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EN NOMBRE DE DIOS
(IMPUESTOS Y PATRIMONIO DE LA IGLESIA)
JORGE ANDÚJAR ESCOBAR
2 EN NOMBRE DE DIOS (IMPUESTOS Y PATRIMONIO DE LA IGLESIA)
El diezmo fue el principal impuesto que la Iglesia recaudó entre los creyentes. Su origen lo encontramos en la Biblia; así, la Ley de Moisés establecía que una décima parte de los frutos de la tierra debía entregarse a los sacerdotes para el sostenimiento del culto. En los primeros tiempos del cristianismo se configuraba como una práctica piadosa, pero, posteriormente, se transformó en forzosa, por la presión del Estado y de la Iglesia. En concreto, fue Carlomagno el que le dio este carácter mediante dos disposiciones dictadas entre los años 779 y 794. Por lo que se refiere a nuestro país, la obligatoriedad del diezmo se introdujo a través de Aragón y Cataluña, regiones fronterizas con el Imperio Carolingio. El pago del tributo se realizaba en especie y representaba un décimo de los frutos de la agricultura o ganadería obtenidos por el creyente. Existían dos categorías de diezmos: el mayor, que se aplicaba sobre los productos generales, como los cereales, vinos, aceites, vacas, ovejas, etc., y el menor, que comprendía los bienes más específicos: aves de corral, legumbres, hortalizas, miel, etc. Los ingresos obtenidos, debidamente contabilizados en los libros de las “tazmías”, eran recogidos por el “colector” y entregados a los párrocos, abades y obispos. En ocasiones, la recaudación perdía su sentido originario al ser percibida por los señores feudales, por de ser los patronos de un monasterio o iglesia y haber comprado los derechos de recaudación a la Iglesia. Los diezmos se distribuían por tercios en función de su destino. De esta manera, un tercio era dedicado a la construcción de iglesias, otro a sufragar los gastos del personal eclesiástico y, el último, a cubrir las necesidades capitulares. El tributo variaba según los objetos gravados y las regiones, por lo que no siempre alcanzaba el diez por ciento. Tampoco se extendía a la totalidad de los productos agrícolas y ganaderos, lo que originó distorsiones del mercado al ampliarse de manera desmesurada los cultivos o la crianza de animales exentos de gravamen. El castigo más eficaz para evitar el fraude fue la excomunión, que no se levantaba hasta que el contribuyente pagara la totalidad de las cantidades debidas. En la Edad Media, los reyes cristianos consiguieron una participación en la recaudación de los diezmos de la Iglesia. Así el rey Fernando III propuso al Papa Inocencio VIII la posibilidad de que la Hacienda Real castellana obtuviese el tercio del diezmo que se destinaba a la construcción de las iglesias, con la finalidad de atender los gastos militares del asedio de Sevilla. Conseguida esta primera participación, que alcanzó las dos novenas partes del diezmo, la autorización pontificia fue renovándose, hasta convertirse en 1494 en un recurso permanente del Estado, conocido con el nombre de “tercias reales”. Por su parte, Felipe II consiguió otra nueva concesión, “el excusado”, que consistía en reservar al monarca los rendimientos del diezmo obtenido por el mayor “diezmero” de cada parroquia. En este caso, la motivación de la participación eran los costes de las guerras contra los infieles y los herejes. La supresión de los diezmos en España se acordó en 1837, pero las necesidades de la Hacienda Real, atenazada por los gastos de la Primera Guerra Carlista, obligaron a diferir la efectividad de la medida hasta la conclusión del conflicto
3 civil. En todo caso, el nacimiento en 1841 de la Contribución de Culto y Clero supuso que, con otro nombre, el odiado impuesto siguiera durante bastantes años más. Pasando ahora a nuestra tierra, hay que comenzar hablando del patrimonio eclesiástico de las diócesis andaluzas, el cual comenzó a formarse progresivamente por las donaciones de reyes, nobles y gentes del pueblo, diezmos y primicias, ofrendas, mortuorios, pie de altar y otros, para cuya administración cada una de las entidades eclesiásticas contó con capacidad jurídica autónoma para percibir, custodiar y distribuir el producto de sus rentas y de sus derechos eclesiásticos. Dicho patrimonio se dividían en tres apartados: Las propiedades rústicas y urbanas adquiridas mediante donaciones, compras o intercambios y los diversos censos y rentas donados por los fieles a cambio de oraciones o sepultura en sagrado. Los derechos eclesiásticos disfrutados por la Iglesia, de los que los más importantes, fueron los conocidos como diezmos y primicias. Los ingresos adventicios, procedentes de las ofrendas de los fieles y de los aranceles o “pitanzas”, minuciosamente tarifadas, con motivo de la celebración de exequias o administración de sacramentos. Los bienes capitulares, vivieron un proceso de auge constante. Así, por