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del Amazonas Así se fabrica una teoría de la conspiración

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ASÍ SE FABRICA UNA TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN

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crisis como la desencadenada por la covid-19 son terreno fértil para que surjan voces alertando de que todo es un montaje urdido por oscuros intereses con el fin de engañar a la ciudadanía. ¿cómo es posible que, contra toda evidencia, sigan circulando ese tipo de fabulaciones? ¿a qué resortes cognitivos y miedos apelan los conspiranoicos para infiltrarse en la psique colectiva?

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Miguel Bosé alentó desde las redes sociales la manifestación convocada el 16 de agosto en la madrileña plaza de Colón para denunciar las mentiras de la covid-19.

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Q¿ uieres saber cuál es la verdad que existe detrás de la pandemia que estamos sufriendo? Estamos ante un complot que se ha ido gestando lentamente desde que las grandes fortunas introdujeron en la sociedad la idea de la globalización; es un paso más hacia un control total del mundo. Esta parte del plan se puso en marEstos últimos son claves para difundir la historia-pantalla: un coronavirus de murciélago que saltó a los humanos en un mercado de Wuhan. Tanto ellos como la OMS –controlada por los conspiradores– deben acallar toda información que pueda poner en peligro el complot: así se hizo al principio de la pandemia, cuando todo estuvo a cha a finales de 2019 cuando se liberó en punto de estropearse por culpa de Taiwán China un virus muy contagioso. ¿Por qué –país que tiene vetada su entrada en la allí? Por tres razones: primero, porque OMS–, al hacer público que el agente infecpandemias de similares características suelen venir de aquel país; cioso ya estaba suelto por China meses antes segundo, porque desde China es muy fácil diseminarlo gracias a de cuando se comunicó oficialmente; fue los innumerables vuelos que la conectan con el resto del planeta; una prueba a pequeña escala para estudiar y tercero, porque su Gobierno puede controlar la información más su comportamiento. O que se haya prestado fácilmente que en cualquier otro lugar del mundo. nula atención a que en Wuhan, el supuesto Ahora bien, el patógeno no debe ser demasiado letal, pues se foco de la pandemia y que por ese motivo pretende que la población mundial se amedrente, no que entre en debería haber sido una zona especialmente pánico. Lo más operativo es hacer que afecte principalmente a un virulenta, tenga la tercera parte de muertes segmento de población inútil para el sistema económico, esa masa que, por ejemplo, la Comunidad de Madrid, social improductiva que se come una parte importante de los pre- a la que casi duplica en habitantes. Algo que supuestos nacionales: las personas mayores. Por supuesto, antes de no es de extrañar si lo que interesa es que se lanzarlo se debe disponer de la correspondiente vacuna, que ya debe propague por el mundo: basta con empezar estar desarrollada –pero oculta– y se desvelará oportunamente. Con ahí y rápidamente mandarlo al exterior con ella se inoculará un microchip destinado a controlar a la población a personas infectadas. través de las torres de telefonía 5G. Eso sí, hay que ir informando a la población de los progresos que se están haciendo y anunciar que en OtrO puntO fundamental es prOteger el cOmmedio año estará disponible. Esta es la parte más débil del engrana- plOt, que pasa por impedir –o, al menos, je: nunca en la historia se ha desarrollado una inmunización contra que se tome en serio– cualquier posible filuna enfermedad desconocida en tan poquísimo tiempo; incluso pa- tración. Por eso desde hace unos años emra el sida se lleva más de tres décadas investigando sin fruto. Por no pezaron a proliferar las fake news, lo que hablar de otras dolencias infecciosas bien conocidas como el den- ha provocado la creación de organizaciones gue, el zika o la malaria. Ahora bien, los ciudadanos se lo tragarán que deciden si un noticia es falsa o no: los con la ayuda de los medios de comunicación. famosos fake-checkers. Son los conspi-

EFE

radores quienes se encuentran detrás de todo este asunto, en un paripé de crear/desenmascarar noticias falsas de modo que toda información que pueda poner en peligro el complot aparezca catalogada como bulo. También es necesario lanzar cortinas de humo, teorías alocadas como que es un virus diseminado por las torres de telefonía 5G, que el SARS-CoV-2 no existe o que las mascarillas enferman.... Para difundir estas tapaderas se cuenta con la colaboración desinteresada de ciudadanos como los que se manifestaron el pasado 16 de agosto en la plaza de Colón de Madrid, proclives a creer en confabulaciones y que, sin saberlo, hacen un formidable trabajo de encubrimiento de la verdadera conspiración; tontos útiles, que decía Lenin. Todo para conseguir lo que los supervillanos de Marvel han intentado a lo largo de la historia sin conseguirlo: controlar el mundo.

¿TE HA PARECIDO CREÍBLE? CIERTAMENTE, RESULTA PROPIA DE UNA PELÍCULA DE HOLLYWOOD, PERO AUN ASÍ NOS SENTIMOS TENTADOS A CREERLA. ¿POR

QUÉ? Todas las teorías conspiranoicas están cortadas por el mismo patrón. Se caracterizan por tres elementos distintivos: un grupo poderoso, maligno y clandestino –Bill Gates–; los agentes que extienden su influencia a todos los niveles concebibles –la OMS, Fernando Simón...–; y un grupo de valientes e incomprendidos que tratan de desenmascararlos –la plataforma #StopConfinamientoEspaña–. Por supuesto, cada una tiene sus matices.

En el caso que nos ocupa, es una peculiar mezcolanza de viejas teorías aderezadas con miedos científicos y tecnológicos. La receta es simple: póngase en un recipiente la conspiración del nuevo orden mundial que quieren implantar las grandes fortunas como el Club Bilderberg, y sobre él extiéndase una crema pastelera hecha con el miedo a las antenas de telefonía móvil, el movimiento antivacunación y los manidos argumentos pseudocientíficos de los negacionistas del sida. Si todo esto se espolvorea con devotos creyentes en las medicinas alternativas, tendremos la tarta terminada. Como dicen los artífices de #StopConfinamientoEspaña en

Monstruos de la razón

La conspiración de la covid hunde sus raíces en una vieja obsesión que floreció durante la el siglo XVIII, en la época de la Ilustración, cuando se extendió la idea de que hay sociedades secretas ejerciendo el poder en la sombra. Es la época en que aparecen los rosacruces, los illuminati y los masones, que en los siglos siguientes estarán en el foco de todas las teorías conspiranoicas: “El masón al paredón”, se desgañitaban los antimascarillas en Madrid el pasado mes de agosto.

El creador de tales sospechas fue un farmacéutico francés, Charles Louis Cadet de Gassicourt (1769-1821), quien inventó toda una cadena de contubernios sobre la Revolución francesa que empezaban por la secta musulmana de los asesinos y seguían con los templarios, jesuitas, francmasones e illuminati, para terminar con los jacobinos. Que surgiera precisamente entonces no es casualidad: con la llegada de la Ilustración, Dios fue sustituido por la razón y el destino del hombre pasó de estar en manos de Él a terminar en las nuestras. Según comenta el experto en la Revolución estadounidense Gordon S. Wood, al pasar la historia a estar centrada en el hombre , “todo el pensamientoilustradodelsigloXVIIIseestructuró detalmaneraquelasexplicacionesconspirativasdeeventoscomplejossevolvieronnormales, necesariasyracionales”.GoyaloexpresóperfectamenteenunodesusCaprichos:elsueñodela razónproducemonstruos.

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Símbolo de los illuminati, que aparece en los billetes de un dólar.

En las teorías conspirativas de la covid-19 se mezclan viejos argumentos pseudocientíficos con el miedo a la tecnología

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Muchos conspiranoicos creen vivir en un mundo terrorífico, rodeados de amenazas. Uno de sus principales enemigos es la tecnología 5G –arriba, instalación de una antena–, origen de enfermedades y complots para controlar nuestras vidas. su documento Crónica del virus del miedo estamos ante una falsa pandemia “cuidadosamente planeada por una élite mundial, siniestra y criminal”. ¿Y las pruebas? Eso es clave en cualquier teoría de este tipo: no las hay. Y lo más llamativo, los conspiranoicos no las necesitan.

