El ciclo Avui Jazz es una idea de CDMar Producciones patrocinada por el Ajuntament de Vila-real.
www.vila-real.com www.cafedelmarjazz.com
Consta de un concierto cada primer viernes de mes, de octubre a mayo. Se celebra en el Auditori Municipal de Vila-real, a las 23 h.
Cubierta: Agustí Fernández
Agradecimientos:: A todas las personas que han hecho posible este proyecto: Toni Porcar, Fernando Marco y el equipo de Avui jazz, Antonio Sorní y equipo de AS&A Design, Arco y flecha (Sergio Merino, Marta Fontanals, Sebi Suarez, Olga Abalos y Anita Triay), Jack Torrance, Ferran Esteve, Luis Pueyo, Bernat Comerma y Laia Manonelles.
© Fotografías: César Merino www.cesarmerino.com ©
Textos: Olga Ábalos Jack Torrance Bernat Comerma Ferran Esteve Luis Pueyo Sergio Merino
Edita: Ajuntament de Vila-real - Regidoria de Museus
Coordinación: CDMar Producciones. Tel: 964 53 06 10
Maquetación y diseño: AS&A Design. Tel: 964 34 09 36 www.asadesign.com
avui jazz 2009.10
Exposición: “Free Jazz” Sala dels Arcs de la casa de l’Oli Vila-real. Octubre de 2009 Fotografías: César Merino
Textos: Olga Àbalos Libertad indeterminada...................................7 Jack Torrance Postapocalípticos y desintegrados................ 18 Bernat Comerma Vanguardias musicales....................................... 29 Ferran Esteve De milicianas y bateristas.................................. 40 Luis Pueyo Emoción analógica.............................................. 47 Sergio Merino Riders on the storm............................................. 55
Agustí Fernández
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Sunny Murray
Jazz y vanguardias César Merino Este itinerario fotográfico muestra una parte de esa extensa gama de sonoridades que amalgama el “Jazz”, un mundo que aglutina sensaciones y experiencias que cada uno se apropia y disfruta de manera distinta. A lo largo de estos años no sólo he aprendido a observar sino también a escuchar. Cada concierto es distinto, singular, aunque todos comparten la fuerza de una pulsión vital, a veces frenética y otras sostenida. Es este arrojo el que me ha enseñado a arriesgar y a improvisar; dejándome llevar por la música, por sus tensiones, sonidos y silencios. Los retratos desean esbozar esa vida; tanto durante el clímax escénico como en los momentos que preceden y suceden dicho momento. Así es como la fotografia deviene una cronista que conserva tales veladas y, precisamente, al editar y publicar estas imágenes se hace realidad el deseo de compartirlas y revivirlas. Quiero agradecer especialmente el apoyo y la colaboración de los autores de los textos que perfilan y ahondan en la experiencia musical y en la selección de fotografías propuesta. No me gustaría acabar sin destacar la magnífica propuesta de Avui Jazz de publicar libros de fotografía, pintura e ilustración, deseando que siga dando la oportunidad a muchas más personas de compartir su trabajo y así poder seguir disfrutando de esta singular colección.
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Ken Vandermark
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Olga Àbalos
LIBERTAD INDETERMINADA El pianista Thelonious Monk solía decir: “Toca lo que tú quieras y deja que el público coja lo que tú estás haciendo, aunque eso pueda llevarles quince o veinte años”. Monk recogía así con palabras lo que Charlie Parker ya empezó a manifestar pocos años antes a través de sus solos desbordantes y frenéticos, utilizando pícaramente elementos de la música contemporánea: el músico negro ya no tenía porque salir al escenario a complacer blancos. “Bird” jugaba a confundir al público a la vez que usaba las improvisaciones para reafirmarse como persona, como parte de un colectivo racial y como intérprete y compositor de “música seria”, de jazz. →
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“La música es tu propia experiencia, tus pensamientos, tu sabiduría. Si no la vives, no saldrá de tu instrumento”, manifestó Parker en una ocasión. Fue el primero en tomar consciencia de su condición social y manifestarla públicamente. Su vida la escribió en su música y sus improvisaciones. Su ejemplo marcó a los que vinieron después - Miles Davis tocaba de espaldas al público, casi despreciándolo – y aupó la libertad artística de los afroamericanos y el nacimiento de las vanguardias musicales en el jazz, es decir, los círculos de creación que, como en cualquier otra expresión artística, funcionan con ojos de visionario y abogan por la constante reformulación del lenguaje y el compromiso con la realidad social. Así funciona también con el cine, la literatura, las artes plásticas. Más de cinco décadas más tarde, podemos asegurar que la vanguardia del jazz goza de buena salud. Hay más músicos y escenas musicales que nunca, la música y la información circula libremente por internet como nadie se hubiera imaginado. Pero precisamente esa globalización, esa enorme variedad estilística que alberga y la convivencia con todas las ramificaciones posibles del género madre - desde el Dixieland al jazz fusión hace que sea muy difícil radiografiarla para sacar conclusiones de lo que está aportando al siglo XXI. En este punto quisiera hacer una aclaración antes de seguir usando el término “jazz de vanguardia” de una forma injustamente generalizadora. A mi entender, incluyo bajo esa denominación las formas musicales que beben de la tradición jazzística comprendida entre los años 20 y la década de los 80 del siglo XX y que comparten unos mismos objetivos: encontrar nuevas formas de tensión en la composición musical confrontando improvisación y arreglos (como las “open works” tipo collage); considerar la improvisación como una forma musical en ella misma; entender la música como un proceso progresivo en el tiempo; y retar e incorporar al espectador en el proceso de composición. →
