LINDEN LANE MAGAZINE VOL 37 #1, SPRING 2018

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Vol. 37 No.1

SPRING / PRIMAVERA, 2018

Hilda Vidal


Queridos amigos: lindenlanemag@aol.com http://www.lacasaazul.org www.lacasaazulcubana.blogspot.com

Nicolás Lara Founded in March 1982 by Heberto Padilla & Belkis Cuza Malé Publisher and Editor: Belkis Cuza Malé Assistant Editor: René Dayre Abella Copyright © 2018 LINDEN LANE MAGAZINE Una subscripción a LINDEN LANE MAGAZINE en los Estados Unidos: $70.00 para individuos, y $90.00 para instituciones.

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ISSN 0736 - 1084 It is a publication by Linden Lane Magazine & Press P.O. BOX 101582 FORT WORTH, TEXAS 76185-1582

Como siempre que finalizo el proceso de diseñar y editar un nuevo número de Linden Lane Magazine les recuerdo lo que siempre he dicho, que ésta es una misión encomendada por Dios. De otro modo, no sería posible decirles ahora que entramos en el Vol. 37, de la Primavera de 2018. Gracias a Dios Me safistace aún más presentarles al invitado de este número, el poeta, escritor y periodista cubano Manuel Díaz Martínez, gran intelectual y uno de los más importantes escritores nuestros. Un gran amigo, al que conozco desde 1965, trabajamos juntos y luego, cuando Díaz Martínez dirigió La Gaceta de Cuba, se convirtió en mi jefe. Fue parte importante en el proceso del llamado Caso Padilla, al participar como jurado en el concurso de la UNEAC que le otorgaría el Premio Julián del Casal al libro Fuera del juego, de Heberto Padilla. Pero además, “Manolo”, como le llamamos, era mi vecino, y a su casa iba yo con regularidad a charlar con Ofelia Gronlier, su esposa, pintora, al igual que su hermana Hortensia. Revoleteando alrededor nuestro veía cómo las niñas del matrimonio, Gabriela y Claudia, crecían en aquel ambiente familiar lleno de amor y de arte. Aquí, pues, este homenaje a la obra y la vida de Manuel Díaz Martínez. Disfrútenlo. En poesía, tenemos a Jesús Alberto Díaz Hernández (“Tinito”), a Luis de la Paz, y a la inolvidable Alina Galliano (fallecida recientemente). En prosa, Félix Luis Viera, y Armando de Armas nos ofrecen una muestra de sus más recientes publicaciones. Viera, con Un loco si puede, y De Armas, con El guardián en la batalla, del cual Juan Abreu escribe una muy buena reseña. Nery Rivero y Miriam Rodríguez Febles, por su parte, son exponentes del trabajo femenino. La de Nery es un intrigante recuerdo de sus memorias, mientras que la de Miriam, en su calidad de médico y escritora, nos asombra con esa novela única que debe ser leída y releída. Además, Matías Montes Huidobro nos ha cedido un importante texto, escrito a raíz del reciente fallecimiento de otro grande de la literatura cubana, José Triana Ilustran este número dos pintores cubanos de diferentes entornos. Hilda Vidal, residente en Cuba, y a la que conocí hace más de cuatro décadas, en compañía del pintor Manuel Vidal, buen amigo, y quien luego se convertiría en su mentor. Y Nicolás Lara, residente en New York. La obra de Nicolás es explosiva, siempre caprichosa y a voz en cuello, pero extraordinaria. Extrovertido y “arrebatado”, le califican algunos, que lo quieren, porque Nicolás es amigo de muchos amigos. Muchas gracias y bendiciones, Belkis Cuza Malé. Directora


Manuel

DĂ­az MartĂ­nez LA GUERRA Todos los aviones regresaron a sus bases. Pero no todos los hombres regresaron a sus casas. Pero no estaban todas las casas de los que regresaron. Pero no todos los que regresaron encontraron a todos en sus casas. Hilda Vidal

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EN LA ISLETA 1 Mientras miro, acodado en la ventana, el paso de bañistas y palomas, siento que tú también, madre, te asomas al marino esplendor de esta mañana. Es natural que sienta tu presencia porque, a lo largo de mi largo viaje, siempre estuviste, madre,

en mi paisaje, y en él fuiste la luz, la transparencia. Observo, mientras a mi lado estás, cómo la ola, metódica, indolente, difumina las huellas que la gente, sobre la playa, va dejando atrás. Ahora que estamos frente al mar a solas, quisiera preguntarte, madre, ¿adónde

-al mar le he preguntado y no respondearrastraron tus huellas esas olas? 2 ¿Qué es un hombre sentado frente al mar? Pues un hombre sentado ante ese abismo no es más que un solitario ante sí mismo. Y su único remedio es olvidar.

Manuel Díaz Martínez, de niño, con sus padres 4


¿QUIÉN? ¿Quién habita la casa que habité, quién toca las maderas que toqué, quién ve los resplandores que yo vi, quién vive las penumbras que viví, quién sueña en la ventana en que soñé, quién llora en la escalera en que lloré, quién abre los batientes que yo abrí, quién ríe en el pasillo en que reí, quién cabalga en los hombros de mi sombra, quién habla, grita, llama y no me nombra, quién mis brazos desplaza con sus brazos, quién llena mi silueta sin saberlo, quién anda hacia su muerte y, sin quererlo, ocupa con sus pies mis viejos pasos?

Díaz Martínez con sus hijas: Claudia y Gabriela

ESOS ADIOSES BREVES De las flores de ese vaso, la más cautivadora es esa rosa a punto ya de incorporarse a la penumbra como el humo al viento. Pétalos suyos han ido cayendo en torno al vaso, abandonando en ella un vago ademán de despedida. Y ahora que estamos solos, enlazados por un mismo silencio, le pregunto y me pregunto si son de ella, sólo de ella, esos adioses breves.

En España: Díaz Martínez, Ofelia, su esposa, y sus hijas 5


Nivaria Tejera

lloviznaba, aunque en la ciudad reinara el sol), una habitación con barbacoa. La barbacoa era el taller donde Antón pintaba cuadros para una galería. Como en los primeros meses de la beca las mesadas brillaron por su ausencia, a Sarduy, a Nivaria, dentro de dos años nuestra amistad cumplirá Rolando Ferrer y a mí, becarios olvidados por la burocracia medio siglo. Recordarás que nos conocimos al comienzo de socialista, nos invitaste a comer en muchas ocasiones aquellos 1959, en La Habana. Habías vuelto de París atraída por la nueva arrabaleros ajiacos al gálico modo llamados pot-au-feu, que historia que comenzaba en la isla y, como yo, como tantos, tan buenos te quedaban (¿o era Antón le chef de cuisine?) y querías actuar en ella. Pero a lo mejor has olvidado que desde que, aliados al pan y al vino, nos recargaban las baterías para la página “Arte Literatura”, de aquel Diario Libre incautado al seguir esperando, bajo el invierno de Lutecia, la llegada del ancien régime, Severo Sarduy y yo te dimos la bienvenida dinero. Durante uno de esos almuerzos pusiste en tu grabadora publicándote un poema y un dibujo y anunciando que ya estaba una cinta —me parece que la estoy oyendo— de la que saltaba en marcha, en la Universidad de Las Villas, la primera edición la voz, abrasiva, de Antonin Artaud, quien declamaba con arrebatos de predicador un en español de tu novela El barranco. poema castigado por trompeAquel mismo año publiqué en el tazos y golpes de timbal. Un periódico Hoy un artículo sobre tu poema imprecatorio, trepidante, novela. El artículo incluía reparos, creo que grabado por Artaud pero lo cerré con esta cordial poco antes de irse con su ira y profecía: “Tenemos fe en el talento su lira al otro mundo. ¿Sería de nuestra joven escritora y “Pour en finir avec le jugement esperamos que este libro represente de Dieu”? algún día el buen antecedente de una No sé cuántas veces, obra novelística que enriquezca aquel año, nos sentamos en un nuestra prosa narrativa”. Obviabistrot a tomar café y ver fluir mente, la profecía se cumplió. Sin la ciudad mientras comentáembargo, El barranco, releído hace bamos tantas cosas —por poco, no me parece un “antecedente” ejemplo, los acontecimientos de tu obra, sino parte vital de ella. del zoológico que era la embaDe aquella época de Diario jada cubana, con el anciano recuerdo la borrascosa asamblea que embajador Manuel Gran como los redactores de “Arte Literatura” afable paquidermo decorativo, (Sarduy, Frank Rivera, Fernández la atildada consejera estilo Bonilla y yo) y algunos colaboimperio Flora Díaz Parrado (a radores de la página celebramos en cuya hermana llamábamos el reservado del viejo y más bien Fauna) como ave del paraíso y enorme café situado en la esquina que el agregado cultural Fernández hacen las calles Barcelona y Águila, Dibujo de Manuel Díaz Martínez Retamar como tarántula con adonde íbamos todas las noches después de terminar nuestra faena en el periódico. Si la memoria teléfono y agenda. Conservo las cartas que me enviaste a no me traiciona, fuiste tú quien nos convocó a esa asamblea, Sofía desde Roma (“vieja ciudad decadente sin el espíritu de cuya finalidad era impedir que un enfurruñado José Rodríguez lucha de París”, dices en una de ellas) cuando eras agregada Feo, usando el poder que tenía por ser quien pagaba las facturas cultural de la embajada cubana en Italia y yo desempeñaba de Ciclón, cumpliera su amenaza de expulsar de la dirección el mismo cargo en Bulgaria. En la de fecha 19 de junio del de la revista a nuestro ídolo Virgilio Piñera, con quien había 64 te quejas de la incomunicación entre los amigos y colegas. tenido una de las volcánicas trifulcas que amojonaron (léase “Entre nosotros”, escribiste, “no hay ningún contacto vivo; como quiera) sus relaciones. Haciendo triunfar la llamada sin embargo, debería haberlo, por el propio trabajo. Por qué, justicia poética, entre cervezas, alegatos, bocadillos, me pregunto siempre”. Y concluyes: “En fin, es así, somos exclamaciones y tazas de café con leche logramos detener la así. El tiempo, los años, de este modo, dejarán su huella de mano vengativa del primero. (Lo que no recuerdo es si vacío. Luego, con ese vacío, acaso cambiaremos, nos acercaremos…”. estuvieron presentes Virgilio y Pepe.) Ahora, desde el vacío de los años, te me acerco con Después, cuando el gobierno revolucionario te dio un puesto en la embajada de Cuba en Francia y a mí una beca para estas escenas que compartí contigo y que están, como ves, estudiar en Europa, nos vimos en París (año 60: guerra de tatuadas en mi memoria. En este largo tiempo de silencio Argelia, De Gaulle en l’Élysée, visita de Jruschov a Francia). mutuo, a la pregunta ¿qué será de Nivaria? siempre reaccioné Tú vivías en una tétrica versión parisiense de solar habanero, convocando los recuerdos o leyendo alguno de los poema en la rue de Vercingétorix. Ocupabas, frente al excusado y con tuyos que me acompañan. Tratándose de la amistad, el puerta a un patio común, gélido y plomizo (donde siempre silencio es peor que la distancia porque puede parecer olvido.

Manuel Díaz Martínez

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Hilda Vidal

LA CRUZADA (Cuento)

Manuel Díaz Martínez El Rapsoda entró en la cámara real y así habló al rey Clofás: ––Señor, anoche quiso el Ave del Sueño tocar mis párpados. Confieso que no la invoqué, como suelo hacer, para poder contestar tus preguntas; vino cuando el silencio era aún más profundo del que ella necesita para acudir a mis llamadas. Sospeché que algo muy importante tenía que decirme, y a ella me entregué con la mayor suavidad; y he aquí que vi, con mis ojos cerrados, un país, señor, tan vasto como tus dudas y tan refulgente como las gemas de tu corona, con valles como mares de verde cristal, cruzados por ríos de sol líquido, y con montañas de laderas pobladas por espléndidas arboledas de frutales, todo bajo un cielo de un azul que tú, señor, que lo has visto casi todo, no podrás nunca imaginar. —El Rapsoda hizo un súbito silencio y se quedó mirando fijamente a su rey. El monarca, que había oído el relato con los labios muy apretados y moviendo lentamente la cabeza hacia arriba y hacia abajo, como es costumbre en gente de su rango, dijo: —Y bien, querido Lorís, todo lo que me cuentas es, en verdad, muy hermoso; pero ¿ahí termina tu sueño? Como saliendo de un letargo, el Rapsoda respondió vigorosamente: —No, señor. El Ave del Sueño fue pródiga en su decir. Con mis ojos cerrados vi que aquel país no lo habita nadie, ni persona ni animal. Ade-más, tengo la con-vicción de que puedo conducirte a él, aun-que si me preguntas dónde está tendré que decirte que no lo sé. El rey Clofás ocultó su rostro con las manos, apoyando

los codos en los brazos del trono. Después de permanecer así durante unos minutos, habló: —Si me guías, iré. Varios días más tarde, el rey Clofás, acompañado por el Rapsoda y por los miembros de la Corte, traspuso los rastrillos de su palacio, seguido por doce cuerpos de caballería, de mil jinetes cada uno, y diez mil infantes, entre arqueros y lanceros. El ejército más grande que jamás se movilizara en Cidea se puso en marcha en pos del país soñado, enarbolando gonfalones carmesíes, dorados y albos y haciendo sonar añafiles de agudísimos registros. El ejército de Clofás estuvo siete años avanzando sin cesar por parajes absolutamente desconocidos, de cuya existencia, hasta aquel momento, nadie sabía, ni siquiera el astrólogo Ulasis de Cidea, para quien el mundo era mucho mayor de lo que en apariencia es, pues él situaba los límites de la Tierra en el sueño de los hombres. Salieron de Cidea cuando el sol de mayo lanzaba sus primeras luces. Luego de dejar bien atrás las fronteras de la nación y de atravesar los montes Ulam-Belam, jamás pisados por hombre alguno, hallaron caminos muy bien construidos, abiertos en la roca viva, los cuales bordeaban abismos que había profundizado el paso torrentoso del río Más Fiero, que hasta entonces se desconocía, cuyas aguas, a pesar de la velocidad con que fluían, de las cascadas por las que se despeñaban y de las riberas de piedras filosas en que rompían sus flancos, no hacían espuma. Aquel paisaje de cantería, absolutamente imprevisto, raras veces se vio alterado por alguna que otra mancha de vegetación, formada por árboles de manzana y membrillo, guayabos de voluminosos frutos y, sobre todo, musgos gigantes, de cuyos filamentos la cohorte expedicionaria extraía el agua para sus necesidades, porque la del pavoroso río no calmaba la sed ni limpiaba el cuerpo. Fueron siete años como siete días, pues la noche no apareció jamás. El sol de aquellos años no fue velado un solo instante ni por tormenta ni por llovizna. No hubo tales cosas ni parecidas. Aquel sol, a medida que los conquistadores avanzaban, perdía en calor lo que iba ganando en brillo, de tal suerte que, al final, se convirtió en luz tan fría que, bajo su resplandor, armas, armaduras y arneses se cubrieron de una espesa capa de escarcha pegajosa, y las plumas de los yelmos y las crines de las cabalgaduras se cristalizaron, pero ennegrecidas, como si previamente hubiesen sido calcinadas. Como la luz de ese sol era ubicua, no disfrutaron los expedicionarios ni de la más pequeña zona de sombra para mitigar el deslumbramiento que les enrojecía los ojos y que llegó a privarlos de la visión. Jamás supieron la hora, pues el reloj de sol, por faltar la sombra, les era inútil y la ampolleta de arena se quebró al ponerse en contacto con aquella claridad. Sólo el Rapsoda sabía por dónde caminaban y hacia dónde orientarse. Daba sus indicaciones después de dormir un cuarto de hora cada día, tiempo durante el cual le era revelado el rumbo. A nadie más que a él le era posible conciliar el sueño sobre aquellas piedras ásperas, envuelto en

