ALBU Stefan - Pandemia, Iglesia y los Moken

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PANDEMIA, IGLESIA Y LOS MOKEN Aunque fuimos advertidos que una pandemia era cada vez más posible, no nos imaginamos que nos convertiríamos en contemporáneos con ella. La veíamos como una posibilidad lejana, como algo posible pero en un futuro no tan cercano. Y de repente, el rumor de que en Wuhan ha pasado algo, nos llegaba pero..., bueno eso estaba ocurriendo a miles de kilómetros. Y de un día para otro, la pandemia alcanzó Europa, Italia… y España. Nos desconcertó a todos. Nos confinó a todos. Nos amenazó a todos. Nos afectó a todos. Trabajo, escuela, ocio, iglesia, todo se quedó paralizado. Como si un boxeador golpea fuertemente al otro cuando menos lo espera y queda paralizado por el impacto. No voy a entrar en más detalles porque los conocemos. Todos los días estamos bombardeados con el número de contagios y de las víctimas mortales de esta pandemia. ¿Cómo nos afectó esta pandemia? ¿Cómo afectó la iglesia? ¿Qué huella dejó a nivel eclesiástico? Como la iglesia es parte de la sociedad, no podemos obviar que los cambios que el intruso Covid-19 produjo en la sociedad, han conocido repercusiones también en la iglesia. No voy a mencionar todos los cambios que el corona ha producido en la sociedad, sino solo a los que están relacionados con la iglesia. Por esta razón, primero mencionaré los cambios que he observado en la sociedad y, en la segunda parte, veremos cómo esta pandemia ha afectado a la iglesia. 1.

La pandemia y la sociedad

Esta pandemia puso en evidencia la vulnerabilidad y la fragilidad del estilo de vida occidental: el sistema económico actual (sobre todo el capitalista), los viajes, la educación, las vacaciones, la convivencia, las reuniones culturales, la religión. Como es un estilo de vida construido sobre el capital, en este caso cuando los cimientos están afectados, todo el edificio tiembla. Somos más vulnerables de lo que creíamos y vivimos en una sociedad muy frágil. Un virus, sea creado en un laboratorio o sea que ha mutado, nos ha doblegado a todos. Y si piensas que esto pasó solo con el capitalismo, piensa en las medidas que tomó China para vencer el virus y verás que no es así. Todos los sistemas económicos actuales fueron afectados. Pero, sobre todo, en la economía capitalista, que se construye sobre el tándem de la confianza y el consumo, el impacto fue brutal. Queramos reconocerlo o no, la pandemia reveló que la iglesia como institución también es vulnerable ante las turbulencias económicas que generó la pandemia. O, puso en evidencia que necesitamos reestructurarnos para poder avanzar y no depender tanto de nuestros lugares de culto y de nuestra liturgia. La libertad también se volvió un concepto frágil. En cuestión de semanas se restringieron las libertades de millones de individuos: Libertad de movimiento, de reuniones, de culto, etc. Sabemos ser libres cuando todo va bien. Nos cuesta saber ser libres cuando nuestra vida está en peligro. Nos cuesta distinguir hasta qué punto este concepto de control puede poner en jaque nuestra fidelidad a Dios. 1


Para entender esta pandemia en perspectiva, coincidimos con el análisis que hace Harari: «Como ahora estamos en mitad de ella, nos parece que es lo más importante que ha sucedido jamás. Pero la peste negra fue mucho peor. También lo fue la gran epidemia de gripe de 1918 y 1919. Y el sida en la década de 1980, con una mortalidad de casi el 100%. Deberíamos tener una perspectiva histórica de lo que está pasando. Por lo que respecta al virus, la posición de la humanidad nunca ha sido más fuerte. Ahora contamos con el conocimiento científico para comprender y superar esta epidemia más fácilmente que cualquier gran pandemia anterior en la historia humana. Cuando la peste negra mató a tal vez la mitad de la población europea, nadie sabía siquiera lo que causaba esa mortalidad.»1

