El sufrimiento de los jóvenes
“Como un tejedor devanaba yo mi vida y me cortan la trama” Is. 39,12
Charla de Mikel Hernan Sanz Pastoral de la Salud - Bilbao
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INDICE
1. Desde dónde hablar. 2. Algunas distinciones: a. Enfermedad, dolor, sufrimiento, mal 3. Escenarios vitales de sufrimiento juvenil. a. El sufrimiento doliente: la enfermedad física b. El sufrimiento tirano: la enfermedad mental c. El sufrimiento autodestructor: la anorexia, bulimia… d. El sufrimiento irrefrenable: las adicciones e. El sufrimiento impuesto: el paro juvenil f. El sufrimiento traumático: los accidentes de tráfico g. El sufrimiento insoportable: los suicidios h. El sufrimiento desenraizado: los jóvenes inmigrantes i. El sufrimiento ocultado: la identidad sexual minoritaria j. Los sufrimientos exagerados: los complejos
4. ¿Peculiaridades en el sufrir del los jóvenes? “Tramas que se rompen” a. La trama de la salud física b. La trama de las relaciones c. La trama de un proyecto vital autónomo d. La trama de un futuro soñado e. La trama de la confianza en uno mismo f. La trama del amor g. La trama de la pertenencia social h. La trama de las alegrías i. La trama de lo cotidiano j. La trama de la fe k. La trama de la vida
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5. Reacciones ante el sufrimiento: el mío y el suyo. a. Combatir para eliminar, reducir, aliviar b. Aceptar para soportar, encajar y dar sentido c. Construir nuevas tramas: Oportunidad de maduración personal. Las “grietas salvadoras”
6. ¿Cómo acompañar el sufrimiento de los jóvenes? a. Jóvenes que acompañan a otros jóvenes. b. Adultos que acompañan a jóvenes.
Ser verdaderos Si es posible poner luces, si no cercanía
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1. Desde dónde hablar. Me parece justo que, ya desde el principio, comience aclarando desde dónde me sitúo yo a la hora de compartir con vosotros esta comunicación. Yo no provengo del mundo sanitario, no soy médico o agente de salud. Digo esto para que seáis benévolos con las imprecisiones que pueda cometer en este terreno y para confesar honradamente que yo no soy ningún experto en este tema. Yo me sitúo desde mi propia experiencia. Y en concreto desde tres claves que ha sido y son determinantes en mi vida: -
La primera es una experiencia personal de enfermedad vivida en primera persona, ya hace unos años, cuando era más joven. Una enfermedad bastante grave entonces, que pudo haber tenido un desenlace fatal y que me mantuvo en el hospital durante algunos meses. Todavía tengo que acudir cada 6 semana a la unidad de día hospitalaria del Hospital Clínico a recibir un tratamiento. Nada en comparación con otros sufrimientos de los que yo he sido testigo pero que para mí fue, es, una experiencia determinante. Quizá porque hay cosas que solo se conocen cuando se viven. Y porque hay situaciones vitales que te colocan en la vida en otro lugar. Entonces decir esto me parecería una locura pero ahora puedo sentirme agradecido por haber vivido lo que viví y poder contarlo.
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El segundo lugar desde el que me sitúo es desde mi experiencia de acompañamiento a jóvenes en situación se sufrimiento, de dolor. He trabajado durante años en los pisos que esta Caritas Diocesana de tiene para jóvenes toxicómanos en proceso de rehabilitación. Un trabajo que consistía en vivir con ellos, con ellas. En acompañar sus procesos, sus sufrimientos, su combate, su deseo de salir adelante. Confieso que la vida de estas personas la tengo muy grabada en mi recuerdo y en mi corazón. Con ellos y ellas aprendí muchísimo. Aprendí a no juzgar nunca nada porque nada sabemos del trasfondo de la historia de muchas personas de las que solo vemos la apariencia. Aprendí que el sufrimiento es tierra sagrada y que hay que descalzarse para entrar en ella si te dan permiso. Aprendí lo grande que es la fragilidad humana y lo grande que es también el anhelo de superación. Bueno, yo creo que aprendí humanidad. Yo era bastante joven cuando empecé en este proyecto (tendría 23 años) y me alegro de que mi crecimiento estuviera ligado a este contacto con el realismo y con el sufrimiento de la gente. Me parece un privilegio haber podido acompañar vidas sin caretas, vidas rotas, vidas que quieren levantarse. Muchísima vida en juego. Después de Bilbao he seguido trabajando y conviviendo con jóvenes enfermos de SIDA en Valladolid, con presos de la cárcel de Villanubla, con adolescentes gitanos en el barrio de San Pedro Regalado de Valladolid.
