ELLEN G. WHITE Y LA COMUNICACIÓN SOCIAL - Samuel Gil Soldevilla

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Ellen G. White

y la comunicaciĂłn social Samuel Gil Soldevilla

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Ellen G. White y la comunicación social

Ellen G. White y la comunicación social Samuel Gil Soldevilla Seminario Adventista Español Sagunto, Valencia

Introducción Resulta complicado decir algo nuevo, o por lo menos original, de Ellen G. White. Además de sus palabras, de sus testimonios, de sus escritos; mucha tinta y papel se ha empleado, y decenas de libros se han redactado comentando cada una de sus facetas. Se ha argumentado a favor y en contra; se ha razonado y discutido; se ha alabado y despreciado. Quizás, ha sido la profeta del Señor que más miradas analíticas y escépticas ha debido soportar desde su llamado, y desde dentro y fuera de las filas eclesiales. Pero he ahí una mensajera con un mensaje que dar al mundo, consciente de sus limitaciones y al mismo tiempo del gran poder de Dios. Precursora de una reforma integral en el estilo de vida, en la parte física, espiritual y mental. Desde la honestidad, dedicación y sencillez, ha conseguido llegar al corazón de un pueblo adventista y más allá, siendo reconocida por su trabajo y fidelidad a Dios hasta por aquellos ajenos a la obra religiosa. Mediante el siguiente trabajo, pretendemos acercarnos al aspecto más comunicativosocial de Ellen G. White. Asomarnos a sus escritos, entender su mensaje e interpretar aquellas expresiones y consejos que se dirigen hacia el área más pura de la comunicación. En primer lugar, justificaremos la importancia del tema porque sin comunicación, no hay conocimiento. Una vez introducido, nos adentraremos en la aptitud comunicadora de Ellen G. White y, sin detenernos en exceso, observaremos su crecimiento y recorreremos algunos de los testimonios que sobre los discursos de esta oradora en demanda se escribieron. Seguidamente, analizaremos el comienzo y la necesidad de la obra publicadora, la importancia que tiene para Dios al presentarlo en visión a Ellen G. White, y las benditas consecuencias de esto. Más tarde, acogiéndonos a algunas citas de Ellen G. White, saltaremos hacia el valor que ella dio a las relaciones sociales mediante las cuales poner en contacto al cristianismo con el mundo. Por último, afrontaremos la importancia de comunicar… y comunicar bien en función a algunos claros consejos a la hora de presentar el mensaje. Como conclusión, un llamado a las filas de la proclamación del evangelio desde las cuales, acompañados por la protección y seguridad del cielo, anunciar que Cristo viene. Debido a la limitación en la extensión del trabajo, recogemos y comentamos de manera breve y concisa las citas que se han creído más oportunas y que resumen el asunto de la manera más completa y apropiada.

Justificando la comunicación En realidad, todo comienza en el Edén. Una tierra perfecta y de delicia para Dios y los hombres, pero el pecado produjo la separación entre los hombres y Dios. Estos perdieron su inocencia, comenzaron a vivir ajenos a su Creador y como consecuencia, sufrieron una degeneración que los incapacitó para un regreso, por su iniciativa personal, a una relación normal con su Hacedor. El hombre del principio y de hoy, por su propia decisión vive

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alejado de su Padre; pero Dios no puede quedar en silencio. Así, el Creador busca un medio para hacerle saber al hombre sus planes. Sin un medio de comunicación, desaparecido el original, directo y personal, el conocimiento es imposible. Dios buscó distintos medios de comunicación para hacerse entender por el hombre, pero todos ellos con algo en común: el Espíritu Santo llamando al hombre, preguntando, respondiendo. Uno de estos medios será el profetismo. ¿Por qué?, porque es el medio idóneo para todos los hombres de todas las épocas, por la incapacidad del hombre de soportar la presencia de Dios, porque Dios desciende hasta el hombre, utiliza su lenguaje y, respetando la personalidad de aquellos escogidos, pondrá en los mensajes su sello de autoridad. Así se forma uno de los primeros sistemas de comunicación: Dios tiene un representante en medio de sus hijos que recibe el mensaje de Dios y lo transmite al pueblo, lo guía, orienta, reprende y dirige. El hombre colabora en el plan de salvación, y de forma genérica, cada creyente auténtico es un profeta entre los no creyentes, un embajador del Reino de Dios en toda circunstancia. Por tanto, hablamos de comunicación porque esta hace posible que el hombre conozca la salvación. Sin sacrificio de Cristo no hay salvación, pero sin comunicación de ese sacrificio no hay conocimiento de la oportunidad de vida que se extiende ante nosotros. Tanto el uno como el otro son necesarios, y Ellen G. White, como creyente auténtica y además escogida por Dios, será una mensajera que animará a los cristianos a servirse de los medios que nos rodean, para que el mensaje de la salvación que es en Cristo penetre la vida de cada ser humano. Desarrollamos a continuación el planteamiento que Ellen G. White nos transmite de la comunicación y cómo este se plasma también en su vida.

