AULA 7 NÚMERO 2 NUEVA ÉPOCA / DICIEMBRE DE 1990

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EDITORIAL

¿Son las normas adventistas un producto cultural trasnochado? ¿Responden a valores cuidadosamente seleccionados o no son más que una lista de prohibiciones victorianas? La revista Ministry dedicó su número de octubre de 1989, a reflexionar sobre estas cuestiones. Reproducimos en esta ocasión dos de sus artículos, aquellos que más nos han impresionado. Daniel Basterra apuesta claramente por la ordenación de la mujer y subraya las deficiencias de nuestro sistema organizativo. Roberto Badenas previene sobre el error de convertir a E. White en una especie de gurú, enfocar la evangelización como una estrategia publicitaria o no percatarse de que lo sectario es, sobretodo, una actitud mental. Ramón C. Gelabert aboga nuevamente por el diálogo como apertura fundamental, para que puedan desarrollarse los distintos dones existentes en la iglesia. En cualquier caso, el desafío más radical es lanzado por Oosterwal: «Nuestros jóvenes forman parte de una cultura que, en muchos puntos, difiere radicalmente de la que modeló la Iglesia Adventista de antaño. Un gran (demasiado grande) porcentaje de jóvenes adventistas abandona la iglesia, porque ya no se sienten en casa. Representa para ellos una cultura que ya no existe. Sus formas y métodos le son extraños, poco atractivos. Y si, a pesar de todo, responden al mensaje y desean experimentarlo, expresándolo a su modo, muchos miembros adultos ¡no los aceptan!». Traspasar las barreras culturales y adaptar nuestro mensaje a sus variaciones continúa siendo una cuestión pendiente. Pero la obra de Dios no podrá concluir sin que ese Evangelio recobre todo su sentido. Para todos.

La Redacción. Barcelona, diciembre de 1990

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BIENVENIDA AULA 7

Dar la bienvenida a AULA 7, en su nueva etapa, no sería motivo suficiente para escribir unas líneas. El valor de una publicación como ésta es muy superior al esfuerzo, que me consta importante, necesario para llevarla a cabo. Somos un pueblo pequeño, disperso y en ocasiones incomprendido. Somos un pueblo pequeño, en número, pero tenemos vocación de no ser insignificantes. Poseemos en nuestro mensaje elementos valiosos que tienen una gran audiencia potencial. El mundo de las ideas y de las inquietudes es también nuestro mundo y en él tenemos la oportunidad, y el desafío, de hacer presente nuestra óptica cristiana. Espero que AULA 7 tenga voluntad de trascender, de ser importante, de ser grande en propósitos y en contenidos. Estamos dispersos, es cierto. La carga de nuestra dispersión hace necesarios mecanismos para acortar la distancia que en ocasiones llega al aislamiento. El mejor antídoto es dar la mayor importancia a todo canal, como AULA 7, que haga circular ideas, nos acerque a las fuentes y nos permita disfrutar de nuestros mejores pensadores. Ésta es una tarea de primer orden. La dispersión es peor soportada por quienes por su concepción intelectual necesitan una constante presión exterior. AULA 7 debe ser un buen aporte. La incomprensión es, en ocasiones, un fruto del desconocimiento que merece nuestra atención. Nuestra imagen exterior se basa, principalmente, en nosotros mismos: en nuestro lenguaje, en nuestras ideas y, en definitiva, en nuestro cristianismo. AULA 7 y muchas otras iniciativas en el mundo entero contribuyen a la formación de hombres y mujeres que serán nuestra primera línea, nuestra vanguardia. Por todo ello bienvenida la nueva AULA 7 y bien empleados los esfuerzos.

CONRAD RECHA DABÀN Abogado Ex Presidente de AEGUAE

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LA IGLESIA ADVENTISTA ¿ES UNA SECTA ENTRE OTRAS?

Roberto Badenas inicia con este artículo una serie en la que analiza pormenorizadamente la realidad adventista frente a la nueva década. Su recorrido, con interesantísimos tintes autocríticos, reflexiona sobre nuestra comprensión de E. G. White, ciertos métodos de evangelización, la práctica de algunos ritos (bautismo) o los exclusivismos.

Tras las euforias (frustradas) de los liberalismos utópicos surgidos de mayo 68, y tras los pasotismos (¿igualmente frustrados?) de los 80, nuestras sociedades posmodernas parecen dirigirse a trancas y barrancas hacia los peligrosos acantilados de los integrismos de antes, con sus variopintas nostalgias de uniformes neonazis, de velitos y de sotanas, de sionismos, de intifadas, ayatolás y ku-klux-klanes. Vuelven a llevarse la intolerancia y la represión, aún a pesar de la caída aparatosa de algunos viejos muros del Jericó germano eslavo. Vuelven a estar de moda las cazas de brujas, los procesos inquisitoriales y los sacrificios de chivos emisarios, como medios privilegiados de salvación colectiva. Y esto no presagia nada bueno para las minorías, sobre todo las raciales, que son las que más se ven, y las religiosas, que son las que más se sienten. (¿Qué no seremos capaces de hacer los creyentes por Dios -poco importa nuestra confesión religiosa-, por poco que se nos incite y prometa, para imponer su voluntad sobre quienes la transgreden con sus sacrílegas herejías?). ¿Habrá algo más devastador, en la historia de las relaciones humanas, que el fanatismo religioso, a no ser la virulencia de sus detractores? Cuando los ánimos han sido convenientemente calentados (¡es tan fácil de manipular la información, con nuestros actuales mass media!), cualquier detonador, por pequeño que sea, basta para hacer estallar una psicosis de agresividad incubada. Bastan unos simples versos (aunque no sean realmente satánicos) o unos versículos (aunque sean genuinamente bíblicos). Dentro de este río revuelto, en España los adventistas volvemos a ser acusados de secta (por nuestros enemigos de siempre, por nuestros hermanos de toda la vida), e incluso de secta peligrosa. La acusación no es nueva. Es tan vieja como la iglesia misma. Los primeros cristianos ya fueron procesados por seguir «el camino que ellos llaman secta» (Hechos 24:14). La pregunta que se impone es ésta: el adventismo ¿es realmente una secta? Responder honrada y objetivamente a esta pregunta no es fácil. En primer lugar, porque las características que definen una secta son difíciles de precisar, y dependerán de las preferencias religiosas de quien se erija como juez en la materia. Ni siquiera los especialistas en religiones comparadas se ponen de acuerdo. En segundo lugar, porque hay una realidad sociológica innegable, y es que se puede pertenecer a una iglesia e incluso a ninguna y tener la mentalidad de secta. En realidad, el sectarismo es, ante todo, una actitud mental, bastante independiente de la afiliación religiosa de los individuos.