He identificado tres categorías de respuestas a esta pandemia. En la primera categoría encontramos países democráticos como Corea del Sur, Taiwán y Singapur, con una disciplina y alto sentido de responsabilidad social. Esos países tomaron medidas rápidamente, haciendo uso de aplicaciones de seguimiento, pruebas exhaustivas, y acompañaron estas medidas con una buena información veraz, apelaron a la cooperación voluntaria de su población bien informada. En la segunda categoría encontramos a China, que centró su respuesta en el control de la información que se ofrecía a la población, en una cuarentena muy estricta, en la vigilancia centralizada y en castigos severos a los que no cumplían con las medidas decididas. De alguna forma descubrimos que «cuando a la gente se le da a elegir entre la intimidad y la salud, suele elegir la salud».2 China se puso como ejemplo del control de la pandemia, diciendo entre líneas: los estados totalitarios son más eficientes ante el auge de la pandemia que los países democráticos, la democracia es muy frágil e ineficiente ante crisis como una pandemia, la disciplina social de la democracia es un mito y en los países occidentales la responsabilidad ciudadana es muy precaria. En relación con las primeras dos categorías, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, de la Universidad de Berlín, afirma que, los países asiáticos han sabido controlar muy rápida y eficazmente la pandemia gracias a la disciplina colectiva de una sociedad disciplinaria. El secreto de Asia se encontró en el civismo y en la responsabilidad ciudadana. En este tipo de sociedades disciplinarias, los deberes colectivos eclipsaron los derechos individuales y la disciplina colectiva facilitó imponer medidas disciplinarias radicales. Por esta razón Han afirma que Europa ha perdido todo su carisma y mira hacia Asia con asombro y envidia.3 En la tercera categoría encontramos países con un alto sentido de irresponsabilidad (los ejemplos sobran) y donde priorizaron las ideologías y los intereses políticos ante los intereses colectivos. Es interesante como en esta categoría abundan los países con una tradición judeocristiana.

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GONZÁLEZ FÉRRIZ, Ramón. «Yuval Noah Harari: El covid puede originar el peor sistema totalitario que haya existido». El Confidencial, 27 octubre 2020. En línea: https://www.elconfidencial.com/cultura/2020-10-27/yuval-noah-harari-sapiensentrevista_2806276/ 2

HARARI, Youval Noah. «El mundo después del coronavirus». La Vanguardia, 5 abril 2020. En línea: https://www.lavanguardia.com/internacional/20200405/48285133216/yuval-harari-mundo-despues-coronavirus.html 3

HAN, Byung-Chul. «La pandemia y el regreso a la sociedad disciplinaria». La Vanguardia, 3 abril 2020. En línea: https://www.lavanguardia.com/internacional/20200403/48287439354/la-pandemia-y-el-regreso-a-la-sociedad-disciplinaria.html

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Ante esta realidad se impone la pregunta: si el evangelio en su esencia crea ciudadanos responsables, respetuosos con sus vidas y con las de los demás, compasivos y sensibles a las necesidades de los que sufren, ¿en qué nos equivocamos si el evangelio no ha conseguido transformarnos en tales creyentes?, ¿dónde está la sociedad disciplinaria cristiana que se manifestó en las pandemias de los primeros siglos? ¿Será que la falta de una sociedad disciplinaria requiera la aparición de un sistema político autocrático, que derive más tarde en uno totalitario y dictatorial? En la historia todos los poderes totalitarios han justificado su razón de ser en la necesidad de construir sociedades disciplinadas que superasen la miseria y que consiguiesen la gloria. Ahí comenzó todo. Con respecto a esto, el escritor Yuval Noah Harari afirma: «La vigilancia centralizada y los castigos severos no son la única forma de hacer cumplir unas pautas beneficiosas. Cuando se comunica hechos científicos a la población y ésta confía en que las autoridades públicas les transmitirán esos hechos, los ciudadanos pueden hacer lo correcto sin necesidad de la vigilancia de un Gran Hermano. Una población automotivada y bien informada suele ser mucho más poderosa y eficaz que una población controlada e ignorante.»4

