3 minute read

Ciencia y Fe

Next Article
Musika

Musika

Oye ama, aita… ¿y si todo surge por azar?

Cuando oímos a algún científico decir que todo es consecuencia del azar; que no hay un Dios que rige el Cosmos… está en su derecho de decirlo, pero no se trata de una afirmación científica, sino filosófica. Cuando empleamos el término “azar” nos referimos a acontecimientos que no son fruto de ninguna intencionalidad; que no han sido diseñados, que son “fortuitos”.

Sin embargo, ha ocurrido numerosas veces, que sucesos aparentemente azarosos, escondían una causa muy concreta. De hecho el término “azar” lo reservamos para aquellos fenómenos cuya causalidad no podemos estudiar, por nuestras limitaciones intelectuales, o por la limitación en los aparatos de medida… Pero eso no significa que dichos sucesos no tengan una causa. En este caso, el científico emplea la palabra “azar”, en el mismo sentido en que el hombre prehistórico empleaba la palabra “dios” para explicar el relámpago en una tormenta. Bien pudiera hablarse del “azar tapa-agujeros”.

Imaginemos que vamos por el monte dando un paseo y, de pronto, encontramos en medio de una campa un círculo más o menos tosco formado por piedras: ¿pensamos que han sido dispuestas así por azar? No: en su torpe circularidad encontramos una pauta inteligente: alguien las ha colocado así. Y, sin embargo, ante la contemplación de las órbitas planetarias, que son tan perfectas que puede calcularse un eclipse de sol con cientos de años de anticipación, ¿decimos que es “por azar”, y ya no necesitamos de más explicación?

Otro ejemplo, extraído de la biología: Las abejas construyen las celdillas de sus panales con una forma hexagonal perfecta. ¿Cómo es posible que un ser no-inteligente desarrolle un comportamiento altamente inteligente?

¿Casualidad? ¿Azar? Entonces, ¿cómo podemos describir fenómenos naturales mediante las matemáticas, que es el lenguaje más racional que existe? ¿También azar? ¿No es esta postura “demasiado azarosa” para ser científicamente tomada en cuenta? Un científico nunca dirá “es por azar” y ya está. A lo sumo dirá: “No sabemos la causa y necesitamos seguir estudiando”.

El memorial de Pascal

Lo más importante es que nos quedemos con el hecho de que discurrir sobre azar o finalidad es una actividad filosófica; que la puede realizar un científico, claro, pero no podrá invocar su estatuto de científico para asegurar que sus opiniones sobre el azar son “científicas”. Son opiniones filosóficas perfectamente discutibles. Además, y para acabar, incluso en el campo del azar (en los “juegos de azar”, que han sido diseñados por nosotros precisamente para producir unos resultados que no se puedan prever de antemano) existen leyes: las de la probabilidad. Si el azar fuera un fenómeno puramente aleatorio, no podrían darse dichas leyes, ni recibir un tratamiento matemático estricto. Como anécdota, quien realizó la primera formulación de la ley de probabilidades, dando lugar a la estadística, fue el gran matemático y científico Blaise Pascal, que era profundamente creyente. Pascal plasmó su fe en un impresionante documento, el Memorial, que describe su experiencia de Dios y que llevaba siempre cosido al forro de su chaqueta.

Hay que tomar conciencia de que se puede ser creyente e intelectualmente honesto. Se puede ser creyente y culturalmente preparado. Se puede ser creyente y un gran científico. Hay que sacudirse los complejos y plantar cara a esa especie de “pensamiento único”, jaleado desde los medios de comunicación, según el cual lo único válido racionalmente es la ciencia, que acabará por hacer innecesaria la religión. Eso no es de recibo•

Miguel Ramón Viguri, profesor de la Universidad de Deusto y del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral (IDTP)

Memorial de Pascal

«Año de gracia de 1654, lunes, 23 de noviembre […];

Desde alrededor de las diez y media de la noche hasta aproximadamente la una de la madrugada, fuego. El Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, no el dios de los sabios y filósofos. Seguridad plena, seguridad plena. Sentimiento. Alegría. […] Olvido del mundo y de todas las cosas, excepto de Dios. […] Padre santo a quien el mundo no ha conocido, pero yo sí que te he conocido. Alegría, alegría, alegría, lágrimas de alegría. […]. Dios mío, ¿me abandonarás? Que no me aparte de Él jamás. […]

Yo me he separado de Él; he huido de Él; le he negado y crucificado. Que no me aparte de Él jamás. Él está únicamente en los caminos que se nos enseñan en el Evangelio: abnegación interior; renuncia total, completa. […]. Una alegría eterna en comparación de un día de sufrimiento en la tierra. “No olvido tus palabras”. Amen.»

This article is from: