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La ciencia de las adicciones

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¿de verdad es adicción?

Tradicionalmente, el diagnóstico médico de adicción ha estado reservado al consumo de determinadas sustancias, como las drogas, el alcohol y el tabaco. Pero ahora, de manera polémica, abarca todo tipo de comportamientos, desde el enganche a los videojuegos hasta el consumo exagerado de pornografía. ¿Qué nos dice la ciencia al respecto?

Texto de MOYa sarner / © neW scienTisT

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Ian solía jugar a los videojuegos en línea durante toda la noche y hasta bien avan zado el día siguiente. En el transcurso de ocho años perdió su trabajo, su casa y su familia. “Amo mucho a mis hijos, pero la verdad es que me gustaba más lo que sen tía al jugar online dice . Me hacía sentir tranquilo, era una manera de hacer frente a la vida y me producía un deseo físico”. Para Ian y otros como él, los videojuegos resultan tan adictivos como una droga. En mayo, la Organización Mundial de la Sa lud (OMS) llegó a una conclusión similar e incluyó por primera vez ese trastorno en su Clasificación Internacional de Enfermedades. Los estudios sugieren que entre el 0,3% y el 1% de la población general podría ser diagnosticada como adicta a los videojuegos. En el Reino Unido ya está en marcha el plan para abrir el primer centro de adicción a internet financiado por el Servicio Nacional de Salud, que inicialmente se centrará en el trastorno de los videojuegos.

Pero algunos argumentan que abordar el enganche a los videojuegos como una adic ción es un error. En 2017, un grupo de vein ticuatro académicos se opuso a atribuir ese comportamiento a un nuevo trastorno. “Nos preocupa que se desate el pánico moral res pecto a los daños que producen los videojue gos, algo que ya se ha visto en los temores referentes a juegos como Fortnite. Tal histe ria argumentó el grupo podría conducir a diagnósticos prematuros o incorrectos”.

Otros simplemente afirman que la adic ción a los videojuegos o al sexo no es real, y que sugerir que lo es trivializa el problema de la adicción o permite que las personas no se hagan responsables de sus acciones.

No es sorprendente que se trate de un te ma complejo si se tiene en cuenta que ni si quiera los profesionales pueden ponerse de

“Los videojuegos suponían una gran vía de escape para mí: cuanto peor se volvía mi vida, más me retiraba a ese mundo en línea”

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acuerdo sobre una definición de adicción. “Si hablas con cincuen ta psicólogos, todos te daremos una respuesta diferente”, afirma Mark Griffiths, director de la Unidad de Investigación Internacio nal del Juego de la Universidad Nottingham Trent (Reino Unido).

Una forma de clasificar las adicciones es dividirlas entre las qUe están

relacionadas con sUstancias y las que lo están con comportamien tos. Tomemos como ejemplo los cigarrillos. Louise fumaba sesen ta al día cuando tenía quince años y ha intentado dejarlo repeti damente. “Odio absolutamente el sabor y el olor de los cigarrillos, pero sigo fumando”, dice. Para muchas personas, la nicotina tiene un control tan fuerte sobre el cerebro que ni siquiera necesitan dis frutar de fumar para seguir haciéndolo.

Este tipo de adicción a sustancias formó, originalmente, la base de la investigación sobre adicciones, que es relativamente nueva. “Hace cincuenta años no existía la neurociencia de la adicción”, afirma Barry Everitt, neurocientífico del comportamiento de la Universidad de Cambridge. Luego, en las décadas de 1960 y 1970, estudios pioneros identificaron los objetivos principales de las dro gas adictivas dentro del cerebro: el sistema de dopamina, también conocido como vías de recompensa. Cuanto mayor es el aumento del neurotransmisor dopamina desencadenado por la sustancia, más eufórico es el efecto.

