7 minute read

Congreso de AMiCUS :: Rogelio Fernández de la Calle

:: Congreso de AMiCUS:

París, 22-25 de septiembre de 2011

Durante los últimos meses han crecido las especulaciones acerca de cuándo será el fin del mundo. Hemos podido escuchar teorías para todos los gustos y con distinta fundamentación ideológica: calentamiento global, desastres naturales, meteoritos, alienígenas, profecías mayas. Pero…, ¿qué dice la Biblia acerca de ello?

Con el objetivo de reflexionar más en profundidad acerca de las revelaciones bíblicas sobre nuestros días, se celebró del 22 al 25 de septiembre en París el quinto congreso internacional de AMICUS. Este tipo de eventos, siempre son una buena oportunidad para conocer gente de otros países que comparten nuestra misma fe. Estar con jóvenes que, como nosotros, anhelan la segunda venida de nuestro Señor es un refrigerio para nuestra

Rogelio Fernández de la Calle

Licenciado en Derecho, Máster en Mercados Financieros y LL.M. en Derecho Europeo

alma y nos proporciona nuevas energías para continuar nuestro camino en un mundo cada vez más secular.

La temática del congreso estuvo centrada en las profecías bíblicas de los últimos tiempos e introdujo una reflexión sobre cómo debemos vivir para estar preparados en los momentos finales de la historia del mundo.

La predicación del Evangelio

En Mateo 24: 14, el Señor nos indica con claridad meridiana una de las señales más importantes que precederán a su segunda venida: «Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.»

Todos podemos entender el concepto de que esto debe suceder, pero ¿cuál es el poder que permitirá que la verdad alcance a todo el mundo a fin de que Cristo pueda venir? Analizando las Santas Escrituras nos damos cuenta de que el derramamiento del Espíritu de Dios fue el percusor de la labor evangelística de los primeros cristianos. 1 De la misma manera, el profeta Joel predice otro gran derramamiento del Espíritu Santo antes de la segunda venida de Jesús, el cual nos dará el poder necesario para terminar la obra de Dios en la tierra y nos otorgará el privilegio de poder servir a Dios en estos momentos determinantes de la historia de la humanidad. 2

La presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones nos acerca a la presencia de Dios y un derramamiento del mismo de forma especial nos conferirá una gran variedad de talentos y capacidades para la gloria de Dios. Este acontecimiento facilitará una comunicación más efectiva y una demostración incuestionable del poder de Dios.

No obstante, el regalo más importante y fundamental que el Espíritu nos otorga a través de Cristo es el milagro del amor, 3 que nos permite alcanzar una armonía inefable con el carácter de nuestro Salvador. Dios es amor 4 y la presencia del Espíritu en nuestras vidas trae consigo sus frutos, tal y como nos relata Gálatas: «Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.» (Gálatas 5:

1 2 3 4 Hechos 2 Joel 2 Romanos 5: 5 1 Juan 4: 8

Rogelio Fernández de la Calle

22-23). Pero un derramamiento más intenso del Espíritu antes de la segunda venida de Jesús originará mucho más amor en nuestros corazones, con el resto de buenos resultados que surtirá de ello. Esta presencia extraordinaria del amor de Dios en todos aquellos que aceptan el mensaje de Elías 5 y el mensaje de los tres ángeles 6 otorgará el poder necesario para la predicación del evangelio a través de la unificación del pueblo de Dios. La gente podrá observar algo especial en los verdaderos cristianos ya que reflejarán como un espejo que han estado con Jesús y, de esta manera, atraerán a muchos otros a la Fuente del amor. Este mismo amor es lo que hace de la salvación de los demás y, por tanto, de la predicación del evangelio la prioridad número uno, sin importar barreras u obstáculos, alcanzando incluso a aquellos que pueden parecer inalcanzables.

