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Roberto Badenas: Encuentros ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Madrid: Safeliz, 2000 (4ª edición). 220 páginas. Empezamos a vivir, ya desde antes de tener “uso de razón”, deseando tener buenos encuentros, hallazgos amistosos, descubrimientos de almas gemelas, y en todo caso una dichosa convivencia con nuestros congéneres (los que, presumiblemente, comparten esas necesidades). La armonía que experimentábamos en el seno materno siembra en nosotros altas expectativas: estamos hechos para vivir en paz con los demás y enriquecernos gracias a nuestra interacción con ellos. Pero pronto en vez de encuentros sufrimos encontronazos; incluso a menudo los provocamos. Corren los años y, llegados a la etapa adulta, nos volvemos más “civilizados”: los encontronazos dejan paso a los desencuentros; donde había aspiración al encuentro confiado y feliz, crecen las posturas y ánimos encontrados. Pero nada de eso apaga nuestra sed de relaciones. De relaciones humanas, para ser más exactos. Podemos tomar un animal como mascota, pero nunca será lo mismo. La plena comprensión sólo puede sernos dada a través de un igual. De carne y hueso, además, pues lo virtual nunca dejará de ser un sucedáneo. Anhelamos el encuentro, profundo y auténtico, con una persona. Y sólo la Persona, hecha igual sin dejar de ser infinitamente mayor que nosotros, podrá colmarnos ese anhelo. «Un testimonio personal de mis encuentros con Jesús.» Así resume el propio autor, en el prólogo, el contenido de su libro; y agrega que es «más el resultado de frecuentar a una Persona que unas bibliotecas». Ahí radica el éxito de los Evangelios, como el de cualquier obra que trate de hacerlos revivir en las vidas de la gente. Encuentros, el gran hito editorial de Roberto Badenas (un autor, por lo demás, acostumbrado a conectar con miles y miles de lectores), es una joya porque refleja de manera objetiva (o sea, vivencial, ya que en este género lo objetivo sólo es lo vivido personalmente) el valor actual y práctico de los relatos evangélicos; en particular, claro, esos encuentros personales del Maestro con almas sedientas de él. Conforman la lista un ramillete de personajes (Nicodemo, la Samaritana, el endemoniado gadareno, la mujer adúltera, Zaqueo, el joven rico, Pilato...) que, aun en presencia de terceros, se encuentran a solas con Jesús, en un auténtico milagro de conexión, el que sólo puede procurar la intersección con Eso que, sin saberlo, tanto tiempo andábamos buscando, y al margen de que le lleguen a dar o no un pleno asentimiento a su invitación al amor. Aunque escrito desde un punto de vista muy personal, el texto no cae en la “novelación” barata, pues se apoya sólidamente en centenares de referencias bíblicas, talmúdicas y otras igualmente eruditas. Pero eso, lejos de quitarle un átomo de frescura, permite leerlo también en ese plano y con la seguridad de que la belleza literaria del otro, del plano vivencial, no es mero artificio sino pura exigencia del mensaje. Por momentos, leyendo Encuentros late en nosotros el recuerdo de otra magnífica obra sobre la vida de Jesucristo, El Deseado de todas las gentes (a la que, por cierto, el autor expresa su reconocimiento ya en la primera nota a pie de página). De algún modo sigue su estela ofreciéndonos una nueva actualización de las vivencias evangélicas Sólo enamorado del Cristo de los Evangelios se puede escribir un libro así. Apto, por cierto, para ser regalado a las más variadas personas con resultados positivos casi asegurados (puedo dar fe de ello). Como una «introducción» para que ellas también procedan, tras leerlo, «a un proyecto mucho más importante: el estudio directo de los Evangelios por parte de los lectores».* * Del prólogo de Encuentros.
Juan Fernando Sánchez Peñas (26 de noviembre de 2007)