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Apéndice I. Concepto de especie

Darwin no creía que existiesen las especies, como grupos naturales de seres vivos, sino que se trataba de agrupamientos arbitrarios por razón de conveniencia. 107 No llegó a dar una definición y sostuvo que «[...] al determinar si una forma debe ser clasificada como especie o como variedad, la opinión de los naturalistas de buen juicio y larga experiencia parece la única guía a seguir».

Desde entonces no han mejorado mucho las cosas Dobzhansky, uno de los padres del neodarwinismo, aun teniendo su personal definición de especie, prefiere las descripciones y, en último término, se adhiere a los postulados de Darwin. 172

Además de este concepto de especie, que podríamos llamar práctico, 173 existen otros muchos tipos, 173,174 pero es la definición de especie biológica de Ernst Mayr la más aceptada. Según ésta, las especies son grupos de poblaciones que son actual o potencialmente interfértiles, las cuales están aisladas reproductivamente de otros grupos semejantes. 175

Hay investigadores que opinan que, finalmente, no deja de ser otra definición fundada en los fenotipos y que, por tanto, no es menos arbitraria que otras definiciones, porque resulta imposible saber si dos poblaciones son capaces de interfertilización, si no se observa, claro está, en la naturaleza. Y como llegar a este conocimiento no es practicable, siempre habrá una aceptación de evidencias supuestas y, en último término, el apoyo en los fenotipos para poder clasificar. Este apoyo se hace inexcusable si hablamos de seres con tipos de reproducción asexual, apomícticos, quedando excluidos de las posibilidades que ofrece la definición biológica de especie, y lo mismo podemos decir de los fósiles, por razones obvias. 174,176

Tomar la fertilidad como criterio de discriminación presenta también otros inconvenientes. Hay grados de esterilidad entre especies, que se traducen en una esterilidad del híbrido, en ocasiones, y tan sólo una esterilidad relativa, en otras. En ocasiones hay fecundación, pero el desarrollo embrionario se detiene en alguna etapa.

En definitiva, es muy difícil definir una especie en términos tan rígidos como los impuestos por Linneo, obligado por los conocimientos de su tiempo, pues esos términos eran muy limitados en lo que se refiere a cruzamiento entre animales, que era el fundamento de su idea de especie, junto con la morfología. Linneo consideraba la especie como la forma creada durante los días de la creación, creaciones independientes. Era creacionista y a la vez fijista, sin dar oportunidades a la variación del ser vivo. Aún así, su sistema de clasificación se sigue utilizando en sus líneas fundamentales, y el fijismo linneano permanece como un lastre en la actualidad. ¿Por qué encorsetarse en un sistema que sólo clasifica lo obvio?

El baramín (del hebreo bara, que significa creado), y min, que significa tipo, tipo creado, es una categoría taxonómica aceptada por una buena parte de biólogos creacionistas, 100,177 y es más abarcante que la especie clásica. Se fundamenta en la especie politípica, pero va más allá. Una especie politípica, estaría constituida por diferentes subespecies separadas geográficamente, se correspondería con los Formenkreis, «círculos de morfologías» de Kleinschmidt, o las Rassenkreise de Rensch, y vendría a significar «círculos de razas». 100,178

El hombre es considerado una especie politípica, puesto que hay una gran variación. Las subespecies también son categorías taxonómicas subordinadas en un politipismo. Esta es la regla y el monotipismo la excepción.

El baramín abarca más, incluyendo seres cuyas células germinales son capaces de interactuar, iniciando la formación del nuevo ser como un conjunto coordinado, aunque sólo sea eso. 173 También se incluyen en un baramín y los organismos con proximidad morfológico-anatómica, permitiendo la clasificación de seres asexuales.

Las fecundaciones sólo se producen entre seres morfológicamente similares y, aunque se han comunicado extrañas hibridaciones, éstas no han podido ser demostradas. 173

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Así pues, el baramín podría abarcar los organismos agrupados en familias o incluso en órdenes. 100

Consecuentemente con lo dicho, el panorama de clasificación de los cinco reinos de seres vivos, debe cambiar.

Las aves pueden agruparse en unos pocos baramines, aunque mucho más amplios que lo abarcado por la especie.

En el orden Passeriformes, que incluye a los gorriones, hay 5.712 especies diferenciadas, de las cuales al menos 460 son capaces de dar descendencia en el cruzamiento; esto supone un 8%. En el orden Galliformes el grado de hibridación supera el 21% y, en conjunto, son interfértiles más del 9% de las aves. 179 Si aplicamos el concepto de baramín en toda su amplitud, el número de agrupamientos según los tipos creados sería muy inferior al número de especies. En el valle central de California, Estados Unidos, viven siete subespecies de la salamandra Eusatina eschscholtzi. Las siete subespecies forman un círculo en torno al valle, siendo interfértiles entre subespecies adyacentes pero las subespecies que cierran el círculo, croceator y klauberi, aun siendo simpátricas, no se pueden mezclar, por lo que deberían considerarse especies distintas. 172 Sin embargo, si utilizamos el concepto de baramín, no sólo estas subespecies formarían parte del baramín, sino muchas otras especies. Se trata simplemente de casos de variación dentro de un tipo creado que, además, por mucho que varíe, nunca dejará de ser salamandra.

El escarabajo de la harina, Tribolium castaneum, se extiende por todo el mundo, aunque en ciertos casos, se ha encontrado, no sin sorpresa, cómo algunas poblaciones no son reproductivamente eficaces entre sí, y ello gracias a un gen letal de distribución materna, que no todas las poblaciones poseen. Así, si el espermatozoide no posee el gen pero el óvulo sí, la descendencia muere. Serían especies distintas, aunque morfológicamente no se distingan y, por su puesto, son el mismo animal. 180

En el caso del hombre, los grupos poblacionales existentes, junto con neandertales y erectus, forman un baramín que habría sufrido una ampliación por diversificación .

Tras estos ejemplos, sólo queda señalar que no hay prueba alguna de que pueda surgir un baramín a partir de otro, sólo hay evidencia de la diversificación intrabaramínica. Esto nos lleva a creer en una microevolución, como la variación que puede verse en el lapso de vida de un hombre, y rechazamos la macroevolución, que se produce a través de las eras geológicas; es decir, no ocurre, puesto que la paleontología no demuestra este último extremo.

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