LA GATA SONRIENTE - Textos: Esther Villanueva - Dibujos: Montse Adell

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Una gata sonriente COLECCIร N LOS ANIMALES DE LA BIBLIA

Textos: Esther Villanueva Ilustraciรณn: Montse Adell

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Una gata sonriente Textos: Esther Villanueva Ilustraciรณn: Montse Adell

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¿Te gustan los gatos? A mí me encantan. Me gusta cómo juegan con cualquier cosa que se mueve y cómo se acercan frotando su espalda. Me gusta cómo trepan por los árboles y verlos acurrucados como si fueran un cojín de pelo. ¿Te has fijado que parece que siempre están sonriendo? Desde tiempos muy antiguos, las personas han tenido gatos en sus casas para mantener alejados a los ratones u otros bichos.



La gata de nuestra historia vivía en una casa muy bonita. Tenía un patio con jardín donde la gata dormitaba al sol. En aquella casa vivía un papá, una mamá y su hija. La gata y la niña se querían mucho. Pasaban mucho tiempo jugando en el patio. A la gata le gustaba que la niña le acariciara la tripa y, por la noche, se subía a la cama de la niña y le daba calorcito a los pies. La Biblia no nos dice cómo se llamaba la niña, pero sabemos el nombre de su padre. Se llamaba Jairo. Jairo era el pastor una de las iglesias de la ciudad. En aquel tiempo las iglesias se llamaban sinagogas.



Un día, la niña no tenía ganas de jugar. Se había puesto enferma. La madre hizo que se metiera en la cama para que descansara y durmiera un rato. La gata, como siempre, subió de un salto y empezó a morder la manta por donde la niña tenía los pies. -Anda, sal de aquí- dijo la madre bajándola de la cama-. La niña tiene que descansar. Mañana jugará contigo. La gata salió de la habitación y se fue a buscar una ramita de alguna planta para jugar.



Pero aquella noche, la madre no se separó de la niña. Jairo también entraba y salía de la habitación. La niña estaba muy enferma. La gata quería entrar para acompañar a su dueña, pero cada vez que subía a la cama la regañaban, así que decidió esconderse debajo de la cama. Llegó el médico y le dio una medicina. Pero la niña seguía muy malita y sus padres estaban cada vez más tristes. Algo malo estaba pasando porque había visto a Jairo y a su mujer llorando.



Por la mañana, un vecino entró corriendo en la casa. -¡Jairo! ¡Jesús está en la ciudad! ¿Jesús? La gata reconoció ese nombre. La niña jugaba muchas veces a que tenía muñecas que estaban enfermas, o ciegas, o sordas y entonces llegaba Jesús y las curaba. Debía ser ese mismo Jesús porque Jairo salió corriendo de la casa. La gata saltó de su escondite y se subió a la cama, en un ladito para no molestar.



Al poco rato notó que la niña estaba muy quieta. Su madre se acercó, la tocó y empezó a llorar. Decía que la niña estaba muerta. La gata se levantó y se echó encima de sus piernas. Ella no quería que su dueña se muriese, quería que se levantara de la cama y saliera al patio a jugar con ella. -Ya no hace falta que venga Jesús, -dijo uno de los criados-. Decidle que la niña ha muerto. Ya no hay nada que se pueda hacer. Enseguida empezó a llegar mucha gente que lloraba y que abrazaba a la madre. Alguien empujó a la gata y la sacó de la habitación. La gata protestó pero no podía hacer nada.



Entonces, llegó Jairo y… ¡también venía Jesús!. Le habían dicho que ya no hacía falta que viniera, pero Jesús quiso ir de todos modos. Cuando entró en la casa todos le miraron y se callaron. Fue a donde estaba la madre y la abrazó. Entonces, la gata aprovechó que nadie miraba, se coló en la habitación de la niña y se escondió. Jesús habló con Jairo y su mujer y pidió que saliera todo el mundo de la casa. Les dijo: -No lloréis porque la niña no está muerta, sólo duerme. Jesús decía que la niña no estaba muerta. ¿Sería verdad? La gata subió a la cama de la niña. Si no estaba muerta, ella la podría despertar como cada mañana. Empezó a ronronear y a frotar su naricilla contra la mano de la niña.



Jesús entró en la habitación. La gata agachó la cabeza esperando que Jesús la empujara como habían hecho los demás. Pero no lo hizo. Jesús acarició la cabecita de la gata y le dijo: -La muerte es como estar dormida muy profundamente. Está tan dormida que no oye, ni siente tus caricias; ni siquiera sueña*. Y tú no puedes despertarla. La gata restregó su espalda bajo la mano de Jesús. -Sí, ya sé que no te gusta verla así. A mí tampoco. Los papás y tú estáis tristes porque la echáis de menos. Pero ella está descansando. * Esta idea se la oí a Lidia Rivera



Entonces Jesús cogió la mano de la niña y la acarició muy suavemente. La miró y le dijo en voz alta: -Niña. A ti te digo, levántate. ¡No era posible! La niña comenzó a mover las manos, luego abrió los ojos y sonrió. Ya no estaba enferma, ya no tenía fiebre y ya no le dolía nada. ¡Y estaba viva!



Los padres abrazaron a su hija y abrazaron a Jesús. La gata subía y bajaba de la cama acercándose a la niña y a Jesús, a la niña y a Jesús. ¡Qué feliz estaba! Al poco rato, la niña se levantó, se puso de pie y abrazó a la gata. ¡Qué gusto estar otra vez en los brazos de su amiguita!



Jesús les dijo que la niña tendría hambre después de haber estado tan malita y enseguida le prepararon una buena comida. Luego Jesús se despidió y volvió con sus discípulos. La gata estaba feliz. Su cara parecía más sonriente que nunca porque Jesús le había devuelto a su amiga.



Algunas veces nos pasan cosas tristes: perdemos nuestros juguetes, nos ponemos enfermos o nos hacemos daño al caernos. Pero lo más triste es cuando una persona querida se muere. Los abuelos que ya están muy viejecitos, algunas enfermedades muy malas o los accidentes muy graves hacen que las personas se mueran. Cuando eso ocurre es normal estar triste y llorar porque los echamos de menos y queremos seguir jugando con ellos y abrazándolos. Pero te voy a contar una buena noticia. ¡No van a estar muertos para siempre! Un día, Jesús vendrá y de la misma manera que despertó a la niña de nuestra historia, despertará a nuestras personas queridas. Y ¿sabes otra cosa? Después de eso viviremos juntos y felices para siempre, sin enfermedades, sin hacernos viejos ni tener accidentes. Y con una sonrisa en la cara como la de la gata. Fin



Este relato: • Se recomienda para niños y niñas a partir de 3 años. • Forma parte de la colección LOS ANIMALES DE LA BIBLIA. • Tiene como objetivo suscitar el interés por los relatos bíblicos. • Va acompañado con una guía pedagógica que contiene actividades y recursos didácticos (de menor a mayor dificultad) para desarrollar el tema en el entorno familiar, iglesia, escuela y otros.

Gratuíto. Prohibida su venta.


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