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El tercer lugar desde el que hablo, lo tengo que decir y lo puedo decir en este contexto, es desde una fe que ha sido moldeada desde estas experiencias. Desde mucha oración por personas concretas que ha acompañado todos nuestros procesos de intervención o de acompañamiento. Y a la vez desde una fe que me ayuda a mirar la realidad desde otro horizonte. Sin perder un ápice de realismo, sin querer maquillar o espiritualizar la realidad cada vez estoy más convencido de que toda la realidad, todo el dolor, todo el sufrimiento está sostenido por una Presencia acogedora a la que podemos llamar Padre-Madre. Una presencia extraña pero real, muy real. Y con esa presencia en el corazón quiero acercarme cada vez a las personas, a los jóvenes en situación de dolor o de sufrimiento.
2. Algunas distinciones: Dicho esto me gustaría entrar en el tema del sufrimiento de los jóvenes haciendo una sencilla distinción que pueda ayudar a clarificarnos. Me gustaría diferenciar entre lo que es: enfermedad, dolor, sufrimiento y mal. Son términos están muy relacionados y que a veces utilizamos indistintamente (por ejemplo decimos que fulano está mal o está malo, está enfermo, tiene dolores, está sufriendo mucho…)pero acaso pararnos un poco en cada uno puede resultarnos útil. Sin querer ser para nada riguroso La enfermedad: Entiendo que este concepto tiene que ver con el concepto de salud. Por eso muchos hablan de un continuo, es decir que si trazamos una línea del 0 al 10, en el 10 está el máximo de salud y en el 0 el mínimo de salud, el máximo de enfermedad. Y entre medio toda una modalidad y grado de salud y enfermedad. Esto nos está diciendo que no están demasiado claras las fronteras entre salud y enfermedad y que éstas pueden ir cambiando de lugar. Hay grados. Pero además por todas partes se nos dice ya que la salud y la enfermedad no se reducen solo a lo corporal, a lo biológico, a lo físico. La salud se suele definir como el grado mayor de bienestar (habría que decir de bien-ser) físico, psicológico, social, relacional… quiere decir que quien enferma o quien está sana es toda la persona y no solo su cuerpo. Cuando enfermamos, de alguna manera enferman también relaciones laborales, personales, psicológicas, sociales. Es decir todo lo nuestro se ve afectado, no solo el organismo. Por eso algunos autores hablan de que la enfermedad no es un proceso biológico, sino un proceso biográfico. Porque tiene que ver con mi historia personal, con mis estilos de vida, con el modo de abordar la adversidad, con mi mundo de relaciones y apoyos… con todo lo que soy. Yo no puedo entender del todo mi enfermedad si no acudo a algunos otros aspectos de mi biografía. Yo no puedo
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entender lo que supone para una persona su enfermedad si no conozco cómo la afronta, qué huellas ha dejado en ella. Por eso decimos muchas veces que no hay enfermedades sino enfermos. Que uno puedo llevar con entereza una enfermedad gravísima y otro hundirse por un simple catarro. No hay enfermedades sino enfermos o mejor personas concretas en una situación vital de enfermedad. Porque las personas son más que sus enfermedades. Por analogía, lo mismo que hay personas enfermas, decimos que hay familias enfermas y sociedades enfermas. A veces sobre algunos casos de enfermedad mental que conozco pienso si la esquizofrenia no será un recurso del organismo psicológico para defenderse de tanto dolor. A veces pienso que lo mismo que hay enfermedades hereditarias hay pobrezas hereditarias o por lo menos heredadas. Me da igual que sea por vía genética o cultural. Y por extensión hablamos de sociedades enfermas, de relaciones enfermizas. Todo esto lo digo para ampliar el concepto de enfermedad. Para no reducirlo a un asunto solo biológico, porque como luego veremos en el caso de los jóvenes (y en el de los adultos también) acaso más importante que lo que vivimos (por ejemplo una enfermedad grave) es el modo de vivirla, y eso tiene que ver con aspectos que no son puramente orgánicos, corporales, biológicos. El dolor: El dolor es más fácil de sentirlo que definirlo. Si le preguntamos a esos niños pequeños que salen en la tele definiendo cosas y les preguntásemos qué es el dolor, seguramente que empezaría diciendo: “Es, pues por ejemplo, cuando… y narrando dolores concretos: cuando me caigo de la bici, cuando a mamá le duele la cabeza, cuando te pega otro niño…) El dolor es una experiencia sensoria y emocional desagradable. Es sensorial porque notamos una molestia física en alguna parte de nuestro cuerpo. Algo que recogen nuestras terminaciones nerviosas y que lleva esa información al cerebro. Él nos dice dónde se produce el dolor, con qué intensidad, qué tipo de dolor es, desde cuando etc. El dolor es un aviso de que algo no va bien, algo no funciona o funciona mal. Si no tuviéramos sensación de dolor nos moriríamos. Algunos ancianos se queman en la ducha porque no sienten el calor excesivo en sus terminaciones nerviosas. El dolor es uno de los síntomas, el chivato de la enfermedad. Lo que nos empuja a ir al médico. Lo que da las primeras pistas de diagnóstico a los médicos. Nos solemos referir al dolor como a algo físico, corporal. Pero lo mismo que en el caso de la enfermedad cada vez más hablamos de dolor psíquico, de dolor moral. Decimos como decía una joven en un episodio de depresión: “me duele el alma, no lo sé decir de otra manera, porque experimento una tristeza tan intensa que me duele, que lo noto en mi cuerpo, que me hace daño. No solo es que esté triste, es que me duele”. El sufrimiento: Podemos decir que el sufrimiento es la manera de soportar el dolor o la adversidad. “Sub-ferre” es la raíz de esta palabra y significa soportar, sostener.
