El león que soñaba con ser avestruz

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Ilustrado por Titto Dias

Miguel Á. Carrillo Ortega

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EL TITO MEGUIL

Como cada año, en torno al mes de diciembre, Meguil regresa a su aldea de Dorcoba después de sus largos viajes por los lejanos océanos. Meguil trabaja como vendedor de telas, recogiendo los más bellos y delicados ejemplares de los lugares más lejanos y desconocidos de Oriente y de Occidente. Cuando regresa a tierra firme, vende las telas a los palacios de los reinos más importantes, donde confeccionan con ellas los mejores vestidos y trajes para sus majestades.

Pero tras largos meses de dura navegación por todo el mundo, cruzando mares, combatiendo piratas y sufriendo largos días de tormentas, huracanes y tornados, frente a otros días de un sol agobiante

y abrasador, Meguil regresa siempre muy agotado y solo le reconforta disfrutar de sus sobrinos. Su único deseo es jugar con ellos, cocinar y exprimir cada momento para verlos crecer y aprovechar el tiempo perdido, ya que, luego, con la llegada de las primeras flores de la primavera, nuestro comerciante partirá nuevamente lejos de su familia hacia su verdadera casa, que es el barco y el mar abierto.

La familia de Meguil vive con mucha preocupación su oficio y dedicación. No llegan a comprender cómo, teniendo toda la familia tantas tierras de labranza a las que poder dedicarse y de las que abastecerse toda la vida, siente esa gran necesidad de vivir en el mar, con el movimiento incesante y turbado de un barco que tanto marea y asumiendo tantos riesgos y peligros para su vida.

Meguil se marchó a navegar hace diez años y desde entonces, intenta explicar a su familia la libertad que siente cuando mira hacia el horizonte desde la proa del barco o cuando la brisa y las gotas del mar salpican su cara. Siempre intenta hacerles ver con sus historias lo que disfruta cada día en su barco y lo feliz que es navegando.

Pero año tras año, y aunque nunca ha existido un reproche, lo cierto es que su familia no ter-

mina de entender la manera en la que Meguil ha decidido vivir, y solo encuentra dudas y preocupación en los rostros de sus padres y hermanos.

Estas dudas de su familia le entristecen, pero desde que tiene sobrinos, no está dispuesto a ver también en ellos esos rostros de desesperanza. Ansía ser despedido con alegría cada primavera, pues esa sería la imagen que recordaría todas las mañanas al despertar, hasta su nuevo regreso.

Quiere que sus sobrinos hablen bien de él a sus amigos y tengan un concepto bonito de su tito Meguil y de su forma de vivir, por lo que pasa con ellos la mayor parte del tiempo.

Pero además de jugar, cocinar o divertirse durante todo el día, a la caída de la noche, Meguil reúne alrededor de la gran chimenea encendida a sus seis sobrinos mayores: Hogu, Zone, Valaro, Comar, Mirtán y Bafio, para contarles largas y entretenidas historias sobre sus viajes, mientras goza con cada gesto de sorpresa y muestra de interés.

De esta manera, Meguil piensa que está siendo capaz de transmitir lo feliz que es siendo navegante, porque en sus sobrinos sí encuentra esa admiración, aceptación y rostros de felicidad que necesita ver del resto de su familia.

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LA ISLA

Justo allí donde el sol se esconde por el horizonte, en el océano, existe una isla invisible para los humanos, ya que no pueden llegar a verla cegados por la luz del sol. Solo algunos piratas, comerciantes y exploradores hablaban de ella en las tabernas y casas de comidas de los puertos, bautizándola así como la Isla Fábula, pues aquellos que se atrevían a hablar de la isla eran considerados locos.

A pesar de que antiguos mapas marinos ubicaban la isla en sus pergaminos, tal era el miedo que se tenía de ser castigados y encarcelados que muchos marineros callaron cualquier prueba

o vivencia tenida en la isla, llegando así, con el paso de los siglos, a desaparecer todo rastro de ella, consiguiendo ser olvidada por los humanos. Pero no por todos, pues algún marinero o pirata y yo nos atrevemos a seguir contando las bellas historias y cuentos de Isla Fábula.

—Mis queridos sobrinos, es muy importante que recordéis esto, siempre os lo digo, es muy importante que la verdad de Fábula sea un secreto entre nosotros. Isla Fábula siempre debe ser un cuento para niños, pero nada real. Tomároslo en serio porque podrían encerrarme si descubren que estoy contando historias verdaderas de Fábula —le recordó Meguil a sus sobrinos.

—Tito, ¡de verdad! ¡Ya lo sabemos! Además, el principio de todos los cuentos es siempre el mismo. ¡Cuéntanos directamente otra vez la historia del miedoso camaleón y su habilidad para escapar de todos sus miedos!

—¡No, Comar! Todas las noches quieres escuchar la misma historia. ¡Qué pesado! —replicaba Hogu, el mayor de todos.

—¡Es verdad, a mí me gusta el cuento de la Pantera Negra! La fiera que lucha contra ele -

fantes para salvar a los ratones. ¡O la de piratas!

¡Oh, sí! ¡Mejor la del pirata mudo y su loro parlanchín! —dijo Zone, muy contento.

—¡Zone! Deja que el tito cuente la historia que él quiera —insistía también Valaro.

—¡Cierto, chicos! Es mi historia y, sin lugar a dudas, va a ser la historia más alucinante de todas las que os haya contado hasta ahora.

Fábula es una gran isla con tres enormes, altas y nevadas montañas centrales que forman un valle al este y otro al oeste. Al norte de las montañas, se extienden unos montes y prados de helechos y miles de flores de diferentes clases y colores que se extienden hasta unos acantilados, mientras que al sur de las montañas existe un pequeño desierto con dunas que también llegan hasta la misma orilla del mar.

En el Valle del Este viven especies como osos, tigres, zorros, cocodrilos, gamos y cebras, así como un montón de reptiles y cuervos, mientras que en el Valle del Oeste, conviven muchas más especies de animales de todo tipo, como conejos, pavos reales, mariposas, ardillas, loros, monos, hipopótamos, búhos, sapos de todos los colores y, por supuesto, la familia real del Valle del Oeste, los leones.

En la isla se aceptan todo tipo de animales venidos de fuera. Todos menos los humanos, porque en Fábula piensan que los humanos, a veces, tratamos mal a todos los seres vivos y por eso no nos quieren allí.

En el valle del Oeste existe un equilibrio entre especies que no se encuentra en otras zonas de la isla. Tanto es así que cualquier especie carnívora del Valle tiene prohibido cazar a otro animal dentro de sus límites, incluidos los leones, siendo ellos, como regentes, los encargados de guardar la armonía en el Valle y defenderlos de especies invasoras venidas del Valle del Este, como los tigres.

En el Valle del Oeste, todos se quieren como una gran familia, y así debe seguir siendo por siempre. Ese es el legado de Shasa, nuestro príncipe león.

—¿Shasa, tito? ¿Nos vas a contar la historia de Shasa el fiero?

—¡Sasha el temor de los tigres!

—¡Sasha el justiciero!

—Mejor, os contaré la historia de Sasha, el león que soñaba con ser avestruz.

3

SHASA DEL VALLE

DEL OESTE

El león Sasha era un cachorrito de nueve años que adoraba pasar los días explorando su hogar, el Valle del Oeste. Se bañaba en sus manantiales de aguas cristalinas, descendía a toda velocidad por el río salvaje, correteaba por las verdes praderas e incluso se atrevía a escalar la gran montaña hasta llegar a la fría nieve.

Pero todos estos juegos eran mucho más divertidos gracias a su inseparable amigo Levi, un simpático chimpancé. Juntos, investigaban cada uno de los rincones del Valle del Oeste, siendo

Meguil, un comerciante de telas, regresa cada invierno a su aldea para disfrutar de sus sobrinos y contarles historias fascinantes de sus viajes. En una de sus historias, Sasha, un joven león, descubre su talento para escuchar música en la naturaleza y sueña con convertirse en un avestruz. Sasha y su amigo Levi, un chimpancé, emprenden una aventura que los lleva a través de montañas y desiertos hasta encontrar a los avestruces. En el camino, Sasha aprende a aceptar sus diferencias y descubre su verdadero lugar en el mundo, regresando a su hogar listo para ser un líder justo y sabio.

VALORES IMPLÍCITOS

La autoaceptación y la diversidad son valores esenciales en esta historia. A través de las experiencias de Sasha, se destaca que cada individuo tiene cualidades únicas que lo hacen especial. Respetar y valorar las diferencias de los demás es fundamental para vivir en armonía. Además, seguir los impulsos del corazón y aceptar nuestras singularidades nos permite encontrar nuestro verdadero propósito y lugar en la comunidad, contribuyendo así al bienestar común. Sasha aprende que ser diferente es una fortaleza y que la inclusión enriquece a todos.

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