LINDEN LANE MAGAZINE VOL 38 # 4, WINTER 2019

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VOL 38 # 4 vOL. 38 Vol 38 No. 3

WINTER / INVIERNO, 2019 AUTUMN / OTOÑO, 2019

CÁNDIDA RODRÍGUEZ


lindenlanemag@aol.com http://www.lacasaazul.org www.lacasaazulcubana.blogspot.com

Cándida Rodríguez:“Sorteo”

Founded in March 1982 by Heberto Padilla & Belkis Cuza Malé Publisher and Editor: Belkis Cuza Malé Assistant Editor: René Dayre Abella Copyright © 2019 LINDEN LANE MAGAZINE Una subscripción a LINDEN LANE MAGAZINE en los Estados Unidos: $70.00 para individuos, y $90.00 para instituciones. ISSN 0736 - 1084 It is a publication by Linden Lane Magazine & Press PO. BOX 101582 FORT WORTH, TEXAS 76185-1582 2

Queridos amigos: El número de invierno es siempre especial, pues siento que Linden Lane Magazine se llena de luces como un arbolito de Navidad. En la portada, con una preciosa pintura de Cándida Rodríguez, el ángel nos recuerda la llegada del Mesías a la tierra. Y aunque no haya sido la intención de la pintora al crearlo, así lo imagino. Cándida es nuestra artista plástica invitada en este número. En 2011 recibió el Premio de Pintura Linden Lane Magazine. Un merecido premio. La obra de Cándida Rodríguez está a la altura de los grandes artistas que hoy triunfan en New York o París. Pero Cándida vive en Miami y a pesar de que la ciudad parece haberse convertido en una plaza importante para las artes plásticas, muchos grandes artistas cubanos necesitan aún alcanzar el reconocimiento que merece su talento. Junto a ella, nuestro escritor invitado es otra figura principalísima de las letras, y no sólo por su obra literaria, sino por su labor como fundador y editor de Betania, que ya lleva más de treinta años publicando a los cubanos desde España y nos conecta con la obra de los autores exiliados que con tanto amor y dedicación encuentran en la editorial de Felipe Lázaro un eslabón que les permite existir como escritores. Felipe tiene además el mérito de haber entrevistado varias veces y escrito sobre el poeta cubano Gastón Baquero y ha convertido todo eso en lectura necesaria si queremos conocer más a fondo quién fue Baquero y su legado como gran poeta y escritor. Yo, que tuve el privilegio de conocerlo, de apreciar al gran ser humano que fue, lo recuerdo no sólo por su enorme obra, sino por su gentileza, por ser sin duda una de las personas más talentosas y sencillas que he conocido. Por lo mismo, Felipe Lázaro tiene el mérito enorme de mantener viva su memoria para las generaciones futuras. En poesía también podrán leer a María Elena Blanco, poeta cubana residente en Europa, con varios libros publicados y una sólida obra. Rafael Bordao, otro poeta cubano en este número, es el fundador y director de la antigua revista Sinalefa, que se publicó también durante años en New York. La obra de Bordao merece ser leída, pues su trayectoria poética es de vital importancia en la literatura cubana. Y por lo mismo ha obtenido un merecido reconocimiento. En cuanto a prosa, nos place presentarles dos capítulos del libro El camino de los caimitos, de Bertha Novoa García, recientemente publicado, una obra de gran importancia testimonial, donde recoge sus vivencias de niña en las zonas de Melena del Sur y Güines, aledañas a La Habana. El camino de los caimitos está escrito con sencillez y gracia, dos cualidades que la definen y distinguen. Y finalmente, contamos con un capítulo de El Soviet cubano. La otra historia de Revolución Cubana, libro de suma importancia para conocer la trama secreta del comunismo allende los mares y de cómo funcionaban los llamados "Soviets". César Reynel Aguilera, médico y escritor cubano residente en Montreal, ha logrado investigar a fondo sobre el tema y escribir una magnífica obra, apoyada en un gran trabajo investigativo de primera mano. Sólo me resta invitarlos a que disfruten este nuevo número de Linden Lane Magazine, y desearles un feliz 2020, con muchas bendiciones. Belkis Cuza Malé Directora


FELIPE LÁZARO Estaba muerto detrás de los ojos “Déjame ser tu puta”, son palabras de Eloísa, más él cedió a las leyes, la tomó como esposa y como premio lo castraron después”. Octavio Paz Todo comenzó con un estremecimiento del sudor allí donde la piel se arruga ocupando suntuosa boca verdades de hombre trepidando cadenciosos cuerpos electrizados Un día preguntó y la nada por respuesta fue su primera sorpresa

Tiempo de exilio Haber heredado el silencio por costumbre. La nada acumulándose a pasos agigantados estériles segundos que apenas se suceden cuando el calendario pesa más que la vida y es incierto el respirar constante. Ya nada asombra a no ser la bondad. Y el equilibrio necesario de los días aturdido experimenta con la lejanía.

El que los poros soñaran bañarse pasó desapercibido Los abrazos idos a los días ya eran distintos La frialdad convirtió en témpano lo inapreciable cubriendo una escarcha que mentalmente oxidaba Repeticiones zozobras angustia acumulada y no saber qué hacer cada noche ni las tardes o las mañanas ningún día jamás los minutos cuando los meses fueron poseyendo el desequilibrio apenas un segundo una mal mirada puede destruir un ser descomponer el cadáver de una convivencia Estáticamente muda -como vieja fotografía del primer apartamento con su copa de coñac junto a la cama desnuda con sus ojos reclamando pielinauguró los reproches con una furia inusitada -como al principio le encantaba hacer el amorgolpeándose los ridículos cabellos por una culpa inexistente La algarabía era extrañamente lejana procedía de lo más egoísta de los seres Sólo unas paredes disconformes mostraban cierta bondad De noche todo deseo de venganza es poco Las sombras ya languidecen y se marchan afanosas El contrato prosigue en unos papeles desafiantes e incoloros Éstas son las verdadera actas judiciales

Cándida Rodríguez “Otra vez hay flores en el valle”

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Tratado matemático El beso del ídolo

Para Carlos Contramaestre

Nacería de nuevo donde la nieve es una reliquia los grandes humos son tan reales como las palabras y una langosta coronada de piña hacen el deleite cotidiano.