Ellen G. White, una comunicadora vibrante Nacida en 1827, Ellen G. White ayudaba activamente durante su infancia en los quehaceres del día a día. A los nueve años, fue golpeada por una piedra que le tiró una compañera y estuvo inconsciente tres semanas. En los años posteriores sufrió grandemente como resultado del golpe y no pudo continuar sus tareas. Sus problemas respiratorios parecían ser fatales; tan quebrantada estaba su salud que raras veces estuvo en disposición de asistir a la escuela. La educación de Ellen G. White fue muy limitada, aproximadamente tres años, y a todos les parecía que esa niñita anteriormente prometedora no podría vivir mucho. Ella misma dijo: «Era menuda y endeble, sin trato social y naturalmente tan tímida que me era muy penoso encontrarme entre personas desconocidas.» (Notas biográficas de Elena G. de White, pág. 76). A pesar de este comienzo nada promisorio, el Señor la escogió como mensajera y sin duda su mano la sostuvo, la inspiró y la dirigió desde que ella avanzó por fe. Pero conocemos mucho acerca de sus escritos, de las palabras que su pluma firmó y sin embargo, su comunicación no solo se plasmó en páginas, sino que su voz regaló mensajes poderosos avalados por el Espíritu de Dios. Analizamos en este momento y desde el principio de su llamado, los setenta años de servicio público de Ellen G. White que revelan un registro asombroso e imprevisto. Tras aceptar su primera visión, Ellen G. White fue movida por un sentido del deber, capaz de hablar solo en un susurro, ella comenzó a comunicar «a los demás» lo que Dios le había revelado. Después de cinco minutos su «voz resonó clara y firme», y habló «con completa facilidad y soltura durante cerca de dos horas» (Notas biográficas de Elena G.

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de White, pág. 78-80). Cuando terminó, reaparecieron sus regulares problemas vocales hasta la siguiente vez que volvió a compartir su mensaje ante el público. Con cada nueva “restauración” de la fuerza y la soltura vocal, ella se sintió poco a poco más segura que estaba siguiendo la senda del deber. Ellen G. White llegó a ser uno de los principales oradores por parte de los adventistas como de los no adventistas. Demandada desde las sesiones de la Asociación General hasta los retiros campestres de costa a costa, las personas llenaban los auditorios por miles –en Groveland (Massachussets), el verano de 1876 se llegó a las veinte mil personas– y con gran aprecio eran escuchados sus sermones, tanto de temática estrictamente religiosa como de temperancia, mucho antes de que hubiera sistema público de megafonía. Edwards describió en una ocasión su «voz de contralto con un maravilloso poder persuasivo… siempre podíamos oírla… no estoy seguro si era su voz lo que persuadía o el poder de las palabras que hablaba… todos podían oír siempre… ya fuese un auditorio de 10.000 personas al aire libre o un corazón solitario en la intimidad de su propio cuarto». (A Rhetorical Analysis of Speaking of Mrs. Ellen G. White, pág. 514). Son muchos los testimonios que confirman a esta voz enérgica y a Ellen G. White como comunicadora vibrante, pero por la limitación en la extensión del presente artículo los resumimos utilizando una nota de «La historia biográfica norteamericana de hombres eminentes del estado de Michigan, que han triunfado por su esfuerzo propio»: «… Como oradora, la Sra. White es una de las más exitosas de (…) los últimos veinte años. Ha fortalecido sus órganos vocales por su constate uso hasta el punto de darle a su voz una rara profundidad y potencia. Su claridad y firmeza de articulación son tan grandes que, cuando habla al aire libre, frecuentemente se la oye con nitidez a una milla de distancia. Su lenguaje, aunque sencillo, siempre es vigoroso y elegante. (…) por horas mantiene hechizados a grandes auditorios sin una señal de impaciencia o cansancio. El tema de sus discursos siempre es de carácter práctico, y gira principalmente sobre deberes hogareños, la educación religiosa de los niños, la temperancia y temas semejantes. En ocasiones de reavivamientos, ella siempre es el orador más efectivo.» (Citado en: SHAW, Horace. A Rhetorical Analysis of the Speaking of Mrs. Ellen G. White: A Pioneer Leader and Spokeswoman of the Seventh-day Adventist Church. Tesis doctoral. East Lansing (Michigan): Michigan State University, 1959, p. 28; WHITE, Arthur L. Messenger to the Remnant, Washington, D. C.: Review and Herald Publishing Association, 1969, pág. 114).

