AULA7 NÚMERO 3 PRIMERA ÉPOCA / OCTUBRE 1977

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EDITORIAL

Han transcurrido más de cuatro años desde que, el 11 de abril de 1974, un grupo de estudiantes adventistas, procedentes de todas las iglesias del Estado español, se reunía por primera vez para constituirse en AEGUAE. Era nuestro primer congreso. Iniciada ya la cuenta atrás para el comienzo del cuarto congreso, creemos positivo echar una mirada retrospectiva y hacer repaso del tiempo transcurrido entre ambos. Desempolvar los respectivos archivos mentales e intentar averiguar qué han significado para nosotros estos encuentros anuales llevados a cabo desde 1974. Probablemente habrán sido ocasiones -más o menos logradas- para ayudarnos en el estudio de temas que nos afectan a todos. Tal vez también habrán servido para conocernos algo mejor unos a otros, para charlar con gente de ideología similar o las cincuenta mil cosas que queráis añadirle a esta lista. Pero ¿nos hemos planteado alguna vez por qué se convocó el primer congreso, a qué necesidades de fondo respondía y qué fines pretendía alcanzar? Sonaría a tópico si empezásemos diciendo aquello tan gastado de que este hecho surgió de la base, que no nació por ningún “real decreto”, ni cualquier otra iniciativa oficial de la Iglesia. Sonaría a tópico y, por ello, queremos decirlo en otras palabras. Diremos, sencillamente, que no fue más que la cristalización de unos deseos bastante anteriores a esta fecha, nacidos de la experiencia diaria de una parte de la comunidad adventista, que tenía que resolver unas cuestiones concretas e ineludibles, dentro de un marco ambiental dado. Fue esto. El primer paso. La materialización de unas anhelos que debían traducirse en futuras realidades. Nació como un MEDIO “para”, no como un fin en sí. Han transcurrido más de cuatro años y, analizándolos en el conjunto global de los distintos ámbitos que constituyen AEGUAE, vemos que, al menos hasta ahora, parecería ser como si, para muchos, fuera un fin por sí sólo. Sabemos que partimos de realidades distintas y, por tanto, no se trata ahora de hacer juicios de valor sobre el posible grado de calidad o validez respecto a la labor desarrollada en cada distrito, por ejemplo. Partimos de realidades distintas y no tenemos por qué pretender trasplantar soluciones prefabricadas, que pueden ser muy válidas en un lugar concreto y, tal vez, inviables en otro. Por este motivo, pensamos que nadie debe creerse con derecho a poder dar lecciones “magistrales” a nadie. Las respectivas soluciones -necesarias y urgentes soluciones, por cierto- han de ser autóctonas, nacidas de una realidad que no se da en abstracto, sino en un contexto material muy concreto y definido con el que hay que contar, al que hay que respetar. Nadie puede jactarse de nada y AULA 7, concretamente, tampoco. Pero aprovechando el privilegio de ser nexo de unión entre todos, permitidnos lanzar este tercer ejemplar a modo de señal de atención, de grito de alarma, de opción a la esperanza todavía no perdida. No permitamos que este congreso sea la única actividad de AEGUAE en todo un año. Tan sólo tendrá un auténtico sentido si logramos hacer de él un real INTERCAMBIO entre gente que, en distintos sitios, trabaja en equiparable nivel. Por ahora esto no ha sido así, y hay que invertir el mecanismo; si no, corremos el riesgo del colapso del proceso, o bien, el de tolerar que nuestro encuentro anual no pase del folklorismo colorista, de un congreso más. Desatemos pues amarras. Sin miedo. Rememos mar adentro, que vamos por las mismas aguas hacia el mismo puerto. La Redacción. Barcelona, octubre de 1977

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¿POR QUÉ AHORA? José López Gutiérrez

¿Por qué estudiar en nuestra convención el tema de la Filosofía Cristiana de la Historia? Si la Historia no sólo trata de darnos un resumen de los acontecimientos trascendentales del devenir humano, sino también una explicación de ellos para que tengan un significado a nuestros ojos, es indudable que la historia, como resultado final del trabajo del historiador, es prácticamente imposible que no refleje el punto de vista de éste. Es imposible una historia objetiva en términos absolutos. Si el mundo científico actual es el resultado del siglo de las luces, en una medida mucho más grande de lo que pensamos, fruto de una filosofía materialista de la vida, es innegable que, como cristianos, no podemos aceptar sin discutir los conceptos que la historia nos vierte actualmente. Por otro lado, no existe un solo libro de texto de historia, que se use en nuestras escuelas y universidades, que valore o estudie con seriedad los elementos espirituales de la historia. Se da un valor definitivo a los elementos políticos, económicos, sociales, etc., pero lo espiritual es sistemáticamente ignorado y apenas alcanzan a estudiarse los aspectos culturales. Ideas evolucionistas impregnan la historia con conceptos del inevitable progreso de la humanidad que nos conducen del hombre-mono, de hombre de las cavernas, pastor, agricultor, industrial, hasta el modelo más perfecto de hombre, que es el hombre actual. No hace falta recordar que hechos fundamentales como la creación, la caída del hombre, son ignorados; que acontecimientos de tremenda importancia como el diluvio, son, relegados al concepto de mitos y que, finalmente, se pierde en la historia todo sentido de dirección para quedarse en un concepto de ciclos que se repiten, pero para los que no se ve una salida ni clara ni optimista. ¿Puede el cristiano aceptar todo esto sin cuestionarlo? ¿Dónde quedan sus conceptos de caída, redención y segunda venida? ¿Puede conciliar su fe en la Palabra de Dios con los conceptos económico-sociales que actualmente predominan en la historia que se escribe? ¿Puede hacer frente a la filosofía evolucionista, materialista de la historia? Por otro lado, si el estudio de la historia ha de ser útil, no podemos soslayar las dos preguntas más inquietantes que se ha hecho el género humano: ¿De dónde venimos? ¿A dónde vanos? La Escritura nos da sin lugar a dudas un sentido lineal de la, Historia, con un principio preciso, un final concreto y, además, un Dios que actúa y conduce los acontecimientos entre los dos extremos, para que finalmente se haga su divina voluntad y al fin la historia del hombre sea la historia de su salvación. Todo esto muestra de forma muy resumida, las serias razones que, como cristianos, tenemos para ocuparnos del tema. En profundidad y con la presencia de un especialista en la materia como es el Dr. Schwantes, esperamos no sólo construir bases sólidas para nuestra fe universitaria, sino, además, gozarnos en el hecho de que nuestra fe nos permite afrontar con solvencia científica el mundo de nuestros días y dar el simple testimonio personal de nuestra fe en el Señor Jesucristo, gran consumador de la Historia.

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VIVIR EN LA IGLESIA Carlos Puyol Buil

Éste es el título de una conferencia pronunciada por el eminente cardenal francés Jean Danielou, el 26 de abril de 1972, en la Catedral de Buenos Aires, a una multitud de católicos argentinos reunidos allí para escuchar la palabra viva y profunda de este príncipe de su iglesia. Al parecer, vivir en la iglesia, se ha hecho hoy día bastante incómodo para muchos católicos modernos, renovadores e inquietos, que parecen permanecer en ella sólo a través de una difícil fidelidad. Su conferencia, publicada con algunas otras en un libro de Emecé titulado ‘Cardenal Danielou, su mensaje a la Argentina’, contiene algunas declaraciones dignas de ser comentadas, al pretender definir y situar cuál es el lugar y la actitud que corresponden al universitario adventista, dentro de la atmósfera cultural que le circunda por una parte y de la comunidad religiosa por otra, porque entiendo que sois vosotros, los universitarios adventistas que podéis protagonizar y personificar ese diálogo necesario entre la cultura contemporánea y la fe cristiana, que permitirá la permanencia fiel y responsable dentro de nuestro medio de los espíritus exigentes e inquietos que están pisando o han pisado las aulas universitarias. Es evidente que el primer problema que se plantea al universitario adventista es la confrontación entre la civilización y la cultura contemporáneas y su identidad religiosa. En el conjunto de la sociedad en general y en el mundo científico en particular, asistimos hoy día a una profunda crisis de religión que está sustituyendo con explicaciones de tipo racional las explicaciones de tipo sobrenatural que ha informado la fe cristiana Al decir del cardenal Danielou, «la explicación científica elimina la explicación religiosa, considerara como producto de una cultura extinta». Esta secularización de la fe y de la vida religiosa, nos podrá llevar a la desaparición de la religión, a la muerte de Dios, a una sociedad desacralizada, donde, en el mejor de los casos, el amor de Dios ha sido reemplazado por el amor al prójimo y el cristianismo convertido en una doctrina social. Danielou dice que «la herejía fundamental es el secularismo en todos sus grados» y yo pienso que no faltan hoy día profetas desmitificadores del mundo moderno que en alas de un cientismo excluyente y de un actualismo superador de todo lo tradicional, han comenzado a cantar el requiem de la fe cristiana y de las instituciones eclesiásticas. Si en el plano de la vida intelectual, la cultura científica ha venido a ocupar el lugar de la cultura religiosa y, en el plano de la civilización, se anuncia la desaparición de la religión como expresión específica y realidad colectiva de la sociedad, no es extraño que, en este contexto resulte incómodo pertenecer a una iglesia. En efecto, por eso, algunos intelectuales adventistas han caído en la tentación de convertir su experiencia religiosa en algo puramente personal, en una inspiración interior, sin verdadero arraigo a una comunidad o a una estructura eclesiástica. Pero esto, aunque pretenda salvar el fenómeno religioso personal, me parece absolutamente contrario a la esencia misma de la religión que, junto a una apelación a la conversión personal, trata de constituir los conversos en un pueblo, como acabamos de estudiar en las lecciones de la Escuela Sabática. La crisis de religión que hoy se cierne sobre la cultura y, como consecuencia, sobre la civilización, es, en un análisis más profundo del problema, una crisis de humanismo, de disminución de los valores del hombre. Pertenece a la naturaleza del hombre y de la sociedad, dentro de una antropología integral, presentar una esfera que sea lo sagrado. Una civilización donde el positivismo tiende a convertirse en el único tipo de cultura, es una civilización pobre, incompleta, que a la larga deshumaniza porque no responde al desarrollo total de todas las dimensiones humanas. Esto ha hecho decir a Jean Danielou que «la idea de una sociedad puramente secular le parece profundamente antihumana».

