¿TE CREES MEJOR QUE YO? - Herminio Díaz y Luis González

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¿TE CREES MEJOR QUE YO? Po r u n d i á l o g o a b i e r t o c o n l a é t i c a s e c u l a r

Herminio Díaz Luis González



Herminio Díaz Luis González

¿Te crees mejor que yo? Por un diálogo abierto con la ética secular


¿Te crees mejor que yo? Por un diálogo abierto con la ética secular Autores: Herminio Díaz y Luis González Diseño de la portada: Javier Zanuy NOTAS: 1.

Mientras no se indique lo contrario, la citas de la Biblia se tomaron de la que tiene mayor difusión en lengua española, la versión Reina-Valera 1960.

2.

Los destacados y énfasis en citas y texto son de los autores excepto que se especifique otra cosa.

Julio 2012 Copyright by © Herminio Díaz – Luis González lugonso@yahoo.es Depósito Legal: M-26575-2012 ISBN: 978-84-615-9851-9 Queda rigurosamente prohibida, sin previa autorización escrita de los titulares del Copyright, la distribución y/o reproducción total o parcial de este libro en ningún idioma, ni su tratamiento informático, ni la copia por cualquier medio.

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SUMARIO Prefacio ........................................................................... 7 Introducción (Mi encuentro con la ética) ......................... 13 Prólogo. Los sistema éticos .............................................. 19 1. La ética de los sin Dios ........................................... 25 • • • •

A qué llamamos ética y moral ........................................ Una ética sin Dios, ¿es posible? ...................................... Las personas que no son religiosas, ¿pueden ser espirituales ...................................................................... La ética de los agnósticos y los ateos ¿puede ser superior a la de los creyentes? ....................

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2. Lo que un cristiano debe saber sobre la conducta ética y moral ............................................ 77 • • •

Los actos humanos, ¿fruto del determinismo, o de la libertad? ........................................................................... 80 Lo correcto y lo incorrecto. Los actos humanos en el contexto del concepto de pecado ................................... 100 Conciencia subjetiva y conciencia objetiva ................... 106 –El papel del dogma y el papel de la moral .............. 110

3. La ética en tiempos de crisis ............................... 119 •

La crisis actual es, fundamentalmente, un problema ético .......................................................... 122 –La ética como factor profundo de la actual crisis .. 128 La realidad de una sociedad basada en el poder ............ 131

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PREFACIO



PREFACIO

Conocí a Herminio Díaz a principios de los años setenta y siempre observé en él inquietudes espirituales. Pero hubo un momento en su vida que dio un salto cualitativo esencial, que marcaría su existencia para siempre, de una forma sorprendente para él mismo. Se encontraba haciendo su licenciatura de Teología Moral en Barcelona, y después su tesis doctoral en Valencia, cuando sintió primero la curiosidad, después la sorpresa, y finalmente la atracción hacia el mundo secular y sus valores. Lo cual le permitió vitalmente enriquecer su misma creencia. Dos crisis vitales en su vida vinieron a reforzar su damasceno encuentro: una cuando estaba terminando su tesis doctoral, y otra, más actual, por una seria alteración de la salud. Estas condiciones, vitalmente desventajosas, no han hecho sino reforzar un nuevo despertar intelectual y espiritual. Lo cual puede ser un estímulo para otras situaciones adversas en todo ser humano. Como le ocurrió a Viktor Frankl, del que Herminio Díaz se declara ferviente admirador, y al que se adhiere en este pensamiento: “No hay ninguna situación en la vida que carezca de sentido, incluso los aspectos aparentemente negativos de la vida pueden llegar a convertirse en algo positivo cuando se afrontan con la actitud correcta”. Sin descartar ni mucho menos la religiosidad, sino al contrario, Herminio Díaz halló en la ética del universo secular una fuente de riqueza desbordante, como él mismo resalta en la propia Introducción de este libro. Pero mucho antes que esto, buceando en su biografía de hombre con inquietudes, encontré unas palabras suyas, publicadas en la Revista Adventista, edición 9


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española, abril de 1988, que ya indicaban la dirección de su compromiso y de un análisis certero: «Hay que conocer no sólo las Sagradas Escrituras sino también las ciencias que constituyen la necesaria mediación para comprender al hombre contemporáneo. El evangelio nunca habría llegado con fuerza al mundo gentil de no ser por Pablo, un hombre conocedor de la cultura griega, que supo expresar la verdad de Dios en Cristo en términos inteligibles para aquella sociedad». Aprendió que si Pablo alcanzó al mundo gentil de principios de nuestra era, se produjo, entre otras razones, porque conocía perfectamente la avanzada cultura griega. Hoy, envueltos como estamos en una cultura cristiana, quizás no seamos muy conscientes de la imperiosa necesidad, como señalaba en el mismo artículo, de “salir de uno mismo, ampliar su círculo, abandonar el sentido de exclusivismo, valorar las verdades de los demás”, que concluía: “Hay que tender puentes entre el mensaje de Jesús y la incredulidad”. Por formación y por experiencia personal, Herminio Díaz mantiene una fuerte convicción: Nunca el cristianismo llegará a la mente secular si antes no se toma la molestia de conocerla… y valorarla. Porque, como él mismo recuerda, y sentencia, en palabras de John Makay: “El pastor que sólo lee la Biblia, ni la Biblia sabe” . Mi aportación personal en este trabajo, con una biografía entre la enseñanza y el mundo editorial, nace de la insistencia del autor en que le ayudase a crear un libro fundamentalmente reflexivo pero sin las ataduras de los 10


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textos con vocación académica y para alcanzar al mayor número de personas posibles. Es, de nuevo, el impulso de un ministerio el que le atrae. Metodológicamente se eligió el diálogo abierto como vehículo portador de ideas sin renegar de la posibilidad de que en algunos momentos pudiesen plantearse discrepancias. Éstas siempre las percibimos ambos como una oportunidad para desarrollar conceptos y poner en escena nuevas ideas en común. Con la evidencia por mi parte del hecho incuestionable de que Herminio es el especialista., El diálogo se desarrolló casi siempre de forma improvisada, grabadora en ristre, y de ahí esa frescura que le da un encanto especial y una lectura amena. Nos preocupaba más la verdad que la belleza literaria. No hemos pretendido nunca dogmatizar ni partir de pensamientos excluyentes. Asignamos tanto al creyente como al no creyente, verdaderos protagonistas conceptuales de este libro, la misma responsabilidad y libertad para encontrar el sentido de su existencia, y procurar unas actitudes éticas propias de una dimensión espiritual que subyace en todos los seres humanos. Dimensión y amplitud de la que estamos firmemente persuadidos. “Tomo al hombre como debe ser, [y con ello] le estoy dando posibilidades de ser lo que él puede llegar a ser” (Viktor Frankl, Búsqueda de Dios y sentido de la vida, pág. 85). Luis González 11



INTRODUCCIÓN

Mi encuentro con la ética


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MI ENCUENTRO CON LA ÉTICA

Corría el año 1980. Yo era un joven ministro de culto que estudiaba en la facultad de teología de Barcelona. Allí conocí a un hombre que iba a cambiar mi perspectiva en lo relativo a la ética y la moral. Se trataba de Raimon Panikkar, prestigioso teólogo. Su libro, Culto y secularización, me abrió los ojos a una forma diferente de contemplar al ser humano. Mi visión hasta entonces estaba impregnada de fundamentalismo excluyente. El mundo era lo opuesto a la iglesia. Fuera de ella no había valores morales, lo secular era lo contrario a lo sagrado. Comencé a comprender que la religiosidad entendida en forma de ritos era diferente de la espiritualidad. Y lo que es más importante, que el hecho espiritual podía darse fuera del mundo religioso. En ocasiones, siguiendo a Pablo de Tarso, entendía que al no creyente Dios le juzgará por su conciencia, pero no comprendía cómo se manifestaba la espiritualidad en la vida del ateo o del agnóstico. Pasaron los años y leí las obras de dos hombres sin las cuáles no hubieran sido posibles estas reflexiones. Comte-­‐Sponville, filósofo francés, ateo declarado cuyo concepto de la moralidad iba mas allá de mi perspectiva que se limitaba a una moral religiosa consistente en la práctica de unas determinadas doctrinas. Para él, “obrar moralmente es tomar en consideración los intereses del otro”. Sponville tiene un concepto de la fraternidad, y sobre todo un respeto por el ser humano, que me hizo ver el valor que hay en todo individuo independientemente de su creencia o ateísmo. 15


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Mi actitud era de un moralismo que veía lo que hacían los demás en lugar de preguntarme que debía hacer yo. Reamente me devolvió al evangelio, “querer o no querer para los demás lo que quisiera para mí”. “Es obrar conforme a la humanidad en vez hacerlo conforme a mi querido y pequeño yo”(Comte-­‐Sponville). Pero para mí, el punto culminante de su ética se revela en la experiencia del “sentimiento oceánico”, ese momento en que él, sintiéndose como una gota de agua en ese mar que es la humanidad, expresa un sentimiento de solidaridad, de unidad que le hace sentirse responsable del otro, sin esperar nada a cambio. No hay premio, no hay vida eterna, sólo solidaridad y respeto. La obra de Viktor Frankl, eminente psiquiatra, fundador de la llamada escuela de logoterapia, la conocí en un momento difícil de mi vida. Recibí un regalo que en aquel momento no aprecie en su justo valor, un libro: El hombre en busca de sentido. Su experiencia como prisionero en un campo de concentración nazi me enseñó que se puede encontrar el sentido de la vida en el sufrimiento. En su obra encuentro a un hombre creyente que, pese a los golpes que sufrió en la vida, no abandonó su fe, aunque no se perciba su filiación a ninguna institución religiosa. Comprendí que el hombre no está guiado por un ciego determinismo. Lo que dignifica y da sentido no es una voluntad de obtener poder o placer sino un valor que está por encima de lo puramente material, unos valores que significan perdón, reconciliación y amor. 16


MI ENCUENTRO CON LA ÉTICA

En definitiva me descubrió esa espiritualidad que existe en todo ser humano y que le hace superar lo puramente instintivo, la renuncia al egoísmo para encontrar sentido en la felicidad del otro. Dos personajes, con vidas diferentes, que parten de concepciones distintas, pero comparten sentimientos hermanos: perdón y amor , solidaridad y respeto. Ojalá que la lectura de estas páginas, nos lleve también a nosotros a sentirnos parte de nuestra común humanidad, compañeros, hermanos… Y que sepamos transcender lo meramente humano para unirnos en esa dimensión espiritual expresada en los Evangelios: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Herminio Díaz

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PRÓLOGO

Los sistemas éticos



LOS SISTEMAS ÉTICOS

Antes de entrar de lleno en la lectura de estas páginas, estimo conveniente hacer una breve descripción de los principales sistemas éticos, a saber: El legalismo, el antinomianismo y la ética situacional. Todos estamos incluidos en alguno de estos sistemas. No queremos decir que en toda actitud seamos solamente legalistas, antinomianistas o situacionistas, pero sí que de un modo general, nuestros actos están influenciados por alguno de estos sistemas. Supone por lo tanto el valor de reconocernos. El conocimiento de la verdad es progresivo y es nuestro deber avanzar con sinceridad, examinando los motivos de nuestros actos.

El legalismo Sus representantes más significativos son los fariseos, tantas veces mencionados en los Evangelios. Estrictos cumplidores de la ley, le conceden un valor salvífico. El cumplimiento de la norma es el principal objetivo de su vida. Su visión de la vida y del prójimo es objetivo, sólo aprecian lo que hay delante de sus ojos. El episodio del fariseo y el publicano en el templo, es el mejor ejemplo de su comportamiento: «Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano» (Lucas 18: 11, 12).

En resumen, para ellos la salvación es por las obras. 21


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El antinomianismo Anti-­‐nomos, significa literalmente “anti ley” o “contra la ley”. Su principal exponente fue Johannes Agricola quien mantuvo frecuentes discusiones sobre el tema con Lutero y Melanchton quienes no concordaban con él. Sus defensores postulan lo contrario al legalismo. No admiten estar sujetos a ninguna norma. Es la forma de vivir de una parte de la sociedad; es el nihilismo, la nada, porque de ese modo conciben la libertad. Su objeto es el placer, el poder… El problema puede ser que su propio sentido de la libertad les conduzca al libertinaje que lo que no deja de ser una suerte de esclavitud.

La ética de situación O ética situacional. Su defensor más prominente fue Joseph Fletcher. Contrariamente lo que indicábamos del legalismo, hay una preocupación por el elemento subjetivo, es decir, no se para en lo que cae delante de nuestros ojos sino que busca acercarnos a las consideraciones interiores del individuo. Intenta comprender las motivaciones teniendo en cuenta la educación, el contexto social, las circunstancias personales… que de algún modo modulan sus actos. No quiere decir que no se castigue al que hace daño a la sociedad, pero sí que existe una actitud con fuerte tendencia hacia la misericordia. Su argumentación es que todo acto es bueno si tiene como principio el amor. 22


LOS SISTEMAS ÉTICOS

En los Evangelios, podemos encontrar en Jesús actitudes propias de la ética de situación. Por ejemplo, Zaqueo era un publicano, cobrador de impuestos, vendido al opresor romano, considerado un traidor a los ojos del pueblo, un marginado… Pero Jesús descubrió en él virtudes. Es decir, no se quedó en lo que veía sino que, mediante el amor, hizo una aproximación para comprender las posibilidades de este hombre. No obstante, no estamos de acuerdo en que se apruebe cualquier medio para conseguir un fin… aunque éste sea bueno. Por ejemplo, Jesús nunca invita a la violencia. En cierta ocasión tuvo la oportunidad de utilizarla en defensa propia y no lo permitió: “Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina” (Juan 18: 10, 11). Lo que tomamos del situacionismo es su método de acercarse/comprender al individuo, su benevolencia y su búsqueda de lo mejor de cada uno. Herminio Díaz

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CAPÍTULO 1

La ética de los sin Dios



LA ÉTICA DE LOS SIN DIOS

LUIS: Como dejé constancia en el Prefacio, hace tiempo que te conozco, Herminio, y sé que siempre tuviste una inquietud y un interés muy grande por las cuestiones éticas y morales. A menudo te he escuchado hablar de las diferencias que hay entre religiosidad y espiritualidad. Para ti el ser humano es el sujeto de tus reflexiones. Por eso te preguntaría: ¿Qué es para ti el hombre? ¿Cuál es el sentido de su existencia? La cuestión sobre el hombre ha seducido, no sólo a ti sino también a la humanidad a lo largo de su historia. La pregunta de los filósofos, de los teólogos, de los pedagogos…

«¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos; todo lo sujetaste bajo sus pies» (Hebreos 2: 6-­‐8).

El texto bíblico anterior nos hace una aproximación: es de linaje noble, con capacidad para administrar su entorno, superior al resto de la naturaleza, pero ligeramente inferior a los seres espirituales llamados ángeles. Descripciones, como las de naturalista Konrad Lorenz, no son tan generosas con el ser humano, y lo califican como un animal más, aunque, eso sí, el más desarrollado de la evolución. HERMINIO: Me limitaré a la definición que del ser humano hace Denis Diderot: 27


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«Es un ser que siente, que reflexiona, que piensa, que parece superior a todos los animales que domina, que vive en sociedad, que ha inventado unas ciencias y unas artes, que tiene una bondad y una maldad propias, que se ha dado gobernantes, unas leyes»… Y concluye que lo que somos no puede abarcarse en una definición (Citado por Comte-­‐Sponville en Invitación a la filosofía, pág. 145).

Voy a concretar más diciendo que todas las definiciones en general, buscan el propósito de la existencia humana. Como dice Viktor Frankl: “El hombre nace con un propósito a cumplir” (Viktor E. Frankl, El hombre en busca del sentido último, pág. 148).

El mismo autor cuenta una experiencia dramática en más de un sentido, pero que nos centrará de inmediato en el tema de nuestro diálogo: «Una mujer, que padecía un cáncer incurable, se compadecía y se comparaba con la época en la que se sentía llena de vida, encontrando ahora, en estos últimos tiempos, un gran vacío y desesperación. Un psicoanalista freudiano opinó al respecto que esta mujer estaba cometiendo un grave error. “Su vida en general ha carecido siempre de sentido, incluso antes de tener la enfermedad”» (Ibíd., pág. 146, 147).

Por esta razón, diría Nietzsche una de sus frases más célebres: «El que tiene un por qué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo» (Friedrich Nietzsche, en El crepúsculo de los ídolos).

LUIS: A este respecto, he leído con interés a uno de tus autores preferidos, Viktor Frankl, quien teniendo esto en mente, y como superviviente de los campos de exterminio nazis, en el holocausto judío, está autorizado a 28


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sacar reflexiones con respecto a cómos que implican situaciones límites: «Siempre que se presentaba la menor oportunidad, era preciso infundirles [a los prisioneros] un por qué –un objetivo, una meta– a sus vidas, con el fin de endurecerles para soportar el terrible cómo de su existencia. ¡Pobre del que no percibiera algún sentido en su vida […] ése estaba perdido!» (Viktor E. Frankl, El hombre en busca de sentido, pág. 101).

HERMINIO: Encontrar el sentido de la vida es la tarea más apasionante a la que puede aspirar el ser humano. Y será la más reconfortante y estimulante. Aquellos que tienen inquietudes religiosas suelen afirmar que el sentido de la vida lo da la creencia en Dios y que quienes no tienen fe no alcanzan a dar un propósito a sus vidas puesto que no pueden responder acertadamente a las grandes cuestiones existenciales, “de dónde venimos” y “a dónde vamos”. Esta catalogación es injusta además de inexacta. De la misma manera que no siempre responde a la realidad que todo creyente tenga claro cuál es el propósito de su vida.

A qué llamamos ética y moral LUIS: Vamos por partes. Entre el “de dónde venimos” y el “adónde vamos” se encuentra la vida actual del ser humano. Y darle sentido a esa vida no consiste únicamente en dar respuesta a esas dos preguntas sino también en dar un contenido coherente a ese periodo. Y 29


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aquí es donde el ser humano se encuentra con la ética y la moral en el modo de vivir esa vida. Háblenos de estos dos conceptos, Herminio. ¿Qué es para ti la ética, y qué es la moral, y si son la misma cosa? HERMINIO: A la moral se le suele atribuir una connotación religiosa, mientras que a la ética se la suele relacionar con lo secular. La verdad es que ambos términos se utilizan indistintamente y son intercambiables, pero son pragmáticamente distintos. • La moral busca la santidad, la ética la sabiduría. • La ética es reflexiva, la moral es obediente. • El referente de la moral es Dios, la ética es libre. Su horizonte es la humanidad. • La moral está siempre subordinada y por lo tanto está limitada, la ética secular no tiene ninguna referencia que la limite; dice sí al mundo para transformarlo. • Como consecuencia, la moral tiene límites dogmáticos, mientras que la ética secular no está sujeta a una ideología o a unas doctrinas concretas. Pero vamos a precisar un poco más: LA MORAL está sustentada por una normativa que indica lo que tiene que ser la conducta del individuo. Pero la norma la propone un colectivo o institución. O lo que es lo mismo, en la moral normativa existe una cierta 30


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limitación a la reflexión, dejando la última responsabilidad de la decisión a la doctrina o al dogma. No hace mucho, hablaba con un joven universitario sobre una situación límite en la que decir la verdad ponía en peligro la vida de una persona. Su respuesta tajante fue: Se debe decir la verdad por encima de todo, y dejar el resultado a la intervención milagrosa de Dios… Más adelante analizaremos con más detalle estas situaciones. Ahora me limitaré a decir que este joven creyente estaba renunciando a su responsabilidad y poniendo las doctrinas por encima del ser humano. La doctrina es una balsa, decía Buda: una vez atravesado el río, ¿para qué cargar con ella? «Hay creyentes que se pasan la vida retocando y reparando su pequeña balsa, con la esperanza de perfeccionarla… Pero, para qué si no atraviesan el río, o si una vez franqueada llevan a cuestas durante toda su vida ese lastre» (Comte-­‐Sponville El amor y la soledad, pág. 20). «El amor libera de la ley, pero sin abolirla, e inscribiéndola en el fondo de los corazones» (Baruch Spinoza, Tratado teológico-­‐ político, cap. 4).

El problema del legalista es que sigue esclavo de la ley y juzga las acciones tomando como referencia el elemento objetivo, sin atender a las circunstancias ni a las repercusiones. En la moral normativa hay otro elemento significativo y es que es impositiva y que tiene que ver con una retribución. Es decir, en función de que hagas esto o aquello hay un premio o un castigo. Lo que quiere decir que esta moral religiosa en no pocas ocasiones induce al temor o al amor al premio. 31


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Ello implica que una moral basada en el dogma, en la doctrina, puede ser coercitiva y este es el gran problema. Limita la libertad individual lo cual es gravísimo: “No hagas esto”, “No hagas lo otro”… Porque si haces esto te irá bien y si no lo haces así te irá mal. Mi conciencia y mi sentido de la vida me permite creer en Dios sin los límites de la ortodoxia. Por lo tanto la moral religiosa está sustentada por una serie de dogmas. Con todo el peligro que implica esto ya que reconocemos el dogma como “la verdad”. Si la verdad es la que manda, como pensaba Juan Pablo II, y esa verdad ha sido establecida por la “ley divina”, interpretada por el magisterio, fuera de la verdad, decía él, no hay salvación, se vive en pecado. Según dicho papa, quienes se encuentren fuera de esa verdad marcada por el magisterio, hay que compadecerles y amarles pero sin caer en reconocer su derecho a pensar de otra manera pues sería caer en el relativismo (extracto de la encíclica Veritatis Splendor de Juan Pablo II, citado por Comte-­‐Sponville en Pequeño tratado de las grandes virtudes, págs. 176, 177). Según esto, la verdad moral hay que imponerla a todos, por su bien, eliminando la razón y la autonomía. En otro orden de cosas, también resulta significativo constatar que hay religiones, que en realidad no son tales sino filosofías de la vida (porque no tienen un dogma), como puede ser el budismo, o el taoísmo, las cuales jamás han perseguido ni han provocado una guerra. Y hasta han sido bastante tolerantes con los demás.