LO fundamentaL que necesitan demOstrar es

que La ‘ciencia OficiaL’, encarnada ahora en la OMS, está vendida a otros intereses y que, según los datos disponibles, lo que dicen no se sostiene. Lo que ha proporcionado esta munición a los antimascarillas de todo el mundo fue, entre otros, un vídeo lanzado en las redes sociales a principios de mayo y que en menos de una semana tuvo ocho millones de visitas: Plandemia. La estrella de este documental de 26 minutos era una viróloga especializada en retrovirus llamada Judy Mikovits. El contenido, realizado por la productora Elevate –responsable de otros vídeos apoyando teorías conspiranoicas–, tenía todos los ingredientes para convertirse en un gran éxito: el testimonio de una supuesta científica prestigiosa –censurada y perseguida por las grandes farmacéuticas–, una maquinación mundial que solo busca el lucro a costa de la salud planetaria y afirmaciones basadas en pruebas supuestamente científicas.

Famosos con apego al bulo

Si en la pandemia actual los conspiranoicos han tenido a su favor –en mayor o menor medida– voces conocidas como los cantantes Miguel Bosé, Enrique Bunbury y Madonna o el actor Woody Harrelson, cuando surgió el sida contaron, por ejemplo, con el cómico Bill Cosby –“fue iniciada por seres humanos para deshacerse de personas que no quieren (afroamericanos)”, afirmó– o el director de cine Spike Lee. Este último llegó a decir en un anuncio para Benetton que “el sida es una enfermedad creada por el Gobierno”. ¿La razón? En la primera década de la pandemia provocada por el VIH tubo una incidencia desproporcionada entre la población afroamericana, ya muy golpeada por la droga en la década de los 80.

Con la covid-19 ha vuelto a pasar. Que haya sido especialmente virulenta en la población mayor empujó a decir al expresidente boliviano Evo Morales que estamos ante un complot internacional de las “transnacionales que se reúnen” e imponen un “nuevo orden mundial”. Y para ello, “es importante una planificación que reduzca la población innecesaria. ¿Y cuál es la población innecesaria? Los abuelos, las personas de la tercera edad, los viejitos...”, declaró a la emisora argentina Radio con Vos.

Algunos llegan a afirmar que el coronavirus no existe y que la enfermedad se contrae por “factores ambientales”

Lanzado en un momento en que el ciuda dano medio tenía su vida trastocada y con la necesidad imperiosa de encontrar a un cul pable, su viralización fue inmediata. Plan demia presenta a Mikovits como “una de las científicas más brillantes de su genera ción”, cuando en realidad cayó en desgracia en 2009 tras publicar un artículo en la pres tigiosa revista Science, donde desvelaba que un alto porcentaje de pacientes con sín drome de fatiga crónica estaban infectados con un retrovirus de ratón. El artículo fue todo un bombazo habría que detener las transfusiones, por ejemplo , y diferentes laboratorios se movilizaron para verificar ese descubrimiento. Nadie pudo hacerlo, y aunque al final se vio que los resultados ha bían sido causados por una contaminación de laboratorio, Mikovits siguió con la vieja práctica de sostenella y no enmendalla.

Como esCribieron stuart neil y edward Campbell en la revista AIDS Research and Human Retroviruses, Mikovits “se convirtió en una científica que constantemente hacía afirmaciones sin base sobre los retrovirus de ratón como causante de una serie de enfermedades humanas”. Science retiró el artículo y el prestigio de Mikovits quedó en entredicho. La viróloga desapareció de la vida científica y el asunto se hubiera queda-

El cineasta Spike Lee afirmó que el sida había sido fabricado por su Gobierno para diezmar a los afroamericanos.

do olvidado en el cajón de las meteduras de pata de la ciencia si no hubiera aparecido como estrella de Plandemia.