Es tan difícil amar lo fácilmente logrado que lo erótico ya no está en la lejanía sino en lo inconcluso de un espacio eterno que nos proyecte a distancias inalcanzables.

Mejor la frente irascible como tormenta de veloces potros salvajes

Amar es dejar de ser sin excusas pasajeras.

que besar tu costado apagado por la desidia murmurando un lamento quedo pero orgulloso:

Imposible es dividirse y mejor sería multiplicarse.

Masticaría tu nombre hasta sangrar roda duda Saciando una sed indescifrablemente seca que transforma el sueño engañoso e iracundo de dormir cuando quiero estar despìerto.

Sumar poros es lo que cuenta. Restar es la impotencia de un gran desafío. Más vale toda álgebra amorosa y caso la trigonometría que pensar en axiomas existenciales. Al final, somos como líneas paralelas, La nada más matemática y plural: Intentar siempre un idilio que nunca termine.

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Repensando en cubano un poema de Nicanor Parra Para Louis Bourne Todas las mujeres en un definitivo poema: las calladas, las patidifusas o acomplejadas, las tímidas –nerviosas del colchón-, las inconclusas, También las secretarias.

hasta las perfectas que en interminable orgasmo consumen todo su ser. ¡Esas son las magníficas! Finalmente quedan las irreparables, Las que cuestan lágrimas. ¡Esas son las perdibles!

Todas las féminas en desfile amoroso: la bizca y la atormentada, la miope o la cuerda. Todas las damas lascivas como miel de vida, sensibles: la señora o la ramera, la matrona y la madama (con perdón de Madonna). La fiel esposa que después deviene loba, la media naranja y la cara mitad, el ángel del hogar o la dulce enemiga. La mujer pública, mundana, perdida. La costilla de Adán y las hembras. Esas son algunas de las inquietas musas. Faltan las que nunca deben olvidarse: las amantes, las imposibles, las soñolientas

Felipe Lázaro, foto reciente. Madrid A la derecha Felipe Lázaro, de niño, con su sobrino y su hermana. Güines, 1960

De izquierda. a derecha: los escritores cubanos Felipe Lázaro, Santiago "Chago" Méndez Alpízar, Enrique del Risco y Pío E. Serrano, en Madrid (España) finales deCLARA los años 90.MORERA

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Poeta errante de todo bando Para Carlos Julio. Báez Evertsz ….hasta escribir una carta es cosa penosa. Luis Cernuda, una carta a J. L. L., 1953. Desterrado de sí mismo como una provocación más en su vida siempre le acompañó el poder adquisitivo de un poema. Lacerado hasta el infinito -poeta errante de todo bandosufrió la censura de los sectarios y el olvido impuesto en textos ya superados por la Historia. Como una de sus destartaladas maletas -siempre prestas tras la puertajamás logró el regreso ansiado. Su vida trascendió rota -perpetuándose como un dandypoetizando a diestra y siniestra. No obstante, comprendió a tiempo Lo frágil que son las fronteras, Incluido su mejor sueño o su mayor anhelo. Este hombre masticó el exilio y toda desesperanza le fue ajena.

En la exposición del pintor cubano Waldo Balart (Madrid, 2016). De izquierda a derecha: Pío E. Serrano, Felipe Lázaro, Waldo Balart, Víctor Batista Falla y Efraín Rodríguez Santana.

