Rosetón de la catedral de Santiago
recordaba una rosa (rosetón es un aumentativo de rosa; María es defnida como una rosa mística). Y sobre todo era un símbolo de Dios, como indicaba una frase de tiempos del gótico: Dios es luz.
Una luz coloreada que crea un ambiente misterioso, que genera efectos lumínicos sobre columnas y altares, que obliga a recorrer todo el templo para percibir todas sus variaciones. Algo muy del gusto del espíritu gótico, que conceptuaba la iglesia como un espacio que había que descubrir poco a poco como forma de irse acercando a Dios.
No son muchos los rosetones conservados en Bizkaia, y además más que góticos son neogóticos. Es decir, de un estilo que se puso de moda en la segunda mitad del siglo XIX y que se inspiraba –copiaba más bien– en el gótico.
De nuestros rosetones, posiblemente el más conocido, es el de la fachada
quería algo “cual corresponde al buen gusto de la culta población de Bilbao”. Así que se derribó todo y se levantó una nueva fachada.
Las obras se extendieron entre 1883 y 1891. El arquitecto fue Severino de Achúcarro, otro grande. El rosetón fue diseñado siguiendo los modelos franceses entonces de moda, y los vidrios fueron realizados por Dagrant, una de las más importantes frmas del momento.
El resultado es un mosaico de vivos colores, sobre todo rojos y azules, que proyectan su luz al interior. En el centro una imagen de Santiago, el patrón del templo. Y debajo del rosetón una hilera de vidrieras verticales: los apóstoles fanqueando a Jesús. Son invisibles desde el exterior, ocultas por la barandilla que remata la portada, pero pueden apreciarse desde dentro •
Iglesia de San Andrés Biañez, Karrantza
Seguimos paseando por nuestros rosetones. Esta vez buscamos un modelo diferente: uno más pequeño, abierto en la cabecera del templo y no a sus pies o en los extre mos de sus brazos. Una variante muy frecuente en los templos rurales de la Cornisa Cantábrica.
Y nos vamos hasta Karrantza, donde encontramos un caso singular.
La vieja iglesia de San Andrés de Biá ñez, hoy ya sin culto, nos depara una gran sorpresa: su retablo... pintado. En lugar del habitual retablo de madera vemos uno pintado en el muro a me diados del siglo XVI, renacentista. No vamos ahora a centrarnos en él (aun que lo haremos en otra ocasión, que bien lo merece por su singularidad, su antigüedad y su buen estado de conservación).
Porque ahora buscamos rosetones. Y si nos fjamos en la zona central del retablo veremos que se dibuja un círculo: ahí, antes de que llegara el pintor, se abría un óculo. El pequeño círculo por el que penetraba la luz coloreada por los vidrios que simbolizaba a Dios.
sino en la cabecera. Aquí se buscaba el amanecer, y no el fnal del día. Y eran más pequeños porque se contaba con poner debajo un retablo... pero es que en Karrantza exageraron un poco con la altura del suyo.
Un rosetón tapiado
El óculo será de hacia 1500, cuando se amplió la iglesia en estilo gótico. Pero
y tapiaron la ventana por dentro para tener una superfcie lisa sobre la que trabajar.
Afortunadamente aún lo podemos ver desde fuera: un centro estrellado del que arrancan ocho rayos lanceolados, formando burbujas alargadas.
Pero no acaba aquí la historia de los óculos en Biáñez. A fnes del siglo XIX Romualdo de Chávarri, un acaudalado indiano natural este barrio, patrocinó la construcción de la carretera, la traída de aguas, la escuela, el cementerio... y una nueva iglesia en medio del pueblo –la otra está un poco alejada–. Diseñada por su sobrino Urbano Peña Chávarri, en ella se abrió un nuevo óculo. Y esta vez sí en la fachada principal. Es bastante similar al anterior en cuanto a sus dimensiones e incluso diseño –aunque más sencillo–.