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Puede haber dolor sin sufrimiento. Por ejemplo si colocando un cuadro me doy un golpe con el martillo. Hay un dolor muy intenso pero no decimos que estamos sufriendo. Y puede haber sufrimiento sin dolor. Por ejemplo cuando alguien dice: “no me duele nada pero estoy destrozado. Mi sufrimiento es más grande que si me dolieran todos los huesos”. El sufrimiento es el modo de procesar, de vivir el dolor o la adversidad o la frustración o la pena. Es una valoración interna de un dolor, de un padecer. Es la huella que deja en nuestra vivencia, el impacto que causa en nuestra persona una situación que vivimos como adversa. En el sufrimiento son mucha más las causas ambientales, familiares, psicológicas, sociales, biográficas… que las causas biológicas. Incluso estás son procesadas de distinta forma por cada uno. El sufrimiento tiene un componente objetivo, una causa; pero tiene sobre todo un componente subjetivo: en modo de vivir eso. Un ejemplo muy gráfico es ese refrán que dices: “Es sufre más pensando que pasando”. Produce más angustia, más sufrimiento, la sensación de amenaza que lo que acaba ocurriendo. El sufrimiento tiene por tanto una dimensión personal y de sentido. Está más mediado cultura, social y personalmente: por ejemplo hay culturas más tolerantes con la frustración, el dolor o el mal. Hay momentos en nuestra vida en los que somos más o menos sensibles al sufrimiento y los sobrellevamos de una o de otra forma. Por ejemplo no tiene nada que ver el que puede vivir una enfermedad rodeado de cariño que quien la vida en una situación de soledad o de rechazo, aunque las intervenciones médicas sean las mismas. El mal: Esto me lo saco yo un poco de la manga pero creo que es real. El mal es la parte destructora o autodestructiva del sufrimiento, del dolor incluso. Cuando en el Padre Nuestro pedimos: líbranos del mal, no estamos pidiendo que nos libre de la enfermedad, del dolor o del sufrimiento, sino que nos libre del poder destructor, aniquilador que puede tener esa situación. De la parte más negativa de esa enfermedad. Ya lo diremos pero el sufrimiento no es malo en sí. Puede ser ocasión para que salga lo mejor del ser humano. Pero puede ser también ocasión para lo peor. El mal es por ejemplo el poder de la venganza, del odio, de daño causado que hay en muchas situaciones de sufrimiento. Hay mal en el sufrimiento cuando éste nos lleva p.e. a la autodestrucción progresiva. ¡Líbranos de ese mal! Hay mal en el daño irreparable causado a un inocente. En aquella mujer de Mali que vino engañada a España a trabajar y la metieron en la prostitución y allí contrajo el VIH hay una cadena de mal, generadora de mucha impotencia y frustración: “Yo solo vine a vivir un poco mejor”. Cuando hablamos del sufrimiento de los jóvenes estamos hablando de sus enfermedades pero sobre todo de sus sufrimientos e incluso del poder del mal (de la injusticia) muchas veces se cierne sobre ellos.