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FELIPE LÁZARO, NUESTRO ESCRITOR INVITADO DE LINDEN LANE MAGAZINE, INVIERNO 2019 Felipe Lázaro (Güines, 1948). Poeta y editor cubano. Salió de Cuba en 1960. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Graduado de la Escuela Diplomática de España. Fue uno de los fundadores de las revistas madrileñas Testimonio (1968), La Burbuja (1984) y Encuentro de la cultura cubana (1996); además de Redactor Jefe del periódico La Prensa del Caribe (Madrid: 1997-98), editado por el Centro de Estudios del Caribe. Perteneció al Consejo Editorial de la Revista Hispano Cubana y del Boletín del Comité Cubano Pro Derechos Humanos, publicados en la capital española. Actualmente es Académico Correspondiente en España de la Academia de la Historia de Cuba en el exilio y dirige la Editorial Betania, la cual fundó en 1987. Como poeta cubano obtuvo la Beca Cintas (Nueva York,1987-88) y ha participado en los eventos: “Outside Cuba” en Rutgers University (New Jersey, 1988), “Festival de Poesía Cubana” en el Miami-Dade Community College (Miami, 1992), “Homenaje Internacional Gastón Baquero” (Salamanca, 1993), “Jornadas de Poesía Cubana: La Isla Entera” (Madrid, 1995), “3º Jornadas de Poesía en Español” (Logroño, 2001), “I, II y III Encuentro Internacional sobre Creación y Exilio” (Cádiz, 2001, 2003 y 3004), “V Congreso de poetas hispanoamericanos” (Salamanca, 2002) y en el “7º Festival Internacional de Poesía” (Islas Canarias, 2002) entre otros. Bibliografía: Poemarios: Despedida del asombro (Madrid, 1974), Las aguas (Bilbao, 1979), Ditirambos amorosos (Madrid, 1981), Los muertos están cada día más indóciles (Madrid, 1986 y 1987) y Un sueño muy ebrio sobre la arena (Madrid, 2003). Antologías poéticas: Data di Scadenza, traducción de Gaetano Longo (Italia, 2003), Fecha de caducidad, 1974-2004 (Madrid, 2004). Prólogo de Efraín Rodríguez Santana y Prefacio de Gaetano Longo, Tiempo de exilio, 1974-2014 (Francia, 2014) y Tiempo de exilio, 1974-2016 (Madrid, 2016). Prólogo de Francis Sánchez y Prefacio de Margarita García Alonso. Como antólogo es autor de: 9 poetas cubanos (1984), Poesía Cubana Contemporánea (1986), Poetas cubanos en Nueva York (1988). Prólogo de José Olivio Jiménez, Poetas cubanos en España (1988). Prólogo de Alfonso López Gradolí, Poetas cubanas en Nueva York / Cuban Women Poets in New York (1991). Prólogo de Perla Rozencvaig, Poesía cubana: La isla entera (1995) en colaboración con Bladimir Zamora Céspedes, Al pie de la memoria. Antología de poetas cubanos muertos en el exilio, 1959-2002 (2003). Prólogo de Manuel Díaz Martínez e Indómitas al sol. Cinco poetas cubanas de Nueva York. (2011). Prólogo de Odette Alonso Yodo. Ensayos críticos de Elena M. Martínez, Perla Rozencvaig y Mabel Cuesta. Otros libros: Conversación con Gastón Baquero (1987), 2º edición (1994). Prólogo de Juan Gustavo Cobo Borda y Epílogo de José Prats Sariol, Entrevistas a Gastón Baquero (1998). Prólogo de Pedro Shimose y Epílogo de Pío E. Serrano, Gastón Baquero: La invención de lo cotidiano (2001). Prólogo de José Olivio Jiménez, Prefacio de Efraín Rodríguez Santana y Epílogo de Bladimir Zamora Céspedes, Conversaciones con Gastón Baquero (2013 y 2014). Prólogo de Alfredo Pérez Alencart, Prefacio de Jorge Luis Arcos y Epílogo de León de la Hoz y la 5ª edición de Conversaciones con Gastón Baquero (2019) que se puede adquirir en AMAZON. Libro de relatos: Invisibles triángulos de muerte. Con Cuba en la memoria (2017). ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Felipe Lázaro: Apartado de Correos 50.767 Madrid 28080 España. E-mail: editorialbetania@gmail.com Blog: EBETANIA http://ebetania.wordpress.com ----------------------------------------------------------------------------------------


Memoria compartida (Poema a Gastón Baquero) Para José Olivio Jiménez, Alfredo Pérez Alencart, Pío E. Serrano y León de la Hoz. “En lo inseguro encuentra el goce su cualidad más firme”. Emily Dicikinson La incertidumbre de toda ausencia se transforma en memoria compartida con la firmeza de nuestros deseos, último resquicio de la amistad. Más visible que nunca antes divagas alegre en silente viaje, repiensas versos como recuerdos ante el asombro de las estrellas con tu corazón elegante convertido en Isla. Cuán extraño el misterio de esta suerte, si el vivir o el morir es un mismo instante que a las vez nos separa y acaricia, si todos hemos muerto con tu muerte: rutinario anverso y reverso de ese espejo casi imaginario que murmura quedo su reclamo, nos tienta y espera impaciente en la alucinante inocencia del universo.

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AGUAFIESTA Felipe Lázaro Para mi tío Joaquín Álvarez Álvarez. Temprano en la mañana cruzaron corriendo la calle. Entraron al bar, empapados por el aguacero que les había sorprendido. Dentro del establecimiento solo había un cliente y el propietario, que atendía la barra. En la victrola se oía a un estruendoso Benny Moré cantando Camarera, lo cual les hizo brillar un poco los ojos, entonando ambos el estribillo de la conocida canción: Camarera, camarera tú eres la camarera de mi amor. --Vaya, agüita –comentó el más joven, haciendo un gesto con la cara hacia la calle. --Sí, tremendo aguacero. Por aquí llueve mucho. ¿Es igual en Santiago? -preguntó el mulato, mientras se secaba los brazos y la cara con un gran pañuelo azul oscuro. --Más o menos, tú sabes que en toda la isla, uno no sabe cuándo te agarra la lluvia. --Buenas, ¿qué desean? –sonrió un asturiano con un impresionante bigotazo, al mismo tiempo que servía otra cerveza a un negro que impecablemente vestido todo de blanco, apuraba el último trago de su anterior Hatuey. --A mí, déme café. ¿Tú qué quieres? –le dijo Alberto, un oficial uniformado de verde olivo al joven amigo. --Igual, Joaquín –contestó Cheo, refiriéndose al dueño del local. --Mira, te presento a un socio, es el cuñado de Sergio, ¿te acuerdas de Sergio? -y señaló con un gesto al joven militar. Mientras limpiaba el mostrador con un gran paño húmedo, Joaquín se puso rojo como un tomate y acercándose a ellos, exclamó: “Encantado”. --¿Usted conocía a Sergio? –le preguntó el oficial. --¿Quién, yo? –contestó el dueño secamente. –Bueno, mire de paso. Era del barrio, no es verdad. Yo aquí llevo muchos años, conozco a todo el mundo. A Sergio, si le digo la verdad, lo conocía de vista. Venía a tomar refrescos. Pero quien lo conocía bien es Cheo, pues eran buenos compadres, ¿no es así Cheo? –y alzando la cabeza señaló al mulato, esperando que éste continuara la conversación. --Más que buenos compadres, Joaquín, más que buenos. Yo me crié con él, como si fuésemos hermanos. Vaya. --Bueno, precisamente, por eso quería hablar contigo, Cheo. Yo casi no lo conocí y me interesa, por mi mujer y como revolucionario. Creo que él estaba claro –comentó el oficial. --Clarísimo, tú, y además tenía unos cojones de acero. Recuerdo una vez que estábamos en la guarapera que había delante de mi casa y yo comencé a discutir con el dueño,