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(La palabra secta ha tomado connotaciones muy negativas con el paso del tiempo, que inicialmente no tenía. Secta viene del verbo latino que significa seguir y, al principio, sólo designaba al conjunto de seguidores de un maestro o de una doctrina, normalmente diferenciados o separados del general de la población). Entre las características que distinguen a las sectas, las más generalmente reconocidas son las siguientes: 1.- Unas creencias o doctrinas distintivas y nuevas, en oposición al tronco religioso tradicional. 2.- Unas prácticas rituales peculiares. 3.- El seguimiento de un profeta o gurú, que dicta las consignas del grupo. 4.- Una actitud exclusivista (o asocial) tendente a aislar o separar al individuo del grupo de origen o del resto de la sociedad (incluida la familia). 5.- Una actitud agresiva u hostil contra el grupo de origen. 6.- Un estilo de vida impuesto, a veces extravagante (e incluso peligroso). 7.- Unos métodos proselitistas más o menos impositivos, llegando a veces hasta al lavado de cerebro. ¿Se aplican estas características de las sectas al adventismo? Analicémoslas una a una.

1.- Creencias extrañas nuevas, en oposición al cristianismo tradicional. Es muy difícil aplicar esta característica al movimiento adventista, ya que éste representa, ante todo un esfuerzo por volver a los principios religiosos de base del cristianismo primitivo, con un énfasis innegable por el retorno a la Biblia. Las doctrinas adventistas más distintivas (justificación por la fe, mortalidad del alma, inmutabililidad de la ley de Dios, perennidad del sábado, regreso escatológico de Cristo en el fin del mundo, etc.) son mucho más bíblicas y antiguas, por ejemplo, que las actuales posiciones de la mayoría de las iglesias cristianas tradicionales. Ahora bien, si cuando presentamos nuestras creencias enfatizamos los temas del milenio, del juicio investigador a partir de 1844, de la reforma pro salud, etc., etc., el riesgo de ser percibidos como secta curiosa, e incluso extravagante, es casi inevitable.

2.- Prácticas de culto peculiares. Este punto tampoco se aplica a nosotros, ya que nuestros servicios religiosos tienen un esquema de funcionamiento casi idéntico al de los demás protestantes y evangélicos. Si somos cuidadosos con la reverencia en nuestra liturgia, hasta nuestras ceremonias más propias, como el bautismo (¡cuidado con el aspecto de ciertos interrogatorios!) o el lavamiento de pies, no podrán ser acusadas de sectarias.

3.- Seguimiento de un líder religioso. Todo adventista sabe perfectamente que en materia de fe y doctrina sólo debe seguir a Cristo y su Palabra.

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Pero es cierto que algunos hermanos siguen a lo que nosotros llamamos el espíritu de profecía de un modo muy semejante al que otros siguen a sus gurús, por mucho que E. G. White insista en que sigamos a Cristo. Cuando la única manera que uno tiene de justificar su conducta o razonar su fe es «la hermana White lo dice» no es de extrañar que alguien nos pregunte, como a mí un día: «Oiga, ¿qué quiere decir eso de seguir a la señora guay?».

4.- Actitud exclusivista o asocial. La iglesia adventista es una organización declarada de interés social en un montón de países. El exclusivismo no cabe en una iglesia que se considera «sal de la tierra», «luz del mundo» y «levadura en la masa». Los adventistas somos (y deberíamos serlo mucho más) conocidos en el mundo por nuestra vocación de proyección social (escuelas, universidades, hospitales, dispensarios, lanchas médicas, ayuda al desarrollo, actividades en favor de la salud pública, planes de cinco días para dejar de fumar, defensa de la libertad de conciencia, etc.). Si fuésemos todavía más fieles a nuestra misión, y supiésemos actuar siempre sin complejos inhibitorios y con la transparencia que conviene, tendríamos muchos menos problemas en ciertos lugares. Cuando es conocido por todos el bien que se hace, ciertas acusaciones no sólo no caben y son inaceptables, sino que a veces son imposibles.

5.- Agresividad contra el grupo de origen. Si hace años, en algunas sociedades, nuestra presentación del Apocalipsis (explicación de la noción de «la bestia» y de «su imagen») era percibida mayormente como antiromana, nadie puede decir que esa sea, en absoluto, la tónica de nuestra predicación hoy en día. Precisamente una de las quejas de nuestros hermanos más mayores es que nuestra fraternidad evangélica les parece demasiado ecuménica. El estado de cosas es tal, actualmente, que para encontrar realmente agresividad u hostilidad contra el grupo de origen uno tiene que dirigirse no hacia adventistas sino hacia ex adventistas.