¿Cómo tener una población automotivada y bien informada en un mundo infoxicado por fake news y dirigido por políticos interesados más en hacer prevalecer sus ideologías que el bien ciudadano? Ante esta realidad, ¿tendremos que apelar a la vigilancia centralizada y a los castigos severos para superar crisis como esta pandemia? Estando en Europa nos preguntamos: ¿cómo superamos la epidemia de la peste negra? En su análisis de la sociedad disciplinaria, Michel Foucault hizo una impactante descripción de las medidas que se adoptaron en Europa, en el siglo XVII a raíz de la epidemia de peste. ¿En qué consistían aquellas medidas? Las casas se cerraban con llave desde fuera. Las llaves tenían que ser entregadas a las autoridades. Las personas que rompían clandestinamente la cuarentena eran condenadas a muerte. Se mataba a los animales que corrían sueltos. La vigilancia era total. Se exigía una obediencia incondicional. Se vigilaba cada casa. Durante los controles todos los habitantes de la casa tenían que asomarse a las ventanas. A quienes vivían en patios traseros se les asignaba una ventana que daba a la calle. Llamaban a cada uno por su nombre personal y les preguntaban cómo se encontraban. Quien mentía se exponía a la pena de muerte. Se estableció un sistema de registro exhaustivo. El espacio se anquilosó en una red de células impermeables. Cada uno estaba encadenado a su sitio. Quien se movía arriesgaba su vida. El poder penetró hasta en los detalles más nimios de la existencia. Toda la sociedad se transformó en un panóptico y fue penetrada por completo por la mirada panóptica.5 Afortunadamente no experimentamos tales medidas en la Europa del COVID-19 pero, se parecen muchísimo a las medidas que tomó China en el siglo XXI. Ante los desafíos de esta pandemia Youval Harari cree que «nos enfrentamos a dos elecciones particularmente importantes. La primera es entre vigilancia totalitaria y

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HARARI, Youval Noah. «El mundo después del coronavirus», op. cit.

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HAN, Byung-Chul. «La pandemia y el regreso a la sociedad disciplinaria», op. cit.

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empoderamiento ciudadano. La segunda es entre aislamiento nacionalista y solidaridad mundial.»6 La realidad es que nos alejamos del empoderamiento ciudadano y de la solidaridad mundial y nos acercamos cada vez más hacía la vigilancia totalitaria global. La tecnología se volvió aliada tanto de los poderes democráticos como de los totalitarios para controlar al ciudadano. En el contexto de la amenaza de esta vigilancia totalitaria, nació el concepto de crédito social. Hablamos de una especie de control del individuo basado en los algoritmos de la inteligencia artificial. Este crédito se construye con la ayuda del sistema de vigilancia pública y con los datos recopilados de nuestros gadgets inteligentes, que aparentemente están simplificando nuestra vida pero, en realidad, revelan todo sobre nosotros: la ubicación en donde has estado, las conversaciones que tienes, los restaurantes donde comes, las tiendas donde compras, lo que publicas en las redes sociales, las páginas web que visitas, los vídeos que ves… En función de tu aceptación y obediencia al sistema se te permite ciertas libertades o no. Aunque no es un sistema generalizado en toda China, se ha implementado en ciertas ciudades como prueba piloto y parece que el mundo se dirige hacía esta forma de control social. Estamos ante una seria amenaza. En este sentido Harari advierte: «En los últimos años, los gobiernos y las empresas han recurrido a tecnologías cada vez más sofisticadas para rastrear, vigilar y manipular a las personas”7. “Es la primera vez en la historia de la humanidad que puedes seguir a todo el mundo todo el tiempo y reunir y analizar tantos datos de cada individuo que entiendes a esa persona mejor de lo que ella se comprende a sí misma. Con la epidemia, la excusa es la necesidad de interrumpir el contagio. Pero, si no vamos con cuidado, esto puede ser el origen del peor sistema totalitario que haya existido jamás. Nuestra libertad está seriamente amenazada.»8