Comienzos de la obra de publicaciones «Tengo un mensaje para ti. Has de imprimir un pequeño periódico y repartirlo entre las gentes. Aunque al principio sea pequeño, cuando las gentes lo lean, te enviarán recursos para imprimirlo y tendrás éxito desde el principio. Se me ha mostrado que de este modesto comienzo brotarán raudales de luz que han de circuir el globo.» (Testimonios selectos, tomo 1, pág. 126).

Esta fue la sorprendente revelación que recibió del cielo para su esposo James White en noviembre de 1848. Un mensaje claro, directo pero complicado. Hoy en día nos puede parecer sencillo porque la obra se está haciendo y tanto la tecnología como la realidad que vivimos es portadora de facilidades en este sentido, pero a mediados del siglo XIX, ¿cómo de un pequeño grupo de adventistas, sin recursos económicos ni grandes intelectuales, podrían hacer brotar raudales de luz por todo un mundo incrédulo? A pesar de las circunstancias, el Señor: «…dio instrucciones a su pueblo de que debía hacerse todo esfuerzo posible para enviar al mundo, desde las prensas, los mensajes de invitación y amonestación. Serán alcanzados

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por nuestras publicaciones algunos a quienes no se llegaría de ninguna otra manera. De nuestros libros y periódicos han de brillar rayos de luz que iluminen el mundo con respecto a la verdad presente.» (Testimonios selectos, tomo 8, pág. 87).

Meses después de la revelación, en el verano de 1849, James White comenzó la publicación de la primera revista: The Present Truth (La Verdad Presente). Fue en sus inicios una revista quincenal de ocho páginas que no pudo ser impresa regularmente. Para el primer número de la revista se imprimieron mil copias, y los últimos números contenían artículos de la pluma de Ellen G. White, presentando puntos de vista proféticos del futuro de la iglesia y dando notas de amonestación y consejo. Así fue el modesto comienzo de la obra publicadora. Dos años más tarde, en 1851, apareció el primer libro de Ellen G. White, un trabajo que abarcaba unas 64 páginas titulado: A Sketch of the Christian Experience and Views of Ellen G. White (Una reseña de la experiencia cristiana y las visiones de Ellen G. White). Este primer documento y su suplemento (1854) se encuentran ahora en las páginas 11-127 del libro Primeros escritos. Los inicios de los periódicos Review and Herald en 1850 y de Youth’s Instructor en 1852, la compra de una prensa manual, luego la publicación de los periódicos en Rochester (Nueva York) durante los años 1852-1855, fueron días extremadamente activos y fatigosos. El dinero escaseaba. La enfermedad y las privaciones contribuyeron a traer angustia y desaliento. Pero habría días más brillantes por venir, y en 1855 los creyentes adventistas en Michigan, invitaron a la familia White a Battle Creek y prometieron construir una pequeña casa publicadora. Desde entonces, la obra de la página impresa ha crecido pese a las adversidades del camino, y según las estadísticas de la Iglesia Adventista del Séptimo Día a fecha 31 de diciembre de 2006: • Se poseen 63 casas publicadoras. • La literatura para evangelización y autorizada para la venta supera los 6193 libros. • Se distribuye su literatura en más de 359 idiomas. • Se traduce en 885 lenguas sus publicaciones y trabajos orales. • Unas ventas de 172.343.230 dólares. • Y como resultado directo de esta literatura que imparte el evangelio se registraron 53.089 bautismos. No podemos sino afirmar que de ese modesto comienzo han brotado raudales de luz que circundan el globo.

