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TU LECTURA DEL LUNES
El joven que se va de casa quiere estar bien lejos de su padre y se va a un país lejano. ¿A qué se dedicó el joven? (Lo sabrás si lees Lucas 15: 13).
El hijo menor tenía dinero e iba a disfrutarlo. Seguramente se instaló en una ciudad donde se compró una casa lujosa, ropa cara y se dedicó a gastar el dinero en todo lo que le apetecía. Tenía la vida de un príncipe.
El joven era un derrochador. Le gustaba gastar el dinero en caprichos. Enseguida hizo muchos amigos que le acompañaban a todas partes y disfrutaban de su dinero tanto como él.
Pero nada de trabajar. Nada de esforzarse por utilizar el dinero de su padre para conseguir su propio dinero. No compra tierras para cultivarlas, ni un negocio para comerciar. Solo piensa en pasarlo bien sin que nadie le diga qué tiene que hacer. Le gusta vivir sin normas, de fiesta en fiesta.
Pero si gastas el dinero y no haces nada por conseguir más dinero, al final te quedas sin nada. Y es lo que le pasó al joven. Durante un tiempo vivió con toda clase de lujos, pero el dinero se acabó. Y cuando el dinero se acabó, desaparecieron los amigos. Y si ya no era rico, nadie quería ser su amigo.
Para los padres
Recordad a vuestros hijos que a esta parábola se la conoce como la «parábola del hijo pródigo». Pródigo significa generoso, pero en el sentido de despilfarrador, de manirroto. El hijo menor valora tan poco el dinero de su padre que lo derrocha, lo gasta sin sentido. Habladles de la necesidad de gastar el dinero de forma inteligente.
Para los padres
Preguntadles a vuestros hijos cuál creen que es la mayor herencia que les podéis dar. La mejor herencia es una buena educación, porque el dinero se puede acabar, te lo pueden robar, pero si tienes una profesión eso te ayudará en los momentos difíciles a encontrar trabajo. El hijo pródigo lo perdió todo porque solo tenía dinero, pero lo que has aprendido no se puede perder. Estudia ahora que puedes, aunque tengas que hacer un esfuerzo porque eso será de gran ayuda en los momentos difíciles.
Tu Lectura Del Martes
El hijo menor se había gastado todo el dinero de su padre. Seguramente tuvo que ir vendiendo la casa, las joyas y hasta las ropas caras. Pero eso no fue lo peor. ¿Qué ocurrió en la región donde vivía? (Lee Lucas 15: 14)
Un día se encontró sin dinero, sin trabajo, sin amigos, en un país desconocido y con hambre. Todo el dinero que ahora necesitaba lo había malgastado a lo tonto. Comenzó a buscar trabajo, pero ¿cuál era el único trabajo que pudo conseguir? (Léelo en Lucas 15: 15).
¡Qué humillación! No había nada peor para un judío que cuidar cerdos. Para los judíos el cerdo era un animal impuro al que ni siquiera podían tocar. Además, pagaban muy mal. No le llegaba ni siquiera para comer. Pasaba tanta hambre que, cuando llegaba la hora de dar de comer a los cerdos, los ojos se le iban detrás de las algarrobas que les echaba de comer. Pero no se atrevía a comerlas porque si lo hacía lo acusarían de robar comida y lo despedirían. El niño rico se moría de hambre y de vergüenza.
Entonces se acordó de su padre y de su granja. Su padre era un buen jefe. A los trabajadores de casa de su padre nunca les faltaba de nada. Tenían que trabajar duro, sí. Pero siempre los trataba bien, con respeto y siempre podían sentarse a una mesa donde había comida (ver Lucas 15: 17).