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El gran problema es el dogma porque marca las distancias, o al menos las diferencias con los demás al proclamar que se está en posesión de la verdad. LA ÉTICA SECULAR, por el contrario, no está basada en ninguna normativa y por lo tanto ofrece más libertad al individuo. Yo diría que es más espiritual (entendida no en el sentido religioso como veremos más adelante) que la moral religiosa. Para una persona no creyente, la contemplación del otro con su sufrimiento, su dolor, su necesidad, es lo que le lleva al sentimiento de solidaridad. En definitiva, y resumiendo, la moral religiosa es la que está guiada por una serie de dogmas y doctrinas y que al final es la autoridad la que interpreta a la que deben sujetarse sus seguidores. La obediencia es lo esencial en el concepto de obligación moral. Mientras que la ética secular es mucho más libre porque no está sujeta a doctrinas. En este sentido es más pura porque lo que hace al contemplar el sufrimiento es por solidaridad. No hay ningún premio, ni ningún castigo. Y pongo un ejemplo que indica Comte-­‐Sponville en su Invitación a la filosofía, y que resumo: ¿Quién no ha tenido la tentación de obtener algo de modo ilícito? Si no lo supiera nadie, o si nadie lo viera, este hecho ilícito en estas circunstancias suprimiría el temor al castigo. Pero todo aquello que se hace si no se supiese, no tiene nada que ver con la moral. Por el contrario, si no hubiera posibilidades de ser descubierto, te lo impones o prohíbes a ti mismo, esto sí es moral. 33


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Si la actitud ante un hecho no se corresponde con lo que otros saben de ti, sino que lo haces en virtud de unos valores que tú te impones, esto es moral. Quiero esto decir que la norma nunca puede ser una imposición. La base debe estar en los principios que uno se autoimpone. Cuando estos son el resultado de una educación, se trata de una cualidad. Cuando lo haces sin ningún interés personal ni sin ningún temor, se trata de una virtud. Obrar moralmente es la regla evangélica: «Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas» (Mateo 7: 12).

Al hacer con los demás lo que quisieras que los demás hicieran contigo, estás tomando en consideración al prójimo. Lo que significa que la actitud moral siempre es en relación con el otro. ¿Qué es la ética? Respondo como lo hizo uno de los más destacados filósofos franceses contemporáneos, André Comte-­‐Sponville: «Es el conjunto formado por lo que uno se impone o prohíbe a sí mismo. Pero no fundamentalmente para aumentar su felicidad o bienestar, lo que no sería más que egoísmo sino para tomar en consideración los intereses y los derechos del otro» (André Comte-­‐Sponville, Invitación a la filosofía).

Esta es una buena definición de ética. No importa lo que el otro sienta por mí, yo actúo según mi convicción interior. En esto coincide con el mandato evangélico, “amad a vuestros enemigos” (Mat. 5: 44). El amor ágape tiene más que ver con la benevolencia, la buena voluntad, la ausencia de un espíritu hostil, los buenos deseos… , 34


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más que con un sentimiento hay que interpretarlo como un principio. Cuando lo identificamos más con el cerebro que con el corazón, habremos dado el paso de convertir una cualidad, resultado de una educación, el temor o la represalia, en una virtud. En ocasiones nos preguntamos si tal acción es buena o mala. Pero antes de contestar deberíamos interrogarnos: ¿Quisiera que me tratasen así a mí? Resumiendo: La moral normativa dice: Deberías obedecer la voluntad de Dios, interpretada por el magisterio. La ética secular puede decir: Deberías buscar el máximo de felicidad para la humanidad. De este modo, debe entenderse como un sentimiento de solidaridad. Las actuaciones morales fruto de un premio o un castigo, no tienen ninguna virtud. Una acción moral sólo es moralmente buena cuando no se espera nada de ella. Aunque no hubiera salvación eterna, Tierra Nueva, ello no me exime de practicar la caridad. Para Martín Lutero, el hombre moral es el que se opone a las doctrinas y moral de la Iglesia Católica. Esto es así porque descubre la justificación por la fe como algo puramente individual. La Biblia dice que todo es una actitud individual: «No seguirás a la multitud para hacer el mal, ni responderás en litigio inclinándote a los más para hacer agravios; ni al pobre distinguirás en su causa. Si encontrares el buey de tu enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo. 35


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Si vieres el asno del que te aborrece caído debajo de su carga, ¿le dejarás sin ayuda? Antes bien le ayudarás a levantarlo. No pervertirás el derecho de tu mendigo en su pleito. De palabra de mentira te alejarás […] Y no angustiarás al extranjero; porque vosotros sabéis cómo es el alma del extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Seis años sembrarás tu tierra, y recogerás su cosecha; mas el séptimo año la dejarás libre, para que coman los pobres de tu pueblo; y de lo que quedare comerán las bestias del campo; así harás con tu viña y con tu olivar» (Éxodo 23: 2-­‐11).

Para el católico la virtud reside en la sumisión a la Iglesia como depositaria de la verdad. Es decir, para el católico la virtud es un concepto social en contraste con el protestante. Éste tiene el libre examen y su responsabilidad únicamente ante Dios. Otra cuestión, incluso en el seno del protestantismo, es la libre expresión de tus pensamientos en el seno de la institución religiosa. Esto supone responsabilidad, escudriñar con la ayuda del Espíritu Santo mi posición ante las doctrinas, mi relación con el Creador y mi responsabilidad en el entorno más cercano de la sociedad en la que vivo. El verdadero cristiano tiene que tener algo de ácrata, no acepta mediadores. En realidad debe ser un místico, en el sentido de que su posición, en el plano de la salvación, pasa sólo por el Creador. En el profetismo de Antiguo Testamento tenemos varios ejemplos, igual que en la posición de Juan el Bautista y el propio Jesús. Quiere ello decir que la gracia, los carismas, los otorga Dios. Y son siempre personales. 36


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Una ética sin Dios, ¿es posible? LUIS: Decía el eminente filósofo y pedagogo ilustrado Jean-­‐Jacques Rousseau, en su famoso Emilio, que el niño nace bueno pero que la sociedad termina haciéndolo malo. De aquí parte para comprender la necesidad de la educación a fin de que ésta le devuelva a su estado de bondad. Evidentemente su antaño popular teoría, choca contra la evidencia. La genética nos aclara que algunas deficiencias ya nacen con el niño, o bien su tendencia a las tales. Sin embargo existe otra evidencia: la educación forma parte del progreso integral del individuo. Los niños nacen sin educación ética y hay que formarlos. Lo mismo podríamos decir de los pueblos. No tienen las mismas concepciones éticas o morales los pueblos culturalmente muy atrasados que la desarrollada civilización occidental. La cuestión es, pues: La ética y la moral, ¿nacen o se hacen? HERMINIO: La ética y la moral comienzan con la educación. Además hay que entender que la moral siempre comienza siendo impositiva. En un principio, los padres le dicen al niño: “esto está bien”, “esto está mal”, “niño no toques esto”, “niño no toques aquello”… Pero sería terrible que esta fase de la educación se quedara estancada en ella para siempre. Es necesario, pues, que la cualidad se convierta en virtud. Porque se puede educar para la apariencia en relación con los 37


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demás. Ese salto hacia la virtud implica una concepción desde el interior de la persona, y no algo simplemente externo. Pongamos algún ejemplo que lo aclara: Podemos tener en nuestro entorno social a un terrorista y que aparece ante la sociedad como una persona educada. Con sensibilidad para ciertos temas. Pueden vibrar con la poesía, o con la música de Mozart, Albéniz, o Beethoven, y sin embargo ser la persona más cruel y despiadada que te puedes imaginar. En estos casos no ha habido una transición entre la educación y la conducta virtuosa. Con bondad, con caridad, con justicia… teniendo en cuenta que esa normativa inicial de la educación debe terminar su ciclo para definirse como virtud. Pero conviene dar un paso más. A menudo, la incapacidad, para establecer relaciones personales, o la misma crueldad, tiene su origen en las enseñanzas morales recibidas en la infancia. Recuerdo en mi juventud los sentimientos que me asaltaban cuando contrastaba mis acciones con mi educación religiosa, con el concepto de ‘pecado’. Era una especie de esquizofrenia que me impedía desarrollar mi verdadera personalidad. En este sentido es fundamental diferenciar el sentimiento de culpa y el pecado. Igual que la ética es positiva cuando trasciende al otro, el pecado es no sólo aquello que nos afecta a nosotros sino que, de alguna manera, repercute en los demás. Un código es bueno o malo según procure o no la felicidad humana. 38


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LUIS: Pero eso mismo que les pasa a los individuos, les puede acontecer a los pueblos, los cuales pueden estar en la fase infantil de su desarrollo. No es lo mismo la educación, con todo lo que implica de ética, en un pueblo que viva en la jungla que en uno de los países occidentales actuales. Se podría decir que las tribus remotas de la historia, o remotas en el espacio actual, necesitan pasar esa etapa normativa, e incluso impositiva, antes de acceder a la interiorización ética. Es decir, los pueblos también tienen una etapa de infancia social para llegar a la etapa madura de la ética en la que la normativa se asume y se actúa por principios. Lo que no se puede pedir a un niño es que actúe por principios, ni tampoco que pueblos culturalmente retrasados actúen bajo conceptos democráticos. HERMINIO: Naturalmente. Por eso hay muchos que dicen que los conceptos morales son conceptos sociales. Ha sido muy común en la historia de los pueblos primitivos sacrificar a los hijos por el miedo a lo desconocido, o a los dioses, a los que había que aplacar porque podían enfadarse con los individuos o la sociedad. Y esto que hoy con nuestros ojos occidentales nos parece una monstruosidad, en aquel medio estaba bien visto y aceptado por aquella civilización. Incluso la víctima sentía el honor de haber sido seleccionada para el sacrificio. Lo que ocurre es que este tipo de conductas generalmente está inducida por la superstición y la falta de desarrollo educativo. Por lo tanto, esos pueblos, al igual que las personas, deben superar esta etapa y 39


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alcanzar un nivel moral que no esté gobernado por el miedo o la superstición. Precisamente, y aunque estemos en un medio desarrollado, en las páginas de este libro trataremos de llegar a esto: que la posición del individuo frente a la moral, o frente a la religión, nunca debe estar inspirada por los miedos sino por el amor. Lo que hizo el cristianismo fue cambiar la idea que se tiene de Dios. Y por cristianismo entendemos su propia esencia, no la aplicación que algunas denominaciones han hecho del mismo. Porque no podemos negar que el catolicismo, en una clara distorsión del amor, lo que ha hecho a lo largo de su historia fue inspirar miedo a un Dios justiciero, a un Dios que castiga y que premia o castiga según unos baremos muy complejos. LUIS: Entonces, ¿podemos hablar de ética sólo en sociedades avanzadas, o la ética ha existido siempre a través de la historia de la humanidad? HERMINIO: La ética, o moral basada en la religión, siempre ha sido una necesidad del individuo. El gran problema ha sido, y es, la ignorancia, la superstición. En principio, podemos afirmar que todos los pueblos tienen algún tipo de moral, generalmente apoyada en la religión, aunque nosotros la percibamos como equivocada. Para comprenderla habría que situarla en su contexto social. 40


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De aquí que algunas personas vean el concepto de pecado y el concepto de moral, de una forma cambiante puesto que perciben que es la sociedad la que impone los modelos de lo que es bueno y de lo que es malo. Por ello, un cristiano tiene que tener una sensibilidad extraída de las Escrituras. A mí me encanta un texto muy ilustrativo al respecto: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”. (Romanos 12: 2)

Ello implica que el cristiano no debe acomodarse a la moral que impera en la sociedad sino que tiene que tener una fina sensibilidad que le permita discernir más allá de los conceptos que la sociedad pone en boga y que en principio pueden parecer muy correctos aunque, a menudo, son muy efímeros y cambiantes. Pero es verdad que la sociedad marca de alguna manera. Tal influencia existe y forma parte de patrones de pensamiento. Por eso el creyente debe estar en continua lucha para no dejarse engullir por la sociedad. Es más, debe adelantarse a su tiempo y consolidar, mejorar y ampliar el progreso de las civilizaciones hacia una ética cada vez más refinada. De ahí que me encante que el texto nos invite a la renovación constante del entendimiento. LUIS: De acuerdo, pero no podemos obviar que la sociedad ha ido avanzando también en esta materia. Ahí tenemos, por ejemplo, la Declaración de los Derechos Humanos de Naciones Unidas, que es toda una declaración de ética incuestionable, y aceptada, aunque 41


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sólo sea a nivel teórico, por todas las naciones. Por lo tanto, hay que valorar positivamente el progreso que ha hecho la humanidad en el campo de la ética. Otra cosa es que de vez en cuando, y lamentablemente, aparezcan nubarrones involucionistas… Y constatado esto, no quiere decir que antes no haya habido una cierta ética. Incluso antes del cristianismo, que representó el mayor salto cualitativo de la historia y del que la Declaración de los Derechos Humanos es su consecuencia natural, ya existía en el Antiguo Testamento una serie de normativas para cuidar del ser humano menos favorecido. Por ejemplo, las ciudades refugio que eran una especie de embajadas de territorio inviolable, en las que las personas acosadas podían obtener garantías de vida. O la norma que aconsejaba no recoger las cosechas al cien por cien para dejar los restos para los más pobres. Esto es una forma de moral que no está tan desarrollada como hoy en día el derecho al subsidio de desempleo, o a la seguridad social que son una forma de ayudar a toda la población, especialmente a los más necesitados. HERMINIO: Estoy totalmente de acuerdo, Luis. Y aquí podríamos contemplar la adecuación de Dios al ser humano en cada momento. Evidentemente existe una revelación progresiva, puesto que Dios se adapta al desarrollo humano y sus circunstancias (un buen ejemplo lo tenemos al examinar el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo). Dios espera a que la humanidad pueda aceptar los postulados divinos, es decir se adapta a la capacidad 42


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receptiva del ser humano para comprender una cierta moral. Pero precisemos. Yo estimo que quien más ha hecho por los derechos humanos que antes comentabas, y que la ONU recogió en 1945 en una solemne declaración, no han sido precisamente las religiones, o las iglesias. A este respecto, Juan G. Bedoya, escribió en El País del 20 de agosto de 2011 un artículo que titulaba “Persistencia de ‘pestilentes errores’”, en el que analizaba los constantes errores que, en nombre del cristianismo, habían empañado la historia humana. Y decía así: «La jerarquía romana está empeñada en hacer creer que, sin las raíces cristianas, Europa sería un continente peor […]. »No es verdad. La Europa libre y tolerante se ha construido pese al pontificado romano, intolerante durante siglos, enemigo de Gobiernos democráticos y plácido entre dictadores».

A continuación narraba cómo el papa Juan XXIII, poco antes de morir confesaba: «Hay que admitir que la libertad religiosa debe su origen no a las iglesias, no a los teólogos, y ni siquiera al derecho natural cristiano, sino al Estado moderno, a los juristas y al derecho racional mundano, en una palabra, al mundo laico».

Y menciona también el caso de dos prelados españoles que llegaron a las manos cuando el Concilio Vaticano II aprobó el 1965 la Declaración sobre Libertad Religiosa. O cómo, en la misma situación, otro prelado español que menciona con su nombre, “rezó para que cayera sobre los reunidos la cúpula de san Pedro antes de votar tal cosa”. ¡Terrible! Con semejante Declaración, sigue diciendo Bedoya, la libertad de conciencia dejaba de ser “pestilente 43


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error” como la había denominado el papa Gregorio XVI, y también dejaba de ser herejía la equivocada declaración del papa León XIII: «La libertad de pensamiento, de prensa, de palabra, de enseñanza o de culto como si fueran otros tantos derechos que la naturaleza ha concedido al hombre».

LUIS: Estos desfases en el comportamiento cristiano pueden deberse a que cuando se comparte el estudio de la Sagrada Escritura, con frecuencia preocupa más la aceptación de las doctrinas fundamentales de la denominación, es decir que el catecúmeno cumpla los requisitos para integrarse en el grupo, que aquellos valores éticos esenciales del cristianismo. Entre ellos, aquellos sobre los que construyó su ministerio el propio Jesucristo: la responsabilidad hacia nuestro prójimo… Esto es algo tan obvio que la Escritura dice: «El que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Juan 4: 20, 21).

El cristiano está, pues, ante un mandato moral que no puede desconocer. Es más, el amor es un valor universal que no levanta fronteras, sino todo lo contrario, entre creyentes y no creyentes. Y si no, fíjate: «Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor» (1 Juan 4: 8).

“Todo aquel que ama”… Quizás el no creyente esté reconociendo a Dios… sin saberlo… de la misma manera 44


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que los atenienses veneraban “al dios no conocido” que menciona Pablo (ver Hechos 17: 22, 23). HERMINIO: Demasiado a menudo las iglesias se han preocupado por los aspectos salvíficos sin preocuparse por la responsabilidad ética hacia los demás. Frecuentemente hemos dejado esto en manos del mundo laico y de sus valores éticos. Demasiado ocupados en “el más allá”, nos hemos despreocupado “del más acá”. Y en este terreno muchas veces hemos depositado nuestra responsabilidad en manos de no creyentes, para quienes “el más acá” es todo lo que alcanzan a percibir. LUIS: El problema es que, preocupados sólo por “el más allá”, nos olvidemos que los mayores reproches que dirigió Jesús a alguien fue a los muy religiosos fariseos. No fue a pecadores como adúlteras, prostitutas, ladrones, terroristas (algún zelote formaba parte incluso de su equipo), romanos invasores… Es más, Jesús, en palabras muy innovadoras para los sistemas religiosos, no descarta que ese tipo de personas, u otras, como ateos, librepensadores, agnósticos… que la sociedad religiosa casi descarta, vayan por delante en el reino de los cielos. Significativas palabras: «Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios» (Mat. 21: 31).

Jesús enfatizó que aquellos odiados y marginados por los religiosos, para él son muy queridos. 45


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HERMINIO: Es más, en el juicio a las naciones, Jesús expresó frases revolucionarias que la ética secular se apropia como suyas: la relación de solidaridad y la acción social con el prójimo, que será decisiva, curiosamente, en la salvación y entrada en “el más allá” (ver Mateo 25: 31-­‐46). En esto, es muy posible que vayan por delante muchos no creyentes que tienen una ética espiritual de la que, sorprendentemente, podrían carecer muchos creyentes. LUIS: Tienes razón. En ese momento trascendental será más importante la vivencia fraternal que la teología. Y no deja de ser significativo que Jesús ensalce tan positivamente esos valores. Pero quería preguntarte algo: Si los cristianos han encontrado esos valores éticos en el evangelio, y ejemplificados en la vida y obra de Jesucristo, ¿por qué están presentes también entre quienes no frecuentan las iglesias y pertenecen más bien a la sociedad laica? ¿De dónde los han sacado? HERMINIO: Yo creo que de la propia conciencia, que es un resto de la imagen de Dios en el individuo. Para mí la conciencia es esencial en todo ser humano. A este respecto te contaré una situación personal: En un momento determinado, llegué a tener tales desacuerdos con un superior que sentía que estaba violentando mi conciencia. Ello me produjo una fuerte 46


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ansiedad porque, por una parte estaba mi vocación, y por la otra mi responsabilidad familiar ante una hipotética pérdida del trabajo. Finalmente, una excedencia me devolvió la paz y la libertad que mi conciencia requería. Esto es muy importante, Luis. Viktor Frankl indica que “el hombre aspira a hallar una interpretación que le revele a él mismo como un individuo con un propósito a cumplir, […] una justificación para su existencia” (Viktor E. Frankl, El hombre en busca del sentido último, pág. 148). Se trata de una cuestión personal e intransferible en la que engañarse es como hacerse trampas al solitario en el que aunque ganes… pierdes. El mismo Frankl define, a continuación, a la conciencia “como un medio para hallar significado”. Por lo tanto, pretender engañar a la conciencia es situarse en una posición de no hallar sentido a la vida… ¡Terrible camino…! La conciencia es un resto de la imagen de Dios en el ser humano y no seguirla es difuminar aún más esa imagen. LUIS: Sí, pero la conciencia no es sólo una voz interior que se retroalimenta a sí misma sino que también se nutre de circunstancias externas. Por ejemplo, cuando Karl Marx habla de una sociedad igualitaria, ¿no estaba, de alguna manera, reflejando aquella sociedad de los primeros cristianos de Jerusalén que lo compartían todo? 47


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HERMINIO: En mi opinión, los valores de igualdad, solidaridad, justicia… son principios tomados del evangelio. Pero si echamos un vistazo a la historia, podemos apreciar cuántos errores se han cometido en nombre del cristianismo. Los suficientes como para reconocer con humildad que, a menudo, como decía Juan XXIII y reseñamos anteriormente, los mayores progresos hacia la libertad los hicieron personas e instituciones seculares. A veces, y llevados por un exceso de celo por ayudar a las almas, se toman muchas decisiones irracionales en función de la “caridad”. “Convertir” al cristianismo, aunque sea con malas artes, podría ser visto como “un favor” que les hacemos. Estoy recordando el caso del niño Edgardo Mortara, que te cuento a continuación y que si nos ponemos a pensarlo bien, es terrible. Porque en nombre de esa verdad, que no respeta las demás verdades, el cristianismo ha cometido auténticas barbaridades. Y entre ellas incluyo la primera y la segunda guerras mundiales, realizada por naciones con fuerte enraizamiento cristiano. Te voy a contar la historia de ese niño que levantó ampollas en todo el mundo. Una historia que ilustra perfectamente lo absurdas de determinadas posturas religiosas: Nos situamos en la Italia de mediados del siglo XIX, ante un caso real. Edgardo Mortara era un niño de seis años que vivía en Bolonia con sus padres. Hasta aquí todo bien. El problema, y esto es lo triste, es que esos padres eran de religión judía.

