Vol. 35 # 3
AUTUMN / OTOÑO, 2016
HOMENAJE A
JORGE CAMACHO
Queridos amigos:
lindenlanemag@aol.com http://www.lacasaazul.org www.lacasaazulcubana.blogspot.com
Jorge Camacho
Founded in March 1982 by Heberto Padilla & Belkis Cuza Malé Publisher and Editor: Belkis Cuza Malé Assistant Editor: René Dayre Abella Copyright © 2016 LINDEN LANE MAGAZINE Una subscripción a LINDEN LANE MAGAZINE en los Estados Unidos: $70.00 para individuos, y $90.00 para instituciones. ISSN 0736 - 1084 It is a publication by Linden Lane Magazine & Press P.O. BOX 101582 FORT WORTH, TEXAS 76185-1582 2
El número de otoño siempre trae un aroma especial, una nostalgia que se identifica con las hojas cayendo suavemennte sobre el cesped, y las noches cubriéndolo todo con la magia de la temprana penumbra. Especialmente para nosotros, los que nacimos en Cuba y nunca conocimos cambios reales de estaciones. Siempre verano, y el otoño era, por supuesto, inexistente. Y aunque en Linden Lane Magazine tampoco notamos la diferencia entre los meses, éste, el de otoño (Volumen 35 #3), viene cargado de “nostalgias”, es decir, de fotografías cándidas de los autores, que esta vez son los que lo ilustran con sus rostros. La portada es un homenaje al gran pintor surrealista cubano Jorge Camacho, fallecido en el 2011. En Poesía tenemos esta vez al gran Armando Álvarez Bravo, a Maya Islas y a Luis González-Cruz. Les sorprenderá, además de leer la excelente poesía de los tres, descubrir cómo eran décadas atrás Armando y Maya. De González-Cruz no pudimos conseguir fotos, sólo las portadas de sus quince libros publicados. Otoño viene con una sorpresa: un escritor invitado, un escritor en residencia. Se trata de Antonio Ramos Zúñiga. ARZ, como suele firmar en su blog, y será una grata sorpresa para los lectores. Poeta, narrador, historiador, arquéologo, arquitecto y “fotógrafo callejero”, ARZ es un erudito, un renacentista, lleno de experiencias en todos los campos que ha abordado. Por el momento vive en México, realizando trabajos de arquelogía, pero podemos seguirle las huellas leyéndolo. Suele escribir artículos muy buenos, y ha publicado dos novelas formidables, y un libro que ya es un clásico: La ciudad de los castillos. Por todo esto lo he invitado a nuestras páginas, como escritor y como fotógrafo. También, Leonel Menéndez Álvarez, autor hasta el momento de un sólo libro, En el barrio de los mangos, lectura deliciosa, que recomiendo no se pierdan. Roberto Luque Ecalona, a su vez, escribe sobre Nicasio Silverio (Nicky), recientemente fallecido y del cual Linden Lane Press publicó su libro de poemas No hay en mí habitación vacía. Hermoso artículo que descifra con elocuencia quién era realmente Nicky, nuestro querido amigo. Orlando Luis Pardo, con su gran prosa, nos devuelve a una generación de la que él forma parte y que sólo atinamos a conocer a través de los velos de la censura. Ramón Muñiz prologa el libro de poemas de una figura legendaria e injustamente olvidada de la poesía cubana, Serafina Nuñez. Ena Columbié escribe una nota sobre Poesía exiliada y pateada, la antología realizada por José Abreu Felippe. Yo, por mi parte, les ofrezco mi mirada personal tras la lectura de Orgía de Palabras, un libro que no sólo abarca la poesía más reciente de Baltasar Santiago Martín, sino que ilustra sus páginas con las fotos de su vida y de esos sobre quienes ha escrito poemas. Un libro especial, único, diría yo. Es todo, y es mucho lo que trae este número de otoño, que espero disfruten. Muchas gracias y bendiciones, Belkis Cuza Malé Directora
ARMANDO ÁLVAREZ BRAVO Armando Älvarez Bravo, 1962
JARDÍN ABANDONADO
Arien Xuan López
La densa vegetación y la alfombra de hojas y ramas, propicia a la lentitud de los pasos, rezuman humedad. Mudo crecimiento todo se dispone en la penumbra con hermética belleza. Una ténue luz se filtra a través de las copas de los árboles y se difunde minuciosa, esplendida.
AUSENCIA DEL ANGEL
Busco al ángel. Su rigurosa ausencia gravita sobre mí sumiéndome en el vacío. Me falta. Casi como el corazón de un amigo olvidadizo o una luciérnaga. Y soy ya muerto a toda inocencia.
Armando Älvarez Bravo, 2016
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JAMÁS UN USO DE ENCRUCIJADAS
EL ARQUERO
Con la solidez de lo débil, ignorada, la casa resiste todos los golpes, los cataclismos, oculta por edificios cada vez más altos. Al otro lado del mar, un uso de encrucijadas poblaría la fresca brevedad de sus estancias. Aquí es secreto, exclusivo patrimonio del que ahora toma deslumbrada posesión un limpio mirar.
Aguarda desde siempre, con quietud de forastero, sin blanco preciso: sitio vulnerable. Enorme resulta la tierra a su espalda tenaz de silencioso, el recorrido. Pero ahora sólo es cierta su imagen prevaleciendo en la mutua posesión, en pensamientos unánimes, el arco tenso. Hace tiempo que reposa, oculto.
Y ya cuenta poco el crepúsculo. Armando Álvarez Bravo, 2016
ARMANDO ÁLVAREZ BRAVO
“(...) la espera sonriente de la noche en su dicha apretada con el cuerpo estelar de las palabras que muestra Álvarez Bravo, no se reiteran con frecuencia en nuestra poesía actual”.
SINGLADURAS Singladura es un término marítimo que define la distancia recorrida y el rumbo de una nave. Eso es lo que mantiene el autor en este libro que refleja la continuidad de su obra. La componen dos libros de poemas: Memorias, desmemorias y El dominio. Un libro bien vario de pensamientos y, «quisiera, de tersas ramonianas ‘greguerías’» con el título de: Entrevistos, destellos y certidumbres. Estos pensamientos asombran al lector por su profundidad y sabiduría. Y al final una colección de relatos: Cuatro cuentos. Ediciones Universal 4
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Prólogo de José Lezama Lima al libro Relaciones (UNEAC, 1973).
De izquierda a derecha: Manuel Díaz Martínez, Roberto Branly, César López, José Lezama Lima, Fayad Jamís y Onelio Jorge Cardoso, 1967
TARDE DE VERANO EPITAFIO Es posible que un nombre descubra todas las complacencias, mas la belleza de los nombres perdidos no dejó de ser propósito. Nunca fuiste más allá de tus deseos, replegado como un animal doméstico al abrigo de una secreta tibieza: extraño de ti mismo a sabiendas.
Es al atardecer, en el verano, mientras bebemos sin prisa sentados calladamente en los viejos muebles de mimbre de la terraza, cuando tenemos la certeza de que alguien, ya perdido, irrecobrable, nos es necesario. Cede el bochorno, y un pensamiento varado en otro agosto, pisa los talones de la noche, entristeciendonos.
Armando Álvarez Bravo (La Habana, 1938), es un poeta, crítico, ensayista, narrador y periodista. Autor de más de 40 libros. Miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua; correspondiente de la Real Academia Española y la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Es fundador y ex presidente del PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio. Como crítico de arte publicó, en 2015, El arte cubano en el exilio. Su libro más reciente es Singladuras, del cual forman parte estos poemas. Reside en Miami.
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MAYA ISLAS 3 Pueblo extraño que crece como senos en cuerpo de mujer, e inicia su muerte filosófica bajando por la noche hacia una puerta cubierta de preguntas. De noche, cerca de él, huele a planeta, y una sensación agradable flanquea los techos, llevándolos a la humilde experiencia del calor fino del corazón. Este pueblo inaccesible posee soles de un tiempo bíblico y un pozo dedicado a la purificación de sus habitantes: maderas y certificados de nacimiento salen al paso, chocan con el río, se levantan entre dogmas y ceremonias. Debe ser el miedo el que sacude la risa de esta gente, porque he visto en sus ojos cómo se rompen los panes y las luces que alumbran sus murallas como si en sus mesas nada prosperara, y la historia cayera de sus caras a iluminar el evento de un beso. Por eso sugiero cambiar el gesto de la oscuridad con el ruido de sus almas que en este ritual, se hace responsable de su suerte, mientras éste abastece la planicie con un himno de monedas con el que puedan comprar el Universo.
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Maya Islas, 1995
6 En este pueblo todos seleccionan a los habitantes del reino. El sol emana de sus ojos y un murmullo llena la ciudad con un manantial que espera la caída de la eternidad. Y es con este ruido con el que las casas marchan hacia los hombres, desajustando las máscaras de las orejas. Por ese tiempo, la vida desintegraba las metáforas, preparando las miradas, que como lechos, recibían la canción de la inocencia. Aquí nadie es responsable del Universo, ni entra en el purgatorio espontáneamente; la mujer que rige, viaja al centro de su herida transfigurada por las flores; por eso en las selvas personales de estos hombres la ciudad acoge a los relámpagos en el medio de la nada.
Maya Islas, de bebé
Ola # 3 Ya queda poco, por las venas suceden las huidas y la limpieza del mármol que habita los espacios interiores de todos los que han nacido sobre la Tierra. Cada paso parece una primavera con cuerpos inundados por las flores. El mar no entiende estos ruidos personales y se escapa libre murmurando.
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“El paisaje cambia tres veces, III” El pueblo sale a buscar su sol. Su arquitectura permite la salida del agua. Dejen que el agua hable. Hay silencio y solitario es aquel que cambia el paisaje. Las casas duermen solas y una mano cuida la noche como un ángel.
Maya Islas con Olga, su mamá
Piedra # 1 El café está listo. Mi pelo rompe las leyes del milagro y recibo a todos despoblada de veranos llenando la cocina con mi risa. Es tan simple entrar en la simpleza de una vida sin voz, tocar una llave, guardar un papel desesperado en el primer cuello que contenga una luz. Cada día broto de la tierra siento el escándalo del alma rociando los vestidos de la vida amando un lugar desamparado junto al mar de mis zapatos que se alzan sin violencia tomando el sol entre sus brazos descubriendo los almendros poco a poco. 8
Maya Islas, lista para la playa Maya Islas, 2015
Maya Islas, al piano
Maya Islas, poeta. Nació el 12 de abril, 1947, en Cabaiguán, Las Villas, Cuba. Entre sus premios literarios cabe mencionar el Cintas Fellowship Award en literatura, 90-91. Finalista Letras de Oro, 1986 & 1989. Su poemario Merla obtuvo el Premio de Poesía Latina 1993 otorgado por el Instituto de Escritores Latinoamericanos de Nueva York. Sus últimos poemarios incluyen Quemando Luces (2004), Altazora Dos (2013) y La divinidad que devora (2016) y dos libros virtuales: Lifting the Tempest at Breakfast (2001) & Canciones Asomadas: a Rilke (2013). Como artista visual, Islas trabaja el texto poético con el collage. Actualmente vive en Texas.
Ser periodista. La vida y legado de Carlos M. Castañeda SER PERIODIST A reúne las ideas de Carlos M. Castañeda PERIODISTA sobre cómo ejercer un periodismo de excelencia, en una serie de conferencias y charlas pronunciadas en diversos foros, y también, una selección de impactantes editoriales, entrevistas y crónicas publicados en los últimos 30 años. Castañeda fue creador de publicaciones tan exitosas como El Nuevo Día de Puerto Rico, El Nuevo Herald de Miami, La Prensa de Panamá y el Diario Uno de Mendoza, Argentina, entre muchos otros. En este libro, el Maestro abunda sobre los diversos aspectos del oficio, desde la importancia del buen manejo del idioma, hasta la forma certera de impartirle fuerza al titular para que suscite en el lector el interés por la noticia.