Una manera de mantener el vínculo entre el viejo y el nuevo templo •
Un rosetón `con escolta´, en Algorta
En 1883 María Rosa Rogelia Cortina y Aldecoa, una acaudalada vecina de Getxo, dejaba en su testamento 300.000 reales para la construcción y do tación de un convento trinitario en Algorta, a mitad de camino entre las parroquias de San Nicolás y Andra Mari.
La cifra era en aquellos tiempos una verda dera fortuna, y con algún dinero más que aportó la orden trinitaria permitió cons truir un magnífco edifcio neogótico dise ñado por el arquitecto José María Basterra, un experto en arquitectura religiosa (de hecho, fue arquitecto diocesano durante muchos años).
Inaugurado en 1890, fue destruido por un incendio en 1926. Pero rápidamente fue construido uno nuevo, esta vez siguiendo planos de Pedro Guimón. Terminado en 1927 es el que, con algunas variaciones (ampliación del coro en 19631967), aún hoy podemos ver. Un templo neorrománico, pero con la particularidad de tener una planta de cruz griega, en lugar de la habitual basilical, alargada.
Un rosetón sobre la entrada principal Podríamos extendernos sobre su decoración pictórica, obra de Aranoa, o sobre su mobiliario... Pero lo que ahora nos interesa es su rosetón. Se sitúa sobre su entrada principal, pero no a los pies. Porque el templo se “bloquea” allí por el antiguo seminario con el que contaba el convento. Así que hubo que abrir la portada en el extremo de uno de sus brazos, el del lado Oeste.
Este rosetón dibuja una for de nueve pétalos rellenos de formas geométricas con predominio de los colores habituales en las vidrieras de la época: azules y rojos. No hay fguras, sólo formas, color... luz y silencio. La esencia de un rosetón.
Pero este templo de la Santísima Trinidad presenta una particularidad. Su rosetón central está escoltado por dos rosetones menores abiertos a sus lados. Dos óculos que repiten colores, aunque el diseño esta vez se simplifcada a cuatro lóbulos o, si lo preferimos, a una sencilla cruz.
Un caso verdaderamente singular •
Los rosetones `especiales´ de Andra Mari, en Galdakao
Como ya decíamos hace unos meses, en Bizkaia los rosetones “clásicos”, calados en las fachadas de los pies del templo o en los brazos del crucero, los encontramos en iglesias contemporáneas, neogóticas, construidas a partir de los últimos años del siglo XIX. En los templos más antiguos se conservan rosetones más pequeños dispuestos en las naves y en la cabecera –estos últimos frecuentemente ocultos por los retablos, con los que no se contaba cuando se construyó la iglesia–.
Y hoy nos vamos a ocupar de una combinación de rosetones. Para ello viajamos hasta Andra Mari de Galdakao, uno de los edifcios más emblemáticos de Bizkaia.
De un primer vistazo ya vemos que el templo se divide en dos partes.
La de los pies es la más estrecha y baja. Corresponde a una construcción protogótica, de fnes del siglo XIII (aunque debió existir una iglesia anterior). Y en ella se abre la portada principal, un magnífco arco poblado de esculturas. Otro día hablaremos sobre ella.
La otra parte, la de la cabecera, es más ancha y alta. Corresponde a una ampliación tardogótica, de hacia 1525.
Y es aquí donde vemos, en la fachada Sur, los dos rosetones. Fijémonos en el que queda a nuestra izquierda. Lo enmarca una doble moldura cóncava. Dentro, cuatro circunferencias tangentes que a su vez acogen otras tracerías con forma de gota para “fores” de cuatro pétalos. Un diseño complicado, propio del fnal de nuestro gótico de infuencia famenca.
Más a la derecha hay otro rosetón idéntico… pero “falso”. Porque esta segunda ventana sustituyó a otra anterior, apuntada, con motivo de la última restauración del templo. Un óculo neogótico, posiblemente realizado para dar más luz al interior del templo precisamente en la zona más importante: el presbiterio, con su llamativo retablo. Y para ello se imitó felmente el anterior. No altera la estética del edifcio (aunque se aprecia que los sillares a su alrededor son más nuevos que el resto; el paso del tiempo y la contaminación unifcarán los tonos).