Necesidad de la obra de publicaciones Ellen G. White no dejó de hacer hincapié en el ministerio de la página impresa y en la necesidad de despertar en lo que atañe a la obra que puede ser cumplida por la difusión de libros bien editados. A continuación, comentamos algunas de las muchas citas que podemos encontrar a través de las cuales Ellen G. White procuraba por un desarrollo amplio y eficaz de esta obra: «Si hay una obra más importante que otra, es la de presentar al público nuestras publicaciones, induciéndolo así a escudriñar las Escrituras. La obra misionera –que consiste en introducir nuestras publicaciones en el seno de las familias, conversar y orar con ellas– es una obra buena.» (El colportor evangélico, edición ampliada, pág. 14.). «Los libros y periódicos son los medios dispuestos por el Señor para mantener constantemente el mensaje para este tiempo delante de la gente. En cuanto a iluminar y confirmar a la gente en la verdad, las publicaciones harán una obra mayor que el solo ministerio de la palabra hablada.» (Servicio cristiano, pág. 181.).

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De manera clara los escritos de Ellen G. White dotan a la obra publicadora de la importancia que merece y resaltan el valor de hacer que la gente conozca la verdad a través de este medio. «Un mensajero celestial estaba en nuestro medio, y pronunció palabras de advertencia y de instrucción. Nos hizo comprender con toda claridad que el Evangelio del reino es el mensaje por cuya falta el mundo perece, y que este mensaje, contenido en nuestras publicaciones ya existentes y en aquellas que aún han de aparecer debería hacerse circular entre la gente de cerca y lejos.» (Joyas de los testimonios, tomo 3, pág. 317).

El mensaje no es invención o promovido por Ellen G. White o su marido, sino por el Espíritu de Dios y sus mensajeros celestiales. «Hemos permanecido como adormecidos en lo que atañe a la obra que puede ser cumplida por la difusión de libros bien preparados.» (Joyas de los testimonios, tomo 3, págs. 311-312.). «Miembros de iglesia, despertaos a la importancia de la circulación de nuestras publicaciones, y dedicad más tiempo a esta obra.» (Southern Watchman, 20 noviembre 1902.). «Despertad, vosotros que creéis en la verdad para este tiempo. Os incumbe el deber actual de proveer todos los medios posibles para sostener a quienes comprenden la verdad, para que la proclamen.» (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 312.). ¡Adormecidos, despertad! No hay palabras más expresivas y claras para definir una situación de tibieza y de falta de movimiento. Ante esto, Ellen G. White vuelve a incidir en el hecho de trabajar para la proclamación de la palabra mediante los medios disponibles de su época. «En estos días de intenso viajar, son mucho mayores que en el tiempo de Israel las oportunidades de relacionarse con hombres y mujeres de todas clases y de muchas nacionalidades. Las avenidas de tránsito se han multiplicado por millares. Dios ha preparado maravillosamente el camino.» (Obreros Evangélicos, pág. 365).

«Tenemos ahora grandes facilidades para esparcir la verdad, pero nuestros hermanos no están portándose a la altura de los privilegios que les fueron dados.» (Testimonies for the Church, tomo 4, pág. 391.). El camino ha sido preparado por Dios, las facilidades abren el camino a la predicación de la salvación que es en Cristo y hemos de darnos cuenta que los instrumentos del cielo están a nuestra entera disposición. Si bien en la época de Ellen G. White los avances en comunicación pasaban por la imprenta, producción de prensa, cartas… y ella hablaba de eso como facilidades, ¿cuánto más ahora, en plena era de la información, nuestro comportamiento ha de estar a la altura? Si debía haber un momento en el que tener una ventana en cada casa del mundo, hoy ha llegado con la realidad digital que nos permite llegar sin mucho esfuerzo hasta los hogares más remotos. No hay excusa posible y el camino de la comunicación global nos permite completar una obra encomendada por el mismo Cristo poco antes de su ascensión: «…id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.» (Mateo 28: 19). Si actualizamos las palabras de Ellen G. White, nos daremos cuenta de que se nos anima a usar todos los medios disponibles, las ventajas de hoy, las redes sociales, los blogs, los foros, canales cristianos, etc. Su mensaje debe cobrar hoy mucho más sentido y ha de ser nuestro compromiso. «…levantar el edificio, a fin de que vaya creciendo para ser un templo santo en el Señor, bien coordinado en Cristo Jesús.» (Efesios 2: 21).