3. Escenarios vitales del sufrimiento de los jóvenes. Me gustaría comenzar con una aclaración también aquí y es que toda generalización es injusta. Ni todos los jóvenes son unos pasotas, ni carentes de
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valores, ni consentidos… pero tampoco son lo mejor de la sociedad, la edad del divino tesoro, unas víctimas de la sociedad. Porque las cosas son más mezcladas y más complejas y porque, en realidad, hay tantos jóvenes como personas. No se trata de un colectivo tan homogéneo como parece. Cada joven es irrepetible, aunque se den entre ellos algunos rasgos comunes que recogen las encuestas o los estudios sociológicos. Por eso doy por supuesto que en la vida de los jóvenes hay muchísimos escenarios de salud y de bienestar, de bien-ser, de vida saludable, de integración, de sentido, de proyectos realizados… Pero también existe un sufrimiento en los jóvenes acaso mayor del que parece. Y es que los mensajes sociales asociados a la juventud (por ejemplo la publicidad) hacen referencia casi siempre a situaciones idílicas de completa salud y felicidad. Y aparecen los más guapos, los más fuertes, los más felices, los más sanos. Y cuando muchos de los jóvenes concretos se miran ahí se sienten estafados. ¿Es grande ser joven? Escribía hace unos años un autor cuestionando precisamente esta imagen social. Nos hace daño no caer en la cuenta de algo tan importante como es la limitación personal. Que somos limitados, que nuestra salud es frágil, que no somos ni los más guapos, ni los más listos, ni los más exitosos. Si asumiéramos mejor socialmente el concepto de limitación seríamos un poco más realistas y nos llevaríamos probablemente menos frustraciones. Cuando este ideal se asocia a la etapa de la juventud las posibilidades de que muchos se queden al margen son muy grandes. Porque fuera de esos “modelos de felicidad no hay salvación”. Digo que esto vale para jóvenes y para adultos pero la juventud todavía tiene esa asignación de plenitud porque está asociada a la plenitud física. Esta tarde vamos a mirar algunos de los escenarios de sufrimiento. Primero porque existen, segundo porque nos pueden dar una idea más completa de toda la juventud. Tercero porque desde la pastoral de la salud podemos ampliar nuestro concepto de enfermo, ya no solo una persona mayor y con alguna patología física; sino personas jóvenes que arrastran sus sufrimientos personales muchas veces en la parte de atrás, en la trastienda del escenario de esta sociedad. Solo voy a dar algunas pinceladas para poner cara a lo que estamos hablando seguro que cada uno de ustedes pueden identificar a personas concretas de sus ambientes más cercanos. El Sufrimiento doliente: la enfermedad física. Antes cuando ibas a los hospitales te encontrabas sobre todo con personas mayores. De vez en cuando veías un chico o una chica joven y te llamaba la atención. Ahora todos los dispositivos de salud recogen el incremento de personas jóvenes enfermas. La enfermedad ha dejado de ser patrimonio de la gente mayor. Cada vez se adelantan más las enfermedades que solían cursar en edades más avanzadas. Cada vez más los cánceres precoces, las enfermedades cardiovasculares, las enfermedades del sistema endocrino, las diabetes, las enfermedades del sistema inmunológico, las del sistema digestivo: la enfermedad del Cron, la colitis ulcerosa y tantas. Nuestras sociedades occidentales están bajando la media de edad en la que las personas enferman. Esto es un dato y tiene ver con nuestros estilos de vida, de alimentación, de relaciones, de estrés. Es Sufrimiento tirano: la enfermedad mental. Yo vivo en un bloque de 4 pisos y 26 vecinos en total, la mayoría jubilados porque son casa viejas. Pero en este
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bloque hay dos jóvenes con enfermedad mental. Uno de ellos padece una fobia social y ya ha tenido dos intentos de suicidio y la otra padece una esquizofrenia y ahora mismos está ingresada. Me impresionó cuando esta chica subía a nuestra casa. Ella era consciente de su enfermedad y de su impotencia: “Estoy bien y de repente sin que pase nada empiezo a estar mal y a no saber si lo que estoy pensando es real o son cosas de mi imaginación. Porque yo lo vivo tan real como que estoy hablando contigo. Es un sufrimiento tremendo estar a merced de estos episodios”. Se parece este sufrimiento al que se describen en los evangelios cuando el mal espíritu se apodera de una persona y habla por su boca. Es un sufrimiento tirano porque la personas experimenta su impotencia ante algo que ha tomado, que toma las riendas de su vida. Para mí el sufrimiento de la enfermedad mental (que no hay dolor) es uno de los sufrimientos más intensos sobre todo cuando hay tiempos de lucidez como en el caso de mi vecina. El sufrimiento autodestructor: Una de las enfermedades asociadas a la juventud, aunque no solo son los trastornos de la alimentación: la anorexia, la bulimia. Hoy sabemos que el origen de estos trastornos es múltiple. No se debe a una sola causa. Tiene que ver con el modelo social de belleza, de éxito, de autoexigencia. Pero acaba convirtiéndose en un auténtico mecanismo de autodestrucción. Una enfermedad asociada al sentimiento