Honrando la memoria de unos pioneros con visión por José Luis de la Fuente Soria El término pioneros puede ser que, en la actualidad, no sea suficientemente explícito pues se van añadiendo diferentes acepciones al término. El autor del presente escrito quiere hacer alusión al espíritu de esfuerzo, militancia dedicada y visión de proyección y continuidad que consiguió dejar su estela a lo largo del tiempo, así como una trayectoria salpicada de líderes puntales y columnas en nuestra comunidad adventista de España y más específicamente de Barcelona. Sucintamente haré alusión, a grandes rasgos, a una provisión muy acertada que siempre aconsejó don Isidro Aguilar: Los obreros, además de prepararse como pastores, deberían adquirir la titulación de enfermeros, así en el caso de dificultades por la intolerancia religiosa propia del régimen franquista en la España de la época, podrían subsistir con su profesión sanitaria, que por otro lado también es otro brazo del ministerio discipular. No pocos son los nombres de los pastores y obreras bíblicas que han jalonado la trayectoria adventista hasta nuestros días. Otra mente con apertura de miras defendió un gran consejo lleno de visión y arrojo, frente a la tendencia imperante en la época de “no meterse en la universidad” pues se consideraba que podía hacer peligrar la fe; esta pertinente estrategia consistió en animar a los jóvenes talentosos a adquirir formación universitaria. Unido a este desafío un significativo grupo de jóvenes universitarios resolvió crear una asociación de graduados y estudiantes con el fin de asistir, arropar y canalizar las preocupaciones e inquietudes de la creciente población universitaria adventista. A este respecto es obligado agradecer al Señor la trayectoria de más de 40 años que ha marcado AEGUAE y, precisamente, mirando esa trayectoria en ella aparecen siempre relacionados nombres de familias como los Sabaté, los Llorca, los Gascón, los Gelabert y tantos otros que mi desconocimiento ignora; si bien fueron a su vez artífices y partícipes de esta benéfica asociación que se gestó en Barcelona en medio de una confluencia afortunada de circunstancias propicias para ello. Asociados a los inicios, allá por la segunda mitad de los años setenta, deseo mencionar expresamente, por motivos específicos de este artículo, dos nombres de dos de esos pioneros: José López y Félix Valtueña. Era julio de 1976 se celebraron las Asambleas en Barcelona en el Palacio de Congresos de Montjuic, el pastor José López, uno de aquellos enfermeros de don Isidro Aguilar, que había vuelto de presidir la obra adventista en Guinea y dirigido el Seminario Adventista Español en Valencia, fue destinado a la iglesia de Barcelona Urgell. Muy consciente él de la especial dedicación que se precisa otorgar a los jóvenes, concibió la idea de retomar los campamentos juveniles abiertos también a las familias. A fin de poder organizar esos campamentos, hubo de convalidar su título de Guía Mayor por el de director de campamentos que en aquel entonces gestionaba Cáritas Diocesana y que ahora asume la Fundación Pere Tarrés, en la calle Numancia de Barcelona. Obtenida la correspondiente titulación, preguntó a su director Andreu Oliveras cuál sería un lugar propicio para poner en marcha su plan. El propio Andreu Oliveras lo acompañó a la zona del Berguedà a un pueblecito llamado Guardiola de Berguedà, donde para agosto de 1978 se convocaba a los jóvenes de Cataluña y de toda España
al primer campamento retomando así la actividad ya anteriormente realizada por los años sesenta. A aquel campamento asistieron 20 jóvenes de toda España, de Canarias, Valencia, Madrid, Bilbao y Cataluña, y también varias familias de Urgell, entre ellas la familia de Félix Valtueña.
Fotos 1 y 2. Asistentes al campamento de jóvenes en Guardiola de Berguedà, agosto de 1978.
Tuve el privilegio de servir como administrador, y durante la hora de la siesta, aprovechaba para subirme a algunas de las crestas de la accidentada orografía de la zona. Desde una de esas escapadas vi una imponente mole pétrea hacia el oeste y a unos veinte kilómetros de dónde estaba según calculé.
Foto 3. Montaña del Pedraforca. En bajando tuve la ocasión de comentar mi report con José López que estaba hablando con Félix Valtueña. –Es el mítico Pedraforca, afirmó el pastor. –Podríamos montar una excursión –propuse ilusionado. –Yo tengo una guía del Pedraforca, a mí también me gustaría ir –añadió Félix. –Bueno vamos a ver, el lunes vamos a las Fuentes del Llobregat, el martes descansamos y el miércoles podríamos ir –programó José López.