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Las relaciones sociales y la comunicación personal A Ellen G. White le inquieta la idea de que abandonemos nuestra misión de proclamar al mundo la vida que encontramos en Cristo, que nos perdamos en asuntos que nos alejan de una comunicación con nuestros prójimos. Por eso insiste e incide repetidamente en este punto básico pero que con facilidad pasamos por alto: «Mediante las relaciones sociales, el cristianismo se pone en contacto con el mundo. Todo aquel que ha recibido la iluminación divina debe alumbrar la senda de aquellos que no conocen la Luz de la vida.» (El Deseado de todas las gentes, pág. 127). «Jesús empezó la obra de reforma poniéndose en una relación de estrecha simpatía con la humanidad. […] Jesús veía en toda alma un ser que debía ser llamado a su reino. Alcanzaba el corazón de la gente yendo entre ella como quien desea su bien. […] Se encontraba con ella en sus ocupaciones diarias y manifestaba su interés en sus asuntos seculares.» (El Deseado de todas las gentes, pág. 124-125).

Necesitamos relacionarnos, ponernos en estrecho contacto con nuestro entorno, con aquellas personas que nos rodean. Esta es la única forma de comunicar y comunicar bien. Hemos de adquirir una posición humilde, de empatía con cada alma; porque Cristo así nos lo enseñó, porque es el camino a través del cual aproximar el reino de Dios al mundo necesitado. «No hemos de renunciar a la comunión social. No debemos apartarnos de los demás. A fin de alcanzar a todas las clases, debemos de tratarlas donde se encuentre.» (El Deseado de todas las gentes, pág. 126). «Siendo sociables y acercándoos a la gente, podréis atraer la corriente de sus pensamientos más fácilmente que por el discurso más capaz.» (Obreros evangélicos, pág. 201). «Perdemos mucho por falta de simpatía y sociabilidad los unos con otros. (…) El debido cultivo de los elementos sociales de nuestra naturaleza es lo que nos hace simpatizar con nuestros hermanos y nos proporciona felicidad en nuestros esfuerzos por beneficiar a otros.» (Joyas de los testimonios, tomo 1, pág. 459). El cristianismo no es solo vivencia, también es convivencia. A lo largo de muchos años hemos creído que debíamos apartarnos de la sociedad, respirar simplemente de y en nuestra burbuja, pero nuestra naturaleza es una naturaleza social, que necesita de la relación con la gente. Esta será la única manera de elevar a las personas de los pensamientos de lo cotidiano a lo espiritual y eterno: el contacto con ellas, el trato constante, el crecimiento y beneficio como resultado de la interactuación social. El pensamiento que encierra detrás el hecho de que somos seres sociales trasciende lo que podemos entender. Porque si tenemos elementos sociales en nuestra naturaleza, Dios, que nos creó a su imagen y semejanza, también los tiene; y por tanto Dios es un Dios social, que “necesita” al hombre, y eso, es maravilloso. Es tan social que Cristo, la imagen de Dios, convive con el hombre y le comunica las buenas nuevas de la salvación, las noticias verdaderas de que la paz ha llegado mediante la sangre de su cruz. Cristo es tan social que nos enseña mediante su ejemplo el contacto personal que hemos de buscar y tener los unos con los otros. «Hay que entrar en íntimo contacto con el pueblo por medio del esfuerzo personal. Si se dedicara menos tiempo a sermonear, y más al servicio personal, se conseguirían mayores resultados.» (El Ministerio de curación, pág. 133). «El Señor desea que su palabra de gracia penetre en toda alma. En gran medida esto debe realizarse mediante un trabajo personal. Este fue el método de Cristo.» (Lecciones prácticas del Gran Maestro, pág. 210). 6


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«Fue por medio del contacto y la asociación personales cómo Jesús preparó a sus discípulos. […] No sermoneaba, como hacen los hombres hoy. […] El ejemplo de Cristo, al vincularse con los intereses de la humanidad, debe ser seguido por todos los que predican su Palabra y por todos los que han recibido el Evangelio de su gracia.» (El Deseado de todas las gentes, pág. 126).

Las palabras no pueden ocupar la mayor parte del tiempo, sino la acción y la responsabilidad íntima de ofrecer el máximo beneficio a tu hermano. «No hemos de esperar que las almas vengan a nosotros; debemos buscarlas donde estén.» (Lecciones prácticas del Gran Maestro, pág. 210). No podemos estar sentados en los bancos de nuestras iglesias esperando que se llenen. Ahí entra la comunicación que da lugar al conocimiento de la salvación.

Consejos para presentar el mensaje La escritora que analizamos era abierta en sus expresiones y con claridad nos presenta continuamente consejos que hemos de recordar y tenerlos presentes en la preparación y presentación de un mensaje público. Además de las lecciones que a continuación vemos, Ellen G. White prestó especial atención a «La voz, su educación y uso correcto», siendo este el título de una recopilación de temas escritos por ella misma, pero que por falta de espacio no nos paramos a comentar. «Las palabras veraces y sinceras de un hijo o una hija de Dios, dichas con sencillez natural, abrirán la puerta de corazones que habían estado durante mucho tiempo cerrados.» (Joyas de los testimonios, tomo 2, pág. 402). Comunicar bien no es comunicar con pomposidad y pedantería. No podemos llenarnos la boca de palabras en apariencia plenas de energía, pero en realidad vacías de sentido. Hablar de corazón a corazón es transmitir aliento de vida. «La enseñanza de la Biblia merece nuestros pensamientos más frescos, nuestros mejores métodos y nuestro más ferviente esfuerzo.» (La educación, pág. 186). «Se debe pedir sabiduría a Dios, y se deben hacer planes para dirigir las reuniones de manera que sean interesantes y atrayentes.» (Joyas de los testimonios, tomo 1, pág. 458). «No debemos amoldarnos a las costumbres del mundo, sino sacar el mejor partido de las facilidades que Dios ha puesto a nuestro alcance para presentar la verdad a la gente.» (Joyas de los testimonios, tomo 1, pág. 534). Ellen G. White nos anima a hacer uso de los medios actuales que estén a nuestro alcance y conviertan la presentación de la verdad en una presentación atractiva. No hemos de permitir quedarnos en la obsolescencia de algunos recursos técnicos mientras tenemos tantos otros que podemos utilizar para alcanzar a más almas. «Jamás debe presentarse un discurso sin presentar a Cristo y Cristo crucificado como fundamento del evangelio.» (Joyas de los testimonios, tomo 1, pág. 527). Este ha de ser el centro del mensaje, la temática principal, el eje entorno al cual gire la totalidad del discurso, «Cristo y Cristo crucificado».

Conclusión Sin quitar ni añadir palabras, esta fue –en vida– y es –todavía por sus escritos– la misión de Ellen G. White que nos transmite de su propia pluma:

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«Esta es mi obra: dar al pueblo la luz que el Señor me da. He sido comisionada para recibir y comunicar sus mensajes. No he de aparecer delante de la gente con otro puesto que el de mensajera que tiene el mensaje.» (Joyas de los testimonios, tomo 3, pág. 241). Ser una comunicadora de las verdades y revelaciones divinas con el fin de que nuestro conocimiento en el Señor pueda aumentar. A través de Ellen G. White, Dios se ha preocupado de dar a su pueblo palabras de aliento que infundan una guía para la acción social, personal y relacional con el mundo. «La iglesia necesita nuevos hombres para comunicar energía a sus filas, hombres para estos tiempos, aptos para contender con sus errores, hombres que inspire un celo renovado a los desfallecientes esfuerzos de los pocos obreros, hombres cuyos corazones estén encendidos con el amor cristiano, y cuyas manos estén ávidas de realizar la tarea del Maestro.» (El colportor evangélico, pág. 7).

Los tiempos no son fáciles y el pueblo de Dios requiere de hombres y mujeres que permitan que no se haga su voluntad sino la del Señor, que quien rija y dirija sus vidas sea el Creador. «En esa obra junto a las almas que perecen, tendréis la compañía de los ángeles. Miríadas y miríadas de ángeles están listos para colaborar con los miembros de nuestras iglesias para comunicar la luz que Dios impartió generosamente para preparar un pueblo para la venida de Jesús.» (Testimonios selectos, tomo 5, pág. 223). No estamos solos en nuestro cometido de comunicar y predicar al mundo. Las fuerzas celestiales nos amparan y acampan y se mueven junto a los que deseen servir a Dios. Dios nos da la oportunidad de ser partícipes en la salvación de los demás, ser colaboradores de la mayor tarea que pueda ser encomendada. Dios nos llama a ser comunicadores de su perfecta voluntad y con su ejemplo y palabras nos enseña. Las instrucciones de Dios dadas a través de Ellen G. White deben hacernos meditar y esforzarnos decididamente para poner en práctica y desarrollar nuestras capacidades comunicativosociales. Así acercaremos la verdad al mundo, así seremos siervos fieles, cuya fe y trabajo en esta tierra han traído ilusión y esperanza para el mundo venidero. Dios te invita a ser su boca, sus pies y sus manos entre las personas desconsoladas, Dios desea tu compromiso con su obra, tu compromiso con la comunicación porque Él es el camino, la verdad y la vida.

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