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Balcei 199 enero 2022

#alcorisasaleunida

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horizontal de la descomunal hospedería con la que contaba este complejo eremítico.

Justo en la esquina sur del fastuoso muro, encontramos un precioso pórtico que resiste imperturbable los embates del tiempo. Debió ser el acceso al recinto amurallado, muro que fue derruido parcialmente para construir el camino que discurre por el interior del antiguo complejo.

Pero si hay algo que destaca en el conjunto conventual, es la fachada de la iglesia. Una fachada de sillar consistente, formas muy sobrias y labrada con sumo gusto, que otorga un lugar privilegiado a la imagen pétrea de la Virgen de Gracia, esa cuya antigua talla fue encontrada allí por una pastorcilla.

Según reza el panel que localizamos a la derecha del pórtico antes referido, la ermita original, la que se construyó en la cueva donde apareció la imagen viajera, fue cedida por la villa de La Fresneda a la Orden de Mínimos de San Francisco de Paula, conocidos así porque su regla les obligaba a vivir una vida austera, penitente y humilde. Sin embargo los frailes no eran tan «mínimos» y debido a que el complejo eremítico enclavado en la cueva no cumplía con unas mínimas condiciones de salubridad, decidieron trasladarse al núcleo urbano. Desde La Fresneda siguieron cuidando la ermita que albergaba la Santa imagen, hasta que en 1795 decidieron construirle un hogar acorde a la veneración que dicha imagen tiene en la zona. Es entonces cuando se construye el santuario actual, siendo abandonado en el siglo XIX tras la desamortización de Mendizábal. Esa desatención le ha llevado a un estado de ruina calamitoso.

En la página del Sistema de Información del Patrimonio Cultural de Aragón, encontramos la siguiente descripción:

«Se trata de un conjunto de edificios del siglo XVIII, algunos de los cuales están excavados en la roca. En la actualidad destacan los volúmenes de la iglesia y la hospedería, ya que el resto de las construcciones prácticamente han desaparecido debido al deterioro que sufre el conjunto.

De la hospedería, de planta rectangular, cuatro alturas y gran sobriedad constructiva, apenas se conservan los muros de carga mientras que de la iglesia se mantienen los muros perimetrales, de cuyo estudio se deduce que se trataba de un edificio de tres naves y cabecera recta, tras la cual se desarrollaba una girola del Camarín de la Virgen.

La fábrica de la hospedería es de cantería mientras que la de la iglesia es de mampostería, reservándose la cantería, en esta última, sólo para la fachada, estructurada en dos cuerpos, el inferior de tres calles y orden jónico y el superior de una calle y orden corintio; la transición entre ambos se realiza mediante grandes volutas, rematándose la fachada con un frontón triangular.

Del interior sólo se sabe que estaba decorado en estilo barroco clasicista y que iba cubierto probablemente mediante bóvedas de cañón de lunetos.»

En el interior del templo, que ha perdido la techumbre por completo, se ha construido una modesta capilla en la que encontramos una réplica de la venerada imagen de Nuestra Señora de Gracia de la Cueva, a la que localidades vecinas venían a honrar el día de San Marcos. El edificio está en muy mal estado y no es recomendable pasear por sus diferentes estancias, pero sí podemos visitar la cueva donde aquella pastorcilla encontró la talla, pues la roca madre nos protege ante posibles desprendimientos.

Echamos un último vistazo antes de abandonar el lugar. Quizá el santuario jamás fue usado como cenobio, pero, seglares o frailes, alguien tuvo que atender la hospedería durante los años que permaneció en funcionamiento. No debéis perderos el relieve que todavía se conserva sobre la puerta de dicha hospedería, el emblema oficial de la Orden de Mínimos de San Francisco de Paula. En los alrededores del complejo encontramos una exquisita cisterna o aljibe, un patio porticado que pudo usarse como caballerizas o incluso el corral del santuario, que aprovecha otra cueva excavada bajo la arenisca.

Sin lugar a dudas el edificio es sobresaliente, de enorme magnitud y belleza pese a su estado ruinoso, pero el entorno no le va a la zaga. El frondoso bosque mediterráneo que arropa al esqueleto pétreo que se resiste a poner rodilla en pie, es un aditivo exquisito. La combinación entre los verdes vegetales, los grises y marrones de la arenisca y la angostura de la val, hacen que el entorno sea igual de majestuoso que el monumental edificio.

Lo he visitado muchísimas veces y, al igual que me sucede con el convento de Calanda, jamás deja de asombrarme.

Óscar Librado Millán

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