LA LLAVE Todo comenzó con una llave dentro de un sobre. Una llave de hierro forjado ornamentada con dos corazones entrelazados. La llave fue la raíz de todo. La vida de Julieta y Dante se unió gracias a ese pequeño objeto de metal. El otoño recién había llegado. Las hojas de los árboles caían lentamente danzando entre los brazos del viento. Ella paseaba como cada tarde por la senda adoquinada de su parque favorito. Un parque a las afueras de la ciudad del Norte. Asentado sobre una colina, tras la cual el mar infinito lo abarcaba todo. Al sentarse en su banco de siempre, reparó en un pequeño sobre amarillo. —¿Qué contendrá? —murmuró intrigada, antes de coger del bolso un libro y ponerse a leer. Sus dedos fueron pasando las páginas, pero a ratitos no podía evitar mirar de soslayo el sobre. Libro, sobre, libro, sobre. Hasta que su curiosidad fue más fuerte que ella y decidió abrirlo. En su interior, se encontró una llave que colgaba de una cadena de plata. Y junto a ella, una pequeña nota. Desdobló el papel y leyó cada una de las palabras que contenía: “Si esta llave ha llegado a ti…Es que el destino marcado por las estrellas, ha decidido que tú seas el elegido/la elegida. De ti depende que muchas puertas se abran o se cierren para siempre. La llave vibrará y hablará en el momento adecuado. Deberás prestar mucha atención.” Al terminar de leer, confundida y temerosa guardó el contenido hallado dentro del sobre. Dudó, pero después de unos minutos decidió hacerse cargo de lo que había encontrado. Abrió el sobre, cogió la llave y se la colgó al cuello antes de pronunciar: —¿Qué puedo perder? —¿Qué puertas abrirá? —pensó Julieta al acariciarla. Lo que nunca imaginó fue lo que esa llave tenía preparado para ella. Desde aquel día su vida cambió. Cada vez que pasaba cerca de una persona necesitada de ayuda, la llave vibraba produciéndola escalofríos. Y en su mente se reproducían imágenes que la explicaban la misión que debía llevar a cabo. Y ella lo hacía. Sin rechistar. Al terminar, se sentía mucho mejor consigo misma, al haber ayudado y devuelto la felicidad a aquellos corazones con los que había tropezado. Todo estaba saliendo según lo previsto. Con suma facilidad conseguía cumplir sus misiones sin fallar. Y se sentía muy orgullosa. Un año atrás su vida se había
desmoronado. Su mejor amiga había muerto, y desde entonces se había sentido totalmente perdida. Sin un alma afín. Sin sueños. Sin embargo ahora, con la llave todo era distinto. Tenía metas e ilusiones. Se sentía muy orgullosa de cada uno de sus pasos. Al principio dudó de sus capacidades, pero tenía don de gentes y eso la hizo convertirse en una gran elegida. Pero todo cambió a partir de la nueva misión de la llave. Al llegar a su banco como cada tarde se encontró a un chico, al que no había visto nunca por el parque, sentado en él. —¿Qué hace en mi banco? —se preguntó intrigada—. ¿Quién será? Solo ella se sentaba allí por las tardes, jamás había visto a otra persona. Pero en pocos segundos obtuvo su respuesta. La llave vibró y la mostró que debía acercarse al chico, ayudarle y devolverle la felicidad. Él, era su nueva misión. Sin pensárselo dos veces, se sentó a su lado como si el banco estuviese vacío. —¿Qué haces? —le dijo el chico atravesándola con la mirada enfadado. Ella no pudo evitar sonreír divertida antes de pronunciar: —Es mi banco, lo siento pero no pienso marcharme. Si pensaba que por ser borde con ella le iba a ahuyentar, lo llevaba claro. Debía llevar a cabo una misión y no pensaba defraudar a su llave. —Los bancos son públicos, no tienen dueño —dijo él con cara de pocos amigos. —¡Éste sí! Ves. Aquí pone mi nombre: J-U-L-I-E-T-A —pronunció la chica deletreando su nombre grabado—. Además me siento en él cada tarde y a ti no te había visto nunca por aquí. —Como quieras. Pero no pienso marcharme —contestó el chico mirándola de manera fría y distante. —Nadie te ha pedido que lo hagas —contestó ella sonriendo de nuevo mientras el chico hacía que la ignoraba y centraba su vista en el infinito horizonte. Julieta sacó de su bolso un libro y se dispuso a leer. Antes de hacerlo no pudo evitar recordar su imagen. Su cuerpo delgado, su piel blanca como la nieve, sus ojos negros de mirada profunda y fría, su pelo enmarañado cayendo en pequeños tirabuzones sobre sus hombros… En las tardes siguientes no hubo ningún cambio. Él miraba al infinito con la mirada totalmente perdida. Ella leía y lo miraba, leía y lo miraba. Entablaba conversación, pero siempre era contestada con monosílabos y desaires. Ni su nombre había sido capaz de sonsacarle.