6.- Estilo de vida extraño o peligroso. Todas nuestras normas de conducta están encaminadas hacia una mayor calidad de vida: liberación del alcohol, el tabaco y las toxicomanías, cuidado de la salud, etc. Ahora bien, si el estilo de vida propuesto por la iglesia no es aceptado por convicción personal, sino que se percibe como una imposición y no como un enriquecimiento de la calidad de vida, es evidente que se ha caído en una actitud sectaria. Si cuando a un miembro que no ha asumido ciertos valores religiosos en relación con la salud, le preguntan por qué no fuma y responde «porque en la iglesia me lo prohíben» o por qué no come carne y responde «porque si como no iré al cielo», es evidente que está reaccionando con mentalidad de secta, y reforzando en los demás la idea de que el adventismo es una secta impositiva.

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7.- Proselitismo por lavado de cerebro. Como adventistas, creemos que parte de nuestra misión es «predicar el evangelio eterno» a todo el mundo. Esto lo vivimos dando testimonio de nuestra experiencia espiritual, de nuestra comprensión de la Palabra de Dios y de las bendiciones que Cristo aporta a nuestra vida. No hay nada más natural y legítimo que compartir con los demás lo mejor que se tiene. Sin embargo, en este punto quizá más que en otros, nuestro lenguaje (ese argot cananeo que nos es tan peculiar) puede traicionarnos. Si hablamos sólo de estrategias (globales o parciales) para ganar almas, de traer a la iglesia, de conseguir direcciones o de hacer interesados, es difícil que quienes nos escuchen piensen bien. Y sin embargo, nuestra intención última no es otra que compartir con ellos lo que hace nuestra felicidad y puede ser la suya. Concluyendo pues, y en respuesta a la pregunta que nos planteábamos al principio de este artículo, podemos afirmar que no hay razones válidas para tratar a la iglesia adventista de secta. Pero que sólo depende de nosotros el no actuar como sectarios, Y los tiempos no están para bromas...

DR. ROBERTO BADENAS Decano Faculté Adventiste de Téologie de Collonges-Sous-Salève, Francia

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EL UNIVERSITARIO HOY Y LA IGLESIA El universitario es necesario, pero sus dones sólo pueden aflorar en un clima de diálogo. Tan sólo unos pocos años atrás hablar del universitario en nuestra iglesia era hablar de un hombre o mujer joven con una cultura más o menos amplia, con un cierto grado de compromiso ideológico y, por lo tanto, con un hacer y pensar crítico. La iglesia no contaba con una cifra apreciable de universitarios. Hoy la realidad es cualitativa y cuantitativamente diferente. Existe un considerable número de adventistas que sigue un programa de estudios en la universidad y otros muchos ya pasaran por las aulas universitarias hace algún tiempo. El universitario en nuestra iglesia ya no es sólo un estudiante, es también, en ocasiones, un miembro de iglesia que ha accedido a desempeñar responsabilidades dentro de ella. Es curioso constatar cómo la eclosión de una población universitaria en nuestra iglesia ha coincidido, en el tiempo, con una conciencia de crisis de crecimiento en cuanto a valores espirituales, empobrecimiento de la estructura social de la iglesia, desvanecimiento de un común objetivo, etc., lo cual ha conducido a una disminución en el crecimiento de la membresía, lo que algunos consideran es el aspecto más notorio de la crisis actual de la iglesia. Algunos analistas con una evidente espontaneidad, desgraciadamente no exenta de ignorancia, manifiestan con rotundidad que la aparición en la iglesia de un cierto espíritu crítico (crítico en su acepción peyorativa, claro está) promovido por sectores universitarios y asimilados, es responsable en gran medida de la actual crisis de crecimiento de la iglesia. ¡Por favor! Los universitarios en nuestra iglesia todavía no han tenido tiempo de ser responsables de nada, o de casi nada. Papel del universitario en la iglesia La iglesia la componen personas, hijos de Dios, pero que poseen una o unas caca,ris racterísticas, entre otras, que las define: la gracia de los dones espirituales (c ma) «para edificación del Cuerpo de Cristo» (Efesios 4:12 –BJ-). Y entre las diferentes listas de dones espirituales que nos dan las Escrituras (Romanos 12:6-8; 1 Corintios 12: 8-10, 28; Efesios 4: 11-12; 1 Pedro 4: 10-11) encontramos, y permitidme la licencia, el don espiritual del universitario, y ello entendido en su sentido más amplio, en aquello que tiene de universal: el saber. Y este don yo lo leo en la carta de Pablo a los santos, al «Cuerpo de Cristo», en Efeso: «Fue él quien dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, con el fin de equipar a los consagrados para la tarea del servicio, para construir el cuerpo del Mesías» (Efesios 4: 11-12, NBE). 7


