editorial
la otra©marina ruiz rodríguez astrolabio editorial 3ra. Edición, abril 2011 cuernavaca morelos, méxico edición, diseño y formación tipográfica: marina ruiz rodríguez ilustraciones: hernán benito muñoz y adán esquivel
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marina ruiz
A LA SOMBRA DE LA OTRA
A LA SOMBRA DE LA OTRA
Este inquietante, perturbador e infrecuente libro de Marina Ruiz, a partir del mero título, La otra, propone una audaz incursión en el tema de la identidad tanto existencial como centro de la creatividad poética. ¿Quién es la otra? ¿Hay acaso un fragmento del yo que se trasmuta en esa expresión de otredad que, como la sombra descrita por Carl Jung, ampara la existencia carnal? ¿O es la totalidad del yo que se transforma y se proyecta? ¿Puede ese yo cambiante, no fijo, emitir a ese otro yo, ese “alter ego”, para que a su vez escriba y describa los avatares del yo originario? En fin, ¿desde dónde está redactado este complejo conjunto de versos que la autora explícita ha organizado cuidadosa y acertadamente en dos partes, que se dividen en varias secciones? El yo, al que habitualmente concebimos como el nudo, quizá
tridimensional, de la personalidad, parece estar planteado aquí -y esto importa mucho- como una sustancia no definida, vacilante, pluridimensional; dirían los budistas, impermanente. Y este principio, creemos, es lo que sustenta el trabajo poético, tanto una indagación que no prescinde de lo sensorial como un tránsito hacia zonas oscuras de la personalidad. Oscuras en el sentido de no develadas, o sea el asunto aquí sugiere una búsqueda, la arquetípica búsqueda del tesoro oculto; aunque en las construcciones poéticas verdaderas, se entrelazan los hallazgos verbales con la proyección de contenidos psíquicos que ayudaron o provocaron precisamente el surgimiento de esos hallazgos. No es extraño pues, sino más bien natural, que Marina Ruiz dispon-
ga de procedimientos (a más de los habituales que la tradición lite-
raria señala) tales como la sinestesia, la dualidad de roles, la feminización de lo real, el tono confesional sin estridencia, la identificación con elementos cósmicos, la definición por adjetivación reiterada, el vuelo arquetípico apegado a la caída, el uso de la voz lírica en primera persona sin excluir al autor implícito, el recuerdo de los ancestros y los márgenes generacionales, la condición humana zoologizada (arquetipo de la metamorfosis), el acercamiento o la junción con lo cotidiano, el adjetivo sustantivado, los insólitos neologismos, los feísmos, la duplicación de la realidad, la referencia a figuras de las creencias judaicas (Lilith) y a las cuatro raíces de Empédocles, etcétera. Asimismo, se percibe que este poemario es el fruto vivo de un extenso proceso de elaboración; tal vez porque el propósito implicaba la entrega total de un yo conmovido por la posibilidad misma de autoconocerse desde una zona -de ahí las menciones al espejo- capaz de contemplar a ese yo en estado de impermanencia. Agreguemos que el cuerpo, en cuanto sujeto de una poética que lo verbaliza, también participa de esa especie de incertidumbre con respecto a su propia ubicación en el espacio de cada verso. El cuerpo, en tanto sostén de lo escrito más que como autocontemplación narcisista, que extiende hacia la escritura experiencias de placer, de desasimiento, de sujeción, de dolor, de peleada libertad. Poco queda por añadir a estos veloces comentarios. Pensamos que Marina Ruiz ha logrado un sorprendente avance espiritual y una asentada expresión escrituraria que, seguramente, habrán de proyectarse hacia renovadas realizaciones. “La otra” estará siempre a su lado. Saúl Ibargoyen
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Para todas las mujeres de mi vida, en especial a Paloma, Margarita, Constanza, Berta, Gloria y Abi
Agradezco la amorosa ayuda de Saúl Ibargoyen y Nicole Delgado para la revisión de este poemario, las ilustraciones de Hernán Benito y Adán Esquivel, el apoyo de Rafa Pliego para imaginar el libro, la dedicación de Ernesto en la encuadernación.
