SANGRE REBELDE *Dedicatoria: A aquellos que lloraron sabiendo los motivos y decidieron que sus lágrimas se convertirían en lucha infinita. A mi abuela Nieves López González, el ángel que siempre me acompaña. A la memoria de mi abuelo Moisés Bañuelos Marcano, que fue un corazón guerrero hasta el último suspiro. A la memoria de mi padre, Feliciano Vicente Bañuelos López, que me enseñó a luchar con su rebeldía. Mis lágrimas se convertirán en gotas de sangre roja.
“La pluma en la derecha. El Corazón a la izquierda. Y tú por todas partes.” - Francesc Miralles -
Prólogo: ATARDECER Atardecer. Oscuridad, frío y silencio perpetuo. Eso era lo único que lograba sentir a mi alrededor. Dentro de mis venas ronroneaban toneladas de agua congelada. De lágrimas convertidas en nieve que no lograban salir al exterior. Nieve, ese fue mi apodo durante mucho tiempo por culpa de mis lágrimas heladas. Y entre lágrimas, las gotas de sangre se cristalizaban ahogándome. Paralizaban mis sentidos. Apresurando y debilitando los latidos de un corazón que no encontraba el camino de regreso a casa. Un corazón que necesitaba vida para sentirse vivo, y al susurrar solo encontraba muerte. Y con la muerte más silencio. El silencio que comienzan a gritar los muertos desde que su corazón deja de latir y sus ojos se cierran. Nuestros muertos. El silencio que penetra en el alma de los vivos que los añoran constantemente. Oscuridad, frío y silencio perpetuo. Las noches eran más umbrías que de costumbre. Y los días, eternos crepúsculos de cielo gris y nubarrones negros. Fue, en uno de esos días de sol en la tierra y nubes negras en mi corazón, cuando decidí viajar con la mente y cerrar puertas. Caminar hacia atrás en busca de luz. En busca de una luz que me ayudase a convertir los atardeceres en amaneceres. Los días de sol en días sol. Los días grises de lluvia en días de sonrisas resplandecientes. Y las noches…las noches en plácidos sueños que me mostrasen los buenos recuerdos, los anhelos y las estrellas relucientes. Sucede que a veces para volver a encontrarnos a nosotros mismos debemos viajar al pasado de aquellos que nos dieron la vida. Y así, poder descifrar lo que llevamos dentro de la sangre. Esas pinceladas invisibles que imprimen nuestro carácter. Esas pinceladas de las que a veces no somos conscientes. Porque estamos ciegos y sordos. Porque no sentimos.
¿Quién no se ha sentido un barco a la deriva en un mar inmenso tras la muerte de sus seres más queridos? ¿Quién no ha tenido que luchar para intentar encontrar el camino a recorrer? ¿Quién no ha mirado hacia atrás alguna vez? ¿Quién no ha tenido que escribir en un papel su lucha para no olvidarla y crecer? Eso hice yo. Anotar lo acontecido en una libreta negra, con algunas pinceladas de otras libretas del mismo color. Para que quedase constancia de mi lucha. De la lucha de otros. Para con el tiempo tener un sitio al que volver y recordar. Recordar la lucha, los sentimientos, los acontecimientos, los miedos, los sueños. Recordar y no olvidar. Nunca olvidar. Y eso hice yo, escribir mi aventura en pequeñas libretas negras.