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kanpaina laguntza ona da.
te que ayuda a sensibilizar y recaudar fondos para poder seguir realizando diferentes proyectos. Es cierto que no acaban con el hambre y la desigualdad, pero ayudan y alivian mucho, cuando estás ahí, contar con una ONG como Manos Unidas nos permite soñar posibilidades y mantener la esperanza.
Más de uno podría pensar que es una campaña utópica, interpretando que las desigualdades no se evaporaran.
Todo es utopía, el Reino de Dios es utopía, que no haya guerras y violencia es utopía, que nos queramos como seres humanos y no expoliemos el planeta es utopía… pero eso no significa que no tengamos que seguir trabajando en ello e intentándolo permanentemente, porque no combatir la injusticia y la desigualdad es consentirla, es darle carta de ciudadanía.
La sociedad blanca, europea, vemos pasar las pobrezas `como el agua que lleva el río’…
El juego de términos ‘los otros / nosotros’ que el Papa hace en Fratelli Tutti es clave. Mientras el que lo pasa mal sea considerado de “los otros”, esté lejos y me es ajeno, es difícil que me sienta responsable y llamado o llamada a hacer algo. El asunto está en romper fronteras, para crecer en solidaridad; hay que agrandar “el nosotros”, hacerse prójimo. Por otra parte, es llamativo como nos manipulan los Medios de Comunicación, se juega con el sentimiento de las personas, como se ha visto con la guerra de Ucrania. La verdadera solidaridad no se da a golpe de sensacionalismo, la solidaridad es más que eso, es una opción y estilo de vida coherente, conscientes del impacto que tiene nuestro modo de vivir en los demás.
¿Considera que el sentido y la dimensión de ‘umbral de la pobreza’ ha variado con el paso del tiempo?
Si, claro que sí, las necesidades básicas para mantenerse vivos son las mismas, pero se van añadiendo otras necesidades que hace 50 años no había, como el disponer de un móvil o un portátil, por ejemplo, que hoy son esenciales para poder trabajar, estudiar o socializar…. Lo que clama es la gran desigualdad, y que millones de personas sigan sufriendo todos los días el infierno de la miseria •
Ernesto Díaz