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La ¿Santa? Inquisición en Sevilla

Auto de fe de la Inquisición, Francisco de Goya. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

POR MIGUEL ÁNGEL PRADO Pastor evangélico y Presidente del Fondo Histórico para el Evangelio en Sevilla

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Está documentado que el primer Auto de Fe que se realizó en Sevilla fue el 6 de febrero de 1481. Los reos salieron del Castillo de San Jorge, en Triana, donde tenía su sede el Santo Oficio (Actual Museo de la Tolerancia).

En la víspera habían partido dos procesiones, la de la Cruz Verde, símbolo de la Inquisición, que iba cubierta por un velo negro representando el luto por la pérdida de hijos de la Iglesia, y la de la Cruz Blanca. Esta última se dirigía a las afueras, al actual Prado de San Sebastián donde se

encontraba el quemadero.

Fue el primer auto de fe de la Inquisición en España y Sevilla tuvo el dudoso

honor de ser el escenario donde se estrena esta liturgia del horror.

Gracias al legado escrito que nos dejó el poeta y dramaturgo Juan de Mal Lara (1524-1571), hoy podemos saber como era la composición de este particular tribunal. "…el Santo Oficio de la Inquisición, donde hay de ordinario tres o cuatro inquisidores, un fiscal, un juez de bienes confiscados, seis consultores y teólogos, clérigos y frailes, para calificar las proposiciones; otros tantos y más consultores juristas que asisten a la vista y determinación de los procesos, cuatro secretarios, un receptor, un alguacil, un abogado del fisco, un alcaide de las cárceles secretas, un notario de secreto, un contador, un escribano del juzgado del juez de bienes, un nuncio, un portero, un alcaide de la cárcel perpetua, dos capellanes; sirven también un médico, un cirujano, un barbero, un despensero y más de cincuenta familiares en esta ciudad, que tienen todos sus privilegios concedidos por los bienaventurados reyes don Fernando y doña Isabel,

Reyes Católicos de buena memoria, y confirmadas por los que han sucedido. Viven en el Castillo de Triana los jueces y oficiales de este santo oficio."

“Sevilla tuvo el dudoso honor de ser el escenario donde se estrena esta liturgia del horror”.

Según los datos ofrecidos por el profesor Francisco Morales Padrón en su obra La ciudad del quinientos, entre 1481 y 1524 fueron quemadas en Sevilla más de mil personas bajo acusaciones de herejía, bigamia, blasfemia, sodomía, usura y otras. Entre los condenados en esta época figuraron un alcalde de Olivares, un alcaide de la cárcel y un secretario del duque de Medina Sidonia.

Aun debían pasar 36 años para que, según la tradición, Lutero clavara sus 95 tesis en la Iglesia del Palacio de Wittenberg, comenzando un debate teológico que desembocaría en la Reforma y el nacimiento del protestantismo. Desde ese mismo momento, la Inquisición se convirtió en un arma poderosa para eliminar cualquier vestigio de una posible rebelión religiosa en nuestras fronteras, algo imposible de contener. A mediados del siglo XVI, dos grandes focos protestantes emergen en dos importantes capitales españolas: Valladolid y Sevilla. El primer auto de fe contra los protestantes en Sevilla fue el 24 de Septiembre de 1559. Entre otros, fueron quemados en la hoguera:

El licenciado Juan González, predicador, condenado por hereje luterano.

Juan Ponce de León, hijo de la condesa de Bailén. Por hereje luterano, dogmatizador y contumaz.

Hernando de San Juan, por hereje luterano dogmatizador pertinaz hasta el cadalso.

Medel de Espinoza, bordador, vecino de Sevilla, por hereje luterano. Luis de Abrego, escritor de libros de iglesia, por hereje luterano. Fray Miguel, profeso en la orden de san Isidro, hereje luterano. María de Bohórquez (hija bastarda del jurado Pedro García de Jerez), hereje dogmatizadora de la secta luterana y pertinaz hasta el tablado. María de Cornejo, por hereje luterana.