He vivido en los bordes de la locura, queriendo saber las razones, llamando a la puerta. Se abre. Estuve tocando desde adentro.
Jalaludin Rumi
A LA SOMBRA DE LA OTRA
Este inquietante, perturbador e infrecuente libro de Marina Ruiz, a partir del mero título, La otra, propone una audaz incursión en el tema de la identidad tanto existencial como centro de la creatividad poética. ¿Quién es la otra? ¿Hay acaso un fragmento del yo que se trasmuta en esa expresión de otredad que, como la sombra descrita por Carl Jung, ampara la existencia carnal? ¿O es la totalidad del yo que se transforma y se proyecta? ¿Puede ese yo cambiante, no fijo, emitir a ese otro yo, ese “alter ego”, para que a su vez escriba y describa los avatares del yo originario? En fin, ¿desde dónde está redactado este complejo conjunto de versos que la autora explícita ha organizado cuidadosa y acertadamente en dos partes, que se dividen en varias secciones? El yo, al que habitualmente concebimos como el nudo, quizá tridimensional, de la personalidad, parece estar planteado aquí -y esto importa mucho- como una sustancia no definida, vacilante, pluridimensional; dirían los budistas, impermanente. Y este principio, creemos, es lo que sustenta el trabajo poético, tanto una indagación que no prescinde de lo sensorial como un tránsito hacia zonas oscuras de la personalidad. Oscuras en el sentido de no develadas, o sea el asunto aquí sugiere una búsqueda, la arquetípica búsqueda del tesoro oculto; aunque en las construcciones poéticas verdaderas, se entrelazan los hallazgos verbales con la proyección de contenidos psíquicos que ayudaron o provocaron precisamente el surgimiento de esos hallazgos. No es extraño pues, sino más bien natural, que Marina Ruiz disponga de procedimientos (a más de los habituales que la tradición lite-
raria señala) tales como la sinestesia, la dualidad de roles, la feminización de lo real, el tono confesional sin estridencia, la identificación con elementos cósmicos, la definición por adjetivación reiterada, el vuelo arquetípico apegado a la caída, el uso de la voz lírica en primera persona sin excluir al autor implícito, el recuerdo de los ancestros y los márgenes generacionales, la condición humana zoologizada (arquetipo de la metamorfosis), el acercamiento o la junción con lo cotidiano, el adjetivo sustantivado, los insólitos neologismos, los feísmos, la duplicación de la realidad, la referencia a figuras de las creencias judaicas (Lilith) y a las cuatro raíces de Empédocles, etcétera. Asimismo, se percibe que este poemario es el fruto vivo de un extenso proceso de elaboración; tal vez porque el propósito implicaba la entrega total de un yo conmovido por la posibilidad misma de autoconocerse desde una zona -de ahí las menciones al espejo- capaz de contemplar a ese yo en estado de impermanencia. Agreguemos que el cuerpo, en cuanto sujeto de una poética que lo verbaliza, también participa de esa especie de incertidumbre con respecto a su propia ubicación en el espacio de cada verso. El cuerpo, en tanto sostén de lo escrito más que como autocontemplación narcisista, que extiende hacia la escritura experiencias de placer, de desasimiento, de sujeción, de dolor, de peleada libertad. Poco queda por añadir a estos veloces comentarios. Pensamos que Marina Ruiz ha logrado un sorprendente avance espiritual y una asentada expresión escrituraria que, seguramente, habrán de proyectarse hacia renovadas realizaciones. “La otra” estará siempre a su lado. Saúl Ibargoyen
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Para todas las mujeres de mi vida, en especial a Paloma, Margarita, Constanza, Berta, Gloria y Abi
Agradezco la amorosa ayuda de Saúl Ibargoyen y Nicole Delgado para la revisión de este poemario, las ilustraciones de Hernán Benito y Adán Esquivel, el apoyo de Rafa Pliego para imaginar el libro, la dedicación amorosísima de Ernesto en la encuadernación.
He vivido en los bordes de la locura, queriendo saber las razones, llamando a la puerta. Se abre. Estuve tocando desde adentro.