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aquel frío taladrante, con aquel resplandor contra el cual no servía ni la más tupida venda. Vale anotar que, durante el viaje, no conocieron la fatiga. Cuando ya habían perdido la esperanza de recuperar la vista, vieron. Una cálida noche había descendido sobre ellos; en la bóveda celeste rutilaban estrellas enormes, que parecían pender directamente sobre la cabeza de los soldados. El paisaje se había transformado totalmente: el pasto jugoso sustituía a la piedra; jardines de perfumadas plantas ocupaban el sitio de los riscos; suaves colinas coronadas de parras e higueras estaban donde hacía sólo segundos se elevaban las áridas escarpas... El Rapsoda, llorando de entusiasmo, se acercó a su señor y le besó las manos. Exclamó: —¡Hemos llegado, oh rey de Cidea, a la tierra que te dará la corona de emperador! —Puede ser que tengas razón, Lorís —respondió el rey Clofás mientras miraba en torno con ojos agrandados por la emoción—, mas no veo que este país refulja, como me dijiste, ni veo en cuanto abarca mi vista el río de sol líquido, ni el cielo azul inimaginable de que me diste noticia, sino, por el contrario, veo un paisaje dominado por las sombras, aunque indiscutiblemente hermoso. —Señor, debe de ser que, de tanta luz que inundó nuestras pupilas, ahora sólo podemos ver sombras. —No te entiendo, Lorís; pero, puesto que la noche es llegada, me invade un ansia infinita de tenderme a dormir. —El rey descabalgó y ordenó descanso. El ejército entero, esparcido sobre la reconfortante y acogedora tibieza de los pastos, se entregó al sueño. La luz de la mañana los despertó. La mañana se hizo presente como lanzada por una catapulta. Los pájaros alborotaban en los ramajes; bajando entre los collados más lejanos, un río de fuego se deslizaba lentamente. La tierra competía en intensidad de color con el cielo. Mas todo aquello quedó opacado por una maravilla superior: en lo alto de una colina, disimulado entre verdaderos bosques de heliotropos zancudos, más altos que un tallo de bambú bien crecido, se alzaba un imponente palacio de mármol negro, rodeado por fosos sobre cuyas aguas revoloteaban pájaros de espumoso plumaje. El asombro fue unánime por dos razones: porque en la noche pasada no se había visto tal palacio, por más que los soldados inspeccionaron los contornos del sitio donde se vivaqueó, y porque ese hallazgo denunciaba un error importante en la revelación que tuviera el Rapsoda: el país estaba habitado. Cuando hubieron vuelto los delegados que envió el rey Clofás para solicitar audiencia al señor de aquel palacio, todos supieron que allí habitaba un rey que se hacía llamar Omegus el Anfitrión, el cual los invitaba a un banquete que tenía preparado en honor de la temeraria hueste. El rey Clofás, seguido por su ejército, cruzó el puente y entró al palacio, cuyas dimensiones internas sobrepasaban notablemente a las exteriores. En una sala inmensa, el tamaño de la cual puede deducirse del hecho de que podía albergar a los veintidós mil soldados de Clofás, y

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en la que se extendían mesas y bancos de riquísimas maderas negras, aquéllas cubiertas de finas mantelerías y éstos de mullidos cojines, los esperaba Omegus, que era un anciano alto, cuya palidez y flacura denotaban mala salud, con ojos muy hundidos y oscuros y luenga barba, tan blanca y vaporosa como los pájaros que rozaban las aguas de los fosos. Con un gesto de mano, Omegus ordenó a todos que tomaran —Os esperaba, hijos míos, desde hace mucho tiempo. Para esta visita habéis nacido, y yo estoy aquí para ofreceros albergue. —Generoso monarca —respondió Clofás—, mi bochorno no tiene límites y debo pedirte perdón por haber venido a ocupar tu territorio. He viajado hasta aquí en calidad de invasor, pues por mala información creía que estas tierras estaban vacías de hombres y quise sumarlas a la civilización a que pertenezco. Veo que estaba equivocado, que en ellas hay un rey. Renuncio, pues, a mi empresa y te prometo regresar hoy mismo a mi país, deshaciendo el camino que las alucinaciones de un rapsoda y mi credulidad me hicieron emprender. El anciano sonrió bondadosamente. Así respondió al rey Clofás: —No tengo nada que perdonaros; tampoco tengo nada que temer de vosotros. Habéis nacido para venir a conquistar mi reino, mas está en tal empresa el fracaso. Soy el único habitante de este país; sin embargo, ejércitos más poderosos que el vuestro han llegado a este palacio con idéntico fin y sigo siendo Omegus el Anfitrión. Sólo os pido que disfrutéis, en mi nombre, de este banquete que os he preparado con mis manjares predilectos. La lechuza horneada con salsa de higos debéis acompañarla con el cabernet, y la torta de anémonas, con el moscatel de las garrafas azules. Es todo cuanto debo recomendaros. Después de dar cuenta cumplida de lo servido, todos sintieron la necesidad de descansar, para lo cual, con la anuencia del anciano, se tumbaron en los bancos cubiertos de cojines y se durmieron. Cuando despertaron era noche cerrada. Clofás, aún soñoliento, se dirigió al señor de la casa: —Lamento el abuso que hemos hecho de tu hospitalidad. He decidido partir inmediatamente. Cuando vayas a Cidea, mi reino, te reciprocaré estas atenciones. —Nunca iré: de mi país no salgo. Es tan grande, que nunca he intentado salir de él. Adiós. El ejército de Clofás se puso en marcha. En la bruma fría de la noche fue perdiéndose el palacio de Omegus, hasta que desapareció detrás de una colina. El Rapsoda, pensativo, caminaba alejado de su señor, quien lo miraba de vez en cuando con el rabillo del ojo. De pronto, sin que mediara crepúsculo, la luz del día cayó pesadamente, hiriendo con sus agudos brillos los ojos de los caminantes. Una vez superado el deslumbramiento, un grito bárbaro, caudaloso, se desprendió de sus gargantas: sus huesos resplandecían, y cada quien, inmóvil, podía ver, a través de los demás, la geografía cenicienta de Cidea.


SUFRIR LA HISTORIA, TAREA DE POETAS Manuel Díaz Martínez Con la muerte de Heberto Padilla, ocurrida en septiembre de 2000, los periódicos (menos los de Cuba, por supuesto) volvieron a ocuparse del escándalo político de que fue principal protagonista el poeta. Este hecho no es gratuito. Si el Caso Padilla1, calificado en su momento por Fidel Castro de “chismografía intelectual”2, sigue provocando, tres décadas más tarde, el interés de la prensa diaria ello se debe en gran medida a que en Cuba continúa siendo diaria la realidad que lo generó. Los acontecimientos que conforman el Caso Padilla se desarrollaron en un lapso de tres años: entre 1968 y 1971, o sea, entre el tormentoso certamen literario de la UNEAC3 en que a contrapelo del régimen se premiaron Fuera del juego y la pieza teatral Los siete contra Tebas, de Antón Arrufat, y la cruel palinodia a la que Castro y su policía obligaron a Padilla. Pero el Caso Padilla es mucho más que eso: es una cifra del viacrucis de la cultura cubana bajo el totalitarismo. ¿Por qué los dirigentes de la revolución cubana le concedieron tanta importancia a Heberto Padilla – entonces un intelectual muy joven y poco conocido–, a su libro Fuera del juego y al hecho de que le diéramos el premio de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba? La respuesta a esta pregunta hay que buscarla en la conexión del Caso Padilla con su entorno político internacional, concretamente con el surgimiento de grupos de intelectuales contestatarios en los países socialistas europeos y el auge, en Occidente, de

una nueva izquierda ilustrada, adversa al centralismo burocrático del “socialismo real”. Asimismo hay que tomar en cuenta las circunstancias por las que atravesaban en aquellos momentos las relaciones entre Cuba y la Unión Soviética. Hasta 1968 y no obstante la prohibición, en 1961, del cortometraje P.M., de Sabá Cabrera y Orlando Jiménez, y el cierre del suplemento cultural Lunes, del periódico Revolución –desmanes obviamente dictatoriales con que Castro inauguró su política para la cultura, resumida en la fórmula matrera “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”–, y la censura de que fue objeto en 1967 la novela Paradiso, de José Lezama Lima, la izquierda liberal latinoamericana, norteamericana y europea –esa nueva izquierda ilustrada a la que me referí antes– cultivaba, entre otras bellas ilusiones, la de que la revolución cubana era la única de su signo ideológico con una vocación renovadora orientada hacia el humanismo, que, según Julio Cortázar, era “el auténtico socialismo” y estaba amenazado tanto por “el sistema capitalista o el llamado neocapitalismo” como por “todo comunismo esclerosado y dogmático” 4 . Esta creencia suscitaba el apoyo de los intelectuales progresistas, cubanos y extranjeros, al proceso revolucionario recién iniciado en la isla.

al mismo tiempo, el bancos Pero, de riquísimas maderas noviazgo de la revolución cubana y la negras, aquéllas cubiertas de izquierda liberal (cálido noviazgo que finas mantelerías éstos de permitía la publicación deySolzhenitsin mullidos cojines, los esperaba en Cuba) causaba malestar en la izquierda la anciano del dogalalto, y el Omegus,“clásica”, que era un dogma, empezando por la omnímoda cuya palidez y flacura denotaban gerontocracia de estalinistas reciclados mala salud, con ojos muy que gobernaba en la Unión Soviética y hundidos luenga en el resto ydeoscuros las mal yllamadas barba, tan blanca y vaporosa “democracias populares”, cuyo apoyo necesitaba Castro para mantener las su como los pájaros que rozaban revolución y sostenerse en el poder. aguas de los fosos. Con un gesto Eran los tiempos en que, para más de mano, Omegus ordenó a todos complicación, comenzaba a hacerse que tomaran puesto enrebelde torno aque las sentir la intelectualidad mesas, y dijo: anunciaba con insólita audacia, en los redaños de aquellos totalitarismos empedernidos, la cruzada por los derechos humanos que ha marcado a —Osfin esperaba, hijos míos, desde este de milenio.En la tensión generada, sobre todo dentroPara del campo hace mucho tiempo. esta socialista, por el pugilato entre visita habéis nacido, y yo estoy ortodoxos y heterodoxos se origina el aquí para ofreceros albergue. Caso Padilla, que es un episodio caribeño de esa pugna cuyo vórtice estaba en la Europa Oriental y que tuvo en Checoslovaquia, precisamente en —Generoso monarcacuando — 1968, su avatar más traumático respondió Clofás—, mi bochorno la Primavera de Praga volvió a ser crudo invierno bajo ylasdebo orugaspedirte de los no tiene límites blindados soviéticos. perdón por haber venido a ocupar Padilla, lector de Arthur tu territorio. He viajado hasta Koestler, de Milovan Djilas, de Isaac aquí en calidad de del invasor, pues Deutscher, y estudioso estalinismo, por mala información creía que jugó en Cuba un papel comparable al 5 amigo de Evgueni Evtushenko estas tierras estaban(íntimo vacías de