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pues me había devuelto un quilo de menos y nos gritamos de todo, hasta que me mentó la madre y allí mismo Sergio brincó el mostrador y le cayó a cañazo limpio al guarapero diciéndole: “A la madre de mi amigo las vas a respetar, cacho cabrón”. Bueno, tuvimos que sacarlo porque le dio una golpiza tremenda y… --Sí, pero eso ya fue cuando Sergio era mayorcito. Yo lo que quiero saber es la anécdota de la famosa fiesta. Creo que en el cumpleaños de un amiguito de ustedes… --Ah, cuando le pusieron “Aguafiesta”. Coño, eso sí que es digno de contarse. Mira aquel día, más bien aquella tarde, asistimos al cumpleaños de nuestro amigo Manolito, que por cierto ahora está en el Norte, y su mamá comenzó a darnos refrescos: Coca-Cola, Materva, Cawy, Orange Crush y eso sí mucha agua, porque la vieja a cada rato se pasaba diciendo: “Niños, ¿quién quiere un buen vaso de agua, quién quiere agua?”. Supongo que lo hacía para que no acabáramos con los refrescos. Pero, bueno, sigo. Todos nos sentamos en las sillas de tijeras que habían alquilado para la ocasión, Manolito iba y venía enseñando los regalos, que luego ponía encima de su cama. En la mesa del comedor estaban el gran cake, los dulces y los refrescos. Ah, y varias jarras grandes de agua. --En ese instante, interrumpió, Joaquín: “Aquí tienen los cafés”. Y miró de reojo al joven barbudo uniformado. --Chico, no perdamos el tiempo, trata de ir al grano. --Mira, como ese día no tiene desperdicio, porque fue una cosa tremenda, inolvidable, te lo voy a contar con calma. En la victrola se oía la letra de otra canción: ¿De dónde serán? ¿Serán de La Habana? ¿Serán de Santiago? Tierra soberana. --Nada, que vino Isabel, la vieja de Manolito, a agitarnos para que bailáramos, que aquello era una fiesta, que estábamos allí para divertirnos, para bailar. Ya tú sabes cómo era esa época. No, y la vieja era tremenda agitadora, pero tremenda. Se paraba en medio de la sala y decía a gritos: “Bueno, chicas, empiecen a bailar o es que no saben. Bailando se aprende. Que no se diga que unas cubanitas tan lindas no saben moverse”· Así comenzó a sonar el gramófono con unos números rocanroleros: Elvis Presley, Los Platers y su bolerito sabroso con Alfredo Sadel o Lucho Gatica . Ya, ya sé que en esa época en Cuba morían muchos jóvenes y todo eso, pero, mi hermano, nosotros éramos unos niños, aunque ya comenzábamos a gozar. Figúrate, con la música de esos años… Nada, que yo me acerco a Manolito y…No, espera, me acuerdo que yo estaba despistado en la bachata, que le digo a la vieja de Manolito: “Oiga, es que las chicas no quieren balar”. Imagínate, tremenda frescura mía, porque yo no había sacado a bailar ni a una mosca, a nadie. Y… Mientras, la música seguía sonando en el bar: Mamá, yo quiero saber de dónde son los cantantes que los encuentro galantes y los quiero conocer con su ritmo fascinante que me lo quiero aprender. --Öyeme, pero, ¿tú crees que esto tiene algo que ver con


Sergio? –y se estiró para atrás, abriendo los brazos en cruz. --Espera, chico. Déjame hablar. Claro que tiene que ver… Mamá ellos son de la Loma… Mamá ellos cantan en llano. --Pues no has dicho nada de él. Bueno, hasta ahora. --Sé paciente, las cosas hay que contarlas desde el principio y bien, para que se entiendan. --Bueno, dale, dale… -dijo un poco molesto el oficial. --Nada, que la vieja se vira para donde estaban las chicas y les dice: “¿Cómo que no quieren bailar? Pues aquí se vino a bailar”. Toda la tarde estuvo con esa cantaleta. Bueno, hasta que se jodió la fiesta. Pero, antes se puso a bailar rock and roll y todos nos meábamos de risa, porque la vieja estaba un poco gorda y aquello parecía una batidora. El caso es que todo el mundo ya bailaba de frente con su pareja, pero me di cuenta que no, que alguien bailaba solo y era Sergio. Parece que las chicas no le hacían caso y a él eso le importaba un comino, pues se paseaba por toda la sala bailando solo como un trompo, como si bailara con todas las chicas y la verdad era que no bailaba con ninguna, porque todas le daban de lado. Más tarde, la mamá de Manolito nos reunió alrededor de la mesa para cantarle el cumpleaños feliz, mientras apagaba las velas. Total que aquello fue una tocadera de nalgas, de película, porque las chicas se ponían cerca de la mesa y los chicos nos tirábamos casi encima de ellas, por detrás, rozándolas. Pero solo Manolito y yo hacíamos eso, porque los otros fiñes todavía estaban en pañales. ¡Ya nosotros raspábamos la yuca! Ahora, la candela de sabroso era pegarse así por detrás y ellas se daban cuenta. Ya lo creo que se daban cuenta, lo que pasa es que se hacían las mosquitas muertas… Así que nos sentamos a comer el cake y los dulces, y ¿tú puedes creer, chico, que al lado de Sergio no se quería sentar nadie? Yo me acuerdo que le hice una señal a Manolito y los dos nos sentamos a su lado y entonces, le dije “¿Qué te pasa, flaco?”, que era como le decíamos entonces, luego fue que vino lo de