de culpa, de una autoimagen desastrosas, de oscuros sentimientos de autocastigo. Los jóvenes que caen en esta enfermedad tientan tanto su salud que acaban cayendo en daños físicos y psíquicos irreparables. Recuerdo que en los pisos de Caritas había tanto chicos y chicas con este trastornos y sus comportamientos eran mucho más difíciles de erradicar que el propio consumo de drogas. El Sufrimiento irrefrenable: las adicciones. Adicción a sustancias y a comportamientos. Adicción al alcohol, a las drogas pero también al juego patológico, a las nuevas tecnologías, a internet (ya hay grupos de autoayuda entre los jóvenes), incluso al trabajo (los jóvenes ejecutivos). Es un sufrimiento al que uno no puede poner freno. La imagen que me viene es en mi barrio un chico con un problema de ludopatía que está en tratamiento. Estaba en un bar tomándose un café y mirando a una de esas máquinas tragaperras como hipnotizado, no le quitaba los ojos de encima. Como un poseso. Me da mucha rabia todo el despliegue que se está haciendo por la radio, televisión, periódicos de los sistemas de apuestas en los deportes, sobre todo en el fútbol. Ayer vi una máquina en un bar que era de apuestas deportivas. Es un sufrimiento irrefrenable que quita el dinero y sobre todo la libertad. El Sufrimiento impuesto: Es otro de los rostros del sufrimiento. Ningún sufrimiento es del todo elegido pero este menos. Si el paro afecta a un 20% de la población activa, el paro juvenil dobla esta proporción. Esto quiere decir la cantidad de jóvenes que no van a tener una experiencia laboral por lo menos hasta los 30 años. Muchos comienzan a hablar de la “generación perdida”. Una generación que subsiste gracias a subsidios y sobre todo gracias al apoyo familiar. El sufrimiento mayor de estos jóvenes es el no poder desarrollar un proyecto de vida autónomo. Y es que el trabajo no es solo una fuente de ingresos, es también un lugar de relación
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social, de desempeño de habilidades, desarrollo de conocimientos adquiridos, asignación de un rol social, fuente de desarrollo personal… El Sufrimiento traumático: Hace referencia a todos los jóvenes víctimas de accidentes de tráfico. En España se calcula que son unos 3.600 al año. Un sufrimiento traumático y que tiene muchas ramificaciones. Un sufrimiento que se prolonga en el tiempo por la cantidad de lesiones y traumas que ocasiona. Por ejemplo de parálisis o de complicaciones de todo tipo. Un sufrimiento que afecta especialmente a las familias de los afectados. Un primo mío murió de accidente de moto al volver de una fiesta de un pueblo. El sufrimiento que generó en toda la familia todavía llega hasta hoy. El sufrimiento insoportable: el suicidio juvenil. Hasta hace poco era la segunda causa de mortalidad de los jóvenes, después de los accidentes. Actualmente están parejos y algunos autores hablan de que ya se está colocando en el primer lugar. Y eso que España es el país de Europa que menos suicidios tiene todavía. La media europea es de 14 por cada 100.000, en España es de 6 por cada 100.000. La media de suicidio es superior en los varones que en las mujeres (Injuve). Muchas veces el suicidio es una solución permanente a un problema pasajero. La frustración se hace insoportable. Muchos de estos jóvenes tienen previamente problema de salud mental. Otros literalmente no pueden con la vida. Un amigo mío se suicidó porque no pudo con la muerte de su madre. El Sufrimiento desenraizado: los jóvenes inmigrantes: Su sufrimiento es haber dejado atrás todas sus raíces familiares, culturales, afectivas, de proyecto de vida. Vienen con intención de mejorar. Y no suelen venir los que peor están. Vienen los que tienen el valor o la desesperación suficiente como para llevar adelante esta aventura. Sobre todo antes venías cegados por la propaganda de un mundo lleno de comodidades y oportunidades que se les meten por los ojos en cualquier país al que llegan las imágenes del televisión o la experiencia de otros compatriotas. El sufrimiento mayor para estos jóvenes es la soledad y la falta de oportunidades laborales. No se consideran ni de aquí ni del país del que salieron. Están muchas veces a caballo entre nada. La crisis social está multiplicando los efectos negativos que ésta tiene en el conjunto de la población juvenil. Cada joven inmigrante es una historia de vida. Duelo mucho cuando escuchas que luchar por sus derechos es la mejor manera de perder votos. Duele cuando personas que han conocido el sufrimientos buscan en ellos un chivo expiatorio: hay que tener siempre a alguien por debajo: el gitano rumano. El Sufrimiento ocultado: la identidad sexual minoritaria. Los homosexuales, travestidos… Personas cuya imagen social es la de jóvenes estrafalarios. Personas que todavía tienen que ocultar su identidad sexual si quieren acceder a un trabajo o entrar en un grupo de amigos o sencillamente pasear por la calle. Los hay en todas las capas sociales, en todas la ideologías. Los que más sufren son los que más lo ocultan. Los que tienen que esconderse incluso de sí mismos. Nuestras sociedades afortunadamente cada vez son más permisivas pero todavía están lejos de mirar con normalidad la diferencia.