De izquierda a derecha Heberto Padilla, José Triana y Manuel Díaz Martínez

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suyo) y Alexander Solzhenitsin en la Unión Soviética, y al que en aquella época jugaban en Checoslovaquia el filósofo Jan Patoèka, el dramaturgo Václav Havel, la escritora Eda Kristová y otros ideólogos y promotores de Foro Cívico y Carta 77. Pero Padilla, a diferencia de algunos de estos descontentos y de otros que surgieron en Polonia, en Hungría, en Rumanía, en Alemania, en Bulgaria, no se oponía al socialismo. Él aspiraba, al igual que sus colegas occidentales de la nueva izquierda, a una reforma humanista del sistema, una reforma proyectada hacia el equilibrio social con libertades. Soñaba con un socialismo, como se dijo después, “de rostro humano”. Lo que refleja Fuera del juego es, básicamente, el rechazo de Padilla a la hegemonía del Estado sobre la persona, inherente al modelo soviético y basamento del totalitarismo. En su libro hay, por tanto, una crítica implícita a la implantación en Cuba de ese modelo. Era una crítica peligrosamente oportuna por cuanto llegaba en el instante en que Fidel Castro se echaba en brazos de los soviéticos, con lo cual enterraba de manera definitiva los elementos democráticos que formaban parte del ideario primigenio de la revolución. Los jurados que le dimos el premio a Fuera del juego supimos siempre –y por si no lo sabíamos nos lo hicieron saber– que premiar ese libro era prender la mecha de una bomba que nos iba a estallar en las manos. No obstante, lo premiamos, ante todo por lealtad a la poesía, y explicamos así nuestro voto en lo tocante al contenido: “Padilla reconoce que, en el seno de los conflictos a que lo somete la época el hombre actual tiene que situarse, adoptar una actitud, contraer un compromiso ideológico y vital al mismo tiempo, y en Fuera del juego se sitúa del lado de la Revolución, se compromete con la Revolución, y adopta la actitud que es esencial al poeta y al revolucionario: la del inconforme, la del que aspira a más porque su deseo lo lanza más allá de la realidad vigente”. En el párrafo anterior habíamos dicho: “...en lo que respecta al contenido, hallamos en este libro una intensa mirada sobre problemas fundamentales de nuestra época y una actitud crítica ante la historia”. Julio Cortázar –figura paradigmática de la nueva izquierda ilustrada–, que en aquella época sostenía que su humanismo era socialista, coincidirá en lo fundamental con este juicio nuestro. En su artículo “Ni traidor ni mártir”6 subraya que de los poemas de Fuera del juego “se puede decir que expresan un cierto escepticismo y amargura, pero [...] no se puede afirmar que sean contrarrevolucionarios”. Hay que admitir que el régimen tenía motivos para el sobresalto: de pronto, un poeta brillante que lo había servido como corresponsal de prensa y funcionario, con una cultura política acrecida en sus viajes por los países socialistas (donde había tocado “la forma del porvenir cubano”7), con amigos disidentes en esos países, presenta a concurso un libro cargado de un criticismo que, según la directiva de la UNEAC, era ejercido “desde un distanciamiento que no es el compromiso activo que caracteriza a los revolucionarios”8. Además, el escabroso poemario, un auténtico trueno en cielo despejado, es elegido para el premio por todos los jurados del concurso de la

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UNEAC, entre los cuales hay tres poetas cubanos de tres generaciones distintas (José Zacarías Tallet, Lezama y el que escribe), quienes resisten sin parpadear las presiones del poder para que no premien el libro. Cuando el Secretario de la Sección de Literatura de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Félix Pita Rodríguez, afirmó públicamente, en medio de la polémica en torno a los libros de Padilla y Arrufat, que existía una conjura de intelectuales contra la revolución, estaba desvelando la causa de la zozobra oficial. El gobierno creía ver una conjura y, en ella, la aparición en la isla de un grupo

Nicolás Lara de intelectuales contestatarios equivalente a los surgidos en la Europa comunista. Ninguna prueba más fehaciente de la inquietud que la conducta de Padilla y sus valedores produjo en el régimen, y de por qué la produjo, que el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, celebrado en La Habana a fines de abril de 1971, una semana después de la autocrítica del poeta. Castro usó ese congreso para fusilar políticamente, aprovechando el prestigio que entonces nimbaba a la revolución, a la intelectualidad democrática que lo había apoyado hasta el Caso Padilla y que él presentaba ahora como azafata del imperialismo. Allí cerró el cerco en torno


a la libertad de expresión en Cuba con el fin de asfixiar en el huevo a una oposición antitotalitaria que ya sentía nacer. En el discurso de clausura, un Fidel Castro que quiso ser despectivo y resultó estridente, aseguró, aludiendo a su problema con los intelectuales, que no se referiría a esa “basura”, pero a esa “basura” dedicó treinta párrafos virulentos de su discurso. Es significativo que en aquella catilinaria anunciara, como si se tratase de las tranqueras de una finca suya, el cierre por tiempo indefinido de las fronteras cubanas a los intelectuales extranjeros –”ratas” los llamó– que condenaron el encarcelamiento de Padilla y denunciaron el giro de la revolución hacia el estalinismo. Aprobando la intervención armada soviética en la Checoslovaquia secesionista de Alexander Dubcek y, simultáneamente, rompiendo su ya inconveniente romance con la izquierda heterodoxa, para lo que le vino pintado el Caso Padilla, Castro halló la manera de reparar sus relaciones con el Kremlin, averiadas desde la “crisis de los misiles”. A partir de entonces, en Cuba no se publicó más a Solzhenitsin y en el perenne verano de la isla florecieron con más exuberancia los manuales de marxismo-leninismo de la Academia de Ciencias de la URSS. aso

hombres y quise ada Severo Sarduy y Manuel Díaz Martínez, en La Coruña (1959)

Eliseo Diego, Manuel Díaz Martínez, Armando Álvarez Bravo y Regino Pedroso

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(Notas) Ver: Lourdes Casal, Caso Padilla :Literatura y Revolución en Cuba. Miami, Ediciones Universal & Nueva Atlántida, 1971; Manuel Díaz Martínez, “El caso Padilla: crimen y castigo”, revista Encuentro de la Cultura Cubana, Nº 4/5, Madrid, primavera/ verano, 1997, pp. 88-96; César Leante, Revive, historia Anatomía del Castrismo, Madrid, Biblioteca Nueva, 1999, pp. 207-225. 2 Ver: Fidel Castro, discurso de clausura del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, periódico Granma, La Habana, lunes 3 de mayo de 1971. 3 Siglas de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. 4 “...rechazo toda solución basada en el sistema capitalista o el llamado neo-capitalismo, y a la vez rechazo la solución de todo comunismo esclerosado y dogmático; creo que el auténtico socialismo está amenazado por las dos, que solamente no representan soluciones sino que postergan, cada una a su manera, y con fines diferentes, el acceso del hombre auténtico a la libertad y a la vida. Así, mi solidaridad con la Revolución Cubana se basó desde un comienzo en la evidencia de que tanto sus dirigentes como la inmensa mayoría del pueblo aspiraban a sentar las bases de un marxismo centrado en lo que por falta de mejor nombre seguiré llamando humanismo”. Tomado de “La dialéctica del Diablo”, entrevista a Julio Cortázar publicada en la revista Life en español y parcialmente reproducida en el periódico cubano Juventud Rebelde el domingo 6 de abril de 1969. 5 Evtushenko no tardó en convertirse en un juglar oficial y ha terminado loando el castrismo. 6 Publicado originalmente en Le Nouvel Observateur y reproducido en el suplemento Diorama de la Cultura, del periódico Excelsior, México, 20 de abril de 1969 7 Heberto Padilla, La mala memoria, Barcelona, Plaza & Janés, 1989, p. 70. 8 En la “Declaración de la UNEAC” impuesta como prólogo a la primera edición de Fuera del juego, La Habana, Ediciones Unión, 1968. 1

Miguel Rivero, Manuel Diaz Martínez, Rafael Alcides Pérez, y Dandy, el perrito.

(Revista Hispano Cubana, Madrid, Nº 9, enero-abril, 2001).

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Basura Manuel Díaz Martínez En la residencia para estudiantes donde me alojé en París, hace más de cuarenta años, había una femme de ménage, vieja y diminuta, que a todos sorprendía con sus ocurrencias. Allí compartía yo habitación con un pintor cubano que por entonces componía collages con ripios de los afiches más roñosos que hallaba en los muros de la ciudad. Una mañana en que me encontraba solo en el cuarto, madame Léonide, que así se llamaba la mujer, se presentó con sus aperos de limpieza para “hacer la habitación”. Puesta a lo suyo, con la escoba sacó de debajo de la cama del pintor una caja donde éste acumulaba aquellos retazos inmundos, y me preguntó si eso era para botar. Le dije que no y le expliqué cómo con eso mi compatriota hacía cuadros. Le señalé dos recién terminados que colgaban de una pared. Se acercó a ellos y, con el ceño fruncido, los contempló atentamente. En los cuadros, los ripios aparecían pegados en aparente desorden y manchados con brochazos y goterones de pintura blanca. Cuando se hartó de mirar, la viejita se volvió hacia mí y me dijo, apoyada en la escoba y moviendo la cabeza en señal de desolación: “La culpa de todo esto la tiene ese señor Picasso.” He recordado esta anécdota al enterarme por la prensa de que una empleada de limpieza de la galería londinense Tate Britain tiró al depósito de desperdicios una bolsa de basura que encontró en una sala dedicada al arte de los años 60, y la bolsa era una obra de arte titulada “Recreación de la primera demostración pública de arte autodestructivo”, del plástico alemán Gustav Metzger. El problema fue resuelto por el propio artista, quien hizo un supremo esfuerzo creativo y envió a la galería otra bolsa de basura, la cual se guarda de noche en una caja fuerte para evitar nuevas confusiones. Pienso que lo correcto habría sido que la empleada, para reparar el estrago de que era responsable, hubiese donado a la Tate Britain una bolsa con desperdicios de su casa, con lo cual, además, habría evitado al señor Metzger los gastos de envío y seguro de su segunda bolsa de basura. Esta noticia me trae a la mente otra que leí en la prensa española hace meses. En un museo del País Vasco – el Kursaal o el Guggenheim–, unos chuscos, aprovechando la ausencia del vigilante, colgaron en una sala un cuadro que ellos habían hecho embadurnando un lienzo con óleos de colores. Allí estuvo atrayendo la respetuosa atención de los visitantes de aquella sala, donde se exhibía arte moderno, hasta que alguien del museo se percató de que esa abstracción estaba colada en la muestra. Después se supo que era una superchería porque, aparte de no estar firmada

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por ningún artista conocido, sus autores declararon la broma. Volviendo a París, les cuento que acabo de ver allí, en el Centro Pompidou, un descomunal lienzo de Joan Miró que consiste en una superficie emborronada de azul sobre la que se aburren unos trazos rojos, alargados y oblicuos. Es, creo, de lo último que hizo este pintor que tan juguetona y deliciosa pintura nos dejó. Mientras contemplaba esa especie de mural vacío, ajeno al genio de su autor, descubrí entre los que allí estábamos a madame Léonide. Movía la cabeza desconsoladamente.

Nicolas Lara


Nuestro escritor invitado: Manuel Díaz Martínez (Santa Clara, Cuba, 1936).

Manuel Díaz Martínez

Poeta, ensayista y periodista. Fue diplomático en Bulgaria, investigador en el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba y director de importantes órganos de prensa en su país natal. Fue director de la Revista Encuentro de la Cultura Cubana y formó parte del consejo editorial de la Revista Hispano Cubana, ambas publicadas en Madrid. Es miembro correspondiente de la Real Academia Española. Ha publicado doce libros de poemas, entre los Díaz Martínez y sus hijas que figuran El País de Ofelia (1965), La tierra de Saúd (1966), Vivir es eso (1967, Premio “Julián del Casal”, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, otorgado por un jurado que integraron Nicolás Guillén, Eliseo Diego, Gabriel Celaya, José Con Ofelia Gronlier, su esposa, en Sevilla Ángel Valente y Enrique Lihn), Mientras traza su curva el pez de fuego (1984), El carro de los mortales (1988), Memorias para el invierno (Premio Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria 1995) y Paso a nivel (Verbum, Madrid, 2005). Algunas antologías de sus versos son: Poesía inconclusa (La Habana, Claudia y Gabriela con su padre 1985), Alcándara (La Habana, 1991), Señales de vida (1968-1998) (Visor, Madrid, 1998), Antología Poética (edición bilingüe, Bulzoni, Italia, 2001) y Un caracol en su camino (Aduana Vieja, España, ediciones de 2003, 2005 y 2008). Su poesía completa fue publicada, bajo el título de Objetos personales (1961-2011), en la Biblioteca Sibila-Fundación BBVA de Poesía en Español (Sibilina, Sevilla, 2011). Ha publicado sus memorias, Sólo un leve rasguño en la solapa (AMG-Editor, Logroño, 2002), un tomo con la recopilación de las cartas que Severo Sarduy le remitió a La Habana, y Oficio de opinar (Aduana Vieja, Valencia, 2008). Ha recibido numeros premios y reconocimientos internacionales.Reside en Las Palmas de Gran Canaria. 13


Luis de

La Paz MITO DE SÍSIFO Intenta con entereza una vez más, llegar a la cima. Ahí está de nuevo la meta. Sigue siendo difícil mantener el aliento, sostener la piedra arriba. Soportar el cansancio eterno No mirar la cuesta es lo sensato, aunque vuelva a rodar

LAS MUCHACHAS EN EL PATIO Hilda Vidal

CERRAR LOS OJOS Cierra los ojos como si no quisieras ver más todos los rincones de la realidad tantas veces recorridos. No mires más este cansancio. Pero, ¡atiende!, no te atrevas a dejarlos cerrados por más de un instante. Los ríos revueltos siguen su curso y es prudente acercarse siempre a la cañada.

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A Estrella (Elena) Las muchachas se elevan con un gran movimiento, húmedo y alegre. El conjunto semeja una voluptuosa danza, pero no lo es. Dista de serlo. Con maestría giran, extienden los brazos, alzan la mirada pidiendo un deseo. Las manos abiertas vician el aire, mientras pretenden alcanzar la esfera que traza una elipse en el espacio. Sus sayas se expanden como algo vivo, mientras ven pasar por el aro como una sombra inalcanzable, el sueño.