“Aguafiesta”, precisamente, después de esa fiesta todo el mundo lo llamaba por ese maldito apodo. Óyeme, ¿por dónde iba, tú? --Que nadie se quería sentar con… --Ah, sí. El caso fue tremendo, pero tremendo. El pobre Sergio estaba allí solito y Manolito y yo nos acercamos a él y le dijimos: “Flaco, ¿te sucede algo? Y nos contestó: “Que vá, aquí, disfrutando” y se echaba a reír. Porque eso sí, Sergio era un tipo simpático, como él solo y además hacha y martillo para los estudios. Fíjate, que en esa época que estábamos en sexto grado, nos daba vuelta y media a toda la clase. Incluso, más tarde, en el Instituto nos dejó chiquiticos. Se puso más serio, más formal, diría yo. --Bueno, sigue, no pierdas el hilo que nos esperan –le dijo el joven oficial tomándose el último buchito de café. Fue cuando Joaquín se acercó a la victrola y le echó una moneda, eligiendo una canción que en principio interrumpió la conversación de ambos amigos, que por un segundo tuvieron que guardar silencio:

los Estados Unidos hace un par de años. --Figúrate, si de esa fiesta que te hablo quedamos solo Sergio y yo. Bueno, Sergio, no, que en paz descanse, el pobre. Casi quedo yo solito, vaya que yo recuerde… El dueño del bar, que escuchaba con gran disimulo la conversación, exclamó entre dientes: “Y así te vas a quedar, cacho cabrón”, dirigiéndose, aún más, al fondo del mostrador como queriendo olvidar a aquellos dos clientes, mientras su canción concluía: Songo le dio a Brondongo Borondongo le dio a Bernabé Bernabé le pegó a Muchilanga

Songo le dio a Borondongo. Borondongo le dio a Bernabé. Bernabé le pegó a Muchilanga le echó burundanga y le jincha lo pie Monina. --Sí, chico, nos sentamos a comer y tomar refrescos, y Sergio comenzaba a hacer chistes y nos decía: “Cojones, hoy sí que las chicas están lindas, eh”. Pero la que le gustaba a él, le hacía menos caso aún. El coco de él era Mónica y esa no le paraba cuento a nadie. Tenía las piernas gordotas, muy linda de cara, rubita con ojos azules. Una muñequita. Era la hija del dueño del cine Campoamor. A Bambele repica el amor porque eso no es malo porque eso que es malo se vive mejor. Joaquín que estaba cerca de la cafetería hizo una extraña mueca con la boca, como si recordara algo familiar. --Bueno, sí, he oído hablar de su familia, pero creo que se fueron para

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le echó burundanga y le jincha lo pie Monina. --Ya, sigue, tú… -le dijo otra vez el barbudo un poco cansado. --Nada, que estábamos allí relajando con Sergio, cuando vino otra vez la vieja de Manolito a chivar, que rompiéramos el grupito, que bailáramos, que patatín, que patatán. Al final, ella lo que quería era que dejáramos solo al flaco. ¿Me entiendes? Bueno, por lo menos, es lo que yo pienso ahora, en aquel momento no. En ese tiempo yo era tremendo comegofio. Imagínate, todos tendríamos doce o trece años, así que calcula lo comemierda que éramos. Luego con la pachanga y la rumba comenzó la gozadera, porque tú sabes que ya éramos candela. Pero, qué cosa más grande, bien vivos para una cosa y en otra éramos unos ceros a la izquierda. No, no te impacientes. Chico, ya te cuento más. Mira, todavía cuando sonaba algo movido, Sergio salía a bailar solo y eso sí, hermano, como ese caballo yo no he visto otro. No, qué va, de película. Yo no sé de dónde sacaba los pasos, pero bailaba como un condenado. Ahora, tan pronto se escuchaba un bolero se le salían los ojos buscando a Mónica y ella ni caso le hacía. Y todo eso y el tipo tenía mucho coraje, porque sacaba a medio mundo. Le decían que no y otra vez no, pero él seguía. Lo intentaba un montón de veces. Creo que cada bolero le daba vuelta a la sala varias veces… --Mejor que quedarse sentado… -le interrumpió Alberto, sacudiéndose el uniforme. --Ah, eso sí, desde luego. Mucho mejor, qué carajo. Si todas esas culicagadas eran unas mentecatas. Lindas a rabiar, bien vestiditas y todo lo que tú quieras, pero se creían diosas. No y el lío comenzó cuando yo veo que la madre de Manolito lo coge del brazo y se lo lleva para el cuarto, donde estaban los regalos, y se oyeron unos gritos espeluznantes. Isabel le estaba echando tremenda descarca a su hijo y para acabar de empeorar la cosa, vino la vieja y me llamó. Y yo que no entendía nada, pues estaba en las nubes, tan pronto voy entrando al cuarto, oigo que la mamá le decía a Manolito: “Se lo tienes que decir” y le pegaba un gaznatón en la cara y yo me decía para dentro: “Tú vas a ver que también me gano un sopapo”. Figúrate, con aquella escena, yo estaba temblando y es que Isabel estaba hecha una fiera. Se cogía el pelo con las dos manos y decía: “Me han dañado la fiesta. ¿Qué van a pensar los padres de las niñas? ¡Qué va, en casa, esto no puede pasar!”. Ya tú sabes, todas esas comemierderías que tenía la gente antes, payasadas, pura lija… --Bueno y qué más, dime… --Coño, tú, espera un poco, deja tomarme otro buchito.