SER PERIODISTA, LA VIDA Y LEGADO DE Para adquirir un ejemplar envíe cheque de $20 directo a la Fundación Educativa Carlos M. Castañeda, 1925 Brickell Ave. D-1108, Miami, FL 33129, o con tarjeta de crédito a través de PayPal en www.smile.amazon.com. (// $y 305-2834963.
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Luis González-Cruz Relación de secretos A huir. No podemos vivir para siempre en el enigma. Llega un día cuando nos disponemos a la tarea de revelar lo oculto, de llamar las cosas por su nombre, de dar pan por pan, por vino, vino. He andado mucho, a paso lento; se me situó de plano en el misterio y no se entendió por qué debía guardar para más tarde la oportuna relación de mis secretos. Declaro, ante todo, por qué mi cuerpo se cubría con una oscura túnica de acero, y es que por la cintura, más o menos, todavía me sangran las estrellas, y de la pierna izquierda me surge aún la flecha. Dejé por fin de ser oscuro; por eso es que me empeño ahora en declarar la prescrita herencia de los míos: cuando leo en voz alta lo que escribo se quiebran las palomas de la iglesia cercana que caen como proyectiles sobre los transeúntes; cuando escribo taciturno lo que pienso hay una zozobra inmensa que se desborda por todas las ventanas. Lloro cuando me baño; los días feriados me encierro.
Puedo detener el tiempo Puedo detener el tiempo arañar el cielo calentarme en el centro de una hoguera filtrarme entre los granos de arena entenderme con la espuma y la sal predecir el trayecto del pez descifrar el graznido de las gaviotas echar esta enorme red donde tiembla plateada, anhelante, la Pregunta. 11
Divagaciones sobre la Poesía La filosofía es la poesía de la razón. La poesía es la filosofía del corazón. El hombre común mira y ve. El prosista se siente obligado a hacer recuento de lo que ha vivido, aunque invente (más o menos) en el proceso. El poeta, como arrastrado por las aguas de un caudaloso río, no tiene otra alternativa que dejar constancia de lo que ha visto su imaginación. Escultura, Puerto Vallarta. Foto: Antonio Ramos Zúñiga
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Luis GonzálezCruz recibió el doctorado en Literatura Hispánica por la Universidad de Pittsburgh. Durante muchos años fue profesor en Penn State University. Desde 1994 vive en Miami y se dedica a su labor de escritor, y crítico de teatro. Es autor de quince libros que incluyen crítica literaria, ediciones de autores cubanos (en español o traducidos por él al inglés), tres volúmenes de poesía y las novelas: El arco iris de Olorún (publicado en inglés y español), Las nalgas de Olorún y Frente al espejo de Olorún.
Exilio Te despiertas de golpe sin saber dónde habitas y el espejo devuelve una imagen que espanta, el valor se confunde, la dignidad se altera, una espiral te lanza hasta el fondo del hambre, el terror del sonámbulo se convierte en tu máscara, y buscas, llamas, pides, gritas, te devanas, pues la distancia es tanta, tan pobre es la esperanza, que por silencio sabes que no existen conquistas. Allá dejaste todo, TODO, todo lo que sabe cómo fuiste, qué lágrima escondes, por dónde sangras, los pueblos de tierra roja tan benigna a los muertos, y aquella habitación, la tuya, deteriorada y fría, que esperará por ti cuando no quede nadie.
Jorge Camacho
La muerte Desbordante de vasijas y goteras interminables la lluvia caía hacia las profundidades del espanto y la madre y el hijo lloraban porque no veían sino muertos que se perdían sin remedio en los rincones que se escurrían sin salida al fondo de las grietas entre tibios lamentos de cadáveres recientes; entonces entendían que no alcanzaban ni los goterones de lluvia ni el llanto de todo el universo para humedecer el corazón reseco de los muertos. 13
ANTONIO RAMOS ZÚÑIGA Apocalipsis Cuba La voz que emergía patética de la pantalla del televisor tenía en vilo a millones de revolucionarios. El Comandante en Jefe y Máximo Líder, proclamaba inequívoco que habría una nueva Numancia: ¡socialismo o muerte! Narciso no había prestado atención hasta que escuchó aquella palabra egregia: Numancia. Le dijo al abuelo que cambiara de canal, por favor, y siguió escribiendo poemas en un cuadernito. Al terminar el discurso, el abuelo negro, rengueando en chancletas, medio ciego y encorvado, le preguntó a su nieto qué creía del discurso. Y el nieto no acostumbrado a andarse por las ramas, contestó: “Prepárate a comer yerba, abuelo, que llegó el apocalipsis”. Y sin más salió a la calle. “Bah, esta juventud de hoy no entiende nada, qué pendejos”, comentó fastidiado el viejo. También Matías había percibido un no sé qué melodramático y farisaico al escuchar la invocación de Numancia. Tomó la guitarra y fue en busca de su novia Yolaiska: ambos, entre besuqueos y promesas de amor eterno, llegaron a la conclusión de que había llegado la hora de escapar, y se fueron adonde ya estaban construyendo la balsa de Noé con palos y espuma de goma. Leo ya estaba dando los retoques finales al armatoste marítimo, mientras tarareaba “Mi tierra” de Gloria Estefan. “Prepárense, argonautas, que morir por la yuma es vivir, ¿saben que con este tipo de bartabia los vikingos descubrieron América?”. Pero los espectadores no le rieron la gracia. Más tarde llegó el montón de gente con pergas de cerveza, jodedores dispuestos a jalarse, eso sí, iban a descojonar a Leo si la balsa se iba a pique. Después de que Pancho, el santero, le dijera a Ludovico que el futuro apestaba a carroña, llegó Narciso con el discursito de que la especie humana estaba predestinada a padecer hambre infinita. “Merecido castigo por tanta genuflexión ovejuna y onanismo mental”. “¡Oh qué lindo habla!”, dijo Pancho. Y se fueron a la azotea del edificio a tomar el fresco. Era un quinto piso y se podían ver abajo las azoteas de la ciudad, avejentadas y atiborradas de tarecos y soledad. Pancho fue quien no se pudo aguantar y
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tiró nuevamente los caracoles en un tablero: “Carajo, parece que esta vez este maricón de Narciso tiene razón, aquí hay un gato negro degollado que maúlla con un miedo del carajo”. “Más maricón es tu padre”, replicó Narciso, encabronado. Ludovico, para apaciguar, quiso que Narciso hablara de los poemas impúdicos que solía escribir después de afiebradas masturbaciones platónicas. Pero Narciso tenía la noche jodida, solo quería hablar de Numancia y de su abuelo. Numancia podía ser la catarsis de la locura. “¿Han oido el discurso del Gran Hermano? Y de contra tengo que aguantar a mi abuelito comecandela con sus vivas”. Ludovico gritó que le asqueaba Numancia y se encaramó al parapeto de la azotea, puso los brazos en cruz y dijo: “Si es verdad que Numancia es tan mala, me tiro ahora mismo”. Narciso, paralizado, pidió perdón, sabía que Ludovico tenía alma de suicida. “No te tires, mi hermanito, que lo malo aquí no es Numancia, sino este mal país estrafalario”. Temió perder a su culto ídolo macho, su amor imposible, el único que lo llevaba a contemplar lunas llenas para hablar de los círculos de Dante, de tragedias griegas y morbos extraterrestres. “No te tires, asere, que no eres el pájaro loco”, clamó Pancho con los ojos botados y echó a correr. Entonces Ludovico se bajó con una risita cínica: “A la próxima me tiro, si siguen con esa prosopopeya apestosa”. Luego entró al tema de unos amigos poetas que habían sido encarcelados por escribir que el país era un ARZ: con su retrato, obra de la pintora Adela Calderón
ARZ, de adolescente hippie.
antipaís jinetero clonado de Gomorra. “No confundas tu cochina ideología con la grandeza del país”, repudió Narciso y se pusieron a discutir. El notición que de repente trajo Pancho aplacó la bronca: alguien se había robado el león del zoológico, seguramente para comérselo, el hambre aprieta. También habló del jelengue que se traían en la televisión con una inminente invasión imperialista. Tras Pancho llegaron otros zarrapastrosos del barrio repitiendo la misma noticia. “Coño, llegó la peste bubónica”. Súbitamente, Ludovico giró sobre los talones y trepó de nuevo al parapeto. Movió los brazos imitando alas de ave, tomando equilibrio para flotar. Quedaron alelados, pero no interrumpieron el rito. Lo oyeron decir: “Cojones, dan ganas de morirse!”.
