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Palabras al mar

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Pasatiempos

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Balcei 199 enero 2022

#alcorisasaleunida palabras al mar Vocación, pero a tu lado

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Leer es volar

Surge en la conversación un tema que nunca deja indiferente: la vocación en educación. Muchos docentes defienden que en esto de enseñar tener vocación es sustancial y encontrarte con alguien que no la tiene levanta irremediables sospechas.

Se hace bandera de este concepto como argumento irrefutable. Imbatible. A esta postura tan popular añadimos que vivimos al amparo de lo que Manuel F. Navas llama «términos etéreos», entre los que señala la «pasión» o el «compromiso». Y propongo otros como la «generosidad» o la «inspiración», que se pretenden vincular al grado de profesionalidad necesario para ser buenos docentes.

Confieso que nunca me he sentido cómodo hablando de vocación. Para explicar semejante irreverencia os contaré cómo un buen día, a principios de los ochenta, cuando salí por la puerta de aquel colegio tras un par de días como oyente, ya había tomado una decisión: sería maestro. Me pregunté, me preguntasteis: «¿por qué?». Nunca dije: «es mi vocación», sino que respondí: «porque siendo maestro será más fácil entenderme a mí mismo».

Estudié y accedí a una carrera laboral cuyo final se acerca. Desde el primer día me propuse seguir aprendiendo, claro que sí, pero muy pronto descubrí algo que me ayudó a vivir en este ecosistema durante casi cuarenta años: esto solo tiene sentido si lo hago en compañía de buena gente. Ahí sí cabe la vocación.

Sí, también he adquirido destrezas necesarias para habitar en el mundo, ahora que nos falta Luppi, pero nada hubiera sido posible sin ellas, sin ellos, cuya huella guardo para siempre. Estas ideas más o menos reconocibles, ¿explican el significado de ser docente hoy? Seguramente no, pues su figura, vocacional o no, es tan poliédrica como la propia sociedad a la que sirve.

Por eso hoy escucho a Los Secretos. Porque me pregunto: ¿compromiso? Sí, por supuesto, pero a tu lado. ¿Pasión? Sí, claro, pero a tu lado. ¿Vocación, en fin? Sí, desde luego, pero a tu lado. Siempre junto a ti.

Dice Irene Vallejo de José Luis Melero que «él expresa mejor que nadie, con amor y humor, la felicidad de leer y saber» y lo hace en la presentación del último libro del escritor zaragozano, «Lecturas y pasiones». No cabe mejor relación entre dos universos que la que se da entre la palabra y el corazón, una idea que solo podemos hacer nuestra leyendo. Leyendo a Irene, leyendo a José Luis, leyendo a Julio, leyendo a leyendo a Soledad, leyendo a César, leyendo a Mario, leyendo a Almudena. Leyendo.

En la escuela nos miramos a los ojos y nos preguntamos: ¿qué es lo importante? ¿Aprender a leer para saber? ¿Aprender a leer para vivir? ¿Y qué leer? ¿Leer la vida? ¿Leer el mundo? Joaquín Rodríguez me seduce con su referencia a Paulo Freire cuando proclama cuan valioso es «reading the word & the world». Esa dimensión la percibí en el citado acto cultural, cuando los protagonistas del mismo nos trasladaron su amor por el texto escrito, por los libros, por el relato amarrado a los seres humanos. Un apasionado mensaje que se asoma al convencimiento del pedagogo brasileño, defensor de la lectura como aliada en nuestro propósito de convertirnos en protagonistas, comprender lo que nos ocurre y proponer un futuro liberador.

La lectura es el fruto de la escritura y ambas laderas de la condición humana están presentes en el hecho educativo. Creemos en la dimensión dignificadora de nuestra lengua, de nuestra cultura, de nuestra esencia como comunidad, pero también creemos en su poder transformador, en su vigor constructor. Por eso en la escuela las buscamos y lo hacemos en varias lenguas, todas hermosas, todas amadas. Porque la lengua es un paisaje que nos invita a la búsqueda de las mil verdades y en su ser albergamos nuestro hambre por conocer, nuestra sed de saber. Si entendemos que el lenguaje es una herramienta de aprendizaje transversal podremos asumir que la lectura es fiel compañera del crecimiento personal y social.

Leer es volar, «subir, bajar contigo, sin alas volar», cantó Macaco. Leer, pues, para acercarnos a nosotros mismos. (Estos artículos se publicaron en «Heraldo Escolar» los días 17 de noviembre y 8 de diciembre).

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