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Óyeme, Joaquín, tráenos otros dos cafés, anda mi hermano, sé buen compañero… -y en ese justo instante, el dueño del bar se decía: “Compañeros…, compañeros son los bueyes y mira cómo les va… deja eso”…-porque no hay quien resista –continúo diciendo Cheo –dicen que cuando uno recuerda es como si viviera otra vez el pasado. Pero qué va, candela, aquí entre nosotros, a aquella época no hay que volver… -en ese preciso momento, Joaquín no sabía si calentar el café o salir corriendo. --Yo diría más, comentó el oficial rebelde- aquí el pasado no vuelve, la revolución no tiene marcha atrás, porque… --Espera, tú –dijo Cheo- déjame seguir porque se me olvida. Mira que han pasado años, caballero. Cualquiera diría que fue ayer. Oye, a propósito, cómo se tomó tu mujer la muerte de su hermano. Debió ser un golpe duro. Aquí, en el pueblo, todos lo sentimos, era un gran muchacho. Nosotros nos criamos juntos. Figúrate, si no nos íbamos a querer. Joaquín se acercó, les dejó sus respectivos cafés y se fue al fondo del mostrador a leer el periódico El Mundo. --Mira cómo era Sergio –continuó Cheo, mirando fijamente a Joaquín que se alejaba, después de beber un sorbito de café amargo, que era como le gustabaque aquí fue de los primeros milicianos y no luchó contra Batista porque era un niño. Ahora, él comenzó a cambiar después del triunfo de la Revolución. Fue a alfabetizar y todo. Ya te digo, era un campeón, buen amigo. Lástima que lo mataran en Girón esos vendepatrias. --Tú me dices que no te eche una descarga y tú te sales del hilo. --Bueno, tú, es que todo es parte de la vida de Sergio… En ese instante, Joaquín volvió a acercarse a la victrola y maquinalmente puso varias canciones, mirando de reojo a los dos clientes que charlaban: El cielo se ha puesto, feo, Facundo la tierra está abochorná ya no hay nadie que la cuide, Facundo, la tienen abandoná. --No, si lo digo porque no has terminado con la dichosa fiesta. Lo más lógico es que cuentes aquello y luego vamos avanzando... --Ya, tienes toda la razón. ¿Dónde estaba? –peguntó Cheo. --Que la madre de Manolito les estaba regañando. --Sí, nos echó un regaño de película. A mí, incluso, me dio un cocotazo porque le dije que eso no se podía hacer. --¿El qué no se podía hacer?


--Lo que quería hacer: botar al flaco Sergio de la fiesta. Y yo le decía que no y la vieja esa se olvidó de todos sus buenos modales burgueses, porque mira que se daba lija. Incluso me llamó culo sucio y desgraciado. Bueno, cantidad de palabrotas. Pero lo más grande fue, que eso no se olvidará jamás, cuando Manolito lloriqueando le preguntaba a Isabel que por qué había que botar a Sergio, si era buen amigo suyo. Manolito le decía. “Pero, mima, si es buen amigo mío”. Y yo agregaba: “Y buen alumno”. Y la vieja no entraba en razón porque para ella el asunto estaba claro. Nos decía que Sergio era un aguafiestas y tenía que irse. “Es un aguafiestas y tiene que irse, si no se lo dicen ustedes, yo lo voy a poner de patitas en la calle”. A Manolito le entró una perreta bárbara, porque era un buen muchacho. Al fin y al cabo, todos éramos unos niños y no andábamos con distinciones. Pero la madre le dio una mano de nalgadas y galletas que quedó tonto. Al pobre se le jodió el cumpleaños. Entonces, es cuando yo le pregunto a Isabel: “¿Por qué Sergio es aguafiestas, por qué se tiene que ir?”. Y ella me miró fijamente diciéndome: “Pero, ¿es que no te das cuenta?”. Y me largó un cocotazo que me dejó medio turulato. Después la vieja prosiguió: “Pero, muchachos del diablo, ustedes no ven que es ¡NEGRO!”. Y aquel NEGRO retumbó como si se fuese a derrumbar la casa. Todavía lo escucho. Aquello, caballero, fue un golpe grande. No solo para mí, porque Manolito cuando escuchó el NEGRO de su madre paró hasta de lloriquear. Y tú puedes creer, chico, que entonces fue a mí que me entraron ganas de llorar. Mira, salí corriendo como cohete de a peso y le dije a Sergio: “Vámonos, esto se terminó”. Y el muy ingenuo me contestó: “Espera un poco, chico, mira, van a poner la televisión”. “No, nos larguémonos” y diciéndole esto, Isabel venía encendida. No sé si por mis palabras o porque le cogió miedo a la vieja, el caso es que Sergio echó un pie y no paró hasta la esquina. Allí me reuní con él y cuando le dije la verdad, mira que era dura, sobre todo para un niño, no le sorprendió y solo corrió llorando para su casa. Desde entonces, solo nos veíamos en el colegio. Ya había empezado a cambiar algo. Seguía siendo el mejor estudiante, pero ya no jugaba tanto con nosotros ni siquiera a la pelota, que le gustaba tanto y la jugaba requetebién. Así fue la cosa, mi hermano. Así a Sergio le pusieron “Aguafiesta”. Creo que luego lo llevaba con cierta dignidad y hasta se presentaba como “Aguafiesta” en vez de Sergio. --Sí, en Girón, lo identificaron por “Aguafiesta”, que era como lo conocían sus compañeros de unidad –comentó el oficial. --¿Qué te debemos, Joaquín? – le gritó Chero al dueño del bar, que era a su vez el único

dependiente. --No, no. Mire, cobre –dijo el joven barbudo extendiendo unas monedas en la barra --¡Gracias! –murmuró secamente Joaquín y se volvió para depositar los centavos en la caja registradora, en el instante que sonaba otra canción: El que ve una lechuza de momento la quiere matar pero yo que conozco el elemento solavaya por ya. --Así fue –repitió Cheo-, así fue. Bueno, que nos esperan, tú. --Sí, Hasta luego, compañero –terminó el oficial despidiéndose de Joaquín, que dijo para sí: “¡Pa’ su madre!”. Y siguió leyendo el periódico como si no hubiese escuchado nada, repitiendo el estribillo final de la canción: buche y pluma no ma eres tú buche y pluma no ma. Afuera, había escampado por completo. Comenzaba a asomarse el sol. Solo quedaba ese olor a lluvia bajo sus pies.