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Un día, Edgardo fue secuestrado, en presencia de sus padres que forcejearon hasta el límite de sus fuerzas para impedirlo. Pero no, no era un secuestro normal. Ellos sabían quienes eran los secuestradores y dónde estaba su hijo. Pero no podían hacer nada. Sus raptores fueron los policías de la Inquisición de los Estados Pontificios y se hizo en función de un bien superior para el niño. Edgardo fue llevado a una casa catecumenal para la conversión de niños judíos y musulmanes a la religión católica. ¿Qué le había llevado allí, y por qué sus padres no podían asumir su custodia? Antes de todo esto, Edgardo fue cuidado por una niñera católica, Anna Morisi. Un día que el niño se sintió muy mal, a Anna le entró el pánico de que muriera y de que al no estar bautizado, el niño pudiera ir al infierno eterno. Así que, como les decían en la iglesia, en caso de extrema necesidad, cualquiera puede bautizar. Y así lo hizo, en secreto. Desde ese momento Edgardo era legalmente cristiano. Pero el caso llegó a oídos de autoridades católicas que reclamaron al niño como “suyo”. Así fue como llegó a la casa catecumenal a la que los padres apenas tuvieron acceso para verle, y siempre con la presencia de un sacerdote. Los padres lucharon legalmente para conseguir la custodia de su hijo pero el caso lo llevaba directamente el papa Pío IX quien lo obstaculizó hasta llegada la adolescencia. En ese momento se le permitió volver con sus padres pero sus creencias religiosas católicas habían arraigado profundamente y un muro de incomprensión se interpuso entre él y sus padres hebreos. Finalmente, Edgardo decidió hacerse sacerdote y pasó a la historia como el “Caso Mortara” que conmovió a la opinión pública de la época, tanto local como internacional (el diario The New York Times lo trató varias veces en sus editoriales). El secuestro eclesiástico-­‐estatal se realizó por el bien del chico puesto que, según la lógica imperante, no hay salvación fuera de la fe católica. El Caso Mortara, salió de nuevo a la luz en el año 2000 con motivo de la beatificación del papa Pío IX, al recordar su 49


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implicación en la retirada de la patria potestad a los padres judíos de Edgardo a favor de las autoridades de los Estados Pontificios.

LUIS: El caso que cuentas es espeluznante y nos muestra cómo la religiosidad puede llevar a hacer auténticas barbaridades, incluso pensando hacer el bien. Por otro lado, tu argumentación es razonable, pero requiere un matiz: el fracaso es de las iglesias cristianas, no del cristianismo. Digamos que fracasó el mensajero, no el mensaje. Las Naciones Unidas, con evidentes raíces cristianas, aunque sean culturales, porque lo eran la mayoría de las potencias ganadoras de las grandes contiendas del siglo XX, nacen con esa impronta y con la imperiosa necesidad de evitar los errores de las dos guerras mundiales. HERMINIO: Claro. Yo nunca hablaría del fracaso del cristianismo. Yo hablo del fracaso, del sonoro fracaso, de las iglesias, que es muy diferente. Y hay un hecho incuestionable: cuando desaparece el fundador de una organización, la que sea, o bien desaparece con él o ésta tiende a autoafirmarse en cuanto tal. Es decir, se ausenta el líder y nace la institución. Con todo lo que podría tener de bueno, en cuanto a la eficacia en la transmisión del mensaje, comienza el proceso de autoafirmación institucional en la sociedad y, en el caso de las iglesias, a pervertir los grandes principios del evangelio. 50


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El paso siguiente de la institucionalización de las iglesias es dar gran importancia a la parte normativa. Resaltan el papel del dogma como un valor a imponer a los demás. Así es como surge la iglesia-­‐institución que yo distingo muy bien de iglesia-­‐cuerpo-­‐de-­‐Cristo. LUIS: Quizás, Herminio, esta sea la razón por la cual en las sociedades avanzadas los ciudadanos del siglo XXI les han dado la espalda a las iglesias. El europeo, en general, no acude a las iglesias, no asiste a misas o a cultos porque no se sienten identificados con ellas, porque su mensaje “no les llega”. Pero la ética cristiana sí le llama la atención cuando le hablan de la ética de Jesús, de Martin Luther King, o de Teresa de Calcuta. Esas personas les encantan y las admiran. HERMINIO: Eso está claro. La decepción viene sobre las iglesias cristianas. No les encaja la clase de moral que predican, los intereses que defienden, y menos aún los que les mueven. Y como ejemplo típico podemos hablar de la doble moral de los casos de pedofilia en los que por dinero se están logrando tapar miles de casos terribles. Resulta hipócrita la negociación sobre la indemnización que resulte de la investigación sobre la orden católica irlandesa de los Hermanos Cristianos. Según los últimos informes, sólo sobre esta orden religiosa en Irlanda, los pagos podrían ascender a 1.300 millones de euros… Y esto sólo en un país…

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Esa doble moral también fue destapada en la película de Peter Mullan, “Las hermanas de la Magdalena”, estrenada en el 2002. Se trata de una historia real ocurrida en los llamados Asilos de las Magdalenas donde se internaba a prostitutas, madres solteras, o simplemente mujeres algo coquetas para los gustos de la conservadora Irlanda. A menudo eran internadas de por vida en contra de su voluntad, bajo jornadas laborales agotadoras en las lavanderías, vejadas e incluso sufrían abusos sexuales. ¿Y qué decir de lo ocurrido en África con monjas violadas que han sido autorizadas por sus superiores eclesiásticos superiores a abortar?*** Mientras, a las demás creyentes no se les permite abortar en caso de violación… ¿Hacen caso los cristianos católicos al control de la natalidad que auspicia la Iglesia Católica? Se prohíbe el uso del preservativo sin importar los millones de personas infectadas por el sida… Lo triste es que todo esto se ha presentado como doctrinas. Es el caso típico del legalismo que se olvida del amor y pone la norma por encima de la razón… e incluso del propio ser humano. No, lamentablemente, el cristianismo no ha luchado por una moral superior a la de los no creyentes. Es más, ha perseguido a los disidentes. La imposición del cristianismo ha sido brutal en base a una verdad doctrinal. Y en el nombre de esa dogmática se han cometido verdaderas aberraciones y crueldades. ***

http://blogs.periodistadigital.com/religion/object.php?o=941387

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Por lo tanto, la moral del cristianismo histórico, dista mucho de tener la altura que han tenido los librepensadores en cuanto a la justicia, paz, derechos… Por eso, cuando se habla de la influencia del cristianismo en la moral positiva, conviene no olvidarse de la historia… Otra cosa es reconocer que muchos cristianos han representado el verdadero espíritu del evangelio. Pero, históricamente, la iglesia-­‐institución manipuló y redujo a su mínima expresión el mensaje de Jesús. Además, paralelamente, desarrolló un instinto de conservación unido a un afán de poder. Ello implica el poder terrenal, de la construcción del reino de Dios aquí en la tierra. Veamos una cita referida al siglo IV y al emperador Constantino en su relación con la iglesia: «Constantino les paga sueldos. Digámoslo de otro modo: los compra. Y la transacción funciona... Incluye en la ley romana nuevos artículos que satisfacen a los cristianos […], deroga la ley que impide heredar a los célibes. De modo que los miembros de la Iglesia pueden, legalmente, a partir de entonces, llenarse los bolsillos […]. Constantino da la orden de construir San Pedro y otras basílicas menos importantes. Los cristianos muestran gran júbilo pues su reino de ahí en adelante será de este mundo. »[Constantino] Comete infanticidio, homicidio, uxoricidio, pero el emperador cristiano compra su salvación y el silencio de la Iglesia –que no condena los asesinatos...– con nuevas dádivas: exención de impuestos, subvenciones generosas, construcción de nuevas iglesias […]. »Así, bien dispuesto, el clero, colmado de beneficios, generosamente provisto y enriquecido con las remuneraciones del Príncipe, le otorga plenos poderes en el Concilio de Nicea en el año 325. El Papa no asiste, por razones de salud, diríamos hoy en día. Constantino se autoproclama el “decimotercer apóstol”. A partir de entonces, Pablo de Tarso cuenta con un fiel de brazo 53


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armado. ¡Y qué brazo armado! La Iglesia y el Estado conforman entonces lo que Henri-­‐Irénée Marrou, un historiador cristiano, lejos del anticlericalismo, ateísmo o izquierdismo, denomina un “Estado totalitario”. El primer Estado cristiano» Michel Onfray, Tratado de Ateología, pág. 154, 155).

Una descripción muy precisa de cómo el poder temporal construyó el reino de Dios en la tierra. Sin embargo, estos episodios no pueden ser considerados sino una desviación que no representan al mensaje y los valores del cristianismo fundado por Jesús y que tiene su base en el amor. Y una de las mejores expresiones del evangelio es aquella de: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen» (Mateo 5: 44).

Para entender mejor su demanda, vamos a sustituirla por ‘respeto’ ‘tolerancia’ y ‘benevolencia’ que es la interpretación del amor cristiano: el ágape. Con ello no haríamos otra cosa que seguir el ejemplo de Dios que “hace salir su sol sobre malos y buenos” (Mateo 5: 45). LUIS: Al hilo de esto, te voy a hacer una pregunta un poco comprometida y sobre la que reflexionar: ¿Se puede ser feliz y virtuoso sin creer en Dios? HERMINIO: Yo no tengo evidencias de que los ateos sean más infelices, o más desgraciados, que los creyentes. Creo que algunos son felices, otros crueles, otros… Pero del mismo modo que lo puede ser un cristiano, un budista o un musulmán. 54


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Personalmente, las virtudes que más deseo son la inteligencia y la bondad, entendida esta última como caridad. Y me encuentro con un problema: a menudo la inteligencia me choca con las doctrinas. Es verdad que suelo llegar hasta el límite de mi razonamiento y después doy el salto de la fe para aceptar las realidades que la razón no me muestra. Pero parto del hecho de que soy creyente y que la fe me nace de una experiencia personal. Y en cuanto al ejercicio de la caridad, trato de no sentirme influenciado por el aspecto retributivo: premio o castigo. Me basta ver los millones de personas que sufren. Hay un pensamiento de un obispo católico que declaró: Cuando esté ante la presencia del Señor y me pregunte si he vivido, si he amado, yo abriendo mi corazón le enseñaré nombres; no le enseñaré dogmas, ni las normas que he cumplido. El impulso hacia la caridad debe ser la contemplación de tanto sufrimiento y de la injusticia. Esto en sí mismo debería ser suficiente, no por el dogma o las doctrinas. Si lo hago por la ciega obediencia o por la retribución, estoy adulterando el concepto de caridad por algo irreconocible. Y este es un principio del evangelio. El premio o castigo jamás deben ser el motor de la caridad. Jesús sentía amor al contemplar a las gentes como a ovejas sin pastor. Por lo mismo, esta actitud se puede dar exactamente igual en una persona que no sea creyente puesto que en todo ser humano hay un resto de la imagen de Dios. A 55


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esto es a lo que Viktor Frankl llama “inconsciente espiritual”, o “inconsciente religioso”, y Michel Onfray denomina el universo del “ateo cristiano” (Tratado de ateología, pág. 72, en donde denomina “ateo cristiano” a Comte-­‐Sponville y Paul Riccer, no creyentes declarados pero que mantienen valores comunes con la ética cristiana como el respeto, la compasión, la solidaridad...). Para Frankl el ser humano no puede considerarse exclusivamente racional, físico, instintivo. El inconsciente designa un material psíquico que no tiene lugar en la consciencia. De hecho ésta no tiene acceso a aquél. En ese “inconsciente espiritual” es donde tendrá cabida la moralidad presente tanto en creyentes como en no creyentes. O la misma religiosidad del creyente. «Este concepto [“Inconsciente espiritual”] conlleva, ni más ni menos, que el ser humano siempre ha mantenido una relación intencional con la trascendencia, aunque sólo sea a nivel inconsciente» (Viktor E. Frankl, El hombre en busca del sentido último, pág. 83).

LUIS: Esta religiosidad inconsciente debe entenderse como la relación con lo trascendente inherente en el ser humano. A lo largo de la historia humana, el hombre ha mantenido una relación más o menos permanente con la trascendencia, aunque sólo sea de manera inconsciente, es decir oculta incluso para el propio sujeto. Este “inconsciente espiritual” no forma parte de ningún lote genético, no se hereda de los padres como otros rasgos o tendencias. Es lo más personal que tiene el ser humano. Lo demás lo recibe de los padres o de la sociedad. Este depósito personal no se diluye en la 56


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comunidad y es lo que convierte al ser humano en libre, responsable y espiritual. El hombre ya no es un manojo de instintos peleando por superar los condicionamientos biológicos y sociales. Es persona individual en esencia, que elige en conciencia. HERMINIO: Efectivamente. En ese “inconsciente espiritual” tiene lugar lo que Frankl llama “la relación intencional con la trascendencia” lo que “no implica que Dios sea inconsciente en sí mismo, sino más bien que Dios es algo inconsciente para el hombre, y que la relación del hombre con Dios puede ser inconsciente” (Ídem). LUIS: Esto tiene unas implicaciones enormes porque abre a Dios a todos los seres humanos, incluso a los agnósticos y ateos. A través de la conciencia cada ser humano tiene en su interior restos de esa imagen de Dios con que fue creado el hombre. De ahí los valores universales –tales como la justicia, el amor, el respeto…– presentes en todas las culturas y personas de cualquier raza, pueblo o religión. Y cuando, Herminio, mencionabas que “la relación del hombre con Dios puede ser inconsciente”, me hiciste recordar cómo en la Biblia encontramos referencias a ese Dios “desconocido”, o “inconsciente”: «Verdaderamente tú eres un Dios escondido e invisible, un Dios misterioso, Dios de Israel, Salvador nuestro» (Isaías 45: 15).

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Y también cuando el apóstol Pablo predicaba en el Areópago griego, les enseñó que ese “Dios desconocido” al que ellos adoraban, era el mismo al que él predicaba: «Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos» (Hechos de los Apóstoles, 17: 22-­‐28).

A partir de esta idea que rescatamos de la Biblia, es de donde podemos sacar un principio básico: que la ética es un valor moral universal y por lo tanto patrimonio de toda la humanidad y no sólo de unos pocos. HERMINIO: De acuerdo. El creyente puede encontrar la virtud en el cumplimiento de determinadas reglas, lo cual conlleva de por sí un grado de felicidad al abstenerse de cosas nocivas. Esto puede ser una virtud, pero no necesariamente. Virtud sería cuando ello trasciende al 58


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prójimo porque yo considero la virtud cuando afecta a la vida de los otros. El gran error que a veces cometemos es que consideramos virtudes aquellas peculiaridades que no trascienden en el sentido de hacer un bien a la gente. Si en cumplimiento del mandamiento guardo el sábado, estoy haciendo lo correcto porque estoy honrando a Dios como creador y redentor. La cuestión es: guardar el sábado, o el domingo, como día de festividad religiosa, ¿es algo que puedo considerar como una virtud? Desde luego, en la parábola del juicio, Jesús no pregunta por ninguna norma sino por hechos virtuosos: «En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» (Mateo 25: 40). LUIS: Todo depende del enfoque íntimo y personal de cada uno. La salud en sí no es una virtud, sin embargo si me marco ese objetivo para atender mejor a la familia, u ofrecer un mejor servicio al prójimo, entonces ya no es un bien que comienza y termina en uno mismo sino un bien que trasciende a favor del género humano. Es decir, si el hombre religioso no añade un plus de altruismo desinteresado, podríamos encontrar mucho egoísmo detrás de una vida religiosa impecable. Lo cual es la antítesis de la propia religiosidad. HERMINIO: Entonces volvemos a las motivaciones. Aquí debemos ser muy serios y sinceros con nosotros mismo porque a Dios no se le puede engañar. ¿Qué me motiva a mí a hacer 59


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lo que estoy haciendo? Si la motivación para ser el mejor médico posible es para obtener dinero o prestigio social y profesional, el resultado ético es uno. Y si la motivación es ser el mejor para ayudar de la forma más eficaz posible al prójimo, el resultado ético sería otro. A través de la educación podemos obtener muchas cosas pero la motivación marca la diferencia. ¿Por qué tengo la cualidad de ser educado y correcto o trato de ser simpático en mis relaciones? La simpatía implica estar junto al prójimo, participar con él. Personalmente creo que el ser más simpático que existe es Dios. Por lo tanto si la motivación es esta, se ha convertido en una virtud. Una cosa, pues, son las cualidades y otra la virtud. La cualidad sirve para prosperar, para ocupar un lugar en la sociedad. Las virtudes no se quedan en ‘uno mismo’ sino que trascienden al ‘otro’.

Las personas que no son religiosas, ¿pueden ser espirituales? HERMINIO: La espiritualidad es la vida en el espíritu. Por lo tanto cabe preguntarse: ¿Qué es ser espiritual y qué es lo que abarca? Los filósofos hablan de la espiritualidad como algo que reside en el cerebro, que se trata de una potencia. Para mí la espiritualidad abarca todas las acciones y dimensiones de la vida humana. Es cierto que una parte 60


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de la espiritualidad es la relación con Dios, pero abarca la totalidad de la vida humana. Porque cada pensamiento, cada acción, parte de nuestro ser y es la que nos relaciona con lo divino y al mismo tiempo nos motiva en los pensamiento y actos con los demás. La espiritualidad es el motor de los motivos que hay detrás de cada acción. Quiero decir con ello que la espiritualidad hay que experimentarla interiormente, vivirla. Y esto la diferencia de la religiosidad que se mantiene dentro de las formas. LUIS: Tan es así que en el Antiguo Testamento Dios se queja de las formas externas de los judíos: « ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos. Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros. Pero ¿cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas?» (Mal aquías 1: 6-­‐9).

El texto resalta que el pueblo era legalista. Quería cubrir las apariencias de religiosidad, cumplir con la letra, pero alejados del espíritu: los israelitas seguían haciendo los rituales como las ofrendas de animales, pero… ¡ojo!: ofrecían animales ciegos, cojos, enfermos… es decir los que no servían. Los ciegos eran ellos que, incluso, se llegaban a preguntar: “¿En qué te hemos deshonrado?”. ¿Dónde se había quedado el espíritu de la verdadera adoración? En 61


¿TE CREES MEJOR QUE YO?

el formalismo, en una religiosidad exenta de espiritualidad. Por lo tanto aquí ya estamos proponiendo una diferencia, la cual implica que el ‘ser religioso’ no contiene necesariamente al ‘ser espiritual’. Es fácil de entender que la cualidad de la bondad, la honradez, la cortesía, la amabilidad, etcétera, son características espirituales que no son exclusivas de la persona religiosa. El ’ser espiritual’ es tolerante, tiene una visión universalista, promueve las relaciones positivas entre las personas, busca el bien común y por lo tanto es fundamentalmente práctico. ¡Cuántas personas confunden el concepto de religiosidad y de espiritualidad! Para ser más preciso, la espiritualidad abarca el campo del pensamiento relacionado con los valores y con los ideales. Se trata de algo inmaterial pero al mismo tiempo, la “materia” más profunda de nuestro ser, en la que lo trascendente puede estar presente o no. Por eso podemos encontrar personas no creyentes que sin embargo mantienen una serie de valores admirables. La religiosidad, como dices, tiene que ver con lo externo, incluso con lo físico, es decir, con los ritos, las ceremonias, las oraciones y los cantos que se realizan a un Ser trascendente. Sus defensores están más interesados en la asistencia a los actos religiosos del fin de semana que en la bondad de los actos cotidianos entre semana. Y, dicho sea de paso, la religiosidad se suele expresar de una forma excluyente con relación a otras 62


LA ÉTICA DE LOS SIN DIOS

creencias y por lo tanto si no se está vigilante y se tienen las ideas claras, como pretendemos, la religiosidad por sí misma podría perjudicar, dañando, las relaciones interpersonales con personas de otras creencias y por lo tanto fomentar la intolerancia y la división. De aquí la importancia de dar un paso adelante: Las personas religiosas suelen estar muy ocupadas en “la letra”, mientras que las espirituales tienen muy presente el espíritu. El creyente debe tener muy presente, para no terminar haciéndose trampas al solitario, que la espiritualidad es más profunda que la religiosidad. Pero lo óptimo sería la religiosidad que tenga como fuente una espiritualidad profunda, es decir que el ser humano participe de ambas. Por su misma esencia, la religiosidad cambia con el tiempo, lugares o personas. Sin embargo la espiritualidad es inmutable en el tiempo y en el espacio. HERMINIO: Estoy totalmente de acuerdo contigo. No toda espiritualidad tiene que ser religiosa y por lo tanto tampoco manifestarse en forma de ritos. Detrás de la religiosidad está siempre una institución con sus dogmas y sus doctrinas, y que obliga a su cumplimiento. Con frecuencia con la motivación del temor o de la retribución. Por el contrario, detrás de la espiritualidad está la libertad. No se espera nada, salvo, quizás, la gratitud del benefactor, y esta es su única recompensa, o placer. Su motivación es la solidaridad con el ser humano. 63


¿TE CREES MEJOR QUE YO?