–Pues entonces nos quedamos para ir con vosotros –dijo Félix, dispuesto a apoyar iniciativas juveniles, como lo hiciera siempre con AEGUAE. Al amanecer ese miércoles, salimos cinco coches con los dieciséis ilusionados montañeros. En un lugar propicio nos tomamos una foto con nuestro objetivo a la espalda.
Foto 4. Expedición al Pedraforca, agosto de 1978. Félix Valtueña el primero por la derecha sostiene la barretina del autor. Y tras llegar al mirador del Pedraforca, dejamos los coches, subimos al Refugio Lluís Estasen y encaramos la vereda hacia el Coll del Verdet. No subimos por la Canal del Verdet sino que rodeamos toda la base, fue tedioso por el sol, y por fin a las 12:45 llegábamos a la base de la gran peña partida. –Ya no estoy para estos trotes –nos dijo Félix a Jordi Abad y a mí, a la mitad de la subida que rodeaba la Canal del Verdet. –¡Sí, hombre! Yo le asisto y subiremos esa cuesta poco a poco, son unos 200 metros, después es plano y con magníficas vistas –lo animé yo. –Me sabe mal por ti, pero como veo que eres un buen trotori te haré caso. Y… sí, subimos el repecho y como he referido el rodeo se hizo largo y pesado por el sol, a pesar de las preciosas vistas de los valles de Gósol y Aspà. Según nos acercábamos a la base de la Peña me dijo: –Por ahí yo no puedo subir, yo me quedo y os espero. –Pero nos acercamos y allí puede estar a la sombra de la Peña, le dije. Desde aquí yo veo un acceso para subir escalando y a algunos que van subiendo. –Sí bueno, pero yo por ahí no puedo subir, así que os espero a la sombra.
Sucedió que allí, a la sombra, tomamos la decisión de subir ese primer tramo y luego volver porque ya eran las 12:45 así es que se quedaron con él dos jóvenes que no se encontraban bien eran Ernesto Herrera y Toni Jordà. Ascendimos escalando la primera grallera, allí nos pusimos a comer; mientras nos tapó una niebla repentina y con frío tuvimos que regresar. Ellos a su vez también comieron y tomaron la decisión de ir avanzando en el regreso ya que era largo el recorrido. La niebla persistía y nos dificultaba ver bien. Un grupo con Pedro Villá bajó por un desvío justo por la torrentera de la Canal del Verdet. Raquel Aguasca, José Antonio (el Canario), José López y yo quisimos llegar hasta lo que pensábamos que era la Enforcadura, pero descubrimos que aún quedaban más crestas, así que regresamos y pudimos seguir bien la senda entre la niebla hasta bajar por la ladera del Verdet hasta el refugio. También encontramos que llegaba el grupo de Pedro Villá, pero ya en el refugio Ernesto Herrera nos dio la noticia de que el señor Félix Valtueña había tenido un accidente y que estaba asistiéndolo un señor que había venido en su socorro. A él lo envió para dar aviso en el refugio. El guía del refugio, el pastor López, Pedro Villá y yo fuimos guiados con Ernesto hasta el lugar en que encontramos a Óscar haciendo compañía al cuerpo ya sin vida de Félix. Conducidos por la profesionalidad de Luis, el guía del refugio, llevamos una camilla de rescate y dos cuerdas de montaña. Luis advirtió que habíamos de esperar la orden del juez de Berga, por lo que José López, Pedro Villá y Ernesto volvieron al refugio para gestionar y hacerse cargo del grupo. Mientras el guía Luis investigaba una vía de descenso, Óscar que había servido en la Cruz Roja durante su servicio militar, me confesó que al chico lo tranquilizó apuntando a la poca gravedad del caso, pero que él constataba que dado su estado con numerosos hematomas en la cabeza y la presión del fluido sin escape le hacía pensar en un fatal desenlace. Él le hablaba y trataba de mantener contacto cogiendo su mano, pero sin otra respuesta que su quejosa respiración, y me refirió que por un momento notó como apretaba sus manos y en su semblante se dibujó una expresión de paz con la que Félix llegó al final de su lucha agónica. Regresó Luis de su inspección y esperamos que llegase la Guardia Civil con la orden. Cuando por fin llegaron abajo por la pista, dieron permiso para el descenso, y tras afirmar su cuerpo en la camilla, fuimos descolgándonos por el barranco sujetados por las cuerdas a los troncos de los árboles para llegar, ya de noche, hasta la pista. Providencialmente la lluvia se contuvo