ejemplo en el siglo XV el cabildo catedralicio de Córdoba, pasó de las 346 unidades de arrendamiento que el cabildo poseía en 1380, ascienden, en 1420, a 508 y son más de 546 unidades, en 1440. El cabildo de la catedral de Jaén experimentó un incremento parecido, entre mediados del siglo XV y 1512, elevando el número de sus casas en 277%, sus huertas en 170%, olivares en 154%, hazas en 150% y las viñas en 71%. Los productos eran reunidos en diferentes tipos de rentas para su recaudación, de las que pasamos a exponer las más destacadas: La Renta del pan, recaudada normalmente en la era sobre el pan - trigo, cebada, centeno, escaña, etc. - cosechado. La Renta del vino y el aceite, presentada de modo global, casi siempre tributaba en metálico. Su valor económico ocupa el último lugar de las tres rentas mas importantes - Pan, Minucias, Vino y Aceite. La Renta de las Minucias comprendía “todas las cosas dezimales, salvo trigo y cevada y vino y azeite y grana y sal y la ortaliza que se coje verde, que pertenece al Pie de Altar”. La parte más importante de esta renta fue proporcionada, sin duda, por el diezmo de los ganados y sus productos. Aparte de las tres mencionadas, había otras cuyos beneficiarios exclusivos eran el obispo y el cabildo, a partes iguales, tales como La Renta o “Diezmo del ganado extremeño”, Renta o diezmo de la grana y de la sal, Renta de los Barrannos, Renta de los donadíos granados y menudos. La Renta de los Excusados, aplicada en exclusivo provecho de la fábrica de la catedral contribuyó al mantenimiento del buen estado del templo. Consistía en retener para la catedral todos los diezmos del tercer mejor diezmero de cada jurisdicción decimal. La Renta denominada Pie de Altar, mínima en cuanto a su valor económico, consistía en el “diezmo de la hortaliza que se coge verde” y de algunos productos de pequeña importancia, cuya determinación dependía de la costumbre de cada lugar. Constituía generalmente el sueldo de los capellanes o clérigos subarrendados por el señor del beneficio, que estaban realmente al frente de la parroquia. La Renta de las Primicias era un tributo de características muy peculiares, que los parroquianos debían satisfacer a su parroquia y que se distribuía entre los clérigos que efectivamente la servían.”Primicia tanto quiere decir como primera parte o la primera cosa que los omes midieren o contaren de los frutos que cogieren de la tierra o de los ganados que criaren para darla a Dios”.
4 Como hemos dicho anteriormente, la distribución de los diezmos se hacía de acuerdo con los llamados tercios que de forma resumida eran los siguientes: El Tercio Pontifical, son 3/9 de todos los diezmos del obispado, que corresponden en exclusiva al obispo y al cabildo, quienes lo reparten frecuentemente entre ellos por partes iguales, es decir noveno y medio para cada parte. El Tercio de los Clérigos, lo componen, asimismo, 3/9 de los diezmos de la parroquia, que deben distribuirse entre las distintas prebendas o beneficios establecidos en ella. El Tercio de Fábrica, compuesto, en principio, por los 3/9 restantes, se destinaba a la construcción y reparación del templo y otros gastos de liturgia. Las Tercias Reales constituyeron una forma práctica de participación por parte de la Hacienda regia en las rentas decimales, que acabó por ser considerada como un ingreso ordinario de la misma. Eran una cooperación de la Iglesia a las tareas de reconquista y restauración de las iglesias ganadas a los musulmanes. Primero fueron temporales, luego se convirtieron en permanentes y absorbieron 2/9 de los diezmos. Es de reseñar que el monto neto estimado en los ingresos de la mesa episcopal de Jaén, en 1575, alcanzaba en 416.704 maravedíes, cantidad mínima, comparada con los 5.366.430 maravedíes proporcionados por el diezmo eclesiástico. Entre el siglo XVI y el siglo XVIII el panorama apenas cambió, pese a la creación por Felipe II de algunas nuevas sedes, y la proporcionalidad de los ingresos de las sedes se continúa manteniendo, como en los siglos medievales. El profundo sentimiento religioso de los fieles y el notable temor ante la muerte, constituyó el motor impulsor de abundantes donaciones en favor de las instituciones conventuales que gentes de todas las categorías sociales hacían de acuerdo con sus posibilidades. En el reparto de todos los ingresos y propiedades eclesiásticas aparecen como no podía ser menos las órdenes religiosas, sobresaliendo entre ellas la Compañía de Jesús, ejemplo de dinamismo de la propiedad territorial entre las órdenes religiosas. Los jesuitas fueron los auténticos impulsores de la modernización agraria en Andalucía, como lo muestran plantaciones de olivar, como el que levantó en Baeza el P. Bilches con más de 12.000 plantas y el notable rendimiento de 13 kgrs. por olivo obtenido en Espartinas, cuando las mejores