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Al fin libres! :: Antonio López Postigo

:: ¡Al fin libres!

No hay ningún otro concepto más reivindicado por los seres humanos que la adquisición de la libertad. Los grandes héroes de la Historia están vinculados a la conquista de las libertades y así podemos encontrar una ingente cantidad de relatos que expresan la belleza de dicha conquista, desde el mito de Prometeo hasta las marchas de indignados por las calles de Madrid, Barcelona, Nueva York o El Cairo. Sin querer, hemos heredado una concepción del mundo en dos grandes grupos; por un lado los que garantizan las libertades y la democracia y por otro los que las ponen en peligro, lo que algún político desnortado, de cuyo nombre no quiero acordarme, bautizó como “eje del mal”. La gente está despertando, pero el despertar no se está convirtiendo en el fin de sus pesadillas sino en el principio. El sistema económico que hemos heredado no está en crisis, está acabado. El sistema del bienestar que también forma parte del legado histórico para uno de cada diez de entre los habitantes de este planeta también está derrumbándose. Los valores religiosos son decepcionantes, pero aún no están acabados sino que posiblemente, en su desarrollo más íntimo, tienen que demostrar que son válidos cuando todo se cae, cuando hemos descubierto que la sociedad estaba fundada sobre la “arena” y no sobre la “roca”. Resulta paradójico encontrar tanto cristiano asustado por la situa

Antonio López Postigo

Licenciado en Teología, Máster en Exégesis de N.T., Doctorando en Teología Sistemática

ción geopolítica actual, ¡si deberíamos haber sido los primeros en verla! Todo lo que no está fundado sobre la “roca” está destinado a desaparecer y que Jesús tenga razón en esto, como en todo lo que no hemos comprobado aún, es la confirmación de que decía la Verdad.

Resulta difícil hablar de libertad desde tal desconcierto social y de valores que empapa nuestras esperanzas situando nuestro futuro en el día a día. Pero ahora es el momento de reivindicar una libertad auténtica, es tiempo de predicación y de acción, de oración y proclamación. La luz brilla más intensamente cuanto más intensa es la oscuridad, la esperanza es más comprensible cuanto más intensa y radical aparece la desesperanza. Nuestra única esperanza es más que nunca Cristo: el libertador y nuestra libertad. Si allí donde esté el Espíritu hay libertad, como Pablo les recordó a los corintios, la “lluvia tardía” no puede ser otra cosa que un momento de libertad sin precedentes. Solo pensar que podemos estar a las puertas de dichos momentos proféticos debe ser más que alentador para cualquier cristiano consecuente, pues vamos a conocer una libertad como nunca antes la ha conocido el ser humano.

La libertad, más que un atributo, es un acontecimiento que desde el interior del hombre va dejando sus efectos en el exterior. Un hombre vacío no puede vivir en libertad por muy propicio que sea el contexto que le toque vivir, y a la inversa, no hay acontecimiento que pueda arrebatar la libertad a un hombre lleno del Espíritu, tan solo atenuar sus efectos en el exterior. Así la libertad se nos presenta como el contexto en el que nos encontramos con Cristo, como la realidad propia del hombre “espiritual”. La libertad no es algo por lo que luchar, es el campo de batalla donde podemos luchar, o más bien, donde pueden luchar por nosotros. A estas alturas, la pregunta: ¿eres libre?, debemos formularla con intención mayéutica y sobre todo contestarla. Si en tu vida no hay encuentro con Cristo no puede haber libertad y por lo tanto no eres libre, pero si tu vida te parece un asco, si parece que las circunstancias te asfixian y sientes que eres absolutamente dependiente e incluso que tu voluntad no te pertenece, tranquilo, estás muy cerca de saber qué significa ser libre. Puede que en este momento estés confuso y estés pensando: ¿pero qué me estás contando? Entonces vamos por buen camino, el camino de los mensajes de Jesús de Nazaret. Pregúntate sobre cuántas veces la gente pensaría lo mismo que Cristo cuando dijo cosas como: «felices los que lloran», o «la niña no está muerta, sino duerme». No somos los hombres los que tenemos que decir qué es la libertad, ni tampoco luchar por conquistarla. ¿Entonces no debemos luchar contra lo que nos oprime? Sí, pero la lucha consiste en la

Antonio López Postigo

reivindicación legítima para exteriorizar nuestra libertad, por el derecho a mostrar los efectos de la misma en nosotros y desde nosotros. La libertad fue conquistada por Cristo en la cruz y se nos da como un don de Dios que crea entre los hombres el único ámbito donde cabe la imagen del Señor: solo Cristo.

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