La parábola del buen samaritano (ver Lucas 10: 29-­‐ 37) es un buen ejemplo de ello. Éste era una persona marginada, mal vista e incluso despreciable para las jerarquías religiosas judías, pero se paró ante el desamparado por pura solidaridad con su prójimo. En cambio los eclesiásticos que pasaron antes, ni se pararon porque tenían un deber religioso que atender, que era más importante que el prójimo necesitado que acababan de ver, el ceremonial que el ser humano. Y todo porque identifican el rito con Dios, y las personas están a un nivel inferior al de la deidad… En realidad, no hay ninguna incompatibilidad, sino todo lo contrario, entre la espiritualidad y la religiosidad. La religiosidad tiene que llevar a la espiritualidad pero, ¿qué hay detrás de la actitud? ¿Agradar a Dios? ¿Recibir el aplauso de los que te ven tan entregado a la religión? Ante esta actitud Jesús nos invita a no ser como los escribas y fariseos (ver Mateo 23: 1-­‐33). Ellos eran los religiosos perfectos pero su motivación era fundamentalmente egoísta, algo absolutamente contrario a los principios divinos. La letra era cumplida y sin embargo Jesús les llama de la forma más dura que se puede leer en los evangelios: hipócritas, ciegos, necios… Habían matado el espíritu de la letra, de la auténtica religiosidad… Incoherencias como la de quien reprocha que otra persona llevase un anillo mientras que ella llevaba un abrigo de visón… Con esto no pretendo negar los absolutos morales. Creo que el Decálogo es atemporal. Pero sí digo que hay situaciones en que la ley hace concesiones a la gracia. Recordemos que Jesús sanaba en sábado, por ejemplo 64


LA ÉTICA DE LOS SIN DIOS

(ver Juan 5: 10-­‐18, Lucas 13: 10-­‐17, Mateo 12: 1-­‐14, etc.), y que para quienes lo estaban escuchando era una concesión a la gracia… y no pequeña puesto que por ella, dice el texto evangélico, “se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús”. Un caso moderno lo encontramos en la biografía de Angelo Giuseppe Roncalli, quien llegaría a ser el papa Juan XXIII, pero cuando aún era nuncio en Turquía: «Otra audaz iniciativa del Nuncio Roncalli que permitió salvar la vida a centenares de refugiados judíos perseguidos por el nazismo fue a través del otorgamiento de certificados de bautismo de conveniencia, los cuales fueron enviados desde la Nunciatura en Estambul al Arzobispo Rotta en Budapest. »Los certificados de bautismo de conveniencia eran emitidos en blanco y distribuidos entre sacerdotes católicos para ser llenados con los datos de personas judías perseguidas por el nazismo, en el entendimiento que esa documentación sería usada para salvar las vidas de los detentadores del respectivo certificado, personas que una vez finalizada la guerra podrían decidir si mantenían o no su nueva condición religiosa o deseaban retomar la fe judía»†††

LUIS: Te pongo otro ejemplo de una situación en la que “la ley hace concesiones a la gracia”. Era sábado y como los discípulos de Jesús tenían hambre, comenzaron realizar una actividad prohibida para los judíos como era el arrancar espigas en ese día para comer. Observa lo que Jesús les dice a quienes se lo reprochaban al poner el ejemplo de otra actividad prohibida para un judío y por lo tanto haciendo constar una nueva concesión de la ley a la gracia: †††

http://www.raoulwallenberg.net/wp-content/filesflutter/6771.pdf 65


¿TE CREES MEJOR QUE YO?

«¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios […] y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban?» (Marcos 2: 25, 26).

HERMINIO: Esto es lo que hizo Jesús. Por ello me hago una pregunta que puede sonar un poco impertinente cuando lo que pretendo es provocar la reflexión: ¿Es mi espiritualidad superior a la del no creyente? Lo que hace que la espiritualidad del religioso sea superior a la ética secular, es la manera como contempla al prójimo. La ética secular considera al otro como un semejante, un hermano, como un compañero de viaje, con un sentimiento de solidaridad, de pertenencia a la misma humanidad. Ello hace que se comporte fraternalmente. El religioso tiene que pasar por esta misma motivación, pero tiene un plus del que carece el no religioso: considera al individuo, no sólo un compañero temporal de viaje, aquí, en este mundo, sino un compañero de viaje hacia la eternidad. Considera que el camino no lo acabamos aquí sino que trasciende. Es más, considera a su prójimo un hijo de Dios y esto lo engrandece. Pero hay más. La ética del no creyente habla de solidaridad con el prójimo. Pero esta es una palabra que, aunque hermosa y llena de contenido, se queda corta para el creyente. O se debería quedar corta porque la palabra ‘solidaridad’ contiene una carga ‘legal’, de 66


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restitución de algo o alguien sobre quien se está cometiendo una injusticia. Comte-­‐Sponville diferencia entre los conceptos ‘generosidad’ y ‘solidaridad’. En ambos casos se tienen en cuenta los intereses del otro. Pero así como en el amor ágape (generosidad) ofrecemos nuestra ayuda aunque no compartamos los intereses del prójimo, en la solidaridad sí podemos compartirlos; al hacer bien a los otros, nos lo estamos haciendo a nosotros mismo también. Sin duda es cierto que la estabilidad de la sociedad depende de la solidaridad. Yo cotizo a la Seguridad Social, tú también lo haces y ambos nos beneficiamos. En el fondo hay un cierto egoísmo en la solidaridad. En este intercambio nos encontramos y ello permite la estabilidad y la seguridad. Pero la ética cristiana va más allá. El cristiano encuentra el concepto amor, que tiene un contenido mucho más rico que la palabra solidaridad, la cual asume y va más allá. No se trata solamente de una cuestión de justicia que, por supuesto, también, sino que me pongo de parte del prójimo aunque no lo merezca. Igual que Dios. Jesús vino a este mundo y se solidariza con el ser humano: participa de la vida humana, come, tiene hambre y sed, sufre, y ríe, y se cansa… es decir, participa de todo lo humano, como uno más. Pero se puso de parte del ser humano incluso sin merecerlo y lo proyecta no sólo por encima de las injusticias de este mundo sino hacia la eternidad. Hay un plus en la ética cristiana cuando contempla al individuo no como es sino como puede llegar a ser. 67


¿TE CREES MEJOR QUE YO?

Hay una esperanza evangélica de que un día llegará a todo su potencial de hijo de Dios. De alguna forma uno ya está mirando al ser humano por lo que tiene de grande, aunque sea en potencia. Dicho sea de paso, es la forma en que Dios nos ve. En la Tierra Nueva no habrá solidaridad porque no habrá injusticias. La solidaridad es para “el más acá”. Y lo que perdurará en “el más allá” será el amor. Así pues, en el caminar de la vida tanto la ética secular como la religiosa tienen un trazado común. Todo esto debe llevar a percibir la ética del ateo, o del no religioso, como algo de valor. André Comte-­‐Sponville expone algo que Sigmund Freud tomó de Romain Rolland y es el concepto del ‘sentimiento oceánico’, la motivación ética del no creyente. Comte-­‐Sponville cuenta su experiencia a este respecto. Caminaba él por un bosque ensimismado en pensamientos trascendentes… «La primera vez sucedió en un bosque del norte de Francia. Tenía 25 ó 26 años. Daba clases de filosofía –era mi primer empleo-­‐ en el instituto de una ciudad muy pequeña, perdida entre campos, al borde de un canal, no lejos de Bélgica. »Esa noche, después de cenar, salí a pasear con algunos amigos por ese bosque al que amábamos. Estaba oscuro. Caminábamos. Poco a poco, las risas se apagaron; las palabras escaseaban. Quedaba la amistad, la confianza, la presencia compartida, la dulzura de esa noche y de todo… No pensaba en nada. Miraba. Escuchaba. Rodeado por la oscuridad del sotobosque. La asombrosa luminosidad del cielo. El silencio ruidoso del bosque: algunos crujidos de las ramas, algunos gritos de los animales, el ruido más sordo de nuestros pasos… Todo eso hacía que el silencio fuera más audible. 68


LA ÉTICA DE LOS SIN DIOS

»Y de pronto… ¿Qué? ¡Nada! Es decir, ¡todo! Ningún discurso. Ningún sentido. Ninguna interrogación. Sólo una sorpresa. Sólo una evidencia. Sólo una felicidad que parecía infinita. Sólo una paz que parecía eterna. El cielo estrellado sobre mi cabeza, inmenso, insondable, luminoso, y ninguna otra cosa en mí que ese cielo, del que yo formaba parte; ninguna otra cosa en mí que ese silencio, que esa luz, como una vibración feliz, como una alegría sin sujeto, sin objeto (sin otro objeto que todo, sin otro sujeto que ella misma), ¡ninguna otra cosa en mí, en la noche oscura, que la presencia deslumbrante de todo! »Paz. Una paz inmensa. Simplicidad. Serenidad. Alegría. Estas dos últimas palabras podrían parecer contradictorias, pero no se trata de palabras: era una experiencia, un silencio, una armonía. Formaba como un calderón, pero eterno, sobre un acorde perfectamente afinado, que era el mundo. »Me sentía bien. ¡Sorprendentemente bien! Tan bien que no sentía la necesidad de decírmelo, ni siquiera el deseo de que no se terminara. Ya no había palabras, ni carencia ni espera: puro presente de la presencia. Apenas puedo decir que paseara: sólo estaba el paseo, el bosque, las estrellas, los amigos… »Ya no había ego, ni separación ni representación: únicamente la presentación silenciosa de todo. Ya no había juicios de valor: tan sólo lo real. Ya no había tiempo: tan sólo el presente. Ya no había la nada: tan sólo el ser. Ya no había insatisfacción, ni odio, ni miedo, ni cólera ni angustia: únicamente alegría y paz. Ya no había comedia, ni ilusiones ni mentiras: tan sólo la verdad que me contiene y a la que yo no contengo. »Todo eso duró apenas algunos segundos. A la vez, me sentía agitado y reconciliado, agitado y más tranquilo que nunca. Desasimiento. Libertad. Necesidad. El universo al fin devuelto a sí mismo. ¿Finito? ¿Infinito? No se plantea la pregunta. Ya no había preguntas. ¿Cómo se les podría dar respuesta? Sólo había la evidencia. Sólo había el silencio. Sólo había la verdad, pero sin frases. Sólo el mundo, pero sin significación ni meta. Sólo la inmanencia, pero sin contrario. Sólo lo real, pero sin otro. Ni fe. Ni esperanza. Ni promesa. Sólo había todo, y la belleza de todo, y la verdad de todo, y la presencia de todo. 69


¿TE CREES MEJOR QUE YO?

»Eso era suficiente. ¡Eso era mucho más que suficiente! Aceptación, pero alegre. Quietud, pero tónica (sí, provocaba como un inagotable coraje). Reposo, pero sin fatiga. ¿La muerte? No era nada. ¿La vida? Era sólo esta palpitación del ser en mí. ¿La salvación? Era sólo una palabra, o era eso mismo. Perfección. Plenitud. Beatitud. ¡Qué gozo! ¡Qué felicidad! ¡Qué intensidad! »Me dije: “Esto es a lo que Spinoza llama ‘la eternidad’” […] »Había vivido un momento perfecto, justo lo suficiente para saber lo que es la perfección. Un momento bienaventurado, justo lo suficiente para saber lo que es la beatitud. Un momento de verdad, justo lo suficiente para saber, pero por experiencia, que es eterna» (André Comte-­‐Sponville, El alma del ateísmo, págs. 163-­‐166)».

LUIS: Sin duda son palabras hermosas llenas de belleza, poesía y ternura. Yo entiendo que Comte-­‐Sponville se encontró con Dios sin saberlo, con el espíritu de Dios que aletea en toda su obra. Pero no supo reconocerlo. Personalmente he sentido esas maravillosas sensaciones, a la orilla del mar, sólo ante la inmensidad de océano y debajo del manto de estrellas. Sí, allí he podido experimentar esos instantes de inmensa paz, de quietud, de serenidad inenarrable… Pero en esas circunstancia he sentido la mano de Dios en mi espíritu… HERMINIO: Efectivamente. Yo también creo que él forma parte de lo que Viktor Frankl llamó el “inconsciente religioso”. Y, efectivamente, también pasé por experiencias similares. Recuerdo una noche en la Pedriza –situada en la sierra madrileña–. Después de cenar y de haber estado 70


LA ÉTICA DE LOS SIN DIOS

hablando animadamente con mis compañeros dijimos: “Vamos a pasear y contemplar las estrellas”. Llegamos a una roca y nos sentamos. Primero conversábamos. Pero, sin darnos cuenta, fuimos dejando de hablar y contemplamos el cielo estrellado. “Mira, esa es Orión”. “Esa es la Vía Láctea” “Pegaso”… Poco a poco las voces se fueron apagando y quedamos todos arrobados ante tanta inmensidad. Nadie quería romper ese instante de comunión; comunión con el Todo, con su creación, comunión de unos con otros sujetos al mismo sentimiento. Espontáneamente todos comenzamos a cantar, en un susurro, un himno de alabanza al Creador… Fue un instante bellísimo… Por eso puedo entender el momento que relata Comte-­‐Sponville en el que sufrió un instante mágico como éste. Él, que suele definirse como una persona atea, para quien después de esta vida no hay nada. Y que como sabe que el tiempo lo tiene limitado, trata de que su tiempo sea útil, sintiéndose solidario y comprometido con sus semejantes. Para él sus semejantes son la humanidad sin trascendencia. La humanidad es el océano y él es una gota que forma parte de ese océano. Este es el ‘sentimiento oceánico’ que tiene Comte. Algunos podrían confundirlo con panteísmo pero más bien tiene un sentido solidario con el que se identifica también John Donne cuando se pregunta “Por quién doblan las campanas”: 71


¿TE CREES MEJOR QUE YO?

[…] Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, Como si se tratara de un promontorio, o de la casa solariega de uno de tus amigos o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta porque me encuentro unido a toda la humanidad; Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.

En definitiva, la motivación por la que se hacen las cosas es la piedra angular, la clave. El que es religioso tiene que mantenerse alerta para no hacerlas por amor al premio o por temor al castigo. Esa sería una motivación falsa, espuria, bastarda… La motivación real debe ser estar-­‐con, no el resultado en forma de premio o castigo. En una ética verdaderamente espiritual el altruismo que no espera nada debe estar presente. LUIS: Esto me recuerda la experiencia de Moisés, el gran libertador de la historia del pueblo hebreo en Egipto. Gran libertador y gran conductor a través del desierto hasta la tierra prometida. Ese hombre, inicialmente educado en la corte del faraón, llegó a amar de tal manera a su pueblo que estaba dispuesto a ofrecer su propia vida por amor a él. Y eso que era un pueblo muy difícil e indisciplinado. Pero el verdadero amor es incondicional:

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LA ÉTICA DE LOS SIN DIOS

«Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, bórrame ahora del libro de los vivientes». (Éxodo 32: 31, 32).

Moisés quería conseguir el perdón para su pueblo y si el costo era su propia pérdida, no le importaba. Era una forma de decir: “Mi vida no es mía, está al servicio de un pueblo”. Es decir, entrega total sin esperar nada a cambio. HERMINIO: Te voy a contar algo que resulta ilustrativo al respecto. Cuando mis hijos eran pequeños, en cierta ocasión tuve que ausentarme de casa durante tres meses. Mi hijo me esperaba con una ilusión enorme. Cuando llegué a casa, saltó sobre mí con tal fuerza que casi me tira al suelo. E inmediatamente dijo: “Papá, te quiero”. A continuación me preguntó: “¿Qué me has traído?”… Me amaba por ser su padre y estaba seguro que le traería algo…

La ética de los agnósticos y los ateos, ¿puede ser superior a la de los creyentes? LUIS: Es que el niño aún no es un ser maduro. Está limitado por su propio horizonte que de alguna manera lo convierte en egoísta. Pero esta ilustración me viene bien para indicar que el religioso que no es espiritual, se parece al niño en cuanto a su inmadurez. Esto me lleva a estar contigo en lo que decías de que puede ser más altruista la ética del no creyente que la 73


¿TE CREES MEJOR QUE YO?

moral del creyente. Porque cuando el agnóstico hace el bien al prójimo no espera nada a cambio. Por lo tanto es más auténtica. HERMINIO: Pero fíjate la diferencia. Mientras el no creyente mira al prójimo en lo que le empequeñece, es decir su finitud, su necesidad, el creyente lo ve por lo que le engrandece, con un valor material y temporal superior, como un hijo de Dios, con una vida eterna para compartir. Al ser hijos del mismo Padre, el prójimo es “más” hermano. Mis objetivos hacia él trascienden mientras que los del ateo se auto limitan, al menos al nivel teórico personal, al tiempo de vida actual. LUIS: Esta visión puede marcar también la diferencia en los métodos. Por ejemplo, la opresión soviética. Se justificaba que para alcanzar una sociedad más justa e igualitaria no importaba si en el camino te dejabas las libertades individuales... El bien de todos era la meta. HERMINIO: Ilustres pensadores modernos como Adam Smith, Jeremy Bentham, John Stuart Mill están a favor de esta actitud utilitarista ya que dicen estar interesados en conductas que favorezcan el bien común. Si lo bueno supera lo malo entonces es moral… Pero no podemos estar de acuerdo. El fin no justifica los medios y por lo tanto debemos tener una norma que no esté basada 74


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únicamente en los resultados sino en la justicia. Nunca se debe condenar a un inocente porque el resultado no sería moral. Si te das cuenta, generalmente en estos casos es una organización la que lo hace, no es a nivel individual. En el caso soviético que mencionas, fue el estado. El mismo nazismo que pretendía acabar con millones de personas para conseguir los objetivos de una raza perfecta. LUIS: Lo triste es que este fenómeno colectivo utilitarista también se da entre los creyentes. Un ejemplo histórico muy claro es el de la Inquisición a la que no le importaba causar bajas, y a veces de la forma más desagradable posible, con el fin de alcanzar sus objetivos. Y qué decir de las guerras en las que intervienen países cristianos actuales, y que algunos tenemos en mente; no les importan el costo con tal de conseguir los objetivos, a menudo inconfesables. HERMINIO: Te voy a decir algo que quizás te sorprenda. En cierta ocasión alguien me preguntó si yo era marxista. Le respondí que los ideales de libertad e igualdad aparecen en el evangelio. La diferencia es que para un marxista su guía es Marx, pero para mí es Jesús. De todas formas, hay situaciones fronterizas que no encuentran una solución fácil. En una eventualidad así, yo diría: “Cuestiónate cómo querrías que te trataran a ti.

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¿TE CREES MEJOR QUE YO?

Y si aún tienes dudas, pregúntate qué haría Jesús en tu situación”. Uno tiene que enfrentarse a la dificultad con sinceridad absoluta, sin conveniencias como contrapeso. Para saber que una acción es buena o mala, yo no tengo la menor duda de que en Jesús se encontrará la respuesta. Jesús nos enseñó, con su vida y obra, que una acción sólo es moralmente buena cuando se realiza sin esperar nada a cambio. Es decir, uno hace lo que debe hacer porque sí y esto ya tiene un valor intrínseco. Y aunque no hubiera Tierra Nueva, ello no me eximiría de practicar la caridad. ¿Qué es lo que haría de más un creyente si es lo que hace un no creyente partiendo de su conciencia? LUIS: Esa generosidad desinteresada me hace recordar una poesía de Teresa de Jesús que es todo un monumento a la ética universal, el “Soneto a Jesús crucificado”: No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. ¡Tú me mueves, Señor! Muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido; muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme en fin, tu amor, y en tal manera que aunque no hubiera cielo, yo te amara y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera. 76


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¡Lo mismo…! ¡Sin esperar nada a cambio!... Esta generosidad es propia de las almas espirituales que, por cierto, no tienen en exclusividad las religiosas. HERMINIO: Exactamente. Y a mí me gustaría que quedase claro que se dan dos posturas terriblemente equivocadas. Por una parte, la de aquellos que hacen una crítica despiadada a Dios y a las iglesias. Y por la otra, la contraria: todo viene de Dios, la iglesia es la depositaria de todas las verdades, incluidas las morales, y fuera de la moral de la iglesia no hay nada bueno porque el ser humano es perverso por naturaleza. Que no quiere decir que yo no crea que toda bondad viene de Dios. En las páginas precedentes, y en las que siguen, hemos tratado, y trataremos, de mostrar el error de ambas posiciones.

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CAPÍTULO 2

Lo que un cristiano debe saber sobre la conducta ética y moral



LO QUE UN CRISTIANO DEBE SABER SOBRE LA CONDUCTA ÉTICA Y MORAL

LUIS: Hablando de la conducta humana, una de las palabras más apreciadas por los seres humanos es ‘libertad’. Por ella se lucha, y hasta se muere. Sin ella, la vida pierde su sentido. Dentro del contexto de la ética, ¿qué es la libertad? HERMINIO: La libertad, según Thomas Hobbes, es la ausencia de todo impedimento. Pero esta libertad no es absoluta. Sólo se da en la libertad de pensamiento. Pero el cerebro determina la acción. Ahora bien, personalmente diría que el hombre es algo más que una conexión de neuronas. Daría la vuelta a la cuestión: ¿soy yo quien determina mi cerebro? Mi conclusión es que el hombre es algo más que su cerebro. Henri Bergson dice que “somos libres cuando nuestros actos emanan de nuestra personalidad entera”. Pero nuestra personalidad no responde a un manual mecánico, es mucho más compleja. El individuo puede actuar de forma ilógica, inesperada e incluso contraria a los propios intereses. Quiere esto decir que somos libres de querer incluso algo distinto de aquello que realmente deseamos. Es decir, cuando soy verdaderamente libre, me estoy despojando del egoísmo. Esto eliminaría el mecanicismo porque la capacidad de respuestas es infinita. Es cierto que las elaboran las neuronas pero las órdenes las da al ser en su integridad, lo que significa que se escapa a lo previsible, a la genética, al medio ambiente, y aparece una dimensión espiritual que supera lo humano puesto que el instinto siempre procura tu bienestar. 81


¿TE CREES MEJOR QUE YO?

Jean Paul Sartre decía que solamente soy libre si pudiera ser lo que no soy, si me elijo solamente a mí mismo pero en el sentido de “ser lo que no es y el no ser lo que es”.