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Wiliam Parker
Fred Frith
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Excluyo de esta definición por lo tanto, la escisión purista promovida desde los 80 por el trompetista Wynton Marsalis. Sus normas, que pretenden regular de lo que puede ser considerado jazz y no jazz, cuestionan la esencia del género y le impide lo que siempre ha intentado ser: una música del presente, de fusión y de tensión. Las pautas rítmicas y armónicas de Marsalis , que se reproducen fielmente en casi todas las escuelas de música moderna del mundo, reduce el jazz a un lenguaje anacrónico, una lengua muerta cuyo molde puede ser infinítamente reproducida sin más. En relación con las vanguardias actuales, los focos creativos los copan ciudades como Nueva York, Chicago, Londres, Berlín, u Oslo. Aunque mezclando generaciones, diversas aproximaciones de la música e intentos de interdisciplinariedad, nombraré tan sólo algunos nombres en activo que me parecen importantes y cuya obra ayuda a entender el presente de los formatos más experimentales: John Zorn, Tim Berne, William Parker, Rob Mazurek, Ken Vandermark, Nicole Mitchell, Fred Anderson, John Edwards, Peter Brötzmann, Axel Dörner, Peter Evans, Paal Nilssen-Love, Agustí Fernández, Chris Corsano, Joe McPhee, Bill Dixon, Anthony Braxton, y Marc Ribot, al que le sigue un gran etcétera. →
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La improvisación, aquello que Charlie Parker convirtió en una herramienta de afirmación y que los músicos del free jazz y el new-thing consideraron “una narración personal” y colectiva, se ha convertido en un pilar determinante para entender las formas de composición jazzística más en boga. El trombonista y profesor de la Universidad de Columbia, miembro des de 1971 de la Association for the Advancement of Creative Musicians (AACM), George E. Lewis, llama a este tipo de discurso asertivo, la surgida de una toma de conciencia de la propia tradición cultural, impovisación “afrológica”. Por el contrario, la visión “eurológica” es la que nace del punto de vista del blanco occidental, del que nunca tuvo que reafirmarse y eso le ha dado una visión de poder desde la cual se ha expresado artísticamente. Éste entendía la improvisación como “música espontánea”, una forma de arte único e inmediato (John Cage) cuyo mensaje se asemeja a la negación de la propia historia o memoria musical, como respuesta al mundo gris y devastado surgido después de la Segunda Guerra Mundial. Estas dos interpretaciones de la improvisación conviven hoy en día, aunque sin el peso racial y casi desprovistas del peso político y crítica social que en su momento pudieron tener. Me atrevería a decir que en el presente sirven para vehícular nuevas formas de composición en el tiempo, de tensión, como las “formas abiertas” o la atonalidad, así como un posicionamiento individual ante el mundo a través de una determinada estética formal. Otros elementos que históricamente también tuvieron una fuerte carga reivindicativa como el ruidismo, el histrionismo sonoro, la aleatoriedad o lo progresivo, hoy se siguen usando a pesar de que formalmente ya no suponen ninguna novedad. →
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Marc Ribot
Mats Gustafsson
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Aún así los músicos que apuestan por seguir explorando las posibilidades de combinatoria de estos elementos aún se los considera “radicales” o “transgresores”. ¿Podría ser que el propio lenguaje de vanguardia se haya convertido en una estética musical que navega entre el ensimismamiento y la exploración de nuevos caminos? ¿Cómo la música puede abandonar su burbuja experimental para hacerse eco del mundo con el que convive? Quizá el jazz de vanguardia se ha convertido en una estética que lucha por encontrar su significado y su lugar en la sociedad. Quizá sea la prensa la que no debe olvidarse del músico de jazz cuando habla de cómo los cineastas, los escritores, los artistas plásticos, los bailarines y los artistas multimedia retratan al siglo XXI. El músico de jazz debe aplicar su libertad en consonancia con su posición en el mundo.Y se merece poder explicarl0. A pesar de las preguntas se que puedan lanzar sobre el papel de las vanguardias, hay quienes ya han encendido algunas luces que nos