¿Es pública la escuela pública?
¿A quién interesa la participación? Juan Rubio Lozano
Mi primera intención al leer el artículo fue la de contestarlo inmediatamente suscribiéndolo casi en su totalidad, pero desmarcándome de él con el ya conocido "pero yo no me veo reflejado en el mismo". Sin embargo logré contenerme porque me pareció más interesante aportar una breve reflexión que ayudara también -en mi modesto parecer- a la comprensión de las causas que generan la situación que en el mismo se describen. Vaya en primer lugar mi felicitación por la publicación de un artículo que, por lo polémico de su contenido, está siendo ampliamente difundido -no sé si debatido también- entre el profesorado del país por el "boca a boca". En segundo lugar, mi enhorabuena por la creación de este foro o punto de encuentro en el que de forma virtual podemos debatir acerca de un tema que afecta tan de lleno a la misma esencia de la escuela pública: la participación social en su gestión. Pero esta idea no es sólo interesante por ello, sino que además ofrece la oportunidad de participar en el debate al profesorado de todos los niveles del sistema educativo, desde Infantil hasta la Universidad, lo que considero muy entiquecedor tanto para unos como para los otros. En líneas generales estoy bastante de acuerdo con el contenido del artículo, no sólo porque creo necesario que hay que "provocar" al
profesorado para que reflexione sobre el futuro de la escuela pública en nuestro país -gobierne quien gobierne- y que asuma su cuota de responsabilidad en la situación actual y futura de la misma, sino porque la mayoría de las afirmaciones que en él se vierten sobre el profesorado/funcionario son tan generales -no por ello menos ciertas- que podrían aplicarse a la mayoría del funcionariado que trabaja en los diversos sectores de la Administración pública. Es decir, si bien el foco de atención en este caso es la escuela, ¿no podría hacerse también la pregunta "es pública la Administración pública"? Vaya también por delante que mi intención no es la de eludir mi responsabilidad como docente, pero como ya son muchas las reflexiones que se han aportado a este foro acerca del contenido estricto del artículo, yo deseo partir de éste para centrar mis reflexiones en torno a la escuela y la sociedad en que está inmersa y de manera especial en las cotas de participación social en "lo público" tras 21 años de período constitucional. Empezaré centrando mi atención en el apartado de "intereses privados y corporativos" y el concepto de "apropiación" que cita el autor. Uno se pregunta: ¿es que las delegaciones de cualquier consejería o ministerio están abiertas en el horario que demandan los ciudadanos? ¿La sanidad pública permite unos niveles de participación social similares a los que ofrecen los consejos escolares? ¿Sería tan irreal exigir que igual que éstos existen en los centros educativos, existieran en los centros de salud (hospitales) unos consejos sanitarios en los que los usuarios pudieran participar en la misma medida que los padres y madres de alumnos lo hacen en los primeros? ¿Son los docentes los primeros servidores públicos que han conseguido -sólo unos pocos-la jornada continuada? Lo que está pasando ahora con el tema de jornada continuada, como sistema de apropiación en el sector educativo, es el reflejo de lo que en el resto del sector público ya se I93
1 ¿Es pública la escuela pública?
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Comptomiso con La educación
había alcanzado hace mucho tiempo. Considero que, si bien en el sector educativo se dan características específicas que no se dan en otros y que por tanto habrá que abordar de manera diferente, lo que se podría debatir primero es si "lo público", en general, responde a patr~nes de "servicio" o esto es algo que se perdió hace tiempo en el camIno.
casos ahogan las posibilidades de participación más que la propician, etC. y uno se llega a preguntar: ¿a quién le interesa en realidad que los ciudadanos participen?, ¿dónde se ofrecen los cauces para que aprendan a participar? Antes de dar respuesta a estos interrogantes, me detendré a analizar situaciones de hecho que creo que son bastantes generalizables a los distintos ámbitos del país.
Más adelante en el punto cuarto del mismo apartado y refiriéndose al gobierno democrático de los centros, el autor habla de la indiferencia y hostilidad que mantiene el profesorado con respecto a la participación. Para mí, en un sistema democrático como estamos empeñados en construir, éste es un pilar básico, si no el más importante, para la formación de ciudadanos de un país libre, pero considero que no es la escuela la única institución responsable de su consecución. Me explico: a finales de los años 70, en pleno comienzo de la transición a la democracia fuimos muchos los que desde nuestros centros de trabajo o desde colectivos profesionales (sindicatos, movimientos de renovación pedagógica) propiciamos la participación social en la organización y gestión de la escuela pública como una de las señas de identidad de los nuevos tiempos que estaban alumbrando a este país. Iniciamos algunas experiencias de dirección colegiada entre los docentes con el objetivo de apropiarnos y corresponsabilizarnos de lo que ocurría en los centros, animamos la participación de los padres con objeto de que la sociedad comprendiera que lo que allí venía pasando no le era ajeno y que participar en la escuela supondría a la larga despertar ilusiones por participar activamente en los restantes ámbitos de la vida pública.
Es cierto que existen los consejos escolares de centro, que éstos son los máximos órganos de gobierno de los centros, que, aunque con escasísima participación en las elecciones, los padres y madres participan activamente en ellos, que el profesorado no está especialmente interesado por ellos, etc., pero curiosamente la ley contempla otros consejos escolares, no como órganos de gobierno sino sólo de carácter consultivo o asesor, como los consejos escolares municipales, que además de constituirse la mayoría de ellos en Andalucía fuera del plazo que les marcaba la normativa legal -porque los diferentes equipos de gobierno municipales no mostraron ningún interés por ellos-, en la práctica son inoperantes y apenas se reúnen para fijar los días de fiesta local del calendario escolar; ¿qué decir de los consejos escolares provincial y autonómico que difiera de los anteriores? ~penas ?a~a, siguen siendo consultivos, el primero informa del calendano proVInCIal y el segundo avala, gracias a su composición, cualquier medida que pudiera parecer polémica y que la correspondiente Consejería de Educación dice someter a consulta de los agentes sociales, como en Andalucía ha pasado con la Ley de Adultos, la reconversión de los Centros de Profesores o actualmente con el tema de la jornada escolar.