Luego lo vieron tirarse. Patricia se sentía incómoda. Había estado horas, días y semanas escuchando los interminables consejos de su madre: “Cásate sin pensarlo con el francés, niña mía, se desvive por ti; por dios todopoderoso, no ves que aquí no hay futuro. Mira lo bien que está Mimí con su español y el casón que tiene allá en Madrid, házlo por mí, dáme ese regalito”. A Patricia la habían designado médico de familia en un barrio de los arrabales y estaba hastiada de recetar aspirinas y otorgar licencias por enfermedad. Pero no creía que la solución fuera el matrimonio por interés. Nirvana, una trigueña de 20 años, de buen cuerpo, estaba casada sin amor con un vejete español de 80 que la complacía en todo, excepto en la cama. Su adulterio con un catalán joven ofrecía fuego en demasía pero ni hablar de lindos regalos y paseos en velero por el Mediterráneo. A Patricia no le interesaba un futuro así. Había conocido al francés por intermedio de su amigo Willy. Era un agradable hombrón pelirrojo, pero faltaba la química; en realidad no le gustaban los extranjeros. La madre de Patricia lo sabía y por eso sufría de solo pensar en un porvenir pobretón para su hija. ARZ contemplando la escultura junto al mar
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ARZ, en el Hospicio Cabañas, de Guadalajara
Willy, un mulato trompetista de jazz y buenazo de corazón, tampoco había podido influir en Patricia. Por eso buscó a su amigo Sebastián, el escultor, para que metiera la cuchareta, el tipo tenía labia. Willy se la presentó como la médica que no creía en los amores modernos y el escultor se presentó como admirador de las mujeres a la antigua, pese al “no-destino”. “Vaya qué interesante, pero ¿qué es el no-destino?”, dijo ella. Willy explicó: “Mi amigo habla así, para que no lo entiendan, pero el no-destino es la mala suerte, o algo así”, y comenzó a soplar una trompeta. Sebastián sonrió, la llevó hasta el cobertizo del patio y le mostró el trozo de mármol que había empezado a cincelar. “El no-destino es algo parecido a esta cosa carente de cabeza, ojos y manos, sin pies, sin una matriz”. Vio las bellas manos de Patricia que se deslizaban por los bordes cincelados. “¿Entonces el no-destino es la forma imperfecta de la vida?”, dijo ella y quiso saber qué forma tendría ese no-destino. Sebastián dijo: “Es lo que está por venir” y al despedirse acordaron continuar la amistad. Fue un amor a primera vista. Meses después, embarazada, Patricia no vaciló en abordar la balsa que le ofreció su maravilloso escultor, para emprender el viaje que nunca había imaginado: escapar del no-destino. Cuando Leo y otros amigos, medio borrachos, vieron llegar al flaco Filiberto no lo querían creer. Todo el mundo lo hacía dándose la gran vida en Miami. “¿Qué ha sido de ti, genio malévolo?”. Allí estaba aquel que tiempo atrás se había lanzado de noche y solo al mar encrespado en una cámara de camión inflada, provisto de un remo chato, media pastilla de chocolate y una cantimplora con agua bendecida. Mala suerte. La corriente del golfo lo había
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arrastrado derechito al guardacostas del gobierno que lo devolvió al infierno: cinco años de prisión por intento de fuga ilegal del país, tiempo que le pareció mil años de nulidad. Con los presos duros había aprendido el valor de no rajarse, o sea, de ser hombre a todo, aunque nunca se le quitaron las ganas de suicidarse. Mostró su pecho con cicatrices. “Sufrí, me castigaron, pero vale la pena, no me vencieron”. Leo, al notar que su amigo lloraba, le echó el brazo por el hombro llevándolo a ver la balsa anti-naufragio que había inventado, dándole a entender con un gesto que estaba a su disposición. “Esta vez no me voy, hermano, quiero ver qué pasa con Numancia”, y sonrió. Octavio nunca se perdía una cena en El Polinesio con sus padres. Esta vez tenían un invitado especial: el viejo camarada Alexei, diplomático soviético de alto rango, a quien iban a despedir porque volvía a Moscú tras cumplir su misión internacionalista. Cenaron y luego bebieron copas de más, rieron y lloraron como parranderos evocando glorias y penas pasadas. En ocasiones, surgía el tema que apasionaba a Octavio: los cambios en la Unión Soviética. El padre de Octavio seguía opinando que la perestroika conduciría al país a la anarquía nihilista y antisocialista, pero Alexei reiteraba una lógica dialéctica: “Colega, los cambios precisamente evitarán el caos, ya todo el mundo está harto de la inercia”. “Aquí no necesitamos cambios, ya están hechos”, argumentó la tiesa madre de Octavio. Pero Octavio, a contrapelo de sus padres, quería informarse de todo: “¿Y qué harán con el disidente Sajarov? ¿Van a desmantelar los gulags? ¿Es cierto que los rusos consideran el estalinismo como un error histórico?”. El ruso repetía: “Ustedes también deben cambiar o la historia los cambia a las malas”, mientras el padre de Octavio ripostaba: “Ni pensarlo, la revolución no copiará los modelos burgueses del desastre”. La discusión seguía subiendo de tono. En una mesa próxima, un señor extranjero ARZ, en el antiguo Puerto Vallarta
elegantemente vestido pidió un brindis a su acompañante: “Por los cambios”, dijo. El acompañante, miembro de la seguridad del estado, vestido de civil, al cerciorarse de que nadie los miraba, brindó y empezó a beberse el daiquirí. De repente, todo el mundo escuchó que alguien se levantaba abruptamente de una mesa. El joven Octavio había perdido el aguante y chillaba: “Yo me cago en la opción cero, en los yanquis, en el diluvio, en Numancia, en los rusos, en la momia de Lenin y en los huevos de Maceo, que venga el apocalipsis, carajo”. Alguien aplaudió desde una mesa apartada, y enseguida le siguieron otros aplausos. Cuando el cura Teófilo vio llegar a Gastón, sabía que no traía buenas noticias. Por muy ateo y agnóstico que fuera su viejo amigo, siempre acudía a la iglesia para enderezar ramas torcidas con la ayuda de Dios. Negaba que Dios resolviera asuntos terrenales si acaso existía, pero esta vez estaba convencido de que sin la mano de Dios la especie humana quedaría reducida a polvo. Teófilo lo hizo pasar a la sacristía y le preguntó medio en bromas por las últimas noticias del ateísmo científico. Gastón fue al grano: “¿Has oido el discurso, la nueva consigna de una inevitable Numancia?”.
A Gastón, experto en hados y profecías, le parecía lo más insano que había escuchado en su vida. Esta vez la retórica como engañifa nacionalista ocultaba el horror de la demencia. Una porfía contra la razón. La advocación del mal. Un claro indicio de que habría un fin espantoso antes del fin de siglo. El fin de la historia. Recordaba lo que dijera aquel viejo habanero de sangre azul al ver los derrumbes de la ciudad. Que nada volvería a ser como antes, ni habría un después, los muertos inocentes se vengan. Teófilo mostró su desacuerdo. Ninguna profecía podía más que la omnipresencia salvadora del Señor. Ningún discursito desquiciado podría confundir a las mentes iluminadas, incluyendo las ateas. Prefería que Gastón hablara de asuntos serios: ¿Era cierto que habían arrestado a Aquiles, aquel muchacho andante que vagaba con su perro por todo el país buscando un zepelín extraviado? También le preguntó por el poeta disidente que estaba preso, el tal Sancho, que llamaban metáfora con patas. Y manifestó que extrañaba las charlas doctas con Julián, el más inteligente de los hombres, ¿sabía algo de él? Quiso saber sobre amigos idos en balsa y de otros que andaban por ahí de saltimbanquis pecaminosos. ¿Y qué sabía de aquellos que tocaban rock en su iglesia? Gastón pocas veces daba buenas noticias. Le dijo
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al cura: “La mayoría de esa gente sigue en el hueco”. “¿Dónde…?”, y el cura empezó a musitar un rezo. Gastón continuó: “Siguen presos, algunos tienen sida, los de la banda de rock se ahogaron por las Bahamas yéndose en balsa. Ludovico, el esperpento anarquista, ¿te acuerdas de él?, pues volvió a tirarse de una azotea hastiado de la mala suerte, lo tienen enyesado como una momia egipcia en el hospital. Del tal Aquiles, me han dicho que lo internaron en un sanatorio para locos incurables, dicen que en público llamó fascistas nada menos que a Marx y Lenin y pidió un viva por el Caballero de París”. “¡Cuántas chifladuras, Dios mio!”, dijo el sacerdote, persignándose. Gastón aclaró que no había terminado aún: “A Julián, tu favorito, le duplicaron la pena de cárcel por publicar en el extranjero un libro con veneno contrarrevolucionario que dicen lo pagó la CIA, el asma lo está matando en una ergástula”. Teófilo no quería seguir escuchando, pero Gastón continuó: “Hay mucha gente esperando milagros, padre, hay menos amor, menos comida, más suicidas y chiflados, más derrumbes, miles de jineteras y Testigos de Jehová, hasta se ven platillos voladores. Sabe, legalizaron el dólar y reivindicaron a los Beatles, y después del último discurso, la gente cree que llegó la hora del destimbalamiento, la hecatombe, Numancia se palpa en el ambiente, hay moscas y auras tiñosas por todas partes”. | Teófilo caminó hacia el altar murmurando oraciones. Escuchó que Gastón repetía la palabra maldita: Numancia, y le pidió a Dios que perdonara a los maldicientes. Ignacio había leido varias veces la carta de su heroína cautiva, y lloraba. Después de un año, ella le relataba cómo moría lentamente: “…La amarga verdad es que Dios no escucha mis plegarias. ¿Puedes preguntar al cura Saturnino por qué Dios no visita las prisiones? ¿Acaso esto es el purgatorio?, nos tratan como inmundicias... Para doblegarme me enviaron al calabozo de castigo: tan angosto como un ataúd, apestoso a orine y miasma, donde pasé ni sé cuánto tiempo en la penumbra tirada sobre mis propias heces fecales, en compañía de cucarachas y fantasmas. “Me han vuelto un guiñapo humano, me violaron, perdí el pelo y parte de mi dentadura y las presas dicen que tengo tuberculosis porque escupo sangre, aunque el médico ha dicho que es supuración de las encías, que se cura sin medicina… Perdona por no escribirte antes, no me faltan ganas, pero me prohibieron leer, escribir, pensar y vivir.
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ARZ, por esos caminos...
Cuéntame qué piensa la gente de la fiesta del guatao, ahora le dicen Numancia: ¿realmente estamos tan cerca del final o nos salvará la espada del arcángel Miguel?…Sabes lo que dicen las presas de la llamada Numancia: que todo se va a acabar, hasta la singadera. Se ríen, pero es humor macabro. “He llorado mucho por mis compañeras presas y por ti… Mi corazón es tuyo, no lo dudes, no me canso de recordar los versos de Miguel Hernández que eran nuestro delirio. ¿Te acuerdas de cuando nos hicimos el amor por primera vez, tanto trabajo que te dio hacerme tuya?... Mi vida es añorar y morir sin morir… Que no me entere que te has enamorado de alguna pelandruja o que una jinetera te pegó el sida…Te ama, tu Elena de Troya, la prisionera disidente más libre del universo”. Todo el mundo decía que Elena estaba enferma, leucemia, pulmonía, algo de eso, y la carta lo aclaraba, daba grima. Ignacio tomó el libro de versos de Miguel Hernández y salió a la calle. Primero fue a la iglesia a preguntarle al padre Saturnino por qué Dios ignoraba a los presos en desgracia y le dio a leer la carta de su novia. El cura respondió rápido: “Dios no ignora a ninguno de sus hijos, menos a los desventurados, pero es obvio que el demonio muchas veces se sale con las suyas, sobre todo en estos tiempos, pero un día las cosas han de cambiar, amén”. Cuando Ignacio llegó a la reunión ya la gente empezaba a preocuparse. Le dijo a los presentes que el cura Saturnino practicaba la teología de la liberación. Y contó la desgracia de Elena. Más tarde, Sebastián detalló los pormenores de la obra de teatro que pensaban presentar en un festival callejero. Preguntó si los actores habían sopesado los riesgos. Tal vez prohibieran ponerla en escena pero valía