aclaran el camino, como el semiólogo Umberto Eco que habla de la contemporaneidad de la “obra abierta” en las disciplinas artísticas, la que convoca a intérpretes, autores y oyentes a para completar una misma obra. Si lo aplicamos a las músicas surgidas del jazz, las formas abiertas de composición impulsadas durante los 80 - el collage, la combinatoria, la improvisación conducida - por músicos como John Zorn, Fred Frith, Lawrence “Butch” Morris o Anthony Braxton pueden ser entendidas como la expresión de algo indeterminado en un mundo en el Dios ya ha sido asesinado muchas veces (y junto a él el determinismo religioso) desde la Segunda Guerra mundial, la caída del muro de Berlín y el ataque a las Torres Gemelas. Con la prevalencia de la improvisación, la autoría como valor musical también está en crisis. La composición en tiempo real es un reto a los conceptos tradicionales de compositor y obra, y a los roles de intérprete y de oyente. Y si, como afirma del Lewis, un músico blanco en la actualidad puede tocar de manera “afrológica”, la afirmación personal intrínseca de esta forma de expresión debería ir en consonancia con la convivencia de una crisis de valores generalizada, debe ser un grito ante el miedo a desaparecer, absorbido, dentro de las masas grises que conforman el mundo actual, global, digital, sobreinformado, virtual, inhumano. A pesar de las dudas y su posible asimilación en una determinada estética, no me puedo resistir a pensar que el jazz de vanguardia en general aún representa un algo de resistencia y cuestionamiento al status quo que quizá la perspectiva del tiempo nos permita analizar mejor. Hay algo de visceral, tremendo, poderoso y vitalista que no puedo sinó asociarlo a una honestidad que me reconforta como oyente. ♦
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Jack Torrance
POSTAPOCALÍPTICOS Y DESINTEGRADOS Aunque soy melómano desde la adolescencia, nunca me han atraído demasiado las filmaciones de conciertos, por más que el músico o banda objeto de las mismas sea de mis preferidos. Con frecuencia, he puesto un vídeo en el reproductor y al cabo de unos minutos, y de forma inconsciente, me he levantado a hacer otras cosas sin dejar de oír la música. He llegado a la conclusión de que me gusta escuchar a secas. Tengo documentales o trabajos más creativos musicales en DVD, pero apenas filmaciones en directo. Y menos, aún, si he asistido al concierto (como dice mi amigo Fred Madison, saxofonista, “me gusta recordar las cosas a mí manera”). →
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Henry Threadgill
Marshall Allen
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La fotografía, en cambio, es otra cosa. Un instante ganado al tiempo que luego va a poder verse aislado y, fácilmente, sin condicionante alguno. No hay en ella el afán totalizador, de taxidermista, que sí hay en la retransmisión o grabación de imágenes de un concierto. Uno puede tener un puñado de fotografías, como estas que estamos viendo, y dispersarlas sobre la mesa, o en la pantalla del ordenador, mirarlas mientras se escucha la música, y tener más libertad para iniciar un proceso mental más imaginativo. O, quizá, simplemente me lo parezca porque la fotografía es perfectamente compatible con el libro, que es un objeto que me gusta infinitamente más que un disco DVD y al que considero muchísimo más estimulante. →
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N
No irá errado el avispado lector que sospeche que el título de este texto tiene que ver con el del libro que en 1964 publicó Umberto Eco, “Apocalípticos e integrados”. Aquel libro, más humilde de lo que se pensaba, más confortable y falto de prejuicios de lo que suelen serlo los estudios en general, levantó una fuerte polémica. Sus detractores, la élite, il pensiero, creían que era intolerable mezclar alta y baja cultura. Malgastar los instrumentos académicos para hurgar en artes menores, cosas chabacanas, populares, de “pobres”. Ahora puede sonar a marciano esto, pero más o menos iba por ahí. Para Eco, el cómic, las novelas y películas de género, la música pop, los periódicos, la televisión, etc., eran una manifestación más de la cultura, y formaban parte de la historia con la misma legitimidad pues. ¿Les suena eso? No es lo que han hecho, para centrarnos en las nuevas músicas, un Zappa, un Zorn, etc. No hacer divisiones ni clasificaciones. No establecer linajes ni castas. De hecho, ya algunos compositores clásicos en las primeras décadas del siglo XX vislumbraron más que vieron que las músicas populares, los distintos folklores europeos o el jazz, podían -y para algunos incluso debían- formar parte de la creación musical, cualesquiera que fuese. →
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Mike Patton
Dave Burrell
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Pero, volvamos un momento a Eco para irnos despidiendo de él. Aquellos apocalípticos, que disentían de la cultura de masas, y aquellos otros integrados, que la vivían sin disentir, ya no existen como tales. De hecho, ya entonces Eco advirtió que su trabajo era preliminar, provisional. No obstante, viendo estas fotografías sobre la mesa, unas fotografías hechas con mirada unitaria, mientras escucho a Fantômas o a Henry Threadgill, o al que prefieran de los que vean en este libro, pensé que lo que en realidad ocurrió con esos seres es que mutaron. No es de extrañar, ha habido tantos corrimientos en el mapamundi cultural de Occidente en las últimas décadas como en varios de los siglos precedentes. →
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Cuando pienso que me gusta tanto, mejor dicho, igual, un pedazo de ruido que un solo excelso; que encuentro el mismo regusto metálico en una pieza de rock brutal que en un viejo blues rural; que los japoneses locuelos del templo de las madres del ácido son la banda de jazz definitiva, mientras que a Marc Ribot lo considero en realidad un punk-rocker; que Sun Ra en realidad no ha muerto y que Dave Burrell es el hombre con más suerte de este mundo; que la improvisación es la más estructurada de las actividades humanas y en cambio la composición es como ir dando palos de ciego, y otras muchas cosas por el estilo de las que estoy firmemente convencido, pues bien, cuando pienso en todo eso caigo en la cuenta de que yo mismo soy uno de esos mutantes, fruto de haber empujado a los apocalípticos hasta desquiciarlos y de freír a los integrados hasta consumirlos. ♦ ¡Viva la radiación! ¡Viva el siglo XXI!
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Trey Spruance
David Murray
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Bernat Comerma
VANGUARDIAS MUSICALES Introducción
El término “música de vanguardia” es una forma genérica de englobar distintas músicas, digamos, complicadas. El origen se sitúa a partir de la segunda mitad del siglo XX. No hay una línea clara de donde acaba la música “ortodoxa” y donde empieza la vanguardia. Pero en ésta, hay estilos claramente identificables, como por ejemplo: free jazz, libre-improvisación, electro-acústica, atonal, dodecafónica, ciertas músicas electrónicas, parte de la clásica contemporánea, etcétera, que a veces pueden llegar a combinarse entre sí. Dado su carácter innovador, revolucionario y rompedor suele generar el rechazo por parte del gran público por el miedo a lo desconocido. Desde sus orígenes los músicos de vanguardia se toparon con la incomprensión e incluso el rechazo de las corrientes mayoritarias de opinión, aún así, sus precursores siguieron trabajando en estas músicas hasta consolidarlas y convertirlas en influencia para las siguientes generaciones de músicos. →
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G
Gran público vs. seguidores. La música de vanguardia al mismo tiempo provoca una gran admiración por una minoría de entusiastas. Estos últimos suelen huir de algunas músicas comerciales de masas, con algunas excepciones ya que por el hecho de que una música sea comercial no siempre implica que sea vanal o superficial. Esto también puede aplicarse a otras formas de arte como el cine, el teatro, la pintura, la literatura, la fotografía, etcétera. La personalidad del oyente es en gran medida la que marca sus preferencias musicales. El proceso de educación del oído para escuchar música de vanguardia. Para escuchar músicas de vanguardia hay que tener predisposición y una mente abierta que permita adentrarse en “terrenos gradualmente más oscuros”. Como hay distintos grados de “dificultad” en músicas de vanguardia, para llegar a ellos es recomendable ir incrementando gradualmente el nivel de complejidad de las obras escuchadas. Aunque establecer dicho nivel es subjetivo ya que se trata de conceptos puramente artísticos e intangibles. Pero un conocimiento amplio del mundo de las músicas de vanguardia permite establecer comparaciones y determinar la posición relativa en una escala de complejidad. Hay un rasgo que diferencia a los oyentes alto nivel con respecto del resto, y es su capacidad de poder separar y distinguir cada instrumento para analizarlo y además ser capaces sentir el conjunto de sonidos como una unidad. Los oyentes de bajo nivel, no quieren complicaciones. Quieren distinguir claramente una simple melodía, que sea fácil de recordar y sin demasiados adornos o elementos que puedan desorientarles. Rechazaran, por ejemplo, oír instrumentos en primer plano que “saboteen” la música, “alocadas” trompetas o punzantes solos guitarra. El oyente de alto nivel, aprecia especialmente composiciones más elaboradas, con cambios inesperados, el uso de instrumentos o formaciones atípicas, etcétera... Aunque a un oyente de alto nivel no tiene por qué gustarle todas las músicas de vanguardia, aunque sea capaz de asimilarlas. Las preferencias personales de cada oyente determinan las elecciones de unas u otras músicas de vanguardia aunque puedan considerarse de un nivel similar. A la hora de escuchar este tipo de músicas lo que cuenta son las sensaciones inmediatas. A veces, al escuchar por primera vez alguna pieza, no gusta tanto como después de sucesivas escuchas, momento en que se llega a abarcar la obra, sacándole el mayor partido y grado de satisfacción a la audición. →
