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CUIDAR LA DEMOCRACIA QUE HEMOS DESCUIDADO

Roberto Alonso Coordinador

Aunque hay un debate abierto en torno a la gravedad del deterioro de la democracia a nivel global, parece haber consenso. Un asomo a la literatura y los informes recientes sobre la situación que guarda la democracia en las diferentes regiones del mundo, muestra una preocupación generalizada por su salud.

El auge de los liderazgos personalistas, el avance de opciones políticas con discursos antiderechos, la falta de credibilidad en las instituciones políticas representativas, la agudización de problemáticas estructurales como la desigualdad y la violencia, el incremento del poder de la delincuencia y la macrocriminalidad, la sofisticación de la desinformación a través de las redes sociales y la polarización tóxica que se desprende de la conjugación de varios de estos factores, son algunos reflejos del proceso de deterioro de la democracia.

En cualquier caso, sea cual sea la posición respecto a la gravedad del asunto, otro consenso importante parece ser la constatación de que se trata de un proceso en el que confluyen diferentes elementos y no una realidad que aparece inesperadamente. Por ello son categorías analíticas como declive, erosión, retroceso, desconsolidación, desdemocratización y autocratización las que nos ayudan a dar cuenta del fenómeno. En sentido contrario se habla, por ejemplo, de resiliencia democrática para referir la habilidad de un régimen democrático, sus instituciones y actores políticos y civiles, para prevenir o reaccionar ante desafíos internos o externos sin perder su talante.

Por cuestiones de espacio, me limito a hacer un breve paneo sobre lo que cuatro mediciones actuales nos dicen sobre el estado de nuestras democracias latinoamericanas. El Democracy

Index de la Unidad de Inteligencia del semanario británico The Economist, construido con base en datos que provienen de encuestas de opinión pública y consultas a expertos, nos advierte en su última edición (2022) que únicamente tres países de América Latina y El Caribe tienen democracias plenas, nueve países democracias defectuosas, ocho países regímenes híbridos y cuatro países regímenes autoritarios. El promedio de calificación de la región es de 5.79, el más bajo desde 2006 que se hace este estudio.

A decir del último reporte (2022) The Global State of Democracy elaborado por la organización internacional IDEA con base en encuestas a expertos, pese a que América es la segunda región más democrática del planeta –aun con cuatro países considerados autocracias–, un tercio de las democracias de la región han experimentado caídas en diferentes atributos democráticos en los últimos dos años.

Una revisión distinta por la concepción multidimensional de la democracia que utiliza es la que hace el Instituto V-Dem alojado en la Universidad de Gotemburgo, cuya fuente de información son también académicos y expertos. Su informe más reciente (2023) reporta que, junto con otras regiones del mundo, América Latina y El Caribe ha vuelto a los niveles de democracia vistos por última vez a finales de la Guerra Fría. Si bien seguimos siendo una de las regiones más democráticas, la ola actual de autocratización que se extiende por todo el mundo –puede leerse en este reporte–se presenta del mismo modo en nuestra región. De acuerdo con este proyecto, únicamente 4 % de la población de la región vive en democracias liberales, 83 % en democracias electorales, 9 % en autocracias electorales y 3 % en autocracias cerradas. Las cifras no son desalentadoras, pero si se ve a detalle, mientras solo en tres países de la región se observa una tendencia de democratización, en ocho de estos se registra una tendencia contraria de autocratización.

El informe 2021 de Latinobarómetro, por último, reporta igualmente una tendencia a la baja en cuanto al apoyo a la democracia (49 % frente a 63 %, hace apenas una década) y una tendencia de crecimiento de la indiferencia entre un régimen democrático y uno no democrático (27 % frente a 16 % en 2010). Siguiendo los registros de este estudio realizado exclusivamente con encuestas a la población en general, 45 % de las y los latinoamericanos valoramos la democracia como un régimen con grandes problemas, en tanto que solamente 6 % considera que tenemos una democracia plena y 13 % piensa que no hay democracia. A propósito de la segunda tendencia mencionada, el apoyo a un gobierno militar en reemplazo de uno democrático “si las cosas se ponen difíciles” ha pasado de 25 % a 31 % igualmente en la última década. En el mismo sentido, 51 % de la población declara que no le importaría que un gobierno no democrático llegase al poder “si resuelve los problemas”. La satisfacción con la democracia registró en este último informe su segundo nivel más alto en los últimos 25 años con 70 % (72 % en 2018).

Sin entrar en detalles sobre los límites de las mediciones, esta realidad apenas pincelada interpela a nuestras sociedades por entero, pero de manera específica a nuestras universidades, por lo que toca a la misión compartida de edificar sociedades más justas y pacíficas, con el compromiso democrático que ello supone y los desafíos que dicha aspiración entraña a las tareas de docencia, investigación y vinculación que vertebran nuestro apostolado intelectual. Porque construir “lugares habitables” (Laguna, 2018), que lo son porque ellos garantizan vida digna para todas las personas, implica cuidar aquellos marcos de convivencia que nos permiten encaminar grandes y duraderos pactos sociales.