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Y aquí encuentro yo uno de los primeros temas del diálogo entre los universitarios adventistas y la cultura. No se trata tanto de defender a Dios ante una ciencia descreída, sino de defender al hombre. Un hombre, sea intelectual o no, moderno o primitivo, rural o urbano, un hombre sin adoración, es un hombre mutilado. Junto a un desarrollo técnico o científico de alta competencia, junto a una participación con autoridad en el dominio de la cultura, el universitario adventista ha de mostrar que ha desarrollado también en él el hombre moral y religioso, haciendo de esta manera perfectamente compatibles la fe cristiana y la preparación intelectual y técnica, demostrando que se puede crear una cultura que incluya la fe, como una categoría más e insustituible de un humanismo auténtico. Pero la fe cristiana tiene un contenido, y ese contenido se funda, en lo que a la iglesia adventista se refiere, en las declaraciones y en los hechos objetivos que nos son presentados por la palabra de Dios. Aquí vuelve a surgir un nuevo tema de diálogo con el mundo moderno. El problema es saber si la palabra de Dios puede insertarse en la realidad del pensamiento actual. En suma, y después de las ideas de Bultmann, el problema hoy se plantea acerca de la significación objetiva de los hechos y afirmaciones que la Palabra de Dios hace en el plano de la historia de la salvación. Bultmann, y con él todos los participantes de la Teología del encuentro, minimizan la-objetividad histórica de los hechos de la historia de la salvación, reconociéndolos simplemente como experiencias subjetivas que expresan esencialmente el encuentro del alma con Cristo. Esta “deshistorización” como la llama Danielou citando a Gullmann, de las realidades objetivas de la fe cristiana, vuelve a considerar el fenómeno religioso como una experiencia interior, como un subjetivismo relativista que convierte la fe en una opinión más, en una opinión propia. Así, la resurrección, la encarnación, son simplemente los signos y los símbolos de la fe de los apóstoles, pero no la crónica de algo que haya real y materialmente ocurrido en el mundo objetivo de la historia. Si el secularismo hemos visto que mutilaba un auténtico humanismo en la cultura moderna, la desmitificación o deshistorización mutilan y minimizan la fe. En efecto, la fe supone, ante todo, la existencia de acontecimientos objetivos, supone intervenciones históricas de Dios. La fe cristiana no es un deísmo, es el reconocimiento de la realidad objetiva de las intervenciones de Dios en el plano de la historia humana. A esto le llamamos historia de la salvación. La fe así entendida nos plantea una concepción del hombre y de Dios susceptibles de insertarse en el dominio de una revelación, de una comunicación perfectamente asimilable en la realidad del pensamiento. Esta revelación y comunicación inteligibles que reconocemos con el nombre de verdad, constituye el fundamento de la fe. La verdad de la fe no es resultado de interpretaciones individuales, es una revelación de Dios a la iglesia que el Espíritu Santo ha preservado como el único criterio para juzgar cualquier manifestación humana que tenga relación con su contenido. Puede parecer a algunos universitarios adventistas que afirmar que la iglesia es depositaria de la fe es algo así como una soberbia, pero la experiencia religiosa no se puede fundar en incertidumbres, la incertidumbre es contraria a la naturaleza de la inteligencia humana, creada para captar la realidad. La alegría de la inteligencia es reposar en la verdad. Dios, por otra parte, no puede someter la base de su relación con el hombre a través de la historia ni a subjetivismos ni a relativismos, por eso fundó la iglesia que es reconocida como columna y apoyo de la verdad. La iglesia, depositaria de la verdad, insisto, no depende sin embargo de interpretaciones humanas particulares, ni aun de un sector privilegiado de la misma; la asistencia y dirección del Espíritu Santo es prometida a «toda la iglesia», a la iglesia como institución, como cuerpo de Cristo, como pueblo de Dios. La seguridad en el contenido de la fe cristiana definida por la iglesia, es aún otro de los determinantes de la actitud del universitario adventista frente a la cultura moderna. Vivir en la iglesia es, pues, reconocer su carácter de institución depositaria de la verdad como contenido de la fe. Y aquí entramos en otra de las cuestiones planteadas por la civilización moderna al universitario adventista. La iglesia, aunque de origen divino, es una organización humana y, por tanto, cuestionable en su realidad concreta, sociológica.

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Muchos han comenzado a sentirse con el derecho de dudar de la iglesia y de atacar sus instituciones, pero al criticar algunas de sus realidades decepcionantes han dado al traste con el concepto mismo de organización fundada por Dios. El universitario debe comprender cuál es la crítica que edifica y cuál es la que destruye. He aquí cómo presenta el cardenal Danielou esta alternativa: «Son espíritus amargados que pretenden ver en la duda la marca, misma de la inteligencia y en la certeza no sé qué búsqueda sospechosa de confort. Es su inteligencia la que está enferma por su gusto morboso de la sospecha, que es lo contrario de la sana y gozosa crítica, que desde el interior de la adhesión, es el impulso mismo del progreso. Pero existe también una sospecha malsana que paraliza la adhesión, quebranta la certeza, esteriliza la contemplación» y, yo añadiría, impide la comunión. Reconozco que una de las características del mundo actual, es una mayor toma de conciencia para el conjunto de los hombres, de su autonomía, de su libertad y de su dignidad. Esto ha venido a terminar con esa obediencia pasiva a la autoridad que caracterizó otros tiempos de la iglesia. El deseo de participación es hoy un elemento positivo que, bien orientado, puede ayudar y enriquecer el sentido democrático de la comunidad cristiana. La iglesia adventista sabe que en esta responsabilización general de sus miembros se encuentra el secreto de su misión en el mundo. No es menos cierto, sin embargo, que el deseo de participación implica un espíritu crítico respecto a las decisiones de la. iglesia. Este espíritu crítico, si está mal inspirado, puede conducir al individualismo y a la indisciplina y nunca debemos olvidar que Jesucristo estableció una iglesia, una sociedad, que para asegurar su orden y su seguridad necesita reconocer una cierta autoridad. La autoridad de la iglesia nunca debe ser coercitiva de la libertad, pero la libertad debe proceder con amor. Cuando la crítica se torna destructora de la sustancia de las cosas y cuando pretende horadar la roca, entonces, dice el cardenal Denielou, «la detesto y siento cómo crece mi amor a la iglesia». La brecha, que a veces se produce entre los intelectuales y los pastores de nuestra iglesia, se debe a que muy generalmente la crítica no se expresa con amor, ni desde el interior de la adhesión ni de la confianza, produciendo, como consecuencia, una reacción de autoridad. Dios espera de vosotros, universitarios adventistas, que améis a la iglesia, porque ella es la depositaria de vuestra fe, la que os libera de la ola de secularismo, que os libera en el mundo intelectual, porque ella defiende la auténtica justicia, el auténtico amor, la auténtica inteligencia, y ella defiende en un mundo que prescindiría de Dios, la dimensión religiosa constitutiva del hombre y de la sociedad, sin la cual los demás valores humanos no pueden encontrar fundamento ni justificación.

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MARXISMO Y PROFECÍA-III Antolín Diestre

I. CONCEPTOS SOBRE MATERIALISMO HISTÓRICO Hemos intentado en los dos artículos precedentes exponer una panorámica de la relación que podría existir entre el marxismo y la profecía. Convendría en este tercer artículo de la serie, que hemos titulado Marxismo y Profecía, que procuráramos comprender mejor ciertos conceptos marxistas. A Marx, que llegó a darse cuenta de su importancia en la historia de la humanidad, no le quedó otro camino que ir “cargándose” todo aquello que había constituido la base de sociedad actual. Si la situación del hombre era tal, era sin duda por una concepción e interpretación errónea de la Filosofía, de la Historia y de la Política. Ya en una de las tesis sobre Feuerbach1 Marx nos indicaba que no era necesario hacer filosofía pare interpretar el mundo, que lo importante era transformar el mundo. En otro lugar nos dirá que no es la religión la que hace al hombre, sino el hombre la religión. El Estado, esa forma de Estado y de sociedad producen la religión, una conciencia invertida del mundo2. Todo esto que está inspirado en aquella famosa frase de Feuerbach, en la que dice «no es Dios quien ha hecho al hombre, sino el hombre a Dios», trae consigo no sólo la necesidad de la abolición de la religión, sino del propio Estado, y de una sociedad que es sustentada por ella3. Pero para descartar a Dios “del ser humano”, es preciso arrojarlo de la Historia; y para ello es preciso fundamentar un materialismo histórico. Marx formuló del siguiente modo la tesis de la que parte el materialismo histórico: «No es la conciencia de Ios hombres la que determina su ser, sino que, a la inversa, es su ser social el que determina su conciencia4 [...] y el ser social es la vida material de la sociedad [...]. A, la vida material de la sociedad le es propia, sobre todo, la actividad laboral del hombre, orientada [...] a la producción de los objetos y los bienes de primera necesidad5. Los medios de producción [...], con cuya ayuda se crean los bienes materiales, y los hombres que realizan el proceso de producción, constituyen las fuerzas de producción de la sociedad»6. Según un manual del materialismo histórico acreditado en el sector soviético, la finalidad de esta doctrina «es la investigación de las leyes que determinan la evolución de la sociedad humana»7. Queda claro en Marx y Engels, que son los hombres mismos los creadores de su historia, no existen, para ellos, fuerzas misteriosas sobrenaturales de ningún tipo8. Por otra parte, el materialismo histórico está inseparablemente unido al materialismo dialéctico, y no es conciliable con ninguna otra filosofía, ya que para Marx el trabajo es el proceso dialéctico por el que el hombre se autoproduce. Producir significa que el hombre enajena sus fuerzas esenciales, convirtiéndolas en objeto, en el producto de su trabajo, produciendo de este modo su propia vida9. 1 2 3 4 5 6 7 8 9

Tesis 11 sobre Feuerbach, pág.150, Filosofía 4. Marxismo y Democracia. Mew. Tomo 3, pág. 7. Marx, Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, Wertre I, Berlín, 1958, págs. 378-391. En un próximo artículo se tratará el problema de la religión en Marx. Mew., t. 13, pág. 9 (Mew = Marx-Engel: Wertre, Berlín Oeste, 1956). Osnovy, Ibid., pág. 139. Ibid., pág. 132. Ibid., pág. 137. Manuscritos: Mega, 1932, 1ª, t.3, pág. 122.

