito de la psicoterapia se rige por modelos, técnicas y estrategias de intervención, a través de las cuales, el terapeuta se monta en una postura de saber y certidumbre; en cuanto a la segunda, la posmodernidad abre otras posibilidades, plantea la existencia de verdades que dependen de la experiencia propia, y da paso a la incertidumbre, luego entonces, el terapeuta no es el experto, el experto es quien consulta porque se trata de su vida, el terapeuta cuenta con una formación que lo sostiene epistemológicamente, pero no solo eso, también tiene cualidades, experiencias y su propia historia, terapeuta y consultante (s) construyen la relación terapéutica. Paolo Bertrando, en su libro El Diálogo que Conmueve y Transforma (2011), habla sobre su postura, misma que puede leerse como “…una actitud colaborativa, no jerárquica, o dialógica…” y señala que no se puede dar por hecho que en el diálogo terapéutico la renuncia a la propia experiencia sea más útil para el otro.

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BOLETIN ASOCIACIÓN MEXICANA DE TERAPIA FAMILIAR Entonces ¿qué tendrá que decirle la Ética a la Psicoterapia? Si tomamos en cuenta que en la mayoría de los casos el espacio donde se ejerce la psicoterapia es privado, en el sentido que sólo se encuentran psicoterapeuta y consultante(s) ¿quién regula nuestro actuar? si se trabaja con la subjetividad y ésta depende de la experiencia individual ¿el psicoterapeuta tiene el poder de elegir y decidir lo mejor para sus consultantes? vale la pena tomar en cuenta que la postura del terapeuta se ha transformado, ya que posicionarse desde un lugar de saber y poder no garantiza lo correcto, en cambio, puede ser irrespetuoso para sí mismo, para el otro y para la relación terapéutica. Si bien, somos seres relacionales, valga señalar que lo que importa entonces, es la relación. ¿Y cómo entretejer la ética con la modernidad, la posmodernidad y la psicoterapia? habrá que cuestionar si en la psicoterapia se tiene que tomar una postura purista para cumplir con el deber ser y deber hacer desde lo que marcan la ética y la moral. Si como lo afirmaba Heráclito en su axioma “el fundamento de todo está en el cambio incesante, y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa”, luego entonces, el ejercicio de la psicoterapia también es tocado por la transformación, misma que deberá ser acompañada por la ética en el sentido del respeto a sí mismo y a la otredad, más que a la técnica. Si nos posicionamos en la posmodernidad vemos que no hay verdades absolutas, dado que tendremos experiencias infinitas, una vía para conocer esas experiencias es el lenguaje, pero éste al mismo tiempo es limitado para expresar la complitud de las experiencias, como lo señala Bertrando (2011) “mantener abierta la conversación, se vuelve la tarea única del terapeuta”. Es aquí en dónde la psicoterapia puede vincularse con la ética, si el terapeuta asume una postura desde el no saber, “el terapeuta debe, por lo tanto, evitar cualquier práctica que pudiera restringir de cualquier modo la libertad de los clientes al forzarlos en una dirección en particular, buscando, en cambio, que ellos colaboren” (Hoffman, 1992, citado por Bertrando 2011).

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Habrá que mantener el cuidado en nuestro entrenamiento profesional para que nuestro actuar no se vuelva dogmático, ya que podría ser perjudicial, y promulgarlo puede ser intrínsecamente antiético. Quizá tengamos que hacer a un lado lo normal y recordar que somos personas y que somos historias, lo que importa es la diversa gama de experiencias que se comparten, a eso y más invita la posmodernidad. ¿Será que en la psicoterapia también nos encontramos ante realidades disímiles que confluyen en un mismo plano? Al ser seres relacionales, quizá debamos mirar que “… la otredad es una proyección de la unidad, la otredad es ante todo percepción simultánea de que somos otros sin dejar de ser lo que somos…” Como puede leerse en El laberinto de la soledad de Octavio Paz (citado por Andrea Villa, 2015, Revista Surco Sur). Luego entonces, actuar bajo parámetros de respeto se vuelve un compromiso impostergable. Para concluir vale la pena recordar lo planteado por el filósofo Ruso Mijaíl Bajtín: “La verdad no nace ni se encuentra dentro de la cabeza de una persona individual, sino que nace entre personas que buscan discursivamente la verdad, en el proceso de su interacción dialógica” Bibliografía • Bertrando, Paolo. (2011). El diálogo que conmueve y transforma. México:Editorial Pax México • Villa, Andrea. (2015). El laberinto de la soledad: espacio “híbrido” de negociación. Revista Surco Sur, Vol. 5: Iss. 8, 16-18. DOI: http://dx.doi.org/10.5038/2157-5231.5.8.17. Disponible en: [http:// scholarcommons.usf.edu/surcosur/vol5/iss8/18] Hilda Cecilia Servín Hernández es psicóloga de formación, acreditada por el MRI como psicoterapeuta breve sistémica, cuenta con especialidad en sexología educativa y maestría en sexología clínica. Se desempeña como psicoterapeuta en la consulta privada, es supervisora de prácticas clínicas en el ámbito hospitalario público y privado así como docente y asesora de tesis. Algunos temas de su interés son: sexualidad, abuso sexual infantil, explotación y trata infantil y bioética. Contacto: hservinh@yahoo.com.mx

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