En España, los negacionistas cuentan entre sus filas con una mé dico de familia, Natalia Prego Cancelo. En una charla publicada en el canal de YouTube Mindalia Plus afirma que las enfermedades sin causa conocida “tienen que ver con esa parte intangible, no material, que se manifiesta en lo material” y enfermamos porque se desequilibra nuestro “cuerpo astral”. En otro vídeo difundido en julio, Prego arremete contra las pruebas PCR porque dan “mu chos falsos positivos” y sostiene que “el premio Nobel que elaboró esta prueba dijo que no sirve para diagnosticar la enfermedad de covid-19”. Dicho inventor, Kary Mullis –que era, además, un negacionista del sida y del cambio climático, lo cual demuestra que recibir el Nobel no es antídoto para ser conspiranoico– murió en agosto de 2019, luego difícilmente pudo decir nada de la covid 19.

estos 'argumentos' ConvenCen a muChos defensores de las mediCi-

nas alternativas que pululan por nuestra sociedad, y algunos de ellos dan un paso más allá negando la existencia del mismo coronavirus: el impulsor de la protesta antimascarillas del pasado mes de agosto, un profesor de yoga y astropsicólogo llamado Fernando Vizcaíno, dice que “no existe ningún virus apocalíptico que esté matando a la gente”, o según contó al periódico El Mundo un tal Fernando, que trabaja como homeópata en Canadá: “Yo quiero que me abran un cadáver y lo saquen. Cuando me demuestren que existe, lo valoraré”. Entre los más prolíficos negacionistas del coronavirus estaba el canadiense de origen inglés David Crowe, que murió de cáncer el pasado mes de julio. En su blog The Infectious Myth afirmaba que muchas enfermedades consideradas infecciosas –como el sida, el ébola o la polio– no son provocadas por agentes víricos, sino por “factores ambientales”.

Los antivacunas también tienen su trocito de pastel: “La vacuna de Bill Gates, por el culo os la metéis”, gritaban el 16 de agosto los antimascarillas en la plaza de Colón. Entre los colectivos que suelen oponerse a las vacunaciones están los quiroprácticos. Así, la web del Centro Quiropráctico Juan Alonso, en San Sebastián, afirma que “si una persona se vacuna cinco años consecutivos [contra la gripe], sus posibilidades de desarrollar alzhéimer se multiplica por diez en comparación al que se ha vacunado una sola vez o nunca”. Y es que, para este gremio, la mayor parte de las enfermedades

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La victoria de Donald Trump en 2016, que atrajo el voto antisistema, ejemplifica la desconfianza creciente de los ciudadanos ante las autoridades públicas y las verdades oficiales.

provienen de lo que llaman subluxaciones vertebrales –un término no reconocido en la práctica médica– y que mediante una manipulación apropiada de la columna se fortalece el sistema inmune y se pueden tratar el asma, las infecciones de oído, los cólicos, el estreñimiento, la esclerosis múltiple, las migrañas... Todos estos negacionistas encuentran su caja de resonancia en revistas como Discovery Salud, caracterizada por oponerse a todo lo que representa la medicina científica. En su número de julioagosto afirmaba que “los cuadros de miedo, ansiedad y depresión que causó el estado de alerta (sic) y las medidas adoptadas hizo que el sistema inmune de muchas personas se deprimiera provocando inmunodeficiencias que aceleraron o provocaron su muerte”. Es posible que en un futuro este argumento lo adopten los negacionistas del Holocausto: quizá por estar encerrados en un campo de exterminio los judíos se murieron de miedo.

El caso Es quE cuando atravEsamos una crisis gravE rEsulta difí-

cil dar sEntido a una cascada dE EvEntos que parecen no responder a una cadena causal evidente. Las teorías de la conspiración no aportan una explicación simple a un mundo confuso, sino que atribuyen la responsabilidad a algún tipo de poder oculto. “Las personas que se sienten impotentes tienen más probabilidades de creer en ellas”, dice el psicólogo Jan-Willem van Prooijen, de la Universidad Libre de Ámsterdam (Países Bajos).