intentarlo, había que romper el hielo totalitario. El guionista recalcó poner mucha alma en la antítesis: padre-hijo, viejojoven, pobre-rico, dios-satanás, pasado-futuro, Marx-Martí, Kafka-estado, guerra-paz, perestroika-totalitarismo. Ignacio consideró novedoso añadir el drama: preso-no preso. Narciso por su parte aseguró que agregaría lemas y poemas de su puño y letra pero le aconsejaron no sobrepasarse con antipoesías surrealistas. Hicieron los cambios pertinentes y la obra quedó lista. Entonces tocaron bruscamente a la puerta. Decenas de policías entraron dando empujones, registraron todo y leyeron cuanto escrito encontraron, rompieron cosas y papeles y amenazaron con quebrar huesos. Tenían órdenes de incautar la propaganda enemiga. Esta vez no iban arrestar a nadie pero de continuar conspirando contra la patria, allá ustedes. Solo protestó Ignacio: “Es un abuso de poder contra la coexistencia civilizada”. Lo callaron con un pescozón y se marcharon precipitadamente, llevándose una vieja maquinita Underwood. Como si nada hubiera ocurrido, Ignacio tomó la palabra: “Bueno, por dónde nos quedamos, hagamos una nueva obra de teatro”. Después del suceso, Narciso visitó a la momia Ludovico en el hospital para contarle de la batida policial en
casa de Sebastián, el fascismo tropical en acción, qué asco. Los brutos desmadrados le habían quitado su cuaderno de apuntes. “¿Cómo puede volar la paloma con alas rotas?”, dijo con voz desolada. Ludovico apenas podía emitir palabras, pero susurró: “Deberías estar curado de espanto. Mejor te vas al Tibet a encontrarte a ti mismo y dejas de escribir poemitas jacobinos, porque en vez de alas te van a romper el culo”. Narciso repitió que el fascismo daba asco y aseguró que escribiría una carta de protesta al Comité Central o al mismo Yo el Supremo, y se marchó. Una enfermera que escuchaba se acercó a Ludovico: “Tu amigo se volvió loco”. Este le dijo: “No, mi amigo se está volviendo hombre”. Pocas veces el abuelo de Narciso perdía la cachaza. Soltó un carajo para que su nieto entrara en razón. No quería oír barbaridades. Ni toleraría irrespetos contra el socialismo. Bien sabía que ninguna revolución tenía compasión con los conjurados y vendepatrias. “Basta, basta, abuelo, que tu revolución no es la mía”, replicó Narciso. Lamentaba herir al buen abuelo, su modelo de hombre, justiciero, sindicalista impoluto, héroe del trabajo, comunista que creía tanto en Dios como en la sociedad igualitaria, amigo hasta de los enemigos, enfermo
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es una casa decente, desalojen ahora mismo, aquí vive un revolucionario, fuera”. Narciso lo vio erguido, alzando los puños. Pero la patada de un policía lo arrojó como un saco contra la pared. “Ustedes no saben con quién se meten, desgraciados hijos de puta”, gritó Narciso. Vio que su abuelo le metía un derechazo a uno de los policías pero otro por detrás comenzó a golpearlo con una porra en la cabeza. Con la cabeza rajada, manando sangre, el viejo seguía manoteando. “Hijos de puta, esbirros abusadores”, gritaba Narciso, resistiendo las trompadas hasta que pudieron inmovilizarlo. Llegaron policías de refuerzo. La voz tronante del oficial ordenó buscar urgente las pruebas comprometedoras, estaba claro que lidiaban con gusanos peligrosos. Pero sólo encontraron una máquina de escribir vieja y rota, hojas de papel garabateadas con rimas de amor, discos, fotos. También encontraron muchas medallas y galardones otorgados por el partido y la revolución al anciano que yacía en el piso, por haber dedicado su vida entera a la construcción de la nueva sociedad. Finalmente encontraron una prueba, algo así como un poema sospechoso que decía: “Una revolución termina donde comienza Numancia”. Con uno de sus autores preferidos: Philip Roth
y calloso, pero imbatible, su única familia. Ambos no hacían más que discutir de política. Narciso sustentaba que no se podía vivir donde escribir poesía replicante fuera delincuencia. El fascismo, el comunismo y el ultra nacionalismo le producían vómito y diarrea. Pero el abuelo insistía en aconsejarle que no se juntara con malas compañías, porque le habían lavado el cerebro con mediocridades diversionistas, propias de gusanos. ¿Por qué había cambiado tanto su nieto, tan revolucionario y positivo que había sido alguna vez? ¿A quién habría salido tan bocón? “Es la opción cero, Narciso, la revolución está en peligro, por eso suceden cosas que no debieran suceder”, dijo el abuelo, enfático. “Es la hora negra de la poesía, abuelo, la humanidad está en peligro, todo se rompe”, respondió Narciso. La Seguridad del Estado llegó después de la medianoche, preguntando por el ciudadano que había escrito una carta al Consejo de Estado, Narciso o como se llame. “Y bien, ¿qué pasa con eso, compañero?”, preguntó el abuelo. “¿Es usted? Tiene que acompañarnos”, dijo un oficial y lo tomó bruscamente del brazo. “Yo soy el que buscan, ¿dónde está la orden de arresto?”, dijo Narciso, apareciendo detrás del abuelo. No pudieron evitar que varios agentes entraran en tropel al apartamento y comenzaran a buscar algo, desordenándolo todo. “Van presos por oponerse a la acción de la autoridad, por difamación, desacato y alteración del orden”, tronó el oficial. “Aquí nadie va preso, so penco”, gritó el viejo, “esta
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P.D. Los hechos aquí descritos -escenas de un anunciado apocalipsis persistente y posible- pueden ocurrir en cualquier país y sistema político, dondequiera que haya un gobierno enemigo de la dignidad humana. Orwell tenía razón, cualquiera que quiera ser verdaderamente libre, siempre será un sospechoso. Madrid, 1989
“La noche de la Iguana”, la película que hizo famoso a Puerto Vallarta: Elizabeth Taylor, Ava Gardner y Richard Burton
CORNATEL, EL SECRETO ESPAÑOL R Este libro Cornatel, el secreto español, un thriller escrito como guión de cine en el 2010, tiene un lugar en mi alma. La idea me dio muchas vueltas desde que leí sobre la resurrección de Cristo, lo que dicen los apóstoles, los estudiosos y los inspirados. Es un tema hermoso y terrible, y de suspenso. Cornatel fue como descubrir el enigma. Luego el guión se volvió una novela. Hay que estar en ciertos lugares “sacro santos”, para poder entender ciertas cosas que pueden serlo o no. Pero la literatura sustituye el hacer una visita a ese recóndito paraje de la antigua España, que sigue siendo antigua. En ello reside que la narrativa tenga ese poder de trascender como aventura mental, se vive. Me propuse descubrir algunos secretos y es prácticamente imposible, porque la historia real ha sido traspapelada y rehecha al antojo de los censores. Pero pude al menos descubrir un secreto, el Vaticano a su
pesar. Voy a subir la novela a Amazon, para que se den cuenta que hay una revelación en cada fenómeno, secreto o misterio aparentemente inabordable objetivamente. Yo estuve allí, y he vivido algunos de los hechos narrados en el libro. Es casi real todo, incluso el pasaje de amor, el inmenso zureo del palomar, el drama esencial. Adjunto una foto del lugar, pero aunque la niebla fue rota, no hay mejor fuente para entender el mensaje de la novela como el cover (la portada), obra de ese diseñador estelar que es Ernesto Valdés. Lo que ocurrió allí en Cornatel, en Madrid, Sevilla, Salamanca, en New York, en Munich, en la Occitania francesa, en Sicilia y en otros lugares mencionados en la trama, me tiene asombrado. Es como darte cuenta de que los fantasmas existen. Por ahí rondan, como los espías. El mundo se va volviendo poco a poco un “1984” y dejamos que así pase.
LA NIEBLA DE CORNATEL Foto del castillo español que inspiró la novela. Ya la niebla no se come a nadie, menos a los turistas. El paisaje es fabuloso. Es el sitio ideal para el filme que varios tenemos en mente... Lo que ocurrió en este lugar fue dramático... Por allí cerca hay una antigua mina romana con sus leyendas. Pero el secreto está en la neblina. Para más información sobre el castillo, utilice el buscador de Google, pero el secreto está en el libro y en los archivos del Vaticano y la CIA. La foto me la obsequió la Sociedad de historiadores y castillólogos de la región.
Tres libros de
ANTONIO RAMOS ZÚÑIGA
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LA CIUDAD DE LOS CASTILLOS Desde antes de irme a España (1989), mis hobbies fueron escalar montañas, explorar cuevas y la arqueología. Pero al final me di cuenta que los castillos ejercían mi mayor atracción. En Checoslovakia me iban a buscar al Castillo de Praga, donde está la casa de Kafka. Y en España me la pasaba hurgando en cuanto castillo medieval me hacía camino. Hay miles. Por suerte, he podido visitar varios países del “continente en piedra” que son los castillos y plazas fortificadas del Caribe, un patrimonio que nos dejó el imperio español. La Habana, Cartagena de Indias y San Juan de Puerto Rico hablan por sí solas de la grandeza cultural latinoamericana. Esas maravillosas murallas abaluartadas de la isla del Encanto y de Cartagena son un imán para millones de turistas románticos. Pero conozco los demás tesoros, hay fortalezas en todas partes, desde la Patagonia a las costas mexicanas. Como me encuentro en México, se pueden imaginar las ganas que tengo de escribir un libro sobre las fortificaciones de la Nueva España.
Pero no un libro con frases hechas o copiando lo que otros han dicho, sino a la manera que escribí LA CIUDAD DE LOS CASTILLOS, que es La Habana. Me fui a los archivos españoles, investigué, y valoré con luz propia, y con mucha inspiración literaria. Así salió el libro. Primero fue tan literario que parecía una oda a Troya, pero después pensando como arqueólogo, a la vez que interpretaba las identidades como arquitecto, me salió un libro a la justa medida. Mis amigos de Puerto Rico y España me alentaron mucho, y por eso he seguido investigando castillos y si pudiera me compraba uno para vivir en una torre mirando el mundo. En tres de mis novelas aparecen castillos y algunos creen que se trata de un tipo de reencarnación, a veces me siento del siglo XVIII; mis amigos médicos dicen que es una chifladura, pero un día les diré el por qué. http://www.amazon.com/Ciudad-losCastillos-Fortificaciones-Defensivo/ dp/1425103626
Puerta de Golpe. Heberto Padilla
Antonio Ramos Zúñiga, La Habana, 1955, es escritor, periodista freelance y fotógrafo de la calle, viajero y explorador de castillos, diseña arquitectura inteligente y viviendas sociales bonitas. Ahora vive en México aprendiendo arqueología, dice de él en su blog. Pero es además miembro de la Asociación de Amigos de los Castillos de Puerto Rico, y de la junta de editores de la revista Herencia. Ha publicado en periódicos y revistas de varios países y lo hace ahora con regularidad en la publicación digital www.neoclubpress.com.Ha recibido numerosos premios por sus trabajos, y es autor de La ciudad de los castillos (2006), y de las novelas Cornatel, el secreto español (2014) y Bonos chinos. Todo se sabe en la vida. (2015). Antonio Ramos Zúñiga (ARZ) es nuestro escritor invitado en este número de otoño.
Mi antología personal de
Una selección de los poemas de Heberto Padilla, con algunas fotos personales y entrevista realizada a Padilla en 1987 por el poeta y escritor peruano Miguel Angel Zapata.
https://www.createspace.com/4154294 22
LEONEL MENÉNDEZ ÁLVAREZ En el barrio de los mangos “DE AZUL Y MORADO” Hacía tiempo que no la veía, desde que se fue para Versalles. Hoy la vi allá a la orilla del río Yumuri, cerca del Parque Watkings. Tenía un ojo azul y una mejilla morada. Traía un chiquillo cargado y otro dentro de la panza. Me cuenta que los moretones fueron de la bronca con su esposo, pero que ya se botó pal solar y lo mandó pal carajo. “Lo puse de puntitas en la calle, con sus matules y hasta los calzoncillos sucios, ya estaba harta de tantos problemas”, me dice llorando. Según ella éste se le desaparecía por meses, debido a unos negocios en La Habana, venía a hacerle el amor y se iba de nuevo. Y ésta de tonta siempre lo recibía con las puertas, brazos y piernas abiertas; hasta que se enteró que tenía una querida por allá en Arcos de Canasí, una guajirita, que era donde se pasaba la mayoría del tiempo. Pituka La Bella me dice que tiene muchos problemas pero el mayor problema es su marido, a ella le
gusta escribir poemas y me deja leerlos. Yo como no sé de amoríos, sólo escribo cuentos los cuales se los doy a leer a ella. Después ella me lee sus poemas y no puede terminarlos, y se echa a llorar y los mocos le corren al igual que las lágrimas y le entran por la boca abierta. Saca su pañuelo sucio de entre sus tetas y se suena la nariz. Me pregunta: “¿Qué debo hacer?” Yo sólo le respondo que yo no sé de amoríos, que no entiendo esos problemas de los adultos, por eso prefiero escribir cuentos en vez de poemas o poesías de amor, las cuales ocasionan esos moretones de azul-morados y esos llantos y esas lágrimas y esos mocos que le corren por su cara desde su nariz y los mocos no saben nada bien.