Isabel de Baena, doncella honesta, por hereje luterana. Se ordenó, además, derribar las casas donde vivían estas dos doncellas, sembrar de sal el terreno y poner en ellas un mármol con un letrero que declase el delito que en ellas se cometía, como advertencia a otros.

Carlos de Brujas, flamenco, vidriero, natural de Brujas, por hereje luterano (Este hombre fue el autor de la vidriera que está en la catedral de Sevilla dedicada al resucitado, se puede ver en la pared oeste de la Catedral junto a la puerta al patio de los naranjos.

Así como otros con distintas condenas y sambenitos, hasta llegar a casi cien.

Uno de los aspectos más curiosos es el estudio de los sambenitos, las túnicas que llevaban los reos y en las que se solía dibujar el tipo de la condena. Los sambenitos, capotillos y corozas que componían el resto de la macabra indumentaria de los condenados no se limitaba a la iconografía del auto de fe.

Manuel Peña Díaz se adentra en la historia de estos hábitos; [...] cuando el Santo Oficio decide usar el Sanbenito, no sólo se usará en el auto de fe sino que ordena que esas túnicas se cuelguen en la iglesia parroquial donde residiese el condenado o, eventualmente, en la catedral.

Era, esta práctica, una manera de mantener la sospecha constante sobre el apellido de los condenados, a fin de que nadie olvidara la verguenza que había caido sobre ellos. Estas eran las célebres mantetas, de dónde viene la frase de "tirar de la manta", o sea, la amenaza de desvelar secretos ocultos de alguien.

Hay que imaginar lo que sería para los parroquianos la visión terrible de aquellas mantetas colgadas en las iglesias, lo que obligó a que los inquisidores de Sevilla decidieran en 1567 trasladar el lugar donde se exponían tradicionalmente que no era otro que la capilla del Sagrario, un lugar demasiado estrecho, y llevarlos al cuerpo central de la Catedral.

Según señala Manuel Peña Díaz, en este lugar se pusieron los hábitos de los condenados desde 1559. El año de la durísima represión contra la herejía protestante descubierta en el Monasterio de San Isidoro del Campo y la comunidad secreta que incluía a personajes principales de Sevilla como Constantino Ponce de la Fuente, canónigo magistral de la Catedral y capellán de Carlos V.

Hubo muchas quejas porque "no que-

daba ya donde poner sambenitos sino los

altares", tan herética parecía ser la ciudad.

Incluso una nueva propuesta de traslado a la capilla del Sagrario o al claustro (Patio de los Naranjos) "por el gran concurso que allí pasea". Sin embargo, esta posibilidad no gustó a los inquisidores. Tal vez porque allí estaban los sambenitos de Constantino y también de su predecesor, Juan Gil, el famoso doctor Egidio.

El uso del sambenito fue desaparecien-

do de forma paulatina y en 1788, según un informe de la Suprema, ya quedaban muy pocos visibles, hasta que el 9 de julio de 1789 se ordenaba que no se colgaran nunca más en las iglesias. A fin de cuentas era el mismo mes en el que en Francia estallaba la Revolución Francesa y muchas cosas cambiarían, aunque en España esa transformación tardaría mucho más en llegar.

La inquisición española fue abolida en 1808 por Napoleón, y posteriormente, en 1812 las Cortes de Cádiz (ahora fueron los españoles) la declararon abolida, sin embargo en 1814 volvió a ser restaurada por Fernando VII, quién se consideró como su gran valedor en ese tiempo, para que de nuevo fuera abolida en 1820. Sin embargo este baile de decisiones no había terminado y otra vez, en 1823 Fernando VII la vuelve a restaurar, ahora como Juntas de Fe, órgano que actuó de forma firme hasta que finalmente fuera eliminada en 1834.

En la actualidad, el Vaticano tiene su equivalente a lo que debió ser esta últimas Juntas de Fe aunque con otro nombre; se trata de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que es el nuevo nombre del antiguo Santo Oficio, al frente de la cual, estuvo el anterior papa de Roma hasta subir a la silla papal.

Representación de un Sambenito. Museo Diocesano de Tui (Pontevedra)

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