Jalaludin Rumi
I I
la otra
la otra La doble de mí misma me sorprende dice siempre ser yo, pero es ella. Se pasea siendo la otra la que logra lo que yo no puedo, la que se acerca al exterior o la que está profundamente pegada al tuétano, es risueña y llorona, nunca se conforma nunca logro reprimirla, a veces, parecemos ser la misma —épocas felices— pero vuelve, rebelde honesta enferma, golpeándome por detrás de la lengua, entonces las palabras salen y dicen más de lo que dicen, volvemos a ser una y
ninguna.
Explicar-la, es mentirla, repetir su sonrisa es coartarla, soplar en su ojo izquierdo es darle días de ceguera, no puedo responderle pero puedo repetirla nombrarla intentar consolarla, que se exhiba demasiado, que de tanto decirla se desgaste borre esconda olvide, que sea lo suficientemente vista para ser invisible. Ella es la que insiste con la ley o la que la transgrede, brilla se mofa escupe, anda desnuda por el mundo, le gusta a t o r m e n t a r m e, se aparece en el papel cada tanto… la pluma suena y no puedo taparme los oídos. Ella es la lúdica, la oscura,
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la de la amarra liberada.
Animala Luchando contra la otra quiero volver a ser una, como cuando río y me vuelvo árbola, pájara, hoja animala.
Me acecha en cada cosa me devasta me prende los pezones con pinzas los labios vaginales los sangra con afeites.
Eso de andar negándose perpetuamente me da horror, yo lo combato, porque a mi también me pasa.
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“La ficción es pensar que la otra es otra y no yo misma”
Dueles marina, dijo una Dueles marina, dijo la otra
¿Cómo saber cuando hablo que no es el susurro de la otra
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en mi oído?
Goteo ganas de cambiarme por otra, de sonreĂr mĂĄs seguido, de ser yo y ella al mismo tiempo. Proceso largo de migajas y hoteles baratos, de rumba y descobije, de frĂo y de sol que sabe a miados.
Perdida olvidada muerta exponenciada loca firme desdichada desmembrada.
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Estoy cansada de esta lucha cotidiana de este sentir mis huesos y mis músculos ceder bajo la presión de la quietud. Estoy cansada de este esfuerzo cotidiano, de sentir que todo se me dobla se rompe se arruga se desdibuja en mi conciencia, estoy lista libre perjudicada y perdida no sé cuál de todas esas cosas.
Ayer me sentí astro los pies ligeros lanzados a otros mundos, ayer estaba titilante, ebria abierta en dos, por la mitad, borbotones de piel, lujuria y paz saltaban, temblorosa maravillada pálida coqueta, pisaba sobre la luna cruzando la luz hacia las montañas, era yo, igual que ahora, desecha inerme inexpurgable blanda tibia hiriente. Era yo, la soy-ahora, la que contempla el vacío
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y se sonríe.
Mujer caballo navegante, se sostiene con los poros de esa sutileza que es la niebla, embiste los aplausos de sus allegados se desviste en el ritual del ocaso sus ojos frescos dibujan sobre la maĂąana es una madonna cargada de lluvia, empantanada sujeta al viento, con trenzas de colores, sus pechos como saturnos las lenguas de sus dedos se empecinan se vierten, se revierten todo lo toca ella no espera a que voltees a verla para sonreĂr.
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Lírico-onírico Soy una bailarina colgada del cosmos danza errática estrellas por vestido naturalezas muertas, soy la que rompió el ocaso en un clamor soy violentos aguaceros enroscada en la bañera el pálido mutar de la agonía una bailarina de momentos manoteo feroz de la sobreviviente de un naufragio, soy sol y soy augurio el rostro roto de lo que debía construirse, la ballesta de una sirena o una tortuga voladora la zapatería del ciempiés la hermana presta del descanso la lucha interna hecha revoltijo, soy la cima y soy la falda la apertura de la nube el columpio ceñido de las letras el copal ardiente del desnudo de una costurera la mano ágil, bailarina alada enferma de complacencias tullida de ecos discordantes sonriente de un salvaje retozo carcajada suelta de tanta libertad,
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criatura tuerta rota
a veces hasta enmudecida, silenciosa por convicción o por desgano bailarina en el espejo la que se mira mirar y no se arredra rompiendo el paso monosílabo del amor la nota tenue de la gota sobre el charco el sonido caída-jacarandas-suelo con los labios agasajados de besos y de nombres, pies que bailan solos sobre el lamento seco del liquidambar cric crac crec suenan las hojas mientras el río húmedo de mi entrepierna ronco cruje la rama, un vientre urdido por la cuchara media luna, Soy soñolienta o soñadora.
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Te escribo hermana Te escribo hermana desde este mi cuerpo lazo mortal con el vacío extremo izquierdo que se nutre de la desvergüenza, te escribo flor de noche escandalosa voces afanosas de la nada. Alelada del norte miro al sur sureada del sur huyo del norte. Te escribo hermana desde mi canto fallecido onírico deseo de nuestro encuentro te oigo llorar del otro lado pego el oído al muro de nuestros días mellizos. Somos mujeres muchas múltiples enaguas de abuelas mestizas, indias y canarias. Te escribo a ti, pa mis adentros quiero que goces lo que tienes tu semblante abrazo de mis aguas tus pies lúdico encuentro de mis caminos tu erótico poder de todo el cuerpo, también mi cuerpo, instrumento musical donde te invoco. Sin él, ni música que bailes
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que bailemos.
cuerpo traicionado
cuerpo traicionado
Coyolxauhqui Pendiente del hilo solar que de mis entraĂąas surge, la escritura de mi cuerpo se embelesa, se torna se devuelve se contempla a veces, se mira en el espejo. Los miembros traicionados, parte a parte, se cubren de barro, de amasijos, se tiran de los pelos se revientan, entonces revivimos las verdades y siento que me visto coyolxauhqui.
Contra la tradición I Y cuando la memoria del pasado vino a mis ojos, y el agravio del pasado vino a mis ojos, y la violencia del pasado vino a mis ojos, mi nariz, mis oídos, mi lengua y mi piel ya lo habían vivido.
II Y cuando mis pechos se volvieron andrajos, y las yemas de mis dedos se tornaron sangre, y las comisuras de mis labios rompieron el viento, mi corazón se había vuelto pánico, y la coz del olvido rondaba mis calles.
III Y fuimos a marchar por el oscuro laberinto de la
mente,
del sordo fuego que esconde la locura, del gesto guardado por el propio cuerpo —traicionado—, y fuimos colocando la bruma del otro lado, y la paciencia del lado de la cordura. Se confundieron los límites terminamos colgadas por el cuello de las estrellas. Porque quisimos hablar de lo que nosotras no
recordamos,
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de aquello que no hablaron nuestras madres.
Llorar sólo vale cuando la tormenta se avecina
Quiero escribir de la mugre de las uñas, de luces que no encienden, de cómo una calle se va mojando gota a gota, y un cuerpo de carne y sexo y mi vida de cosas que se rompen o arrugan. Yo no quiero ser buena quiero ser viva. Llorar por los rincones y abrazar el pasado acostarme con todos lo hombres que he deseado alguna vez, pero ellos y la yo de otros tiempos ya no están. Quiero escribir luna y me quito la palabra de la tinta, me torturo abrochándome los labios. Decir por decir cualquier cosa, decir por decir cualquier letra.
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Cuerpo laberinto Este mi cuerpo, extendido llanto de sendero límpido, este mi cuerpo laberinto caminado tantas veces por tantos otros cuerpos, este mi cuerpo llagadura a medio horizonte, plácida y pavorosa expresión del vacío, este mi cuerpo que implora abandonado en el hueco de algún árbol imponente, cuerpo de noche, cuerpo del día doloroso, triste, sin sendero, buscando a tientas con los gajos de dolor a media cintura, con la espalda partida y los pies fríos dolorosos. Apenas caminar se hace posible, apenas vislumbrar alguna puerta, sueño infinito de infinitos monstruos, de colas que crecen como vestigios de un equívoco. Como sombras apresuradas de la nada, como pequeños sedimentos noctámbulos que trepan insospechadamente a la cornisa para ver desde arriba el epitafio. El drama de mi cuerpo, el drama asombro y descobije, el del dolor agudo aquí en la cadera, buscando, reptando las paredes espaldas de mis
piernas
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que tiemblan que se apagan.