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Sólo la supresión de la propiedad privada, por medio de la revolución del proletariado y de la instauración del comunismo, significará la supresión de la autoalienación humana y la apropiación real de la esencia del hombre por el hombre. De todo ello y de la unión inseparable del hombre a la naturaleza, deducimos no sólo el concepto «materialismo», sino que, además, nos aclara lo que significa para Marx «dialéctica»: el proceso de una autorrealización por medio de la autoalienación y de la supresión de esa alienación. En esta concepción de materialismo dialéctico se encuentran ideas fundamentales y decisivas de la posterior concepción materialista de la historia: «la actividad económica, concebida como expresión esencial de la vida humana, que condiciona todas las restantes manifestaciones de su vida, la historia concebida como proceso dialéctico...»10. El que estemos hablando de materialismo, de dialéctica y de historia, es ni más ni menos un método que propone Marx, influido en mayor o menor medida por filosofías anteriores, en oposición a una filosofía más o menos teísta. «Con la expresión materialismo, se designa un conjunto de doctrinas sobre la esencia de la realidad cognoscible, según las cuales la materia es la realidad fundamental o verdadera, y todo lo inmaterial o no existe en general, o puede reducirse, de un modo o de otro, a la materia en cuanto a algo secundario o dependiente»11. La dialéctica, método por el cual se llegaba al conocimiento de las cosas, era un diálogo que se mantenía confrontando, en el curso de una discusión, tesis e ideas contradictorias. Según el sentido actual marxista «se trata de descubrir las contradicciones en la realidad, a través de una investigación precisa ...»12, sin olvidar, por ello, la acepción primera. Cuando tanto el materialismo y la dialéctica se aplican como método al estudio del hombre y sus relaciones con los demás, se produce una concepción materialista de la historia. En efecto, la filosofía de la historia de Hegel, rigurosamente determinista, y el materialismo de Feuerbach tienen una evidente conexión con la axiomática del materialismo histórico. Por otra parte, la hipótesis, decisiva más tarde para el materialismo histórico, según la cual la determinación estricta de la historia de la humanidad está, en principio, determinada casualmente por la actividad humana económica y de producción material, es expresada antes de Marx por Schlözer, Adelung, Möser, Fourier y Saint Simon13. Los críticos sociales anteriores a Marx observan que el hombre está alienado, es decir, despojado de sus posibilidades racionales. Pero observan también que la racionalidad del mundo le proporciona al hombre un destino mejor. De este modo, la historia se convierte en un proceso progresivo dentro de un marco de relaciones económicas14, en el que los pobres tienen que luchar por una participación justa. De ahí que para Marx la historia de la sociedad humana se convierta en una historia de lucha de clases. El materialismo histórico es un método señalando el camino hacia el futuro15. De acuerdo con un teorema del materialismo histórico, la clase última es el proletariado y éste desaparecerá en la sociedad sin clases. A lo largo de la historia, el proletariado adquiere un autoconocimiento de su situación; por eso sus acciones están dirigidas metódicamente por la comprensión del curso de la historia y determinadas, por tanto, por el contenido teórico del materialismo histórico. Para lograr toda esto, es necesario una crítica despiadada de todo lo existente16.

10 Marxismo y Democracia. 11 Ibid., pág. 110. 12 HENRI LEFEBVRE, Síntesis

Filosofía 4. Ediciones Río Duero, Madrid, 1975, pág. 127.

del pensamiento de Marx, Editorial Nova Terra, Barcelona, 1971, págs. 83-84. 13 Marxismo y Democracia, op. cit., pág. 149. 14 Ibid., pág. 149. 15 Así opinan: Engels, en una carta a Werner Sombart del 11/03/1895. Marxismo y Democracia, op. cit., pág. 151. K. KAUTSKY, ibid anterior. 16 Mew., t. 1, pág. 344.

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Para el materialismo histórico, la moral, la religión, la metafísica, no tienen una historia independiente, pues la única historia es la del hombre, es decir, la de los hombres en el conjunto de sus relaciones17. «Pero lo cierto es que la Historia no hace nada, no quiere nada, lo admite todo; lo cierto es que el hombre es el que hace, vive, quiere, combate. No es la “Historia” la que utiliza a los hombres como una providencia para sus fines. La Historia no es nada más que el hombre que persigue sus propios objetivos, es decir, los hombres, los individuos en sus relaciones”18. ¿Qué son los hechos históricos según el materialismo histórico? Son relaciones. ¿Qué relaciones? Las relaciones históricas son relaciones sociales, las relaciones de los individuos en su actividad viva19. El primer hecho histórico, según Marx, es la producción de los medios que permiten satisfacer las necesidades de la vida material, «[...] esto es verdaderamente un hecho histórico además de una condición fundamental de toda la historia, que debe cumplirse hoy como hace miles de años, en todos los momentos del día, simplemente para que los hombres puedan seguir viviendo»20. En una palabra, para poder hacer historia es preciso que los hombres puedan vivir, satisfacer sus necesidades elementales. Resumiendo este apartado, diremos que el marxismo nos presenta una concepción materialista de la historia. Esto significa: 1º.- Una concepción determinante de la Historia. Todo está determinado en función de una realización feliz del hombre cuando se suspende la propiedad privada, cuando se le dan al hombre posibilidades para autorealizarse como persona. Cuando se le ofrece lo necesario para vivir. Esto necesario para vivir está limitado a aspectos materiales, no a morales ni mucho menos espirituales. Aunque el marxismo se haya visto obligado a producir una cierta «filosofía de la vida». 2°.- Una concepción materialista del mundo y del hombre. El hombre está relacionado íntimamente con la naturaleza, y ésta con aquél, inseparablemente, y en continuo movimiento. De ahí que, como nos dice el marxista Lefebvre, al omitir las relaciones reales de las cosas, las sustituirá por explicaciones imaginarias21. «El método marxista propone al pensamiento humano la tarea más difícil, ante la cual siempre habrá fracasado anteriormente: comprender el movimiento de las cosas, es decir, comprender las cosas en movimiento, comprender las relaciones de las realidades, evitando la ruptura y la deformación de estas relaciones, es decir, comprendiendo estas relaciones en sus contradicciones»22. 3º.- La dialéctica es el método propuesto para investigar esas relaciones y contradicciones que se producen en la vida humana.

17 HENRI LEFEBVRE, op. cit., pág. 52. 18 Ibid, pág. 153. 19 Ibid. 20 Marx-Engels, Sagrada Familia, pág. 165. 21 Henri Lefebvre nos dirá que puede considerar

separadamente el mar, el continente, el calle y el río y olvidar que cada uno de estos elementos existe gracias al otro, y exclamar: ¡Qué grande es la Providencia! Pero, según él, de ahí viene el error: considerar separadamente los aspectos o elementos de un todo, prescindir de las contradicciones que operan en este todo y que determinan su movimiento. HENRI LEFEBVRE, op. cit., pág. 83. 22 Ibid.

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II. OBSERVACIONES CRÍTICAS A. ASPECTOS POSITIVOS En principio, sin pretender justificar a Marx en ningún punto (entre otras cosas porque no lo necesita), hemos de reconocer tres elementos que esencialmente se desprenden de su concepción materialista de la historia: 1º.- Su análisis agudo, incluso certero y honesto, de una situación amarga del hombre, del trabajador. No había ninguna voz suficientemente potente que pudiera permitir un cambio social. El cristianismo, en contradicción con lo que su fundador dijera, era indiferente y contemporizador, lo que permitió a Marx crear una crítica de las más geniales, humanamente hablando, de la religión. Marx no podía comprender, ni se lo podemos exigir, que esta situación era fruto de un cristianismo apóstata, un cristianismo que vendía la honra de Cristo al mejor postor, que había estado fornicando y continuaba haciéndolo con los gobernantes de este mundo, despreocupándose de las más elementales necesidades del ser humano, tanto materiales como espirituales. Marx, al analizar la historia, no puede descubrir más que dos cosas: Una, que la propiedad privada produce conflictos en varios seres humanos, que desprovistos de lo necesario, anhelan poseer. Dos, que la religión, a lo largo de la historia, la que aparentemente ha existido, no ha solucionado esos conflictos, sino que los ha agrandado y provocado. 2º.- El marxismo pone crudamente en la superficie un pseudo-espiritualismo que ha pretendido justificar a lo largo de la historia este desorden, esta situación injusta. Lo que genera, como contrapartida, un materialismo a ultranza. 3°.- La de recordar que la historia es la historia de unos hombres con necesidades materiales, y que estas necesidades materiales eran las que hacían que unos, con la religión, se aprovechasen y explotasen y otros se consolasen. B. ASPECTOS NEGATIVOS Estos aspectos los vamos a tratar desde dos perspectiva: una, teniendo en cuenta los propios postulados marxistas; la otra, teniendo en cuenta nuestra propia concepción de la historia basada en la Biblia como Palabra de Dios. En principio, hay que conceder que los filósofos marxistas se hallan en una situación difícil, en cuanto tienen que unir la afirmación de que no existe ninguna realidad que no dependa radicalmente de la materia, con la tesis de que entre la materia y la conciencia hay una diferencia esencial. Esta tesis nos conduce a la afirmación de que la materia es capaz de originar cualidades que no son materiales, para lo cual lo no material tiene en este caso que significar algo más que «no idéntico a la materia». Por otra parte, siguiendo el método propuesto por el marxista Henri Lefebvre de que «hemos de comprender las relaciones de las realidades, evitando la “ruptura”, y la deformación de estas relaciones», ¿con qué relaciono la existencia pensante del hombre? Porque si bien un valle me hace suponer la existencia de un río, ¿qué existencia me hace suponer la existencia pensante del hombre? ¿Qué existe en la naturaleza o en el universo que se pueda relacionar con el pensamiento? En un sentido ontológico, el materialismo marxista acepta ciertos campos de la realidad como superiores (por ejemplo: la vida y el hombre). Cómo es posible, sin embargo, que una realidad superior proceda de una realidad inferior, es un problema que tiene que demostrarlo la dialéctica. No obstante, esta dialéctica no justifica filosóficamente con profundidad su postura materialista. Al afirmar categóricamente que en el mundo no existen -«y no pueden existir»- más que formas diferentes de materia en movimiento, el materialismo dialéctico arroja sobre sí el pe-