Post scriptum Lo más sorprendente de este relato es que el destino final de los tres protagonistas (Joaquín, Cheo y Alberto, pues Sergio murió en 1961) se asemeja al de millones de ciudadanos cubanos que han sufrido el castrismo desde sus inicios a nuestros días: Joaquín, el dueño asturiano del bar, falleció de un infarto masivo en su propio negocio el mismo día que se lo confiscaron en 1968, con la disparatada Ofensiva Revolucionaria que eliminó el comercio privado en Cuba (léase: libertad de empresa o capitalismo). Cheo salió para el exilio durante el éxodo del Mariel (1980), después de varias intentonas ilegales para salir del país, y ahora es dueño del restaurante Metropol en Hato Rey, Puerto Rico. Y Alberto, el joven oficial del Ejército Rebelde, que de militante revolucionario y de ocupar cargos gubernamentales con la Revolución en la década de los años 60, pasó a la oposición y fue condenado en 1970 a veinte años de presidio político por sus actividades anticastristas, desde 1990 reside en Nueva Orleáns. Nota: Este relato forma parte del libro Invisibles triángulos de muerte. Con Cuba en la memoria (Betania, 2017).

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MARÍA ELENA BLANCO CAMPOS REVERSIBLES A Anne Waldman En el espejo a plena luz una mujer se ve en triplicado: la que presta su cabello al peinado, la que la peina, la que empuña el espejo, enjoyada, vestida de color, protegida por la escena soleada. Mirándose al espejo en lo hondo de la noche una mujer ve su ausencia y la vela que alumbrará su lecho de muerte. Sin joyas, sin el corsé apretado o la enagua de encaje. En el claroscuro ya ha perdido su mitad inferior. Sentada en su penumbra, su pelo negro pronto consumará el resto.

DIOSAS EN EXILIO A Nivaria Tejera I (no pudieron con ella ni podrán los ángeles exterminadores los escribas) voy sesgando el espacio superpongo a la figura rumbosa que traza Alechinsky de este barrio la que fue mía, la excéntrica, la deseante los de aquí conjeturan ¿de dónde será? atlántida o fenicia distante ignora los altares que enciende conjura una inteligencia andrógina sigo por esta calle como en trance, cada paso una dilatada victoria contra el tiempo o un destiempo feliz (tal vez entonces ella hubiese rehuido a la que yo era, tal vez la que yo era no la hubiera adorado) cuando llamo a su templo de papiro, atravieso el jardín en que se libran mil batallas de plumas y arden rosas ya transidas de invierno responde su voz hueca de cales y humedades (polos de un magnetismo astral, alientos del mismo aire ciclónico en claves de reserva y desgaste) desde su terciopelo gris, su raso rojo, entre lienzos cuarteados o sedosos, la diosa desafiante ríe a medias, acepta contemporizar con la ciudad, sorda ya para siempre al crujir de algodones en las azoteas azules yo vuelvo al cubo albo, me esfumo ella se recoge en su silencio fértil (secretamente a veces, muy entrada la noche, quemo aromas de inciensos y me rindo a sus pies)

Cándida Rodríguez: “Andar para encontrarse”.

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II otra diosa la sueña en duermevela y arranca sus propias glosas a la nada


DIÁLOGO A DISTANCIA SOBRE LA SEGUNDA PERSONA 1 ¿Quién soy tú? ¿Quién eres yo? Tú yo tú yo tú… Exceso y majestad, dices. ¿No será indigencia de nuestra condición pequeña, desnuda en su deriva ciega? Lenguaje es comodín supletorio y sus doncellas Gramática y Sintaxis tapones que detienen la sangría del ser. Y eso si es que alcanzamos a brillar unos instantes de luz negra. La segunda persona no es menos quimera que la primera, tropos aleatorios intercambiables. Lo arcaico sí es la voz, aquel primer vahído humano o el segundo, el proferir poético, el que se dice balbuceo, onomatopeya o soplo que no queda en los libros, que nos cae del cielo en forma blanca, líquida o dura: granizo, agua lustral. 2 El otro, el otro. Yo es otro, dijo el joven poeta que desertó al desierto. El otro el mismo, dijo el poeta ciego que soñó haber muerto coronel peleando en la pampa. Lo Otro, el Otro, dijo el analista del lenguaje,

príncipe de la alteridad. Tú empero dices ese tú que recibe tu abrazo y oye tu palabra en su piel, tú vulnerable como yo, tú blanco de tu amor y de tu ira, ése que se mira y te toca, irreductible a teoría o teorema: la segunda persona así apropiada o apropiable, predadora, posesiva o posesa, domadora y domesticable, tuya, mía. Con o sin suerte, somos o hemos sido una vez la segunda persona de algún yo narcisista. 3

EJE DEL SILENCIO Cuando casi fue nuestro después de muchas lunas lo azotaste con tus cuerdas de fuego. Y otra vez conjuré un aliento de garúa y vino tu palabra dulce a quebrar el quiebre del silencio que no es el de los corderos, el de las puertas que se cierran solas al paso de los amantes o los niños. El silencio del aullido cuerpo adentro. El silencio de agua gélida sobre ojos hinchados, el silencio de hervor de agua suavizando la espalda de poliuretano.