¡Fijaos bien! Habla de maestros (en otras versiones: doctores, dida,skaloj, maestro; nomodida,skaloj, maestro de la ley, doctor de la ley). Doctor, maestro, y lo es porque enseña, porque primero ha aprendido, ha estudiado. «Mientras llego, dedícate a la lectura, la exhortación, la enseñanza” (1 Timoteo 4: 13, Cantera Iglesias), le manda Pablo a Timoteo dedicarse a la lectura. Alguno dirá qué lectura; aquí se refiere a la lectura pública de la palabra ante la asamblea de los hermanos, cierto, pero por una segunda vez permitidme que lleve el agua a mi molino: si Timoteo leía en público la palabra, es porque primero la había leído, estudiado, en privado. Por eso Timoteo, en un ejemplo de universitario, primero lee, estudia y cuando ya sabe, entonces, enseña y exhorta, y no al revés. Timoteo estudió con un maestro de la ley como era Pablo, y éste aprendió de Gamaliel y naturalmente de Cristo, el maestro por excelencia; y seguro que otros aprendieron de Timoteo, que llegó a ser un maestro, un doctor de la ley. Pero algunos dirán que la iglesia apostólica era una iglesia ideal, ¡y no sólo eso! Era una circunstancia excepcional e irrepetible, con una superabundancia de dones espirituales. Hoy no disponemos del don de sanidades, al menos con las características y profusión de la iglesia apostólica, y no es posible afirmar que por el mero hecho de estudiar y ejercer el oficio de médico se posea el don de sanidades. Y por extensión habrás de coincidir conmigo, querido lector, que no por estudiar en un seminario adventista y ejercer el ministerio pastoral, se posee automáticamente el don espiritual de ser pastor, que también se encuentra entre los ca,risma que han sido concedidos a la iglesia. Los dones espirituales que son imprescindibles para la edificación de la iglesia (Efesios 4: 12), no podemos clasificarlos sólo en el terreno de lo milagroso y lo extraordinario (glosolalia, curaciones, etc.), también edifica el Cuerpo de Cristo: la hospitalidad (1 Pedro 4: 9, RV), el servicio, la sencillez, la misericordia, la alegría (Romanos 12: 7-8, RV), etc. Y el universitario cristiano y que espera el pronto retorno de Jesucristo en gloria y majestad, no sólo tiene la obligación, sino que además debería sentir la imperiosa necesidad de intentar alcanzar, cada uno según la multiforme gracia de Dios: palabra de sabiduría, palabra de ciencia, don de interpretar lenguas, etc. (1ª Corintios 12: 7-11, RV). El universitario que en nuestra iglesia «desea los dones mejores» es un miembro útil que edifica el Cuerpo de Cristo y está en el camino de asumir su papel en la iglesia. Misión del universitario en la iglesia Si hasta aquí hemos visto cuál es en teoría el papel del universitario en la iglesia, es preciso transportar esa teoría a la acción directa. ¿Cuál es la misión del universitario en la iglesia? –Y utilizo el término misión con toda la carga ideológica que contiene la palabra.– El Dios de la Biblia es un Dios que envía, envía a Abraham a una tierra desconocida, envía a Israel para que posea Canaán, envía a su iglesia para que el reino de los cielos crezca entre nosotros, hasta que Él, que está sentado en el trono, proclame: «Todo lo hago nuevo» (Apocalipsis 21: 5, NBE). Cuando miro a mi alrededor y reflexiono en todas aquellas cosas que un universitario cristiano podría hacer y hace en favor de su iglesia, no me puedo sustraer a lo 8


que representan mis propias vivencias y experiencia personal como universitario y a la vez como miembro de una iglesia concreta y real, que es la mía. Uno a veces piensa en el enorme beneficio que reportaría a nuestra iglesia el conocer, por ejemplo, la composición sociológica de nuestra iglesia y conocerla con una metodología científica, saber de verdad quiénes son nuestros miembros de iglesia, de dónde proceden los nuevos conversos, la pirámide de edades de nuestra iglesia, ¿es joven, o por el contrario refleja una membresía de edad avanzada? Éstas y otras muchas preguntas de similar carácter serían de indudable valor e interés, ello nos permitiría cuando menos acercarnos mejor a la realidad de las necesidades de nuestra iglesia, de las posibilidades de futuro en las que invertir nuestros esfuerzos evangelizadores; en definitiva, nos permitiría ser más eficaces, lo cual no está en absoluto reñido con el espíritu del evangelio. Y desde luego nos evitaría pronunciar afirmaciones tales como que en España viven quince mil miembros de la iglesia adventista, lo que, como mínimo, es una aseveración poco meditada y que, confrontada con la realidad, adolece del rigor necesario que este tipo de declaraciones merece. Y saber cuántos adventistas somos y quiénes somos podría ser factible con la aplicación de los conocimientos y la ciencia que en el quehacer propio del universitario es posible adquirir. Los conocimientos científicos, aunque no lo parezca, también servirían para planificar la misión de la iglesia en favor de la sociedad que le rodea, lo que llamaríamos evangelizar. Y como ejemplo recuerdo que en alguna ocasión los hermanos de la iglesia han llevado a cabo un plan de 5 días para dejar de fumar dirigido a adolescentes, sin plantearse previamente que el plan de 5 días es una herramienta excelente y muy válida para iniciar un programa de deshabituación al tabaco, que fue concebido por un sector de la población con un perfil perfectamente definido: adulto de mediana edad, urbano y de clase media, media baja. Sin duda los hermanos que llevaron a cabo un plan de 5 días para adolescentes, lo ejecutaron con todo su entusiasmo y mejor voluntad, pero no se plantearon algunos conceptos básicos de psicología evolutiva y, desde luego, no tuvieron en cuenta las investigaciones y nuevas experiencias en educación de la salud entre adolescentes. A pesar de que en nuestra iglesia poseemos un nutrido grupo de profesionales (educadores, psicólogos, etc.) excelentemente formados y que sin duda hubiera podido aportar sus conocimientos, su don al objetivo propuesto, que los adolescentes abandonaran el hábito tabáquico, o mejor no se iniciaran en él. Esto sólo son dos ejemplos de cómo el don del universitario sería útil para edificar la iglesia; hay muchos más, seguro que cada lector en función de su experiencia y conocimientos está ya pensando en alguno. Conclusión El universitario tiene el deber y también el derecho de llevar a cabo su misión en y para la iglesia con los dones que le son propios, al igual que el resto de los hermanos utilizan los suyos. Y para que un determinado tipo de dones afloren a la superficie, o posiblemente todos los dones, es preciso que exista un clima de participación y diálogo. El diálogo no es sólo hablar e instruir, también es escuchar y aprender, y 9


