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Pero al principio, no fue así
Sara Ma Hernández Venencio
Técnica y Promotora de Igualdad de derechos y oportunidad para Mujeres y Hombres
Saber quiénes somos, y a qué debemos aspirar como seres humanos, es una búsqueda constante que mueve la vida de cada persona. En cada decisión personal diaria nos acercamos o nos alejamos al objetivo que tenemos, basados en el concepto de lo que significa ser verdaderamente hombres o mujeres plenamente desarrollados de acuerdo a los principios que rigen nuestras vidas.
Desde la perspectiva cristiana reconocemos un modelo bíblico para unos y para otras, el cual se manifiesta por primera vez en los dos primeros dos capítulos del Génesis. Ocasión en que Dios creó a los seres humanos, y los hizo perfectos, potencialmente iguales en capacidades, derechos y deberes (Gn.1:27-29). Como pareja primigenia, formada por dos seres plenos en su unión con el Dios creador, estaban diferenciados solo por su sexualidad, lo que permitía el espacio de complementariedad necesario para que juntos formaran el ser humano en toda su magnitud.
Era esta relación igualitaria entre las personas lo que definía el modelo social de relación propuesto por Dios para la humanidad.
Sin embargo, después de la caída en el pecado, la relación se quebró. Se generaron cambios que afectarían todas las generaciones posteriores. Ahora, lejos de la perfección del hombre y la mujer sin pecado, la forma de relacionarse entre la primera pareja, se estableció sobre la base de una jerarquía que no estaba en los planes originales del Creador y por primera vez en este mundo un ser humano se sintió con autoridad por encima de otro. Manifestándolo en un ejercicio de poder, Adán puso nombre a Eva (Gn.3:20), dejando claro quien dominaba en la relación aunque esto fuera contrario a la voluntad y el deseo del Dios Creador.
Desde entonces, y a medida que la comunidad crecía, el sistema de jerarquías encontró diversas formas de expresión y en consecuencia, de desigualdades, de discriminaciones y opresión: el pobre y el rico, el nativo y el inmigrante, el blanco y el negro… Sin embargo, la desigualdad por antonomasia es la que señala en todos los tiempos y las culturas el dominio del hombre sobre la mujer en sus diversas manifestaciones, sustentado por los estereotipos de género que definen a los hombres con «lo masculino» y a las mujeres con «lo femenino».
Cuando en su origen Dios solo establecía una diferencia sobre la base de lo sexual y biológico, a partir de la caída en el pecado, se diferenciarían también por el género que se les atribuya, siendo esta una construcción social que depende de la cultura y por lo tanto del hombre, no de Dios.
Desde entonces hasta hoy ese modelo definido como modelo patriarcal ha ido tomando diversas formas y se ha reforzado más o menos en distintas épocas, sin embargo, variar en su esencia.
En el mundo global, los modelos de hombre y mujer que sustenta la sociedad actual se reflejan en los medios de comunicación y dentro de estos, la publicidad es uno de los instrumentos de mayor influencia social. Mediante la publicidad se ven reflejados, promovidos y sustentados los estereotipos de género que nos mantiene distantes del modelo original y que nos llevan a actuar, muchas veces de manera inconsciente, en concordancia con el modelo patriarcal al tenerlo interiorizado y considerarlo «nor
IMÁGENES FACILITADAS POR LA AUTORA.
«Pero al principio, no fue así…»
mal» después de seis mil años de permanencia y de transmisión de generación en generación.
Esta «normalización» llega con la convivencia diaria y permanente con los estereotipos de género que nos transmiten desde la familia aun antes de nacer cuando ya se nos asigna un color según el sexo, dividiendo el mundo en rosa y azul, la escuela, la sociedad general, las redes sociales…
Estos estereotipos se sustentan en la atribución de los roles de género, educando a la mitad de la población desde que nacen para que actúen convencidos de ser capaces, inteligentes, fuertes, aguerridos, con inteligencia matemática y predisposición a las ciencias y muchas otras características positivas, mientras a la otra mitad se le asignan signos de fragilidad, delicadeza, sensibilidad, debilidad, inseguridad, dependencia, etcétera y es vista como inferior.