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so de tener que demostrarlo, lo cual nos parece imposible. Por otra parte, el materialismo dialéctico se aferra a la eternidad de la materia, lo cual, aun pudiéndose basar en ciertos aspectos en la ciencia, se revela como un sistema apriorístico, que hace ciertas afirmaciones fundamentales basadas no en una justificación racional, sino en un prejuicio voluntarista. Decimos con Wetter que «el defecto fundamental de la doctrina del materialismo dialéctico sobre la dialéctica, está en que, por una parte, se rechaza el principio hegeliano de la identidad entre el pensamiento y el ser, aunque, por otra parte, se aceptan diversas concepciones hegelianas en problemas concretos que sólo tendrían un sentido en virtud de ese principio de identidad»23. Marx goza inventando frases que por sí solas explican toda una filosofía de protesta hacia un mundo constituido: «La idea de Dios existe mientras el mundo esté invertido». Pero esta frase, como otras que quizás veamos, son aceptables por cuanto se rebelan contra una línea de pensamiento que oprimía y asfixiaba y no ofrecía soluciones a la angustia y necesidades humanas. Pero esa frase, como tantas otras, no prueba ni demuestra nada. Nosotros también podríamos decir la frase de otra manera: Por cuanto el mundo sigue estando invertido, por cuanto en el mundo, tanto en el socialista como el capitalista, sigue reinando la injusticia social, Dios sigue existiendo. Marx formuló también aquella citada frase de la que parte el materialismo histórico: «No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino que es su ser social el que determina su conciencia». Nosotros la entendemos mejor de esta otra manera: Por cuanto para ser un ser social es preciso saber a dónde se dirige tu persona, cuáles son los objetivos de tu ser, cómo lograr tu realización, se necesita, en primer lugar, tomar conciencia libre y voluntariamente de cuáles han de ser tus primeros pasos para alcanzar ese objetivo último de ser social. Ser un ser social no viene dado por el nacimiento, sino que es preciso activar el pensamiento y darte cuenta de tu situación en el mundo, como persona y en relación con los demás. Limitar la existencia del hombre a una actividad productora, a una lucha por obtener «lo necesario para vivir», y concretar que eso necesario para vivir supone una vida sin propiedad privada, en la que el individuo pueda satisfacer su materialismo, es ignorar la existencia de la maldad en el hombre, su ambición y egoísmo. ¿No hay nada más fuera de todo esto? ¿Es él trabajo, la producción, la supresión del Estado, el comunismo lo único y verdadero? ¿Cómo explicar el alcoholismo en Rusia, la rebelión de trabajadores en los propios países comunistas, el terrorismo y la ambición por el poder? ¿Cómo explicar la masa de descontentos entre los intelectuales y la clase trabajadora? ¿Cómo explicar la existencia de la clase burocrática en esos países socialistas, de esos que pueden comprarse un traje equivalente al sueldo de varios meses de un trabajador? ¿Cómo es que la religión y el Estado siguen existiendo en Rusia? ¿Qué falla en todo esto? ¿No será que la historia no es simplemente una lucha de clases? ¿No habrá que descubrir en la evolución de la sociedad algo exterior a la voluntad de los hombres? Pensar que las invasiones de la Alemania de Hitler pueden ser incluidas en aquella expresión de Engels que, inspirado por Marx, escribía categóricamente «todas las luchas históricas, ya se desarrollen en el terreno político, en el religioso, en el filosófico o en otro terreno ideológico cualquiera, no son en realidad sino la expresión más o menos clara de luchas entre clases sociales”24, es querer ignorar la verdadera marcha de la historia y desconocer el corazón humano. Querer incluir las invasiones colonialistas del siglo XIX y XX en esa concepción de Marx, y quererla comparar con la rebelión de los campesinos del tiempo de Lutero, o con la de Espartaco del tiempo de los Césares, o con el 18 Brumario de Luis Bonaparte, o con cualquier lucha que el proletariado ha sostenido, es querer ocultar un hecho trascendental: Que hay una fuerza por encima de la voluntad humana. 23 24

Marxismo y Democracia, op. cit., pág. 140. KARL MARX, El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Ediciones Ariel, Barcelona, 1968, pág. 10 (pertenece al prólogo de la 3ª edición alemana, escrito por Engels).

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Nosotros, los que hemos experimentado el poder de la Palabra, a los que la Palabra nos ha confirmado la existencia de un Padre celestial, no podemos más que admitir que la historia, por un lado, está determinada por la libertad de los hombres, que en los hombres reside la facultad no sólo de decidir, sino algo mucho más profundo que no reside en lo inanimado o en la naturaleza o en el cosmos, sino sólo en el hombre, que consiste en tributar honor y alabanza a un ser amoroso que nos creó y se nos reveló. La Palabra también me habla de una lucha, de una lucha que ni es la que refleja la mitología griega o inca, ni la de un dualismo que enfrenta el Bien con el Mal, ni la que propugna Marx en su ideario, sino más bien la lucha entra la libertad y el amor, por un lado y, por otro, el de la criatura que se rebela como fruto de esa libertad y amor. La Palabra me dice que el problema de esa rebelión consistió en querer independizarse de Dios, y que ese problema ha sido trasladado a nuestro mundo, y que la vuelta a la normalidad, la superación de una sociedad sin clases, la implantación de un comunismo no se realizará mientras no nos volvamos a ese Dios. Por otra parte, la Palabra me asegura, y lo compruebo por la historia ya realizada, el principio, el desarrollo y el final de la historia humana. La Palabra hecha letra me explica la marcha y el comportamiento de las naciones. Me explica la oposición de esas naciones respecto al reino de Dios y me ofrece suficientes evidencias de las auténticas causas de la existencia de la historia tal y como la hemos conocido. No sólo esto, sino que, como trataremos de comprobar en artículos sucesivos, esa Palabra me expresa lo que en estos momentos se está gestando: la implantación de una dictadura de ámbito universal. Por último, la Palabra me presenta como prueba irrefutable de que la Historia humana no es simplemente humana, la venida histórica del Hijo de Dios. Él nos explicó el origen y el final de la tragedia humana.

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FORUM ESCAPA AL MONTE Jorge Pamplona

Lot está indeciso. Está convencido de que Dios va a destruir su ciudad, pero le duele dejar sus comodidades. Se hace el remolón: ¿Quién sabe (pensaría) si a última hora Dios cambia de idea, o si por un milagro permite que me salve sin tener que abandonar mi confortable casa? Después de todo, la cosa no es para tanto, y es posible que la gente cambie y todo se arregle. Los ángeles que hospeda tienen que sacarle de la cama y, hasta el último momento, duda. Dice el texto: «Y deteniéndose él, los varones le asieron de su mano y le sacaron fuera de la ciudad.» Y es ya fuera de la ciudad donde recibe las instrucciones para su rescate: «Escapa por tu vida, no mires tras de ti ni pares en toda esta llanura. Escapa al monte, no sea que perezcas» (Gen. 19: 16,17). Pero Lot sigue dudando, y esta vez de él mismo. Les dice a los ángeles que él no puede escapar al monte; que él huirá de Sodoma, pero que quisiera ir a otra ciudad de la llanura, aunque sea más pequeña. Así es como se dirige a Zoar, donde llega poco después de la salida del sol. Y Zoar, que debía ser destruida también junto con las otras ciudades de la llanura, no lo es, como prueba de la paciencia y condescendencia que Dios tiene con él. LOS RÍOS TAMBIÉN PIERDEN SU BRAVURA AL LLEGAR AL LLANO ¿Por qué no quiere Lot ir al monte? Él pone como excusa: «No sea que me alcance el mal y muera» (Gen. 19:19). Da a entender que no le dará tiempo a escapar suficientemente lejos como para no ser quemado. Pero él sabe que Dios quiere salvarle y que, si le ha ordenado «escapa al monte» es porque no hará llover el fuego y azufre hasta que no se encuentre a salvo. Más bien da la impresión de que Lot no quiere ir al monte porque le tiene miedo. Recuerda ya con dificultad lo que aprendió en los años que pasó con Abraham pastoreando. Le asusta tener que dormir al raso, o tener que andar varios días sin encontrar agua; pasar frío o no hallar qué comer. Sí, los años que ha pasado en la ciudad le han debilitado. Y, sin embargo, parece que aún conserva algunas de las buenas costumbres de los hombres de la montaña. Cuando la tarde anterior está sentado a las puertas de Sodoma y ve llegar a dos hombres desconocidos, no duda en ofrecerles un lavado de pies, comida y techo (Gen. 19:1-3). Esta hospitalidad, que aprendió con Abraham en sus años de andadura por las montañas, le valió su salvación. Sus huéspedes eran, sin él saberlo, ángeles. Lot no está preparado para escapar al monte, aunque le cuesta reconocerlo y se inventa una excusa. Tampoco está preparada su mujer, sobre todo en lo que a actitud mental se refiere. Le duele dejar esa vida tan agradable. Piensa que la están tratando muy duramente, que exageran. ¡Qué pesimista es esta gente! Es una típica habitante de la ciudad. Su mente y su corazón están invertidos allí. Y allí se quedó. Lot se queda en Zoar. Dios no la destruye para complacerle en su ruego de seguir viviendo en una ciudad del valle (según The Seventh Day Adventist Bible Comentary, tomo I, pág. 335, las únicas ruinas encontradas por los arqueólogos en la llanura de Sodoma parecen corresponderse con el asentamiento de esta ciudad), Pera algún tiempo después, Lot reflexiona y se prepara para asentarse en el monte. Dice en Genésis 19:30: «Tuvo miedo de quedar en Zoar, y se alojó, en una cueva él y sus dos hijas.»