* “LA CASA DE LA GALLEGUITA” Todos la llamamos así, “La Galleguita”, y nadie sabe su verdadero nombre. Pero yo no entiendo, así deberían llamar
LEONEL MENÉNDEZ ÁLVAREZ
En el Barrio de los Mangos Un libro delicioso “La espontaneidad, la gracia de su obra es realmente impresionante”. Julio Benitez Los interesados en adquirirlo, pueden escribir a losmangos@ymail.com 23
a mi madre que su papá era español y no a ella que es mulata. Pero en el barrio dicen que su abuelo por parte de padre era un gallego que se casó con su abuela, una morena que era la criada antes de ser la esposa. A mí todo esas cosas de los adultos me confunden, primero criada y después esposa, ¿quién los entiende? La casa donde vive ella es la única de madera en el Barrio de Los Mangos. Cuando las personas mayores entran en ella, tienen que tener cuidado de no pegarse en la cabeza al pasar por la puerta. La casa es como si estuviera enterrada en el suelo, la acera está más alta, y tienes que bajar para entrar en ella. El piso es de tierra, pero yo tampoco entiendo eso, ya que brilla, yo nunca he visto que la tierra brille tanto. Tiene techo de guano, como los bohíos del campo, a veces las abejas entran y empiezan hacer panales entre los guanos y hay que sacarlas con humo. El otro abuelito de ella tiene panales de abeja en el fondo del patio y vende la miel en botellas y hace también velas de la cera, a mí me gusta verlo como hace las velas porque huelen muy rico. El también tiene el árbol más grande de mamoncillos de toda la vecindad, aún más grande que los de Salomé. Ese fue el árbol que utilizamos La Galleguita y yo para el concurso de Tarzán y Juana, ella me ganó por ser año y medio mayor que yo, aunque se rompió el brazo. Ya después de eso no nos tiramos nunca más del árbol porque nuestros padres nos prohibieron jugar juntos por las
travesuras que se nos ocurrían. Ahora yo practico desde el techo de mi casa, con una sábana como Superman, pero como yo no tengo la “S” esto impide que pueda volar y mi mamá me regaña ya que no quiere que me pase igual que al hijo de Barbarita Ciclón y caiga como papa rellena aplastado en la acera. Cuando la mamá de La Galleguita la llama a gritos para que venga a comer se oye por todo el Barrio de Los Mangos y la casa retumba como si fuese a caerse, y allá del cañaveral de Salomé sale La Galleguita con la “bemba estirá”, llena de polvo, con su perro que tiene un ojo azul y el otro negro. ¡Ah!, Pero que olor más rico sale de entre las maderas y el techo de la casa, a todos en el barrio nos da hambre y la boca se nos hace agua, lo cual enfurece a mi mamá porque yo acostumbro a enterrar mi comida en los búcaros de rosas plásticas que tiene en la sala encima del televisor.
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“El JARDÍN DE LA JUTÍA” Dicen que ya están casi extinguidas, pero yo sé dónde vive una. Entre mi casa y la del vecino hay un solar
Ángel, Puerto Vallarta. Foto: Antonio Ramos Zúñiga
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vacío, donde crecen salvajes las calabazas, los girasoles, y la yuca; también hay árboles de ciruelas y cuando yo quiero desaparecerme de todos, y refugiarme en mi mundo de fantasías, brinco el muro de mi patio y me escondo entre los matorrales. También hay un cascarón de un carro que según dicen fue robado y lo dejaron con el puro hierro todo oxidado. Dentro yo he creado mi propio escondite y trato de sentirme realmente como un gusano. Allí me encuentro con los animales que nadie más ve, como la jutía a la cual nombré “Ramona”. Ella sólo sale de noche, pero yo sé dónde tiene su nido y esto no se lo he dicho a nadie, no vaya hacer cosa que la confundan con una rata y la maten o se la coman si saben que es jutía. También hay muchas arañas esperando pacientes entre sus telarañas a ver que insectos caen, y como hay tantos insectos y moscas, estas sí que no pasan hambre. Las hormigas van y vienen llevando sus cargas sobre sus cabezas y las bibijaguas acaban con los rosales de mi jardín y de los vecinos al otro lado. Van y vienen con sus hojas sobre sus cabezas como grandes sombreros verdes, como las modelos Rusas con sus pamelas, tampoco ellas pasan hambre. Un día me encontré un dólar, no era un peso, era un ¡dólar americano! Hace tiempo que no se ven los dólares, desde que cambiaron la moneda y el gobierno se quedó con todos los dólares y los hicieron ilegales. Lo escondí en una cajita debajo de una roca, para que la maleza y las matas de malangas, con el tiempo cubra la roca y algún día otro niño al pasar de los años encuentre
el tesoro que yo dejé atrás. Quizás la jutía viva muchos años, y espero que esos nuevos vecinos la respeten y la dejen dormir como lo hago yo en este jardín de hadas, de duendes, de brujas y telarañas, de malangas, calabazas y yucas. Quizás cuando yo regrese algún día encuentre de nuevo mi tesoro escondido debajo de esa roca. Quizás aún esté la jutía Ramona si es que no se murió de hambre, ya que es mucha el hambre en este Barrio de Los Mangos.
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“LAS CUATRO HERMANAS DE ORIENTE” Llegaron con el calor de Agosto, sus ciclones, truenos y relámpagos, haciendo igual de alboroto, el gobierno las había permutado a una de las casas grandes que estaban vacías en Buena Vista. “Las Alta Gracias”, le pusimos en el barrio: Esperanza, Fe, Caridad y Alta Gracia. Una con ojos de gata, la otra con manos de seda, la tercera con risa maléfica, y la última que es muda. Las cuatro hermanas de Oriente decían la gente, “Las Alta Gracias”. El niño de una de ellas murió, por la noche los perros aullaron, al otro día una lechuza entró por la ventana
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de la sala y salió por la puerta de la cocina. Para fin de semana, la fiebre aumentó y Dios Olorum vino en forma de neblina y se llevó al niño por la madrugada para los cielos. Entonces empezaron a llegar las visitas, yo nunca había visto tantos orientales en el barrio, y todos vestían de blanco y traían collares de multicolores puestos. Todos venían a ver al niño en el ataúd, vestido de blanco como los ángeles, rodeado de flores y en el medio de la sala como en un altar. Acababa de llover y el piso de mármol estaba lleno de fango del tráfico del entre y sale de la gente. Yo nunca había visto un niño muerto, y los gritos y llantos de tantas gentes. Venían a ponerle velas y hacer rezos y después los tambores sonaron mientras hablaban en un lenguaje extranjero y empezaron a bailar. Mi papá dice que es lenguaje de Santeros en Lukumí , él lo entiende un poco, pero yo ni papas. Y el toque de los tambores se oía por todo el Barrio de Los Mangos. Otros allí decían: “El que nace con el espíritu de Abiká, no permanece largo en esta tierra” Esperanza, la de los ojos de gatos me llama y me dice: ¿”Cómo te llamas?” “Leonel”, le respondí yo. “Ah, Leonel”, bonito nombre respondió Fe, la de manos frías como la seda. “A mí no me gusta porque mis amigos se burlan diciéndome Leonelito” Puerto Vallarta. Foto: Antonio Ramos Zúñiga
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Pero ella no me hizo caso a lo que decía. “Hoy vuelve a llover, la artritis de la rodilla me lo está diciendo” respondió Caridad, la de la risa maléfica, pero ahora sólo lloraba y lloraba. “¿Y cómo sabe usted?”, pregunté. “Nosotras sabemos todo, mira a mi hermana Esperanza con esos ojos de gato tiene muchas visiones, y mi hermana Fe con sus manos de seda puede leer las tuyas y adivinar tu futuro y Alta Gracia aunque muda le bajan los espíritus y empieza hablar en lengua africana y yo, a ver pide un deseo” “¿Un deseo?”, le pregunté. “Si, un deseo, ¿qué es lo que más quiere en esta vida?” “¿Cualquier cosa?”, respondí yo. “¿Y por qué no?”, me dijo con certeza. Cerré los ojos y pedí con mucha fuerza “¿Ya lo pediste?”, preguntó de nuevo. “Si”, le dije yo, con incertidumbre. “Eso es todo, verás cómo se te logra”. “¿Y usted cómo sabe?”, aún dudoso le pregunté. “Nosotras las hermanas Alta Gracias sabemos todo”, respondió con precisión. Esperanzas la de los ojos de gato, me aguantó la cara y miró profundamente a mis ojos diciendo: “Cuándo te marches lejos de aquí, nunca te olvides de los tuyos, ¿me entiendes? Nunca te olvides que te criaste en el Barrio de Los Mangos, no puedes borrar eso de tu
mente, no puedes olvidarte de dónde vienes, ni de esas tres palmas reales que están allá en el cañaveral de Salomé”. “Nunca te olvides de nosotras, por las que no pueden irse de este barrio, ni de este país”. Y me dio un beso en la mejilla. Entonces comprendí que sí tenían poderes, ellas sabían lo que yo había pedido tan deseosamente. “Bien, ahora puedes irte”. Y Caridad comenzó a reírse con esa risa maléfica que asusta hasta los gatos y yo salí corriendo de allí. Luisito, Miguelito y Monguito que estaban parados en la puerta me siguieron mientras decían: “Ten cuidado que dicen que hacen brujerías” Yo miré hacia atrás y desde la puerta de su casa las cuatro hermanas de Oriente me decían adiós, Esperanza con su mirada de gato, Fe con sus manos de seda mientras las agitaba en el aire, Alta Gracia con su silenciosa mirada y Caridad con su carcajada de la bruja maléfica de Blanca Nieves. Después de eso yo más nunca entré a su casa, no por miedo a la brujería, pero por miedo a que podían leer mi mente, mis pensamientos, mis deseos y ¿qué tal si podían descubrir que yo venía de otro planeta? Que soy diferente a Luisito, Miguelito y Monguito...entonces ¿qué?
* “CUANDO LLEGUE A ESTADOS UNIDOS” Cuando llegue a Estados Unidos, no quiero vivir
en apartamento, no quiero vivir en un solar, ni en la casa de mis padres, ni en la de mi tío Angelito, quiero una casa para mí solo, siempre me decía para mí mismo cuando vivía en el Barrio de Los Mangos. Cuando llegue a Estados Unidos, voy a trabajar muy duro para comprarme una casa, no tiene que ser muy grande, pero tiene que tener su jardín y un portal para poder sentarme y ver la gente pasar; sin nadie que me esté mandando a botar la basura, y poder dejar mis chancletas al lado de mi cama, una casa callada, separada de los vecinos, con bonitos adornos, pero sin nadie que me grite cuando rompo algún búcaro o lámpara. Cuando llegue a Estados Unidos, quiero una casa propia, donde pueda descansar, y esconderme de mis amigos si me están molestando, donde pueda leer todos mis libros sin interrupción y escribir mis cuentos, una casa tan limpia como las páginas de mi libreta antes de empezar a escribir en ella, pero a la cual puedo llenar de garabatos como lo hago con estas páginas, con mis anécdotas y mis cuentos sin que nadie me regañe, o me digan qué hacer o no hacer. Cuando llegue a Estados Unidos quiero mi propia casa para poder escapar de mis fantasmas y brujas y crear historias en mi cabeza sin sentirme como si viniera de otro planeta y sentirme verdaderamente libre. Cuando llegue a Estados Unidos, cuando llegue a Los Estados Unidos ¡Finalmente!
Leonel Menéndez Álvarez, narrador cubano, nacido en la ciudad de Matanzas, en un barrio cuyo nombre no aparece en ninguna enciclopedia, El Barrio de los Mangos, que da título a su libro. Tenía 15 años cuando salió de Cuba en 1970. Éste es su primer libro publicado. Reside en Los Ángeles.
