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Seminario

David Garrido, `para lo que haga falta´

El diácono acompaña a la comunidad latina

El 30 de octubre se celebró la primera misa latinoamericana. Fue una celebración cargada de emoción y con el recuerdo permanente a Johnny Vargas, que tras su repentino fallecimiento este verano dejó conmocionada a la comunidad. Dos tocayos, el sacerdote venezolano David Urdaneta y el diácono David Garrido hicieron frente al `Goliat´ que suponía encarar un día tan cargado de sentimientos.

La incorporación del ecuatoriano David Garrido al servicio de la comunidad latina, fruto de esta circunstancia sobrevenida, ha supuesto un antes y un después en la vida y en la tarea pastoral del seminarista. “Acompaño a las parroquias del valle de Trapagaran hasta Muskiz. Con esta nueva encomienda se me han multiplicado las actividades culturales, pastorales y gastronómicas también”. Su primera tarea ha sido la de conocer y situarse en las actividades que animaba Johnny y ha descubierto “la gran estructura pastoral que mantenía”. Reconoce que su mayor dificultad para situarse ante la nueva realidad ha sido la de un paso de relevo “normal”, porque David no ha estado cerca de la comunidad latina desde su llegada hace 5 años a Bilbao. La pregunta es inmediata ¿por qué? Y su respuesta totalmente razonada: porque al llegar aquí buscaba “insertarme en la lógica pastoral diocesana. Sin encerrarme en mi esquema latinoamericano. Quería inculturarme y vivir la fe en las comunidades de Bizkaia”.

Primero le enviaron a servir a la zona de Leioa y “era lo que tocaba”. Ahora “toca” esta nueva tarea en una comunidad que le ha acogido “de maravilla” y en la que “a veces” se siente un poco forzado, porque proyectan la imagen de Johnny en él. “Quizá porque soy de la misma tierra”. Es un reto y una tarea “muy enriquecedora”, ya que viven la fe incrustada en sus expresiones culturales.

Desde Ecuador a la Diócesis de Bilbao

Explica su llegada a Bizkaia como providencial porque “nunca pensé salir del país. Soy de un pueblo que no sale de su tierra”. Estuvo de seminarista en Guayaquil y con una situación inestable en el seminario tras el cambio de arzobispo. En ese contexto, le propusieron realizar una experiencia en el exterior. Tres meses después llegó el anterior rector del seminario de Bilbao, Aitor Uribelarrea. “Conversé con él y le manifesté mi deseo de venir y tras la aprobación del obispo D. Mario, vine”. Reconoce que la adaptación fue “difícil”, ya que se encontró con “otra realidad a nivel pastoral”. La Iglesia con la que se topó es “más asamblearia, más participativa, más sinodal, más comunitaria. Aquí no eres el `Padrecito´. Hay otra forma de ejercer el ministerio y había que ganarlo”.

Señala que ha cambiado mucho su forma de ver la Iglesia porque allí el cura dice “vamos a hacer esto y los demás ejecutan”. Aquí, sin embargo, se pregunta “¿Cómo? y se proponen opciones y una reunión y otra.... hasta cerrar los últimos detalles”. Remata poniendo en valor esta opción “porque te enseña a valorar a las personas más que a las ideas”.

Vinculación de las comunidades de migrantes con las parroquias

Cuestionado sobre la manera en la que las comunidades católicas de migrantes pueden abrirse a otros espacios y viceversa, responde con claridad. “No pueden convertirse en guetos cerrados. Es un tema que debemos superar. El objetivo es que las personas migrantes tengan un primer acercamiento a la realidad eclesial en la Diócesis por medio de este conducto regular. Pero a partir de ahí, tenemos que impulsar a las personas a vincularse a las parroquias y a las comunidades. Si nos encerramos en nuestra realidad, no estamos aportando los mil colores que queremos. En muchas parroquias ya se están incorporando en los equipos de responsabilidad a personas que han llegado de otras latitudes. El mutuo intercambio es enriquecedor para todas nuestras comunidades” •

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