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Los sufrimientos exagerados: los complejos. El sufrimiento se caracteriza por el modo en el que cada uno vive lo que le toca vivir. Y “a cada uno le aprieta el dolor su propio zapato”. El sufrimiento percibido, y a veces desenfocado y desproporcionado es ocasión de no poco sufrimiento. Sufrimiento por comparación, por sensación de fracaso, por miedo mucho miedo, miedo a la vida, miedo a las relaciones, miedo al conflicto, miedo a la soledad… Muchas veces decimos que son miedos exagerados pero quien los vive siente todo su poder sobre él.
4. ¿Peculiaridades en el sufrir de los jóvenes? “Tramas que se rompen” El sufrir nos iguala a todos. Llama la atención cómo las diferencias intergeneracionales, cuando uno está en pijama como compañero de habitación en un hospital, son menos. Es sufrimiento tiene pocas caretas. Ya hemos dicho además que más que el sufrimiento de los jóvenes en general tendríamos que hablar casi de cada joven concreto y sus peculiares experiencias de sufrimiento. Lo que nos preguntamos ahora y teniendo todo esto en cuenta: que el sufrimiento es algo común a todos y que cada joven tiene una forma peculiar de vivir su situación, ¿podemos decir que haya rasgo distintivo en el sufrimiento de los jóvenes? Yo creo que uno de los rasgos distintivos quizá sea el que da título a esta reflexión que es un versículo de un poema de Isaías: “Como un tejedor devanaba yo mi vida y me cortan la trama”. La experiencia de que a una persona joven se le rompe la trama de su vida cuando precisamente la estaba comenzando a tejer. Esto se puede vivir con más o menos intensidad, de una manera o de otra pero el sentimiento de pérdida, de amenaza a su proyecto vital es común. En eso me quiero detener aunque solo sea a modo de sugerencias. Como se rompe el entramado vital de una persona precisamente cuando comenzaba a hacerse cargo de él o cuando se supone que le correspondía hacer su propio diseño. El sufrimiento en cualquiera de las formas a las que nos hemos referido anteriormente tiene un gran poder de cortar la trama de los jóvenes en estos sentidos: a. La trama de la salud física: Normalmente las personas a medida
que vamos avanzando en edad vamos recibiendo la visita de las goteras. Comenzamos a decir a mí nunca me había pasado esto. La vida nos va preparando para ese desgaste progresivo que se nos avecina. Y si hemos llegado a ser un poco sabios llegaremos a entender las pérdidas y ganancias también que hay en cada edad. Pero el joven que recibe el golpe de la enfermedad grave se enfrenta de golpe con lo que la mayoría de nosotros vamos experimentando 11
poco a poco. Más aún lo experimenta en una edad en la que parece que lo que toca es lo contrario: gozar de una salud fuerte. La merma importante de salud en la juventud supone un sentimiento fuerte de pérdida muy grande porque la persona experimenta que se va a perder, que se está perdiendo todas las oportunidades que le brinda ser y sentirse fuerte y sano. (Ángel. “mi vida ha consistido en pasar de allí aquí”).
b. La trama de las relaciones. Muchas veces lo que más sufrimiento
causa en los jóvenes es la experiencia dolorosa de soledad. Mi vecina, enferma mental, decía: “Le he dicho a mi padre que subo donde los curas porque son los únicos que me aguantan”. Lo decía medio en broma pero en esa afirmación había mucho dolor. Luego habló de cómo sus amigas se fueron alejando de ella: “Yo lo entiendo porque nadie quiere estar con una persona tan impredecible, tan inestable”. La trama de las relaciones se rompe en todos los jóvenes privados de libertad, en los presos. Y ese es su mayor sufrimiento. La trama de las relaciones se rompe en muchos de los jóvenes en paro (“ya no salgo porque estoy cansado de no poder invitar yo”). En nuestros centros de Caritas un educador suele decir: “Si pudieras decir a uno: anda toma 200 euros y cómprate medio amigo… pero a los nuestros no los quiere nadie, ni siquiera rehabilitados”.
c. La trama de un proyecto autónomo: muchos de estos jóvenes
estarían deseando hacer su propia vida, tener su vivienda aunque sea en alquiler. Pero la falta de trabajo o una enfermedad invalidante les hacen dependientes de su contexto familiar, en el mejor de los casos. La edad de emancipación se va retrasando, la edad de casarse también y eso supone un desgaste personal muy grande.
d. La trama de un futuro soñado: La enfermedad, el sufrimiento, el
sentimiento de fracaso va haciendo mella en la trama de las esperanzas. Lo que uno ha soñado respecto de sí. Dicen que quien tiene un para qué puede soportar cualquier cómo. Lo que muchas veces se trunca en estas situaciones es precisamente el para qué. El mal comienza a asomar en medio del sufrimiento cuando le va ganando la partida a las esperanzas de la persona, cuando se le van agotando los motivos o las energías para levantarse cada mañana.
