LAS SONRISAS DEL RÉGIMEN

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LAS SONRISAS DEL RÉGIMEN

GERMÁN AYALA POVEDANO


LAS SONRISAS DEL RÉGIMEN

La semana pasada se transmitía en televisión un debate en el Parlamento de Andalucía. Hablaba un parlamentario. En los bancos más representativos del partido opuesto, sonreían. En otras ocasiones ha sido lo contrario, sonreían los parlamentarios del partido que ahora tenía la palabra mientras era del opuesto quien hablaba. En los periodos de gobierno liberal del siglo XIX se comentaba en el Congreso que importantes cargo de gobierno y numerosos parlamentarios procedían de Andalucía, el país del gorjeo retórico y de los parlamentarios como ruiseñores de la administración. No está claro si debe tomarse este comentario como laudatorio o como irónico, pero se trae aquí como antecedente histórico de la situación actual, en la que se ha cambiado la música del gorjeo por la sonrisa. Aunque estas sonrisas tienen poco que ver con el gracejo de gorjeos oratorios, sino que lo son de suficiencia y desdén. Es como si la sonrisa fuera ya suficiente y bastante respuesta a lo que expone el oponente que habla, sin necesidad de otros razonamientos o pruebas. Basta con mí suficiente y despectiva sonrisa para dejar de manifiesto la mendacidad de lo que dice ese enano, pensará cada uno de los sujetos sonrientes en un caso, o basta con mi suficiente y despectiva sonrisa para dejar de manifiesto la estupidez de lo que dice esa estantigua, pensarán los proveedores de sonrisas en el otro caso. Este comportamiento no es otra cosa que la transposición a la política de gobierno y parlamento de los hábitos y costumbres de nuestra vida cotidiana. Se nos ha educado para decir sí a la moral y doctrina que nos viene de arriba, de arriba de la autoridad religiosa, de la ideología política, de la educación social, de la económica, etc., moral y doctrina que, alojada en nuestro cacumen, es como un vademécum o prontuario, que responde, autónomo de la voluntad y del entendimiento, con prontitud y ligereza, a cualquier propuesta que se recibe, antes incluso de que se haya conocido, que por ser nuestro prontuario de carácter doctrinario, no es preciso analizar propuestas ni estudiarlas, basta conocer de donde proceden para ya saber si son conformes o disonantes con nuestra doctrina, si son buenas o son malas. Es por consiguiente natural que tanto a nuestros gobernantes como a nuestros parlamentarios, de una u otra representación, les sea suficiente conocer que la propuesta viene de la otra parte para despachar el tema con una sonrisa de suficiencia dedicada a los propios que al mismo tiempo resulta de desdén para los opuestos. Esta escasa capacidad de atender y analizar propuestas ajenas parece de dudoso nivel político. Deberían ser los de arriba quienes nos dieran lecciones al pueblo de respeto y consideración a las propuestas ajenas, dando ejemplo con el exacto y honrado cumplimiento de su deber. Pero si no se da esta situación es el pueblo quien tendría que arrogarse la anómala tarea de educar a sus superiores, que sería proceso complicado e imprevisible. Mejor será confiar que el tiempo vaya imponiendo mejores hábitos y disciplina. De todas maneras sería bueno que los ciudadanos de a pie que somos la mayoría, y que periódicamente tenemos la facultad de nombrarles (con la limitación de las listas cerradas), aprendiéramos a decir no, en plan autodidacto porque lo programado es que se aprenda a decir sí, no a decir no a los opuestos, que a esto ya se nos enseña bien, sino a decir no a los propios, cuando el sentido común y la lógica nos dicte la conveniencia de decirlo, para que los superiores y representantes nuestros sientan sobre su espalda el peso de la dependencia.


“El sí es vocabulario completo de los idiotas. Para contestar a todo que sí, para dar asentimiento a cuanto existe no es necesario raciocinio ni comparación ni juicio siquiera. Otro ha hecho antes el trabajo. En cambio, para decir no es preciso poner un razonamiento nuevo al de aquel que pregunta, y esto exige cierto grado de inteligencia” Benito Pérez Galdós

(Publicado en Linares Información, 9 de Julio de 2005)

Germán Ayala Povedano


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