—Tengo que abrir su corazón, saber porque se siente tan triste, ayudarle… —se repetía Julieta una y otra vez en sus pensamientos, entre soplidos de desánimo. Pero el chico no daba su brazo a torcer. Se había prometido a sí mismo no abrir más su corazón, y menos a aquella desconocida pelirroja de ojos verdes y sonrisas radiantes. Por muy guapa que le pareciese, no cedería. Su corazón estaba destruido y no le daría la oportunidad de rompérselo aún más. A nadie. Lo que Dante no sabía es que Julieta solo quería ayudarle. Que aquella chica de ojos color esmeralda le podía entender mejor que nadie. La llave no paraba de vibrar y Julieta se estaba volviendo loca, ya no sabía qué más hacer para que él abriese su corazón. El chico poseía una armadura de metal gris imposible de destruir. Se sentía cansada, sin fuerzas. Inútil por primera vez en aquellos meses desde que encontró la llave. Los días fueron pasando, y la situación no mejoraba. Y la misma noche en la que decidió darse por vencida con él, y quitarse la llave de su cuello para siempre, un sueño le hizo cambiar de opinión. Soñó y al despertar supo que tenía que regresar al parque y dar todo de sí, o no se lo perdonaría nunca. En su corazón se había instalado un mal presentimiento. Presentía que no tenía mucho tiempo para cumplir su misión. Mientras caminaba hacia su parque, atravesando las calles de la ciudad a toda prisa, las imágenes de su sueño se repetían una y otra vez dentro de su cabeza. En su sueño, ella y Dante eran los protagonistas. <<Ella caminaba entre la espesa niebla, descalza, con su llave mágica en la mano. A su alrededor: hierba verde, árboles y tinieblas. En mitad de la nada encontró una vieja puerta de madera con una cerradura de hierro. La llave vibró en sus manos y ella decidió probar suerte. Giró la llave agarrando del pomo plateado, y la puerta se abrió. Tras ella más niebla. Y bajo sus pies al caminar… Bajo sus pies, verde hierba y un líquido caliente que la hizo estremecerse. Se agachó y al acariciar el líquido con las yemas de sus dedos supo que era sangre. Asustada decidió retroceder pero su llave volvió a vibrar y la impulsó a correr hacia adelante. Tras pocos segundos se encontró con la silueta de un chico moribundo en el suelo. Al agacharse lo reconoció. Era el chico del parque. Julieta se estremeció. Se estremeció entre lágrimas al verlo allí, muriendo sobre la hierba, solo. Tenía su torso desnudo empapado en su propia sangre caliente, que a cada segundo se derramaba desde un corazón de metal. Corazón cuyas puertecitas estaban abiertas de par en par. A cada aliento de respiración la vida del chico expiraba un poco más. Ella lo tocó. Intentó cerrar las puertecitas para que su corazón dejase de sangrar, pero chirriaban bajo su tacto. Su vida estaba en sus manos.