Los actos humanos, ¿fruto del determinismo, o de la libertad? LUIS: Entonces el determinismo que muchos preconizan, está fuera de lugar. HERMINIO: El determinismo parte de la hipótesis de que el hombre es el producto de dos factores: la herencia y el entorno, es decir la genética y el medio ambiente. Pero este concepto no abarca la totalidad de experiencias del ser humano pues nos abocaría a una negación de la libertad, uno de los pilares de la dignidad humana. Con el determinismo caeríamos en un reduccionismo que no abarca todas las dimensiones de lo humano. ¿Dónde queda su capacidad de decisión? En definitiva, le niega su aptitud racional y reflexiva. Veamos la influencia del primer factor del determinismo: la herencia. Viktor Frankl narra la experiencia realizada por el genetista Langa sobre dos gemelos univitelinos. Los dos procedían de un mismo óvulo y por lo tanto tienen la misma carga hereditaria. Habían nacido en una familia pobre y conflictiva cuyo padre fue encarcelado por crímenes horribles… Es decir, 82


LO QUE UN CRISTIANO DEBE SABER SOBRE LA CONDUCTA ÉTICA Y MORAL

ambos gemelos vivieron bajo las mismas circunstancias externas, sin afectos, violencia en el entorno, pero… «Al ser gemelos univitelinos, tenían el mismo factor hereditario. A partir de este factor hereditario, uno de los dos hermanos se convirtió en un delincuente increíblemente astuto. ¿Y qué sucedió con el otro hermano, qué hizo éste —muy importante: a partir del mismo factor hereditario— de sí mismo? Era también muy refinado y muy experto, pero no como criminal, sino como criminalista. Yo pienso que esta diferencia —entre ser un criminalista o un criminal— es decisiva; que estos dos caminos los habían decidido ellos mismos y que esta decisión era distinta en cada uno de ellos a pesar de haber partido ambos de un mismo punto. No olvidemos que existe también un tercer aspecto: aparte del factor hereditario y del medio, aparte de la herencia y del entorno, se encuentra también la decisión del hombre, que lo eleva por encima de su simple condicionamiento» (Viktor Frankl, La psicoterapia al alcance de todos, pág. 169, 170, el énfasis es nuestro).

Esta experiencia nos habla de la importancia decisiva de elementos ajenos a la herencia y por lo tanto es una negación del determinismo ciego. Analicemos ahora con Frankl el segundo factor del determinismo, la influencia del medio, del entorno: «¿Qué sucede con el segundo factor, que parece ser que determina tanto el destino del hombre que ya no se puede hablar de la auténtica libertad humana; qué sucede con la influencia del medio? Si es cierto lo que Sigmund Freud afirmara en cierta ocasión, habría que hacer la prueba de dejar pasar hambre a un grupo de personas lo más distintas posible; cuanto más aumentara la necesidad de alimento, más se borrarían las diferencias personales y, en su lugar, aparecería la pulsión de alimentación común a todos. Hasta aquí Freud. Se podría decir que nuestra generación ha realizado este experimento millones de veces, sea en los campamentos de prisioneros de guerra, sea en los campos de concentración. ¿Y qué es lo que salió al final, tal como hemos oído decir al profesor Stumpfl sobre el resultado de sus estudios de genética? Pues el resultado de este involuntario 83


¿TE CREES MEJOR QUE YO?

experimento masivo de la investigación del medio ambiente ha sido el mismo: de nuevo nos ha salido al paso y hemos sido testigos de la capacidad de decisión que posee el hombre. A los prisioneros de guerra y a los ocupantes de los campos de concentración se les privó de todo menos de una cosa: de la libertad de adoptar una u otra actitud ante las condiciones en que vivían. Y se vio realmente este «uno u otro». No todos se «volvieron animales» debido al hambre, tal como se oye decir tan a menudo y con tanta facilidad. Hubo personas que fueron como pudieron por todo el campo de concentración y siempre tenían para sus compañeros unas veces una palabra amable; otras, el último trozo de pan. Esto lo han vivido todos los prisioneros de guerra que han salido vivos del campamento. Así pues, no se puede decir que el cautiverio, que el campo de concentración, que cualquier influencia del medio en general determine de forma clara e inevitable el comportamiento del hombre» (Ibíd., pág. 171, 172).

Nuevamente queda claro que el instinto de conservación por causa del hambre no ha borrado la capacidad de decisión del ser humano en situaciones límite. Freud pensaba que el instinto animal, el instinto de supervivencia, prevalecería siempre. Pero ese soplo de libertad, como huella de Dios, es un resto de espiritualidad que puede sobreponerse a las contingencias más severas de la condición humana. LUIS: Y esas situaciones límite, ¿no dejan aflorar los egoísmos, la lucha por la comida, las discusiones y enfrentamientos personales? HERMINIO: También. Pero queda claro que la decisión la toma el propio individuo. Cada uno elige dónde se sitúa ante cualquier contingencia. Se ha podido verificar que en 84


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determinadas circunstancia el individuo no reacciona como se espera que reaccione instintivamente. Incluso aceptando que su propia decisión le está perjudicando a él, caso de prisioneros de guerra hambrientos que ofrecen el último mendrugo de pan a otro que lo necesita más. En este caso, el espíritu se sobrepone a lo material, a lo meramente mecanicista, supera al instinto, supera su propia necesidad para ocuparse de las necesidades de la otra persona. No, el ser humano es mucho más que el simple ratón al que se adiestra para recibir comida si toca una determinada tecla… Un animal puede reaccionar de un número de maneras limitado, según su desarrollo neuronal, mientras que las personas, por la complejidad de las conexiones de las neuronas, pueden tener un número de reacciones casi infinito. A esto se le denomina ‘inteligencia’. El que un ser humano, en el uso de su inteligencia, haga algo que le perjudica e incluso ponga en riesgo su propia vida en beneficio de la de otro ser humano, supera a la animalidad, al puro instinto de conservación. Y pone a la persona en una “dimensión espiritual”. Frankl relata cómo en los campos de exterminio donde sobrevivió varios años, todos sabían que determinados puestos de una fila, por ejemplo, eran enviados a trabajos más penosos, y cómo algunos prisioneros ocupaban esas posiciones para impedir que algunos compañeros, que se encontraban más débiles, lo hicieran… Esta es la espiritualidad del ser humano y que concuerda con el evangelio: «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15: 13) 85


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Este es un pensamiento sublime propio de seres espirituales que conservan un resto de la imagen de Dios, sean creyentes o no. Un rasgo de libertad no es hacer sólo lo que te interesa. El mayor rasgo de libertad es cuando haces aquello que NO te interesa. Y, finalizando el asunto del determinismo, es verdad que hay un cierto determinismo, que se hereda, que condiciona la libertad humana, y que el medio social coarta. Pero también es verdad que, finalmente, somos libres. Y lo que importa aquí es que la búsqueda de la liberación es un proceso. Jesús dijo: «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8: 32). Y esto es un proceso. Un proceso de liberación que se inicia con el conocimiento de la verdad. Por lo tanto más que saberme libre, que lo soy, lo que me importa es entrar en ese proceso de liberación progresivo. En una terminología religiosa a esto lo llamamos ‘santificación’. LUIS: Esto me hace recordar otro dicho de Jesús, el gran exponente de la espiritualidad: «Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad, y la vida» (Juan 14: 6)

Conocer la verdad (Jesús) es progresar en el camino de la espiritualidad y por lo tanto de la libertad HERMINIO: Efectivamente. La liberación del pecado, del determinismo que tenemos por nuestra herencia y el entorno, es un proceso de búsqueda de la libertad. A 86


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medida que la persona progresa en el amor, progresa en la libertad que le permite hacer incluso aquello que no le beneficia a él sino a otro. Por eso, a la religión cristiana se la llama la religión del amor. LUIS: En la sociedad también podemos encontrar otros modelos de liberación. Por ejemplo, el budismo, una religión no teísta, que persigue eliminar todo deseo y con ello sentirse liberados de toda tendencia debida a los instintos o las necesidades... Con la meditación pretende llegar a anular el determinismo personal o sociológico, si bien es necesario reconocer a un precio muy alto para el ser humano: a costa de anular la individualidad. HERMINIO: Sí, pero ¿sabes lo que pasa? Que en el budismo hay detrás una filosofía, una forma de vida. No hay normativas y doctrinas como en el cristianismo. La meta es llegar al ‘nirvana’ (que significa ‘extinción’), es decir a la nada. La propuesta cristiana me parece muy superior. El budismo aspira a la sabiduría y a través de ella a la extinción total de todo deseo. El cristiano aspira a todo, a la vida plena y feliz sin barreras de tiempo y espacio: la vida eterna. La verdadera libertad no consiste en la ausencia de pasiones sino en la posibilidad de superarlas por mi decisión personal. LUIS: Pero hay un hecho terrible. En ambientes cristianos se habla con frecuencia de la Verdad. Y sin 87


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darnos cuenta estamos poniendo una barrera entre los cristianos y el resto de la humanidad. Hay que tener mucho cuidado en la exposición de nuestro mensaje al mundo porque, de un plumazo, descartamos de la Verdad a dos tercios de la humanidad. Y esa actitud suena a pretendida superioridad y molesta al potencial receptor. La divulgación de las Buenas Nuevas se dificulta a veces con un lenguaje prepotente. Incluso puede ser provocador y causar rechazo. Decía Hans Küng al respecto: «El cristianismo, a pesar de su ética de amor y de paz, se muestra en su talante y actuaciones sumamente exclusivo, intolerante y agresivo; en una palabra: hostil al amor y a la paz» (Proyecto de una ética mundial, pág. 106).

HERMINIO: Porque sentirse en posesión de “la Verdad” es excluyente. La “verdad moral” –como dice Juan Pablo II en su Encíclica Veritatis Splendor, citado por Comte-­‐ Sponville en Pequeño tratado de las grandes virtudes, pág. 177–, se impone a todos y no podría depender ni de las culturas, ni de la historia. Ni de cualquier autonomía del hombre o de la razón. ¿Qué verdad? Por supuesto, “la verdad revelada”, tal y como la Iglesia, y sólo ella, la transmite. Mira, voy a poner un ejemplo muy elocuente. Escuchaba hoy en televisión hablar sobre la Armada Invencible que llevó Felipe II a luchar contra Inglaterra. ¿Sabes cuál fue el principal motivo? (evidentemente no era el único): Llevar al pueblo inglés a la Verdad tal y 88


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como la consideraba el católico Felipe II; que Inglaterra volviera al seno de al Iglesia Católica. «La Gran Flota que el 31 de julio de 1588 se colocó en línea de batalla a la vista de la costa inglesa (…) en total llevaba 2.431 cañones con 123.790 balas de munición, casi 19.000 soldados y 7.000 marineros […] También se había hecho sitio a más de 200 amargados exiliados católicos ingleses e irlandeses, y a 180 afanoso clérigos. »La religión mantenía la moral de la flota y regulaba gran parte de su rutina cotidiana. La presencia envolvente de la Iglesia Católica y de su autoproclamado defensor, Felipe II, se sentía por doquier: “El principal fundamento con que Su Majestad se ha movido a hacer y emprender esta jornada ha sido y es a fin de servir a Dios nuestro Señor y reducir a su Iglesia y gremio muchos pueblos y almas que, oprimidos por los herejes de nuestra Santa Fe Católica, los tienen sujetos a sus setas y desventuras. Y para que todos vayan puestos los ojos a este blanco, como estamos obligados, encargo y ruego mucho den orden a sus inferiores y toda la gente de sus cargos que entren en las naos confesados y comulgados con tan gran contrición de sus pecados para que, mediante esta prevención y el celo con que vamos de hacer a Dios tan gran servicio, nos guíe y encamine como más sirva. »[…]Se llamaba a todos los católicos ingleses a ofrecer ayuda a los “libertadores” cuando llegaran y a abandonar su fidelidad a Isabel Tudor [la reina de Inglaterra]. […] Tras la conquista española, [el cardenal de Inglaterra William] Allen iba a administrar el nuevo estado católico bajo la autoridad conjunta del Papa y Felipe II» (El País -­‐ Domingo, 18.09.2011)

En definitiva, imponer la Verdad. ¡Cuántas guerras y cuántas barbaridades contra la humanidad se cometieron en nombre de la llamada Verdad! Es muy arriesgado hablar de la Verdad. Sí, es cierto, yo tengo mi verdad. Soy creyente y baso mi verdad en una experiencia subjetiva, que es mi experiencia personal la cual puedo contar, comunicar pero que no puedo 89


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imponer jamás. Lo que sí es cierto es que mi verdad es comunicable. ¿Cómo puedo comunicar la verdad de la existencia de Dios, de cómo es él? La única forma es a través de la moral y de las actitudes. Y como ya se dijo, son la actitudes las que darán acceso a la eternidad. Todo lo que no sea a través de una vivencia es falso, no es creíble, y por eso Jesús expresa esas terribles palabras hacia aquellos que conocían pero no eran consecuentes con ese conocimiento meramente teórico: “Nunca os conocí” (Mateo 7: 23). La verdad no está para creerla sino para vivirla. En este contexto es fácil comprender la importancia de la ética en la vida del creyente. Conocimiento, sin una vida sana, limpia, consecuente… no sirve para nada. Jesús lo expresó con mucha claridad. Esa sería una religiosidad falsa, una verdad falsa… En consecuencia, una verdad que se limita a transmitir doctrinas, se queda corta. ¿Sabes a quién se dirigen palabras tan inequívocamente duras de Jesús? Mira el contexto: «Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad» (Mateo 7: 22, 23).

¿De quienes habla Jesús? Sí, de creyentes. Y no sólo de creyentes sin más, sino de creyentes muy activos. Creyentes tan vinculados con la Verdad que predicaban muy activamente y que incluso realizaban milagros en el nombre de Dios… 90


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Jesús deja muy claro que la conducta ética es esencial para habitar en el Reino de Dios. Y esto se debe traducir en una solidaridad hacia el prójimo: «Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí» (Mateo 25: 34-­‐36

Queda meridianamente claro que lo único válido y que va a mostrar lo que es la esencia de Dios, son las actitudes. Hay un texto en el evangelio que puede resultar difícil de entender: «Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto» (Mateo 5: 48). ¡Es como para ponerse a temblar: ¿Quién puede llegar a ser tan perfecto como Dios? Entonces me pregunto: ¿Cómo es Dios? “Dios es amor”, me dice el apóstol Juan (1 Juan 4: 8). Y aquí es cuando comprendo quién es el que hace mejor la obra de Dios. ¿Quién es el ser más perfecto? Aquel a quien más le importan los demás. Porque esta es la actitud de Dios. Por lo tanto, la teología es ni más ni menos que eso. No la teología que nos hacemos a medida en la que cogemos lo que queremos porque, además, nos sirve para que nos sintamos mejor, y nos dejamos lo fundamental. Es más, a menudo se utilizan las peculiaridades de una determinada religión para ponerse por encima del otro: “Yo soy diferente a ti, y tengo la Verdad. Porque yo hago esto y lo otro, y tú no lo haces”. 91


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Pero está claro que esto no es la verdadera ‘religiosidad’ o ‘espiritualidad’. No es esto lo que enfatizó el fundador del cristianismo, Jesús. En resumen, la verdadera espiritualidad es aquella que refleja la persona que más se parece a Dios, la que evidencia el amor. Las doctrinas, siendo importantes, palidecen ante este hecho. Y, lamentablemente, en ellas es donde más se refugian algunos cristianos para obtener una falsa seguridad. «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello» (Mateo 23: 23, 24).

No me cansaré de decirlo nunca: el amor es la esencia y la raíz del cristianismo. Y el punto de unión con toda la humanidad, con una ética universal al alcance de creyentes y no creyentes. El énfasis que algunas iglesias hacen sobre las doctrinas permite centrarse en el “más allá”, y olvidarse un poco del “más acá”, del presente, de aplicar el amor para hacer una sociedad mejor. Pero el amor se debe ofrecer con alegría, no por deber. LUIS: Tengo muy claro que Dios, cuando me creó a mí, me situó en esta vida y en este momento. Es decir, en este tiempo. Por lo tanto mi vida comienza ahora, en el “más acá”, no en el “más allá”. Por lo tanto, no me puedo permitir despreciar el lapsus de vida de los setenta, ochenta o noventa años que pueda vivir ahora, porque es una vida que Dios me ha dado ahora. 92


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En consecuencia, no tengo que esperar al futuro. El ministerio que como creyente tengo que desarrollar debe hacerse ahora. HERMINIO: Conviene precisar que el cristianismo en muchos lugares del mundo realiza una obra de interés social, porque enseña a leer y a escribir, a curar a los enfermos, a mejorar los recursos naturales de la agricultura, a preparar saneamientos, etcétera. Este es el camino que hay que enfatizar a todos los creyentes. Pero como seres imperfectos que somos todos, siempre tendremos que estar atentos a no adulterar la esencia del amor en función utilitaria y clave evangelística. Porque el amor es el don más importante y el que más nos asemeja a Dios ¿Es que son incompatibles ambas cosas? ¡En absoluto! El problema está en la intencionalidad. O se hace por amor a las personas o por intereses corporativos. Para Jesús la persona es más importante que la norma y este orden jamás debe alterarse. Y más si como creyentes sabemos que la norma tiene su lugar, un lugar ciertamente importante. Alterar ese orden es entrar de lleno en eso que llamamos legalismo, cuyos más eminentes defensores fueron los fariseos. Y ya sabemos las “perlas” que les dedicó Jesús… LUIS: Te preguntabas sobre incompatibilidades, y yo entiendo que son compatibles la ética del creyente y la 93


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ética del ateo. El apóstol Pablo lo tenía muy claro al respecto: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios» (Romanos 8: 14)

Por consiguiente, podría decirse que el humanismo solidario tiene una espiritualidad, y que ésta proviene de Dios, aunque ni los propios humanistas sean conscientes de ello, ni de que este factor nutre a su conciencia y, por consiguiente, a su ética. HERMINIO: Efectivamente, el ateo toma como referencia a su conciencia, mientras que el creyente apoya su conciencia en un referente más alto, que es Dios. Pero el ateo que obedece sólo a su conciencia no tiene por qué entrar en conflicto con el religioso. Y hay una razón poderosa que debemos tener en cuenta los creyentes: el mundo religioso incluye el mundo secular, como indicábamos en la Introducción al hablar de Raimon Panikkar, quien menciona la dimensión espiritual del no creyente en Culto y secularización. Lo que nos une es lo que Viktor Frankl llama, como ya hemos señalado, “inconsciente espiritual”. El problema puede surgir cuando el creyente utiliza como referente, no a Dios sino a las doctrinas. Cuando un cristiano tiene dudas, se debe preguntar qué haría Jesús en su caso. Jesús es el gran referente moral. Te voy a poner dos ejemplos de cómo, en determinadas circunstancias, la doctrina no debe ser el referente último. El primero es histórico: 94


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Está documentado que el Papa Pío XII salvó a miles de judíos, el 16 de octubre de 1943, de una muerte cierta. ¿Cómo? Ordenó que se extendieran falsos certificados de bautismo a miles de judíos para salvarles la vida ya que iban a ser enviados al campo de trabajo de Mauthausen. ¿Estaba mintiendo al hacerlos pasar como cristianos y no como judíos? Sí, la norma lo prohíbe pero la vida del ser humano es superior a cualquier doctrina o precepto. La doctrina le dice “no mentirás”, pero sometió su conciencia a Alguien superior. Podría haber optado por obedecer a la Palabra de Dios que dice que no hay que mentir. El fanático así lo haría aunque se caiga el cielo y la tierra, aunque ello significara calamidades y muerte a miles de personas. En ese caso estaría poniendo la doctrina por encima de Dios… Jesús siempre se pondría del lado del ser humano, de la vida, que es un don de Dios. El otro ejemplo, es bíblico: Se menciona en el Evangelio de Marcos 2: 25, 26 que el sumo sacerdote Abiatar, ante una necesidad, dio de comer al rey David y a sus hombres los panes de la proposición, lo cual estaba prohibido pues era para uso exclusivo de los sacerdotes (Levítico 24: 9). Sin embargo, Jesús no cuestionó esta actitud de la gracia más allá de la ley. Como también indicó que “el sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado” (Marcos 2: 27). Es indudable que para Jesús la persona es más importante que la norma. Una visión así te permite ser verdaderamente libre. 95


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LUIS: Sin embargo, también resulta fácil constatar que algunos cristianos pasaron muchos sinsabores, e incluso dieron la vida misma, por defender la sana doctrina. HERMINIO: Una cosa es que sigas la doctrina, sin ningún beneficio para ti, y otra que te dejes llevar por ella en interés propio y que ello afecte negativamente a terceras personas. Si baso mi religiosidad en los cuatro primeros mandamientos de la Ley de Dios, y me olvido de mi responsabilidad hacia los demás, enfatizados en los seis mandamientos restantes, me encontraré simplemente ante una manifestación más del egoísmo y una religiosidad cómoda creada a mi modo y manera. Por ejemplo, aunque dé mucho dinero, talento y tiempo a la iglesia, si no me ocupo, y preocupo, de mi prójimo, puedo sentir una falsa seguridad religiosa y una conciencia tranquila. Por una parte me siento cumplidor y por la otra no siento mi responsabilidad ética y religiosa hacia los demás. En este caso la propia Escritura declara que “vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe”. Veamos: «Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve» (1 Corintios 13: 1-­‐3).

La reflexión del apóstol Pablo es indubitable: por muy activo que sea en mis creencias o en mi iglesia, si no 96


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tengo amor, si mi relación con el prójimo necesitado es distante, fría, o tibia… “de nada me sirve” toda mi actividad religiosa. En el fondo es puro egoísmo, por amor al poder, a la notoriedad, al aplauso fácil, a la vanidad personal... Y Jesús ya lo dejó claro ante los más religiosos del mundo, los fariseos… ¿Por qué? «Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor» (1 Corintios 13: 13).

