Wilson. Crónica de una pasión. La lucha por la democracia

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Leonardo Pereyra

Cr贸nica de una pasi贸n

Wilson La lucha por la democracia

EDICIONES DE LA BANDA ORIENTAL


CRÓNICA DE UNA PASIÓN. WILSON

La voz inconfundible de Wilson Ferreira Aldunate sonó en el auricular del antiguo teléfono. Sin llegar a la angustia, traslucía una gran preocupación. “Decime, Polilla, ¿a qué senador votó la lista 97?”, preguntó el futuro caudillo blanco esa medianoche del día de las elecciones de noviembre de 1966. Al otro lado de la línea, Guillermo García Costa –quien lo había acompañado como subsecretario en el Ministerio de Ganadería durante cinco años– no comprendía la inquietud de su amigo. “Pero ¿para qué querés saber a quién votó esa lista? Mirá que sacó poquito más de mil votos”, le informó “el Polilla”. “Ya sé, ya sé, pero a qué lista al Senado votaron?”, se impacientaba Wilson. Tras dejar el ministerio, Ferreira Aldunate se había presentado como senador en una de las listas del Partido Nacional y García Costa ganó una banca de diputado por el departamento de Durazno. Allí se encontraba el “Polilla” cuando finalmente le respondió a Wilson la desesperada pregunta. “A tu lista votaron…”, le dijo y escuchó un suspiro seguido por un corto silencio en el que se adivinaba el alivio. “Polilla, ¡esos son los mil votos que me faltan para ser senador!”, exclamó Wilson. La anécdota puede parecer menor. Pero, como pocas en la vida del caudillo blanco, muestra cómo el destino, o Dios –del que era ferviente creyente– o lo que fuere, resolvió que Ferreira Aldunate sería lo que luego fue.[...] [...]


El chiquilín de los Ferreira participaba en cuanta actividad era organizada en su escuela y por eso se apuntó en una competencia departamental en la que los alumnos debían escribir una redacción sobre el tema “La patria en el pasado, en el presente y en el futuro”. El concurso lo ganó Wilson y sus compañeros le regalaron un cuaderno en el que cada cual lo elogiaba a su manera. Es llamativo lo que escribió el niño Alembert Vaz, quien en su madurez militaría políticamente junto a Wilson. “Nuestro querido condiscípulo Wilson Ferreira ha triunfado gloriosamente en el concurso de composiciones patrióticas puesto que se ha sindicado como un excelente niño de desarrollada inteligencia. Todos los niños debemos admirar a este pequeño estudiante porque ha dado un verdadero triunfo para su escuela y porque ha demostrado que a pesar de sus pocos años tiene un gran talento. Todos debemos desear que ese niño pase su vida de estudio abrazado por las ramas de laurel y caminando siempre por una senda llena de gotas de oro y flores de escarlata”, estampó en el cuaderno el niño Alembert con un estilo afectado que, sin embargo, tenía algo de augurio. [...] [...]


Por esos días, se filtró a la prensa una carta de Bordaberry con conceptos muy duros dirigidos hacia el líder blanco. Pocas horas más tarde, Bordaberry envió la carta al domicilio del caudillo y se produjo el siguiente diálogo: [...]

EMISARIO : Buenos días, señor. Traigo una carta del Presidente. WILSON: Dígale al presidente que se la meta en el culo. EMISARIO (haciendo la venia): Sí señor.

[...]

Uno de los pocos que acompañó a Wilson y a Juan Raúl casi hasta la puerta misma del avión de Air France fue el dirigente Oscar “Cacho” López Balestra quien en aquellos días, y en los años venideros, fue uno de los hombres que más cerca estuvo del caudillo. López Balestra contó para este libro que Wilson tenía entre sus pertenencias un objeto muy particular en el que guardaba la esperanza de vengar, de alguna manera, la muerte de Gutiérrez Ruiz. Ocurre que durante el secuestro del diputado blanco, algunos de los miembros del comando paramilitar que participaron del operativo habían estado toqueteando un retrato de Aparicio Saravia que estaba colgado de una de las paredes del apartamento. Cuando Ferreira se enteró de ese dato, se quedó con la fotografía. “No sé que pasó con ella. Nunca más hablamos de eso. Seguramente no encontró nada de lo que buscaba o las huellas se habían borrado. Pero recuerdo perfectamente ese intento de Wilson de buscar algunas pistas que lo condujeran a los culpables”, dijo López Balestra. [...] [...]


En una de las llamadas a la farmacia de López Balestra se despachó con virulencia contra los dirigentes blancos que querían apostar a la negociación: “¡Pero por qué no se dejan de macanas! ¡se están dejando tocar el culo por estos milicos de mierda! ¡qué Parque Hotel y que nada de nada!”.[...] [...]

Minutos antes de que se votara el proyecto, Arrosa entró a sala y le avisó a Juan Raúl que su padre lo esperaba en el despacho del joven legislador. Cuando Juan Raúl entró a su oficina dispuesto a seguir la discusión, se encontró con una escena que lo paralizó: Wilson estaba parado arriba del escritorio envuelto en una bandera uruguaya. Y sin darle tiempo a enojarse, ni a reírse, le gritó desde esa altura: “¡No, mi viejo, no se puede agredir a los símbolos patrios!”. Por supuesto, Juan Raúl no votó la ley. El 8 de junio, durante la instalación de la Junta Nacional de Por la Patria, Wilson miró el futuro y, seguro, se vio como presidente de la República.[...] [...]


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