Elías y el mensaje del tercer ángel

Pero, ¿qué es lo que Dios requiere a su pueblo antes de que Jesús vuelva otra vez? Al final del Antiguo Testamento, Malaquías profetiza: «He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Yahveh, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.» 7

Antes de que Dios nos halle responsables por la manera en la que nos relacionamos los unos con los otros, Él nos da la oportunidad para reconciliarnos. Restaurar los corazones de los unos con los otros conlleva una renovación de su amor. Esta renovación sucederá «antes que venga el día

5 6 7 Malaquías 4: 5-6 Apocalipsis 14: 6-12 Malaquías 4: 5-6 de Yahveh, grande y terrible», que es la segunda venida de Jesús.

Cerca del final del Nuevo Testamento, el mensaje del tercer ángel de Apocalipsis también está dirigido a la gente que viva justo antes de que Jesús vuelva por segunda vez. Este mensaje es una llamada para reforzar «la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.» 8 Los mandamientos de Dios están basados en un amor desinteresado y generoso 9 en armonía con el carácter de Dios. 10

Tanto el mensaje de Elías como el mensaje del tercer ángel instan al amor como la clave en la preparación para la segunda venida de Jesús. Crecer en el amor, el cual Dios nos da gratuitamente a través de su Espíritu, 11 es crecer en santidad. 12 La unidad en el amor del pueblo de Dios es el mayor testigo que Dios ha enviado en nuestros días y prueba del amor de Dios reflejado en su pueblo.

Somos la generación de Juan el Bautista

El Espíritu de Profecía señala que en la época precisamente antes de la segunda venida de Cristo en las nubes de los cielos, debe hacerse una obra como la de Juan el Bautista. Dios necesita a hombres que preparen a un pueblo que se mantenga firme en el gran día del Señor. A fin de dar un mensaje como el que dio Juan, debemos tener una experiencia espiritual como la suya. La misma obra debe efectuarse en nosotros. Debemos contemplar a Dios y, al contemplarlo, perderemos de vista el yo. Como dijo el propio Juan el Bautista: «Es necesario que el crezca, para que yo mengüe». 13

8 9 10 11 12 13 Apocalipsis 14: 12 Mateo 22: 37-40 1 Juan 3: 16 Romanos 5: 5 1 Tesalonicenses 3: 12-13 Juan 13: 30

La clave está en mantener una comunión constante con Dios, de manera que su poder se perfeccione en nosotros y logremos asemejarnos más a Él. Este es un milagro que la mera presencia de Dios realizará en nuestras vidas. Para conseguir esto, la receta es clara: pensamiento y acción, oración y trabajo. Ambas cosas deber de ir unidas, sino nos arriesgamos a sufrir el más estrepitoso de los fracasos. Nadie que no ore puede estar a salvo del enemigo ni un solo día, y el que no hace nada más que orar, pronto dejará de hacerlo.

¡Abre tus ojos y despierta!

Vivimos en un momento extraordinariamente interesante. Cada día leemos los periódicos y nos damos cuenta de lo rápido que pasan se suceden las noticias en nuestros días. Catástrofes naturales, guerras, crisis en los mercados, líderes y gobernantes que un día están y al otro ya no; nos estamos acostumbrando a la velocidad de los eventos y casi nos parece raro el día que no sucede algo especial. Los gobernantes y los estadistas, los hombres que ocupan puestos de confianza y autoridad, los hombres y mujeres pensadores de todas las clases, tienen la atención fija en los acontecimientos que se producen en derredor nuestro. Observan las relaciones que existen entre las naciones. Observan la intensidad que se apodera de todo elemento terrenal, y reconocen que algo grande y decisivo está por acontecer, que el mundo se encuentra en víspera de una crisis espectacular. 14 Estamos en la antesala de grandes cambios que van a producirse en el mundo y los movimientos finales serán rápidos. El fin llegará más rápido de lo que la gente espera, 15 y es nuestro deber y privilegio el estar preparados para ese gran día.

14 15 Ellen G. White, Maranatha, pág. 69. Ellen G. White, El conflicto de los siglos, pág. 631.

This article is from: