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Capítulo II. El límite de lo humano II. El cráneo. La importancia de la morfología
En el hombre actual es la bóveda craneana lo que predomina en una vista superior, pudiendo perderse incluso la visión de los arcos cigomáticos. En los grandes monos son prominentes las crestas formadas por el occipital y los temporales, la cara se ve debido al prognatismo, y los arcos cigomáticos son manifiestos. Los australopitecinos robustos presentan una vista similar a la de los póngidos, aunque con una menor proyección facial (véase figura 2.1), en tanto que las formas gráciles no poseen crestas y sus arcos cigomáticos son menos prominentes. Homo erectus presenta la calota mayoritariamente en esta vista, casi no se aprecia la cara y los arcos cigomáticos muestran un grado variable de amplitud, aunque sin llegar a la de monos o australopitecinos. En la mayor parte de hombres actuales apenas existe constricción del frontal en la región postorbital, siendo incluso marcada en algunos erectus y muy pronunciada en australopitecinos y monos. 1
La base del cráneo en el hombre muestra el agujero occipital vertical y adentrado en el cráneo, en tanto que en los monos se sitúa en el borde occipital, se presenta oblicuo respecto del plano de la base. Los australopitecinos poseen un agujero occipital más próximo en su posición al humano, haciendo mayores sus posibilidades de bipedismo respecto de los monos. 1 Al mirar desde atrás los cráneos de monos antropomorfos y australopitecinos se aprecia la mayor anchura en la base, incluso una expansión de ésta, debido a la amplitud cigomática, que es moderada en Australopithecus africanus. Un cierto achatamiento se observa también en los erectus, que siguen poseyendo la mayor anchura lateral en una posición baja, en tanto que el hombre actual la posee a una altura media, dando al cráneo una forma que tiende a ser esférica. En esta posición se hacen patentes las crestas de australopitecinos y monos. 1
Fig. 2.1. Cráneo de Australopithecus boisei en vista superior.
Las diferentes proporciones entre tamaño cerebral y esqueleto facial destacan en gran medida las diferencias de los cráneos en vista de perfil. La codominancia entre neurocráneo y cara en los monos antropomorfos da paso al mayor predominio absoluto del neurocráneo en el hombre, reduciendo la proyección de la cara hasta llegar a ser perpendicular en muchos humanos actuales (véase figura 2.2). La línea de base del cráneo es diferente en el hombre respecto de monos y australopitecinos. En estos últimos, esta línea que une el prostion, punto del maxilar situado entre los dos incisivos centrales, con el agujero occipital presenta sólo un escalón, que sitúa a diferente nivel prostion y agujero occipital, en tanto que en el hombre presenta una línea más quebrada, debido a que el foramen magnum se alinea con el pros-
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tion (véase figura capítulo III). 16 Es más alta la calota en los australopitecinos y en el hombre que en el mono, y esto se pone de manifiesto si trazamos una línea sobre la órbita ocular paralela al plano de Frankfurt, plano que corta el cráneo por la parte inferior de las cuencas oculares y la parte superior del agujero auditivo, observándose la parte de neurocráneo que hay sobre el plano (véase figura capítulo III y figuras 2.2, 2.3 y 2.4).
Fig. 2.2. Cráneo del hombre actual en vista lateral.
Tanto en la vista de perfil como en la de frente se ve la consistencia de los arcos que rodean el ojo, sobre todo en monos, australopitecinos, erectus y neandertales, siendo generalmente más suaves en el hombre actual (véase figuras 2.5, 2.6 y 2.7). En la etnia erectus el arco supraorbitario llega a constituir una auténtica barra sobre los ojos. 1
Fig. 2.3. Cráneo del australopitecino robusto Australopithecus boisei O.H.5 en una vista lateral.
La mandíbula de los monos antropomorfos es más grande que la humana, y las proporciones de sus partes también son distintas. La apófisis coronoides es más alta que el cóndilo al contrario de lo que ocurre en el hombre generalmente, siendo una de las excepciones la mandíbula de Mauer (véase figura en el capítulo V). La rama ascendente suele ser más ancha en los monos y el cuerpo de la mandíbula más largo, si lo comparamos con las proporciones en el ser humano, siendo evidente tras comprobarse el prognatismo de estos animales. La anchura entre cóndilos es relativamente mayor en el hombre actual que en los póngidos, y esto se debe a que la forma de U de la mandíbula de estos últimos, en vista superior, aproxima los extremos de las ramas, en tanto que la forma redondeada de la humana tiende a separarlas.
Hay un buen número de mandíbulas atribuidas a Australopithecus afarensis, en ellas se observa una rama ascendente baja y ancha, ligeramente inclinada hacia atrás. Aunque las mandíbulas atribuidas a Australopithecus africanus son más escasas, la morfología general es similar.
En las formas robustas, la mandíbula tiene mayor tamaño y robustez, con una rama ascendente más alta y vertical que en las formas gráciles y una sínfisis mentoniana más vertical, tendente a formar un mentón. 1 El mentón es único en el hombre actual, aunque con excepciones (véase figura 2.4), y no se ha encontrado en las etnias erectus y neandertal.
Fig. 2.4. Cráneo del Australopithecus africanus Sts.5 en vista lateral.
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Fig. 2.5. Cráneo de hombre actual en vista de frente.
Fig. 2.6. Cráneo de Australopithecus boisei O.H.5 en vista de frente.
Fig. 2.7. Cráneo de orangután en vista general.
De los dientes sólo diremos que es característica la conformación en Y de tipo Dryopithecus en los póngidos, australopitecinos y humanos. Esta conformación hace referencia a la forma que adoptan las cúspides de los molares, aunque no siempre se vea claramente la mencionada conformación (véase figura 2.8).
Fig. 2.8. Molar de Gigantopithecus en el que se observa la disposición driopitecina de sus cúspides.
En general, los dientes de australopitecinos y humanos se parecen, salvo algunas diferencias tales como el tamaño. Comparten también una falta de espacio entre los colmillos y los premolares, que existe en la mandíbula de los monos para acoplar el colmillo del maxilar cuando se cierra la boca, además de que el colmillo de los australopitecinos es de mucho menor tamaño que en los póngidos, aproximándose más al tamaño encontrado en humanos. El colmillo de mayor tamaño se ha hallado en Australopithecus africanus.
El cráneo durante el desarrollo
Aunque en el hombre o el caballo no se produce una metamorfosis como la que podemos ver en la transformación de una oruga en mariposa, resulta evidente que hay cambios durante
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el desarrollo que lleva de la infancia al estado adulto. Estos cambios superan el simple aumento de tamaño. Todos hemos visto cómo las proporciones entre la cabeza y el cuerpo de nuestros hijos cambian con el desarrollo, hasta que se hacen adultos. También hemos visto cómo el perrito recién nacido de cabeza redondeada, va dando paso, con la edad, al perro adulto de cabeza alargada (véase figura 2.9).
Estudios recientes, llevados a cabo incluso a nivel celular, han puesto de manifiesto que el desarrollo facial en los australopitecinos es similar al que se observa en los monos antropomorfos, sobre todo en las formas gráciles. 17
El desarrollo dental también parece sucederse según patrones próximos a los de los grandes monos. 1
Deformaciones artificiales y patológicas del cráneo
Las tradiciones de algunos grupos étnicos han llevado, o llevan actualmente, a la deformación artificial del cráneo alterando la que habría sido su forma natural. Esta práctica se ha encontrado en culturas de todo el mundo, aunque es quizá el más conocido el caso de los incas.
En general, estas deformaciones son causadas por la compresión del cráneo infantil mediante vendajes y entablillados que impiden el crecimiento en ciertas direcciones, forzándolo en otras, lo que determina un cambio en la forma normal de la cabeza. 18
Según parece, puede haber casos de deformaciones artificiales sin intención, debido a vendajes apretados o a la presencia de elementos en las cunas de los recién nacidos que, sin tener como fin la deformación, la producen. De todos modos, estos parecen ser pocos casos. 18
También se han encontrado deformaciones craneales entre los neandertales, tales son los casos de Shanidar 1 y 5. 19 Coon opina que posiblemente todos los miembros de esta etnia tuviesen esa morfología alterada, porque en un estudio hecho por él en poblaciones albanesas ha observado deformaciones similares. 20
A: comparación de cráneos infantiles G: gorila B: comparación de cráneos adultos Ch: chimpancé Ab: A. boisei O.H.5 Aa: A. africanus H: humano
A G Ch Aa H
B G Ab Ch Aa H
Fig. 2.9. Comparación de los cráneos infantiles y adultos correspondientes a simios, australopitecinos y humanos. Situación de los cráneos en el plano de Frankfurt.
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A los cráneos hallados en Kow Swamp, Australia, morfológicamente de la etnia erectus, 120 hay quienes piensan que se les ha modificado la forma artificialmente, 21 y quizá sea cierto, pero también es verdad que estos cráneos, datados en diez mil años, resultan incómodos en la cronología evolutiva y los prejuicios llevan a buscar explicaciones alternativas a las de una forma natural propia del desarrollo normal.
Se ha estudiado qué repercusiones pueden tener las deformaciones de la bóveda craneana sobre el resto del cráneo. La compresión fronto-occipital causa un ensanchamiento en la base del cráneo, debido al aplanamiento de ésta, un ensanchamiento de la cara y un acortamiento craneal. En el caso de una compresión anular se produce el efecto contrario al producido por la compresión fronto-occipital, alargándose todo el cráneo, bóveda y cara, a la vez que se produce el estrechamiento del conjunto 22,23,207 (véase figura 2.10). En cualquier caso, no se han encontrado en estos estudios modificaciones que los aproximen a las características de los cráneos de los erectus. Lo que sí podemos concluir es que la forma del cráneo no influye sobre las capacidades intelectuales proporcionaa das por el cerebro. Las enfermedades que afectan a la anatomía ósea son muchas, y ninguna de las conocidas parece que pueda ser responsable de la morfología erectus. Aún así, hay quien opina que sí es posible. 24 La enfermedad de Paget suele provocar un engrosamiento y deformación óseos, pero no parece que se correspondan con la estructura de los erectus. 18 Restos mandibulares de Meganthropus también se han comparado con estructuras patológicas afectadas por la referida enfermedad, acromegalia u otra hipertrofia, pero se han desechado estas posibilidades porque no hay coincidencia plena entre las características de las formaciones patológicas y los fósiles. 25 Es cierto que se han enb contrado restos prehistóricos afectados por enfermedades deformantes 18 (lepra, osteoporosis, tumores, enfermedad de Paget y otras), pero sólo una de ellas aparece claramente implicada en la determinación morfológica de algunos individuos o quizá todos los miembros de entre las etnias erectus y neandertal.
c
Fig. 2.10. Deformaciones artificiales de cráneos humanos. En a, deformación anular; en b, deformación fronto occipital; en c, cráneo deformado de un neandertal de Shanidar.
Virchow, eminente médico de finales del siglo pasado, encontró síntomas de raquitismo en los restos de neandertales que pudo observar. Durante prácticamente un siglo el diagnóstico no es tomado en cuenta, y son las investigaciones de Ivanhoe las que revelan de nuevo la posible carencia de la vitamina D, no en algunos individuos, sino en prácticamente toda la etnia, incluyendo a erectus o mestizos de estos con neandertales, tales son los casos de los hombres de Broken Hill y Solo. 26 Es posible que los neandertales recibiesen dosis escasas de radiaciones ultravioleta, imprescindibles para la síntesis de vitamina D por parte de nuestro organismo. La deficiencia pudo estar causada por la escasa penetración de las radiaciones U.V. en la atmósfera terrestre del momento, debida probablemente a una glaciación (un modelo de glaciación acorde con el relato del diluvio se puede consultar en las referencias 27 y 28). Tampoco deben
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