Dos politólogos expertos en teorías de la conspiración norteamericanas, Joseph E. Uscinski y Joseph M. Parent, publicaron un artículo en 2011 con un título revelador: Las teorías de la conspiración son para los perdedores. Según estos autores, ofrecen una salida para quien se siente alienado: no me gusta hacia dónde se dirige mi vida y posiblemente no voy a poder cambiarlo, pero al menos entiendo cómo funciona verdaderamente el mundo y sé que no es culpa mía. Diversos estudios apuntan a que quienes suelen creer en conjuras son las personas de bajo nivel socioeconómico, junto con aquellos que se encuentran o se sienten excluidos y los que piensan que su vida está fuera de control. “Cuando la gente se siente impotente, ansiosa o amenazada, las teorías de la conspiración ofrecen alivio”, dice el psicólogo social de la Universidad de Northumbria, en Gran Bretaña, Daniel Jolley. Como explicara de forma muy gráfica el periodista Richard Grenier sobre la película de Oliver Stone JFK, “son la sofisticación del ignorante”.

En esta línea, y según Michael Barkun, profesor emérito de Ciencias Políticas de la Universidad de Siracusa (Nueva York), el atractivo del conspiracionismo se sustenta en tres puntos: explica lo que un análisis

“Cuando la gente se siente impotente, ansiosa o amenzada, estas teorías ofrecen alivio”, explica un psicólogo británico

getty Activistas antivacunas protestan en San Diego (California). El rechazo a estos fármacos tiene su origen en una investigación de 1998 que los vinculaba con el autismo, pronto desacreditada por la comunidad científica.

convencional no revela; da sentido maniqueo a un mundo que de otra forma sería confuso; y finalmente, se presenta como un conocimiento secreto, desconocido o no apreciado en su totalidad por los demás, lo que potencia ese sentimiento de salvador y de sentirse superior por saber algo que el resto del mundo ignora.

A todo esto hay que añadir que los ciudadanos cada vez confiamos menos en las instituciones públicas. El más claro ejemplo de esto fue la llegada al poder de Donald Trump: los republicanos rechazaron en masa a los candidatos propuestos por las élites de su partido y apoyaron a uno absolutamente antiestablishment.

Esta desconfianza llega a que no nos creamos lo que nos dicen los medios de comunicación. Curiosamente, la clase política suele echar leña a esta hoguera: basta con recordar cómo el actual vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, defendía hace un par de años que el Parlamento debía controlar lo que decían los medios porque estaba en manos de millonarios poderosos que los usaban en su propio beneficio. ¿Qué le queda al ciudadano? El tremendo efecto multiplicador de las redes sociales, que se han convertido, como dice el sociólogo británico Will Davies, en “un acceso más puro e inmediato a la verdad”: los periodistas ciudadanos serían más fiables, no estarían a sueldo de instituciones corruptas, y solo por eso serían honestos, aunque vendan las ideas más alocadas.

Por otro lado, es más que probable que cualquier intento por controlar o desenmascarar los bulos que corren por la Red sea una estrategia inútil para impedir la propagación de creencias conspiranoicas: por un lado puede verse todo ese esfuerzo de borrado como una policía que persigue ideas que no están en la línea de lo que deciden los poderes fácticos. ¿Acaso no se destapó hace pocos años que Facebook y Google entregaban información de ciudadanos a los servicios de inteligencia? Por otro, cualquier campaña para desacreditar las patrañas consigue justamente lo contrario: reforzar la creencia en la conspiración. Las 900 páginas de la investigación oficial sobre la muerte de la princesa Diana en 1997, conocida como Operación Paget, que costó casi cuatro millones de libras y en la que participaron más de una docena de detectives de Scotland Yard, no sirvió para acallar los rumores: la mayoría de los ingleses –y quizá tú todavía creen que hubo una confabulación para matarla.

En 2014, DaniEl JollEy y KarEn M. Douglas Encontraron quE si a una

pErsona sE lE proporcionaba inforMación a favor del movimiento contra las vacunas, entonces mostraba una mayor reticencia a inmunizar a sus hijos que si recibía información anticonspirativa. Algo que confirma lo que en 2006 los científicos sociales Brendan Nyhan y Jason Reifler llamaron efecto del tiro por la culata: todos los esfuerzos por desmontar información política errónea o imprecisa puede hacer que la gente se convenza más de que es correcta. No está muy claro cuáles son los mecanismos que operan para que esto suceda, pero parece que una creencia, cuanto más ideológica y emocional es, más resistente resulta a las pruebas en contra.