hasta que ya en los coches nos cayó una tromba impresionante de agua. Los demás jóvenes ya habían vuelto al campamento, yo llevé de vuelta el coche de Félix y a los que en él habíamos venido. En el campamento, entre todos, procuramos encajar el duro golpe y logramos disuadirnos de las idea de marchar; proponiendo, creemos que acertadamente, permanecer unidos y pasar el duelo juntos, manteniendo el mejor espíritu. En esa situación de aflicción, yo que pude estar en el lugar y recoger todas las pertenencias de Félix que se habían ido desprendiendo de su pequeña mochila en su fatal descenso rodando, encontré que sentían cierto alivio tras referírselo. De la misma manera, tiempo después en septiembre, su sobrina Ester, Conrad Recha y Pedro Villá me agradecieron que los condujera al lugar para ver in situ el entorno del fatídico accidente. Tal vez hayas percibido, querido lector, que a mí me ha cautivado la montaña y de manera especial el Pedraforca he tenido el privilegio de haber ido más de treinta veces, una vez cada año. Siempre he notado lo muy a gusto que se han sentido los esforzados niños y acompañantes a los que he guiado. Gracias a Dios no hemos sufrido ningún accidente y cada vez que he ido,
veo su impresionante silueta, y viene a mi memoria el triste desenlace que acabó con la vida eficaz, eficiente, promisoria, comprometida y entregada de quién hubo de vivir una infancia y juventud siendo y sintiéndose diferente. Como consecuencia sintió que «eran muy pocos», este es el nombre de su novela editada a título póstumo por AEGUAE, pero es de justicia reconocer y expresar gratitud a quién usando de esa entrega y visión apoyó y lideró iniciativas destinadas al desarrollo personal con sabiduría, entrega y resuelta dedicación. La Biblia llama a eso: Servir a Jehová «con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente [amando a los jóvenes de tu comunidad] como a ti mismo» (Lucas 10:27).
NOTA: Como quiera que este año se cumplen cuarenta años de aquel triste suceso, concebí la idea de poner por escrito esta expresión de memoria y gratitud. Quisiera que fuera publicado en la mejor herramienta de su amada AEGUAE. Miré de encontrar el lugar del accidente, fui al Pedraforca y lo pude localizar; no había estado allí desde entonces. Tomé unas fotos y volví a sentir la emoción propia. Paso a describir para ti, con el máximo de respeto y sensibilidad, aquel fatídico suceso: Volvieron andando siempre por la vereda, pasaron por encima de cuatro quebradas y siempre desde allí se va viendo la pista próxima aparentemente. Cada una de esas cuatro quebradas está coronada por espacios de hierba que hace propicio el que la senda se diversifique en varias veredas. En la cuarta quebrada se atrevieron a bajar por una pendiente practicable que los podía llevar a la pista que venían viendo desde arriba. Pasada esa cuarta quebrada estaba el sendero por el que subimos al ir y por el que yo lo asistí. Toni Jordà iba bajando primero y lo seguían Ernesto y Félix. Ernesto me dijo que Félix no se atrevió a bajar por allí y buscaron otro acceso; remontaron y encontraron otra bajada sin escalones aunque pronunciada y bajando por ella se ve que resbaló y cayó rodando hasta quedar atrapado en las raíces de un gran pino que estaba derribado en el lecho mismo del barranco cuya ladera estaban cruzando. De no haber resbalado y caído, hubieran superado en 40 metros el cuello que les permitía ver y acceder al sendero por el que habíamos subido. No obstante, como he referido, yo que hube de recoger sus pertenencias, sombrero, gafas, guía, lupa, reloj y la pequeña mochila que llevaba, las cuales se fueron cayendo en su bajar rodando. Por medio de esta secuencia de fotografía puedo dar fe del recorrido por el que descendieron hasta el momento del fatídico accidente.
Foto 5. Pendiente practicable por la que bajaron.
Foto 6. Ladera hacia el cuello; distancia 40 metros aproximadamente.
Foto 7. Senda visible y accesible vista desde el cuello.
Foto 8. Tronco del รกrbol donde quedรณ atrapado (en la misma postura que estรกn las garrotas y la mochila)
Foto 9. Barranco por donde se practicรณ el descenso del rescate.
Fotos tomadas por J.L. de la Fuente, Pedraforca, 21 de junio de 2018.