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Jamie Saft
Dave Liebman
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Música que en su día entusiasmó con el paso del tiempo puede llegar a aburrir. Cuando una persona empieza a escuchar música y ésta se convierte en una gran afición se puede llegar a admirar profundamente a algunos grupos o discos. Al mismo tiempo hay otras músicas que quedan relegadas en segundo término, algunas incomprendidas dada su complejidad. Con el paso del tiempo, mientras se van descubriendo nuevas bandas, el gusto musical se afina, puede que se descarten parte de esas músicas que en su momento se apreciaban, a la vez que se van comprendiendo mucho mejor esas otras que anteriormente eran demasiado “oscuras”. En cualquier caso, la mejor es aquella que por mucho tiempo que pase siempre se disfruta. La búsqueda constante de nuevos discos y grupos. Internet y las nuevas tecnologías representan herramientas clave para ampliar de forma rápida y constante el abanico musical. Los foros y grupos de usuarios reúnen a gente con afinidades musicales que comparten sus conocimientos. La red global es un hervidero de información en la que tiene cabida todas las corrientes musicales. Particularmente puedo decir que gracias a Internet he descubierto a muchos grandes grupos, discos y aficionados a la vanguardia. Difícilmente sin Internet hubiese podido llegar a abarcar mis conocimientos actuales sobre el tema. Como aficionado a esta música el hecho de escucharla se convierte en una prioridad personal y esa necesidad sana hace que uno esté habitualmente conectado a dichos canales de información para mantenerse al día y continuar el proceso constante de conocer más músicas. →
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Henry Grimes
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Escuchando algunas vanguardias se puede llegar a otras. Muchas músicas de vanguardia se nutren de otras llegando a crear combinaciones realmente brillantes. Las músicas étnicas son un referente común. El jazz o el rock pueden albergar muchos sub-estilos para crear otros de forma coherente. Ciertos músicos de carácter muy ecléctico tienen la habilidad de crear sus músicas a partir de influencias variopintas. Músicas que entre sí pueden parecer estilísticamente muy distantes pero que mediante la alquimia artística del músico hace que esa fusión genere otro sub-estilo totalmente válido. Algunas bandas llevan esas fusiones al límite acercándose o alejándose de las formas tradicionales, pero a la vez pueden pasar de un estilo de vanguardia a otro. La expansión estilística de un mismo músico puede ser realmente amplia, entonces es el propio oyente quien puede elegir qué es lo que le interesa o rechaza de los distintos proyectos del músico o banda en cuestión. También gracias a ese acercamiento a otras músicas que nos brindan algunos interpretes se pueden llegar a conocer otros estilos étnicos más puros. En ocasiones, músicos occidentales realizan proyectos en común con músicos orientales, por ejemplo hindús. Hay que tener en cuenta que la teoría de composición de la música india difiere bastante de la occidental al tener un pentagrama distinto. Con la unión de ambos mundos se han conseguido auténticas obras de arte. En definitiva, la relación entre culturas musicales puede llegar a representar un medio para enriquecerse culturalmente por ambas partes. Algunas excentricidades. La naturaleza desinhibida de la música de vanguardia puede dar pie a ciertas excentricidades. Una de las más sonadas se llamó “Cuarteto de cuerdas y helicópteros”, obra de un reconocido músico contemporáneo alemán. Se han hecho varias representaciones audiovisuales de esta obra que tiene una duración aproximada de 20 minutos. Cada miembro del cuarteto se sitúa en uno de los cuatro helicópteros, dotados de micrófonos dirigidos hacia el rotor. Unos técnicos de sonido y de vídeo controlan todo el proceso. Los helicópteros se mueven a distintas alturas y localizaciones espaciales según una coreografía. También hay autores que realizan obras para un altísimo número de músicos tocando simultáneamente, por ejemplo un músico norteamericano compuso una sinfonía para 80 guitarras y 20 bajos. Otro conocido guitarrista inglés que tiene una escuela de guitarristas formó una orquesta con 50 de ellos. Un legendario baterista holandés, durante un concierto, dejó su batería, y baquetas en mano siguió tocando el tema utilizando como objetos de percusión todo lo que se le puso a su abasto: sillas y otros muebles, suelo, botellas, etcétera. Un gran guitarrista y compositor japonés con cientos de discos como líder o acompañante, tiene entre sus especialidades usar platos giradiscos con la particularidad de no utilizar discos, en su lugar frota las agujas lectoras en distintas superficies para obtener los ruidos electrónicos que desea, ya sea manualmente o mediante un sistema controlado por ordenador que mueve los brazos (hasta 4) del tocadiscos. →
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Dave Douglas