el diálogo entre hermanos no es posible plantearlo desde la autosuficiencia del pináculo que nos sitúa au-dessus de la mêlée, o enfrentándonos a lo innovador y novedoso con la autocomplacencia de la tradición ni con una actitud de apropiación en exclusiva de la verdad y/o el Espíritu Santo, que en el fondo simplemente refleja incapacidad para el diálogo, o demuestra una confusión conceptual de lo que son el Espíritu Santo y la verdad, con una posición de infalibilidad, que ni son lo mismo, ni tan siquiera se parecen. Es evidente que si la iglesia fuera capaz de crear un medio ambiente adecuado que consiguiera optimizar los dones que poseen sus universitarios, y no quedarse simplemente en la arenga o la adulación, el Cuerpo de Cristo crecería y se desarrollaría de una forma mucho más armónica y equilibrada; un cuerpo no puede permitirse el lujo de ser sólo manos o pies también necesita ojos y oídos, para saber por dónde anda y conocer lo que toca.

DR. RAMoN-CARLES GELABERT I SANTANÉ

Abreviaturas: BJ: Biblia de Jerusalén. NBE: Nueva Biblia Española. RV: Reina Valera.

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ENTREVISTA A DANIEL BASTERRA

Se confiesa ácrata e iconoclasta. Reconoce, sin ambages, que no nos organizamos democráticamente, denuncia algunas discriminaciones sexistas y encuentra un componente hermoso en las utopías solidarias. Como profesor universitario adventista, no ha perdido su independencia. Compruébelo.

En el libro de César Vidal Manzanares Psicología de las sectas, Edit. Paulinas, Madrid, 1990 se afirma que los adventistas tienen «especial interés en aparecer como una Iglesia protestante más (lo que no son)». Tras denunciar nuestra pertenencia a la FEREDE, como una hábil maniobra de infiltración que ha fracasado en otros países (Colombia con la CEDEC), indica que si algún día recibimos una exención administrativa, nuestro país experimentaría vergüenza lógica de haber tenido la primera Administración pública que prima a una secta del resto de los ciudadanos (págs. 112, 126). ¿Cómo valora este tipo de acusaciones? Los ataques de Vidal Manzanares no tienen apenas resonancia ya que él es un hombre gris, frustrado, que quiso ser algo dentro del protestantismo y que, al no conseguirlo, dirigió sus ataques no sólo contra la Iglesia Adventista sino contra la FEREDE, su Secretario General y demás personas. A personajillos de éstos yo no les doy mucha importancia porque, aunque sigan atacando a la iglesia, su radio de acción y de influencia son tan mínimos que no podemos preocuparnos de todos estos ataques que nos han dirigido y nos dirigirán en el futuro personas renegadas, fracasadas o en circunstancias poco claras. Por otra parte, Pilar Salarrullana, parece haberse constituido ya en una auténtica autoridad: la Fundación de la Universidad Complutense anuncia para el 21 de enero del 91 su conferencia Crisis social y sectas religiosas. ¿En qué punto se encuentra su decisiva denigración de nuestra confesión? Respecto a la ínclita ex-diputada, ya he escrito sobre ella en la Revista Adventista y he debatido con ella directamente en la ETB (televisión vasca). Puedo repetir una vez más lo que escribí de ella, que le molestó mucho y que me lo dijo en televisión: yo la llamé ignorante y me reitero en ello. Es una ignorante en estos temas, y la ignorancia se demuestra no por lo que yo diga en relación con ella, sino por sus propias palabras, sus conceptos y sus escritos. No hay sino que leer su libro para darse cuenta del estilo simplista, anecdótico, sin ningún rigor que tiene. No olvidemos que la crítica literaria del periódico El País opinó esto mismo de su libro, cuya vida ha sido bastante efímera. Reflexione sobre cómo hemos enfrentado esta marea de ataques. ¿Qué hemos hecho bien? ¿Dónde nos hemos equivocado? Constantemente se nos ha preguntado sobre qué hemos hecho bien y en qué nos hemos equivocado en relación con estos ataques. Creo que, según mi falible opinión, hemos hecho cosas bien y hemos hecho cosas mal. Hemos hecho mal al ponernos nerviosos y en querer responder en los mismos términos. Puedo decir que sólo se pone nervioso el pequeño, el que no tiene importancia; pero ante ataques de esta clase, el grande no se