Según han descubierto Michael Wood y Karen Douglas, psicólogos de la Universidad de Kent (Inglaterra), los conspiranoicos dedican sus esfuerzos a criticar la explicación oficial, y pocos o

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ninguno a demostrar sus propias ideas. Esta forma de razonar es propia de las pseudociencias, como la parapsicología o la ufología: no buscan explicar el fenómeno, sino demostrar que no tiene una explicación natural.

Además, lAs teoríAs de los complots son unA vAriAnte de lA pAreido-

liA, el fenómeno por el cual encontramos patrones donde no los hay, como ver caras en las nubes. Josh Hart, profesor de Psicolo gía en el Union College de Nueva York, descubrió en 2018 que los creyentes en las conspiraciones tienden a ver más intencionalidad en el movimiento aleatorio de unos triángulos en una pantalla que quien no cree. Dicho de otra forma: para un conspiranoico, la ca sualidad no existe.

Discernir entre una confabulación real y otra ficticia es un pro ceso fundamentalmente subjetivo, y eso hace que las ideas cons piranoicas se cuelen en todos lados, hasta en los juzgados: en el famoso juicio de O. J. Simpson en 1995, sus abogados consiguieron convencer al jurado de que había una maquinación urdida por la

Un arma muy útil para no caer en las redes de estas patrañas es desconfiar de las explicaciones complicadas y que requieren de una cadena de engaños

policía contra su defendido. Nadie está a salvo de caer en las redes mentales del conspiracionismo.

Pero no todo está perdido, existen algunas armas para intentar que no nos vendan gato por liebre. La primera es un principio filosófico muy conocido llamado navaja de Ockham: la explicación más simple, la que requiere de menos hipótesis auxiliares, es la más probable de ser cierta. Normalmente, las teorías conspiranoicas son muy complicadas y requieren de una cadena de engaños tan compleja, una inteligencia maliciosa tan formidable y un pacto de silencio entre los conspiradores tan profundo que de por sí resulta increíble.

Además de sentido común, debemos tener un conocimiento suficiente de la historia. Y si hay algo que esta nos enseña son dos cosas: que las casualidades existen y que la mayoría de las verdaderas conspiraciones acaban fracasando. Ya decía Maquiavelo que conspirar conlleva muchas dificultades y riesgos, a lo que el filósofo de la ciencia Karl Popper añadía: “Rara vez triunfan, y si lo hacen, el resultado es distinto al buscado”.

Pese a que las pesquisas han dado por cerrado el caso, entre el público cunde todavía la sospecha de que hubo una mano negra detrás del accidente de Lady Di y Dodi al-Fayed en París en 1997. A la izquierda, memorial de la pareja en los almacenes Harrods de Londres. Portada del diario The Philadelphia Inquirer con el asesinato de John Fitzgerald Kennedy (1963).

El factor muerte

C ordon

Paraquetriunfen,lasteoríasconspirativastienenquecumplirdosrequisitos:contenercierto posodeverdadyresultarlosuficientementerazonablescomoparaserplausibles;debehaberuna pizcadedatosciertosenuncalderodefantasía. UnestudiodelaBritishPsychologicalSocietyrealizadoen2005encontróalgocuriosoquepuede arrojarluz:acuatrogruposdepersonasselesofrecióvariasversionesdeunmismoevento,elatentadocontraunpresidente.Enlaprimera,moría;en lasegunda,loheríanperosobrevivía;enlatercera tambiéneraherido,perofallecíadeunataqueal corazónalospocosdías;yenlaúltima,salíaileso. Puesbien,laspersonaseranmáspropensasasospecharunaconspiraciónenaquellasversionesen lasqueelmandatariomoría,apesardequeelresto delainformaciónproporcionadafueraidéntica.

royals / Charles Platiau

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