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NUEVAS AMENAZAS SOBRE LA CIUDAD Hemos oído hablar muchas veces de la similitud existente entre los tiempos de Noé y Lot y los nuestros. Jesús mismo lo advirtió hablando de la destrucción de Sodoma: «Como esto será el día en que el hijo del hombre se manifestará» (Luc. 17:30). E insiste: «Acordaos de la mujer de Lot» (Luc. 17:32). Con los pocos datos sobre la vida de Sodoma que nos ofrece el relato del Génesis, podemos llegar a una aproximación de cuál era su situación social: violencia absurda, degradación del sexo y holganza. Y como dijo Jesús (Mateo, cap. 24) es la misma que se nos presenta hoy en nuestras ciudades. Pero además, nuevos elementos amenazan hoy nuestra civilización urbana. El creciente deseo de confort y comodidad (desplazamiento en medios de transporte que no nos cuesten esfuerzo, calefacción, electricidad, gas, etc.) y el incontrolado progreso industrial y económico de los últimos años, que trata de saciar el consumismo compulsivo del habitante del asfalto, han traído dos consecuencias nefastas para el equilibrio de nuestro ecosistema: 1ª.- Nos comemos la vaca. Ha hecho que tengamos que emplear a fondo todas las reservas naturales y energéticas del planeta (madera, carbón, petróleo, gas, uranio) sin dar tiempo a que éstas se regeneren. De forma que estamos viviendo del capital; con las rentas no tenemos suficiente para mantener un nivel constante de desarrollo. Nos estamos comiendo la vaca. 2ª.- Más que ayer y menos que mañana. A la energía y materias primas derrochadas para nuestro confort y a la gran producción industrial, les sigue como una sombra un sinfín de subproductos y residuos, muy tóxicos algunos, pero todos ellos nocivos para el delicado equilibrio que los seres vivos deben mantener con su medio ambiente. Estos residuos de las cosas que el hombre fabrica, usa y desecha aumentan en cantidad porque la población aumenta, y porque hay una ansiedad creciente por superar el estatus de vida, es decir, por vivir más comodonamente. Se fabrica más, se consume más y se desecha más. El comité sobre contaminación de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos advirtió ya en 1966: «Conforme la tierra se puebla más y más, no quedan ya lugares para desechar: El cubo de basura de unos, ocupa el espacio vital de otros». Esta alteración desfavorable que el hombre ha causado en su medio vital, además de afectar directamente a su salud, hace que la agricultura y ganadería se vuelvan perezosas para entregar sus frutos y poco resistentes a las plagas y enfermedades. Aquí, la técnica se encargará de cerrar el círculo vicioso: abonos químicos, herbicidas, plaguicidas y piensos compuestos tratan de apuntalar esta precaria estructura ecológica, consiguiendo desestabilizar aún más el orden natural previsto por el Creador. CASTILLOS DE ARENA Asi, agotamiento de las reservas de energía y degradación del medio vital, son a mi juicio las nuevas amenazas para el hombre de la ciudad, que se añaden a las ya existentes en tiempos de Lot. ¿Y por qué digo para el hombre de la ciudad? La nueva situación afecta a todo el planeta, pero se torna más grave en sus puntos flacos: las urbes. En ellas, la gran especialización de funciones hace que las necesidades públicas estén centralizadas y controladas por unos pocos. Esto ocurre con el agua, el gas, los alimentos, la electricidad, las comunicaciones y el largo etcétera de las necesidades que nos hemos creado. Un pequeño altercado puede afectar a gran cantidad de gente, y no tenemos opción a elegir el ser o no afectados. Contaminación de ríos que dan de beber a millones de seres, cortes de luz como el de New York o explosiones en postes de tendido eléctrico como en España, pueden hacernos imaginar lo vulnerable que resulta la gran urbe. Es tan vistosa y frágil como un castillo de arena, tan dependiente como un niño. Esta sensación de inseguridad, de no

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poder elegir, de no ser dueño del propio destino, vivida por el hombre de la ciudad, le hace hostil e insolidario con los otros, y deteriora las relaciones sociales, convirtiéndole en el temido lobo humano. La alteración del equilibrio ecológico repercute también, desfavorablemente, sobre el equilibrio psicológico y social. DE LOS MONTES VENDRÁ MI SOCORRO El salmista sabía muy bien lo que decía. En la naturaleza volvemos a ser nosotros mismos. El hombre descubre allí su individualidad y su cuerpo, su fuerza, su miedo y también su valor. Decidir, conseguir algo por su propio esfuerzo: una cumbre, un largo recorrido, hacer su comida, llevar su carga. Fortaleza, coraje, incomodidad, contemplación de lo bello, de lo grande y de lo pequeño. Gusto por lo natural y afán de aventura. Soledad y amistad. Acercamiento al Creador. Ésa es la montaña. SOBREVIVE EL AUDAZ, NO EL FUERTE Pero en la montaña no todo es bonito y sencillo. Hay que ser dueños de un cuerpo y un espíritu fuertes. Hay que estar entrenados y conocer muchas técnicas y métodos. Porque la fuerza por sí sola no sobrevive: necesita de la audacia y de los conocimientos. Como alguien dijo: «El que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada». Así pensamos los que asistimos al campamento JMV de supervivencia en julio de este año. ¡Magnifica la oportunidad para entrenarnos! Dos días solos en el monte, sin comida ni techo. Supimos en nuestra carne lo que es el hambre y la soledad. Conocimos nuestro miedo, nuestro valor y nuestras posibilidades. No es una simple aventurilla, no. El pastor Martorell nos hizo sentir muy bien a los cincuenta jóvenes que allí fuimos, que la P.T.F.1 empieza desde ahora mismo. LA SOLUCIÓN ESTÁ EN CADA UNO: VIVIR ECOLÓGICAMENTE No se trata de una visión romántica de “vuelta a la tierra”. Ni de ir a vivir como un ermitaño. Es buscar la estabilidad antes que el desarrollo. Trabajamos para conseguir dinero con el que pagar a otras personas para que nos mantengan vivos y confortables. En vez de esto, optemos por nuestra autonomía, trabajemos para nuestra supervivencia. Seamos menos comodones; llegará el tiempo en que se hará imprescindible. En un medio rural es técnicamente posible realizarlo. Hay libros escritos sobre ello y muchos que ya lo están consiguiendo en Europa y en U.S.A. Tampoco se trata de vivir en una caverna renunciando a todas las comodidades. Se trata de obtener energía no contaminante (por ejemplo, del viento y del sol), de utilizar los residuos, de ser autónomo en cuanto a energía y alimentos, de vivir más naturalmente. Así se consigue sobre vivir y no ser una carga para el planeta. No se puede ya pensar aquello de que «para lo que me queda de estar en el convento, me cago dentro». ¿ESTOY BUSCANDO YO UNA EXCUSA COMO LOT? Como Iglesia, hemos hecho mucho hincapié en la preparación moral y espiritual para el tiempo del fin. Y quizá hemos dejado de lado la preparación física, pensando que todavía hay tiempo, que Dios nos sostendrá. Pero ¿es que cuando lleguen los tiempos de angustia, de hambre y de calamidades, Dios nos va a poner en una urna de cristal para que estemos a salvo? ¿Es que nos va a mandar el maná todos los días? ¿Es que nos van a asir de la mano los ángeles para salir de la ciudad, como le asieron a Lot?

1 P.T.F.:

Preparación para el tiempo del fin. Era el lema del campamento.

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Dios ayuda sólo al que se ha preparado según sus enseñanzas. Ayudó a Noé, pero a éste le costó muchos años y esfuerzos el construir el arca. El fin del mundo es ya incuestionable, y es tarde para dudar. Pero aún estamos a tiempo para prepararnos, para construir nuestra arca. DADNOS DE VUESTRO ACEITE Dios nos advierte una y otra vez: «entonces los que están en Judea, huyan a los montes» (Mat. 24:16). «Huid de las ciudades» dice el espíritu de profecía. «Escapa al monte». Nos da tiempo y oportunidades para que nos preparemos para sobrevivir. Pero cuando llegue la crisis, no habrán enchufes ni proteccionismos. No nos confiemos esperando el milagro. El Justo vivirá por su fe. Cada cual debe ir a buscar el aceite que necesite para su lámpara. Y a tiempo.

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MESA REDONDA: ANÁLISIS

Por primera vez en España se realiza una auténtica simbiosis entre el cuerpo pastoral de nuestra iglesia y varios de nuestros asociados (graduados en Medicina, fisioterapeutas, jóvenes en último curso de Medicina, etc.) al llevar a cabo una campaña de evangelización mixta, es decir, de doble vertiente: una pro-salud y otra espiritual. Creemos muy interesante la experiencia; en primer lugar, porque el trabajo que realizaron todos cuantos colaboraron en la campaña, al formar dos equipos muy compactos y bien compenetrados, fue una verdadera oda a la unidad. Y, en segundo lugar, porque apreciamos sinceramente la búsqueda de formas nuevas de propagación del mensaje y, también, a los hombres y mujeres que están dispuestos a llevarlas a cabo. AULA7 quiere dejar registrada esta actividad misionera en la que han intervenido compañeros muy conocidos y estimados por todos, invitando a asistir a una mesa redonda celebrada en nuestra redacción a todos cuantos actuaron como oradores. Ésta fue nuestra charla. AULA 7: ¿Cuál fue la idea que les llevó a organizar este ciclo? PASTOR CODEJÓN: En primer lugar, hacer un trabajo de equipo entre los seis pastores del distrito y no de forma piramidal. Yo, personalmente, creo que se ha conseguido el espíritu cooperativo. A7: ¿Por qué el título? P.C.: Fue una trasnochada porque en inglés tenía otro título... A7: ¿Entonces había antecedentes? P.C.: Es una serie americana ‘Century XXI better live’ (Mejor vida para el siglo XXI) con 21 temas de salud, combinados con doctrinales, de los que escogimos 14. La serie nos gustó, pero el título no, y el elegido fue una: evolución del utilizado el año anterior: ‘Una nueva forma de vivir’. A7: ¿A quién iba dirigida la campaña? ¿A público procedente de contactos personales, de la publicidad en radio o prensa, de la publicidad con folletos o carteles...? P.C.: A público que no nos conociese de nada, pues pensábamos que con el equipo conseguido, con la aportación de especialistas (en medicina, nutrición, etc.), podríamos suscitar la atención al presentar temas que interesan mucho hoy. A7: ¿Qué imagen se quería dar? P.C.: Que nos preocupamos de la humanidad, no sólo de su vida espiritual, sino también de su vida física y mental: el ser total. A7: Este planteamiento ¿es abiertamente así, o de lo que se trata en realidad es de que vengan a escuchar la exposición religiosa atraídos por los temas no religiosos? ¿Es desinteresado el tratamiento de los aspectos médicos, nutricionales, sociales? P.C.: Un pastor siempre piensa en la salvación de las personas, pero de antemano no nos hemos preocupado de los resultados ni hemos trabajado bajo la presión de un blanco de bautismos; no hubiésemos trabajado así. Era una posición común y creímos que, aunque sólo hubiese sido por proporcionar una mejor forma de vivir, el ciclo valía la pena. Los resultados no son nuestros: uno planta, otro siega y Dios da el crecimiento. Yo no puedo convertir a nadie, pero puedo sembrar. El plan en sí sigue el consejo de la Sra. White, de que la obra médica es el brazo derecho de la Iglesia Yo creo que hasta ahora hemos tenido mucha cabeza pero no hemos tenido brazos. JOSÉ MANUEL PRAT: Encuentro desafortunada la expresión “desinteresado”, pues es muy difícil concretar si es interesado o desinteresado hacer un favor espiritual o material a una persona. A7: Pero es que a veces da la impresión de que estos temas se tratan como “gancho” y lo cierto es que nuestro interés por la persona en su conjunto es una realidad profunda en nuestra ideología.