Junto con esta amenaza y a raíz de auge de las fake news, Google, Facebook, Twitter… deciden crear mecanismos para decidir que noticia es verdadera y que noticia es falsa. La Unión Europea y España votan mecanismos para controlar la veracidad de lo que se publica. Considero que es peligroso porque depende de quién controla este «Ministerio de la Verdad». Aunque la motivación parezca correcta, ¿cómo sabemos que un día llegarán a censurar cualquier mensaje que no coincida con la cosmovisión o la ideología del «Ministerio de la Verdad»? En este contexto, proclamar que cualquier sistema que ponga a Dios al lado está condenado al fracaso o ha caído la Babilonia, inicialmente será considerado fake news, después será censurado y, por último, perseguido. Puede parecer conspirativo pero estamos a unos pocos pasos de un control cada vez más absoluto. Somos testigos del nacimiento de una sociedad panóptica postpandemica,9 emerge de la manipulación informativa (fake news y part news) y de la vigilancia digital. 6

HARARI, Youval Noah. «El mundo después del coronavirus», op. cit.

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Ibidem.

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GONZÁLEZ FÉRRIZ, Ramón. «Yuval Noah Harari: El covid puede originar el peor sistema totalitario que haya existido», op. cit.

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La sociedad panóptica que mencionó Foucault, es una idea que se construye sobre concepto del panóptico, ideado por Jeremy Bentham. Este propuso un sistema de cárceles construidas en círculo alrededor de una torre de vigilancia donde, por el juego de

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De hecho, la profecía habla sobre este tipo de control absoluto. Según Apocalipsis 13:16-18, nos dirigimos hacia un control totalitario global, donde la libertad dependerá de tu sometimiento al sistema, a un sistema antagónico al reino de Dios. Quizás el cumplimiento de esta profecía de Juan está más cerca de lo que nos imaginamos. Vivimos en un contexto donde la mentira abunda y se esparce a una tremenda velocidad. Y todo eso para crear confusión en la mente de las personas. Y no me refiero a la difusión de noticias falsas en el mundo político, social o económico. Incluimos aquí también a la difusión de todo tipo de mensajes religiosos cuyo sistema de interpretación de la Biblia no coincide con el sistema de interpretación de los apóstoles de Jesús. La Biblia advierte que en los últimos días habrá una abundancia de noticias falsas que procurarán encubrir las buenas y verdaderas noticias del Evangelio.

En este contexto la iglesia de Cristo está llamada a presentar la verdad que se encuentra en la persona y la misión de Jesús. ¿Cómo afectó esta pandemia a la iglesia? ¿Qué huella dejó en ella? 2.

La pandemia y la iglesia

Esta pandemia es el evento reciente que más ha impactado la iglesia en el ámbito de las reuniones, de la liturgia, de las relaciones entre los miembros, de la implicación social… ¿Cómo ha dejado esta pandemia a la iglesia? En una primera fase paralizada. Consternada. No nos esperábamos que algo así ocurriera. De hecho, no estábamos preparados para algo así. Por eso nos resistimos a suspender las reuniones presenciales, a aceptar esta realidad. Algunos vieron esta decisión como falta de fe, otros como un acto de responsabilidad hacia los más vulnerables, otros como una señal del fin, otros como un acto orquestado por una élite mundial. Pero hay una reflexión que he escuchado a muchos creyentes que no son ni extremistas ni radicales: ¿será posible que los eventos finales se pudieran desencadenar en cuestión de semanas? No tengo ni la menor duda. Política, tecnológica, social y espiritualmente el mundo avanza a pasos agigantados hacia el cumplimiento de Apocalipsis 13:13-16. Pero, más allá de los intentos de interpretar el origen y el propósito de la pandemia, esta está dejando una huella en la existencia de la Iglesia. ¿Qué efectos positivos y negativos está produciendo esta pandemia en la iglesia? Efectos positivos: •

Más presencia del mensaje adventista en las redes sociales y en internet. La pandemia nos obligó en cierta manera a atender a los miembros y a evangelizar a través de internet.

luces, espejos y sombras, dos o tres guardianes controlan de forma eficaz a cientos de delincuentes. ¿Cómo? No se revela si el guardián está o no está en la torre de vigilancia, creando de esta forma inseguridad en el preso. Sigilosamente el guardián que estaba en la torre se traslada en la mente del preso.