Este descubrimiento estimuló una serie de posibles explicaciones de la adicción. Algunos investigadores creían que la gente se engan

Prisionero de los videdeojuegos

Half-Life cambió la vida de Ian (al igual que en todos los casos mencionados en este artículo, se usa un nombre falso para preservar su anonimato). Jugaba a los videojuegos desde que era niño, pero siempre había podido dejarlos. Hasta los veinte años. Fue entonces cuando fue a casa de un colega después del trabajo y probó por primera vez Half-Life, un juego de disparos en primera persona, en el que competía en línea contra otras personas. “Sentí una atracción instantánea por él y me enamoré de este tipo de juegos”, dice.

Comenzó a jugar durante unas horas en casa todas las noches, y se quedaba despierto cada vez más y más tarde. Al cabo de un mes, jugaba siete horas cada día y durante toda la noche los fines de semana. “Comenzó a interferir con mi vida familiar. Tenía un hijo, otro en camino y no pasaba tiempo con mi pareja –confiesa–. Debe de haber sido horrible para mi hijo verme sentado frente al PC sin moverme. Pero cuando estaba metido en ‘la zona’, en el juego, no pensaba en eso”.

Como resultado de sus juegos, comenzó a llegar tarde al trabajo o ni siquiera iba, y finalmente fue despedido. Después de eso... “Simplemente jugaba casi constantemente, echando siestas de vez en cuando. Cuando no estaba jugando, me sentía irritable, inquieto e infeliz, pensando solo en volver a conectarme”, explica.

No solo perdió su trabajo, sino también a su familia y su hogar. “Todo sucedió en el transcurso de ocho dolorosos años. Los juegos suponían una gran vía de escape para mí, una descarga de adrenalina; y cuanto peor se volvía mi vida, más me retiraba a ese mundo en línea”, recuerda.

Después de intentar limitar su juego, primero por sí mismo y luego con la ayuda de una nueva pareja, buscó ayuda profesional. Pasó veintiocho días en una clínica de rehabilitación privada, trabajando en un trauma que sufrió en su infancia. “Tenía que averiguar de qué estaba huyendo”, dice. Tuvo una recaída hace unos años y pasó dos meses jugando toda la noche, pero no ha vuelto a jugar desde entonces. “Mi vida, hoy, es muy agradable. Tengo a mi pareja, a mis hijos, tengo un trabajo, soy libre. Ya no estoy encadenado a esa adicción”.

chaba a la placentera y gratificante descarga de dopamina. Otros ob servaron que, para adictos como los mencionados Ian y Louise, ape nas queda placer. Es posible que activar regularmente el sistema de dopaminaproduzcacambiosduraderosenlafuncióncerebral,porlo que el fármaco se vuelve necesario para sentirse normal.

No fue hasta la década de 1990, coN el auge de las imágeNes moleculares,

coNocidas como tomografías por emisióN de positroNes (tep), que pudimos ver el impacto de las drogas en el cerebro humano en tiempo real y observar lo que sucede con el sistema de la dopamina.

Un hallazgo importante fue que la corteza prefrontal, donde se toman las decisiones, está mucho menos activa en el cerebro de las personas adictas que en las que no lo son. “Esto sugiere que su función cerebral había cambiado como resultado del uso de drogas, lo que hacía que fueran menos capaces de controlar su propio comportamiento –explica Everitt–. Ya sea para obtener placer o para evitar la miseria, el empleo continuo de las drogas dependerá en última instancia de la medida en que sea capaz de controlar sus impulsos”.

Esto ayuda a explicar cómo los hábitos llegan a constituir una gran parte de la adicción. Por ejemplo, alguien puede resistir sus antojos hasta que visite un lugar donde normalmente toma una droga o conozca a una persona con la que lo haga. “Ciertas señales y factores estresantes provocan hábitos muy fuertemente arraigados, y las personas caen en el uso compulsivo porque han perdido el control”, afirma Everitt.

Pero ¿qué pasa con los comportamientos? La noción de que las personas podrían volverse adictas a ellos obtuvo reconocimiento científico en 1980, cuando lo que ahora se llama trastorno del juego fue reconocido por primera vez por el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, una influyente guía sobre los trastornos psiquiátricos.