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J.M.P.: En el ciclo no se escondía nada, pues cada parte tenía su lugar en el programa. P.C.: No se ha ocultado nada, pues se ha hecho en nuestros templos y en la publicidad no se omitían referencias a la iglesia. PERE LLORCA: Nadie ha engañado, porque empezando por el título, que yo no he sabido nunca qué quería decir, se daba idea de que la reunión sería un poco de todo, aunque “oliese” más a religión. A7: ¿Cuál es la reacción de una persona que asiste a la reunión, ante el doble enfoque de la misma? J.M.P.: No se ha planteado ni como un acto religioso, ni como una cosa de tipo salutífero. Se ha presentado como un conjunto de normas para mejorar la vida, tanto desde un punto de vista físico como espiritual. P.C.: La persona que viene para escuchar doctrina profunda no la ha recibido, ya que, por ejemplo, temas como el sábado se han presentado con mucha “elegancia”, sin citas del Antiguo Testamento o del Nuevo y hablando de Jesús creador, Jesús sanador en sábado, etc. Si se quiere profundizar ha de ser en otra ocasión. Se trata de que vean la filosofía adventista de preocupación por el ser total y que se interesen en profundizar en el mensaje adventista. J.M.P.: Yo creo que aunque la carga doctrinal no fuese profunda, se planteaba una serié de preguntas interesantísimas que, a quien las escuchaba, le obligaban a profundizar en el tema. P.C.: También incidía sobre la parte doctrinal el factor tiempo, pues al ser la última, añadía al hecho de que tenía que tratar temas propios de una hora o más en quince minutos, el que debía compensar el retraso acumulado, que presionaba sobre orador, tema y público. Se han tenido que traducir del inglés temas que abarcaban 20 ó 30 páginas, y condensar todo ello en fichas para tratarlo en un cuarto de hora, incluyendo ilustraciones con el retroproyector, etc. Todo esto se ha notado y nos ha impedido utilizar ilustraciones propias. A7: Hablemos de las ilustraciones. P.C.: Ya sé que las utilizadas “allá”, “aquí” hacen reír, pero en lugar de criticar vamos a hacerlas nosotros, pues hay personas capacitadas para ello y yo sé que en Barcelona hay bastantes. A7: La iglesia ha “actuado” o ha “apoyado”? P.C..: Yo creo que la iglesia ha “actuado” porque se ha dado cuenta de los talentos valiosísimos que tiene y los ha utilizado y apoyado. Se ha hecho en América y aquí lo hemos hecho también con médicos y no médicos y se ha comprobado que esta simbiosis con el cuerpo pastoral va muy bien. A7: ¿Cuáles son las impresiones de los que habéis colaborado por primera vez en una campaña de este tipo? MARÍA LUISA TORAL: El balance es positivo, según mi opinión, pues ha habido personas que se han, interesado y porque, aunque haya que modificar algo, ha sido un primer paso. En mi intervención he hablado de temas muy problemáticos que son difíciles de tratar desde el punto de vista médico. P.C.: Sólo hay dos temas no propiamente médicos (hipnosis,y nuestro cuerpo como templo del Espíritu Santo) que fueron los tratados por María Luisa y que están al final de la serie, cuando se enfoca la continuación. Posiblemente estos temas estaban más suavemente enlazados con el resto en el plan inicial, pues era más extenso. J.M.P.: Yo creo que ha sido interesante, pues hemos respetado poco del plan original y todos hemos aportado mucho, por lo que ha sido un trabajo de creación, en realidad. Yo no he utilizado las ilustraciones que se me han proporcionado y, de acuerdo con el pastor, hemos cambiado y diseñado temas que no había por dónde cogerlos. ALBERTO DOMINGO: Yo había colaborado con el pastor Lozano en la continuación del ‘Plan de 5 días’ del Palacio de los Congresos, y tengo mal recuerdo pues el poco tiempo del que disponía no me permitió aportar casi nada. Ahora el planteamiento creo que ha sido más proporcionado. Al ver los temas americanos me desilusioné, pero a medida que el ciclo avanzaba lo fui adaptando a mi manera y pienso que mejoró. Creo que los planes

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americanos sirven como idea, pero debemos coger lo bueno y adaptarlo a nuestra mentalidad. P.Ll.: He visto muy interesante la idea de la comisión organizadora de que, al expresarnos como médicos, lo hagamos como médicos adventistas. Mis temas eran eminentemente médicos, pero no he tenido dificultad en hallar una oportunidad de manifestarme como adventista. P.C.: La experiencia de trabajar por primera vez con un equipo tan completo ha sido muy interesante y también lo ha sido el espectáculo de ver trabajar las iglesias con las corales, los desplazamientos, etc. A7: ¿Cómo surgieron los equipos de apoyo? J.M.P.: Se trazó un plan, se señalaron unas personas y de acuerdo con ellas se han ido modificando y adaptando el plan, los horarios, los temas, etc. A7: ¿Qué testimonios habéis podido recoger? J.M.P.: Dar un mensaje de salud basado en una filosofía más amplia es edificante para la gente y para nosotros, porque al rebasar el campo estrictamente espiritual estamos manifestando nuestra auténtica manera de ser. Estas cosas las oímos hoy en otros lugares, pero es con otros propósitos y nosotros lo hacemos desde ha ce mucho tiempo. A.D.: Yo puedo manifestar que ha habido mucho interés y que por nuestra forma de hablar nos juzgaban como vegetarianos, lo que servía como de enlace ideológico con personas asistentes que lo eran. J.M.P.: A veces no nos damos cuenta del valor que tienen consejos que, además de ser importantes internamente, aunque a veces nos parezcan duros, interesan a personas que no comparten nuestra forma de pensar. P.Ll.: Las personas que no nos conocían juzgaban muy diferentemente lo que se les decía en referencia a la reforma pro-salud y temas similares al escucharlos de boca de especialistas. M.L.T.: Presentar estos aspectos de la forma que se hizo, hace que sean aceptados con mayor naturalidad por miembros y visitas, a la vez que aporta argumentos para que, una vez aceptados, se puedan presentar ante extraños sin tener que pasar por “bichos raros” al no poder defenderlos con base científica. A7: ¿Qué cambios introduciríais de cara a una nueva campaña? A.D.: Temas más candentes, tanto desde mi tema de colaboración (el nutricional) como el médico y religioso. A7: ¿Por ejemplo? A.D.: El aborto, el divorcio, el estrés, la neurosis, etc. M.L.T.: Otros temas a tratar, en mi opinión, serían la educación, las relaciones y la comunicación padres-hijos, los problemas matrimoniales, etc. Un cambio fundamental para mí sería ceñir muy estrictamente el programa a un horario que haga que ningún apartado tome tiempo a otro y que se tenga siempre tiempo para dar un mensaje espiritual suficientemente claro como para que una persona que asista una sola vez no marche sin una idea clara que lo estimule; todo ello con una gran puntualidad al inicio y al final. P.C.: Desde mi particular posición, enfocaría el plan de forma que los pastores participantes no tengamos que abandonar la iglesia durante casi 5 meses. En relación con los temas, suprimiría algunos como el cambio del sábado al domingo e introduciría otros como la fe, etc. P.Ll.: Muchos de estos planes fracasan incomprensiblemente por falta de continuidad. Este aspecto me preocupa mucho pues creo que es una pena derrochar esfuerzos. FRANCISCO CHÍA: Creo que deberían aprovecharse más las facilidades de utilizar locales no religiosos que proporcionan más efectividad, sobre todo en lugares donde los templos son pequeños. P.Ll.: Habría que contar con la fatiga de los oradores que no pertenecen al ministerio y que acumulan sobre sus ocupaciones habituales el hacer dos o tres reuniones semanales durante tanto tiempo.