Linden Lane Press
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Roberto Luque Escalona Verano de muerte
A principios de junio murió Alejandra Piniella. Ahora ha muerto Nicky Silverio. Ella estaba en la flor de la vida; él era un anciano. Pero los años que viven algunas personas, sean muchos o pocos, nunca nos parecen suficientes. Recién llegado de Cuba, en mi primer viaje a New York, nos encontramos. Él me reconoció por mis fotos en la prensa de Miami y yo conocía su nombre desde mi niñez en el lejano valle de Nipe, cuando leía la crónica deportiva de varias publicaciones habaneras. Hace 24 años, en la estación de Pennsylvania, comenzó mi amistad con el nadador estrella, que resultó ser mucho más que eso. Vida larga e intensa la de Nicasio Silverio. Socio por derecho propio del exclusivo Habana Yacht Club (Su abuelo había sido uno de los fundadores de esa peculiar sociedad en la penúltima década del siglo XIX), Nicky fue el rey de la natación en Cuba. Participó en dos Olimpiadas (Londres, 1948, y Helsinski, 1952). En la primera era aún un adolescente, en la segunda, ya con 21 años, no llegó a la final de los cien metros estilo libre por una décima de segundo. Compitió también en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1949, celebrados en Guatemala, y en los primeros Juegos Panamericanos, que tuvieron lugar en Buenos Aires en 1953. En esas andanzas deportivas conoció a los Windsor, la familia real británica, y a los Perón, la pareja presidencial argentina. Luego de Helsinski, La Universidad Ohio State, entonces la máxima potencia mundial de la natación, con varios campeones olímpicos, lo reclutó con una beca deportiva. Su última hazaña en las piscinas fue en 1955, ya a punto de retirarse, cuando venció en una competencia de cuatro por cien combinados a Manolo Sanguily, la estrella naciente. Fue la única vez que compitieron los dos mejores nadadores cubanos de todos los tiempos. Sus años de nadador fueron también los del Muro del Auditoriun, pequeño y heterogéneo cónclave de jóvenes jodedores que se reunía frente al restaurante El Carmelo para tramar y ejecutar toda clase de bromas. Para Nicky y
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Chavelo Neira, los líderes del grupo, la diversión incluía pasar del muro al escenario del teatro; más de una vez Iluys como partichinos (o sea, extras) en las funciones actuaron de la compañía de Alicia y Fernando Alonso. Eso fue antes de ser reclutado por Ohio State y cuando estaba en Cuba de vacaciones. En Ohio se graduó, impartió clases de Literatura y se casó para toda la vida con una americana. Luego regresó a Cuba para trabajar en CMQ. Ya la Isla estaba hundida en la violencia que la destruiría y Nicky se sumó a ella: ingresó en el Movimiento 26 de Julio. Era el hombre de confianza de Haydée Santamaría cuando cayo en manos de Esteban Ventura. Lo que sigue ya lo he contado en un libro, pero quiero volver a contarlo. Ventura sabía de un lote de granadas de mano que estaba en poder del Movimiento. ¿Dónde estaban? ¿Quién las tenía? Nicky contestó que no sabía. Entonces el terrible coronel lo golpeo en el estómago. Acobardado, Nicky confesó: las granadas las tenía José Llanuza, otro atleta olímpico metido a revolucionario. Ventura salió a buscarlo. Buscó y buscó, pero el buscado no aparecía. ¿Cómo iba a aparecer si hacía un mes que estaba en Miami? El propio Nicky lo había llevado al aeropuerto. Peor para Ventura fue no haber podido vengarse de la burla, pues mientras removía cielo y tierra buscando a un hombre que ya no esta en Cuba, la bien relacionada familia Sílverio apeló a sus relaciones y éstas apelaron a Batista. Ventura se vió obligado a liberar al priisionero, no sin antes escenificar una memorable y justificada rabieta. Nicky se marchó al exilio. Regresaría en los primeros días de 1959. Los que hayan visto competencias de natación seguramente se habrán fijado en la rapidez con que los nadadores dan la vuelta al llegar a un extremo de la piscina y quedan listos para nadar en dirección contraria.Tardan menos de un segundo en hacerlo. Como si un extremo de la piscina hubiese sido la Cuba enloquecida con los barbudos y el otro Miami, a los diez días de llegar, Nicky se marchó para no volver; se marchó sin responder a los reclamos de Haydée Santamaria para un reencuentro. Bien me hubiese venido tener ese golpe de vista; no hubiese desperdiciado mi juventud en una empresa absurda que además resultó ser perversa.. No se quedó en Miami. Se fue a España, donde desarrolló una exitosa carrera en el campo de la publicidad. Pero lo más interesante de esos años son sus amistades españolas: escritores, flamencos, toreros. Sus anécdotas de
esa época (“¡Rafaé! ¡Tu aquí?”, dice un indio de la selva amazónica al encontrarse con Rafael el Gallo... que en su gitana vida estuvo en Brasil) me hicieron concebir una idea que nunca se materializó: como las del Habana Yacht Club, las del Muro y El Carmelo; como las de Londres, Helsinski, Guatemala, Buenos Aires y Ohio State; como las de Haydée (nunca pude lograr que confesara que se había acostado con ella) y Ventura, las de España eran historias para ser contadas. Tras muchos años en Madrid regresa al país en el que más tiempo viviría y se une al staff de Radio Martí cuando la estación radicaba en Washington y era lo que luego dejaría de ser. Poco tiempo después de nuestro encuentro en Pennsylvania Statión, la emisora fue trasladada a Miami y se convirtió en lo que él llamaba Radio Martirio. Lo mejor de estos años fueron los almuerzos de cada viernes en El Crucero, una fonda de la calle 8 junto a la línea del ferrocarril, donde nos reuníamos bajo el alegre liderato de Guillermo Álvarez Guedes. Tras el almuerzo venía a mi casa y eran dos horas de conversación adicionales, que no se prolongaban más para evitar, decía, “otra guerra hispano-americana”. Cuando la muerte fue clareando nuestras filas nos mudamos al ya desaparecido Habana-Miami y, por último, a La Carreta de la calle 40, con los almuerzos convertidos en desayunos, que sin Nicky no volverán a ser lo que fueron. Una vida para contarla, la de Nicky Silverio. Durante años traté de animarlo a escribir sus memorias, que estoy seguro hubieran sido un clásico de nuestra literatura. Lo tenía todo: vivencias, buen manejo del idioma, talento literario; incluso tiempo. Nunca comprenndí su renuencia, su sosegada, pero decidida negativa, incluso cuando me
ofrecí a servirle de ghost writer, aunque él no lo necesitaba. Llegué incluso a concebir un título para la obra, que parodiaba el de una novela inglesa llevada al cine: The Loneliness of the Short Distance Swimmer (La Soledad del Nadador de Distancias Cortas), pues Nicky, a quien nunca le faltaron amigos ni mujeres, a veces me parecía un hombre solitario. Ni pude convencerlo. Tardé en comprender que carecía de un elemnto fundamental para ser un escritor: la vocación. Tal carencia no le impidió ser poeta, que la poesía no requiere un esfuerzo sostenido como la narrativa. No quiso escribir lo que hubiera sido un gran libro de memorias, pero dejó dos pequeños libros de versos, No hay en mi habitación vacía y Afán del agua, un total de 83 poemas breves escritos a lo largo de muchos años, que su amor por la poesía, aunque correspondido, fue inconstante. No escribió lo que yo hubiera querido que escribiera, pero aún sin sus desperdiciados recuerdos, Nicky Silverio quedará como un ejemplar único de intelectual que también fue una estrella del deporte. O, si lo prefieren, de un campeón deportivo que también fue un intelectual.
Roberto Luque Escalona nació en Holguín en 1936. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana e Historia en la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1990 publicó Los Niños y el Tigre, ensayo crítico sobre Fidel Castro y su revolución. Salió al exilio en 1992. Desde entonces ha publicado una biografía del Che Guevara, un ensayo sobre los mitos cubanos, una colección de artículos y ocho novelas. Desde 1994 sus artículos aparecen semanalmente en la prensa de Miami.
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ORLANDO LUIS PARDO LAZO Hablábamos con horror de eso mismo Hablábamos con horror de política. Era el invierno de 1989 y recién empezábamos la universidad. Ninguno cumplía todavía ni veinte años y ya éramos cadáveres de la dieta colectivizada de aquellos años de gloria del comunismo cubano. Queríamos sobrevivir al fin de la historia. Pero afuera se acababa el mundo colorado. Aunque en Cuba lo único que caía era una lluvia colorada, según cuenta el poeta José Kozer. Los titulares de los periódicos eran tétricos. «El que a hierro mata, a hierro muere», por ejemplo. Las pedradas del muro de Berlín comenzaban a caer desde Beijing hasta Panamá. Uno de esos ladrillos se fue de órbita y tumbó al Sputnik (selección de selecciones en español de la prensa soviética, que circulaba perestroikamente en La Habana, causando la alarma de la casta proletaria en el poder). Fidel se puso muy serio. Ojeroso, desencajado. Creo recordar que encaneció en muy pocas semanas: una marioneta de María Antonieta. Perdió los dientes y le pusieron implantes. El eje Gorbachov-Ochoa ensombreció a nuestro ogro fidelantrópico. Con la falta de fuel del Este de Europa, Fidel fusiló a los héroes herejes de su totalitrópico. Tal vez Fidel fuera entonces el único cubano consciente de que aún tendríamos que sobrevivir treinta años arrastrando las cadenas anticapitalistas de su Revolución. Por el momento, nosotros hacíamos homéricamente el Escultura, Puerto Vallarta. Foto: Antonio Ramos Zúñiga
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amor—no pocos lo intentábamos con torpeza tardía por primera vez—, mientras Fidel cavaba túneles que sólo él sabía para qué o con quiénes se iban a emplear. Todo holocausto comienza con una letra muda. Hablábamos con horror de política. Era el verano de 1994 y recién terminábamos la universidad. Fidel lucía mucho más animado, rejuvenecido. Había hecho un pacto con el diablo o algo así. Pero el resto de la gente se veía flaca y con piel cetrina. Un pueblo con polineuritis y polineurosis. Sexo rentado y ansiolíticos en moneda nacional. En La Habana hubo asaltos espeluznantes y asesinatos en serie de un Hollywood clase Z. Los rumores cogían presión. Los suicidios estaban a la orden del día (algunos provocados por el Ministerio del Interior). A casi nadie lo cogían preso, pero las cárceles continuaban repletas: milagros materialistas de una retórica entre rejas. La moneda de nuestro enemigo a muerte poco a poco cicatrizaba una economía cauterizada por el Estado: Fidel en persona autorizó una dolorosa —y dolosa— dolarización. Los ahogados flotaban en las aguas tórrido-territoriales de la Isla: órganos comidos por los peces, a veces macheteados por otros balseros, encallaban por aquí y por allá sobre los arrecifes. La ciudad entera lo era: un desierto de dienteperros. Vi cubanos corriendo como caballos encabritados por las
calles de Centro Habana. Gritaban Jorge Camacho «pinga». Gritaban «se cayó esto». Gritaban «hambre». Gritaban «libertad». Después, se lanzaban como lemmings al mar (es un mito biológico: el mar mismo es un mito en Cuba). Hubo un exilio intranacional en la base naval yanqui de Guantánamo: decenas de miles de cubanos huían desde Cuba hacia Cuba, ansiosos de ser hechos prisioneros por la marina norteamericana. Otros perdían las piernas en los campos minados con que Cuba dice protegerse de Estados Unidos (en realidad, ese muro de minas es para contener en casa a nuestra población). Por el momento, nosotros hacíamos planes laborales casi épicos — nadábamos en el tiempo solvente del Centro de Ingeniería Genética y micrófonos anquilosados de la TV Biotecnología (CIGB), adscrito al nacional). Cargué un rato a mi novia. Consejo de Estado— mientras Fidel Pesaba. Hacía un sol impropio para la firmaba acuerdos migratorios a la estación. El Che de acero y el Cristo cañona con Clinton, quien a su vez de papel se derretían iconoclásfirmaba la Ley Helms-Burton para ticamente. Fidel usaba traje y no sé si proporcionarle al castrismo el ansiado corbata. Me dio un descenso preaislamiento donde incubar su burbuja monitorio, un desmayito prodemode impunidad. crático, pero resistí hasta el final (lo Hablábamos con horror de mismo que García Márquez y su cáncer política. Era el invierno de 1998 y el pasado por internet cuando en Cuba Papa polaco silabeaba y se babeaba en aún no había internet). Cuando el avión La Habana. Sonreía con la paz de los del Papa despegó, entendí literalmente santos a priori. Alzaba su voz más allá qué cosa era nuestra soledad secular, del carrillón de sus cuerdas vocales. Se cuán solos estábamos como pueblo le veía como un viejito entre sabio y ante el titán eterno que era Fidel. Qué escéptico, apenas en pie por la fuerza imposible tedio en el alma sería la vida de su divina voluntad. Un verdadero de los cubanos sin nuestro querido poscomunista, que sabía que el primer dictador (llamar «dictadores» a castrismo intercontinental sería tan los anteriores dictadores de la Isla sería eterno como Roma misma (el castrismo una ofensa para quienes nos hemos encarna ese amor que el capital no acostumbrado a nuestro castrismo puede proporcionarnos; el castrismo es constitucional). un remedio paternalistísimo contra Hablábamos con horror de todas nuestras inciviles carencias de política. Era el verano de 2001 y Fidel infancia; el castrismo es la mundana se moría por primera vez (ya nadie trinidad: Fidel, Estado, Revolución). recuerda este deceso). Un «descenso», Pensé que el Papa iba a colapsar de según improvisó el canciller Pérez alegría en plena Plaza de la Roque en vivo en plena TV. A las pocas Revolución: «sois un pueblo muy horas de su desmayo oficial, el Dramaturgo, poeta,la apatía narrador, entusiasta», nos mintió (somos comandante ya resucitaba espectacuhechaensayista, pueblo). Peroauotr entre elde populacho 14 libros, fue en una Mesa Redonda larmente oímos otra vez los gritos de «Libertad, espectral. Nuestro hombre en la Plaza durante más de dos décadas profesor Libertad». Y todavía resonaban en hacía chistes sobre su muerte, jovial. de laoídos Universidad Pittsburg.. nuestros las palabras de provoFidel dijo en cámara que su bajón había cadoras del Padre Pedro Meurice en la sido una especie de ensayo general para misa de Santiago de Cuba (lo su velorio. Los locutores por primera sobrecogedor fue oírlas por los vez en décadas lo desmentían. Le