RELACIONES

BALSEROS

Salir a flote es la meta. Reta tranquilamente Rajar con suerte la espesura. la realidad Calmar con estoicismo la mirada. que exhorta (exige), Narrar la patraña como si fuera vidrio. estar cerca de lo grande. Hurgar en el vaho. hermano, que la gran ola irrumpa, RetaDeja, tranquilamente Respirar el tesoro que nos rodea. te arrope con la ira de los cuerpos Leer esperando algo. la realidad que se deshacen al sol. Mirar la televisión con incertidumbre. Sométete al mar como castigo que exhorta (exige), Ver morir al hombre en el altercado. permite que la silueta Contar el goteo del reloj. en el horizonte Escuchar el alarido de la mujer. sea una permanente esperanza, Descubrir con la arena la proximidad del mar. que los cuerpos sonrientes, Ofrecer consuelo al que nace. y los abatidos Aprender siempre a continuar. sigan marcando la historia de ese pueblo Proteger lo que se siente. Causar conmoción con los hechos. LUIS DE LA PAZ,(La Habana, 1956). Escritor y Esperar, esperar, esperar. periodista. Los poemas publicados pertenecen a los libros Es posible. De espacios y sombras, Accésit del Premio de Poesía Todo podría estar relacionado. “Luys Santamarina”, Ciudad de Cieza, España y a Imperfecciones del horizonte, aun inédito. Hilda Vidal cual, con la anuencia d e l anciano, s e tumbaron en los bancos cubiertos d e cojines y se durmieron. Cuando despertaron e r a noche cerrada. Clofás, a ú n soñoliento, ver, a 15


Jesús Alberto

DÍAZ HERNÁNDEZ c) soliloquio del poeta en el exilio

Cantata XL

[Nunca como ahora] me aguaito a observar la mosca en el retrete y me doy cuenta que soy su semejante, insecto metafísico cuya anatomía se compone de agudAntigüedad. Sé que debo darme 3 tropos en el pecho por este dolor equitativo, 3 tropos en el pecho como si alguien me negara, ......este dolor que transformAl poeta en bestia y a la bestia en dígitos esdrújulos. Un 0 a la derecha del 0, un muerto sin cabeza entre la grasa y la acetona: un mecánico a pulso sin derechoAumento. Minúsculo jack of all trade. Ahí voy con mi jolongo, tumefacto de cerilla. Ahí voy comiéndome las uñas. 1+ En este ghetto de salubérrima hipocresía y luneses de arrepentimiento. Del ayuno a la acetona, de la acetona al vicio: supervivencia, de la A a la S, pero no paso de la R. Recibo una carta de mi madre, hoy lunes 31 de marzo del 2014: Querido hijo, me alegro que gracias a Dios, estés bien. Por aquí comienzA latir el silencio; se nos fue Mery, no sufrió siquiera, estuvo comiendo hasta que la esquemia se sentó a la mesa. Espero que te cuides del polvo hijo, no olvides que eres asmático. 1+ En esas calles de ojúo chapapote, paliducho ay tanta frialdad en el alma, si es que aún quedAlma en la quintaesencia del lenguaje, lo digo porque me preocupa la palabra amigo ¿hay acaso algo más que la rima entre frialdad y amistad? Criadero de hiatos y fuck-yous que toman forma humana: entre un poeta uotro un[h]emistiquio; un camposanto enconado. Cada cual escribe lo que puede, si tan solo yo pudiera escribir hacia adentro, (incluyo en eso mis resabios) pero cada cual escribe como puede. Doyme 3 tropos en el pecho doyme por este dolor equitativo 3 tropos en el pecho .... este dolor que me transforma en bestia, un 0 a la derecha del 0.

Rumor de cuervos en el Parnaso, congregaciones de cínicos y hedonistas criaderos de larvas en todas partes/géneros (de)generados la poesía en posición fetal.

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Hilda Vidal


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Cantata XXXVIII a Leopoldo María Panero Cállense cuervos. ¿No se han dado cuenta aún, que ha muerto Panero?. Escuchen bien los cascos del almácigo recién ripeado en el omiero, la opulenta singladura del verbo, por un río de pretencioso azufre que moquea su profecía, donde contornea el espectro de Apolo con su impío fémur, que lleva el bardo acurrucado en la ingle: humanidades de adjetivos hinchados por la baba cruel del uso y de la esquizofrénica cordura. PERO los cuervos no cierran el pico, comulgan con los sapos del parnaso.

Cantata XXXVI a Mrs «L» que sostiene que Homero y Virgilio eran narradores, no-poetas Una introducción escueta, hubiera sido mejor, a pesar de los mugidos de la barbarie, y la ronquera de la bocina, su voz, lo suficiente áspera como las manos de un albañil. -Ténganse presente que Homero y Virgilio no son poetas, dijo, agarrando a Dios de la barba, (hasta Lezama cogió su ramalazo), ahí se le enreda la pita. Los que hemos leído sobre la métrica grecolatina por oficio, (o) por curiosidad, sabemos que las epopeyas se nutren de: - los dáctilos, - los espondeos & - los hexámetros, a donde quiero llegar: ¿No es Aeneis una epopeya? Con una gota de humildad, tal vez (me) entienda, claro, esto lo digo pechoadentro, no se me ocurriría hablarle a un pared (egipcia) cuyos ideogramas se descomponen en sí mismos, dejando un bajo amarillento como el pus que despiden las heridas infestadas.

JESÚS ALBERTO DÍAZ HERNÁNDEZ «Tinito» (Pinar del Río, Cuba, 1971). Escritor, dibujante, traductor. Estudió licenciatura en lengua inglesa en el Instituto Pedagógico de Pinar del Río. Tiene publicado dos poemarios: Discurso en la penumbra, Editorial Hoy no he visto el paraíso (2012) Sanctasanctórum, Editorial Eriginal Books (2012), Deltedio, Editorial Hoy no he visto el paraíso (2014) y Aurea Mediocritas, Eriginal Books (2014). Sus poemas han aparecido en varios blogs y revistas literarias, tales como Otro Lunes, Caña Santa, Inactual y La Peregrina. Textos suyos han sido traducidos al francés. Actualmente reside en Miami. ..

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Alina GALLIANO 44

Alina Como mis días, no quiero que te parezcas a nada ni a nadie. No….No puedes parecerte a los ríos ni a las sombras de vidas que dentro de ellos cantan no puedes parecerte a ninguna criatura que se mueve en los mares ni al mar mismo siquiera podrías parecerte. Hoy sé que los perfiles donde antes te encontraba con intención de brújula entre mis pensamientos, eran sin duda alguna, alucinantes cábalas pretendiendo ser parte de tus orfebrerías. No…No puedes parecerte a las rosas ni al péndulo que sabe alinear: techos, barcos, cinturas, manos, pestañas o besos si el corazón decide evaporar orquídeas a formas de aguaceros para que los paraguas puedan sentirse útiles de vez en cuando frente a los nubarrones y sus alegorías de humedades y espejos.

La orilla del asombro

No puedes parecerte a ningún Universo, ¿qué estrella? ¿o qué planeta podrá sentirse origen del color de tus ojos,

De una isla jamás

si el color desconoce tu propio colorido?

nadie se escapa,

¿cuál de las estaciones? podría predecirte

es como una mujer

a calores o fríos, tiempo templado o seco,

de la que nunca

si para ti no existen estaciones ni espacios de alfabetos

podemos deshacernos

que puedan traducirte a sustancias o sonidos?.

por completo:

Por eso es que no quiero que tengas parecidos

su verde

con nada ni con nadie,

nos retiene abiertamente

yo te sé en permanencia de todos mis insólitos:

fuera de todo amor,

sitio de ese no sitio donde respira el pecho.

se levanta conmigo te sorprende

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te sigue, sin ayuda a donde quiera y te busca, te mira se te enfrenta como única manera de encontrarla en el filo absoluto de la espera. * * *


a Galliano

El vientre del trópico

Nadie es capaz de conversar

II

esta historia que sin esfuerzo crece

Por semanas enteras he tratado

a su secreto de constelaciones.

de sostener

Quién puede descifrar este gran hábito,

despiertos en la alcoba de mis manos

esta manera de encallar el hambre

esperando que pases del brazo de otras gentes

en la continua furia de los higos;

enloqueciendo el aire,

atómica raíz reconstruyendo el gusto,

redescubriendo a posesión la altura

desvistiendo presencia entre los dientes.

torre de olor que brota,

Y es que cuando te dices,

para ti, de mis dedos;

cuando sin darte cuenta

tiempo donde tus días por ser,

vas soltando tus risas

se vocalizan.

desamarrando en pleno todas tus voluntades,

entre saliva y lengua

calibrando nocturnos pentagramas,

las posibilidades de un caimito,

atmósferas, donde vas preparando

pero los dientes

tu doble itinerario,

carecen de memoria,

inexorable arquitectura

viven en disidencia

con mi yo inagotable,

con el trópico,

sin decírtelo, entonces,

son incapaces de atravesar

te voy prestando rutas

los meridianos del sabor, su furia,

sitios llenos de únicas,

que trajinando el paladar

indómitas ciudades

conversa un proyecto de pulpa

que nacen a mi cuello

en coito perfecto

sorprendiendo tú espacio,

con mis muelas.

mapas para países que pre-existen

Entonces desde aquí

despiertos en la alcoba de mis manos

soy la otra boca,

esperando que pases del brazo de otras gentes

interminable mutación

enloqueciendo el aire,

que puede lo mismo

redescubriendo a posesión la altura

que un manglar bordear la Isla,

torre de olor que brota,

definiendo los paralelos del olor,

para ti, de mis dedos;

marcando

tiempo donde tus días por ser,

la zona donde el hambre come espejos.

se vocalizan.

ALINA GALLIANO (Manzanillo, Cuba, 1950) murió el pasado jueves 7 de diciembre en la ciudad de New York Siendo aún muy joven, Alina salió al exilio: primero residió en España y, más tarde, se estableció en Nueva York, ciudad donde residía, desde 1968. Obtuvo una Maestría en Trabajo Social en la Universidad de Fordham. Autora de los poemarios: Entre el párpado y la mejilla (1980), Hasta el presente. Poesía casi completa (1989), La geometría de lo incandescente. En fija residencia (Premio “Letras de Oro”, 1990-1991), En el vientre del trópico (1994), La danza en el corazón esmeralda (2001), El libro (2001), Inevitable sílaba (2001), Otro fuego a liturgia (2007) y Los días que ahora tengo (2016). Poemas de su libro En el vientre del trópico fueron grabados en dos CD (I y II) con la voz de Carmina Benguría (1994). (Poemas y notas reproducidos de Editorial Betania).

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Miriam RODRÍGUEZ FEBLES Las Playas de Euscolapius Capitulo 6 La noche que Mariana conoció a Néstor Ferrari había un cielo negro lleno de estrellas, pero la luna en cuarto menguante apenas iluminaba. El anochecer la sorprendió en la calle, observando

las volteretas del viento visible en los pequeños remolinos de hierba que arrastraban a su paso papeles y desechos. Escondida por los portales, a hurtadillas, tratando de escapar del mal tiempo, tomó la calle Hidalgo hacia el este. En el restaurante “Danzonete”dobló a la izquierda y después de echar un rápido vistazo al número en la puerta entró en la pensión. Los olores a guiso de chivo le llegaron nítidamente desde la cocina, donde un grupo de mujeres se movía afanosamente de un lado para otro de una gran estufa. Hacía años que no olfateaba el olor de cabro estofado, Saludó con cierta inseguridad, a los presentes. —Perdonen la molestia —y continuó hablando. Dijo tener sed y le ofrecieron limonada fría. Era solo una excusa, en realidad deseaba huir de la calle. Afuera el tiempo ventoso y húmedo, adentro los olores de la cena, las paredes llenas de mapas de Anatomía Humana y en un sitio prominente del comedor una estampa enorme de la Santa Cena. Era una estancia amplia y ventilada y aun así se notaba apabullada por una mezcla de libros, folletos y utensilios de cocina. Enseguida, varias manos largas y blancas se extienden en un saludo y tras ellas la voz traviesa y afable de un hombre joven.

Hilda Vidal

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—Me llamo Néstor Ferrari y tú, ¿Mariana, verdad? Oí cuando te llamaban en clase. —le acerca una mano que huele a condimento y tabaco. Mariana piensa que a lo mejor ayudó en la cocina. —Mucho gusto —dice ella. A lo largo de la amplia mesa no menos de ocho estudiantes se disponen a cenar. Están Pepe”el Gordo”, Juan José “el Genio” María Luisa “la Flaca”, y otros huéspedes del local además de Néstor y María Mercedes, la dueña que sudaba horrores. A las siete en punto anunció que se serviría la cena. Era una joven corpulenta de piel canela, ojos rasgados y húmedos. El cabello oscuro y más claro en las puntas, la blanca sonrisa oblonga. Todos la adoraban por su espíritu jovial. —Te quedas a cenar con nosotros, ¿sí? —dijo a Mariana y se limpió la frente con una servilleta de papel. —No, he cenado temprano. Me quedo para el café, si no es molestia. —¡No, qué va a ser! —Comenzaba a llover. —Habrá más gastroenteritis con las aguas revueltas —comentó la joven empresaria mirando la lluvia golpear las locitas del patio. Su voz pasó de alegre y juguetona a un ronquido quejoso. Hubo un silencio, todos atentos a ella que era la de más experiencia. Tendría unos veintiocho años y actuaba con disciplina y seriedad. Cursaba el cuarto semestre de medicina y además había convertido su amplia casona en un negocio empresarial que le rendía sus ganancias. También dirigía un proyecto caritativo supliendo medicinas a las

clínicas de los barrios más empobrecidos con medicamentos donados desde los Estados Unidos. Su casa era una gran botica donde uno encontraba desde una pomada para la quemazón solar hasta el más raro instrumento quirúrgico. Mientras habla, Mariana nota los rasgos orientales de sus ojos, el cuello canela, los brazos desnudos por el calor de la estufa. Hablaba sin pasión, como las madres a los hijos, “la pobre, volverse vieja tan pronto”, pensó Mariana. Néstor era más joven. Delgado y extranjero, recién llegado como todos los demás, vestía muy a la moda sin pedantería, como algo natural. De modales callados pero amigables parecía ocultar una secreta timidez. Con evidente titubeo pide más estofado. Después de un tiempo largo les llega el café. Lo beben en pequeños sorbos. Las primeras sombras de la noche pronto se hacen evidentes. Mariana deposita la taza sobre la mesa, suspira y se incorpora haciendo gestos de despedida. —La noche será cerrada —comenta Néstor —mejor que te acompañe. —Se incorpora y agarra una linterna de mano con gesto firme. María Mercedes ha sacado faroles de un armario y los coloca sobre la mesa principal. —Por si se van las luces —aclara con cierta gravedad. Minutos más tarde los despide en la acera, los ojos húmedos, el rostro rojo, el brazo grueso apoyado al marco de la entrada. La soledad en la calle, palpable por el mal

Miriam Rodríguez Febles

Las Playas de Esculapius

En la década del setenta un grupo de jóvenes marchan a estudiar medicina a una isla caribeña. Allí sufren diversas vicisitudes: terremotos, huracanes, epidemias y el descubrimiento sorpresivo, en una playa, del cádaver, de una bella joven conocida. Al misterio y al drama se une una historia de amor no correspondido, en un fondo histórico y social donde salen a relucir la Guerra de Vietnam, el paso de varios presidentes norteamericanos, la captura y muerte del Che Guevara y el éxodo del Mariel. Mariana, Lula y Néstor, tres jóvenes estudiantes de medicina, nos adentran en la trama, dejándonos de paso preciosas perlas científicas sobre forénsica médica e investigación clínica.