De esta manera se limitan los ámbitos de desarrollo personal y laboral para cada uno, lo que se refleja en las publicidades relacionando a las mujeres con las tareas del hogar y el cuidado de los hijos y a los hombres con el ámbito productivo o de trabajo, considerando de menor valía todo lo que sea propio de la «identidad femenina» incluyendo el trabajo en todos los ámbitos, el cuerpo de las mujeres y el lenguaje usado para definirlas.
La publicidad valida y refuerza estos estereotipos y roles construidos socialmente para los hombres y mujeres ejerciendo una influencia limitante en el desarrollo del crecimiento personal de ambos en la sociedad general y especialmente, si cabe, hacia las personas cristianas, mediante mensajes transmisores de violencia simbólica hacia las mujeres y cosificando a unos y otros, aunque son las mujeres las que, una vez más, son las más perjudicadas.
Según Daniela Allerbon, miembro del Consejo Nacional de la Mujer: «La violencia simbólica es la que utiliza patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos para transmitir y reproducir la dominación, la desigualdad y la discriminación, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad. Es la más difícil de distinguir y percibir. »El discurso funciona porque vende, porque conecta con una población que se siente identificada y no cuestiona, y reproduce alegremente, con frivolidad, lo que se ve como natural en el entorno».
Consumimos este modelo discriminatorio y desigual cuando un aviso publicitario pone a la mujer como única responsable del cuidado de la casa, de los hijos, de la limpieza y, sobre todo, cuando la muestra como un mero objeto de deseo. Es violencia simbólica un cartel en un aseo público que para indicar la ubicación de un cambiador infantil pone solo el ícono femenino como si un padre no debiera compartir esa responsabilidad. También se hace visible cuando en lugar de decir: «personas, seres humanos u hombres y mujeres», se dice: «los hombres». Así, se utiliza un lenguaje que no las contiene, que no las tiene en cuenta. Consumimos violencia simbólica cuando vemos como algo «natural» los anuncios que hipersexualizan a las niñas y las mujeres.
Este tipo de mensajes y publicidades van configurando la mentalidad cada ser humano que se cruza con ella, teniendo una destacada influencia sobre los más pequeños y los jóvenes, consolidando un modelo fruto del pecado y generador de infelicidad, preparando el terreno para futuros matrimonios desiguales y una comunidad cristiana que arriesga olvidar el modelo original al que debe aspirar, al adaptarse a las costumbres de este siglo (Romanos 12.20).
Como cristianos hemos de recordar que seis mil años de práctica de un modelo equivocado no lo justifica ni lo hace aceptable a los ojos del Creador, pues como Jesús mismo indicó a sus contemporáneos, «en el principio no fue así» (Mateo 19.8).
Jesús mismo fue la máxima expresión humana de ese modelo el cual desea restaurar en cada uno de sus hijos para hacernos semejantes a Él y transformarnos en reflejo de su carácter libre de estereotipos y prejuicios, como lo expresara Pablo en la carta a los Gálatas «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (3:28).
Los medios de comunicación, y las nuevas tecnologías son un espejo de los valores sociales que fundamentan la sociedad en la que vivimos, pero también son motores que refuerzan dicho modelo. Contrastarlo con la voluntad de Dios y el modelo que Él creó para la comunidad cristiana será un importante paso que nos permita llegar a ser una comunidad restaurada, que refleje el carácter de amor de Nuestro Salvador y cumpla así la misión que Él nos ha encomendado.
Bibliografía/webgrafía La Biblia. RVR1995 Gallego, J (2009), La construcción del género a través de la publicidad. Abuín Vences, N (2009), Publicidad, Roles sociales y Discurso de género. Parlamento Europeo. Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de
Género, (2008) Informe sobre el impacto del marketing y la publicidad en la igualdad entre mujeres y hombres. www.mujeresenred.net (2009), Publicidad y violencia de género, un estudio multidisciplinar. Allerbon, D http://www.sophiaonline.com.ar/violencia-simbolica-laque-no-se-ve/