JULIO MATAS
decían que no, que él nunca se podría morir. Y Fidel los evaluaba según el grado de abyección en público que demostraban. Nosotros ya no amábamos demasiado a nadie, pero los túneles de Fidel aún seguían allí (La Habana gruyère): traqueotomías tumefactas alumbradas con un bombillito ahorrador Made in Beijing. Esos alucinantes criaderos de hongos alimenticios y refugios anti-atómicos terminaron convertidos en nicho para las cópulas cubanas rigurosamente underground. Para colmo, para entonces ya me habían botado del CIGB, por ser «no idóneo» y tener planes secretos de emigrar (y encima haber escrito un poema contrarrevolucionario sobre la homilía del Papa en la Plaza en contraposición con los histerismos de Fidel allí). Me busqué un medio empleo como promotor cultural. Me vi de bufón amateur que simula alegría, anunciando peñas artísticas y presentaciones de libros y talleres literarios para tarados de la letra. Me sentía muy triste y muy libre. Dejé de leer. Mi mejor amigo murió de enfisema en una fiesta. Intuí que el próximo de mis mejores amigos en morir sería yo. Ya no quería ni salir de Cuba. Quería demostrarle al mundo que el fracaso del mejor de mi generación —yo— sería nuestra venganza colectiva contra el colectivismo de Fidel (co-lectivo: Cuba es un aula-jaula donde todos leemos lo mismo hasta la náusea). Hablábamos con horror de política. Era la Primavera Negra de 2003 y yo era un periodista apócrifo in-the-pendiente. Cobraba derechos de autor clandestinos, en un campo literárido donde vivir del texto puede ser penado como un acto criminal. Por supuesto, también caí en la trama de publicar cuentos y poemas en Cuba: un país que por momentos parece un paraíso editorial y por momentos es una prisión pedagógica (Misión Makarenko). A veces, en la misma semana me daba el lujo de alternar heterónimos entre La Jiribilla castrista y la anticastrista Cubanet (al peor modus scribendi de un Pessoa pasado de moda entre el Ministerio de Cultura cubano y la MiracleMile de Miami). Sospecho
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que fui el hombre más independiente de mi generación: un Kafka cubanietzscheauto titulado «der unabhängigste Mann in Amerika». Meses o años después, Fidel se cayó de cabeza y, todavía con su brazo izquierdo enyesado, sacó a los dólares de circulación. Lloré de pura nostalgia numismática: los pesos nacionales son de un diseño tan represivo que no dan ganas ni de hacerse rico. Además, ya me había acostumbrado a la iconografía de doble moneda de nuestro Das Kubapital. Me compré una cámara Canon y me concentré en fotografiar banderitas cubanas al por mayor: flagtografías. Pero al tercer día fui preso por retratar una chimenea en ruinas con un Martí ñato en primerísmo plano (me liberó un vecino que es capitán de la policía y conocía por dentro el dominó de la corrupción). No quedó nadie querido que no hubiera emigrado. Tuve que buscar el amor en dos o tres generaciones más jóvenes que yo (hoy todas son menores) y solo entonces entendí que el castrismo es una carambola donde nadie se encuentra nunca con el amor. Ya no hablábamos ni con horror ni de política. Era el otoño de 2015 y Fidel era la sombra nonagenaria de un fetiche promocional de los piyamas Adidas, tecleando sus reflexiones para un siglo XXI que nunca fue (Fidel nos sigloveintificó la vida a golpe de su carisma o acaso sus cojones finiseculares). Por un resquicio del raulismo, un par de años antes me fui de Cuba con la promesa de no volver a ver la única ciudad en la que es creíble mi corazón (también prometí no publicar nada en Cuba hasta después
JULIO MATAS (La Habana, 1931-Miami Beach, dic. 2015)
Dramaturgo, poeta, narrador, ensayista, autor de 14 libros; fue durante más de dos décadas profesor de la Universidad de Pittsburgh
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del 1ro de Enero de 2059, cuando la Revolución sea sólo un recuerdo risible). «Habana, ábrete y trágame», dejó escrito el siervo servil Virgilio Piñera antes de abrirse él y tragársela a ella (quodscripsi is crisis). Enmudecí, emputecí, envejecí. Olvidé, odié, olvidé. Fuera de la Isla descubrí que el Exilio es anterior a toda noción de nación, que la patria es un equívoco geográfico, que Fidel es efímero a perpetuidad, y que la Revolución existe porque existen las más caras universidades de Norteamérica (Fideivy League), donde mi testimonio fue tenido como una curiosidad de circo: «miren, es cubano y es crítico, ¿ya ven, compañeros y compañeras de la academia? ¡Las cosas en Cuba están cambiando!»
Orlando Luis Pardo Lazo, La Habana 1971. Escritor, fotógrafo y bloguero cubano. Su libro de cuentos Boring Home fue censurado por la editorial Letras Cubanas en 2009, como penalización por publicar opiniones políticas en su blog “Lunes de Post-Revolución”. Desde 2013, imparte conferencias sobre política y literatura cubanas en universidades norteamericanas y europeas. Editó y prologó la antología de nueva narrativa cubana Cuba In Splinters (O/R Books, New York 2014), traducida al inglés. Restless Books (New York 2014) publicó su libro digital de fotos Habana Abandonada. Fue Profesor Adjunto de Escritura Creativa en Brown University y actualmente realiza su doctorado en Literatura Comparada en Washington University de Saint Louis, Missouri.
RAMÓN MUÑIZ Serafina Núñez, el ángel que reclama la escritura Esta noche hablaré desde mi experiencia como lector del libro Serafina Núñez, la verdad amaneciendo que nos entregan el escritor y poeta cubano Osmán Avilés y el proyecto cultural Unos & Otros. Trataré de deslindar caminos para llegar al centro, para encontrar una dirección que nos invite a todos, a acercarnos al volumen. A mi entender, el primer mérito que logra Osmán, quien se ha ido especializando en el acercamiento a la obra de poetisas olvidadas, con libros como Pilares de un reino. Una incursión por la obra de Dulce María Loynaz y Los extraños monzones (Ambos títulos publicados por Ediciones Extramuros, 2008 y 2011, respectivamente) es la variedad que consigue romper el tedio. Cada capítulo representa una nueva búsqueda, una nueva aventura. El libro es historia, anécdota, ensayo literario, selección poética, entrevista, periodismo, cercanía, humanidad. Siempre me ha parecido que quien escribe sobre la vida de un personaje; asimismo quien la lee, viaja a través del tiempo y se contagia con una época. Ese es el mayor encanto que encuentro en las lecturas biográficas; pero como he dicho antes, este libro escapa a la definición de géneros y se hace libre, precisamente, por entregarnos varias visiones sobre un mismo tema. Los recuerdos, pasiones, nostalgias, anhelos, poemas, el mundo interior y social de una mujer muy singular de las letras cubanas del siglo XX, nos son entregados ahora por quien fuera su amigo personal. El nombre de Serafina Núñez, constituirá para muchos un eco radial o televisivo, quizás dos o tres poemas leídos en alguna antología. Sin embargo, Osmán se encarga de ofrecérnosla viva, palpitante, en estas páginas. Núñez fue mujer e intelectual de vida intensa. Este nombre, que apenas conocemos hoy, es la autora de una variadísima obra lírica que podríamos inscribir dentro de lo mejor de la tradición hispánica, y que abarca desde la poesía tradicional, escrita en metros, hasta el verso blanco o libre.
Asimismo, se codeó con los más importantes de sus pares en su momento vital. La sedujo el movimiento vanguardista de la poesía pura liderado por Juan Ramón Jiménez, quien la descubrió en su visita a La Habana en el año 1936. Se hizo amiga del gran poeta andaluz con quien iba a conversar, en las tardes capitalinas, a la terraza del Hotel Vedado. La elogió Gabriela Mistral y hasta León Felipe intentó bautizarla nuevamente con el nombre de Mercedes Núñez de Villavicencio. Fina García Marruz se ocupó de analizar e interpretar su obra. Nicolás Guillén le hacía cumplidos y ella respondía ofreciéndole la azucena que llevaba siempre prendida en su pelo. José Ángel Buesa le dedicó poemas como fruto de una fugaz relación. Ballagas, Marinello, Portoca-rrero Carlos Enríquez, Lezama Lima, Fidelio Ponce, son otros de los nombres que aparecen vinculados, de una forma u otra, a la poeta. ¿Cómo es posible entonces el silencio en torno a su figura? Me parece que esta es la pregunta clave, el centro gravitacional sobre el cual se sostiene este libro. Serafina callada, ausente, ¿Su carácter, su condición de mujer, las presiones sociales, su amor, su pasión por un hombre que la enclaustró entre muros y le prohibió comunicarse con el público, su desacuerdo con un nuevo sistema que nacía en la Isla y llegaba prometiendo esperan-zas? ¿Quién es esta mujer que se apartó voluntariamente de todos y sin embargo, pertenece a la estirpe de las más recias intelectuales y escritoras cubanas? Leyéndola, recorriendo las páginas del libro de Osmán nos vienen al recuerdo los nombres de tantas osadas escritoras cubanas de todos los tiempos, desde Luisa Pérez de Zambrana, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Aurelia Castillo de González, Úrsula Céspedes de Escanaverino hasta Dulce María Loynaz. Todas con sus matices y personalidades únicas tuvieron que enfrentar un medio hostil para la creación femenina. Aprenderemos, sí, viajaremos, el que gusta de la historia encontrará un contexto, una mujer inserta en medio de una cultura machista, la década del 30, su rica vida
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intelectual, su revolución en contra de la injerencia norteamericana y del Machadato. Luego la evolución en el tiempo, el período que corre a partir del año 1959, el éxodo de los cubanos en la década del 90, la familia de Serafina escapando de una patria que se hundía: “Se me va la niña por los mares fieros/no la envuelvan nubes bajo huraños cielos”, exclamará la poeta en una composición, escrita en ocasión de la partida de su nieta. Quien guste de la poesía encontrará sus textos, dedicados al tiempo, que a todos nos devora; a la muerte, a la vejez, al amor, al erotismo. Las historias de sus pasiones que la llevaron al límite, a la entrega total y sacrificada:
Foto antigua de la iglesia de la Guadalupe en Puerto Vallarta, sin la corona
¡Ah, hombre de mis tormentas! ¡Hombre de mis auroras! de mis gritos de piedra, de mis cuchillos ácidos:por ti atravieso el mundo herida de palomas. Si buscamos la cercanía, al ser humano, encontraremos en primer término, la amistad con Osmán, la especial relación de una anciana nonagenaria y de un joven universitario, estudiante de Literatura, que le llevaba versos a la buena amiga. Ella escuchaba con paciencia y daba sus juicios. Él la admiraba cada día más, memorizaba los textos de la ilustre dama para recitárselos. Alegría sin nombre debió sentir Núñez. Osmán le devolvió su entrega, su labor poética, le agradeció en nombre de los cubanos y de la humanidad en los últimos momentos de su vida. Con el tiempo, ese joven, como el buen árbol bíblico, daría sus frutos; como
Puerto Vallarta:La iglesia de la Guadalupe en la actualidad, con la corona. Foto: Antonio Ramos Zúñiga
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diría Dulce María Loynaz, asistiría a su espera y sajadura: se convirtió en el autor de un volumen de poemas titulado: La persistencia de los fragmentos (Universidad del trabajo de Uruguay, Montevideo, 2011). Serafina Núñez, la verdad amaneciendo, demuestra que la literatura cubana tiene muchas zonas aún por descubrir, figuras que situar en su puesto merecido. No se trata de modas académicas, el libro de Osmán no se inscribe dentro de esta posible corriente de estudios de género, que hoy, hace amontonar cuartillas a los estudiosos; su entrega es una deuda personal con la poeta, parte de la voluntad de revalorizar su obra. No es la investigación fría ni meditada que busca insertarse en congresos universitarios, o encajar en alguna revista científica. No es el afán de descubrir algo novedoso lo que lo guía, es el deseo de hacer notar un trabajo artístico que resulta verdaderamente valioso. Serafina, como gran escritora, supo que lo más importante era crear, escribió sin pensar en premios, reconocimientos, publicaciones; algo tan difícil de hallar en el panorama actual de la literatura cubana. Serafina sintió la paz de los que vencen el olvido y le confió a Osmán las siguientes palabras: “La muerte es como un paso último de la vida diaria. Nos tocó ese día, nos tocó esa hora, nos tocó ese instante, pero la muerte no es el final de la vida. La vida es inmensa, eterna, y a eso es a lo que le llaman eternidad.