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A.D.: Este problema hace que un mismo tema no se parezca en absoluto entre la primera y la séptima vez que se repite. A7: Y esto¿es positivo o negativo? A.D.: Yo creo que es positivo, pues para mí es mucho más penoso repetir un mismo tema que tratar uno totalmente nuevo. P.Ll.: Pero es muy difícil renovar un tema siete veces. A.D.: Para mí era un proceso de mejora. F.Ch.: ¿Qué relación había entre el primer y el segundo ciclos? P.C.: Era una continuación con temas religiosos más profundos. P.Ll.: Teóricamente, el público tenía que ser el mismo. P.C.: Yo puedo decir que en Guinardó sólo fallaron 6 personas, a pesar del lapsus entre los dos ciclos que yo no pude ocupar en atender a los interesados. A7: Hablemos de resultados. P.C.: Yo tengo aquí 30 tarjetas, de las que he visitado personalmente 26 y les he entregado libros, he iniciado estudios bíblicos y he inscrito en el curso ‘Tesoros de vida. Para mí es muy importante que sea el mismo orador quien haga esta labor de continuidad, pues si se le sustituye se pierde la comunicación orador-oyente y se malogran los esfuerzos. Estas visitas son difíciles de hacer porque toman mucho tiempo de espera, visitas en vano, etc. y su preparación se inicia cuando me sitúo a la puerta de salida del templo y de la forma más discreta posible, intento conseguir la dirección de la persona que nos visita, abrir una ficha con referencias personales, continuar en los saludos una relación de progresiva comunicación, etc. El caso más espectacular es el de una señora que estaba decidida a suicidarse y que oyó el programa ‘Directo’, en el que presentamos en una mesa redonda todo el plan; al terminar el programa llamó y concertamos una entrevista a la que acudí con mi esposa y en la que, después de desahogarse exponiendo su problema, aceptó unos consejos que le permitieron superar la crisis. Éste solo caso justifica, en mi opinión, todo el plan. A7: ¿Podría haber otros enfoques para una campaña similar? P.C.: Yo he sugerido que venga un orador que haga la campaña y así los pastores podríamos dedicarnos a atender las iglesias respectivas. A7: Pero esto es volver al plan antiguo... J.M.P.: Además tiene el inconveniente de que la persona que acude relaciona mensaje y orador y, al marchar éste, es difícil mantener el hilo. M.L.T.: Yo creo que podría solucionarse haciendo un trabajo de colaboración entre el pastor local y el evangelista invitado y tiene la ventaja de que las iglesias colaboran más con un orador de fuera. J.M.P.: Por otro lado, al venir el programa dirigido por una persona determinada, se impide que los que colaboren confeccionen su propio esquema de trabajo y esto creo que es muy importante. Una posible solución sería hacer ciclos compactos en cada iglesia, con espacios intermedios para atender los resultados A7: En cualquier caso, sería importante conservar la idea de equipo, de distrito, etc., con las ventajas de la colaboración interiglesias, etc. ¿Qué otros temas podrían tratarse, además del espiritual? P.Ll.: Uno de los que considero más importantes es el de la educación. El hermano Posse nos comunicaba cómo principios defendidos desde siempre por la iglesia, hoy se aceptan como descubrimientos recientes en la UNESCO. Yo creo que este tema es más fácil y proporcionaría mejores resultados que otros como el del alcoholismo, con los que se obtienen resultados muy discutibles. A.D.: Hay un tema que me preocupa y es que los adventistas tratamos mucho de la alimentación y, en cambio, nos estamos matando por falta de ejercicio. Yo soy un convencido de lo importante que es complementar una buena alimentación con ejercicio físico, y lo practico en mi vida, pero me apena ver la poca mención que hace de ello la Iglesia. A7: Proyectos. P.C.: Todo depende de los cambios que se realicen en el equipo. Muy vagamente se ha hablado de hacer un plan en una zona de Barcelona (Poble Nou) y abrir una iglesia allí. En

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cualquier caso, creo que los futuros proyectos deben programarse con tiempo y entablar un coloquio fructífero entre los que participen. M.L.T.: Creo que debería tenerse muy en cuenta el momento de hacer algo y el mejor es, a mi entender, el primer trimestre del curso, o sea, el último del año. PASTOR JOSÉ LÓPEZ: Hay mucho que pulir, que corregir y que añadir, pero creo que la experiencia ha valido la pena y hay que trabajar en este campo, pues es rico.

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UN MÉTODO PARA ESTUDIAR LA BIBLIA Roberto Badenas

La Biblia, tomada en bloque, resulta un libro de comprensión relativamente fácil, generalmente accesible a cualquier persona medianamente instruida de cualquier cultura. Y esta accesibilidad tan universal no deja de ser una de sus características más sorprendentes. Sin embargo, después de una lectura atenta tenemos que reconocer que no todo en la Biblia es tan fácil de entender. A menudo se nos escapa el sentido de ciertas palabras, expresiones, ideas e incluso pasajes completos. Y esto le ocurre incluso al lector estudioso e iniciado. ¿Por qué? Muchas de las dificultades provienen de la antigüedad de los libros, de la distancia en el tiempo, lengua, cultura, medio de vida y mentalidad que nos separa de los hagiógrafos. Otras dificultades de comprensión derivan de la naturaleza misma de los mensajes y de nuestras deficiencias humanas. Las realidades sobrenaturales no siempre son fácilmente abordables, en la totalidad y profundidad de su alcance, por nuestra mente, poco acostumbrada a la reflexión espiritual y excesivamente habituada al mundo de lo inmediato que nos rodea. Ya el apóstol Pedro decía que «en las Escrituras» hay cosas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen... para su propia perdición1, reconociendo con ello la importancia de un estudio profundo y continuado del texto bíblico. Ellen G. White ve en las mismas dificultades de la Biblia una prueba de su origen sobrenatural: «Las dificultades de la Escritura han sido presentadas por los escépticos como argumentos contra la Biblia; pero lejos de serlo, constituyen una fuerte evidencia de su inspiración divina. Si mencionase de Dios sólo aquello que se pudiese comprender fácilmente, si su grandeza y majestad pudiesen ser comprendidas por las mentes finitas, la Biblia no llevaría las inequívocas credenciales de la autoridad divina. La misma grandeza y el misterio de los temas presentados, deben inspirar la fe en ella como Palabra de Dios.»2 Siendo la Biblia el más precioso documento histórico de la revelación de Dios a los hombres, merece la pena esforzarnos por captar lo mejor posible el sentido de su mensaje y no contentarnos con un acercamiento superficial que, si bien puede ser suficiente para algunos, no debería dejar satisfecho al estudiante adventista. La correcta comprensión de la Biblia determina nuestra correcta comprensión de la verdad divina, y en gran medida nuestra fe. E. G. White es muy clara en este punto: «La enseñanza más valiosa de la Biblia no se obtiene por medio de un estudio ocasional o aislado. La presentación de su gran sistema de verdad no es tal que pueda discernirlo el lector apresurado o descuidado. Muchos de sus tesoros están lejos de la superficie, y sólo pueden ser obtenidos por medio de una investigación diligente y de un esfuerzo continuo. Las verdades que forman el gran todo deben ser buscadas y reunidas “aquí un poco, otro poco allí”».3 Esta necesidad de interpretación es reconocida por Jesucristo mismo. El evangelio de Lucas dice que Jesús “interpretó” (diermeneusen) a los discípulos de Emaús «en todas las escrituras los pasajes que hablaban de él» (Luc. 24:27)4. Nosotros, como ellos y como el 1 2 3 4

2ª. Pedro 3:16. E. G. WHITE, Joyas de los testimonios, vol. 2, págs. 304-305. E. G. WHITE, Educación, pág. 119. Traducción de P. AUSEJO, Ed. Herder.

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etíope evangelizado por Felipe, necesitamos ayuda para «entender lo que leemos»5. Esta ayuda, evidentemente, debe venirnos en primer lugar, del Autor Supremo de las Escrituras. Podemos alcanzar a comprender la Palabra de Dios únicamente por la iluminación de aquel Espíritu por el cual fue dada la Palabra. «Nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios», «porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios». Y la promesa del Salvador a quienes le siguen es: «Cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad; ... porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.» (1ª. Cor. 2:11,10; Juan 16:13,14)6. Sin la dirección del Espíritu Santo estaremos constantemente expuestos a torcer las Escrituras o a interpretarlas mal. «Muchas veces la lectura de la Biblia no reporta provecho, y hasta puede causar un daño positivo. Cuando la Palabra de Dios se abre sin reverencia ni oración; cuando los pensamientos y afectos no están fijos en Dios ni armonizan con su voluntad, el intelecto está enturbiado por la duda; y el escepticismo se fortalece en el mismo estudio de la Biblia. El enemigo rige los pensamientos y sugiere interpretaciones que no son correctas.»7 «Esta luz debe inducirnos a un estudio diligente de las Escrituras, y a un examen muy crítico de las creencias que sostenemos. Dios quiere que se examinen cabal y perseverantemente, con oración y ayuno, las opiniones y los fundamentos de la verdad. Les creyentes no han de confiar en suposiciones e ideas mal definidas de lo que constituye la verdad.»8 Se trata de descubrir lo que el escritor quería comunicarnos, determinar el alcance profundo de sus palabras y hacer accesible el fondo de la verdad bíblica al hombre moderno a través de una correcta comprensión de las formas en que fue transmitida. No deberíamos contentarnos nunca con “no entender” y abandonar el esfuerzo, aun sabiendo que en esta tierra jamás llegaremos a comprenderlo todo. «Cuando los hijos de Dios se sienten cómodos y satisfechos con su ilustración presente, podemos estar seguros que él no los favorece. Es su voluntad que avancen siempre, para recibir la abundante y siempre creciente luz que resplandece para ellos.»9 «El hecho de que no haya controversia ni agitación entre el pueblo de Dios, no debe considerarse como evidencia concluyendo que retienen firmemente la sana doctrina. Hay razones para creer que no disciernen claramente entre el error y la verdad. Cuando no surgen nuevas preguntas por efecto de la investigación de la Escritura, cuando no se levanta ninguna diferencia de opinión que induzca a los hombres a escudriñar la Biblia por su cuenta para asegurarse de que poseen la verdad, habrá muchos, como en los tiempos antiguos, que se aferrarán a la tradición y adorarán lo que no conocen».10 No hemos de olvidar que la Biblia que leemos ha sido traducida de lenguas que responden a estructuras mentales muy diferentes de las nuestras. La mayoría de traductores ha hecho un encomiable trabajo al hacernos accesible el texto sagrado con una fidelidad extraordinaria. Pero todos los que conocen una lengua extranjera saben hasta qué punto es difícil traducir cada palabra o expresión, por la sencilla razón de que no todas tienen equivalencia exacta. Como la barrera principal para la comprensión de los textos la presenta la lengua en que fueron escritos, lo ideal seria poder leerlos en su lengua original, para captar así su senti5 Hechos 8:30-31. 6 E. G. WHITE, Joyas de 7 Ibid., págs. 321-313. 8 Ibid., pág. 309. 9 Ibid., págs. 313-314. 10 Ibid., pág. 312.

los testimonios, vol. 2, pág. 308.

