Introducción Juana de Arco
En el firmamento de la historia, Juana de Arco es una gran estrella. Su luz reluce con más fuerza que la de cualquier otra figura de su misma época y zona. Su historia es excepcional y, al mismo tiempo, tiene un alcance universal. Como es bien sabido, se trata de un icono proteico: una heroína para nacionalistas, monárquicos, liberales, socialistas, la derecha, la izquierda, católicos, protestantes, el régimen de Vichy y la Resistencia francesa. Es un tema recurrente y un motivo repetido en el arte, la literatura, la música y el cine. Y el proceso de narrar su historia y convertirla en un mito comenzó en el momento de su aparición en la vida pública. Durante su corta existencia fue tanto un objeto de fascinación como un motivo de polémica vehemente, igual que lo ha sido desde entonces. A grandes rasgos, su historia es tan profundamente familiar como sumamente extraordinaria. Sola en los campos de Domrémy, una joven campesina oye voces celestiales que le transmiten un mensaje sobre la salvación de Francia, que se encuentra devastada por obra de los invasores ingleses. Contra todo pronóstico, la muchacha se persona ante el delfín Carlos, el heredero desposeído del trono de Francia, y lo convence de que Dios le ha encomendado la misión de ahuyentar a los ingleses de su reino. Ataviada con una armadura y con el pelo corto, como si fuera un hombre, capitanea un ejército para liberar al pueblo de Orleans del asedio inglés. La fortuna y la moral de los franceses da un giro de ciento ochenta grados y, en cuestión de semanas, la joven sigue avanzando por el corazón del territorio ocupado por los ingleses hacia Reims, donde asiste a la coronación del delfín como rey Carlos VII de Francia. Sin embargo, pronto la apresan los aliados de los ingleses, a quienes la entregan para que la juzguen por herejía. Ella se defiende con valentía y sin dejarse intimidar, pero —evidentemente— acaba condenada a 23