Así que en Andra Mari combinamos un rosetón medieval, gótico, con otro contemporáneo, neogótico. Las dos “tendencias” vizcaínas conjuntadas en un solo templo •
El rosetón de una iglesia contemporánea
En San Esteban de Etxebarri
Nos vamos hasta la Anteiglesia de San Esteban de Etxebarri, cuya parroquia principal está obviamen te dedicada al protomártir.
El templo se documenta desde época medieval, pero el ac tual es más contemporáneo. En 1907 la iglesia estaba en tal mal estado que resultaba más caro arreglarla que hacer una nueva. Así que se construyó la que hoy vemos, siguiendo un proyecto de Manuel María Smith. Buena parte del dinero para la obra fue aportado por las familias Amézola y Lezama Leguizamón, que a cambio fueron autorizadas a disponer de unas criptas funerarias bajo el templo.
Inspirado en un monasterio burgalés
El arquitecto se inspiró muy libremente en el monasterio burgalés de Las Huelgas. Un referente medieval que se ade cuaba muy bien al entorno entonces rural –y que aún hoy, pese a la intensa urbanización del espacio, sigue destacando llamativamente–. Y de Las Huelgas debió sacar el modelo del rosetón que dibujó para la fachada de los pies del templo de Etxebarri: un círculo central del que arrancan rayos que en su parte fnal se bifurcan. Aunque es verdad que el modelo burgalés es bastante más complicado, con dobles columnas
Quizás para compensar esta “simplifcación” Smith decidió multiplicar los rosetones: dos más en la fachada, a los lados de la puerta, y otro en el baptisterio. Aunque fnalmente sólo el principal y este último se ejecutaron. Además, en las cuatro caras del cimborrio (la torre que envuelve la cúpula
La Quinta Parroquia y los 12 `rayos´
Después de pasearnos por diversos puntos de Bizkaia hoy volvemos a Bilbao. A su parroquia de San Francisco de Asís, la Quinta Parroquia –después de las de Santiago, San Antón, San Nicolás y Santos Juanes–.
Esta iglesia fue el símbolo de la expansión de Bilbao por su nuevo Ensanche, que sólo contaba con el templo de San Vicente de Abando. La burguesía bilbaína quiso dejar constancia de su poder y riqueza en esta parroquia, sufragada cerca de un 75% por Francisco de Zabálburu –quien también donó el terreno… y que a cambio se reservó el derecho de ser enterrado con su familia en las criptas de la iglesia–.
Un templo grandioso, que parece despegar hacia el cielo, pero que pasa un tanto desapercibido debido a la relativa estre-
chez de la calle Hurtado de Amézaga (menos de 20 m). Parece que nos cuesta doblar el cuello para mirar hacia arriba.
Pese a esta discreción hay que decir que éste es uno de los mejores ejemplos de la moda neogótica que nos llegaba desde Francia. Una iglesia que podría pasar por una catedral del siglo XIV en el Valle de Loira.
Un arquitecto que realizó el trabajo gratis
Fue diseñada en 1890 por el arquitecto Luis Landecho que, por cierto, renunció a sus honorarios en favor de la obra. Landecho desarrolló minuciosamente su proyecto en más de 400 planos que luego se materializaron con una sillería arenisca traída del Oiz y, en el interior, mármol rojo de Ere-
Toda la parte superior de sus muros está recorrida por unas vistosas vidrieras. Allí están los Padres de la Iglesia, santos, la Trinidad, la Sagrada Familia...
Y en el centro de su fachada el imprescindible rosetón: un botón central lobulado que se extiende en 12 “rayos” y remata en círculos con tracería lobulada. Se cierra con vidrios de vivos colores, motivos geométricos y vagamente vegetales, y el rostro de Cristo en el centro. Todo esto resulta invisible desde el exterior, pero adquiere su máximo esplendor si lo miramos desde dentro, especialmente por las tardes. Los vidrios –como los de las restantes vidrieras–fueron encargados en 1908 al Real Establecimiento de Baviera F.X. Zettier, en Munich. Sinceramente, vale la pena una visita •