Alrededor de 2012 se realizaron los primeros estudios utilizando imágenes TEP para observar el sistema de dopamina en personas con adicción al juego. Luke Clark, que ahora es director del Centro de Investigación del Juego de la Universidad de Columbia Británica (Canadá), y sus colegas descubrieron que, aunque las drogas tienen un efecto mucho más poderoso sobre la do-

Fijación por la pornografía

Sam, un exitoso corredor de bolsa y padre de dos hijos, tiene una vida que parece perfecta. “Desde fuera, todo el mundo piensa que soy ‘ese tipo’. Siempre estoy superando mis objetivos, ganando premios y ayudando a la gente. Pero en el interior tengo esta sombra que nadie conoce y de la que estoy tan avergonzado. Me odio a mí mismo. Es una parte de mí a la que no me puedo resistir y no logro controlar”, afirma. Sam puede recordar los comienzos de sus pensamientos y comportamientos obsesivos en torno a la pornografía, que se desarrollaron a la edad de doce años. Pero fue a los veinte, cuando conoció a su esposa y su carrera despegó, que se volvieron problemáticos. “Recuerdo quedarme hasta tarde en la oficina diciendo que tenía trabajo que hacer, cuando en realidad estaba viendo pornografía en la computadora de mi trabajo hasta la medianoche, un par de veces a la semana. El estrés, la incertidumbre y el miedo en el trabajo eran factores desencadenantes que me empujaban hacia mi droga, que era la pornografía”.

Pronto comenzó a consumir cuatro veces por semana. “A medianoche, me despertaba junto a mi esposa con ansiedad, bajaba sigilosamente las escaleras y me daba atracones hasta las seis de la mañana, antes de dormir una hora e ir a trabajar”, explica. A veces empezaba a temblar en el trabajo, “como un drogadicto o un alcohólico”, recuerda. Sin pornografía, no podía pensar ni funcionar.

Su matrimonio se deterioró. A veces, Sam sentía impulsos suicidas. Hace aproximadamente un año, su esposa lo pilló viendo pornografía en su oficina, y ese fue el detonante para que Sam buscara ayuda. Ahora está recibiendo terapia para la adicción a la pornografía en el Laurel Center, en el Reino Unido, y está comenzando a comprender el impacto que tuvieron en él dos experiencias de agresión sexual en su adolescencia. “Ahora entiendo esto como una enfermedad mental –dice–. Sé que todavía no se considera una adicción, pero definitivamente lo es, y es solo cuestión de tiempo que se trate como una”.

Aunque en la mayoría de los casos la pornografía es un entretenimiento, puede convertirse en un hábito que genera dependencia.

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shutterstock Aún no hay consenso científico acerca de si la adicción a la comida es una adicción a sustancias –como el azúcar– o es una adicción comportamental relacionada con el acto de comer.

pamina que el juego, existe cierta superpo sición en el aumento de esta sustancia quí mica en el cerebro de los adictos a una droga y en el de los adictos a un comportamiento.

Clark se preguntó qué tienen los juegos de

azar para permitir que este comportamien to secuestre el sistema de recompensa del cerebro de una manera comparable a como lo hacen las drogas. Una respuesta, piensa, podría ser la incertidumbre.

Una recompensa entregada de manera impredecible tiene un efecto mucho mayor en el sistema de la dopamina que una que el cerebro sabe de antemano que recibirá. Si sabes que estás a punto de ganar cinco eu ros, cuando lo hagas habrá pocos cambios en el sistema. En cambio, si sabes que una de cada tres veces que usas una máquina tra gaperras ganarás cinco euros, pero no estás seguro de cuál, “el sistema de la dopamina se vuelve loco”, afirma Clark.

Tanto en el trastorno del juego como en el trastorno de los videojuegos las dos primeras adicciones conductuales reconocidas por la OMS “es la naturaleza incierta de las recompensas lo que permite que esos comportamientos se disparen”, dice Clark. Las ocasiones en que estás a punto de perder y no lo haces por los pelos amplifican esa incertidumbre y, por lo tanto, podrían hacer que un juego resulte particularmente adictivo.

