EDITORIAL
¿Son las normas adventistas un producto cultural trasnochado? ¿Responden a valores cuidadosamente seleccionados o no son más que una lista de prohibiciones victorianas? La revista Ministry dedicó su número de octubre de 1989, a reflexionar sobre estas cuestiones. Reproducimos en esta ocasión dos de sus artículos, aquellos que más nos han impresionado. Daniel Basterra apuesta claramente por la ordenación de la mujer y subraya las deficiencias de nuestro sistema organizativo. Roberto Badenas previene sobre el error de convertir a E. White en una especie de gurú, enfocar la evangelización como una estrategia publicitaria o no percatarse de que lo sectario es, sobretodo, una actitud mental. Ramón C. Gelabert aboga nuevamente por el diálogo como apertura fundamental, para que puedan desarrollarse los distintos dones existentes en la iglesia. En cualquier caso, el desafío más radical es lanzado por Oosterwal: «Nuestros jóvenes forman parte de una cultura que, en muchos puntos, difiere radicalmente de la que modeló la Iglesia Adventista de antaño. Un gran (demasiado grande) porcentaje de jóvenes adventistas abandona la iglesia, porque ya no se sienten en casa. Representa para ellos una cultura que ya no existe. Sus formas y métodos le son extraños, poco atractivos. Y si, a pesar de todo, responden al mensaje y desean experimentarlo, expresándolo a su modo, muchos miembros adultos ¡no los aceptan!». Traspasar las barreras culturales y adaptar nuestro mensaje a sus variaciones continúa siendo una cuestión pendiente. Pero la obra de Dios no podrá concluir sin que ese Evangelio recobre todo su sentido. Para todos.
La Redacción. Barcelona, diciembre de 1990
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