TRES POEMAS DE AMOR Y UNA DUDA.
GERMÁN AYALA POVEDANO
TRES POEMAS DE AMOR Y UNA DUDA.
Alguno de la trinca propone reuniones, los jueves, en una cafetería o taberna, para hablar del inconcreto, imprevisto y promiscuo temario de una tertulia, tan abierta de intenciones como dispersa de ideas; tertulia que se diluye o se afirma, como un Guadiana caprichoso unas veces, otras por motivos que tienen que ver con el tiempo, familia, trashumancia, etc. Manuela, un día, deja sobre la mesa un corto poema de Ángel González que cautiva por lo breve, por lo simple de la manera y la hondura del contenido. Dice: Le comenté: “Me entusiasman tus ojos”. Y ella dijo: “Te gustan solos o con rimel?” “Grandes,” respondí sin dudar. Y también sin dudar me los dejó en un plato y se fue a tientas. Cautiva la sencilla disposición de dar de la amante, cuando pregunta como le gustan. Con la naturalidad de quien prepara lo que va a ofrecer acomodándolo al deseo de quien lo va a recibir. Emociona el modo de darlos, dejándolos allí, sobre un plato, para que se haga de ellos cualquier uso o consumo, sin una oración de oferente, sin petición de bien alguno a cambio. Solo se los deja. Y se queda sin mirada, ciega. Y se va sin esperar nada. Tentando el aire de la oscuridad. Topando con la pared, con la mesa, con un escalón. Con todo lo que la rodea. Asiéndose, acaso, a alguna mano que la guíe... Pero ni siquiera ha pedido la mano del amado. Este amor de sacrificio, o sacrificio de amor, lleva a recordar un poema de Quevedo, “Túmulo de la mariposa”. Es un canto al acto de amar de la Mantis Religiosa. El amante, en este caso el macho, después de una larga e intensa cópula, es canibalizado por la mariposa. Aquí hay otra historia. El amante también ofrece su vida, pero no por amor, sino por amar. La mariposa llena el aire de incitantes efluvios amorosos, “feromonas” se llaman en Biología, que incitan desesperadamente en el macho el deseo de amar. De amar hasta morir amando. No hay en esta muerte el sacrificio de ofrecerse por nada, no es el amor, separado de todo acto, abstraído, elevado al concepto puro de amor. Es un supremo acto de vitalidad que le lleva a ofrecer la vida por el goce de amar. Concluye el poema con estos versos:
“Su tumba fue su amada; hermosa, sí, pero temprana y breve; ciega y enamorada, mucho al amor y poco al tiempo debe; y pues en sus amores se deshace, escríbase: Aquí goza donde yace”. Quevedo, que compone tan bellos poemas de amor, pone el siguiente título a uno de los más inquietantes: “Filosofía con que intenta probar que a un tiempo puede un sujeto amar a dos”. Acaso parezca que se cambia la altura por la superficie, la intensidad por la cantidad. Pero no es eso. No lo presenta como menos de amor, sino como más extenso, como más cercano a la pluralidad del mundo y de la propia vida. Se pregunta el poeta que si de todo lo que la memoria tiene presente, tan diverso, tanto sea presente como pasado, le es permitido al hombre numerosa y transitoria elección: “Amor, que no es potencia solamente, sino la omnipotencia padecida de cuanto en el suelo vive y siente, ¿porqué con dos incendios una vida no podrá fulminar su luz ardiente en dos diversos astros encendidas?”
No pregunta el poeta si lo es o no lo es, amor, que por evidente queda que lo es, pero pregunta por qué no lo es permitido, que por evidente queda que no lo es. Es quizá menos amor si el amante por más de un sujeto amado se siente encendido, o es menor el encendido. La opinión de la tertulia es el silencio. Una voz de cónyuge dice que “no fastidies”. El camarero que es tarde. Manuela con voz festiva cierra la reunión: para el próximo capítulo, la legalización de la poliandrogamia como base de unidad familiar.
22 de Mayo del 2011. Germán Ayala Povedano