Investigaciones más recientes sobre la adicción al juego y a los vi deojuegos sugieren que también intervienen otros factores. Uno de ellos es la idea de inmersión, la embriagadora experiencia de entrar en ‘la zona’, un estado de flujo hiperconcentrado no muy diferente de un colocón de drogas, donde no se nota que el tiempo pasa y se mantienen a raya los pensamientos inquietantes.

Investigando este fenómeno para un estudio reciente, el equipo de Clark pidió a estudiantes de Psicología y apostadores habituales que jugaran en máquinas tragaperras en su “casino de laboratorio” alfombrado, con poca iluminación y con taburetes cómodos (pero sin barra de bar) . A los participantes se les dijo que algunos círcu los blancos y cuadrados rojos aparecerían en las pantallas situadas a ambos lados de la máquina tragaperras mientras jugaban. Debían ignorar los círculos blancos, pero presionar un botón cada vez que veían un cuadrado rojo.

Después de treinta minutos, los participantes completaron cues tionarios diseñados para medir su estado de inmersión en los que se les preguntaba cuán de acuerdo estaban con declaraciones co

La incertidumbre del juego, recibir una recompensa de manera impredecible, tiene un efecto mucho mayor en nuestra dopamina

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mo “me sentí completamente absorto” o “sentí que perdí la noción del tiempo”. Aquellos que previamente habían mostrado signos de problemas con el juego no solo eran más propensos a describirse a sí mismos como “en trance” mientras jugaban, sino que también reaccionaban peor a los cuadrados rojos. Cuanto más adictos eran los jugadores, según lo medido por los investigadores, menos conscien tes estaban de su entorno y más inmersos en el juego se sentían, todo lo cual concuerda con las descripciones que Ian hacía acerca de su adicción a los videojuegos. La imagen del encogimiento del mundo de un adicto no es solo una metáfora: su campo de visión se estrecha literalmente, hasta que su adicción es todo lo que puede ver.

Antes de que lA OMs AceptArA lOs trAstOrnOs del juegO y de lOs videOjuegOs cOMO AdicciOnes cOnductuAles, ambos se incluían en una categoría diferente: trastornos del control de impulsos. En junio pasado se agregó a la lista un nuevo trastorno del control de impulsos: el comportamiento sexual compulsivo. Según Valerie Voon, psiquiatra y neurocientífica de la Universidad de Cambridge que investiga la adicción al sexo, es solo cuestión de tiempo que haya suficientes evidencias para su inclusión en la categoría de adicción conductual.

Ella y sus colegas diseñaron un estudio para ver qué sucede en los cerebros de posibles adictos al sexo cuando ven pornografía. A diecinueve hombres heterosexuales con un diagnóstico de comportamiento sexual compulsivo y otros diecinueve hombres sin antecedentes de adicción se les mostraron vídeos pornográficos y otros menos excitantes sexualmente mientras se escaneaba su actividad cerebral mediante una resonancia magnética funcional.

En estudios realizados con anterioridad, cuando las personas adictas a sustancias estaban expuestas a la señal de su adicción, ya fuera tabaco, alcohol o drogas, los escáneres cerebrales mostraron actividad en tres regiones específicas: la amígdala, el estriado ventral y la corteza cingulada anterior, áreas que están asociadas con el sistema de recompensa del cerebro.

La cárcel del tabaco

La primera vez que Louise fumó un cigarrillo tenía diez años. Cuando cumplió quince, ya fumaba hasta sesenta al día. Cuando no podía fumar, se sentía agitada y estresada, incapaz de pensar en nada más. “Dejé la escuela porque no te permitían fumar allí –dice–. En ese momento, los cigarrillos eran lo más importante en mi vida”.

La única vez que no pudo fumar fue cuando estaba en el hospital. “Mantuve a todos despiertos en toda la sala, causando el caos. Aunque me costaba mucho caminar, llegué al mostrador de enfermería y encendí y apagué las luces, gritando y gritando, hasta que finalmente me dejaron salir a las cinco de la mañana. Fue un comportamiento ridículo y vergonzoso –reconoce–. Todo por un cigarrillo”.