Una novela inolvidable, llena de misterio, drama y cubanía, en medio de un ambiente único. A LA VENTA EN AMAZON 21


tiempo, los sorprende un poco. La lluvia regresaba en ráfagas de aguaceros negándose a calmarse. En un preámbulo sin agua caminaron fumando por la calle arbolada y desierta a esa hora. Mariana llevaba zapatos “tenis” con medias blancas y vaqueros azules. Caminaba por el borde de los canteros. —¡Sorprendamos a Lula! —exclamó pícaramente. El otro, un chico también amante de las bromas, y de alegre fibra, estuvo de acuerdo. Inesperadamente entran al jardín en silencio. Dentro de la noche cerrada y vacía, avanzan por entre media docena de rosales a medio crecer. Los mirtos y nardos en sabanas, parecen adormilados por la sedante quietud. Lula está en la terraza, un tanto erguida, admirando la noche, los brazos desnudos y mitad del cuerpo aun visible por las luces que emanan desde adentro. Los filos de luz alborotan a los mosquitos que en loca fuga chocan con ambos brazos. Más cercanos a ella notan su rostro inmóvil y serio como analizando algo ajeno fijo en la apretada oscuridad del fondo. Para no hacer ruido evitan pisar las hojas mojadas en la grama, se miran con complicidad. No pudiendo contenerse más, ríen, golpeando los charcos con

sus zapatos. De piel muy fina es el calzado de él. Al fin llegan ante ella como dos seres perdidos en la noche, moviendo los rostros a un lado y otro, para sacudirse de encima los zancudos. Sospechan que la noche va a ser larga. Néstor había nacido para hacer amigos. Junto a él florecía fácilmente la amistad. Con el nuevo amigo les sorprenderá el nuevo día. Jamás discuten de cosas triviales. El clima ni se menciona, ni la marca de los vestidos y camisas, ni el dinero que les viene o no de remesas, aunque después de cada vacaciones regresarán estrenando nuevos vaqueros elásticos y zapatillas de verano. Néstor tiene la voz suave y nerviosa, suspira y su pecho joven y duro apenas se eleva. Bebe una soda mientras Lula acecha el jardín y le oye tragar. —¿Qué haces por acá? —Caminar un poco— y salpica gotas de soda cuando habla, de manera infantil. Aparentemente se conocen de atrás. Él cruza una pierna y se quita los zapatos húmedos, el refresco está bien frío. Examina la botella concierta placidez. —Cuéntale a Mariana lo que te sucedió en la capital.

Ilustran este número HILDA VIDAL nació en la Habana, Cuba, donde continúa residiendo. Recibió clases personales de pintura con Manuel Vidal, y a partir de 1973 realiza 32 exposiciones personales. Ha participado en 200 colectivas en Cuba y en el extranjero, Y varias exposiciones personales en Bélgica, Argentina y España. Sus obras se encuentran en colecciones privadas de Cuba, España, Francia, Italia, Alemania, Suecia, Yugoslavia, Rusia, Canadá, Estados Unidos, México, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Chile, Bélgica, Panamá, Argentina, Jamaica, Senegal, Nigeria y Japón. En esta foto de 2002, con el pintor Manuel Vidal.

NICOLÁS LARA (Nikoleto Von Lara, es su firma artística), nació en La Habana, en 1943. Pintor, dibujante, grabador, Residió durante años en Caracas, Venezuela, hasta que en el 2004 se radicó en New York, donde vive y realiza su labor artísitica llena de imaginación y colorido temático y plástico. 22


Néstor sonríe con vergüenza, los cachetes rosados y calientes. Finalmente habla de la gran aventura de su vida. Lo cuenta a todos. El encuentro fatídico que en unos pocos años sin él saberlo le va a ocasionar una tragedia.

MIRIAM RODRIGUEZ FEBLES (Santa Clara, Cuba) llegó a Estados Unidos en la decada del sesenta, y estudió Medicina en Santo Domingo. Luego ejerció la especialidad de Reumatologia en el Jackson Memoral Hospital de Miami, como fellow y clinical instructor, y en su práctica privada en Coral Gables, Florida. Ha escrito articulos medicos en “Miami Medicine Letters” y Prensa Latina. Las Playas de Euscolapius es su primera novela, y capítulos de esta formidable obra han sido publicados en LLM y NeoClub Press. Reside en Miami.

Hilda Vidal

GUSTAVO PÉREZ FIRMAT

Sin lengua, deslenguado Gustavo Pérez Firmat nació en La Habana en 1949. Se define como " nacido en Cuba, made in the USA " y asegura que le es difícil imaginar una vida al margen de la cultura norteamericana y del idioma inglés pero, a la vez, " Cuba no deja de ser mi patria, mi lugar más mío, el que más ha moldeado mis creencias y querencias " “Esta antología recoge poemas originalmente escritos en español o en inglés, de los que se ofrece versión bilingüe, o poemas que combinan el español con el inglés o, incluso poseen algunos detalles de spanglish”.

CÁTEDRA. Letras Hispánicas. Madrid. A LA VENTA EN AMAZON 23


Félix Luis Viera Hay unas colas tremendas en las oficinas donde están cambiando el dinero; las oficinas las han puesto por dondequiera, aun improvisadas en garajes y almacenes que han pasado a los dominios del Gobierno revolucionario. El cambio de moneda ha sido de improviso; un aviso oficial unas horas antes y listo, aunque la gente ya lo daba por seguro porque en este país los devenires son seguros mucho antes de que los anuncien. En la oficina en que estoy, un cucurucho tenebroso como a dos cuadras del Mercado de Abastos, a cuatro o cinco cuadras del Parque Central, la cola es larga, enroscada según los vericuetos de las paredes y por consiguiente de las aceras. El máximo son 250

pesos. Uno entrega 250 pesos y le dan 250 pesos nuevos. Los billetes son de colores distintos de los que expiran hoy y traen estampados a ciertos patriotas que antes no estaban; quedaron fuera los que en verdad no eran tan patriotas como para que sus caras se luzcan en los billetes y monedas, han informado los periódicos, la radio, la televisión, que dictaminó Fidel Castro. Leticia me dijo que lo pensó mucho antes de meterme en esta gestión del cambio de moneda. Porque desde que fusilaron al padre, desde que realicé todo aquel recorrido con ella y con la madre luego de que los soldados rebeldes de Fidel Castro tomaron la ciudad, y Cuba toda, quedé bastante jodido del coco de nuevo, lo Nicolás Lara

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dice ella, lo dice el psiquiatra (y también lo digo yo, porque lo siento) que me “analiza” en el hospital que ahora, como todos, es del Gobierno; hasta Leticia y el psiquiatra que hoy me da tratamiento, y que trabajan en ese mismo hospital, son del Gobierno; éste les paga. Se te ha fundido bastante el “foco” últimamente, me dijo el psiquiatra cuando nos entrevistamos por primera vez, un tipo joven, jodedor, que trajeron de no sé dónde, de un pueblo lejano, para armar el nuevo hospital psiquiátrico, donde también colocaron a Leticia después de que la clínica de su Caballo, por uno de esos varillazos mágicos de Fidel Castro, pasara al Gobierno, que la convirtió en un parque infantil. Pero ¿cómo, Dios mío, no se me iba a calcinar el cráneo si esa tragedia fue terrible? Ni un cuerdo al ciento por ciento quedaría cuerdo al ciento por ciento frente a ese panorama. Yo miraba por mi rendija de una ventana y veía a los soldados rebeldes de Fidel Castro, unos tipos barbudos y con melenas marca Jesucristo, los uniformes verde oscuro cochambrosos, muchos con collares de semillas rojas que les llegaban hasta medio pecho, corriendo de un árbol a otro, de la pérgola a la glorieta, de las aceras al centro, a los portales, mientras metían balazos hacia aquí y hacia allá a los edificios de alrededor del Parque. Leticia me halaba hacia dentro, una bala perdida, decía, y yo iba a orinar. Esperaba que ella fuera de nuevo a consolar a la madre allá en su cuarto y yo volvía a la rendija. Sentía miedo de ir hacia la ventana, pero hacia allí, algo, me mandaba de nuevo otra vez, a punto de mearme enseguida de haber meado. Un soldado rebelde estaba muerto, o por lo menos inmóvil y cuajado de sangre, de sangre ya dura parecía, no lejos de una de las ventanas, en el portal frente a la casa (donde se podría decir que hacía solo unas horas tres policías resguardaban la vivienda del Coronel). Lo que soplaban hacia abajo en balas los guardias y policías que estarían en los edificios era infinito. Me di cuenta de que iba hacia la ventana no por ver, enseguida me cansé de ver; iba para hallarme más cercano a los sonidos, el sonido de las armas de diferentes tiros era una maravilla: como si atronaran aves de multitud de gorgoritos. Cuando uno entrega los 250 pesos le dan un vale y anotan el nombre. Leticia tiene un

montón del dinero que le dejó la madre al irse. Pero cada cubano, a partir de hoy, solamente puede contar con 250 pesos, de los nuevos, los otros billetes desde ahora serán viejos, sin validez. “Lo dijo Fidel / y al que no le guste/ que beba su hiel”, han pasado personas cantando así. Pero por el decir de un tipo que está delante de mí en la cola, los nuevos sí que no valen, sí que no valen, sí que no valen, ha repetido el tipo delante de mí, de guayabera blanca y sombrero de pajilla, son “chavitos”, ¿qué cosa es chavitos?, le pregunto al tipo. Coño, ¡¿tú nunca jugaste a los chavitos cuando eras niño?!: dinero de mentirita, para jugar. No, uno puede comprar con ese dinero nuevo, así que vale, le digo. Oye, no me jodas mucho: lo que te digo es que este dinero nuevo que están dando no vale del mar pa´llá, vale solo aquí adentro de Cuba, son papelitos que ha inventado ese hombre para desguazarnos la vida todavía más. Mejor me callo, que este tipo tiene un encabronamiento de bestia y

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me ha puesto sus ojos como garrotes contra mi cara cuando me decía esto. Y yo no estoy muy sereno hace tiempo, y menos ahora, con la jodedera de esta colaza y los gritos de la gente, en la cola, y de otros, hombres, mujeres, niños, niñas, viejos, viejas, que ahora mismo hacen molotes y pasan por la calle voceando a favor del cambio de moneda y corean ¡Viva Fidel! ? Que este pueblo era muy cabrón y canalla: ¿cómo Fidel Castro –este hombre, el que estaba delante de mí en la cola, sí lo mencionaba con el apellido, no nada más con el nombre– iba a pensar que la gente es comemierda?: se las iban a valer para no quedarse con solo 250 pesos aquellos que tuvieran más de 250 pesos debajo del colchón, que ya de los bancos han sacado toda su moneda desde hace tiempo, exclamó haciendo un rehilete con su sombrero de pajilla, la guayabera se le mojaba de saliva, soltaba escupitajos en miniatura al hablar. Si Leticia hubiese tenido seis o siete hermanos la habrían ayudado en la gestión y hubiera sido menos el dinero entregado en comisiones a recambiadores, pero eso no es lo principal: estoy seguro de que algunos de esos hermanos hubieran estado en la

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cola conmigo, delante y detrás de mí y me habrían evitado el pánico que sentí cuando al tipo de guayabera y sombrero de pajilla le dio el ataque, esos hermanos me habrían protegido o quién sabe si ayudado a correr, que eso intenté hacer pero me quedé pegado al piso, ¿qué?, ¿las palabras exactas?, no las digo, pero el tipo lanzó el sombrero al aire, babeó más su guayabera mientras gritaba maldiciendo a Dios y a Fidel Castro a la vez, qué cosa tan rara, y luego, antes de tirarse, maldijo a su madre, a la hora en que había nacido, a una retahíla más de santos y vírgenes y se lanzó, pero mi terror fue porque antes de hacer todo esto me miró a mí, como si yo fuera el causante de toda su tragedia y de La Tragedia, con los ojos compactos como par de toletes de plomo amarillos, sí, puso los ojos de tolete y amarillos y me hizo clasificar: después del amarillo una de las cosas que más me aterran son esas lámparas llenas de arboladuras de cristal que cuelgan del techo de la casona y que tal parece se van a caer, o sí se van a caer, un día en la vida todo lo que está colgando, cae, y no quiero estar ese día debajo de la primera lámpara en caer, sí, cojones, sí estoy hilvanando, compañero


psiquiatra, yo me apendejé tanto cuando el tipo metió esa mirada hacia mí antes de lanzarse que cerré los ojos y me quedé atornillado en el piso digo y solo sentí el escándalo de la gente, los lamentos, ya estas cosas no salen en el periódico, pero yo soy su periódico en estos momentos, psiquiatra pesetero: vi los mondongos del tipo afuera, vi al tipo que parecía un saco de sangre estallado debajo de las ruedas del camión, y ya ve: cuando uno quiere morirse la muerte te compra la venta: en ese callejón donde estaba la oficina de cambio es pitagóricamente imposible que un camión vaya a alta velocidad, debería darle tiempo al chofer del camión hasta de encender un tabaco antes de frenar si alguien se le tira delante, pero lo dijeron los testigos de ojo: el chofer iba mirando hacia el lado opuesto y pensando en algo muy importante, quizás en que la mujer le estaba poniendo los cuernos, quién sabe, porque siguió su paso lento pero de gran tonelaje y pasó al tipo como por una estera: entre el pavimento y las ruedas del camión, lo transformaron en una lámina roja solo con salpicaduras de ser humano, pero el

hombre había lanzado al aire, antes de tirarse, los 250 pesos correspondientes y unos malvados que rondaban se le fueron arriba al dinero y huyeron, como yo, que al fin también hui por miedo de que, por imitación, me diera por hacer lo mismo, ya me tocaba mi número en la cola, lo mismo: cuando el tipo de guayabera y sombrero de pajilla fue a entregar los 250 pesos entonces le dio el ataque, ¿y si me daba a mí también? FÉLIX LUIS VIERA (Villa Clara, Cuba,1945) es un cuentista, novelista y poeta cubano, actualmente nacionalizado mexicano. Con una reconocida trayectoria dentro del mundo de la literatura, entre su obra se incluyen trabajos como el emblemático libro de cuentos Las llamas en el cielo, por muchos considerados una obra de obligada referencia y las novelas Un ciervo herido y El corazón del Rey. Tiene publicada una extensa obra, entre novelas, cuentos y poesía. Este texto pertenece a su nueva novela Un loco si puede. Reside en Miami.