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do pleno. Ésta es la labor de la exégesis, a cuyos servicios debemos acudir cuando queremos resolver problemas específicos de traducción y de interpretación de los originales. Pero sin necesidad de saber griego y hebreo, también podremos mejorar nuestra comprensión de la Biblia aplicando principios básicos de interpretación.11 En este estudio vamos a considerar sólo dos cuestiones de base: 1. La finalidad primordialmente didáctica del texto bíblico, 2. La falta de intención sistemática en su presentación de las doctrinas. 1. CARÁCTER

DIDÁCTICO PRÁCTICO DE LA

BIBLIA

Lo primero que hemos de tener en cuenta al considerar los modos de expresión bíblicos es que corresponden a la mentalidad hebraica y no a la nuestra. Herederos de unas estructuras mentales moldeadas por el pensamiento griego, los occidentales estamos acostumbrados a dar prioridad a la lógica racionalista, especulativa y teórica. Nuestra mente está acostumbrada al raciocinio deductivo, del que es el mejor exponente el silogismo. Sin embargo, el hebreo no razona tanto por deducción como por analogía. Para explicar una cosa, no la analiza en sus partes o aspectos, sino que la compara con otra. La Biblia está llena de comparaciones. Ignora las definiciones: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos” “El reino de los cielos es... semejante a...” Y mil otras comparaciones que están en la mente de todos, y que son las únicas explicaciones que la Biblia nos da acerca de los problemas de nuestra más vital importancia.12 Por ejemplo: Cuando el occidental reflexiona acerca de la naturaleza humana se lanza a análisis filosófico científicos tendentes a resumir en una fórmula el resultado del estudio. La Biblia (por su mentalidad hebraica) no ve mucho sentido en este esfuerzo, porque lo encuentra inútil. Si en ella se pregunta también «¿qué es el hombre?»,13 es solamente con una finalidad práctica, la de ayudarle a comprender su estado y a utilizar su presente en vistas a decidir su porvenir eterno. Al autor inspirado le interesa saber no lo que es el hombre en sí, sino el hombre en situación ante Dios, lo que puede llegar a ser, desde el punto de vista existencial. Y es que, en la mentalidad hebreobíblica la experiencia directa es valorada por encima de la reflexión teórica. El conocimiento no es entendido como una aprehensión intelectual, sino como un contacto, un encuentro, un descubrimiento, una experiencia personal, un convencimiento experimental. Todas las nociones, incluso abstractas, son explicadas por hechos concretos. El mundo de la realidad nunca resulta disminuido por el mundo de las ideas.

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El librito de D. HAMMERLY DUPUY, Guía para estudiar la Biblia, puede ser de ayuda para los principiantes. Una buena intrudcción a la hermenéutica adventista se encontrará en el libro editado por G. M. HYDE y un equipo de profesores bajo los auspicios del Biblical Research Comitee de la Conferencia General, titulado: A Symposium on Biblical Hermeneutics, Washington, 1974. También es de interés material presentado con ocasión del Primer Seminario Bíblico de Collonges, en julio de 1977. 12 Ver ANDRÉ CHOURAQUI, La pensée juive. 13 Salmos 8:4.

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La historia nos es mostrada bajo el punto de vista religioso y moral. Su explicación de los hechos es siempre una referencia a la relación del hombre con Dios. Por eso no debemos juzgar la Biblia con los mismos criterios que aplicaríamos a los actuales libros de historia. El dato en sí mismo no le interesa, pues su finalidad no es transmitir datos, sino enseñanzas. Esta consideración no implica ni mucho menos que los elementos de Historia que la Biblia contiene sean falsos. Son rigurosamente verídicos, como la Arqueología ha mostrado suficientemente, pero su finalidad no es la de darnos a conocer unos hechos o informaciones, sino de enseñarnos algo a partir de esos hechos. Siempre hay una finalidad moral y religiosa subyacente. De aquí que, en la selección de hechos históricos citados por la Biblia, falten muchos que nosotros consideramos “históricamente” muy importantes y, sin embargo, aparecerán relatados con todo detalle algunos muy secundarios, según nuestro modo de ver. Y los hechos nunca son explicados con sus causas e implicaciones sociales, políticas o económicas sino, únicamente, teniendo en cuenta su posible valor moral, ejemplar o educativo dentro del marco de la historia del pueblo de Dios o de la intervención de Dios en la historia. Esto no supone que los hechos hayan sido deformados o falseados, sino simplemente expuestos bajo una óptica que podemos calificar de parcial, moralista y didáctica14. 2. CARÁCTER

NO SISTEMÁTICO DE LOS ESCRITOS BÍBLICOS

La Biblia, siendo la base de nuestra doctrina, es algo muy diferente de un manual de teología sistemática. No hay apenas pasaje que desarrolle sistemáticamente ninguna de nuestras doctrinas, ni siquiera las más fundamentales. De ahí que, para tener todos los datos que la Biblia presenta sobre un punto cualquiera, haya que reunirlos picoteando de entre todos sus libros. La Biblia es un mosaico con lagunas, más que una fotografía. Esta despreocupación por el orden y el sistema nos desconcierta. De ahí que nunca debamos sacar ninguna conclusión, a menos que hayamos recogido todos los datos que la Biblia presente sobre un punto, en diferentes contextos. Este aparente desorden no es más que el resultado del carácter ocasional de las revelaciones bíblicas. Así lo reconoce E. G. White cuando dice: «No hay siempre orden perfecto o aparente unidad en las Escrituras. Los milagros de Cristo no son presentados en orden exacto, sino que son dados así como ocurrieron las circunstancias que demandaron la revelación divina del poder de Cristo. Las verdades de la Biblia son como perlas ocultas. Deben ser buscadas, extraídas mediante esfuerzos concienzudos. Los que tan sólo dan un vistazo a las Escrituras, con un conocimiento superficial que piensan que es muy profundo, hablan de las contradicciones de la Biblia y ponen en duda la autoridad de las Escrituras. Pera aquellos que están en armonía con la verdad y el deber escudriñarán las Escrituras con un corazón preparado para recibir impresiones divinas.» El más claro ejemplo de esta presentación eventual y utilitaria de las doctrinas lo tenemos en las epístolas. La diferencia de contexto explica el enfoque distinto del problema de la fe y las obras, según leamos Santiago o Gálatas.

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El episodio de la muerte de los espías, presentado en el pasaje de Números 14: 36-38 en un estilo muy histórico, es explicado por su valor ejemplar y edificante en 1ª. de Corintios 10:1011. Del mismo modo, explica la midrash talmúdica la mayor parte de los pasajes históricos. Este término hebraico, midrash, significa interpretación. Usado entre los judíos, enfatiza este método hermenéutico, sobre todo la necesidad de alimentar y edificar al pueblo de Dios.

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Los textos que se oponen o parecen presentar ideas contrarias deben ser considerados juntos, y veremos que en realidad simplemente se complementan. Siempre quedarán textos difíciles por resolver. Pero como hemos dicho, en vez de decidir nosotros qué es la verdad entre dos ideas que encontramos divergentes, es más prudente “ponerlas entra paréntesis” hasta descubrir la clave de la solución. Hay que respetar los misterios y las antinomias de la Biblia. Y para terminar, sólo una última advertencia. Hemos de distinguir cuidadosamente entre las verdades reveladas por Dios y las fórmulas de expresión, siempre más o menos imperfectas y provisionales de las que tiene que servirse el hombre para traducir en su lenguaje humano esas verdades. No es lo mismo la doctrina bíblica (elemento objetivo) que nuestra comprensión o formulación de ella (elemento subjetivo). De ahí que haya que usar mucho tacto y prudencia en nuestras conjeturas y conclusiones. Hemos de tenerlas como hipótesis provisionales y estar dispuestos a revisarlas permanentemente. Y no olvidar nunca que el arreglo sistemático de los temas es personal de cada teólogo o iglesia y depende de su punto de vista particular. La Biblia contiene la Palabra de Dios para nosotros. La Teología es el esfuerzo humano para entenderla. El campo de investigación para el estudioso, después de tantos siglos de esfuerzos, sigue siendo infinito. Al que se adentra en él guiado por la mano del divino maestro, le espera una inmejorable recompensa. «Dios desea que el hombre ejercite sus facultades de raciocinio; y el estudio de la Biblia fortalecerá y elevará el intelecto como ningún estudio otro puede hacerlo. Es el mejor ejercicio intelectual y espiritual para la mente humana.»

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BIBLIOGRAFÍA José López

The Biblical Meaning of History SIEGFRIED J. SCHWANTES Pacific Press Publishing Association, Mountain View, California (USA), 1970, 192 págs. «La falta de significado es intolerable a la inteligencia humana. Los más nobles esfuerzos del hombre le impulsan a buscar un sentido de universo y a definir su papel en él» (opus cit. pág. 3). Es en busca de este significado que dirige el autor su obra, partiendo del hecho de que para el cristiano «la religión es la última preocupación del hombre y, por tanto, los acontecimientos deben ser comprensibles desde el punto de vista religioso. Las otra explicaciones pueden ser válidas, pero sólo ésta es vital. Insistir que porque el hombre está inmerso en el fluir de la historia, todos los acontecimientos deben ser explicados desde el punto de vista histórico, es ignorar el hecho de que el hombre es una criatura no sólo del tiempo, sino también de la eternidad» (pág. 5). El autor no ignora que la mayor parte de las historias disponibles en la actualidad han sido construidas con puntos de vista muy diferentes y que, por lo tanto, a los acontecimientos que se tienen por históricos (haría falta valorar si realmente lo fueron), se les ha dado una explicación que refleja la propia filosofía del historiador. Ante este problema, se estudia en tres capítulos, que a nuestro juicio son los mejores y más originales de la obra, la búsqueda de significado en un acontecimiento de valor histórico y su dependencia del punto de vista del historiador; la casualidad y la providencia en la historia, asunto discutido frente a una escuela histórica impregnada de determinismo, consecuencia de las conquistas realizadas por la ciencia en el mundo físico el siglo pasado y muestra cómo las nuevas teorías físicas modernas dejan de nuevo lugar para la intervención divina en la historia. Por último, estudia la relación entre providencia y libertad, y llega a la conclusión clara de que «aunque la Escritura apoya inequívocamente el punto de vista providencia de la historia, no le confiere a nadie el carisma de etiquetar algunos acontecimientos como providenciales y otros no. Podría estar más cerca de la verdad afirmar que la providencia es una influencia silenciosa, compulsiva, que moldea todo el curso de la historia, mejor que sólo una influencia cataclismática u ocasional, que no quiere decir que no sea ambas cosas, solamente que es más fácil ver lo segundo que lo primero» (pág. 29). Y partiendo de la base del Antiguo Testamento y del punto de vista de Pablo ante la historia, en los subsiguientes capítulos analiza la historia que tiene relación con la Escritura, para formular en esta comparación una filosofía cristiana de la historia. Conciso, claro y fruto indudable de una clara convicción personal, nos parece un libro que debe figurar en la biblioteca de todo adventista estudioso de la historia.

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