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inmuta. Y ahí está la medida de lo que somos y de lo que nosotros pensamos que somos. Yo creo que somos una iglesia relativamente importante, que no debe tener reacciones nerviosas o histéricas ante estos ataques; si tenemos estas reacciones, estamos demostrando nuestra inseguridad y pequeñez También hemos fallado, posiblemente al vender nuestra imagen a los medios de comunicación, aunque esas campañas suelen resultar sospechosas cuando se está en el ojo del huracán y se ataca a la institución. Creo que hemos hecho bien moviéndonos en terrenos institucionales, tanto en la Administración del Estado como en instituciones eclesiásticas, en donde hemos encontrado un firme apoyo y cuyos resultados finales se demuestran: pese a todos los ataques, firmamos los Acuerdos con el Estado y hemos obtenido respaldo del mismo. Asimismo, vemos que la tormenta ha pasado, (aunque yo creo, personalmente, que de vez en cuando rebrotará con menor intensidad) y aquí estamos. Con la misma fuerza y vigor que anteriormente. Cabe hacer una reflexión: si somos el pueblo elegido de Dios según la profecía, tendremos que sufrir ataques e incluso persecuciones: ¿Está la Iglesia Adventista verdaderamente preparada para ello? ¿O es que estamos siguiendo la corriente de la época y queremos alcanzar un estatus o estándar de reconocimiento público como cualquier otra iglesia? ¿Qué puede aportar un doctor adventista a la Universidad? ¿Qué puede ella transmitirle a él? Esta pregunta es un poco difícil de responder. Voy a comenzar por la segunda parte de la misma: ¿Qué puede aportar la Universidad a un doctor Adventista? En términos prácticos, yo diría que le puede aportar prestigio, sostén económico y un cierto reconocimiento social. Naturalmente, le aporta también relaciones, cultura y posibilidad de ampliarla. En cuanto al aspecto religioso poco le puede aportar la Universidad, pero ese poco se puede transformar en positivo, ya que comprueba la falta de valores morales, éticos y espirituales que existe en ese ambiente y, por lo tanto, se reafirma en los suyos, considerando tremendamente vigentes esos valores. ¿Qué puedo aportar yo a la Universidad? Humildemente creo que poco, pero, no obstante, aporto mi granito de arena, ya que mi asignatura, al tratarse de Teoría del Estado y Derecho Constitucional no es un campo en el que se puedan sentar bases religiosas, pero sí se pueden sentar bases morales y éticas. Y esto es lo que trato de hacer, e incluso más, incluyendo en mi programa temas que ningún otro profesor incluye que tienen que ver de modo colateral con la religión. Abusando un poco de la libertad de cátedra, incluyo temas como la influencia de la Reforma Protestante en la formación del Estado moderno (en primer curso) y un amplio exponente de la libertad religiosa como derecho fundamental (en el segundo curso). Aparte de ello, someto constantemente los alumnos a casos prácticos en los que se analizan aspectos morales y éticos de las actuaciones de los poderes públicos. ¿Cómo valora usted la reciente campaña sobre el uso de preservativos y el último documento de los obispos? En toda campaña que se ha montado sobre el uso de preservativos podemos contemplar, con asombro, las reacciones hipócritas de la gente. Por un lado, la Iglesia Católica anda preocupada y tiene reacciones demasiado nerviosas respecto de métodos anticonceptivos. Para ellos, ya lo sabemos, la vida es el mayor don del hombre, con lo cual parece que han descubierto el Mediterráneo. Nosotros también la consideramos como el primer

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don del hombre y, por ello, hemos estado siempre en desacuerdo con que se quite la vida de cualquier persona en cualquier circunstancia; es decir, bajo ningún concepto puede quitarse la vida a persona alguna. La Iglesia Católica, que tanto lucha contra el aborto de los no nacidos aún, asistió impertérrita a las decenas de miles de fusilamientos que se produjeron en España en la época pasada, llegando incluso a bendecir a ciertos ejércitos y a proclamar como cruzada nacional la lucha fratricida que se desencadenó durante un negro trienio. Esto lo considero como la mayor aberración y el máximo exponente de la hipocresía y de la doble moral. Naturalmente, la Iglesia Católica tiene que defender unos postulados que se marcó ya hace tiempo, pero considero que eso no nos afecta a nosotros en absoluto. Esta Iglesia no tiene que marcarnos a nosotros ninguna pauta, porque nosotros conocemos suficientemente las Escrituras y cabría decir que más que ella para formar nuestra opinión en estos asuntos. No es que me agrade mucho que se lancen campañas mal preparadas sobre preservativos y demás lindezas, pero considero totalmente necesario que se instruya a los jóvenes sobre las consecuencias que pueden acarrear ciertos actos. Como la Iglesia Católica jamás se preocupó de ello, sino todo lo contrario, y como ha aterrorizado a las juventudes españolas pasadas, me parece que esta campaña estatal, aunque mal llevada y planteada, tiene también efectos positivos para la juventud y para la sociedad. Detrás de la libertad de conciencia, ¿no existe un supuesto relativista según el cual ninguna verdad es absoluta? Efectivamente tras la libertad de conciencia existe ese supuesto relativista que nos dice que la verdad absoluta es imposible de ser aprehendida por el ser humano. No olvidemos que los regímenes ateos o laicos pueden defender la libertad religiosa en tanto en cuanto el ateísmo, que tiene los mismos derechos que la creencia, pueda expandirse y anular de esta manera en lo posible las creencias. La libertad religiosa es uno de los derechos fundamentales más importantes de la persona, pero al mismo tiempo es una trampa, ya que persigue el empequeñecimiento y dispersión de las creencias para provocar el agnosticismo de las personas. El hecho de que nadie pueda conocer la verdad absoluta no debe ser impedimento para que tratemos de buscar el mayor grado de verdad que se pueda encontrar, sin dogmatismos intransigentes y con respeto hacia los demás. ¿Por qué los adventistas no nos afiliamos a sindicatos? Yo no veo ningún inconveniente en que los adventistas se afilien a sindicatos que, al fin y al cabo, podrán defenderles en sus derechos laborables. Se ha dado el caso en España de ciertos sindicatos que han defendido en las empresas y tribunales a adventistas que querían guardar el sábado Si contemplamos los sindicatos como organizaciones de trabajadores que luchan en defensa de sus derechos laborales, no veo ningún impedimento para que los adventistas se afilien a ellos, ya que en nada se van a perjudicar en sus derechos religiosos. Desde el punto de vista organizativo interno, ¿somos realmente democráticos? Tengo escrito un artículo de varias páginas sobre el gobierno de la Iglesia. Lo he ofrecido a la Revista Adventista, pero me temo que, como en tantas ocasiones, no lo publicarán. Si la Revista Adventista no lo hace lo ofrezco desde ahora para que lo publiquen en AULA 7, cuya mentalidad es más amplia, moderna y liberal y estoy seguro que lo publicarán. Mi ar-