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Activó: el civismo entre los miembros de la Iglesia, la responsabilidad ciudadana del creyente, una sociedad eclesiástica disciplinada. Nuestras iglesias de momento no se han transformado en focos de contagio.

Implicación de los responsables de la iglesia en el cuidado de los miembros: llamarlos, preocuparse por ellos, llevarles alimentos u otro tipo de ayuda.

Los grupos naturales se tornaron fundamentales para la supervivencia de la iglesia. Muchos grupos de amigos se convirtieron en grupos pequeños.

Hay una implicación evidente de la iglesia en la comunidad a través de la ayuda social. De hecho, las organizaciones religiosas estuvieron entre las primeras en preocuparse por los más vulnerables.

Se ha buscado y se buscan constantemente soluciones para atender espiritualmente a los hermanos. Conozco líderes de iglesia, jóvenes y pioneros que hacen un trabajo estupendo en sus iglesias. La red de soporte social de la Iglesia, o la hermandad tiene ahora más sentido que nunca.

En algunos casos desencadenó un despertar espiritual, interés en conocer la Biblia, en volver a la iglesia, en buscar a Dios.

Muchas iglesias entendieron que esta es una oportunidad de oro para multiplicar la iglesia en iglesias hogar.

Efectos negativos: •

Esta pandemia puso en evidencia la vulnerabilidad y fragilidad de la estructura de la iglesia que depende de la presencia en la iglesia y del sistema de ofrendas y diezmos.

Otra cosa que nos reveló es el hecho de que no sabemos ser iglesia fuera de nuestros lugares de culto. Incluso dependemos psicológicamente de nuestras formas litúrgicas.

La pandemia se convirtió en la mejor excusa para dejar de congregarse.

Puso en evidencia la ridiculez de la espiritualidad capitalista: si yo invierto en ejercicios espirituales, Dios no permitirá que me enferme y Él me protegerá. Muchos de los creyentes que construyeron su fe sobre estos pensamientos, se vieron chasqueados cuando ellos mismos fueron contagiados.

Probablemente el mayor impacto negativo se ve en los niños y los adolescentes que fueron los menos atendidos durante el confinamiento y fueron abandonados al mundo del entretenimiento virtual, revelando también que no sabemos divertirnos en familia, más allá del fin de semana.

Creo que también podemos hablar de la digitalización o virtualización de la fe. No es algo malo en sí. Puede ser una gran oportunidad evangelística, pero, si se limita solo al mundo virtual, deja de ser fe para convertirse en mero exhibicionismo religioso en las redes sociales.

He leído al pastor Oscar López que hablaba de la despersonalización del trabajo pastoral: limitado al uso de teléfono, a las redes sociales y a las plataformas como Zoom. Es una realidad pero se puede convertir también en una gran oportunidad. Conozco iglesias 6


donde la pandemia ha motivado a los ancianos de iglesia a llamar a todos los miembros y a dar visibilidad a todos los que forman la iglesia. •

Observamos un auge de todo tipo de teorías que intentan interpretar esta pandemia. En realidad ponen en evidencia que hay poco discernimiento cultural, hay una falta de formación bíblica saludable, también pone en evidencia que en muchos lugares la iglesia no da respuestas convincentes y que muchos creyentes se han convertido en víctimas de todo tipo de vientos de doctrina.