tierras sólo producían 9 kgrs. por planta. En cuanto a Linares, y tomando como referencia la fecha de 1750, contaba entonces con una población de poco más de cinco mil doscientos habitantes, de los cuales alrededor de cien pertenecían a la Iglesia, y residían en los centros religiosos existentes en aquella época como eran el convento de Franciscanos de la Observancia, otro convento de monjas dominicas, nueve ermitas, un hospital, y dentro de su término municipal seis ermitas más, (entre ellas la de la Virgen de Linarejos). El resto de linarenses, (la inmensa mayoría), viven casi exclusivamente de la agricultura y de la ganadería, ya que la minería en aquel tiempo se encontraba sumida en el pozo negro del olvido, de manera que se puede afirmar que nuestros antepasados en estas alturas del siglo XVIII, prácticamente malviven de la tierra. En los campos linarenses en ésta época, se cultivaba trigo, avena, cebada, centeno y morera, (ésta última alimentaba una pequeña industria de la seda). Por lo que se refiere a la ganadería, aunque existía una cabaña importante de reses ovinas, equinas y bovinas, la casi totalidad de la misma estaba en manos de tres señores. Algo parecido ocurría con las propiedades agrícolas, con lo que la situación de la mayor
5 parte de la población era desoladora, y así más de 1000 familias viven prácticamente en la pobreza, aunque esto no les libraba de tener que satisfacer algún tipo de impuesto. Como en el resto del Reino, en Linares era la Iglesia quien se encargaba de recaudar los impuestos a través de los diezmos. En nuestra ciudad, por ejemplo se aplicaban para los pequeños agricultores y ganaderos, los mencionados Pie de Altar y Voto al Señor Santiago, este último sobre las cosechas. Así en 1752 mientras que cada uno de los 180 labradores y los 771 jornaleros de esta villa, ganaban 2´5 reales de vellón, (un real de vellón equivalía a 34 maravedies, y 11 reales de vellón a un ducado), la Institución eclesiástica local formada por el arcipreste, la parroquia, etc., recibió en concepto de impuestos 1000 fanegas de trigo, 800 de cebada, 15000 reales de vellón por el diezmo de las semillas, 150 por la producción de vino, 4500 por el aceite y 700 por el impuesto Pie de Altar, entre otros. Para la Corona se recaudaron además 4600 reales. Además de lo señalado habría que añadir en los ingresos de la iglesia local algunas donaciones, herencias y otras cesiones. Lógicamente la totalidad de los ciudadanos no tenían que pagar todos los impuestos que hemos descrito, solamente aquellos que les correspondían por su condición, aunque prácticamente nadie se libraba de la obligación fiscal, y así por ejemplo tenían que tributar humildes campesinos que solamente tenían una mísera huerta, unas pocas gallinas o un par de cerdos. Esta situación tan precaria de la mayoría de nuestros antepasados se agravaba aún más por el hecho de que casi todas las familias vivían en casas alquiladas sobre las que pesaban unos impuestos especiales llamados Censos y Memorias, una especie de hipotecas que gravaban hasta un interés del 3% del valor de la finca. Dicho valor era evaluado por un perito en cantidades muy superiores a su coste real para que los réditos fueran mayores. En estas fechas de mediados del XVIII, más del 60% de las fincas urbanas de Linares estaban obligadas a satisfacer los mencionados Censos y Memorias, y de éstos el 80% revertían en la iglesia local. Con todo lo expuesto hasta, ahora queda de manifiesto el inmenso poder que tenía la iglesia en aquella época, poder que se mantendría durante cerca de doscientos años. Este abuso por parte del clero y los señores, fue uno de los motivos principales por la que la población de Linares tuvo un aumento demográfico mínimo durante casi tres siglos. Era muy difícil vivir en una villa donde las perspectivas de futuro eran de pura miseria, y en donde el fruto del trabajo de sus ciudadanos revertía casi siempre en las manos de la Iglesia, los nobles y los grandes propietarios, por lo que las corrientes emigratorias fueron una constante durante muchos años. Como dato complementario decir que, siete vecinos de la localidad: Zambrana, Garzón, Saenz de Tejada, Cózar, Tomasa de Zambrana, Rate y Jódar Argote, detentaban el 40% de la riqueza local, la Iglesia el 50% y el resto, o sea el 10% se repartía entre la relación de 1200 vecinos censados que tenían que pagar algún tipo de impuesto. FUENTES: Catastro Marqués de la Ensenada. (www.benamargosa.es/.Catastro_marques_de_la ensenad.) WIKIPEDIA la enciclopedia libre. Patrimonio de la Iglesia en Andalucía. (perso.wanadoo.es/laicos/.../844T-patrimonio.htm) Cuatro Estudios sobre la Historia de Linares. F. Portillo, J. Sánchez, F. López, D. Muñoz. Congreso La Ilustración. (www.realsociedadeconomicajaen.com/I.../pozos.htm)
Linares 23 de Junio de 2011. Jorge Andujar Escobar