El tumor invisible de mis letras acurrucadas en paz en cada parte, en cada hueco, oculto y descubierto. Siempre un cuerpo tibio que se pare a conversar con el columpio suave entre mis piernas o detrás
de las orejas.
Cuerpo laberinto de tanto tatuaje entre las pieles, renegridos pliegues de sol y de murmullos. Tanta palabra vieja que venga a desvestirse de
mis ropas,
que sude polimorfos espectros de bañera, que grite feroz un aullido simple incontestable, que ronque cruel y tibia, triste, política,
numerosamente acidulada,
trémula hasta el desgaste de mis huesos pulidos por el tiempo, que llore profunda y cómodamente en el ataúd de su misterio.
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Mi columna Mi columna que ha agarrado su camino decidiendo desviarse a otros campos, mi columna que rota sus queridas manecillas, vértebra a vértebra, busca el camino que la llevará a casa.
La melancolía corre por la selva lúgubre de mi pubis, sus pasos brotan de la tierra de la comisuras de mis labios, viaja río abajo, con su arsenal de fuego para destrozar mi vientre
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en la batalla.
Me siento cigarra trueno, juego de marionetas, sí, quiero una casa grande donde quepa esta locura, este sueño partido llenándonos a ambas las agallas.
Estoy en el maíz, tragada por las bestias, rodeada de mazorcas, en el terremoto que causa el carrizo al caer a la tierra, en el maíz sangre, tantas veces, devorado por el enemigo. .
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Estoy aquí, del otro lado del abismo donde las cosas no se encuentran unas a otras, donde la distancia entre los pies y la memoria se disuelve en el pálido resonar del agua estancada, del vaivén cansado de un cuerpo solo
solo
resistiendo a los días que se avecinan.
Busco en mi piel las palabras para nombrarme, encuentro unas cuantas letras donde rozaste con tus dedos mis pezones, algunas más en el eco que guarda mi ombligo de otras voces al nombrarme, escucho entre mis vellos mi propio andar que mis abuelos se contaron uno al otro ¿cómo decirme que mi yo, no es un yo,
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sino un nosotras?
los versos del vacío
los versos del vacío
Los versos del vacío son llamados a ocupar este espacio, caminan reelaborados en su propia suerte, ser obstáculo, obsesión, prematuro deseo, anticipada lucha.
Los versos del vacío se caen en llamas, trotan desnudos por una selva cuajada de horizontes inertes, de pieles ríspidas enraizadas en el temblor. Son el intento, nuevo aviso de la incertidumbre.
Los versos del vacío bailan sobre el estiércol, suben rumorosas aves, les aletean anunciando su inexistencia, su dolor inoperante, inválido,
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inoportuno.
Los versos del vacĂo cabalgan silenciosos, las huellas de su andar se borran en los senderos, dicen frases incomprensibles y miran a los astros buscando constelaciones en galaxias de pĂştrido amaranto.
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Los versos del vacĂo se contradicen, carecen de letras o las incuban en vientres demonĂacos que las devoran con sus dientes estalactitas. Vibran de ausencia, de austeridad, tiemblan al encontrarse de frente con la demencia, la niegan una y otra vez, con chillidos de engullida presa, no ignoran su propia vagancia por los placeres de la reclusiĂłn. Juegan a rodar
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con los escarabajos.
El vacío es un vacío del plexo para abajo, es un vacío en el ombligo, entre las caderas, es un vacío que se llena para afuera, tal vez con algo de mi propia carne. El vacío es el roce tridimensional de la granada explotando sobre mi monte de Venus, algo que parte, que crece, que dinamita y calla. Silencio silencio, el vacío inunda, inflama, inquieta, involucra, demasiado adentro de mí misma, para enviar palabras desde lejos, desde este no soportar el pasado injerto de injusticias.