Últimamente recibo de muchos hermanos todo tipo de vídeos, preguntándome cual es mi opinión sobre ello. ¿Es esta la última crisis que enfrenta la iglesia? ¿Hay algo más que un problema médico detrás de esta crisis? ¿Se ha creado esta pandemia para que el Papa envíe su encíclica Tutti Fratelli? Y muchas más preguntas. Estoy asombrado de cuantas teorías y aplicaciones apocalípticas se dan a esta pandemia incluso en nuestra iglesia. No soy profeta y no voy a responder a tales preguntas pero, tal como entiendo yo la Biblia, no creo que esta sea la última crisis, pero sí creo que es una señal del tiempo que pone en evidencia cuán cerca estamos como sociedad del cumplimiento de la profecía que se encuentra en Apocalipsis 13:16-18. La pandemia y el futuro de la Iglesia En primer lugar, una iglesia, solidaria con los que están en necesidad, es el buen samaritano para este mundo que cayó en manos de la pandemia. Estoy feliz al ver que la iglesia eligió el camino de la solidaridad del que habla Youval Harari: «Debemos tomar una decisión. ¿Viajaremos por la senda de la desunión o tomaremos el camino de la solidaridad mundial? Elegir la desunión no sólo prolongará la crisis, sino que probablemente dará lugar a catástrofes aún peores en el futuro. Elegir la solidaridad mundial no sólo será una victoria contra el coronavirus, sino también contra todas las futuras crisis y epidemias que puedan asolar a la humanidad en el siglo XXI.»10

La solidaridad es la única forma que hace que la gente sea sensible para el mensaje que la iglesia ha de presentar al mundo. En segundo lugar, esta crisis genera una gran oportunidad. Cuando la invasión babilónica destruyó el templo y llevó al pueblo de Israel en cautividad, aquello impactó de lleno la vida espiritual de los israelitas. De repente ya no podían adorar en el templo, no podían celebrar sus fiestas y rituales, su liturgia. Pero de aquella desgracia nació la sinagoga, como un lugar muchísimo más accesible a los adoradores que lo era el templo. En la sinagoga el centro de todo era el estudio de la Torá. De esta forma la sinagoga aseguró la supervivencia del pueblo judío durante la cautividad y hasta ahora. La religión judía pasó de ser una experiencia religiosa contemplativa a una experiencia religiosa dinámica. Como podemos ver, la crisis de la cautividad babilónica produjo una gran bendición. ¿Cuál es la bendición que produjo esta pandemia? La crisis de la pandemia nos puso ante la necesidad de reestructurar el concepto de la iglesia como institución. Me gusta creer que estamos ante el nacimiento de un nuevo concepto de iglesia: célula, grupo pequeño o iglesia de hogar, que 10

HARARI, Youval Noah. «El mundo después del coronavirus», op. cit.

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es mucho más funcional y efectiva en tiempos complicados como los de esta pandemia. De esta forma pasamos de una experiencia religiosa con una fuerte tendencia contemplativa a una experiencia religiosa dinámica, que involucra a todos. Quisiera concluir con una historia relacionada con la tribu moken, o los gitanos del mar. Ellos establecen sus casas sobre las aguas tailandesas y birmanas, aunque la mayor parte del tiempo viven y se mueven en barcas que se construyen ellos mismos y que llaman kabang. Son cazadores y recolectores pero casi todo lo que comen procede del mar –y lo que no comen lo secan y lo venden en los mercados que inundan esas tierras–. Pescan con redes o arpones primarios, han desarrollado la capacidad de «andar» por el fondo marino y aguantan varios minutos debajo del agua; también ven mejor que el resto si abren los ojos cuando están sumergidos. Son una tribu que tiene un excelente dominio del mar. Fue precisamente este dominio del mar y su tradición lo que les hizo «adivinarr» lo que iba a suceder en diciembre del 2004. Aunque tienen una alta tasa de analfabetismo, una de las historias que han transmitido de generación en generación habla sobre «la ola que se traga a la gente». Los moken supieron leer el agua y al observar cambios en la marea, huyeron hacia el interior, a lo más alto que pudieron. Así sobrevivieron y lo único que perdieron fueron sus pertenencias, arrasadas por la gran ola que dejó 230.000 muertos el 26 de diciembre del 2004. Fueron los únicos nativos que se salvaron integralmente en el maremoto del Pacífico. Los otros pescadores de la zona no se salvaron pero los moken sí, porque entendían las señales del mar. En lenguaje bíblico podríamos afirmar que entendieron las señales del cielo. ¿Entiende la iglesia la señal de esta pandemia? ¿Entendemos la señal de esta pandemia con todo lo que ha transmitido ella en su conjunto?

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