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Matías MONTES HUIDOBRO José Triana: vivir después

particularmente a las puertas del más rígido parametraje. Por un conjunto de factores de cariz político va a representar una posición ambigua ya que el triunfo y reconocimiento de Acaba de morir en Francia José Triana (1931-2018), la experimentación escénica como fundamento de nuestra uno de los más importantes dramaturgos cubanos de todos dramaturgia, clímax del teatro de la crueldad y del absurdo, los tiempos, autor de La noche de los asesinos. Y destaco personifica una contradicción estética contra los objetivos este texto con toda intención, porque si bien Triana es el del quehacer revolucionario cuyas metas pasarían a estar autor de otras de similar importancia (El Mayor General representadas por el Teatro Escambray y la creación colectiva, hablará de Teogonía, Medea en el espejo, La muerte del antítesis de toda vanguardia. Si La noche de los asesinos era Ñeque, Ceremonial de Guerra, Palabras comunes, Cruzando un acto revolucionario contra el discurso de poder, ahora era el puente y algunas piezas cortas), ninguna supera el logro, un acto contrarrevolucionario implícito. Del pasado la importancia y el significado de La noche de los asesinos. republicano y el presente revolucionario se convertía también en un ejercicio rebelde en medio de un estado totalitario. Contra el discurso de poder Por lo tanto, Triana no muere sino que pervive. Ya en el volumen II de mi libro Cuba detrás del telón. El teatro Con ella se llega al Matías Montes Huidobro y José Triana cubano entre la estéclímax del período de tica y el compromiso vanguardia y experi(1962-1969)”,discuto mentación del teatro extensamente los cubano del siglo XX, altibajos que ha sufridonde culmina, entre la do esta pieza ante la República y la Revocrítica. A pesar del lución, el movimiento éxito internacional, escénico que tiene su que la convierte en el efervescencia a fines de mejor vehículo de la los cincuenta y princiRevolución para darle pio de los sesenta, hito resonancia mundial al teatral que marcar una teatro cubano y, por línea de continuidad y extensión, a la Revoruptura del buen quelución misma en los hacer nuestra dramacírculos teatrales, lo turgia, que es mucho que ella representa más importante que las dramáticamente consignas demagóhablando está sujeto a gicas. Al recibir el múltiples críticas en el Premio Casa de las espacio nacional, ya Américas en 1965, en pleno apogeo del castrismo, y convertirse en El Gallo de La que, al modo de ver de aquellos que van a restringir su Habana, se vuelve un éxito irreversible que nadie le puede alcance, La noche de los asesinos no miran de frente a “un escatimar. Pero el mismo reconocimiento que recibe dentro mundo exterior del cual puede llegar la única posibilidad de y fuera de Cuba, su triunfo internacional, montajes y rescate verdadero [es decir, el comunismo]. Por ello, cuando traducciones, van a representar un cambio de giro que no José Triana la escribe, este ritual de la violencia está operando deja de ser paradójico: gestada en Cuba es un acto de repudio en el vacío, con la precisión exacta de una maquinaria que contra el totalitarismo, sea el que sea, de derecha o de mantiene fuera de tiempo un funcionamiento autónomo” izquierda, con revolución y sin ella, La noche de los asesinos (según Graciela Pogolotti). Si la dramaturgia de resistencia cargada de vida propia, no se podía detener, ni enterrarla ni estética se estaba viendo, por los más intransigentes, con acabar con ella porque de inmediato se había vuelto historia. signos de decadencia que no funcionaban de acuerdo con De hecho, esta dependencia de su genética histórica es el los designios de la Revolución, la pieza va a ser un grito de motivo de su éxito y su permanencia internacional, lo que le alarma que conducirá a la crisis explícita de Los siete contra da vigencia a ella y al autor, porque llevando la marca de Tebas, porque, después de todo, aquel teatro de la crueldad fábrica de “hecho en Cuba”, era al mismo tiempo una era un peligro y cuando veas las barbas de tu vecino arder antagonista de lo que Cuba oficialmente presumía ser y era, pon las tuyas en remojo. Mucho menos el absurdo, que es

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un trabalenguas. Lo cierto era que aquellos hermanos desatados y frenéticos serían unos malcriados, unos irresponsables que no había modo de meterlos en cintura, unos niños bitongos o lo que fueran, hasta rebeldes y revolucionarios que no eran de confiar; pero no eran, ni remotamente, marxistas-leninistas, y no creían en ninguna creación colectiva. Eran, en síntesis, unos contrarrevolucionarios esquizofrénicos a los que había que ponerles camisas de fuerza y meterlos en el manicomio.

El chisme: mito trágico Triana y yo nos conocimos en Cuba entre 1959 y 1961, precisamente dentro del marco de la conmoción escénica que vivía Cuba, uno de los momentos de mayor efervescencia del teatro nacional, que era parte de lo que estaba pasando, pero que no era exacta y necesariamente la Revolución. Compartimos vivencias parecidas en cuanto a lo que ocurría en el teatro en Cuba y tuve el privilegio de asistir al estreno de Medea en el espejo, dirigida por Francisco Morín, en Prometeo, que fue un montaje impactante y que ya dejaba constancia de la calidad del dramaturgo. En esos años yo ejercía la crítica teatral en el periódico Revolución y tuve la oportunidad de reseñarla, con un título que me pareció que se ajustaba a las dimensiones de un texto cuyos valores

reconocí de inmediato: “el chisme, mito trágico”. Que era como decir, “la bola, mito trágico”, como si no se anticipara nada bueno. Eran años en que la amistad y las rivalidades mantenían una cierta separación que permitía una valoración objetiva de un texto dramático, a mi parecer dentro de una saludable distancia. Porque Triana y yo nos conocíamos, nos tratábamos amistosamente, pero no éramos amigos, ese término tan engañoso con el que delira mucha gente: éramos profesionales en gestación con un ideario común en torno al teatro. De Medea en el espejo, resumí su contenido con un título que siempre me ha gustado mucho: “El chisme: mito trágico”, y escribí, entre otras cosas, que “José Triana nos lleva directamente a una comunión entre las fuerzas cósmicas que conducen a Medea, al cumplimiento de su destino y la corriente humana, de esta tierra, que la impulsan de modo ineludible también, al cumplimiento del mismo. Ambos elementos son los factores que juegan de modo esencial en la misma y conducen a nuestra Medea de solar hacia su fin. Sin embargo, las voces determinantes y fatales no son griegas, sino nuestras. Erundina grita: “A María le han echado un bilongo”. Y María se pregunta: “¿O será cierto que verdaderamente tengo un chino encima? Oh, no me persigas, chino de Cantón”. Entramos así en un universo criollo típico, que va más allá del mundo griego y que constituye no sólo un acierto de contenido sino también de estilo. Pero lo que

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sobresale de manera verdaderamente única, es el chisme, como expresión de la tragedia griega nacionalizada, y María se siente arrastrada por él, como si fuera un agente activo de la pieza que la conduce a un final inevitable: “La madre, la hija, la madre de su hija. La hija, la madre, la hija de su madre. ¡Que cachumbambé! Ni el médico chino le pone fin a esto”. Pero esta chusmería chancletera, solariega, coral, africana, griega, que es pura estética cubana, no se queda ahí, y un par de años después, en La muerte del Ñeque, la tragedia de la sexualidad desenfrenada que paga su hedonismo con la muerte, hace gala de un ludismo coreográfico y crea, con Ñico, Pepe y Juan, un tríptico de la fatalidad que es también un delirio verbal.

caravaggio Una tragedia nacional En 1960 se estrena también, esta vez en la Sala Arlequín de Rubén Vigón, una obra que escribe fuera de Cuba, entre 1956 y 1957, El Mayor General hablará de Teogonía, durante el proyecto Lunes de Teatro Cubano que se había iniciado poco antes con el montaje de mi obra Los acosados. Con El Mayor General inicia Triana su obsesión contra la tiranía, como si estuviera en espera del Tirano, aunque ya habíamos conocido a algunos y teníamos a Batista. Lunes de Teatro Cubano fue un proyecto importantísimo a principios de la Revolución y antes de que el teatro estuviera bajo el control del gobierno revolucionario, con un sentido de experimentación que le abrió las puertas a un nutrido grupo de dramaturgos, entre ellos a Triana y a mí. La lucha entre los hermanos que plantea es anterior a Medea en el espejo, y aunque tiene menor impacto que esta, es más arriesgada y experimental particularmente por el uso del lenguaje. Es básicamente un alegato absurdista con un lenguaje fragmentado, irracional y esquizofrénico que nos traslada a un devenir alucinante. Escrita antes del triunfo revolucionario, no es un texto que se refiera directamente al castrismo, pero que al paso de los años acrecienta su significado porque todas las tiranías son iguales. Como me voy de Cuba en 1961, pierdo contacto con Triana. Antes que él saliera de Cuba, durante el proceso represivo que se recrudece a fines de los sesenta y principios de los setenta, escribe Ceremonial de Guerra y Revolico en el Campo de Marte, que reflejan, cada una a su manera, el estado de persecución, intranquilidades y desajustes, que vive la escena cubana, sometida a presiones insostenibles. Para 1990, mi esposa y yo, que habíamos fundado Editorial Persona en Hawai, donde publicamos obras dramáticas de autores cubanos (Leopoldo Hernández, José Corrales, Manuel Pereiras y mías), editamos Ceremonial de guerra, que Triana había escrito entre 1968 y 1973, en años que debieron ser muy difíciles. De ellos, Triana declara en una entrevista publicada en la revista Encuentro: “Esta obra está escrita porque yo tenía una especie de pesadilla recurrente en la que yo estaba en el campo y alguien me daba un machetazo, yo me veía la pierna podrida y no me podía mover. Era todo un delirio, como sucede en las pesadillas, donde los hechos y las personas se entrecruzan,

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se transforman y toman niveles diferentes, donde lo imaginario asume una importancia violenta. Por su parte, Revolico… es una pieza radicalmente transgresora, en muchos sentidos, en franca pugna con el discurso hegemónico de los sesenta, del cual el propio autor dijo: “El de Revolico es el período de mi peor crisis de creación y de injusticia, porque fue una época en la cual todo y todos se confabulaban para negarme después de La noche de los asesinos”. En ella, Triana une sus valores como dramaturgo con los que tenía como poeta, y el discurso se vuelve más transgresor que nunca. La pieza es un revolico entre las piernas cubierto por los taparrabos del deseo, cuyo barroquismo conceptual y metafórico acaba creando un total desparpajo entre La Habana elegante y el delirio habanero, lo que podríamos llamar un barroco bufo. La última vez que nos vimos fue en el año 2013, cuando se celebró el Congreso “Celebrando a Virgilio”, que organizamos mi esposa y yo, con la colaboración de numerosos intelectuales, escritores y artistas, en la Universidad de Miami, gracias a la cooperación de la bibliotecaria Lesbia Varona; en el cual José Triana, en reconocimiento de su obra dramática y la reciente publicación de sus Obras Completas, fue nuestro dramaturgo invitado y vino en compañía de Chantal, su esposa, resultando un privilegio que ambos estuviera con nosotros. Ciertamente, a pesar de los valores de todo su teatro y de La noche de los asesinos, que se escribe en Cuba, se estrena en Cuba y se premia en Cuba, no deja de ser notorio que en el marco de “nuestro” teatro, Triana muera en París y no en La Habana. (Escrito para el blog “Gaspar, El Lugareño”)

MATÍAS MONTES HUIDOBRO (Sagua la Grande, Cuba, 1931), dramaturgo, narrador, poeta y ensayista. Inició su carrera como escritor al darse a conocer en 1951 con algunos poemas y artículos, siendo cofundador de la Revista Bohemia. Pero no fue hasta el inicio de los años 1960 cuando vieron la luz cinco obras dramáticas: Los acosados, Gas en los poros, La botija, El tiro por la culata De 1962 a 1997, destacan entre sus obras dramáticas La Madre y la Guillotina (1976), La navaja de Olofé (1986) y Exilio (1988), todas ellas puestas en escena y editadas. De sus ensayos, cabe señalar Persona, vida y máscara en el teatro cubano, Bibliografía crítica de la poesía cubana; (exilio: 1959-1971), Persona, vida y máscara en el teatro puertorriqueño y La narrativa cubana entre la memoria y el olvido: ensayos. Ha sido también editor y divulgador. Fundó la Revista Caribe sobre literatura cubana. Su novela Por esa fuente de dolor obtuvo el Premio Café Gijón de novela en España (1997), y recibió el Premio Prometeo por Sobre las mismas rocas, y con Segar a los muertos (1980), fue finalista del Premio Planeta. Una antología de su poesía, Un salmo qusiera ser, fue publicada por Linden Lane Press. Su obra más reciente es la novela Caravaggio: juego de manos, en tres volúmenes. Reside en Miami.