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Quiero doblarme todos los días, porque ya he cargado demasiado, quiero doblarme para desprenderme de mí misma. Quiero ser este fragmento de mujer a la deriva, derrotarme hasta el último decoro. Y surgir alta ola de canícula, objeto brillador de cada noche, noche también como cualquiera, noche más bien, sí, dolorosa, pero noche mujer. Si hoy puedo decir esto no es casualidad. Un pajarito encontrado en alguna orilla ha sido guardado entre las ropas. Pero sus plumas nuevas relucen en la tristeza, triste, así, sólo triste, pero profundamente triste, como haciendo llaga, así,
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son los versos del vacío.
II II
las versiones de lilith
las versiones de lilith
Lilith sobre la escarcha Lilith sobre la escarcha,
Lilith envuelta en la miel de las colmenas del norte, Lilith rodeada de cabellos mojados, Lilith serpiente, rosa del desierto, penumbra a medio día, Lilith rostro desconocido, ambientado en el no, en el nunca, en lo imposible. Lilith rostro del pasado sin nombre ni orgullo ni búsqueda conocida. Hermana mía, baila segura de tu encanto, muéstrate del otro lado del pasado, encerrada en la tortura de tu carne. Lucha continua, desencarnada, lúcida, terrible en tu lucidez, en la sapiente norma del olvido, en los rostros de los que nunca han de regresar a tu vientre,
a los que volverán una y otra vez como a un vicio,
tú, la sirena de la playa de mis piernas, íntima señora de la casa de mis padres, criatura voraz sin límites arrasada de sensaciones protestas contra protestas entre las calles desnuda con el cuerpo provocando al viento a contenerlo, a detenerlo en el frenético galope de la posesión del propio cuerpo, de la identidad. Elige por donde irán nuestros pasos, dónde encontraremos el roce utópico de nuestras carnes, allá donde lo múltiple no es imposible en el mundo, microcosmos enfermizo tímido, perseguido enano. Hermana del espanto, cunde tus entrañas con las bocas de los explotados
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y tiéndete a dormir sobre los marasmos.
Lilith nocturna
I La ciudad amaneció neblina, tumbada de panza Lilith tararea una danza enigmática de vientres con seis tetas, canina mujer de grandes luces utiliza sus encantos para cada día sumarse en los pechos que le estallan otras tantas marcas de sus amores con el mundo.
II Acariciada, lamida, succionada en todos los poros, la señorita de Cochabamba, Tizarraracua, Loma linda, Tierra caliente, Chacabuco, Media frontera, Zona silencio, Rumba teñida, o Soliloquio enfermizo, mueve sus caderas con abominable control de sus querencias. 41
III Con el esfuerzo ajado de contravenir vientres falsos, Lilith toma la siesta, saluda al mundo a las nueve de la noche, abre su ventana en el lapso terrible de un quejido perruno, parpadea dos veces, piensa en su soledad y en la frazada estelar que vestirรก esa noche.
IV Nadie sabe su verdadero nombre, sรณlo que tripula los cohetes luminosos
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del espectรกculo nocturno.
V La ciudad merodea gangrenada por las esquinas, se queja en los motores, en la vendimia de semĂĄforo, en las luces absorbentes que reinterpretan la noche. Lilith viste inevitablemente de rojo, sabe poco del futuro, no sabe nada, pero contempla enardecida el andar obsesivo de los mĂşltiples pasos ojos bocas enjugadas chasquidos de lenguas que la asedian mientras enciende la caminata nocturna.
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VI Lilith encallada en los ojos del pasado Lilith envuelta en la finísima sábana del sudario de cristo, Lilith irreverente enseñando sus pudores a los transeúntes, Lilith llena de gracia, de contemplaciones indómitas, de ganancias tardías, de vómitos siderales, de recuerdos ilusos, de cuerpos y cuerpos traspasando su historia y su carne, Lilith frágil y suave como copos de nieve, Lilith tiritando de invierno y sudando verano, Lilith enclaustrada ensombrecida iluminada. Lilith, suspiro de acolchados gatos y aniquiladas tauromaquias. Lilith la sombra deseada y perdida, como un laberinto,
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o la punta más alta del cosmos.
