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De palabras
CURIOSITY DE PALABRAS
EL EXITOSO MÉTODO LINNEO
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En 1731, el científico, naturalista, botánico y biólogo sueco Carlos Linneo ideó un sistema –nomenclatura binomial, se denomina técnicamente– que, desde entonces, se utiliza para nombrar de forma sencilla a los seres vivos.
Hasta ese momento, muchas de las especies animales y, sobre todo, vegetales tenían nombres que la mayor parte de las veces no eran sino una descripción, más o menos detallada, del espécimen en latín. Por ejemplo, a una planta herbácea muy común en Europa, y que se utiliza para combatir catarros y enfriamientos, se la conocía como plantago follis ovato lancoolatis pubescentibus –en castellano, llantén con hojas pubescentes ovalolanceoladas–.
Lo que propuso Linneo fue clasificar a todos los seres vivos solo mediante dos palabras en cursiva: la primera, con su primera letra mayúscula, designa el género al que pertenece; mientras que la segunda determina el nombre de la especie. Así, nuestro largo llantén de hojas pubescentes se convierte en un simple Plantago media.
Actualmente, cuando se identifica una nueva especie, sigue siendo bautizada según la vieja nomenclatura linneana. A veces, tiene que ver con el lugar en el que aparece o con sus descubridores y, otras, con algún personaje popular. He aquí algunos ejemplos: Mozartella beethoveni, insecto así llamado en honor de Mozart y Beethoven; Legionella shakespearei, bacteria que homenajea a William Shakespeare; Lutheria splendens, planta que recibe su nombre de Martin Luther King; Mesoparapylocheles michaeljacksoni, un cangrejo extinto cuyo apellido recuerda a Michael Jackson; o Phialella zappai, una medusa cuyos tentáculos parecen asemejarse a los bigotes del músico Frank Zappa.
En el ámbito de las arañas encontramos también la huella taxonómica de un buen número de famosos, desde Angelina Jolie –Aptostichus angelinajolieae– a Barack Obama –Aptostichus barackobamai–. A ver qué se les ocurre para Trump.
Lámina del siglo XVIII con plantas clasificadas con el entonces nuevo sistema del científico sueco.
H.O.L.M.E.S.
Basta con mencionar su gorra de cazador, su pipa o su frase favorita, –“Elemental, querido Watson”, que, por cierto, solo pronuncia en las adaptaciones cinematográficas– para que todos pensemos de inmediato en él. Creado en 1887 por sir Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes protagonizó cuatro novelas y 56 relatos antes de que su autor decidiera matarlo, en 1893, haciéndole caer por unas cataratas mientras luchaba con su mortal enemigo, el profesor Moriarty. Fue tal el trauma en la sociedad londinense del momento que años después Conan Doyle tuvo que revivirlo.
Cuando en 1985 vio la luz el primer sistema informático que coordinaba distintos cuerpos de seguridad en el Reino Unido, para la investigación y seguimiento de todo tipo de delitos graves, se le designó no por azar Home Office Large Major Enquiry System; es decir, el H.O.L.M.E.S.
GLIPTOTECA
Ese es el nombre que reciben los museos de escultura: una preciosa palabra que procede del griego: está formada por gliptós –grabado, esculpido–, y teca –colección–.
¡MARCHANDO UN BISTÉ!
Este vocablo llega desde el inglés beefsteak, de beef –buey– y steak –tajada–. En español, el Diccionario de la RAE registra dos posibilidades igualmente correctas, bisté y bistec, con sus respectivos plurales, bistecs y bistés, e incluso alguno inesperado que se escucha en países de América, bisteques o bisteces. La alternativa sencilla es decir filete.
GRIEGOS Y TROYANOS
SE LLAMA TROYANO AL VIRUS INFORMÁTICO QUE, camuflado en un programa o una aplicación aparentemente inofensivos, se instala en los ordenadores y abre la puerta a otro software malicioso. Su nombre tiene que ver con el caballo de madera que, en la guerra de Troya, los griegos dejaron como regalo después de años de lucha, y que les permitió tomar la ciudad al llevar en su interior un grupo de soldados que abrieron las puertas.
Lo chocante del caso es que, en realidad, los soldados que entraron ocultos en el caballo eran griegos, y los troyanos, quienes abrieron sus puertas al caballo.