Creo pertenecer a ese mundo espiritual en que la vida es eternidad”. De esa eternidad nos la devuelve el amigo, como una sencilla mujer a quien le gustaría dejar solamente una magnífica colección de poemas. Serafina, como expresa Osmán, sintió el ángel que reclama la escritura. Hoy ese ángel la reclama a ella, ahora es el tiempo del rescate, valorarla, leerla, significa no perderla nunca. Regalo, eternidad, verdad que amanece, eso es en este libro la autora de Mar cautiva; ser humano derramado en el tiempo. Los invito a adentrarse en el mundo de la “esperadora”, como la llamó Juan Ramón Jiménez; guiados por la mano de Osmán, convencido de que será para ustedes mucho más que conocer la experiencia de una amistad que comenzó en poesía. Será otro viaje a la Isla, a un país vivificado por los acordes de La bella cubana de José White y de la poesía sempiterna.
Ramón Muñiz (Santiago de Cuba, 1987). Licenciado en Letras por la Universidad de Oriente, donde también ejerció como profesor de Literatura y Culturas de Iberoamérica y el Caribe. Su obra ha ido apareciendo en distintas publicaciones y ganado premios. Reside actualmente en Miami.
La penumbra de Dios Manuel Gayol Mecías “La imaginación y la capacidad de análisis de Manuel Gayol Mecías vuelven a hacer de las suyas en este libro, una de sus obras más logradas y determinantes. La existencia, Dios, el misterio de la creación, la penumbra de la ignorancia humana rebelándose contra el vacío de la aceptación y la resignación de lo manido: estos y otros temas son tratados aquí con la exquisita lucidez de quien es uno de nuestros más importantes ensayistas vivos. Un clásico del pensamiento contemporáneo”.
Un nuevo libro del gran escritor cubano. A la venta en Amazon
Manuel Gayol Mecias
Manuel Gayol Mecías 35
Notas de Libros José Abreu
Felippe. Poesía exiliada y pateada. Miami, Alexandria Library, 2016 Sólo leer el título fue suficiente para saber que el libro pega. Poesía exiliada y pateada (Alexandria 2016) de José Abreu Felippe, es una breve antología —demasiado breve pienso yo— que recoge unos pocos poemas de siete figuras imprescindibles de la literatura cubana: Eddy Campa, Jorge Oliva, René Ariza, Reinaldo Arenas, Esteban Luís Cárdenas, Roberto Valero y David Lago. Pocos poemas sí, pero contundentes desde el centro. En Qué trampa… dice Ariza en la prisión El Morro en La Habana: Qué trampa tan bien hecha nos han hecho que somos el ratón y la carnada la pared y la punta de la espada el embudo y su cono más estrecho. Qué modo de torcernos tan derecho: a un mismo tiempo crimen y coartada, se escucha en la atmósfera enlutada un ronronear de gato satisfecho.
VIDA DE TULA Belkis Cuza Malé Vida de Tula quedó finalista en el Premio Nacional de Biografía de la UNEAC en 1968, a la vez que Fuera del juego, de Heberto Padilla, resultaba ganador del Premio de Poesía. Vida de Tula, con prólogo del propio Heberto Padilla, había permanecido inédito hasta ahora. LINDEN LANE PRESS A la venta en Amazon
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Y un grito que penetra por el pecho y un dolor de pared ensangrentada; y un veneno que a gota destilada baja a la ancha miel, de otros provecho. Qué trampa tan bien hecha y adornada on nuestro propio estilo contrahecho!
Estos hombres están todos muertos, por el mal de la mordaza, porque el pesar de la vida fue suficiente para derrotarlos, para arrasar con su voz; y aunque queda el eco repitiéndose en sus escritos, les faltó mucho más, muchísimo más por crear. Los poetas reciben siempre más golpes ¿o es que lo sienten más? ¿o es que los expresan diferente? Cesar Vallejo decía refiriéndose a los propios: le daban duro con un palo y duro/ también con una soga. ¿Es que acaso ese es el sino de la poesía? Desde la misma prisión que Ariza, describe los suyos Arenas:Ahora me comen./ Ahora siento como suben y me tiran de las uñas./ Oigo su roer llegarme hasta los testículos… Pero no sólo se necesita una prisión para expresar
el dolor. Cuando el poeta es despojado de todo, únicamente le queda su nostalgia para colocarla donde mejor le plazca. Cuanto queda de Little Havana/ es un quicio: el atardecer lo cubre;/ todos los atardeceres se unen para cubrirlo. Campa, también necesita la lírica para remembrar las pateaduras, ¡Cómo nos vemos obligados a revivir/ en este cementerio las alegrías/ y las tristezas de Little Havana! José Abreu Felippe asegura en su nota final, Con esta brevísima selección sólo pretendo mostrar un poro de la piel —del cuerpo— de cierta poesía que ha sufrido el espanto cubano. Y nombra algunos otros que quedaron fuera. Si su intención con este intenso y breve libro fue llamar la atención, lo logró. Eso sí, deja al lector unas ganas enormes de meterse más adentro, en la piel del poeta, en cada uno de sus poros para reafirmarse, para vivir y sufrir junto a él, cada golpe y sentirlo, para no olvidar, para no olvidarlo. Ojalá se anime Abreu y a este le sigan otros proyectos semejantes.
ENA COLUMBIÉ
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VISIÓN 21 /21 Baltasar Santiago Martín Este libro escrito en español e ilustrado con fotos a todo color incluye las entrevistas realizadas por el autor a bailarines de ballet, cantantes de ópera, actores y actrices, pintores, escritores y poetas, tanto cubanos como latinoamericanos, desde finales del 2013 hasta agosto del 2016, así como reseñas de libros y espectáculos artísticos de ballet, ópera, zarzuela y teatro presentados en Miami, Londres y Praga en ese mismo período.
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Baltasar Santiago Martín. Orgía de Palabras. Miami: Eriginal Books, 2016. ¿Quién iba a sopechar que ese niñito con cara de ángel que aparece siempre celebrando sus cumpleaños junto a la joven señora, bella, atildada y fina, que es su mamá, iba a dedicarse a la poesía, y no a una profesión “decente”: médico, abogado o ingeniero? ¨Pues sí, Baltasar Santiago Martín, que así se llama ese lindo niño, es ingeniero civil de profesión, pero poeta de corazón. Y ser desbordado en la familia y los amigos. Orgía de Palabras es un libro especial, lleno de palabras no orgiásticas, sino comunes a la vida y al amor, y de recuerdos hermosos que parecieran congelarse ante la mirada tierna de los lectores. Sí, la vida necesita de la poesía y viceversa, parafraseando a T.S. Eliot. Eso lo supo siempre Baltasar, que aunque ha vivido intensamente, reconoce en el amor, en su totalidad, ese fuego único que hace posible la existencia de todo: felicidad, familia, amistad y pasado. Ël tiene la habilidad de escribir poemas
ILUSTRAN ESTE NÚMERO: Jorge Camacho, el gran pintor cubano (La Habana, 1934París, 2011), que residió durante muchos años en París.
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Antonio Ramos Zúniga, escritor e historiador cubano, quien además ejerce el arte de la “fotografía callejera”. Estas fotos suyas son todas de Puerto Vallarta, México. ARZ es además nuestro escritor invitado en este número de otoño. Las otras páginas están ilustradas con fotos de distintas epocas de los poetas Armando Álvarez Bravo y Maya Islas.
como si estuviera con que cadaAriza, uno de sus poesía? Desde laconversando misma prisión lectores; desnudando a sus amigos, hablándonos de describe los suyos Arenas:Ahora me comen./ cómo era la vida mientras ese niño precioso y tierno Ahora siento como suben y me tiran de las uñas./ de los cumpleaños, crecía y se hacía hombre. Por la Oigo roerdel llegarme hasta losatestículos… puertasu ancha pasado entramos los recuerdos de Baltasar y con ellos a todo lo que ya no existe: sus padres, su casa, su Cuba. Porque ésa era su Cuba, ahora desaparecida por obra y magia (negra) de esa ventolera que convertida en ciclón destruyó los muros delsólo Paraíso que era la Isla. Pero no se necesita una prisión para
expresar el dolor. Cuando el poeta es despojado Si yo fuera él, con el mayor respeto, eliminaría los de todo,super únicamente le queda su nostalgia poemas “eróticos”, y llevaría al lector a para esa colocarla donde mejor le plazca. Cuanto queda casa del alma que él nos presenta con cada uno de los de Little Havana/ es un quicio: el atardecer que la habitan: sus padres, sus amigos queridos, lo sus cubre;/y todos los yatardeceres se que unen ídolos el tiempo los fantasmas el para hace revivir cubrirlo. Campa, también necesita la lírica para con cada poema. remembrar las pateaduras, ¡Cómo nos vemos Disfruten, de estaenORGÍA DE PALABRAS, obligadospues a revivir/ este cementerio las y de imágenes: la poesía es también la vida. Nada ha alegrías/ y las tristezas de Little Havana! muerto, esos recuerdos de Baltasar nos lo aseguran.
José Abreu Felippe asegura en su nota final, Con
BELKIS CUZA MALÉ
IN MEMORIAM NICASIO SILVERIO (NICKY) ( LA HABANA,1930 - MIAMI, 2016 )
POETA, NADADOR OLÍMPICO, PERIODISTA Y PROFESOR. EN PAZ DESCANSE NUESTRO AMIGO Y COLABORADOR
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