5 minute read
conocimiento como bien social
1
Advertisement
La evolución que ha tenido la gestión del conocimiento en la Fundación Promigas es producto de un constante aprendizaje en el que, además de la praxis, se han tomado como referencia insumos teóricos que aportan a la consolidación del enfoque y de los procesos actuales involucrados. De allí que resulte fundamental retomar los aspectos tanto teóricos como conceptuales que si bien no enmarcan de manera rígida, acrítica e inamovible el quehacer de la Fundación en cuanto a su gestión del conocimiento, sí permiten estructurarlo con rigurosidad para promover el aprovechamiento de los saberes construidos conjuntamente con los actores involucrados en la gestión social transformadora de esta organización. En este orden de ideas, con base en el papel de los referentes teóricos como insumos y orientadores para la configuración de la gestión del conocimiento en la Fundación Promigas, el presente capítulo ilustra precisiones en torno a cómo se concibe el conocimiento en esta y de qué manera se constituye como un elemento importante en su cultura organizacional. Esto, como punto de partida para comprender en qué consiste la gestión del conocimiento en la Fundación y todos los procesos incluidos en la misma. Aquí se retoma un conjunto de modelos que contribuyen a la estructuración del enfoque para la gestión del conocimiento en esta organización. Todo esto, teniendo en cuenta la cultura como eje transversal que permea, retroalimenta y configura, a su vez, desde los distintos procesos en los que los actores propician la construcción, apropiación e implementación de los saberes construidos a partir de su quehacer en la Fundación y con la Fundación.
1.1. El conocimiento, la información y su valor social: conocimiento como bien social
El término conocimiento aún está en construcción; sin embargo, es posible identificar una definición general. Uno de los principales retos identificados
LA GESTIÓN SOCIAL DEL CONOCIMIENTO: TEORÍA, PRÁCTICAS Y APRENDIZAJES
en su conceptualización es su relación con la información (Zambrano y Suárez, 2015; Hislop, 2013; Arias y Aristizábal, 2011; Moteleb & Woodman, 2007; Rendón, 2005). Al respecto, autores como Obeso, Sarabia y Sarabia (2013), Arias y Aristizábal (2011), Prada (2008), Rendón (2005), entre otros, coinciden en plantear que la información alude a un conjunto de datos organizados e interpretados por los individuos. Aquí, tanto la organización como la interpretación de datos implican la confluencia de elementos objetivos (estímulos sensoriales que corresponden a los datos) y elementos subjetivos (estructuras cognitivas y los significados construidos por el sujeto, desde su interacción con el entorno, a lo largo de su vida). La información es, en esencia, un conjunto de datos cargados de significado, organizados en forma comprensiva a través de criterios y reglas compartidas.
El conocimiento, por su parte, da cuenta de un conjunto de saberes validados y contextualizados desde la intersubjetividad en la que se enmarca la interacción del individuo y su entorno. Todo esto es producto de la decodificación, el análisis, la síntesis y la visión dialéctica de la información que es construida por los individuos. Así, el conocimiento requiere la identificación de elementos constitutivos y la comprensión de las relaciones que forman parte del mismo, a partir de la confluencia de informaciones. De esta manera, el conocimiento procura describir, analizar y comprender las conexiones de la información nueva, así como contrastarlas con aquellas ya existentes, ya sea para complementar, para enriquecer o, incluso, para replantear estas últimas. De la misma manera, conocer trae consigo la posibilidad de aplicar estos nuevos referentes y cumplir los objetivos propuestos, resolver problemas, comprender cómo funciona el mundo e interactuar con él (Zambrano y Suárez, 2015; Obeso, Sarabia y Sarabia, 2013; Arias y Aristizábal, 2011; Prada, 2008; Rendón, 2005; Berrocal y Pereda, 2001; Larrazabal y Migura, 1995). En palabras de Rendón (2005), “… el conocimiento es crear y re-crear sentidos, construir y reconstruir ideas, formar y re-formar juicios, producir y re-producir teorías, fundamentar y re-fundamentar discursos, elaborar y re-elaborar visiones del mundo” (p. 54).
El conocimiento les permite a los individuos desarrollar con éxito actividades intelectuales y manuales, a la vez que les posibilita a los grupos enfrentar las situaciones y problemas que tienen ante sí; además, es un recurso estratégico que agrega valor a las organizaciones. De allí que la información tenga carácter público, mientras el conocimiento tiene uno personal o particular. Ahora bien, la información es la materia prima del conocimiento, dado que este proviene de la aportación que realiza cada individuo a la información que recibe a través de un proceso crítico que supone interpretar, transformar y usar aquello que conoce en otros contextos. Así, el proceso que llevan a cabo el individuo y
los colectivos (convertir la información en conocimiento) permite innovar y mejorar permanentemente.
En este orden de ideas, se asume el acto de conocer como un proceso desde el que se construyen insumos objetivados que permiten la toma de decisiones, la resolución de problemas y, sobre todo, la comprensión del mundo. Asimismo, es posible plantear el conocimiento como un activo intangible, como un bien social y de construcción dinámica-contextual, que atiende a los cambios del contexto y es tanto validable como modificable. Se le pueden identificar las siguientes características (Robledo, Del Río, Martínez y Ruíz, 2015; Obeso, Sarabia y Sarabia, 2013; Sharratt & Usoro, 2003):
◼ El conocimiento es, en sí mismo, un producto humano. En este sentido, se estructura en función de quien conoce, esto es, del sujeto cognoscente. Los conocimientos construidos por los individuos en un contexto determinado, configurando saberes útiles para su interacción con el mundo, pueden ser explicitados, representados y dados a conocer de acuerdo con los procesos que estructure el sujeto para tal fin. ◼ El conocimiento se desarrolla mediante el aprendizaje situado, pues su construcción requiere un contexto de referencia, así como un tiempo y espacio delimitados que posibiliten su estructuración. Dicha estructuración implica la identificación, análisis, apropiación y aplicación de la información que se constituye como su base fundamental. Todo ello a partir de procesos que no necesariamente implican instrucción, pero que sí dan cuenta de mecanismos tanto individuales como colectivos para su organización. ◼ El conocimiento evoluciona, se amplía, se retroalimenta y se transforma en función de las dinámicas contextuales y de los cambios que se generen en sus portadores. Además, es público: su evolución también se genera en función de los procesos de transferencia, divulgación y co-construcción social. ◼ El valor del conocimiento aumenta según el uso que se le dé; sin embargo, no se compra, como sí puede comprarse la información1. Con esta lógica, es posible plantear que el conocimiento se enriquece y cobra valor en función de la aplicabilidad y el intercambio que se genere.
1 “Mientras que la posesión de información no implica necesariamente la posesión de conocimiento, la existencia de conocimiento sí que implica existencia de información” (Obeso, Sarabia y Sarabia, 2013, p. 1.046).