Tu vocación
Que tu vocación sea apaciguar o encender mis mareas, persistente enfréntate a mí, a nosotras, abre el mar oscuro de mi cuerpo, de mi desnudez en los parques, teatros y salones, recuérdame negra mujer de carne efímera, saca de este cuerpo oscuro, llagado a media selva el sin fin de preceptos con que atacas mi vientre, mis pantorrillas, mi pecho, enfádate, búscame, déjate caer en mi agonía, aguanta conmigo, andemos de la mano aunque nuestras palmas se repelen. Esta soy yo, la invencible a pesar de ti y contigo, como un toque de queda o el grito más loco del acantilado. Hunde tu carne en mi carne, hunde tu sexo en mi sexo, arrepiéntete cruel,
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rosa marina, descarada vuélvete eterna convicción de arrecifes sobre mi pecho, corriente de lo hondo de los océanos marca las lágrimas de mármol centinelas de este camino arenoso, prohibido. Ámame rebelde en tu rebeldía, besa mi boca, mis cabellos grasosos de pensarte. Mujer, gime fiera en la ventisca, terrible cercenadora de la libido, fugaz estrella de los mares de mi cuerpo, de las olas de mis piernas, de este trotar sirena
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gritando un canto quizá desesperado.
Nunca te arrepientas, ola enorme que arrasa con las poblaciones, velos de mi pubis, dañadas aletas de mis pies, acompañada sombra que arrecia con la luna cuerpo, este cuerpo mío remolino de estrellas, en las sábanas de días y días, jugando en tu cuerpo que es el mío, amiga maldita, reluce búscame sofócame, déjame brillar bajo las aguas, como la luz que surge de la entraña, de aquello que se halla en el fondo de los mares. Muñeca atroz, desgarrada bicéfala.
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mi mano
mi mano
Mi mano Mi mano esperanzada espesa, lanza su dardo, como pez se hunde en el sendero acuoso, salino, su dorsal brilla dorada azulosa. Sus movimientos frĂos, precisos, acidulados enmarcan la representaciĂłn festiva de sus semillas regadas en el rĂo.
Si mi mano Si mi mano derecha escribe hay llamas que salen de la izquierda. Si mi mano en llamas gotea palabras grises, calcinadas, consumidas por la lucha, se encienden entonces cucharas o pieles de leopardo. Si el polvo recorre los adentros y los afueras de
todos los espacios
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dejan de existir fronteras.
Si la mano derecha navega en la ficciĂłn de las calles, y los pasos a desnivel cambian de vĂa, y una parte del todo toma por sorpresa al todo y mi mano encendida suspira conmigo sobre el cĂŠsped, brillan anatemas, se poseen mutuamente, siguen rutas distintas, distinguidas.
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Cuerpo de cinco luces Mi mano plantada en el espacio de los errores, gime medusa de calles solas, caricia dañada, cuerpo de cinco luces, mi mano lujuriosa, plantada en el vacío, en el roce prematuro de los dedos, en el doblez carnoso de volúmenes, húmeda, redonda en microcosmos, andante de luz en la sequedad de sus mares. Mi mano, la derecha o la izquierda, la que toma un rumbo, así, necesitada de posarse sobre otros cuerpos, donde pequeños insectos caminan descalzos, trepan a mi mano, los recibe, los arrulla en los pliegues de los dedos, los menea y los asusta con peligrosas caídas del acantilado
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donde los pies acompasados se mueven.
Abajo seĂąala mi mano, entre las piernas la zona desnuda, a la intemperie, retozada en los vegetales oscuros de mi bosque bajo. Mi mano bailando sombras, mi mano retozada buscona atrevida, mi mano saltando al vacĂo de mi bolsillo, a las sandalias pa ponerlas, mi mano clavicordio, par de venaditos, uno en el dorso, uno en la palma, mi mano camino, con las puntas de los dedos largos como rayos, lanzados al infinito, conteniendo la energĂa del firmamento.