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e. La trama de la confianza en uno mismo. Lo peor de una
enfermedad o de una situación traumática es que la persona acabe por romperse, acabe por perder la confianza en sí misma o en los recursos de su entorno. Entonces la sensación de impotencia es bien grande. Ocurre por ejemplo en todos esos jóvenes presos de cualquier adicción. Han perdido la confianza en sí mismos, en su fuerza de voluntad, que está muy debilitada. Muchas veces hay que llevar a cabo un proceso largo de reconstrucción personal para que estas personas recuperen un poco de confianza en sí mismos.
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La trama del amor. Afortunadamente no siempre ocurre esto. Pero el sufrimiento tiene un gran poder de replegarnos sobre nosotros mismos, de endurecernos, de perder la sensibilidad para con el otro agobiado por el exceso de sufrimiento en mí. Ocurre que muchas relaciones significativas, de pareja han acabado por eso rompiéndose: la persona que no ya no aguanta más al novio toxicómano, el estrés producido por el paro que acaba con la relación de años, el chico que se va de puntilla cuando la novia tiene un accidente. Tramas que se cortan, de golpe o poco a poco.
g. La trama de la pertenencia social. Es sentimiento de formar parte
de un grupo, de ser reconocido por la sociedad. Lo contrario es el sentimiento de marginación. Incluso todos los que despotrican tanto de esta sociedad desearían poder formar parte de ella. O si no se hacen su propia sociedad, la de los marginados, la “auténtica”. La enfermedad mental, el paro, las personas incapacitadas… son personas que tienen gravemente herida su autoestima social, el reconocimiento que la sociedad reparte entre sus miembros.
h. La trama de lo cotidiano. Lo más duro de todo es no poder hacer lo
que para la mayoría es lo normal. Tan normal que no lo valoramos. Como por ejemplo estar esta tarde aquí sin tener demasiados dolores, angustias, padecimientos… o poder dar un paseo o quedar en un bar, o tener amigos o poder ir un fin de semana a cualquier sitio…
i.
La trama de las alegrías. Cuando el sufrimiento puebla la vida de los jóvenes esa alegría casi espontánea, natural, se rompe. Lo que nos alegraba antes, ahora no tenemos humor para ello. La alegría de los 13
otros, su felicidad, se convierte en un “agravio comparativo”. El vecino de arriba de mi casa, una noche de verano que estábamos cenando con unos amigos y echando unas risas, se puso a chillar: “¡Cristianos, dejad ya de reíros, dejar la puta risa!” Cuando uno está mal, la alegría ajena ahonda en su herida.
j.
La trama de la fe. Hay más jóvenes creyentes que practicantes. No creen en la Iglesia, ni en sus ideas. Pera algunos bastantes todavía manifiestan creen el Algo o en Alguien (“porque Algo tiene que haber”). Algunos, dicen, que se relacionan directamente con Dios a su manera. Hace unos años se hizo en esta Diócesis de Bizkaia un estudio sociológico sobre fe e increencia y ese estudio daba que un alto porcentaje de personas abandonan la fe a causa de una situación personal de enfermedad grave de ellos o de algún ser querido o a raíz de la muerte de una persona cercana. La trama de la fe en la enfermedad se rompe porque no se percibe en ella la presencia de Dios. “El sufrimiento es la roca del ateismo”.
k. La trama de la vida. O mejor dicho, lo que se rompe es, la trama de
la vida que uno llevaba; o la trama de la vida que lleva la mayoría. Un joven y un adulto ante estas circunstancias se enfrenta al desafío de construir una trama alternativa teniendo en cuenta su realidad.