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tículo rebate, sencillamente, la afirmación del Manual de Iglesia de que somos un gobierno representativo y, por lo tanto, tenemos una organización democrática. Si considerar democracia es someterse a votación en los consejos ciertas cuestiones, no lo es. Pero no puedo reproducir aquí mi artículo, porque entonces necesitaría la mitad de la revista para ello. Democracia, sencillamente, es el gobierno de muchos, la elección de dirigentes por las bases, el control del gobierno por la oposición y los medios de comunicación. ¿Cuál es el libro que más le ha impresionado últimamente? Pues en el aspecto puramente profesional universitario he releído, precisamente, la obra titulada El gobierno Representativo, de John Stuart, que me ha reafirmado en mis convicciones democráticas y en que se necesita un gobierno representativo, es decir, que sea el elegido por el pueblo, constituyéndose así en representantes directos del mismo. En el aspecto religioso estoy leyendo la extensa obra de la Teología de la Liberación de Ignacio Ellacuría y Ion Sobrino, que lleva por título Misterium Liberationis. Estoy disfrutando con muchos pasajes y conceptos, aunque con otros difiero, pero creo que es un libro edificante para todo aquel que contempla la religión como algo abierto a hombres, sin dogmatismos cerrados, intransferibles, ni autoritarismos. Sabemos que usted compra El Mundo. ¿Por qué lo hace? Compro El Mundo porque me cansé de leer El País, habiendo leído este último desde el primer día que salió a la calle. Pero yo, que creo tener un componente Algo anarco y bastante ácrata e iconoclasta, no comparto los servilismos ni el pesebrismo y, considero personalmente, que El País ha caído en esas servidumbres. Por ello consideré que El Mundo y El Independiente son periódicos no atados al poder, con lo cual pueden criticar con mayor imparcialidad los abusos que el poder comete siempre, aquí y en todas partes, teniendo en cuenta y siguiendo la famosa formulación de Lord Acton de que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. ¿Considera que la Historia acaba de demostrar que el capitalismo es el único sistema económico viable? No diría yo que la Historia haya demostrado que el capitalismo sea el único sistema viable. Yo diría que es el sistema que mejor se corresponde con estos tiempos actuales de materialismo, consumismo feroz, arribismo y pasión por el lucro. Naturalmente, al no vivir una sociedad espartana, que contempla otros valores como superiores, a la cual no se le puede hablar de sacrificios ni utopías, entonces el capitalismo es el mejor sistema para conseguir esos pseudo valores o subvalores que he mencionado antes. Pero yo considero que el fenecido comunismo, al igual que el Evangelio, tenía un componente de utopía hermoso pero inaplicable para los hombres, ya que el ser humano está lleno de egoísmo y sólo quiere conseguir rápidamente lo suyo propio. Si el mundo dura, el capitalismo entrará en crisis y se encontrará otro sistema corrector del capitalismo posiblemente más justo, y hablo en términos de este mundo, porque este sistema actual que tenemos sólo nos conducirá a la degradación y a la crisis que sobrevino a todos los imperios anteriores, los cuales finalmente fueron deshechos por los vicios, la corrupción y el hedonismo. ¿Ve alguna relación, entre el conflicto del Golfo y la profecía? La verdad es que mis conocimientos teológicos, cuyos estudios terminé hace 30 años, no me dan para calibrar la relación que pueda tener el conflicto del Golfo con la profecía.

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Hemos errado tantas veces por nuestra facilona interpretación de los acontecimientos habidos y por haber, que no seré yo el que haga ningún paralelismo al respecto. Cambiando de tema, ¿defendería usted la reforma de nuestra Constitución? Las Constituciones se hacen para que duren y no es conveniente para la vida de un país reformar las constituciones cada cinco años, ni cada diez, ni siquiera cada veinte. Podríamos hablar de que tal vez a partir de los veinte o veinticinco años sí se deban de actualizar las constituciones. Pero repito que si se hace frecuentemente se crea una inseguridad entre los ciudadanos, la mayor parte de los cuales no conoce todavía la actual Constitución, y esa inseguridad no hace sino generar desconfianza, temor y finalmente la catástrofe. Pensemos en un país como Francia, que es el que más constituciones ha tenido dentro de nuestro entorno europeo. Hasta que llegó el general De Gaulle al poder, Francia era un país inseguro, irresoluto y lleno de problemas. A partir de la reforma que se hizo y de la nueva Constitución que se dio en Francia, creo recordar que en el año 1958, este país ha pasado a ser una de las mayores potencias mundiales; y ahí está su Constitución con más de 30 años, que no pide todavía reformas. España ha sido un país de bastantes Constituciones, igualmente, y de inseguridad política en todos los aspectos, por lo tanto, creo que aún siendo bastante imperfecta nuestra Constitución y llena de defectos, que en mis clases analizo constantemente, debería ser una Constitución que, por el bien de los españoles, perdurase unos cuantos años. Y repito que no estoy de acuerdo con muchas cosas, algunas de ellas bastante importantes, como puede ser la forma política de nuestro Estado. Continuemos con la política. ¿Qué opinión le merece la última designación del Consejo General del Poder Judicial? La última designación del Consejo General del Poder Judicial es anticonstitucional. Precisamente he mandado a mis alumnos de la Facultad que volviesen a redactar el art. 122, párr. 3 de la Constitución, porque tal y como ha sido hecha la designación de sus vocales no se corresponde en absoluto con lo que dice la Constitución. Ello no obsta para que yo esté de acuerdo con la forma en que ha sido hecha pero, ya digo, habría que adaptar la Constitución a como se ha actuado. Opino, personalmente, que si los vocales del Consejo General del Poder Judicial son nombrados en su totalidad por los representantes del pueblo, y esto quiere decir por el Parlamento, estamos cumpliendo mucho mejor con la representación de la soberanía popular, ya que el pueblo delega su soberanía en los representantes, que son los Diputados y Senadores, y si éstos eligen al Poder Judicial quiere decir que de esta forma los vocales del Consejo General del Poder judicial son también representantes, en segundo grado, del pueblo. Dejar el nombramiento de 12 de los tales en manos de los Jueces y Magistrados sería caer en el corporativismo y en el cerramiento corporativista, con lo cual se darían mayores abusos, pero, repito, la Constitución dice que se debe hacer de esta forma y yo no estoy de acuerdo; es mejor hacerlo como se ha hecho ahora, pero cambiando la Constitución. Con su artículo sobre Lutero, ¿es usted el único adventista español que ha conseguido publicar en un monográfico del diario El País? Que yo sepa sí, soy la única persona adventista que ha publicado un artículo en El País, y he de aclarar que fue este periódico el que me lo pidió, pero también debo decir que con-