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Extrañas composiciones. Extraños sonidos. Esas excentricidades pueden llegar a la composición misma. Un ejemplo sería la obra 4’33. Se trata de que durante 4 minutos y 33 segundos los músicos involucrados no emiten ningún sonido con sus instrumentos. Otro ejemplo, uno de los músicos en activo con mayor prestigio en este campo grabó una obra de más de once minutos en las que el sonido principal correspondía al sonido de cristales rompiéndose. En el mismo disco hay una nota de advertencia al oyente para avisar que la reproducción a un volumen excesivo de ese tema puede provocar mareos, náuseas o sordera. Ese mismo músico, extremadamente ecléctico, con una de las mayores producciones discográficas del mundo, tiene otro disco cuyo título corresponde a un nombre de tortura china llamada “Muerte por mil cortes”, con un único tema de más de media hora, en el que participa entre otros un cantante que va emitiendo gritos de dolor y pánico. La segunda edición de este álbum se publicó junto con otro disco de la misma banda compuesta por 42 temas cuya duración media rondaba los treinta segundos. Una práctica común entre algunos pianistas de vanguardia consiste en modificar el sonido propio del piano utilizando objetos, como por ejemplo moldes metálicos de flan, que se colocan encima de algunas cuerdas del piano. Otras veces rasgan esas cuerdas con las manos u otros objetos. La electrónica es un elemento habitual para generar toda clase de sonidos, por ejemplo, hay una autora japonesa que es especialista en reproducir ruidos mediante un ordenador portátil en el que tiene una buena colección de sonidos pregrabados. Una compatriota suya se ha especializado en el uso de una máquina electrónica de “ondas sinusoidales” capaz de emitir notas de altísima frecuencia, cerca del umbral máximo audible por los humanos. Estos sonidos añaden a la música un toque único que en ocasiones contrasta con el resto de instrumentos y/o la partitura. También es típico, en algunas músicas de vanguardia, hacer versiones de temas conocidos añadiendo toques muy personales alejados considerablemente de la versión original. →
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Ellery Eskelin, Han Bennink
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F L
Formaciones atípicas. Las formaciones de jazz de vanguardia pueden ser distintas de las habituales (ejemplo: trío de piano, contrabajo y batería). Algunos de estos combos vanguardistas los pueden formar: dos baterías, dos contrabajos y un saxo; o bien un trompeta, un acordeón, un contrabajo y un violín. Una banda norteamericana famosa en parte por su versatilidad estilística y sus cambios de integrantes, adopta muchos papeles distintos pudiendo tocar por ejemplo, surf-rock, hardcore, música de películas, música tradicional iraní, jazz mezclado con música tradicional judía, etcétera. Para ello utilizan en ocasiones instrumentos de orígenes muy diversos que eligen en función de las piezas a interpretar. La evolución de las músicas de vanguardia. Se suele decir en tono negativo que esta música no tiene reglas. No obstante, por mucha anarquía que pueda parecer que haya, siempre hay un nexo de unión, ciertas reglas que sutilmente hacen que los sonidos cobren sentido, por remoto o inexistente que parezca a algunos oyentes. Desde que estos músicos vanguardistas constituyeran asociaciones para su desarrollo y protección, las músicas de vanguardia han evolucionado paralelamente a otras más mayoritarias. En algunos conservatorios oficiales se han creado asignaturas para crear e interpretar vanguardias. Los límites de las músicas de vanguardia los marcan la imaginación de sus creadores. Así es como sus seguidores deben apreciarlas, en su justa medida, sin filtros, ni condicionantes externos, simplemente a partir de sus propias sensaciones. ♦
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Ferran Esteve
DE MILICIANAS Y BATERISTAS Miro la fotografía que César Merino hizo de Ramón López y me vienen a la mente Gerda Taro y sus retratos de milicianas en los primeros compases de la Guerra Civil. No es sólo una cuestión de contexto —la fotografía de Ramón López pertenece a la presentación en Barcelona de su disco Songs of the Spanish Civil War (Leo Records)—; ante una situación terrible, que acabará siendo terrible, comparten las improvisadas modelos de aquella y el baterista una actitud que hoy se nos antoja naïf (eso fue precisamente lo que le llamó la atención a L. al ver las fotografías de Taro: lo radiante del gesto, como si las noticias de lo que sucedía en algunas partes de España fueran algo demasiado lejano o demasiado inverosímil). Unas y otro sonríen, convencidos de que la fuerza de la República se bastará para soportar los embates de la barbarie. Hoy sabemos que no fue así, tal vez porque en el otro bando consideraban que la sonrisa no tenía cabida en aquel país, ni la tendría durante muchos años, pero eso no cambia que sigamos sonriendo al pensar en la oportunidad perdida mientras esperamos un nuevo advenimiento.