Quien se olvida de lo fundamental y se acuerda de lo secundario, elige un mal camino… LUIS: En este sentido el ejemplo de Jesús es éticamente muy preciso. Los fariseos, personajes que se pasaban la vida en torno al templo, a las leyes y a la doctrina, eran capaces de «recorrer mar y tierra para hacer un prosélito» (Mateo 23: 15). Sin duda eran buenos miembros de “iglesia”. ¡Los mejores! Pero Jesús tiene palabras inesperadamente fuertes contra ellos (ver en Mateo 23): “hipócritas”, “guías ciegos”, “insensatos”, “necios”, “sepulcros blanqueados”, “¡ay de vosotros!”… Ellos no actuaban nunca a favor de la persona sino de los intereses religiosos. Sin embargo, la pedagogía de Jesús era liberadora porque anteponía al ser humano por encima de todo. Los fariseos eran implacables con la mujer adúltera porque la ley la castigaba muy severamente. Generalmente se la apedreaba y al testigo de cargo se le reservaba el “privilegio” de tirar la primera piedra. 97


¿TE CREES MEJOR QUE YO?

La pedagogía liberadora de Jesús permitía el perdón mientras que los fariseos buscaban la muerte de aquel ser “imperfecto”. La insólita y revolucionaria actitud de Jesús hacia el ser humano, cercana y cálida incluso, y sobre todo, en presencia de graves defectos, me temo que todavía lo sigue siendo hoy en el mundo de las iglesias… ¡Veintiún siglos después, la actitud hacia la persona pecadora está impregnada de legalismo…! Y, curiosamente, la ética de Jesús todavía produce admiración… ¡incluso entre intelectuales no creyentes! Mahatma Gandhi, a pesar de no ser cristiano admiraba a Jesucristo y su código ético. Él decía: “Considero a Jesús de Nazaret uno de los mayores maestros que han existido. [...] Diré a los hindúes que la vida no está completa a menos que se estudien con reverencia las enseñanzas de Jesús”. Pero también añadía: “Me gusta tu Cristo... No me gustan tus cristianos. Tus cristianos son tan diferentes a tu Cristo”. Afortunadamente el ejemplo es Jesucristo y no nosotros y nuestra tendencia al legalismo. HERMINIO: Esta actitud legalista podría cerrar los conductos, los canales que tiene Dios para ponerse en contacto con el individuo. Pero cuando se ofrece al mundo el evangelio del amor, de la libertad, del respeto, de una forma de vivir adecuada en las relaciones familiares, en las relaciones humanas, la persona recibe una herencia inmensamente liberadora. Pero esa liberación no es sólo para la vida eterna, para “el 98


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más allá”, sino que se hace presente en “el más acá”, ahora. Este es el papel liberador de la religión. Cuando una persona recibe este mensaje de esperanza, la vida se transforma “desde ya”. Este es el maravilloso plus que recibe el creyente: una vida abundante y plena aquí, que trasciende hacia la eternidad. Porque “el reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17: 21). Ya. No hay que esperarlo en el futuro. LUIS: A este respecto se me ocurre pensar que mi vida comienza ahora, desde el momento en que estoy aquí. Dios me creó en esta vida y de ninguna manera debo despreciar los años de vida que pueda disfrutar en este lado de la eternidad. Es un regalo que Dios me da AHORA. HERMINIO: Lo que no podemos es espiritualizar la vida pensando que lo importante es la vida eterna y que ésta no merece la pena. No vale decir “estamos esperando”, pues tienes que vivir la existencia actual en plenitud. El fin de la ética secular es el prójimo, la humanidad, porque él forma parte de esa humanidad en el limitado periodo de vida que tenga aquí. Su referencia es esa. Pero eso requiere inquietudes sociales por los demás, porque, al no creer en la trascendencia, este es el momento y la oportunidad de hacer algo. Su límite es temporal. LUIS: Te planteo un tema delicado, Herminio. Puesto que el periodo vital del ser humano es un tiempo de 99


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oportunidad, ¿se está jugando realmente la eternidad, el futuro eterno, “el más allá”? HERMINIO: Creo que nos llevaremos sorpresas. Estoy convencido que muchos que se han hecho cristianos se salvarán y que muchos no cristianos también se salvarán. Y que algunos de ambos grupos no se salvarán. No tenemos ninguna base para saber que incluso aquellos a los que les has dado el evangelio y no lo han aceptado, se pierdan. No hay ninguna razón sólida para tal afirmación. El Señor sabe las circunstancias de cada uno, conoce el corazón de cada uno, el modo en que él es capaz de comprender y asimilar el mensaje… y por qué ha escuchado y no ha decidido. Es el Señor quien lo sabe y yo no puedo decir quién se salva y quién se condena porque haya escuchado o no la predicación. Dios es el que va a medir la actitud de cada uno. LUIS: Entonces, el conocimiento del mensaje de evangelio ¿es neutro de cara a la salvación eterna y definitivamente liberadora? HERMINIO: No, ese conocimiento no es neutro. Y lo digo en el sentido de que si llegas a aceptar tu propia necesidad, de que eres pecador y que aceptas el sacrificio vicario de Cristo, te sitúa en el camino de ser mejor persona. Al conocer tus limitaciones y las limitaciones de los demás, y al sentirte solidario con ellas, estás recorriendo el camino 100


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haca la bondad. Y esta actitud sin duda te está capacitando para vivir en el reino del amor que se instaurará en la eternidad. Yo creo en eso. Pero no quiere decir que la persona que no acepte a Jesús como yo lo entiendo, como un Salvador personal, se tenga que condenar forzosamente. LUIS: Para mí, el apóstol Pablo resuelve este asunto de la siguiente manera: «Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios? ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?» (Romanos 2: 1-­‐4).

No podemos conocer el alcance de la paciencia y longanimidad de Dios. El creyente sí es consciente de que es pecador y que necesita la generosidad de Dios para salvarse. Entonces, ¿por qué habremos de disminuirla para los no creyentes? Pablo nos impele a no menospreciar la benignidad, paciencia y longanimidad de Dios hacia toda criatura. Dejemos, pues que Dios sea Dios y no juguemos a serlo nosotros… E incluso es más preciso: habla de este último grupo que mencionas, los no creyentes, e indica que su conciencia le salvará: «Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus 101


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corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio» (Romanos 2: 14-­‐16).

Por todo ello no puedo imaginarme sorpresas negativas hacia aquellas personas que son bondadosas, buenos padres, buenos ciudadanos, amigos de sus amigos… ¿Tendrán un plus de condenación porque no hayan aceptado a Jesús como su Salvador personal…? HERMINIO: Es que no sabemos por qué no lo han aceptado. Nadie lo sabe y, desde luego, no podemos hacer conjeturas sobre la misericordia y la justicia de Dios. Hacer esto es desconocer el amor de Dios hacia sus criaturas, como indica el texto de Romanos. Si obedecemos el mandato de compartir el evangelio, y lo concebimos como único camino de salvación, recae una gran responsabilidad sobre la persona que da el mensaje. ¿Qué sucede si no acepta tus propuestas? Quizá fuera mejor no darle el conocimiento, así tendría la posibilidad de alegar ignorancia… Lo que sí será clave, desde el punto de vista bíblico, es que sea fiel a su conciencia.

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Lo correcto y lo incorrecto. Los actos humanos en el contexto del concepto de pecado LUIS: Una de las cosas que más me sorprenden de Jesús son los calificativos que emplea con los fariseos. Les dijo que eran sepulcros blanqueados, llenos de gusanos, hipócritas… ¡Y se refiere a creyentes muy activos! Exactamente como ocurre en la decisión de la salvación eterna, que ya hemos mencionado (ver Mateo 7: 22-­‐24), muchos creyentes activos recibirán la amonestación de Jesús. HERMINIO: En el juicio a las naciones (ver Mateo 25: 31-­‐46), Jesús está diciendo cosas realmente revolucionarias y que se corresponden más con la ética secular que con la típica moral religiosa. No hay egoísmo sino entrega al ser humano con el que Jesús se identifica plenamente. “A mí lo hicisteis”. Esta visión nos debería hacer reflexionar muy seriamente a los cristianos. “Lo que hicisteis, no se quedó en vosotros mismos, en vuestro egoísmo, sino que lo hicisteis a los demás, representados por mí”. Quiere esto decir que para que una moral sea auténtica, tiene que procurar un bien que no se quede en uno mismo; tiene que salir de uno y trascender. LUIS: Sin embargo, Herminio, Jesús precisa que no sólo peca aquel que mata físicamente sino también aquel que piensa mal contra su prójimo. E igualmente indica que 103


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peca aquel que mira a una mujer para codiciarla en su corazón (ver Mateo 5: 21-­‐28). HERMINIO: Pero hay una diferencia, Luis. El que está mirando para adulterar, no lo hace porque no puede, pero le gustaría. Por el temor o por la imposibilidad física de hacerlo. Pero si pudiera lo haría. En realidad en su corazón ya lo ha hecho. LUIS: Lo que pasa es que el pensamiento es la antesala de la acción. HERMINIO: Hay un dicho según el cual no podemos impedir que los pájaros revoleteen en nuestra cabeza, pero sí podemos impedir que hagan su nido en ella. La tentación no es el pecado. Y lamentablemente muchos se mortifican porque creen que tienen tentaciones a las que consideran ya pecado. Lo que pasa es que si cultivas la tentación terminarás por caer. Vamos a aclararlo. El pecado es un proceso mental. Ese proceso puede iniciarse por cualquiera de los sentidos. Seguidamente puede darse una planificación para cometerlo. Pues bien, hasta aquí aún no se ha cometido pecado, ha resistido la tentación. 104


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LUIS: Como dijiste anteriormente, conviene matizar que una cosa es la tentación y otra el pecado. Pero existe mayor confusión aún sobre la idea de pecado, incluso en el seno de las iglesias cristianas. Se ha enmarañado innecesariamente el criterio de pecado, de lo correcto e incorrecto, de lo bueno y de lo malo, y por consiguiente se produce mucha confusión al respecto. Por lo tanto, y puesto que estamos ante una noción teológica, aclaremos el concepto de pecado que tiene la Biblia y así tendremos una visión más amplia: 1. Se suele decir, porque así lo dice la Biblia, que «el pecado es infracción de la ley» (1 Juan 3: 4). Para algunos esta es la definición más perfecta de pecado (y para muchos la única). Se quedan en la literalidad del texto sin preguntarse más. Por ejemplo, justo antes de esta conocida declaración, Juan dice: «Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley». Claro, el pecador infringe la ley… también… Es decir, el pecado no está ligado sólo a la ley. Si así fuera, el pecado sería un problema jurídico. Pero se trata de un concepto mucho más amplio… que supera a la propia ley. 2. Pero esta no es la única definición de pecado que ofrece la Biblia. He aquí otra: «Todo lo que no proviene de fe, es pecado» (Romanos 14: 23). Por lo tanto, la falta de fe/confianza en Dios también lo es. En realidad es esto lo que aconteció con Adán y Eva, provocando el pecado original, un acto de desconfianza 105


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contra Dios mismo. El acto externo de comer o no comer no es lo esencial. Lo fundamental, entonces y ahora, es el acto interior previo, como veremos un poco más adelante. 3. George Knight hace la siguiente reflexión: «“El que sabe hacer lo bueno y no lo hace le es pecado” (Santiago 4: 17). Pablo [y Santiago] vincula el pecado al conocimiento humano cuando escribió que por medio de la ley es el conocimiento del pecado (Romanos 3: 20)». (Guía del perfecto fariseo, pág. 62) Al conocer el evangelio unos se quedan fascinados por las doctrinas, frecuentemente más de aquellas que te diferencian de los demás, y esto da lugar al legalismo. Otros se enamoran de Jesús, de sus actitudes, es decir, de su moral, lo cual les conduce a la libertad del amor (No olvidemos que Jesús no hizo teología). De ninguna manera se puede minimizar la importancia del pecado. Es un cáncer que afecta a toda la humanidad: «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3: 23). «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros» (1 Juan 1: 8).

Esto es lo que hicieron los fariseos de la época de Jesús. Y creyendo que el pecado es un concepto jurídico, cosa que muchos siguen entendiendo así cuando lo definen exclusivamente como la “infracción de la ley”, multiplicaron las reglas que se traducen en conductas y así poder controlarlo… y vencerlo. Su tragedia es que luchando por las reglas que les impidiesen pecar… ¡llegaron a matar al mismísimo Mesías que esperaban! 106


LO QUE UN CRISTIANO DEBE SABER SOBRE LA CONDUCTA ÉTICA Y MORAL

El contrasentido es manifiesto: mientras se preocupaban hasta la paranoia por no pecar, no vieron ningún problema en matar a un ser humano, que encima era bueno: Jesús. Y no les preocupó… porque no estaba en sus reglas. Lo cual me hace pensar en una magnífica reflexión que hace George Knight en su libro Guía del perfecto fariseo, págs. 51 y 56: «A la mayoría de los cristianos sinceros no les preocupa el pecado […]. Se preocupan por actos tales como el homicidio, robo y deshonestidad. Pero no por el PECADO. Estas prácticas son como verrugas o marcas superficiales. Son síntomas del PECADO, pero no son el PECADO mismo […]. »Los actos de transgresión individuales son pecados. Más todavía, son síntomas externos del PECADO; la manifestación visible de un corazón y una naturaleza pecaminosos. La idea bíblica puede ser representada de esta manera: PECADO -­‐-­‐-­‐-­‐-­‐-­‐-­‐-­‐-­‐-­‐> pecados»

Es decir, le damos más importancia a los síntomas (los pecados) que a la enfermedad (PECADO). Nuestra naturaleza pecaminosa es la que produce los actos pecaminosos. Por esta razón el hombre espiritual no se conforma con cambiar su conducta. Lo que de verdad desea es revolucionario: cambiar sus motivos. Se suele despreciar al borracho, o a la prostituta, es decir al que comete pecados externos, pero Jesús le dio mucha más importancia al pecado de orgullo de los fariseos, y al de aquellos religiosos que pasaron por delante del publicano herido y no quisieron atenderlo porque tenían obligaciones eclesiásticas que atender. A esto se le llama “orgullo religioso” y legalismo. 107


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HERMINIO: El concepto de pecado lo hemos desorbitado tanto hasta desfigurarlo. A veces lo hacen algunas iglesias para resaltar las señas de identidad propias y marcar diferencias con otros cristianos. El sentimiento de culpa es un reproche hacia mi actitud. Calculo las repercusiones de mis actos, • bien por un sentimiento noble por haber causado dolor o efectos negativos no deseados en mi vida o en la de los demás, • o bien por el temor a los perjuicios y adversidades en mi propia vida o en la de los demás. En este caso me preocupan más los efectos en sí mismos que el error cometido. Muchos psicólogos lo consideran como algo innato, pero para Rusell proviene del temor al castigo. Decíamos que la educación comienza con imposiciones por parte de los padres o de los educadores y puede ser una asociación subconsciente con la desaprobación paterna (Sociedad humana ética y política, págs. 92, 93). De ahí que nosotros hablemos del pecado como un concepto religioso que supone la rebelión contra Dios. Es decir, para que la desobediencia se considere pecado debe haber desobediencia a una autoridad, en este caso a Dios. Sin embargo, en un lenguaje más amplio que el teológico, en el mundo secular cabría distinguir entre lo bueno y lo malo, y mejor aún entre lo correcto y lo incorrecto. Podríamos definir lo bueno como lo que se 108


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logra con una conducta correcta, es decir, aquella que proporciona el bienestar general. Debemos tener en cuenta que el apóstol Pablo habla en el contexto de una sociedad de creyentes. La interpretación que hace en lo relativo al pecado como rebelión, o como ataque personal a la autoridad de Dios (la enemistad contra Dios expuesta en Romanos 5: 10), no lo puede comprender igual el mundo secular.

Conciencia subjetiva y conciencia objetiva Pero vamos a entrar en un terreno más práctico analizando nuestras actitudes mediante lo que llamamos conciencia subjetiva y conciencia objetiva. CONCIENCIA SUBJETIVA: Es la conciencia individual que se encarga de juzgar la rectitud o maldad de una situación. Ella aprueba las decisiones mediante actos voluntarios y racionales. Los moralistas llaman a la conciencia “la norma subjetiva de la moralidad”. Este tipo de conciencia es igual para un creyente que para un no creyente. CONCIENCIA OBJETIVA: Es la que necesita de la aprobación del grupo que reacciona con un código moral propio. Ante esta conciencia colectiva tanto el creyente como el incrédulo requieren de valor y libertad para actuar con independencia. Supongamos el caso de un miembro del consejo de administración de una empresa. La finalidad que tiene la empresa son los beneficios. Por lo tanto, si para 109


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conseguirlo tiene que despedir empleados no le importa mientras cumpla sus objetivos. La conciencia objetiva les hace preguntarse para qué estoy aquí: para ganar dinero para la empresa; lo demás no importa. Prima lo colectivo. La conciencia subjetiva es tu reflexión íntima que te interroga sobre los medios para conseguir unos fines. Sería el mismo caso en una junta de iglesia ante una disciplina eclesiástica. Algunos, y estoy hablando de un caso verídico, velando por el buen nombre de la iglesia, estarían dispuestos a la disciplina. Y lo hacen de buena fe, porque sienten la responsabilidad colectiva de velar por los intereses de la iglesia. Estas personas actuarían – actuaron– por conciencia objetiva. Sin embargo alguna persona pensó en clave de conciencia subjetiva y dijo “no”, a pesar de pertenecer al mismo grupo. Pensó en la forma en que trató Jesús a los pecadores y decidió en conciencia. La conciencia colectiva requería una cosa, la defensa de la norma; y la conciencia individual, la defensa de la persona y sus circunstancias. Cabría resumir que mi apreciación subjetiva es lo que verdaderamente vale para mi vida personal. Si me doblego ante la conciencia objetiva de grupo, no estoy siendo fiel a mí mismo. Es la que me da paz. A este respecto te contaré un diálogo acerca de la existencia de Dios entre Bertrand Russell y un jesuita, Frederick Copleston. El primero, defendía su posición agnóstica. El hecho se produjo en 1948, en Inglaterra, fue radiado a través de la BBC y tuvo una gran repercusión social internacional en los ambientes intelectuales. 110


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«RUSSELL: Pero ¿ahora no está diciendo, en efecto, que entiende por Dios todo cuanto es bueno, o la suma total de lo que es bueno, el sistema de lo que es bueno, y, por lo tanto, cuando un joven ama algo bueno, ama a Dios? ¿Es eso lo que dice? Porque, si lo es, hay que discutirlo. COPLESTON: No digo, claro está, que Dios sea la suma total o el sistema de lo bueno en el sentido panteísta; no soy panteísta, pero sí creo que toda bondad refleja a Dios de alguna forma y procede de Él, de modo que el hombre que ama lo que es realmente bueno, ama a Dios, aun cuando no advierta a Dios. […] RUSSELL: Verá, yo entiendo que hay cosas buenas y cosas malas. Yo amo las cosas que son buenas, que yo creo que son buenas, y odio las cosas que creo malas. No digo que las cosas buenas lo son porque participan de la divina bondad. COPLESTON: Sí, pero ¿cuál es su justificación para distinguir entre lo bueno y lo malo, o cómo se las arregla para distinguir ambas cosas? RUSSELL: No necesito justificación alguna, como no la necesito cuando distingo entre el azul y el amarillo. ¿Cuál es mi justificación para distinguir entre el azul y el amarillo? Veo que son diferentes. COPLESTON: Estoy de acuerdo en que ésa es una excelente justificación. Usted distingue el amarillo del azul porque los ve, pero ¿cómo distingue lo bueno de lo malo? RUSSELL: Por mis sentimientos. COPLESTON: Por sus sentimientos. Bien, eso era lo que yo preguntaba. ¿Usted cree que el bien y el mal hacen referencia simplemente al sentimiento? RUSSELL: Bien, ¿por qué un tipo de objeto parece amarillo y otro azul? Puedo darle una respuesta a eso gracias a los físicos, y en cuanto a que yo considere mala una cosa y otra buena, probablemente la respuesta es de la misma clase, pero no ha sido estudiada del mismo modo y no se la puedo dar».

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(http://www.tendencias21.net/Recuperada-­‐la-­‐discusion-­‐ Russell-­‐Copleston-­‐sobre-­‐la-­‐existencia-­‐de-­‐Dios_a2925.html)

Ante esta argumentación de Russell, con la ciencia como base, Copleston le lleva al comportamiento de un comandante de un campo de concentración, en Bergen-­‐ Belsen, aunque antes lo había sido de los campos de Dachau, Mauthausen, Auschwitz… Se trataba del comandante Josef Kramer, tan cruel que lo llamaban “la bestia de Belsen”. Este hombre sin escrúpulos participó activamente en el Holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial. Fue hecho prisionero y condenado a muerte. Pues bien, él defendió en el juicio de Luneburg la obediencia debida y que por lo tanto no se planteaba si era bueno o malo lo que hacía. Este comandante hacía las barbaridades que hacía por un sentimiento, como defiende Rusell en el diálogo. Es por ello que Copleston le rebate que los sentimientos de Josef Kramer no son fiables porque él creía que estaba haciendo lo bueno. El problema de las tesis de Russell en relación al sentimiento, es que no tiene un criterio subjetivo que le permita juzgar las acciones. Porque el comandante Kramer tenía un criterio inducido por unos fines políticos sin mirar a los medios ni a la ética. Tiene el criterio de grupo, la llamada conciencia objetiva. No olvidemos tampoco que el imperativo de la ley moral (el Decálogo) tiene también la función de recordar los efectos de nuestras acciones. Es decir, cuando nos hacemos preguntas acerca de la moral, siempre hay un patrón de referencia a través del 112


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cual mido y juzgo mis decisiones. Ese patrón moral para mí es Jesús de Nazaret. Si te das cuenta, esta reflexión entre Russell y Copleston pretendía distinguir entre lo bueno y lo malo, o dicho en un lenguaje más religioso, lo que es pecado y lo que no lo es. Entiendo que lo que afirma Russell acerca de los sentimientos se basa en el hecho de que aunque tanto el ateo o el agnóstico no contemplen la trascendencia, los sentimientos corresponden a una actitud que también se da en la ética secular. Me llama la atención de que Copleston introduce en su argumentación, sin mencionarlo, el concepto de “inconsciente espiritual” antes de que lo acuñara Viktor Frankl: “Toda bondad refleja a Dios de alguna forma y procede de Él, de modo que el hombre que ama lo que es realmente bueno, ama a Dios, aun cuando no advierta a Dios”.