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seguí de El País que hiciese entrevistas al pastor Wilson cuando visitó España, y también al pastor Puyol cuando fue nombrado presidente. ¿Qué cree usted que puede aportar un juez adventista a la justicia española? Aunque la labor del juez, entiendo, está tasada por las leyes y no puede apartarse de su valor supremo, que es interpretar las leyes y decidir en el sentido que éstas le digan las cuestiones controvertidas que se le sometan en el orden judicial, sí pienso que un juez adventista puede aportar a la justicia un componente de mayor comprensión a los problemas humanos, sociales e incluso de derechos fundamentales. Pero no hay que olvidar que el dicho juez, si tiene ante él un problema de aborto, de divorcio, de libertad religiosa, etc., tendrá que atenerse en ese momento a las leyes, aunque él no esté de acuerdo con las mismas, teniendo que sentenciar de acuerdo a la legislación vigente; de lo contrario, su sentencia se vería apelada y revocada, con lo cual, tras una reiteración de estos fallos, ese juez quedaría bastante en entredicho. ¿Qué aconsejaría a cualquier estudiante adventista que soñara con tener un doctorado? Bien, he de decir que mi hijo, por ejemplo, ya ha empezado con su doctorado y que mi hija lo empezará en septiembre próximo. No sé cuánto sueñan con dicho asunto, pero creo que les hace ilusión, y a mí también. Mi consejo a cualquier joven adventista lo he practicado ya con mis hijos: que se dediquen en cuerpo y alma a conseguirlo, porque de esta manera se verán más realizados, tendrán más conocimientos y podrán obtener un bagaje de mayor entidad frente a la vida. ¿Debe ordenarse a la mujer? ¿Vivimos en una iglesia sexista? ¿Debe ordenarse a la mujer? Sí, rotundamente sí. Tanto en la Conferencia General de 1985, en la que fui delegado, como en consejos de Unión y de otras instituciones he oído a los máximos dirigentes de la iglesia expresarse en sentido contrario, alegando que la Biblia nada dice al respecto y que más bien parece no querer que la mujer sea ordenada. Para mí, con todos los respetos, esto es un disparate. La Biblia fue escrita hace 2.000 años como mínimo. En ella hay cuestiones vigentes para todos los hombres en todos los tiempos, tal que la Ley de Dios, las normas de conducta y otras. Pero la Biblia contiene igualmente normas que fueron dadas para un determinado momento y para determinadas circunstancias. La mujer, en aquel entonces, no tenía ningún relieve y era más bien considerada como un objeto. La Biblia, no lo olvidemos, tampoco condena la esclavitud. Y Jesucristo, en el Evangelio, dice que aunque el plan de Dios era que el matrimonio fuese eterno, por la dureza del corazón de los hombres, Dios consintió el repudio o divorcio unilateral, machista, en el cual el marido era el único que podía romper el lazo matrimonial. Démonos cuenta de la situación y del papel que jugaba la mujer, pues el marido era el único que repudiaba. En el Antiguo Testamento tenemos igualmente la norma aquella por la cual si el hermano mayor moría sin descendencia, el segundo hermano debía tener descendencia con la viuda para que de esta manera continuase la familia; todo esto nos resulta ahora monstruoso, pero está en la Biblia y eran normas divinas. Con ello vemos que aquellas normas eran para un determinado pueblo y para una determinada época y circunstancia. De ello deduzco que, en estos tiempos, umbral del siglo XXI, la mujer está llegando a la equiparación con el hombre en todos los sentidos. Su inteligencia no es menor, sus realizaciones son ya iguales o superiores y, en una palabra, está tan preparada

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como el hombre para desempeñar las mismas funciones. ¿Por qué no la de pastor ordenado? Esto nos lleva a la conclusión de que todavía estamos en una iglesia sexista en la cual sólo el hombre puede realizar ciertas funciones y la mujer debe contentarse con sentarse, escuchar y callar. Y todo ello en una iglesia en la que el 70% de sus miembros son mujeres.

DANIEL BASTERRA MONTSERRAT Doctor en Derecho Profesor titular de Derecho Constitucional de la U.C.M.

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