Al final del milenio, dos décadas después de aquello, no podría decir que uno se siente satisfecho de lo alcanzado, la participación ciudadana en la vida pública es insuficiente, los foros que se ofrecen para ello lo son aún más, los sindicatos y partidos políticos en muchos
Decía al principio que trataría de poner en relación lo que pasa en la escuela con lo que pasa en la sociedad a la que pertenece y tratando el tema de la participación social en la vida pública, uno vuelve a plantearse: ¡bien está esto de participar!, ¡bien que la escuela asuma su parte, porque los ciudadanos están interesados por la educación de
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Compromiso con la educación
sus hijos! pero, ¿quién asume el resto? Y aquí surgen preguntas tales como: ¿es que a nadie interesa la sanidad y por eso no existen todavía consejos de salud en los hospitales públicos?, ¿es que no tendrían sentido consejos locales de vivienda donde los ciudadanos pudieran participar en la gestión de los planes que se elaboran a tal efecto?, ¿cómo podrían participar los ciudadanos interesados directamente en los planes de empleo sin intermediarios, cómo pueden hacerlo en los consejos escolares? .. y así en los distintos ámbitos de la vida pública. Creo que después de más de 20 años de democracia en nuestro país, sólo se ha hecho un auténtico esfuerzo para que los ciudadanos participen en la esfera de lo educativo con la esperanza de que sea la escuela el lugar donde se formen ciudadanos demócratas, pero tal objetivo la escuela debe referirlo fundamentalmente hacia sus alumnos; hacia los padres y madres deberían hacerlo múltiples y variadas instancias que en realidad no sólo lo evitan, sino que tal vez no se lo planteen nunca. ¿Por qué ha sucedido todo esto? se pregunta el autor en el último apartado de su artículo. Estando, de nuevo, básicamente de acuerdo en que los tres elementos que refiere son importantes en la definición actual de la situación de la escuela pública, considero que el contexto social es un cuarto elemento de tal envergadura que no deberíamos evitar, so pena de seguir culpabilizando de "todo" lo que pasa en la escuela al profesorado. Podríamos vernos en unos años en la situación que actualmente se da en más de la mitad de los países europeos, en los que por la presión que los profesores deben soportar, las autoridades educativas tienen enormes problemas para reclutar el número suficiente de docentes que demanda su población. Hasta aquí una breve reflexión que considero que deberíamos considerar si pretendemos que todo lo público, no sólo la escuela -pero también la escuela-, alcance las cotas de eficacia y dignidad que una sociedad democrática exige.
Sobre la iornada escolar Miguel Ángel Ortega
He leído tu artículo con el interés con el que he leído creo que todo lo que has escrito (me falta el último libro) y me satisface no sólo estar de acuerdo contigo sino sentir que muchas de tus opiniones ya eran mías antes de leerlas. Tengo, sin embargo, que manifestar mi desacuerdo contigo en el asunto de la jornada escolar. Entiendo que quienes creemos que una buena enseñanza pública es siempre mejor que la mejor enseñanza privada debemos querer cada vez "más educación" y no menos (horas de) educación. Está claro que si a la escuela sólo se acude por la mañana, quienes más se va a beneficiar del tiempo libre son las clases medias y altas porque van a ser capaces de proporcionar a sus hijos una educación añadida (inglés, conservatorio, ballet, dibujo, karate, etc.) que por razones económicas o de desinterés no va a dar la clase baja a los suyos. Pero es que eso ya está ocurriendo y no va a dejar de ocurrir porque la escuela dure hasta las 5 o hasta las 5,30 de la tarde. La situación actual está convirtiendo a los niños de esas formaciones sociales en una masa de semiesclavizados aprendices de lo que sea, que se levantan a las ocho de la mañana (en provincias, más tarde: alguna ventaja hemos de tener) y llegan a casa a las nueve o las diez de la noche sin más que hacer ya (¡!) que los deberes del día. Es como si la carrera por tener más títulos que el vecino estuviera siendo desborI97
¿Es pública la escuela pública? En octubre de 1999 Cuadernos de Pedagogía publicó el artículo de Mariano Fernández Enguita: "¿Es pública la escuela pública?", en el que responsabiliza al profesorado del deterioro del sistema educativo público. Un artículo polémico que, inmediatamente, suscitó opiniones a favor y en contra de lo más fervorosas, desde los que respondieron al autor dándole las gracias por hablar del verdadero problema de la escuela pública -¡por fin!- hasta las voces que se alzaron airadas y ofendidas porque había decidido culpar a un profesorado cada vez más desprotegido social y profesionalmente. Ante la gran repercusión de su artículo, el autor decidió canalizar la polémica y responder tanto a defensores como detractores desde un foro de debate virtual en la Universidad de Salamanca. Esta obra es una recopilación realizada por el propio Mariano Fernández Enguita de los artículos más significativos que produjo ese debate, desde el artículo que lo originó y las primeras reacciones que publicó Cuadernos de Pedagogía hasta una selección de las opiniones que se dirigieron al foro virtual. Una polémica que el profesorado siguió y protagonizó dando lugar a un fructífero debate sobre la función y el futuro de la escuela pública que todavía sigue abierto.
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