El papel del dogma y el papel de la moral HERMINIO: Comentaba la catedrático de ética y filosofía de la Universidad de Santiago de Compostela, Esperanza Guisán, lo siguiente: «Como quiera que dentro del dogma católico Dios es, por definición, bondad, sabiduría, etcétera, al creyente católico se le resuelven fácilmente los problemas éticos pues no tiene que medir la bondad de las acciones, ni sus consecuencias: su Dios piensa por él» (Esperanza Guisán, Ética sin Dios. Para una educación cívica laica). 113


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La profesora Guisán quiere decir que es el magisterio quien interpreta y eso libera de toda responsabilidad. Y en cierto modo es así si permito que la doctrina dicte mi moral. A fin de cuentas, bajo la excusa de la doctrina, o del dogma, se han cometido los mayores abusos éticos. El magisterio jamás debe ocupar el lugar de la conciencia personal. O como señalábamos antes, la conciencia subjetiva nunca debe ser reemplazada por la conciencia de grupo. Por todo ello, el derecho a ser moral implica en ocasiones la desobediencia y transgresión de las reglas establecidas por el grupo. Porque la verdadera moral supone la libertad de elección. El ser humano tiene que elegir o permitir que le impongan un tipo de comportamiento. Y este es el problema: optar por seguridad o libertad. Por lo tanto cabe distinguir: una cosa es mi relación con la doctrina y otra cosa mi relación con la moral. En relación con la doctrina, por ejemplo la Trinidad, creo en ella aunque no llegue a comprenderla. El verdadero conocimiento de Dios sólo viene por la experiencia. La revelación tiene un papel, pero cuando termina la razón comienza la fe. La experiencia religiosa es subjetiva y, por lo tanto, necesita de la fe. A veces no es razonable, es experiencia interior, son momentos, situaciones que te revelan tu contingencia, tu necesidad y, al mismo tiempo, te dan seguridad. El conocimiento sin experiencia puede llevar a la creencia, pero no puede llevar a la fe. 114


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También es cierto que determinadas doctrinas, como por ejemplo la segunda venida de Cristo, que sí motivan a una determinada conducta ética, hacen que te prepares, que te preocupes por otros, para que ellos también participen de esa esperanza. Pero en asuntos morales jamás puedo abdicar de mi responsabilidad personal. Si la salvación es individual, mis actitudes también deben serlo. Esto no quiere decir que no esté de acuerdo con el grupo. Pero lo que no me eximen es de la reflexión personal, de interrogarnos, de pensar… LUIS: Déjame decirte algo que es más que un matiz, aunque fruto de una reflexión personal. Has dicho que la salvación es individual, y entiendo lo que quieres decir. Personalmente pienso que Dios no nos salva a todos de una forma colectiva. Efectivamente, Dios salva uno a uno… aunque fuese a todos… Vamos a aclarar qué hay de colectivo y qué hay de individual en el proceso de la salvación. Esta es la secuencia bíblica: 1. El pecado entró en el mundo por un solo hombre. Sin embargo ello afectó a todo el colectivo humano: «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Romanos 5: 12).

El actual desorden en el que vive la humanidad es consecuencia del primer pecado de Adán y Eva. Lamentablemente, la transgresión de uno nos hizo a todos transgresores. De ahí la gran paradoja de que Dios mismo se ofrezca para la salvación de todos. 115


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2. La obediencia de un solo hombre significó la salvación de todos: «Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos» (Romanos 5: 18, 19).

Estos dos textos reflejan perfectamente la esfera de lo individual y de lo colectivo de la salvación. Por culpa de uno todos estamos perdidos, pero por el amor de Otro todos somos salvos. La muerte de Cristo restaura la brecha abierta por el pecado. Sí, Jesús, uno, murió para restituir nuestro derecho de todos los seres humanos a no ser atropellados. Y no olvidemos que el amor de Dios es tan incondicional que: 1. “No quiere que nadie se pierda” (2 Pedro 3: 9). 2. “Dios nuestro Salvador quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo 2: 4). Por esta razón se llama al evangelio cristiano “las buenas nuevas”, noticias excelentes para el ser humano puesto que Dios quiere que tú, y que yo, y todos, vivan la eternidad. Que no se trata de un lugar para un selecto club de amigos de Dios. Que no es un lugar sino una vida, vida plena y abundante. Libres, absolutamente libres, por fin… ¡Por eso son buenas noticias para el ser humano! Por todas estas razones, entiendo que el concepto del pecado que estamos tratando, adquiere una mayor relevancia si lo situamos en las altísimas posibilidades de salvación individual del ser humano. En definitiva, es la gracia de Dios, que no es otra cosa que su regalo para 116


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nosotros. Este es el mensaje del cristianismo que, tristemente, disfrazamos de conceptos y doctrinas a veces difíciles de entender. Con estas buenas noticias, ¿por qué tener miedo a perder la salvación? Dios mismo es nuestro garante y lo desea intensamente. “Si Dios está a favor nuestro, ¿quién podrá estar en contra?” (Romanos 8: 31). Dicho lo cual, no implica que absolutamente todo el mundo, individualmente, alcanzará la eternidad. Dios no obliga a nadie a vivir con él, y menos por toda la eternidad. Por lo tanto perderse no es imposible, fundamentalmente por respeto a la libertad humana. Por lo tanto el universalismo no tiene cabida aquí. La libertad de las personas es algo demasiado importante para Dios como para pasar por encima de ella. HERMINIO: De alguna forma lo estás diciendo: la salvación es individual, persona a persona. Personalmente me parecería una injusticia que Dios salvase a todos, lo quieran o no. El énfasis hay que hacerlo a nivel individual. Y en el día del juicio, Jesús preguntará a cada uno: “¿has vivido?, ¿has amado?”. Porque a la eternidad se entra con alguien de la mano. En el terreno de la salvación coincidimos, pero también te digo que hay que dar a conocer las doctrinas fundamentales. Y me refiero, por ejemplo, a la conversión, a la justificación por la fe, a la muerte vicaria de Cristo, a la tierra nueva... Todas ellas producen una 117


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reacción en las personas que tiene implicaciones éticas, y no sólo religiosas. Esta situación promueve una felicidad y una esperanza que les permiten comenzar a disfrutar de las mieles de la eternidad aquí y ahora. Todo esto nos enseña quién es Dios y los planes que tiene para ti y para mí. Pero el siguiente paso es enseñar cómo es Dios y esto es posible a través de la moral. La doctrina te dice quién es Dios; tú dices cómo es Dios. LUIS: Explica por qué, entonces, muchos ateos, o agnósticos, suelen ser militantes contra de Dios. HERMINIO: Te contestaré con palabras del teólogo judío Pinchas Lapide: «La mayor parte de ellos [los ateos] puede agruparse en tres categorías: los anticlericales, que no pueden soportar a los llamados representantes de Dios y terminan culpando a Dios mismo de los desaguisados cometidos por su personal de a pie. En segundo lugar, los pseudo-­‐ateos, irritados con el diosecillo que les han pintado en casa o en la escuela, que para nada responde a la sed de fe que atormenta sus corazones. En tercer lugar, conozco anti-­‐teístas –especialidad muy judía–, enfrentados con Dios porque no están dispuestos a perdonarle el mal existente en el mundo, pues la imagen que se han hecho de Dios no es compatible con Auschwitz, con todo el mal del mundo, con los niños inocentes que vienen a este mundo con graves deficiencias físicas y psíquicas» (P. Lapide, Búsqueda de Dios y sentido de la vida, pág. 59).

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Y aún se podría añadir una cuarta razón: No les cuadra la doble moral de las iglesias. LUIS: De acuerdo, pero yo creo que el no creyente también es consciente de su manifiestamente mejorable naturaleza humana. A veces se suele decir: “Así es la condición humana”. No lo llaman pecado porque no forma parte de sus conceptos, pero es lo mismo con diferentes palabras. HERMINIO: Podemos decir, resumiendo, que el ateo toma la conciencia como referencia final, mientras que para el creyente la referencia final es más alta porque señala a Dios. Son dos mundos diferentes. Por lo tanto resulta incorrecto tratar de pecador y perdido al no creyente. Este resulta un lenguaje provocador hacia quien no tiene inquietudes religiosas aunque tenga inquietudes sociales. Richard Dawkins, uno de los ateos actuales más relevantes, refleja la situación de un norteamericano cristiano actual: «Escuchen a Randall Terry, fundador de Operación Rescate, una organización dedicada a intimidar a quienes proporcionan abortos: “Cuando yo; o personas como yo, estemos gobernando el país, es mejor que ustedes huyan, porque los encontraremos, los enjuiciaremos y los ejecutaremos. Estoy diciendo la verdad en cada una de esas palabras. Haré que una parte de mi misión sea llegar a ver que ellos sean juzgados y ejecutados”. Terry se estaba refiriendo aquí a los médicos que practican abortos, y su inspiración cristiana es mostrada claramente en otras declaraciones: 119


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»“Quiero simplemente permitir que una ola de intolerancia lo bañe a usted. Quiero que usted deje que una ola de odio lo bañe. Sí, el odio es bueno... Nuestro objetivo es una nación cristiana. Tenemos una obligación bíblica, nosotros somos llamados por Dios, para conquistar este país. Nosotros no queremos compartir el tiempo. Nosotros no queremos pluralismo. »”Nuestro objetivo debe ser simple. Debemos tener una nación cristiana construida sobre la ley de Dios, sobre los Diez Mandamientos. Sin excusas”» (Richard Dawkins, El espejismo de Dios, págs. 307, 308).

Estas palabras reflejan la mentalidad de un talibán religioso de nuestro tiempo. Que se declara cristiano para más señas. No hay que retroceder en la historia para encontrar barbaridades ejecutadas en el nombre de Dios. Evidentemente este cristiano no tiene una idea muy clara del concepto de ‘pecado’. Propone matar, odiar, intimidar… ¡Y todo esto para construir una nación cristiana sobre la base de los Diez Mandamientos…! Es decir, la antítesis de lo que preconiza. La paz, el amor, el perdón, la bondad, definen una ética bíblica. ¿Cómo es posible que sus pretendidos seguidores, basándose en la Biblia, inciten o practiquen la violencia? Cuando alguien sostiene que matar es correcto y lo hace en nombre de Dios, confundimos a los no creyentes. ¡Cómo podemos hablarles a ellos de pecado y de la necesidad de salvarse, si incluso para algunos cristianos la frontera entre lo bueno y lo malo es tan difusa…! Este es el concepto que tiene el fundamentalismo radical o el integrismo religioso. Y para evitar equívocos, cabe distinguir lo que es el fundamentalismo fruto del concepto de la inspiración, del fundamentalismo extremo que se expresa en actitudes morales. 120


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En resumen, podríamos decir como Blas Pascal: “La verdad sin la caridad no es de Dios”. Mi posición, que parte de mi fidelidad a la iglesia, y mi creencia en la Biblia como Palabra de Dios, es la siguiente: • Ante cuestiones de doctrinas, o de teología, mi referencia son las Sagradas Escrituras, la revelación de Dios a través de su Palabra. Cuando me encuentro con una doctrina que no entiendo, utilizo la razón y, finalmente, la fe. • Ante cuestiones morales, mi referencia más clara la encuentro en Jesús de Nazaret. «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Juan 14: 6). En la moral, la iglesia o sus doctrinas deben orientar, pero no ejercer un magisterio.

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CAPÍTULO 3

La ética en tiempos de crisis



LA ÉTICA EN TIEMPOS CRISIS

LUIS: En la actual crisis mundial podríamos apreciar una serie de factores desencadenantes superficiales, pero también existen otros más profundos, que están presentes de una manera dramática. Así decía Juan Torres López, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Entre los desencadenantes superficiales están las conocidas hipotecas basura que ponen en circulación millones de dólares en Estados Unidos. Son los famosos créditos subprime, generalmente concedidos al sector de la población más desfavorecido, de escasa solvencia, y que por lo tanto movilizaron una gran masa de pequeños capitales, antes “invisibles”. Las hipotecas así constituidas eran vendidas por los bancos a otras entidades, fondos de inversión, planes de pensiones… y así los bancos obtenían liquidez rápidamente. Y otra característica: dado que los intereses eran anormalmente bajos, la demanda de compra de inmuebles fue tan alta que, como suele ocurrir con la ley de la oferta y la demanda, los precios de las viviendas subieron espectacularmente. Incluso muy por encima del valor real de los inmuebles. Toda una burbuja… ¿Qué ocurrió? Pues que en el año 2008, la Reserva Federal tuvo que subir esos intereses artificialmente bajos a fin de controlar la inflación (siempre hay una estrecha relación entre intereses muy bajos e inflación). En definitiva, se pincha la burbuja inmobiliaria con sus terribles consecuencias: Al subir la cuotas, inmediatamente las personas poco solventes comienzan a devolver recibos… y los consiguientes embargos, deudas, impagados… 125


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A su vez, como la mayoría de las grandes corporaciones bancarias disponían de múltiples hipotecas de este tipo, o en fondos de inversión, comienza a faltarles liquidez. Como consecuencia se contrae el crédito, y con ello tiene lugar la asfixia económica de industrias, corporaciones, particulares… La crisis está servida…

La crisis actual es, fundamentalmente, un problema ético LUIS: Aunque lo parezca, no me he desviado del tema. Después de tratar el tema de la prevalencia de la conciencia individual, el libre examen que no está sujeto a nada ni a nadie, si te parece vamos a tratar el tema de la conciencia colectiva. Y lo digo porque estamos viviendo en una época con una de las crisis más importantes de la historia. Y no me refiero solamente a la gran crisis mundial económica. Esta misma tarde, cuando venía a verte para tratar estos temas, escuchaba en la radio una tertulia en la que se mencionaban los grandes errores del capitalismo. En este contexto señalaban que asumir que el comunismo ha fracasado no quiere decir que su reflexión también haya fracasado. La gran crisis económica actual ha dejado al descubierto la aluminosis de los cimientos del sistema capitalista La situación actual supone, en primer y fundamental lugar, el estrepitoso hundimiento de la ética en las relaciones económicas. 126 1


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• Han fracasado los famosos sistemas piramidales para hacer cuantiosos beneficios a costa de los demás en un periodo muy corto de tiempo. • Han fracasado las burbujas de todo tipo como la inmobiliaria, la bursátil, la financiera… • Ha fracasado la especulación que busca el dinero fácil y rápido sin importar los medios. • Ha fracasado el control –descontrol– de los grandes centros de poder económicos, que ni pestañearon, cómplicemente, ante el desempleo galopante, el aumento de los marginados, de los desahucios, las restricciones del crédito, el aumento desmesurado de la deuda pública y privada, la crisis social… En todos estos fracasos ha estado presente una falta de ética apabullante, reemplazada por la usura, la codicia desmesurada, el egoísmo, el abuso de poder, la especulación, el desgarro social de la mayor parte de la población especialmente de los más pobres… Tristemente es fácil constatar que nuestra época se caracteriza por el ‘low cost’ de la ética, la ética en rebajas. Se creyó que se podía adquirir el bienestar a un precio ético muy bajo (cuando no a “gratis total”) y el descalabro ha caído como un jarro de agua fría creando una situación crítica, monumental. De los muchos ítems que eclosionaron en la crisis actual voy a destacar sólo dos que me parecen emblemáticos: 1. El caso Lehman Brothers. Cuando se inicia la crisis en Estados Unidos, se produjo la crisis hipotecaria 127


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que dejó a más de dos millones de familias sin vivienda. Los bancos se volvieron locos al conceder hipotecas sin suficientes garantías y en unas condiciones inasumibles. Pero no lo hicieron en beneficio de las personas sino buscando ganancias fabulosas, dinero fácil, piramidal, sin importar las consecuencia. A nadie parecía importarle porque se ganaba mucho dinero. Pero sólo cuando comienza la quiebra de grandes corporaciones financieras, algunas de ellas emblemáticas, comienza a haber una preocupación pública seria. De hecho, el comienzo de la gran crisis actual se fija en la quiebra del gigante banco inversor norteamericano, Lehman Brothers, ejemplo ya de una codicia desmesurada. 2. El caso Bernard Madoff. La espectacular estafa piramidal de Bernard Madoff terminó con este archimillonario en la cárcel, y salpicó a la banca en los cinco continentes. El gran capital, los principales bancos de muchos países, incluidos los de España, se sintieron atraídos por los desorbitados intereses que pagaba Madoff. Ya sabemos que la estafa piramidal, de la que fue gran maestro Bernard Madoff, consiste en pagar las rentabilidades prometidas con el dinero que proporcionan los nuevos clientes. Pero la pirámide se viene abajo cuando dejan de entrar nuevos clientes, o no entran en número suficiente, que cada vez tiene que ser más grande. Como dice el dicho popular: “Nadie da duros a cuatro pesetas”. Y si alguien lo hace, desconfía… “La avaricia rompe el saco”, dice otro refrán popular. El 128 1


LA ÉTICA EN TIEMPOS DE CRISIS

sistema piramidal pretende vivir a costa del que venga detrás… y éste que arree… Estamos, pues, ante una crisis sistémica que ha afectado a la totalidad del sistema de la gran mayoría de los países occidentales. Y no digamos nada de los países pobres, cada vez más pobres. Ya resulta muy elocuente: ü Que la mitad de la riqueza mundial esté en manos de sólo cuatrocientas personas… ü Que con el importe de muchas de esas hipotecas que tan “alegremente” ofrecía la banca, ésta obtenía el precio de dos viviendas…? ü Que las grandes fortunas apenas pagan impuestos ya que los paraísos fiscales garantizan el anonimato, no sólo de personas sino la opacidad total de capitales y sus movimientos. Por aportar un sólo dato: para constituir una sociedad espectral sólo se necesita una dirección postal… ü Que en esos paraísos fiscales se deja de pagar un 40%-­‐50% de impuestos en países en vías de desarrollo… ü De todas formas lo de los paraísos fiscales ya es una fórmula antigua: las grandes fortunas ya encuentran alternativas dentro del sistema fiscal nacional, a través de las SICAV (acrónimo de Sociedades de Inversión de Capital Variable). Mediante esta fórmula, “inventada” con la excusa de que los grandes capitales no salgan del país, sólo se paga el 1% sobre sus ganancias mientras que el resto paga el 30%... Y es legal. 129


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ü …‡‡‡ Significativo, ¿verdad? ¿Qué nos encontramos en la misma base de la gran crisis actual? La ambición y la usura humanas. En definitiva, antes de ser un problema económico, la causa de la crisis actual se asienta sobre problemas éticos de proporciones gigantescas. Por lo tanto, la solución no es tanto cambiar el sistema económico sino cambiar los sistemas de valores, y que estos se vean reflejados en leyes. Lo cual hace más complejas las soluciones. HERMINIO: En el periódico El País salió la noticia de que en Alemania existe un centro mundial de compra de materias primas. Antes las personas invertían en joyas, en bancos… Pero ahora se han dado cuenta de que el gran negocio está en la compra-­‐venta de materias primas. Entonces hacen compras masivas de trigo, cebada, maíz… y así están en condiciones de marcar los precios de mercado. Lo triste es que esta actuación económica favorece la pobreza de los más pobres. En el Cuerno de África, si una familia podía dar mal de comer a una familia, ahora no les da ni para lo mínimo. Con esta política de precios, lo que antes valía uno ahora ‡‡‡

Datos extraídos de: –http://psicorp.tumblr.com/post/3577396753/la-crisis-economica-elgolpe-de-estado-de-los-bancos –http://www.attac.es –http://www.publico.es/dinero/396933/vias-de-escape-para-que-losricos-no-paguen-impuestos 130 1


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vale doce. Y decía uno de los ejecutivos de ese Centro, al ser preguntado por las repercusiones negativas de dicha actividad: “Yo estoy aquí para sacar adelante esta empresa con el mayor de los beneficios posible”. En definitiva el capital va a donde se saquen mayores beneficios sin importarle las implicaciones éticas de las operaciones comerciales. Por lo tanto toda la hambruna que ocasiona su política de precios y beneficios, para ellos es un efecto secundario asumible. Significa que, como dices, hay una falta total y absoluta de ética. Todas estas corporaciones se olvidan de las personas para fijar su mirada en la cuenta de resultados. “Yo tengo la conciencia muy tranquila –decía el anterior ejecutivo–. Mi trabajo es ganar dinero”. LUIS: De ahí se deduce que el ser humano es capaz de lo mejor… y también de lo peor. Te voy a contar otra historia que clama al cielo. En Haití, después del terremoto, una gran compañía mundial de materias primas ofreció gratuitamente una gran cantidad de semillas transgénicas para “ayudar” a combatir la hambruna. Pero el regalo estaba envenenado… En el momento en que los agricultores haitianos plantasen las semillas transgénicas, se convertían en dependientes absolutos de estas compañías pues es sabido que de las cosechas de semillas transgénicas no se pueden guardar de un año para otro, como se hacía en la agricultura tradicional, y pasas a depender cada año del proveedor… y del precio que te marque según sus intereses. 131


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Hasta qué punto llega la amoralidad que hasta los donativos están pervertidos, en algunos casos. HERMINIO: Otra modalidad es que cada vez se dedican más extensiones de terreno a productos que terminarán siendo biocarburantes que sustituyan al petróleo. Como esto es rentable, y recibe subvenciones oficiales, se han eliminado grandes superficies que antes se dedicaban a producir alimentos para las personas, para dedicarlos a estos productos más rentables. Una vez más, se pone de manifiesta la voracidad de un capitalismo salvaje que sólo se fija en la cuenta de resultados. La simple existencia de hambre en el mundo ya implica carencias éticas graves pues la tierra tiene suficientes recursos como para dar de comer a todos sus habitantes. El problema es cuando cambiamos el orden de prioridades.