5. Reacciones ante el sufrimiento: el mío y el suyo.
a. Combatir para eliminar, reducir o aliviar. Ante el sufrimiento siempre cabe un esfuerzo activo por cambiar a mejor todo lo que sea posible. El enemigo del sufrimiento es la fatalidad, pensar que porque no podemos cambiarlo todo no merece la pena esforzarse por lo posible. Esta reacciones puede ser comprensible al principio pero el desafío es dar este paso. Combatir el sufrimiento en mi caso y combatir las causas del sufrimiento en los jóvenes (y adultos) porque hay un tipo de sufrimiento producido por la injusticia y
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en eso la resignación es el peor enemigo. Unas veces podremos eliminar el sufrimiento, otras solo reducirlo y otras tan solo aliviarlo.
b. Aceptar para soportar, encajar y dar sentido. Hay zonas de sufrimiento con las que no vamos a poder. Y eso necesita en jóvenes y adultos un proceso de aceptación. No es solo resignación porque eso todavía tiene un poso de resentimiento. La aceptación no es pasividad, probablemente sea una de las dinamismos del ser humano más activos. Mucho de nuestro sufrimiento queda mitigado cuando somos capaces de aceptar con la mayor paz posible nuestra situación. Hasta entonces nos tocará muchas veces tan solo “aguantar el tirón del sufrimiento sin rompernos”. Otra cosa es llegar a darle un sentido. Poder entender que uno mismo, que la persona es más que sus sufrimientos. Poder entender que incluso el sufrimiento tiene un lugar en la trama de ser persona.
c. Construir otras tramas:
Oportunidad de maduración personal.
No es teoría porque hay jóvenes que han sido capaces de dar la vuelta a su situación. O bien porque han salido de ella, por ejemplo en el caso de algunos toxicómanos que conozco o bien porque han descubierto una forma de convivir con su sufrimiento que les ha hecho más humanos y más solidarios. Siempre pienso en Sonia, una voluntaria del programa de infancia de Caritas donde trabajo. Lleva desde los 4 años en silla de ruedas y ahora con sus 26 años es una persona entregada al apoyo escolar de los chavales del barrio. Los niños le adoran y los padres de los niños también. Ella lo ha hecho sin mucha reflexión pero cualquiera que se acerque a ella se dar cuenta de cuánto ha crecido esta persona. El sufrimiento es ambiguo, en este caso y otros muchos, Sonia ha tenido que aprender a tejer otra trama distinta que la de sus amigas. No quiere decir que no sufra quiere decir que ha sido capaz de volver a tejer su vida.
Las “grietas salvadoras” 15
Nunca las hubiéramos elegido. Son grietas en nuestra vida que nos han provocado mucho sufrimiento. Tienen un gran potencial de mal, pero para algunos de nosotros han resultado ser auténticas “grietas salvadoras”, grietas por donde, al fin, se nos ha colado la presencia de Dios en nuestras vidas. No es que Dios no se pueda colar por situaciones de felicidad o de plenitud, de hecho lo hace. Lo que sucede es que algunos tenemos que decir que gracias a estas grietas se nos ha medido en el corazón un Dios entrañable, más fuerte que nuestros dolores. 6. ¿Cómo acompañar el sufrimiento de los jóvenes?
a. Jóvenes que acompañan a otros jóvenes. Ojala que hubiera, cada vez más, en nuestros equipos de pastoral de la salud o en la sociedad en general, más jóvenes que acompañasen el sufrimiento de los otros jóvenes. Ya los hay y su solidaridad no es de forma organizada, sino primaria, espontánea. Muchos actualmente también a través de facebook, correo electrónico o twitter. Cuando se producen estos encuentros sabes que tienen ese poder de la complicidad, de entenderse mejor entre ellos, de la cercanía afectiva. Todos los grupos de autoayuda se basan en eso, en el apoyo entre iguales porque eso tiene una gran eficacia.
b. Pero eso no quita para que podamos acompañar los adultos a los jóvenes en situaciones de sufrimiento como las que hemos descrito u otras. No se nos pide que tengamos respuestas para todo. Casi eso es lo que menos buscan estos jóvenes.
Se nos pide que si nos acercamos a ellos seamos verdaderos,
que seamos lo que somos. Recuerdo a los voluntarios del piso de chicas toxicómanas de Santutxu, entre ellos había un señor jubilado al que las chicas querían un montón. Y no porque fuera muy simpático o muy dicharachero. Sino porque era muy transparente, muy verdadero. No iba de ayudador.
Se nos agradece que, si es posible pongamos algunas luces. No teorías sino el horizonte que a veces les falta a los jóvenes y que nosotros, quizá por nuestra edad o por lo que sea, les podemos 16
prestar. Una palabra que de luz, que ayude a esas trasformaciones, que oriente hacia la construcci贸n de una nueva trama en su vida. Y si no podemos, que muchas veces no podremos, siempre podremos ofrecer nuestra cercan铆a, nuestra disposici贸n a aprender algo de ellos, nuestra capacidad de acogida o nuestra oraci贸n.
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