Ahora tiene veintiséis años y todavía fuma. No lo disfruta y nunca lo ha hecho. “He intentado dejar de fumar varias veces. Nunca me han gustado los cigarrillos, nada me atrae de ellos. Y ahora trabajo en salud pública, parezco un hipócrita cuando fumo. Va en contra de todo lo que creo, pero todavía lo hago”. Sin embargo, a pesar de su determinación de dejar de fumar, no puede consumir menos de diez cigarrillos al día.

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Los síntomas del síndrome de abstinencia tras fumar el último cigarrillo alcanzan su pico entre las 24 y 48 horas posteriores, y se van apagando hasta desaparecer por completo en un periodo de dos a cuatro semanas.

En el estudio que dirigió Voon se produjo un aumento de actividad en esas mismas tres regiones en el cerebro de los participantes con signos de adicción al sexo cuando vieron losvídeospornográficosynoenlosdelgrupo de control. Desde entonces, otros laborato rios han obtenido resultados similares.

Sam dice que eS un adicto y que la pornografía

eS Su droga (ver el recuadro Adicto a la por nografía, en la página anterior). Y resulta que las adicciones a sustancias y las posibles adicciones conductuales no solo producen sensaciones parecidas: también son simila res en el cerebro. Griffiths cree que las adicciones conductuales no incluyen únicamente el juego, el sexo y los videojuegos. “Cualquier comportamiento podría ser adictivo, no importa cuál sea opina . La buena noticia es que muy pocas personas serían clasificadas co mo adictas genuinas. La diferencia clave entre un entusiasmo sa ludable excesivo y una adicción es que los entusiasmos saludables suman a la vida y las adicciones restan”.

“Significativamente, el tiempo dedicado al comportamiento no es un criterio para la adicción”, afirma Griffiths. Uno de sus estu dios más citados comparó dos casos, ambos varones que jugaban a los videojuegos hasta catorce horas al día. El primero estaba ca sado, tenía tres hijos y una carrera antes de perderlo todo como resultado de su adicción. El segundo acababa de dejar la universi dad, no tenía pareja ni hijos y conoció a su esposa jugando a World

El encogimiento del mundo del adicto no es una metáfora: su campo de visión se estrecha literalmente, hasta que solo ve su adicción

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La lotería de la adicción El tiempo que se dedica Entre tros el15%yel20% desarrollaríamos denosounaadicpersonas adictas al alcohol tenían un exceso del neurotransmisor GABA. a un determinado ciónsiestuviéramosexpuestosa Eso, a su vez, quizá se debía a la falta drogasadictivas,segúnunainvestigación.“Esunagranminoría,unalo de una sustancia llamada GAT-3, que elimina el exceso de GABA. comportamiento no es suficientemente crearunodelos grandecomopara mayoresproblemas Para ver si una escasez de GAT-3 realmente podía causar adicción, el un criterio que sirva para desaludpúblicaquetenemosen esteplaneta,perosiguesiendouna equipo de Heilig tomó ratas que no mostraban comportamientos simila- calificarlo de adicción minoría”,opinaMarkusHeilig,dela res a la adicción y redujo la cantidad UniversidaddeLinköping(Suecia). de la sustancia química en su amíg-