La ética como factor profundo de la actual crisis HERMINIO: Ante todo esto, yo me pregunto: ¿Cuál es el papel de la ética en estos tiempos de crisis? Las naciones están siendo abocadas a la ruina económica y necesitamos reflexionar sobre el comportamiento moral del ser humano y, sobre todo, de los centros de poder económicos.

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LA ÉTICA EN TIEMPOS DE CRISIS

Me pregunto qué tienen que decir al respecto tanto el mundo secular como el mundo creyente y qué pueden aportar a la solución. La crisis debe ser una oportunidad para resaltar ciertos valores universales como la justicia, la igualdad… LUIS: Me gusta mucho la idea de que las crisis, personales o colectivas son, si se aprovechan, una oportunidad para el crecimiento individual o grupal. Tengo tres reflexiones que considero muy apropiadas para los tiempos convulsos que vivimos en este primer tercio del siglo XXI: 1.

Decía Winston Churchill: “Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad; un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”.

Si se aprovechan, las crisis permiten acciones que normalmente no se acometerían porque rompen inercias que las imposibilitan. 2.

Peter Ustinov, quizás más conocido como actor que como escritor y como rector de la Universidad de Dundee, se pregunta y responde: “¿Puede un hombre sensato darse el lujo de ser pesimista? Eso era un lujo para tiempos menos complicados”.

Y, dado que la situación actual no es precisamente plácida, como seres humanos no podemos permitirnos el lujo de ser pesimistas y dejarnos arrastrar hacia el precipicio… Y aunque al final caigamos, debemos luchar por aquello que puede plantear soluciones. 3.

Y como una conclusión secuencial a lo dicho por Churchill y por Ustinov, Rabindranath Tagore resalta: “Tengo mi propia versión del optimismo. Si no puedo cruzar una puerta, cruzaré otra o haré otra puerta. Algo 133


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maravilloso vendrá, no importa lo oscuro que esté el presente”.

El ser humano necesita en este momento abrir puertas. Y si no quedan puertas, construir otras nuevas. En medio de una especie de reedición de la época de “la fiebre del oro”, los países occidentales se dieron a una carrera consumista atroz que desencadenó diversas burbujas financieras e inmobiliarias. Contra esto hay un antídoto ético: vivir sobriamente, que no consiste en vivir pobremente sino con moderación, sin excesos, con sencillez, cuya primera consecuencia positiva para la persona es que controla los impulsos consumistas, potencia el orden, el equilibrio y la armonía personal. La sobriedad elimina la ansiedad en muchos sentidos. Vivir de forma sencilla no implica, y este es un craso error muy extendido, renunciar a la calidad de vida. Una vida sencilla te permite valorarte más a ti mismo y a lo que tienes. El estilo consumista nos lleva a rodearnos de objetos, a comprar cosas pensando que ellas nos van a proporcionar felicidad. Pero la felicidad no está en los objetos… Dominique Loreau ha escrito un libro titulado El arte de simplificar la vida. Y en él propone: 1. Rodearse de un confort minimalista. No la recargues con adornos innecesarios. La belleza de la sencillez sin necesidad de estar rodeado de objetos que, a menudo, no aportan nada a la vida personal. 134 1


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2. Evita las modas pasajeras. Tienen en sí mismas una cercana fecha de caducidad. Correr detrás de todo lo nuevo es una carrera sin fin… 3. Salda las deudas y evítalas en el futuro. 4. No guardes cosas al tuntún. Antes de hacerlo pregúntate por qué lo estás almacenando. 5. Antes de ir de compras, piensa en lo que deseas adquirir. La típica lista de la compra. Una vez en la tienda, tendrás múltiples estímulos, a veces subliminales, para adquirir cosas. Compra alimentos sencillos. 6. Disfruta de las cosas sencillas de la vida. No seas esclavo de la televisión. Disfruta del momento de apagarla para leer, salir a pasear, jugar con los hijos… Y date el tiempo suficiente para dormir… ¿La conclusión? Pensemos en lo que implica la actual sobreexplotación de los recursos de la tierra. El consumismo así no tiene ningún futuro y cuanto antes lo descubramos mejor será para todos. En este sentido, necesitamos imperiosamente redescubrir aquella reflexión de Mahatma Gandhi: «Necesitamos vivir simplemente para que otros puedan simplemente vivir» (M. Gandhi).

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La realidad de una sociedad basada en el poder HERMINIO: La compleja situación actual debe hacernos plantear algunas preguntas de carácter ético: 1. ¿Tiene que poner límite a sus beneficios la empresa, el comercio o los bancos? 2. ¿No es una vergüenza moral la avaricia del eslogan “Enriquécete”? 3. ¿Qué métodos se emplean para ganar dinero? ¿Son todos lícitos? En tal caso, ¿son justos? 4. Puestos en el caso de las riquezas lícitas, ¿qué fin persigo al enriquecerme? ¿Qué empleo les doy a las mismas? 5. ¿Son morales los sistemas financieros de quienes acaparan el mercado de materias primas para imponer el precio de productos básicos como los cereales o las patatas, condenando a la miseria, e incluso a la muerte, a víctimas inocentes? Víctimas de esta política, en Somalia mueren al día trescientos niños menores de cinco años, a causa del hambre. Y un millón y medio en el Cuerno de África están expuestos a múltiples enfermedades y desnutrición que les llevará a la muerte. Ante esta situación, ¿qué palabras y qué acciones son exigibles al mundo creyente y al mundo secular? Esta es la cuestión fundamental de toda ética. 136 1


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¿Qué presupone un Nuevo Orden Económico Mundial? La respuesta se suele dar en función de intereses muy particulares. Por lo tanto sería precisa una acción universal que contenga esos métodos depredadores en el sistema financiero. No se trata de moralizar sino de reflexionar hacia dónde vamos y lo que queremos. En este sentido se hace necesaria, por una parte, una verdadera espiritualidad, y por la otra, un humanismo solidario, capaces ambos de aunar motivaciones. ¿Qué puede definir una estrategia así? En primer lugar, la responsabilidad del mundo creyente; y en segundo lugar, la solidaridad, relacionada con el humanismo, con la ética secular. En cuanto a la responsabilidad, significa lo contrario a santificar todo aquello que proporciona beneficios sin reflexionar sobre los medios. El capitalismo funciona sobre la base de producir y consumir. La gran amenaza es el individualismo, el no preocuparse por el sentido colectivo de nuestras acciones. Aquí es donde la religión (religare) tiene un importante papel que desarrollar. Comte-­‐Sponville tiene una reflexión con respecto a la responsabilidad: «Permitan al ateo que soy decirles que esto, los supermercados, no reemplaza a aquello, las iglesias! Y que una sociedad que no tuviera otra cosa que ofrecer que los supermercados, especialmente a sus jóvenes, habría dejado su porvenir a sus espaldas» (El capitalismo, ¿es moral?, pág. 46). Y más adelante, página 195, continúa: «No es el hombre el que está situado en el corazón de la empresa, sino el beneficio».

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Quiere esto decir que no se actúa por razones morales sino económicas, lo que significa que no existe virtud en este procedimiento. Contrariamente, toda moral siempre es desinteresada. Siempre. Decíamos que obrar con responsabilidad impide aceptar los medios en función de los fines, y que no podamos considerar moral todo aquello que proporcione beneficios sin más finalidad que la riqueza. Las ideas carecen de valor si detrás de ellas no hay una actitud responsable que va más allá del beneficio inmediato, porque esto supone la ruptura de los vínculos con una parte de la humanidad y un futuro incierto para las generaciones futuras. Esta actitud sólo tiene un nombre: egoísmo. Si esta fuera la actitud del creyente, ¿dónde queda el espíritu del evangelio? Es una renuncia a los principios básicos, y desvirtúa la labor religiosa que tiene como finalidad las restauración, la unidad y la justicia. Una verdadera ética supone una acción presente que aleje la preocupación por el futuro. En cierta ocasión fui invitado a dar una conferencia en el Círculo Católico de los Universitarios de Barcelona. Al concluir la conferencia, hubo un coloquio. Uno de los asistentes me dijo: “Usted es protestante y yo católico, pero créame que me siento más cerca de usted, más hermano, que podría estarlo de un católico del Opus Dei”. Al escucharle sentí que había logrado mi propósito: “religar”, volver a unir al hombre con el hombre. Había 138 1


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hecho religión en el sentido etimológico, restañar la herida que nos separaba. Cuando me marchaba, se me acercó uno de los responsables del encuentro y me entregó un sobre. Dicho sobre contenía los honorarios de la conferencia. Reflexioné en unos instantes: si aceptaba ese dinero, estaría distorsionando el propósito de la reunión. Las cosas de Dios no se compran, pero tampoco se venden. Evidentemente no lo acepté. Y es que el interés económico tiene que estar ausente en el hecho religioso: “De gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10: 8). La motivación sólo puede ser el amor y el sentido de la responsabilidad. La verdadera ética nunca puede ser fuente de beneficios económicos. En este sentido, y con todo lo que hemos dicho, el capitalismo como doctrina carece de una moral responsable. Es individualista. Es decir, no existe una ética capitalista. Y en los sucesos que están convulsionando nuestro tiempo lo estamos viendo de una manera palmaria. Su objetivo final es el enriquecimiento. Eso no quiere decir que en el libre comercio el trueque permite que ambas partes se beneficien de un precio justo y de una utilidad proporcional. Por lo tanto, responsabilidad y solidaridad son conceptos claves que pueden transformar la realidad social. LUIS: Sin embargo, además de responsabilidad y de solidaridad hay que hablar de lo que denominabas 139


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conciencia objetiva. Es decir, cabe la posibilidad de que fallen la responsabilidad y la solidaridad. En realidad ya han fracasado estrepitosamente pero más que nada por haber prescindido de ellas, y de ahí la crisis. El antídoto a esta irresponsabilidad y a esta insolidaridad se llama Leyes. Aquí interviene la conciencia objetiva: el grupo determina los límites. HERMINIO: Claro, pero para ello sería necesaria una voluntad universal porque universal es ya el problema. La cuestión es: ¿quién puede unificar los fines? Por esto decía que si fuera posible aunar las voluntades de la ética religiosa y de la secular, sería más fácil llegar a una voluntad universal. LUIS: Estoy de acuerdo, Herminio. Pero sentadas esas bases éticas si no se plasman en leyes justas… Así es la condición humana. Por esto reclamo que, en este punto, “aunar voluntades” se debe explicitar en leyes justas. La naturaleza del ser humano es compleja y suele tender hacia el egoísmo, como consecuencia del concepto religioso del pecado. Y es a ese egoísmo al que hay que poner diques de contención mediante esas leyes justas que menciono. Por ejemplo, en algunos países, entre ellos España, se han prohibido los sistemas piramidales de los negocios porque generan burbujas que terminan explotando, generalmente en las manos de los más débiles. Sistemas como estos deben prohibirse por razones profundamente 140 1


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morales. Y si no, resurgirán. Como ocurrió en Estados Unidos con los famosos casos Lehman Brothers y Bernard Madoff. Si no aprendemos de los periodos de crisis para depurar nuestras leyes, como ha hecho la humanidad a lo largo de los siglos, repetiremos la historia, como dice el viejo aforismo. Acuérdate de lo que te dijo el profesor Antolí, del que fuiste alumno: Si después de la reflexión que propones sobre la responsabilidad y la solidaridad no pones leyes justas, los poderosos que él menciona se reirían de todos. HERMINIO: En ocasiones, los estados sólo ponen en práctica algunas leyes si detrás hay un movimiento ciudadano. Y en esa estrategia son esenciales tanto la responsabilidad como la solidaridad. Este es el punto de partida. Evidentemente, no seré yo el que ponga pegas a las leyes justas. Lo que quiero decir es que hace falta un caldo de cultivo que las haga eficaces. Pero hay situaciones que están por encima de las leyes. Por ejemplo, esas entidades que se dedican a sembrar rumores y que provocan bajadas y subidas de la Bolsa, la caída de las monedas nacionales, o incluso recesiones en los estados soberanos. Hay aquí un problema ético que está por encima de las leyes y ante el que conviene despertar la reflexión. Pero hay algo más. Debo confesar que siempre he sido una persona un tanto reacia a analizar las situaciones 141


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políticas desde un punto de vista profético. Sin embargo ahora observo aspectos muy preocupantes. Detrás de los múltiples problemas desencadenados por esta crisis mundial, percibo un interés sumamente ambicioso de conducir a la gente a una determinada ideología. Y me explico. • Se está intentando acaparar el sistema educativo de forma que se pueda controlar a las personas desde la niñez. Como dice la máxima jesuita: “Dame un niño durante sus primeros siete años y puedes hacer lo que quieras con él después”. • Se está poniendo al Estado del Bienestar al límite de su supervivencia económica de forma que las soluciones puedan venir exclusivamente de la iniciativa privada. Los servicios que ofrece el Estado del Bienestar en los diferentes países, especialmente los europeos suponen un grandísimo negocio y quien lo controle ganará inmensas fortunas e inmenso poder. • El sistema sanitario universal está siendo atacado, no ya sólo en Estados Unidos, que tuvo varios intentos serios para establecerse con Clinton y con Obama, sino también en Europa, donde ya está implantado pero se pretende que la iniciativa privada comience a absorber sus servicios. Hoy podemos percibir ya toda una estrategia detrás de ello para quedarse con uno de los pilares económicos y sociales del Estado de Bienestar. • Podemos apreciar también los intentos de controlar las materias primas mundiales, como ya hemos 142 1


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dicho en otro momento. Algunas de las guerras no son sino el pretexto para conseguir dichos fines. El hermano de George Bush, ex presidente de Estados Unidos, el ex gobernador de Florida, Jeb Bush, dijo en España que con la guerra de Irak las naciones que participasen tendrían una gran parte del pastel del petróleo iraquí. Prescindiendo de las razones políticas que puedan esconder estas propuestas, lo que subyace en el fondo de ellas es una determinada ética del “todo vale” para conseguir los fines deseados. Aunque más bien deberíamos hablar con mayor rigor y decir que lo que se pretende es la ausencia de toda ética que controle a los grandes centros de poder político y económico. Si llegásemos a esa situación final el mundo podría encaminarse hacia una inusitada dictadura mundial de difícil pronóstico en su desarrollo. No son pocos quienes creen que toda esta crisis está diseñada en determinados despachos para que la gente se harte y suspire que venga alguien a solucionarlo. Es decir, que aquellos que están provocando la crisis se presentarán como los salvadores. ¿Llegaremos a ese gobierno mundial…? La Biblia nos da alguna pista al respecto a la que deberíamos estar bien atentos. Personalmente nunca he sido un alarmista. Cuando leía hace años el libro de Aldous Huxley, Un mundo feliz, o 1984 de George Orwell, los tomaba como lo que era: libros de ciencia ficción. Sin embargo, hoy no podemos descartar que estemos condenados a ir a peor a pesar de todos los diques éticos de contención. 143


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LUIS: Y el problema, Herminio, es que como se suele decir, “la avaricia rompe el saco” y la ambición desmesurada y el poder se les va a ir de las manos. Por ejemplo, se están cargando el planeta con una sobre-­‐ explotación de los recursos, con la desforestación del Amazonas, la gran contaminación por tierra, mar y aire al no tener presente nada más que la cuenta de resultados. El mundo se les está yendo de las manos a los ambiciosos sin escrúpulos y no son capaces de detener su propia ambición. El mundo se hará cada vez más ingobernable. Ya lo dice bien claro la Biblia al señalar que llegará un día, y ese día está cada vez más cercano, en que Jesús vendrá a “destruir a los que destruyen la tierra” (Apocalipsis 11: 18). Es el desamor total y absoluto. HERMINIO: Estoy contigo, Luis, pero esta es la realidad. Los gobiernos valoran en poco el voto de los más pobres, lo que quiere decir que cargan la crisis sobre ellos. El propio gobierno español se enorgullece de su reacción ante la crisis infligiendo dolor al más necesitado. Dice Tony Judt: «Ser duro consistía en soportar el dolor, no en imponérselo a los demás. Quizás lo deberíamos pensar dos veces antes de valorar tan insensiblemente la eficacia por encima de la compasión» (Algo va mal, págs. 47, 48).

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Tomamos nuestras decisiones ignorando la moral, y lo más triste es que el capitalismo ha tomado sus ideas de la religión (calvinismo), con su sentido del mérito. En Estados Unidos, “ser receptor de asistencia pública era una marca de Caín: un signo de fracaso personal” (Algo va mal, pág. 37). Leía, estupefacto, el diálogo de un famoso evangelista: Conducía su coche en compañía de un amigo, y al pasar frente a una mansión impresionante dijo: “El Señor tiene que darme una casa como esa porque yo soy su hijo”. ¡Qué triste perversión del evangelio! Los otros no tienen derecho, yo sí “soy hijo de Dios”… Se necesitan hombres con determinadas convicciones y actitudes. Luis, estoy de acuerdo contigo cuando hablas del papel de los estados y la necesidad de leyes más justas, pero las leyes no son actitudes morales, hay que impulsarlas a partir del individuo, y es aquí donde llamo a la acción personal de la responsabilidad y la solidaridad. Dice Hans Küng: «De poco sirve a los diversos estados y organizaciones, como la CEE, USA u ONU, la constante creación de leyes, si una gran parte de ciudadanos no piensa lo más mínimo en aceptarlas, y dispone de medios y procedimientos suficientes para seguir manteniendo impunemente sus propios intereses personales o de grupo» (Hans Küng , Proyecto de una ética mundial, pág. 52).

El estado ya está dotado de leyes, pero qué sentido tienen sin una conciencia ética. Antes hablaba de valores universales, ahora te digo qué valor tienen las leyes de un estado, si en este mundo 145


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globalizado, otros estados las ignoran. Hoy la autarquía es impensable. LUIS: Es que nadie propone nuevas leyes sin sentido ético. Yo no veo ningún divorcio entre ambos. Dices que el estado ya tiene leyes. Sin embargo, conviene añadir que el Derecho es dinámico, no estático, porque la sociedad crea situaciones nuevas y el Derecho debe responder a esas exigencias. Si la sociedad se conformara con las leyes recibidas de generaciones pasadas, el caos se apoderaría de ella. En todo caso, sí respaldo que las leyes por sí solas no son la solución. Como tampoco lo son las formulaciones éticas si la ley no impiden la trasgresión de las mismas. En definitiva, creo que estamos de acuerdo que ambas cosas son necesarias y deben ir de la mano. HERMINIO: Pero volvamos a nuestra propuesta de responsabilidad por parte del mundo creyente, y no me estoy dirigiendo a la iglesia-­‐institución: la solución sólo puede venir del hombre. «El hombre, según la formulación kantiana del imperativo categórico, no podrá convertirse en simple medio. Tendrá que seguir siendo siempre objetivo último, finalidad y criterio decisivos» (Hans Küng , Proyecto de una ética mundial, pág. 30).

Ante el sufrimiento del más necesitado no puede haber neutralidad o indiferencia. ¿Dónde quedaría la esencia del evangelio? ¿No soy yo, acaso, guarda de mi hermano? 146 1


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También es un hecho que el hombre no religioso, tiene valores, ideales y criterios respecto a lo bueno y lo malo. Al margen de la fe, asumen su responsabilidad ante el mundo en ejercicio de la solidaridad. «En nuestros días, son muchos los hombres seculares cuyo proyecto moral concierne a la dignidad del hombre en cuanto tal» (Hans Küng , Proyecto de una ética mundial, pág. 37).

La justicia y la igualdad precisan de la colaboración de ambos. Tenemos la obligación de defender la dignidad de lo humano, de forma que no se siga profundizando la diferencia entre la riqueza y la pobreza. En realidad, creyentes y no creyentes participan de un mismo sentido de la existencia. La creencia la concibe también en “el más allá”, pero en lo relativo a la existencia temporal, participamos de un mismo ideal: la dignidad de la vida, la autonomía, que es lo que les hace realmente humanos y libres. Ante la injusticia imperante en la sociedad, aunemos la responsabilidad y la solidaridad. Sólo así podremos desterrar de nuestro mundo ese eslogan amoral que sólo tiene un objetivo: “Enriquécete”.

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o es fácil tomar conciencia de que la dimensión ética de la crisis en la que estamos inmersos nos afecta también a nosotros. La tremenda responsabilidad que sin duda tienen en esta situación la rapacidad de los mercados, la ineptitud de ciertas políticas, la corrupción de demasiados gobernantes y la irresponsabilidad de millones de votantes, hacen perder de vista, incluso a los creyentes, un factor profundo que nos atañe a todos personalmente. El título provocativo de esta breve obra, ¿Te crees mejor que yo?, nos lanza sin transición a un diálogo abierto con la ética secular. Y nos interpela con preguntas tan impertinentes –o tan pertinentes– como estas: ¿Podría ser superior la ética de los sin Dios a la de los creyentes? Y las personas que no son religiosas, ¿pueden ser espirituales? Roberto Badenas

Doctor en Filosofía, profesor de Teología y escritor. «El amor es la esencia y la raíz del cristianismo. Y el punto de unión con toda la humanidad, con una ética universal al alcance de creyentes y no creyentes». ______ooOoo______ «La espiritualidad puede darse fuera del mundo religioso, incluso en la vida del ateo o del agnóstico». ______ooOoo______ «La ética cristiana contempla al individuo no como es sino como puede llegar a ser. De alguna forma ya está mirando al ser humano por lo que tiene de grande, aunque sea en potencia. Dicho sea de paso, es la forma en que Dios nos ve».


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