Hace un año, con motivo del arranque en la Universidad Iberoamericana Puebla de la campaña universitaria “Del cuidado personal al cuidado colectivo para sanar un mundo roto”, el teólogo José Laguna nos propuso, como apéndice de su apunte inaugural, pensar las violencias que nos aquejan como lugares de des-cuido: sitios donde la vida se encuentra amenazada por circunstancias “estructurales de descuido institucional y político que minan la convivencia y acaban estallando como violencia” (Laguna, 2022). Si tiramos de aquí, podríamos encontrar una conexión entre los diversos rostros de las violencias –despojo, desplazamientos, depredación, feminicidios, desapariciones, discursos de odio, etcétera– y los procesos de deterioro de nuestras democracias; democracias que, en buena medida, han sido de baja intensidad por causa del sistema económico hegemónico que las ha acompañado y, en cierto grado, ceñido, redu- ciéndolas las más de las veces a la experiencia procedimental de las elecciones.

Así, el descuido institucional le pasa también factura a la democracia, dando lugar a un malestar con esta forma de gobierno (y convivencia) que no es sino efecto de un paradigma en el que no es el cuidado de la vida lo que está al centro, antes al contrario, la mercantilización de la vida con políticas de muerte que determinan y reproducen regímenes democráticos atrofiados. Vista así una capa de la redondez de la tierra, la salida no se ve fácil, pero el horizonte nos debe seguir animando.

Como lo planteó el P. Arturo Sosa seis años atrás, en su discurso La Universidad, sus egresados y el compromiso con la democracia:

[…] para enfrentar esta realidad de violencia y sus consecuencias, para poder preparar los caminos que puedan conducir a procesos de reconciliación, de justicia y de paz, nos sentimos llamados a trabajar muy en serio por una verdadera democracia […] resultado de muchas personas que eligen un estilo de vida democrático. (Sosa, 2017)

Sintetizando al P. General, este estilo de vida comporta: 1) concebir y vivir las relaciones de poder como servicio a una vida de calidad para todas las personas, con especial énfasis en los sectores empobrecidos; 2) poner las cualidades personales (e institucionales) en función de la justicia social; 3) valorar la verdadera política, aquella capaz de garantizar la decisión colectiva de los asuntos públicos de una sociedad pluralista en un ambiente de tolerancia e inclusión;

4) desconcentrar el poder político con la mayor participación ciudadana y social, responsable del bien común; 5) acercar las instituciones públicas a la ciudadanía desde una perspectiva de transparencia y rendición de cuentas, y 6) descentralizar los procesos de decisión para atender las necesidades particulares de cada contexto y enriquecer una mayor participación cívica.

En esta dirección y en respuesta a una de las preocupaciones expresadas a finales de 2019 por los provinciales de la Compañía de Jesús en América Latina, alrededor de la grave crisis sociopolítica que atravesaba la región latinoamericana en esos momentos, un grupo amplio de alrededor de 40 investigadoras e investigadores vinculados a universidades pertenecientes a la AUSJAL, convocados por el P. Francisco José Virtuoso y bajo el liderazgo académico del profesor Ángel Álvarez, participamos en un ejercicio de investigación exploratoria que desembocó en el libro colectivo Crisis y desencanto con la democracia en América Latina (Virtuoso y Álvarez, 2021).

La obra editada por la Universidad Católica Andrés Bello documenta la situación de la democracia en nueve países de la región con un número igual de estudios de caso, los cuales son precedidos por una visión de bosque como planteamiento del problema, y proseguidos con un capítulo de consideraciones a modo de integración de los nueve estudios y un capítulo final con una serie de recomendaciones para la AUSJAL, entre ellas la constitución de un observatorio permanente de la democracia en la región. El futuro de esta propuesta, presentada en la asamblea de la IAJU que tuvo lugar en Boston en agosto de 2022, será un buen indicador para pulsar el compromiso de nuestras universidades en el cuidado de nuestras democracias.

Por sí solo, el proyecto es un claro ejemplo de nuestras capacidades de colaboración para la realización de estudios regionales y la articulación de grupos de investigación, esto es, el trabajo en red entre personas que compartimos intereses y desasosiegos por la salud de nuestras democracias. Lo que queda por delante sigue siendo el reto de discernir la mejor forma de traducir lo hallado en procesos de formación e incidencia.

Parafraseando al P. Virtuoso, la construcción de la casa común que anhelamos no será posible si no cuidamos nuestras democracias, una tarea que para por (re)habilitar la sana política que, como dice Francisco en Fratelli tutti, pone la dignidad humana al centro para delinear con visión amplia las estructuras alternativas que necesitamos para la paz social.

Referencias

Laguna, J. (2018, septiembre). Acogerse a sagrado. La construcción política de lugares habitables. Cuadernos Cristianisme i Justícia, (210). http:// www.cristianismeijusticia.net/es/acogersesagrado-la-construccion-politica-de-lugareshabitables

Laguna, J. (2022). Los «lugares» del cuidado. Labor, trabajo y acción. Ibero Puebla. https://repo. iberopuebla.mx/cu2022/pdf/lugaresCuidado.pdf

Sosa, A. (2017, octubre 26). La Universidad, sus egresados y el compromiso con la democracia [Discurso]. Centro Universitario FEI en São Bernardo do Campo, Brasil. https://www. ausjal.org/wp-content/uploads/2021/04/ La-Universidad-sus-egresados-y-elcompromiso-con-la-democracia.pdf

Virtuoso, F. J. y Álvarez, A. (Coords.). (2021). Crisis y desencanto con la democracia en América Latina. Universidad Católica Andrés Bello. https://abediciones.ucab.edu.ve/politica/

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