—¡Tengo miedo de romperlas! —gritó sin que nadie le escuchase. Y su llave no paraba de vibrar. De pronunciar imágenes. Imágenes en las que el chico intentaba suicidarse. En las que aquella belleza de piel pálida y ojos negros, miraba el infinito mar que tenía enfrente mientras pensaba en su amigo muerto en un accidente de tráfico. Mientras pensaba en su ex-novia, que por su tristeza había decidido decirle: ¡Adiós Dante!, y buscarse a otro mucho más divertido. A Julieta se la encogió el corazón. Ella sabía perfectamente cómo podía sentirse, ella había pasado por la misma situación. Sin amor, sin sueños, sin su amiga. Sola. Y gracias a la llave había encontrado su rumbo de nuevo. —Conseguiré que seas feliz —pronunció cerca del rostro del chico, antes de introducir su llave en la cerradura que poseía una de las puertecitas. Y la puerta cedió a sus caricias, y Julieta consiguió cerrar su corazón de metal y girar la llave. Y la sangre dejó de brotar. Y con sus manos ensangrentadas acarició su frío corazón. Le susurró: <<Todo saldrá bien>>. Y se sintió aliviada por unos instantes. Al observarlo embobada vio como el chico de ojos negros abría sus párpados y la miraba de forma profunda, con una leve sonrisa en sus labios. Y tras esa mirada, Julieta despertó. >> Nerviosa. Con lágrimas en los ojos y su boca seca de angustia. Con su corazón latiendo desbordado, corrió y corrió hasta llegar al parque. Pero el chico no estaba sentado en su banco. Y el mal presentimiento aumentó a cada segundo acontecido dentro de sus venas. Y siguió avanzando impulsada por la llave hasta llegar unos metros más allá, hasta llegar al borde del acantilado. Y el cielo angustiado decidió llorar y acompañarla en sus lágrimas. Dante miraba el mar con ansias de sumergirse en él para siempre. Agua en su corazón, agua a su alrededor. Julieta temerosa gritó su nombre con todas sus fuerzas. Y él la miró perplejo, más asustado que nunca. No entendía cómo ella podía conocer su nombre. Y ella llegó a su lado. Y él se acercó más al abismo señalándola con la mano que no se acercase más. Pero Julieta no se contuvo. Y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba a su lado, sosteniendo su mano. Él nervioso, sin saber cómo reaccionar, sintió que sus pies temblaban sobre la tierra. —Si decides lanzarte al vacío me llevarás contigo —pronunció la chica entrelazando sus dedos con los de él y mirando al horizonte. —¡Aléjate de mí! — le pidió él entre sollozos ahogados intentando deshacerse de su mano. —No pienso dejarte. Yo también perdí a mi mejor amiga. Sé cómo te sientes —le dijo la chica apretándole la mano con más fuerza y acariciando su rostro con la mano que le quedaba libre.
El chico la miró desconcertado. No sabía quién era aquella chica, no entendía por qué sabía tanto de él. Y no tenía fuerzas para seguir haciéndose preguntas. Abatido decidió dejarse caer… Y su trasero se estampó sobre la verde hierba, y Julieta cayó de rodillas sobre su cintura. Y la lluvia los empapó por completo, pero a ellos no les importó. Seguían con sus dedos entrelazados. Y mirándose profundamente a los ojos en silencio, respiraron aliviados. Fue en ese momento, al perderse en su mirada, cuando Dante encontró en sus pequeños ojos color esmeralda un rayito de esperanza. La luz tras la absoluta oscuridad. A escasos centímetros, un precipicio en cuyo final las olas golpeaban fuertemente las rocas, desgastándolas. Y Julieta comprendió hasta qué punto podía abrir y cerrar puertas con su llave. Aquella tarde había abierto la puerta de las segundas oportunidades para Dante, y había cerrado la puerta de la Muerte. Desde aquella tarde la vida de ambos volvió a cambiar. Y todo gracias a una llave. Una llave de hierro forjado ornamentada con dos corazones entrelazados.
Marzo del 2013
*Relato participante en la ANTOLOGÍA LA LLAVE, de descarga gratuita, creada por Mireia (Elle Levy).