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Rivero

La alianza de Oro Luis era un mulato de los que en Cuba suelen llamar “capirro”, casi blanco. Era un hombre simpático, de buen vestir, exquisitos modales y amplia sonrisa. Su trato educado y correcto hacía pensar de él que era un hombre de bien, y así era. Casado, con dos hijos, trabajaba en una famosa joyería situado en un edificio muy conocido de La Habana, por ser un monumento al estilo de la arquitectura colonial cubana: el Palacio de Aldama.

Conocí a Luis en unas clases nocturnas en un curso que se daba para ingresar en la universidad de La Habana denominado “Curso básico preparatorio”, a este curso acudíamos varios de aquellos alumnos que tras el cierre del Alma Mater por el régimen de Fulgencio Batista en 1957, llevábamos algún tiempo alejados de los estudios. En mi aula todos éramos aspirantes a ingresar en la Facultad de Derecho Comenzaba el año 1959. El triunfo de la revolución castrista parecía abrir nuevas esperanzas en la vida de la

Hilda Vidal

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juventud cubana, los estudiantes y la universidad volvían a ser protagonistas.Todos los que nos habíamos quedado frustrados por la interrupción de nuestras carreras, vimos en aquel momento el renacer de nuestras ilusiones. Desde el primer día de clases hice rápida amistad con Luis, se sentaba justamente en el asiento del lado derecho, su disciplina e interpes en el estudio me hizo pensar que sería un buen aliado para intercambiar opiniones. Una noche Luis me mostró con una sonrisa orgullosa, la foto de su esposa e hijos, una mujer de semblante noble y dos robustos muchachos, “capirritos” como él. Quería que fuera a su casa a conocerlos, a mí me pareció buena la idea, era de esta manera como crecía nuestra amistad, sentía sincero afecto por él. Había algo en Luis que llamaba poderosamente la atención aunque me mostraba discreta al respecto, eran las magníficas joyas que siempre llevaba a clases. Yo sabía que trabajaba en una joyería, pero aún así, no podía dejar de admirar la hermosura de aquellas piezas. Una preciosa cadena de especiales eslabones y magnífica medalla colgaba de su cuello dejándose ver sobre su camiseta blanca que hacía resaltar su piel. Un reloj todo de oro y dos bellísimas sortijas, una en cada mano, completaban aquel atuendo joyeril que a mí me tenía fascinada. En Cuba era muy frecuente en aquella época ver esas cosas. Al cubano, a veces con bajo nivel socioeconómico, le gustaba llevar bellas y caras joyas, aunque nunca supe de dónde obtenían el dinero, pero ciertamente era así. La gente de clase media gustaba del buen vestir y de joyas llamativas. Yo que siempre he sido una amante apasionada de las mismas, no podía dejar de admirar los originales diseños y la calidad de las que

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llevaba mi compañero. El año 1959 fue el inicio de lo que después, al pasar el tiempo, se transformaría en la esclavitud de todo un pueblo.Pero todavía la verdad vivía oculta detras de las traicioneras barbas, que en su gran dosis de canallada aparentaba desear para Cuba y sus hijos un destino mejor. Los días y los meses fueron formando años y aquella ilusión se esfumó en muchos corazones que se sintieron traicionados porque habían puesto su fe y su vida misma en un falso ideal. Pronto el chacal comenzó a mostrar sus garras y no había cosa en el país por insignificante que fuera que pasara desapercibida para él y sus planes de destrucción. Pronto se comenzó a predicar en contra de las personas que tenían algún bien material, tanto el que tenía grandes sumas de dinero o hasta de quienes les gustaba vestir bien y lucir joyas caras. Todos era catalogados de burgueses, de tener gustos capitalistas, y cosas por el estilo La chusma maloliente, la escoria barriotera se hizo dueña de la situación, y el gobierno apoyaba y alentaba toda iniciativa que pudiera contribuir a acosar a todo aquel que tenía algún bien material, haciendo que la gente se sintiera mal de poseer esto o aquello, era como si se sitieran culpables de tener un auto, una ropa cara o una joya de valor. Era una campaña meditada, planificada con toda la maledicencia envidiosa que el sistema comunista lleva consigo. En aquellos momentos muchos aún teníamos fe, creíamos y pensábamos que lo que estaba sucediendo era cosa de unos cuantos, que “todo pasaría, puesto que el gobierno desconocía las campañas desatadas”. Más tarde se demostró que el sistema era el único inductor, culpable directo de todo lo que sucedía, como culpable ha sido de los años de


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latrocinio y dictadura corrupta y cobarde sobre el sufrido pueblo cubano. Transcurridas varias semanas en el curso, Luis y yo habíamos hecho una amistad sincera, llena de colaboración y sano afecto. Había ido a su casa, a conocer a su esposa e hijos, frecuentemente nos reuníamos los cinco y nos íbamos a comer juntos mientras hablábamos de los estudios. Como Luis se sentaba a mi lado, casi inconscienteme, mientras estábamos en clases, yo miraba sus sortijas, pero aquella noche me quedé fascinada cuando miré a su mano izquierda y vi en uno de sus dedos “aquella alianza de oro”, fue una indescriptible sensación lo que sentí, era la sortija más hermosa que había visto en mi vida. Estábamos en plena clase, yo apenas atendía a la profesora, mujer recta que no se le escapaba nada, notando mi nerviosismo vino directamente hasta mí haciéndome una pregunta sobre el tema que estaba explicando y a pesar de mis nervios salí airosa del apuro. Llegada la hora del descanso, me dirigí a Luis, sin mostrarle mucho interés sobre el tema, le dije: “Qué sortija más bonita llevas, ¿Es nueva?”. En un gesto rápido la sacó del dedo, y poniéndola en mi mano, dijo: “Se vende” Pensé que era una broma, en mi admiración por la joya, pensaba que no podía ser posible, nadie que fuera su dueño querría venderla. “¿Cuánto?, pregunté tímidamente. “Cuarenta pesos”. Lo dijo sin darle ninguna importancia y luego agregó: “Me la ha dado el hijo de un compañero de trabajo para que la venda”. “Me quedo con ella”., contesté sin darle tiempo a decir nada más. Mis palabras me parecían lejanas y huecas, pensaba que él no me oía. “Me quedo con ella”, repetí. “Está bien, mujer, es tuya, ya sabes, cuarenta pesos”. En 1959, cuarenta pesos era una cifra de algún dinero, pero no para mí, yo trabajaba en una de las mejores tiendas de La Habana, no tenía responsabilidades familiares, por lo tanto, siempre disponía de algún ahorro para caprichos como áquel. Aquella noche yo no tenía esa cantidad, pero le entregué diez pesos a Luis, como señal de mi interés por la joya, con la promesa de traerle el resto la noche siguiente. Estuvo de acuerdo y me fui con la joya puesta. Era una alianza de oro de 18 quilates, de un centímetro y medio de ancho, y unos tres miligramos de grosor, la bordeaban dos aros en relieve, que aumentaban sus bordes, al cenrro tenía unas hojitas talladas como una enredadera y a cada medio centímetro, aproximadamente, una pequeña rosita con un brillante al centro. El brillante era de buen tamaño, por lo que su brillo se destacaba sobre el oro, las hojitas que formaban la pequeña enredadera y las rositas todo era en relieve, hasta llegar a la altura de los aros que formaban los bordes. Pesaba bastante, el diseño era como no he visto otro en mi vida. La rapidez y el desenfado conque Luis me había vendido la joya, me hizo pensar mal. Los seres humanos somos así. Al otro día me fui a una joyería de lujo de la calle

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Galiano, quería saber si la joya era buena o falsa. Al amable empleado le expliqué que era un regalo que me habían hecho y quería saber la calidad del mismo. El hombre me miró como el que mira a un bicho raro, al tiempo que decía con la sortija en la mano: “¿Falso esto?, no lo creo, pero bueno, lo comprobaremos”. Sacó un frasco de cristal y una piedra de color negro, hizo sus pruebas, y con una sonrisa alegre me dijo “Señora, le han hecho un mangnífico regalo de calidad y buen gusto, le confieso que yo no he visto ninguna sortija más bonita que ésta”. Al salir de la jóyería se apoderó de mí un terrible temor. empecé a imaginar que por la noche, cuando fuera a pagarle a Luis, éste me diría que estaba arrepentido, por eso aquel día se me antojó que había sido demasiado largo. Esa noche llegué más temprano que de costumbre a las clases, pero Luis no había llegado, me senté a esperar, el tiempo parecía detenerse, en mis ansias no me daba cuenta de que había llegado mucho antes de la hora acostumbrada. La clase comenzó, y justamente en ese momento entró Luis con su rostro sonriente. La clase tomó su curso y no pudimos hablar ni decirnos nada hasta que terminó. Yo llevaba la sortija en mi dedo, ya la consideraba algo muy mío. ¡Al fin el descanso! Con toda la rapidez que me fue posible saqué el dinero que le adeudaba a Luis y se lo entregué, él dijo pausadamente: “Me alegro que te guste, es muy bonita”. Terminó el curso, cada uno de nosotros tomamos diferentes caminos, unos fuimos a la Facultad de Derecho, otros se fueron a otras carreras, algunos suspendieron, nos disgregamos. Luis, no recuerdo por qué razones, decidió no continuar los estudios, decisión que nos alejaba de repente, ya que la amistad casi siempre es en razón de algo y la razón de la nuestra era el estudio. Paulatinamente dejamos de vernos, a veces nos llamábamos por teléfono e incluso nos encontramos varias veces en el autobús que nos llevaba al trabajo, a no ser por estas cosas apenas si manteníamos comunicación. Pasó todo un año. Mi sortija era la envidia y la admiración de cuantos la veían, todos querían saber quién la había hecho, dónde la había comprado siempre era el tema central en cualquier lugar al que fuera, estaba tan acostumbrada a eso, que cuando iba a algún sitio y no me decían nada sobre la sortija me sentía mal. NERY RIVERO, poeta y escritora nacida en Matanzas, Cuba. Estudió Derecho en la Universidad de La Habana, y salió de la Isla hacia España en 1970. Trabajó en la Cruz Roja española, y después de muchos años de servicio le fue concedido el Premio Honor y Mérito de dicha institución. Ha publicado los poemarios Alas (Betanía, Madrid, 1991) y Ecos (Arenas, Miami, 1992): LLeva años escribiendo una trilogía sobre remembranzas cubanas, y La alianza de oro, de la cual publicamos ahora una muestra, es el primer volumen. Reside en Madrid.


Armando DE ARMAS III. Colgado en una esquina del cuadro Me siento corrido del paisaje, de éste y de un paisaje otro, incrustado a viva fuerza por un dios arbitrario en paisaje de extensas llanuras y rutilantes expressways, violentado, desasido, árbol de raíces al viento, raíces secándose al sol después del vendaval, raíces como sierpes alborotadas al viento, al cielo, a medio camino entre la tierra y el cielo, la copa desmadejada contra la tierra, copa triangular como la capa de la Virgen; raíces contra el cielo, ahorcado al revés, El Ahorcado, un escapado del Infierno, un llegado al Infierno. Seré justo, en verdad voy a todas partes con mi Infierno. No puedo integrarme; el paisaje, su vulgaridad, me rechaza y expele y sitúa estrafalariamente en una esquina del cuadro. Mi cuadro es verde, era verde, verde que te quiero verde que te han puesto gris; gris de las marchas y contramarchas, de la acéfala masa, del torpe e indiferenciado espíritu gregario; gris de la cuchilla que hiende el aire a ras

de tierra, cuchilla igualitarista y resentida; gris sucio. Me fui de donde reina el Primer Monikongo, acá me encuentro corrido en el paisaje, perdido en el paisaje. Yo, que me integraba, a pesar del Primer Monikongo, al paisaje caimanero; yo, que gozaba el paisaje, que vivía el paisaje, que me movía, deslizaba en el paisaje como pez en el agua; como Hijo del Pez. Me desplazaba en el espacio sin violentarlo, espacio que se abre hembra acogedora, espaciohembra; yo, el macho del espacio, animal de clase; estilizado, elegante animal suspendido en el espacio, asimilado al espacio, dueño del entorno; yo, de andar desenfadado, de ofrecerme en el andar; yo, de infinitos y diversos y retorcidos caminos como infinitos y diversos y retorcidos son los caminos de Eleggua, Eleggua delante y yo detrás; yo, hijo de Eleggua. Eleggua niño que corre delante de mí, travieso negrito de machete y garabato, a veces, y otras, blanquito de bluques de oro y bastón de pastorcillo; Eleggua y Santo Niño de Atocha Uno en Un Mismo Camino, hace camino al andar, an-da-rá-ha-cien-do-ca-mi-nos-ca-mi-nos-so-bre-la-mar…