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Ram贸n L贸pez
Erik Friedlander
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César Merino conoce la historia de España cuando encuadra la imagen, cuando llena el hemisferio izquierdo de la instantánea con un elemento que, tres años más tarde y durante cuarenta, acabará ocupando el lugar de esas sonrisas esbozadas —hasta borrarlas— cuando los republicanos todavía creían en la victoria, cuando todavía estaban seguros de poder aplastar a la ignominia. Porque la oscuridad que se cierne a la derecha de Ramón no es solamente un fondo, una caja oscura, el lienzo sobre el que destacan los músicos cuando las luces de la sala se apagan y los focos buscan a los intérpretes sobre el escenario. La oscuridad que se cierne a la derecha de Ramón no es ni más ni menos que la misma que fue apoderándose de España conforme esas canciones de la guerra civil —esas mismas canciones que solamente ha podido interpretar en dos ocasiones desde que editara el disco hace casi 10 años en un país que se llena la boca hablando de memoria histórica y de reivindicación, porque la oscuridad es, hoy, una fuerza prácticamente omnímoda y hay cosas que, por mucho que pase el tiempo y cambien las chaquetas, no dejan de ser a lo sumo una piedra en el zapato si no se plantean desde el oficialismo— iban perdiendo voces que las entonaran; conforme el público al que se dirigían quedaba engullido por un régimen que llegó incluso a combatir algunas de esas melodías cambiándoles la letra y apropiándose de ellas; conforme la sonrisa de aquellas milicianas desaparecía. O tal vez eran ellas las que desaparecían. →
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R
Ramón López sonríe. Puede que no con la beatitud de esas muchachas, pero sonríe y empuña las baquetas porque sabe que, aunque condenados, hay gestos necesarios. El golpe sobre un parche, el repiqueteo de los dedos sobre las tablas, el estallido de un plato… metáforas sonoras de una guerra que López se empeña en recordarnos para que no entre en el olvido y que tiene en César Merino al testigo imprescindible, al fedatario de todos esos gestos necesarios que suceden muchas noches y que, de no ser por esta memoria en blanco y negro, quedarían sepultados en el olvido, en esa oscuridad que, desde la derecha, empieza a extender sus negras alas. ♦
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Paal Nilssen-Love
Matthew Shipp
Luis Pueyo
EMOCIÓN ANALÓGICA Los sentimientos que anticipaban el momento incluían, al principio, el miedo a la no comprensión (mala compañía que puede acabar materializándose en aburrimiento), el morbo que provoca el riesgo, el orgullo de quién intenta algo que le cuesta porque adora el medio musical… Con el tiempo aprendí que el placer estaba garantizado. ¿Qué hace un amante de la música (ese lenguaje que nada y todo dice), un aficionado novato al jazz en un concierto de Arco y Flecha? Disfruto, me maravillo y me hago muchas muchas preguntas. ¿Y si el aficionado novato es un adicto al orden que promueve la ciencia, a las estructuras permanentes? Los cortocircuitos cerebrales están servidos si se acerca al jazz y a la creación libre. Y todo cortocircuito supone una renovación de la “instalación”, recolocación neuronal, etc. En cada concierto LA pregunta que resonaba en mi cabeza era: ¿puedo fijar algo de estos bellos, intrigantes y/o inquietantes momentos? ¿Puedo atrapar algo de la magia musical que anima a estos intérpretes apasionados que consiguen agarrarme y hechizarme? →
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P
Pero todo quedaba en una especie de placer intenso y fungible… Bueno, cada concierto algo de poso me dejaba. Pero nada en comparación con la inmensidad del momento de construcción: artesanos musicales dando formas indecibles al aire, a la presión sonora; manteniéndome cautivo en sus jaulas inmateriales… Algo de poso continúan dejándome: el de la maravilla que no alcanzo a comprender; y la cautividad, que perdura unos días tras el concierto; y ese efecto adictivo que hace que espere el siguiente con ansiedadcuriosa –no, no existe farmacopea que alivie; el único ansiolítico capaz, un nuevo concierto magistral, puede que sutil, puede que feroz. Y entonces me tropecé con… Pero antes… En el paso de la fotografía analógica a la digital algo de magia se perdió. ¡Falso!, pero así lo sentía yo: los unos y ceros dejaron en la cuneta a “los aparecidos” de la cubeta del revelador del cuarto oscuro. →
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Dave Holland
Tim Berne
