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Ciencia y Fe

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Liturgia

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Oye ama, aita, la Iglesia, ¿es enemiga de la ciencia?

La mejor manera de demostrar que la Iglesia no es una institución enemiga de la ciencia, es contar la historia de unos cuantos clérigos (sacerdotes, obispos y papas) que compaginaron su condición ministerial con su labor científica. Sólo de unos cuantos, porque la lista es muy extensa. Si añadiéramos la de todos los laicos y laicas científicos y científicas creyentes de relevancia (como Pascal, Kepler, Newton o el mismo Galileo), la labor sería interminable e imposible.

Recomendamos los excelentes trabajos de dos estudiosos de la ciencia que son Francesc Nicolau Pons1 y José Mª Riaza Morales S.J.2, cuyos datos usamos aquí de manera muy resumida y “con brocha muy gorda” por limitaciones de espacio

1.- Boecio. Romano de familia consular. Fue el matemático más importante que produjo la antigua Roma. Tradujo al latín los Elementos de Euclides y escribió libros de texto de aritmética, geometría, astronomía y música.

2.- Los primeros monjes europeos, salvadores de las ciencias. Toda la actividad intelectual encontró cobijo en los monasterios benedictinos, que en gran parte se convirtieron en los maestros de la nueva estructura social y cultural que iba surgiendo.

3.- Dando un enorme salto pasamos por alto la conocidísima labor de la Escuela de Traductores de Toledo; así como la fundación de las escuelas catedralicias y las universidades.

4.- Los franciscanos de la escuela de Oxford. Se puede considerar como el fundador de la ciencia moderna experimental a Roberto Grosseteste. Su más destacado discípulo fue Roger Bacon.

1 F. N. Pous, “Iglesia y ciencia a lo largo de la historia”. Barcelona, 2002. 2 J. M. Riaza Morales, “La Iglesia en la historia de la ciencia”. Madrid, 1999. Fue precursor de Galileo y Newton (y estamos en el siglo XIII).

5.- Los dominicos de la Universidad de París en el siglo XIII. Alberto Magno fue indiscutiblemente el astro más brillante de las ciencias de este siglo. Siendo Profesor de la Universidad de París tuvo como alumno a Tomás de Aquino. Fue el mayor naturalista de toda la Edad media. Escribió brillantes tratados sobre astronomía, meteorología, zoología, botánica, medicina, agricultura… Por eso no es de extrañar que se le diera el nombre “Doctor Universalis”. Su tratado De Animalibus comprende 26 libros y es una descripción completa de la fauna europea.

6.- Los jesuitas y la ciencia. Volvemos a dar otro salto: pasando por alto la enseñanza de las ciencias en los colegios jesuíticos de los siglos XVI y XVII (así como del Colegio Romano, que acabó siendo Universidad); y pasando por encima de nombres que ocupan un lugar de honor en la matemática y la astronomía, como el P. Christophorus Clavius, vamos a centrarnos en la Escuela Especial de Matemáticas Superiores. Era el año 1617. En ella un profesor dejó huella: Gregory Saint-Vincent. Era veinte años más joven que Galileo. Su obra contiene novedades importantes: la primera formulación del cálculo infinitesimal (aplicando el “método de los indivisibles” del también jesuita Bonaventura Cavalieri). No podemos pasar por alto a Girolamo Saccheri. Dio pie a la primera formulación geométrica no euclidiana y desarrolló lo que ahora se llama geometría elíptica.

7.- El fundador de la genética es el agustino Johann Mendel. Sus investigaciones sobre reproducción de las plantas se inician en 1856. Durante ocho años él solo, llevó a cabo el cultivo, la polinización artificial y el examen meticuloso de más de doce mil plantas. Así formuló las leyes básicas de la genética.

8.- El creador de la teoría del Big Bang. Es una teoría ya del domino público, la del origen del cosmos debido a una “gran explosión” (Big Bang, en inglés). Quien la formuló, y le dio consistencia matemática, fue un sacerdote belga llamado Georges Édouard Lemaître. Tras estudiar astronomía en Cambridge y en el Massachussets Institute of Technology (MIT), ocupó la cátedra de astrofísica de la Universidad de Lovaina •

Miguel Ramón Viguri, profesor de la Universidad de Deusto y del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral (IDTP)

Como decían los escolásticos: contra facta non valent argumenta. A la vista de la cantidad de clérigos que dedicaron su vida a la ciencia, no es justo decir que existe oposición necesaria entre fe y ciencia; ni que la institución eclesiástica haya dificultado sistemáticamente el avance y promoción de las ciencias. Más bien al revés: la Iglesia ha promovido y promueve la ciencia. Como rúbrica de ello tenemos la multitud de universidades y de observatorios astronómicos eclesiásticos que hay repartidos por todo el mundo (comenzando por el prestigioso Observatorio Vaticano); así como la fundación de la Pontificia Academia de las Ciencias, cuya finalidad es precisamente la promoción de la ciencia y el diálogo de ésta con la fe y la filosofía.

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