Paradescubrirporquéalgunas dala, hasta llegar al nivel encontrado of Warcraft. Como resultado, el tiempo que personasseenganchanyotrasno, en las ratas enganchadas. De repen- dedicaba a los juegos disminuyó y ahora tra Heiligysuequipoentrenaronara- te, aquellas ratas que habían elegido baja en la industria de los videojuegos. “Los tasparaqueaprendieranapresio- previamente la solución dulce pre- juegos de ordenador eran lo más importante narunapalancaacambiodeuna sionaban ahora compulsivamente la en su vida, pero cuando consiguió su primer recompensa.Luegolesdierona palanca del alcohol. trabajo dejó los juegos sin más”, comenta lasratasunaopción:presionaruna En cuanto a los cerebros dona- Griffiths. Claramente no tenía nada que ver palancaqueliberabaunasgotas dos por personas que habían sido con la pérdida de control o la adicción. dealcoholounaqueliberabauna adictas al alcohol, el equipo volvió Griffiths recibe regularmente correos solucióndulce.Alrededordel15% a analizar los niveles de GAT-3 en la electrónicos de padres que están preocupa elegíaelalcohol.Lasratasnopue- amígdala. “Resulta que la imagen en dos por la cantidad de tiempo que sus hijos denseretiquetadascomoadictas el cerebro humano es increíblemente pasan en las redes sociales o jugando a los porqueesuntrastornocomplejo, similar a la de las ratas –dice Heilig–. videojuegos. “Se trata de la brecha genera quizáconaspectosexclusivamente Nos quedamos impresionados”. cional tecnológica afirma . Si sus hijos to humanos.Perosímuestrancompor- Aún quedan preguntas sin res- davía van a la escuela, ven a amigos y tienen tamientosqueimitandecercaalgu- puesta, incluida la forma exacta en otros pasatiempos, no son adictos”. nasdelascaracterísticasclavedela que el neurotransmisor GABA y la adicciónclínica,yelequipoteorizó amígdala se relacionan con la adic- SabemoS que Solo el 15% de laS perSonaS que queel15% continuaría eligiendo ción. Y es probable que explicar este eStán expueStaS a una sustancia adictiva ter el alcohol incluso si tuviera conse- vínculo sea solo una parte del rompe- minarán enganchadas, y lo que determina si cuencias negativas. En el siguiente cabezas, señala Heilig. lo harán o no es una de las cuestiones can experimento, cada vez que una de dentes de la investigación sobre adicciones. esas ratas presionaba la palanca Una tirada de dados Una sugerencia es que se debe a las diferen que suministraba alcohol, recibía Otros factores que influyen son la cias en la maquinaria molecular del cerebro una descarga eléctrica. ¿Se man- genética y la personalidad. “Una va- (ver recuadro La lotería de la adicción), tuvieron enganchadas al alcohol a riante del gen DRD2 está implicada aunque la genética y la personalidad tam pesar de su doloroso precio? “La en casi todos los comportamientos bién juegan un papel. respuesta, para nuestro deleite, fue adictivos que se me ocurren – di- Y aunque algunas personas logran elimi un sí cristalino –dice Heilig–, y era ce Mark Griffiths, de la Universidad nar las sustancias adictivas de sus vidas para algo novedoso”. Nottingham Trent–. Pero también sa- siempre,esonosiempreesposibleparacier

Heilig quería saber si había dife- bemos que las personas que tienen tos comportamientos. “Esa es la razón por la rencias entre los cerebros de las ratas esta variante no necesariamente se que la abstinencia no siempre es la respues enganchadas y los de las demás; y convierten en adictos; además, hay ta”, dice el psicólogo Richard Graham, jefe descubrió una notable diferencia en algunas personas que son adictas del Servicio de Adicción a la Tecnología en el la amígdala, una parte del cerebro que no la tienen. Por lo tanto, la gené- Hospital Nightingale de Londres. Él alienta clave para lidiar con las emociones. tica y la biología solo contribuyen a a quienes estén preocupados por que un ser Lasratasquesecomportabancomo iniciarse en la adicción”. querido se esté desviando hacia hábitos tec nológicos poco saludables a que utilicen el plan familiar de medios de comunicación de la Academia Estadounidense de Pediatría, que propone el establecimiento de diversas zonas limpias de tecnología en el hogar y algunos periodos libres de tecnología todos los días. Para las personas afectadas, así como para los médicos que las tratan y los científicos que las estudian, las adicciones son tan reales como las enfermedades cardiacas, pero

Una de cada seis personas sería propensa a caer en la adicción si estuviese mucho menos comprendidas que estas. Y cuanto más sepamos sobre ellas, más podremos hacer para tratarlas correctamente. expuesta a una droga. “Mi adicción me ha enseñado que la vida es preciosa –dice Ian–. Destruí a mucha gente, incluyéndome a mí mismo”.

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