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Y entonces me tropecé con… Con las fotos de César Merino. Gozoso reencuentro con el rostro franco y generoso de Dave Holland –como el concierto que nos regaló junto a Pepe Habichuela y su tropa. Con la negra barba de Jamie Saft, que me parece anunciar los amplios espacios que César deja en muchas de sus fotos. ¿A los músicos, para que los llenen con su música? ¿O para que cada uno los rellenemos con nuestros propios recuerdos? Inmenso espacio, en el que puede parecer la estrella azul que alumbra la alquimia musical de Trey Spruance o en el que Ken Vandermark se explica ante un público reflexivo. Pero a veces en las fotos de César no queda espacio más que para la intensidad de Marc Ribot sobre su guitarra. O para las manos de Agustí Fernández al piano. O para la concentración de dos de los Atomic (buscando, quizás, el momento para la fusión –nuclear, no atómica: desde un punto de vista físico, “Nuclear” sería, para ellos, un nombre más apropiado que “Atomic”– y poder liberar las grandes cantidades de energía que acostumbran. A veces es la batería de Paal Nilssen-Love la que lo llena todo, preludio de lo que hará su dueño, en breves momentos, en solitario, con su entorno, convirtiéndose durante una hora y pico en centro del universo (¡si Galileo levantara cabeza!) →
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Con las fotos de César volví a experimentar los verdaderos poderes de la buena fotografía –más allá del idilio de la luz con las sales de plata–. Era indiferente que el proceso hasta llegar a ellas fuese analógico o digital, conseguían aliviar mi ansiedad por el próximo concierto. Ahí estaban aquellas ventanas abiertas hacia el pasado atrapando lo inasible que me había noqueado, revelando algo de aquellos momentos, fijando en la memoria lo inaprensible, impresionando placeres pasados en mis circuitos nerviosos. Emocionándome. De nuevo. Analógicamente. ♦
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Frederik Ljungkvist, Magnus Broo
Eugene Chadbourne
Sergio Merino
Riders on the storm... El Jazz, libre o esclavo, menudo quiebra cabezas todavía sin solución en algunos ámbitos, ese pesado lastre sigue condicionando las rutas musicales, ¿cuándo conseguiremos perderlo de vista? Al menos cambiarle el nombre, como para emanciparnos de una vez, muy lejos queda el origen y sus causas coyunturales, hoy es bien distinto. →
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Larry Ochs
E
Entretanto, el torrente creativo baja caudaloso, conminados por alguna urgencia o persistente obstinación a toda prueba, intérpretes, compositores y diletantes rastrean y procesan las posibilidades sónicas planetarias, a modo de huerto global o como un saqueo sin precedentes de proporciones casi absolutas un barrido sistemático. Se trabaja en muchas direcciones desde muchos centros, con o sin respeto, desde la tradición o ignorándola, bajo la batuta de los tiempos. De la sencillez a la exuberancia, existen todos los matices y combinaciones, diría que actualmente es sólo una cuestión de organización, sonora, estética, matemática, dedicada afanosamente al alivio y esperanza del acólito. →
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John Zorn
R
Recientemente, al plantearle el asunto a un colega, me ha dicho que para algo les pagan tras casi veinticuatro horas de digestión, creo que la lógica del trabajo no es así, no porque te paguen tu intelecto estará alerta las veinticuatro horas del día resolviendo conflictos y planteando nuevos caminos creo que una intensa pasión es el combustible de tanto ajetreo. →
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Pero, ¿a qué se debe esta voluntad? ¿Necesitamos esta música? No dejo de interrogarme, el pensamiento me sugiere la urgencia de la música o la simple necesidad de comprender. Quizás, únicamente o también, se trata de una actitud de autónoma resistencia, observación vital de cuanto nos rodea y de sus posibilidades, de entender mediante otro lenguaje, como para captar la máxima expresión Sería curioso experimentar qué sucedería si toda esta música dejara de sonar, si el barullo organizado se detuviese por un momento, un silencio prolongado sin noticias de retorno. →
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Eyvind Kang
C
Cargados con toda clase de chismes, huesos, maderos, cuernos de formas diversas, cueros, fraguas, metales Viven viajando, las unidades de confrontación directa, celebrando regularmente rituales sensoriales, sintonizan sus espíritus con las unidades locales o los rechazan en función de la naturaleza de los individuos, la comunicación es recíproca, se entienden o no. En los trances armónicos, los festejos son felices y duraderos, sus partes se agitan, vibran, silban, golpean, emitiendo impredecible y voluptuosa celebración sónica: uuuuurrrrrrrrrghhtgfhhh, gruajjj, pu,puhh,puhhh, pu, tac, cak fi, fiu, fius fiundg fiungfiuens, pu, pu, pu, cat, ca, tuc , tuc, pu, puf inininininiinuninuninuninu, efe, fef, efe, fef, efe, lrilrilrlrirlrorlrirlro, urrrrrr, uuuuur, después se desvanecen y pasan al recuerdo. ♦
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Peter Brรถtzmann
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