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Ultramar En esta herida abierta del vacío, hay trances olvidados en algún lugar de mis anchos mares, salen de sus orificios animales ponzoñosos que disfrutan del embrague de mis oraciones, nadie reconoce el más allá de las palabras cuando el canto de una sirena atraviesa entre los poros, nadie está tan segura de lo que vendrá esta madrugada, púrpura madrugada, azotada de nombres y espacios vacíos y tenues avenidas manchadas de vísceras de pequeños insectos abiertos por lo largo. Nadie mencionará el por qué, el cómo y el cuándo de nuestros encuentros fortuitos, manos que se frotan continuamente en una fricción acartonada, en los finos pliegues que una mano esconde entre las avenidas de su palma, entre los ríos astutos que se forman entre manos,
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entre el sol y el sol de sus ejes,
caritas nacidas entre los dedos, manos tímidas hirsutas, que acarician lánguidas y dulces un sobrenombre, un color vegetal, un dorso trémulo de deseos que quieren y no quieren ser reconocidos. Anda una pasión desbordándose buscando de piel en piel y de nombre en nombre, la reconocen la atraen la repelen, anda una pasión amasijada de cantos rodados, de anémonas airadas entre las aguas, anda una pasión adentrada en el mar
impronunciable de estos versos, anda trotando mareas, como buscando y
encontrando infinitamente, nunca se sacia, pasión vencida contemplada,
mallugada de tantos cuerpos amorosos y tantas palabras que nunca llegaron a su destino,
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a las pieles a los nombres a las notas fĂŠrreas que se dispersan en el sonido arrecife ola desenfreno. PasiĂłn que sale de casacordillera y desesperadaarriba a los brazos
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de este soliloquio endurecido a plena ola.
estrella negra
estrella negra la recuperación del ojo izquierdo
I Yo tuve un ojo izquierdo desnudo, se paseaba en un manantial de niebla, yo escuché a una serpiente cascabel hablarme en medio de las arenas. Una voz sopló de lo hondo de la noche, y un águila sagrada surcó los mares del desierto.
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II Mi ojo femenino fue negado, vagué buscando nombres conchas, caracoles pa guardarlo, tenía necesidad de la penumbra, de sumergirse en mis demonios. El miedo, precursor de mi lado oscuro, se nombró heredero de la tradición de mis adentros, opacó mi ojo izquierdo con venenos, le puso por cobijo esa neblina, y no pude reconocer lo que pasaba.
III Dancé las noches encendidas buscando, temiendo absorberme en los augurios, me dediqué a recitar a r c a i c a s notas, fue un canto colmado de emociones, triste, audaz. En la mano el ojo que me hablaba, queriendo curarse de “un olvido”, imposible dejarlo ahí varado sufriente atenazado de l ú g u b r e s resplandores. Quise curarme, saber que todo en paz no puede darse, la lucha de contrarios está viviendo en cada poro, y no logro armonizarlos. 59
IV Mi ojo izquierdo, el que mira hacia el infero, guĂa ciega el que me indica con su lecho grisĂĄceo de epidermis que sempiternos contagios
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nos esperan.
V Éste mi ojo izquierdo, ave camino, árbol de penumbras corazón cargado de misterios diosa amarga intolerada de mi otra yo concatenada de angustia y ansiedad, este mi lado turbio, desesperado del propio reconocimiento, estrella rota caída tus esquirlas estremecen mis entrañas y mi dedo más pequeño señala el oculto crisol de mi memoria, busca estrella negra, mira para adentro busca la diosa antigua de mi centro con su encaje cotidiano de vísceras, con el monstruo maravilloso de su vientre, hilvanando sus faldas, preparándose para el día del encuentro. Estrella negra, rota, mi ojo izquierdo.
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astrolabio ediciones marina ruiz rodríguez, 29 de abril de 1982 méxico df. poeta-performera-editora-encueratriz de oficio
© la otra se terminó de imprimir en agosto de 2010 en cuernavaca morelos, méxico, todos los derechos reservados.
marinaruiz.blogspot.com desnudandopoesia@gmail.com astrolabioeditorial@gmail.com
ejemplar número________