Nicolás Lara

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Y crucé el mar, cabalgué sobre las olas en nave de pescadores conducida a punta de pistola, pistola-libertad, la libertad de la pistola; nació de una pistola. Escapé, me expulsaron de mi paisaje; escapé de mí mismo, porque antes ya me habían quitado el paisaje, me lo habían violado; sólo restaba un remedo de paisaje; purulencias sobre la cuarteada piel del Caimán. Los arroyos de la tierra me complacen más que el mar habían sido convertidos en aluvión de aguas albañales; vaporosas aguas de muerte reptando por entre pueblos y ciudades; ciudades colmenas recalentadas, ciudades-cuarterías, ciudades de insondable marginalidad, ciudades sitiadas, ciudades en un tiempo posterior al bombardeo que nunca ocurrió, ciudades en el bombardeo constante de los estridentes altoparlantes llamando a la unidad combativa frente al feroz enemigo que no llegaba, que nunca llegó; ciudades arrasadas, achicharradas por el sol, polvorientas ciudades sin prados como manda Dios; prados de frondoso verde, verde lujuria, verde invitador a la siesta de brazos en cruz y panza al cielo; prados por donde damas de copete, ¡que no de escopeta!, paseaban sus perros de clase ataviados con rosados lazos; prados ahora transmutados por obra de ingeniería social en guardarrayas polvorientas o enlodadas, según el tiempo, por donde pasan mujeres vociferantes arrastrando marranos con cadenas tejidas en alambres de púas, junto a niños de caras mugrientas que penden de sus faldas y chillan a la par de los marranos. Entonces, ya antes de llegar a este sitio me había quedado sin paisaje, sin raíz, desplazándome por sobre arenas

movedizas, exiliado, el más triste de los exiliados, dentro de mi propio país; paria del Destino Histórico que debía asumir mi generación según las directrices y lineamientos del Ínclito Primer Monikongo, Primer Penco, Penquísimo Primer Penco. Yo que no siento nostalgia, esa puta; yo que, en última instancia, sentiría nostalgia de una patria que no conocí. Yo el apátrida, yo el gusano; ¡gusano!, ¡a tu hueco!; yo el antisocial, el desafecto, la escoria, la Hez de la Nueva Sociedad, el Aborto del Gran Proyecto; ese maravilloso proyecto en que votaron al feto y criaron, ¡con grandísimo esmero es cierto!, a la placenta. Yo el malformado hijo de la patria placentosa, ¡que no placentera!, agente del enemigo, enemigo malo, malo cómo es, ¡atrás Satanás!, sa sa sa sato cómo es, dicen las camaradas monikongas, sus espléndidos culos enfundados en estrechísimos pantalones verde-olivo, lástima que tenga, aseguran, el condenado defecto de pensar, de ser diferente, de no acogerse a los santos evangelios de la histórica dirigencia, de no amar a la dirigencia, de no besar, ¡succionar si preciso fuere!, el falo monikongal, engreído como es se siente superior, mala tralla, rica-mala-tralla, lástima no haga como los otros machos, bailadores de la conga, con-ga-pa-ti-con-ga-pa-mí, mi-con-ga, mi-sin-conga, mi-con-singa, la-con-sig-na, de-la-con-ga-que-te-sin-ga, singa singa que la vida es pinga ga ga ga ga ga ga ga gárgaras, hacemos gárgaras, gárgaritas de leche revolucionaria en medio de la conga, conga e e e e e e e e, leche e e e e e e e e, saltar, saltar, saltar ar ar ar, un dos tres, el-que-no-salte-esgusano, gugú gugú gugú, gluglú gluglú gluglú, hacemos Hilda Vidal

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y a veces no sé realmente si lo odiamos o lo queremos mamar, matar, loco cómo es, lo-que-re-mos-pe-ne-trar, ideológicamente se entiende, y de paso, vaya, como quien no quiere la cosa y quiere, penetrarlo por donde tú sabe con el cañón de nuestras pistolas… ay… haremos un harén, aren y produzcan, muchachitas, que pronto nos desarrollaremos y a la escoria por el culo le daremos, mos mos mos, canta el coro subversivo; las furiosas federadas fusilan al coro, el coro se carcajea. Mientras el coro es fusilado por las federadas, mientras se carcajea, yo me uno al Árbol, lo acaricio y lo amo en este transcurrir sin transcurrir, balsa a la deriva, existir sin existir, me aferro al Árbol y quiero detener el Tiempo, ser el Tiempo, vivir el Tiempo, y el Tiempo se me escurre y viene a ser lo mismo un instante, un año que la eternidad; la tabla en la ola contra el arrecife, tabla del Tiempo, arrecife del Tiempo; tabla perdida, arrojada en polvoriento camino, en medio del camino; tabla a medio camino entre la raíz y el árbol, que es el árbol pero no lo es, que es la raíz pero no lo es, hija bastarda que siempre parte que nunca llega, extranjera en todas partes; exiliado como la tabla, seco como la tabla, árido como la tabla; tabla que se resiste al AQUI y el AHORA, y se ubica, y vive empecinadamente en Nicolás Lara un tiempo otro de futuros reverdecimientos, mientos mientos mientos que vienen con el viento, viento dile a la lluvia; canta el coro de ranas en la hierba junto al tronco del Árbol.

gluglú con lechita en nuestras boquitas, ¡ay muchachitas!, gusano cómo es, el gusano que nos corroe, compañeras, alerta compañeras con el bicho malo que no goza, o que no goza con nosotras, ¡tan gozonas!, gozará, eso sí, con alimañas malas mañas como él, tan-sin-ga-ble-co-mo-es-no-nos-singa, no-nos-mete-su-co-sin-ga, ¡qué desaire compañeras!, nonos-sin-ga, ¡sin gas federadas!, ¡sin gas!, sin gas oíl, hay que oíl hoy al Compañero Primer Monikongo, ongo ongo ongo, repite el coro, ¡atrapen al coro!, subversivo cómo es, coro organizado, dirigido por el balserote despreciable y despreciado, atrapen al corifeo, al cori, al cori, porque a pesar de todo no es feo, si fuera feo podíamos odiarlo mejor, pero no, no es feo el muy cabrón, y nos produce algo como cosquillas o no sé qué de humedecimientos entrepiérnales, algo que reblandece nuestras más firmes convicciones, y lo odiamos más por no poderlo odiar cabalmente, como Dios ordena, ¡ah!, perdón, herejía, Dios no existe, no ordena, es opio, opio de los pueblos, odiamos el opio, como ordena, rectifico, rectificar es de sabios, como ordena Nuestro Monikongo en Jefe, Primer Monikongo de la Konga, de la Gran Morronga, y no va, ¡compañeras!, ¡al menos conmigo no va!, tenemos que ser odiadoras consecuentes; él nos corroe

ARMANDO DE ARMAS (Santa Clara, Cuba, 1968)) escritor en los géneros de novela, cuento, ensayo y artículos periodísticos. Licenciado en Filología por la Universidad Central de Las Villas. En los años noventa formó parte del movimiento de derechos humanos y de cultura independiente que se manifestaba dentro de la isla. En 1994 logró escapar de Cuba con un grupo de amigos en un barco, recibiendo posteriormente asilo político en Estados Unidos. La revista Lettre International, de Berlín, publicó en 1999 una extensa crónica suya sobre la fuga desde la isla. Es autor de las novelas La tabla (Fundación Hispano Cubana, Madrid, 2008) y Caballeros en el Tiempo (Atmósfera Literaria, Madrid, 2013). Ha escrito varios libros de ensayos, entre estos Mitos del antiexilio, publicado en Miami en 2007 y traducido al italiano y al inglés; y Los naipes en el espejo. ( Latin Heritage Foundation, NY, 2011). Recientemente su novela El guardián en la batalla recibió el premio de narrativa Reinaldo Arenas 2017, que otorga en Miami la Fundación Vista.

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Nota de LibroDedicatoria de3 Alejo Carpentier

a

José

Lorenzo

Fuentes

Armando de Armas, El guardian en la batalla. Neo Club Press. Miami, 2018. Una tarde, hace ya muchos años, estaba en casa de uno de mis hermanos y me puse a curiosear los libros que se amontonaban sobre una mesa. Uno de ellos me llamó enseguida la atención, no podría decir por qué ya que no había nada especialmente llamativo en su portada. Lo abrí al azar y comencé a leer el primer párrafo donde cayeron mis ojos. Leí el segundo y ya no pude parar. Era un cuento, fui al principio y me lo leí de un tirón. Le pregunté a mi hermano y me dijo que él no conocía al autor, que se lo habían mandado por correo y que no lo había leído aun. Se lo pedí, me lo llevé y lo devoré. El libro en cuestión era Mala jugada. de Armando de Armas. Siempre me han fascinado los retos, lo desconocido, los descubrimientos. Es muy fácil entrar a un museo donde hay una muestra de Francis Bacon o Lucian Freud y hablar sobre ella. Todos los derroteros están trazados con anterioridad. Igual ocurre en la literatura. Hablar sobre la última novela de Zoé Valdés o de una nueva reedición de los poemas de Gastón Baquero. Hay una base, una obra previa, en la que nos podremos apoyar para adentrarnos y dar una opinión. Lo difícil es entrar en una galería donde está exponiendo un pintor por primera vez, y saber si aquello que estamos viendo va a trascender o no, si hay talento o no, si ese hombre o mujer tiene algo diferente que decir. Para eso no sirve toda la cultura que se tenga acumulada, ni los años vividos, ni la razón. Sobre todo la razón no sirve para nada en estos casos. La cosa viene de adentro, de una conexión que no podemos explicar ni precisar, pero que se establece y nos estremece. Lo mismo ocurre con un libro de un autor desconocido. Me gusta pensar que yo tengo esa facultad para descubrir algo realmente nuevo. En la prosa de Mala Jugada lo sentí, había un hombre, un escritor, narrando su forma de estar vivo. Y lo hacía con una originalidad que hasta entonces no había encontrado en los autores que llegaban de Cuba. Era audaz, desenfadado, irreverente, marginal, no le tenía miedo a las palabras ni a las situaciones. No le importaba si su prosa divertíaoinsultaba. Era 38

Fui a la presentación del libro y ahí conocí a su autor. Desde entonces lo sigo, leo todo lo que escribe y hasta ahora no me he sentido defraudado, sino todo lo contrario. Poco a poco fueron apareciendo sus libros, entre otros: la monumental

novela La Tabla, escrita en Cuba. También Caballeros en el tiempo, los relatos de Carga de la caballería, que son de mis preferidos. Hace muy poco se publicó Escapados del paraíso y ahora acaba de ganar el Premio de Narrativa Reinaldo Arenas 2017 con El Guardián en la Batalla. Quiero aclarar que Armando de Armas es uno de esos raros escritores que escribe y además lee. En El Guardián en la Batalla el autor despliega todo su arsenal técnico para narrar las aventuras de un guardia de seguridad en el parqueo de una clínica, junto a una colina y un expressway con sus miles de carros yendo y viendo a toda hora. Decía Lydia Cabrera, con ese humor y esa ironía que la caracterizaban, que Miami era un potrero, lo único que en vez de caballos, había carros. Pensé en eso cuando me encontré que en la novela de Armando los carros se transformaban en hermosos corceles, que se movían a sus anchas por fastuosas carreteras. En el mismo lugar trabaja


una bruja (tal vez una reencarnación de Urganda la Desconocida) que como es natural se desplaza en su escoba, friccionando de paso sus jugosas tajadas con la lisa madera. Por lo menos eso piensa el Guardián que le saca partido al asunto con sonoras combinaciones verbales, con divertidos juegos de palabras y elucubraciones que vuelven a las novelas de caballería, al Amadís de Gaula, tan caro al autor. Todo eso está aquí, pero también, y para mí, fue sorprendente, viniendo del que siempre he pensado que era un tipo antimusical, trozos y parodias de canciones, pueblo mío (aquí árbol mío) que estás en la colina, tendido como un viejo que se muere; palo palo palo palo bonito palo eeee, que salta para el palo mayombe y el palo monte, que se mezcla con versos, verde que te quiero verde, se hace camino al andar, los arroyos de la tierra me complacen más que el mar, tengo, vamos a ver; y juegos infantiles, qué llueva, qué llueva, La Virgen

de la Cueva, la rana que no sana; o hasta romántico, coño, a lo Memé Solís, siento que si tú te me alejas, se me acaba la vida; o títulos famosos, la región más transparente, por ejemplo. Aquí, no se asusten, hay hasta cópulas carnovegetales. También correspondencia desde y hacia el infierno y emotivas descripciones de fotografías –una de las partes más hermosas del libro–, una particular Rama Dorada y hasta dioses egipcios haciendo de las suyas. El colmo es una parodia insólita, malévola e insidiosa, de un clásico de la literatura revolucionaria de los años 60: ¡La-ca-be-za-deBa-tis-ta! ¡La-ca-be-za-de-Ba-tis-ta!, tema central de uno de los cuentos de Los años duros de Jesús Díaz se transforma aquí en ¡la-ca-be-za-del-Caba-llo! Batista se ha trasmutado en un Caballo. En fin, el mar.

JOSÉ ABREU

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Hilda Vidal

It is not the critic who counts; not the man who points out how the strong man stumbles, or where the doer of deeds could have done them better. The credit belongs to the man who is actually in the arena, whose face is married by dust and sweat and blood; who does strives valiantly; who errs, who comes short again and again, because there is not effort without error and shortcoming; but who does actually strive to do the deeds; who knows great enthusiasms, the great devotions; who spends himself in a worthy cause; who at the best knows in the end the triumph of high achievement, and who at the worst, if he fails, at least fails while daring greatly, so that his place shall never be with those cold and timid souls who neither know victory not defeat.

Reserve though the following appointed Tobacconist: Cigaragua, Amsterdam. Contact: 31 20 773 5302 / Prime Cigar, Boca Raton. Contact: (561) 613-6130 / Lonewolf Cigars, Los Angeles. Contact : (310) 458-8000 / Silver Leaf Cigar Bar, Fort Worth. Contact (817) 887-9535 / Cigar Cellar, Miami. Contact (305) 381- 0458 / Two Guys Smokeshop, New Hampshire. Contact: (603) 898-2221.


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