Las personas del verbo se disfrazan y juegan a las sillas musicales… el que fue a Sevilla perdió la cabeza y ya no será más el mismo aunque vista el propio pronombre. Ausente de todo ramo, y por tanto eternamente reubicable, la flor de Mallarmé fue la ideal persona de su verbo, invisible, acomodaticia.

El silencio de una casa, cuál, antes que el silencio me alcance. La casa del silencio donde tú no estás.

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No basta aunque conviene conocer la geometría del plano. Pero es el álgebra de la cama lo que importa la cifra de la noche sin ventanas porque la cama es una de las ventanas de la noche siendo la otra la luna lunera, cascabelera, irreductible coma en la cuadratura de este círculo

A cada cual su segunda persona, la que ha creado para sí, no necesariamente la que se merece ¿quién?

Será lo tóxico del aire: goteos de duendes malos que nos tienden un cerco, ese túnel entre mi hombro y tu cuerpo. Opta entonces por dar rienda larga al pulmón que te aprisiona o tómame entre tus brazos y eso ya es otra historia, número imaginario modular.

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INTERTEXTUALIZANDO EN LA INDIA En el centenario de Miguel Hernández, 1910-2010 A Ranjit Hoskoté Me topo con Miguel Hernández en la India en un texto del poeta de Mumbai Hoskoté, un caso de huída hacia adelante pues él es quien llega a mí cuando era yo la esquiva, la que moraba en deuda y había de buscarlo. Corrida es el poema que le dedica el indio en inglés, lo leo con el placer nervioso de una degustación en ciernes, siento ya sangre y agua mezclándose, arena y polvo, toro y minotauro en la escisión del rojo, fatalidad viril, travesía de espuma que surca la metáfora con la voracidad del vientre hueco de la diosa Hambre, la que me chupó el aliento en Khajuraho. Huelo el Mediterráneo en el Arábigo y aparece la luna andaluza sobre el Ganges perfumada de votivos inciensos y rosas de crematorio. Todas las lunas del Perito, gongorinas, morunas, mojadas de rocío o lentejuelas, me las había saltado en aras de aceituneros cantados por voces amigas, imagen que sólo habría de encarnarse cuando me vi perdida en el mar verde de Jaén. Tópicos movedizos, toro y luna, que como el deseo lo trastocan todo en su corrida, dejan ceniza almagre y sangre alba en el tapete gris de cielo, mar o página, hurgan en lo que pugna por salir y que al fin brota por donde menos se lo espera. Aprendo a Hoskoté y desaprendo a Miguel, me aprendo a mí y nos proceso a los tres en esta trituradora intertextual que nos supera en su potencialidad, en su derrota. Oigo a Miguel Hernández con el tercer ojo, reabro a Hoskoté mirando hacia Occidente, recorro mentalmente el trayecto que me trajo hasta aquí: barroco, andino, estructuralista, tropical. Nunca es tarde para hacerse el harakiri poético. Siempre es tarde para conocer a un poeta.

Cándida Rodríguez:“Camino Díptico I”

MARÍA ELENA BLANCO. Poeta, ensayista y traductora nacida en La Habana en 1947. Cursó estudios en La Habana, Nueva York y París. Profesora de literatura francesa y latinoamericana, investigadora académica y traductora de las Naciones Unidas. Ha publicado los poemarios: Posesión por pérdida (Santiago de Chile: Libra, 1990; Sevilla: Barro, 1990); Corazón sobre la tierra/tierra en los Ojos (Matanzas: Vigía, 1998); Alquímica memoria (Madrid: Betania, 2001); Mitologuías. Homenaje a Matta (Madrid: Betania, 2001); danubiomediterráneo/ mittelmeerdonau (Viena: Labyrinth, 2005); El amor incontable (Madrid: Vitrubio, 2008); Escrito en lenguas (Santiago de Chile: Verbo(des)nudo, 2015); Sobresalto al vacío (Santiago de Chile: Mago, 2015), entre otros, y las antologías poéticas Havanity/ Habanidad (Miami: Baquiana, 2010); Botín (Leiden: Bokeh, 2016) y De parte de nadie (Matanzas: Ed. Matanzas, 2016). En prosa es autora de Asedios al texto literario (Madrid: Betania, 1999) y Devoraciones. Ensayos de período especial (Leiden: Almenara, 2016). Su poesía ha sido vertida al alemán, chino, francés, griego, inglés, italiano, portugués y rumano. Ha traducido a poetas franceses y austríacos. Reside principalmente en Viena (Austria), con estadías frecuentes en Chile y España. Los poemas publicados en este número provienen del libro Sobresalto al vacío (2015).

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BERTHA NOVOA GARCÍA . Julieta sin Romeo El viento se ha robado las palabras y los pétalos vuelan a esconderse en la cueva misteriosa y oscura de los ogros, mi último almizclero de leyenda. No, no pienses siquiera. ¿Por qué pensar? Tus pensamientos correrán la misma suerte y serán devorados por el viento, y con su muerte tu cabeza quedará vacía, hueca con un eco de miedo entre tus ojos y un susurro de muerte en tus orejas. “No escribas hoy” Andrés Alarcón García

Mi familia atravesaba por meses tranquilos, llenos de paz y armonía. Al regreso de las vacaciones de verano, la maravillosa rutina volvió a nuestras vidas, aunque en mi memoria quedarían estampados para siempre, maravillosos recuerdos de la playa. ¿Qué sería de los seres humanos si no tuviéramos recuerdos? La vida pasaría como una página en blanco, insípida, sin color, sabor, ni olores. Dios nos dio el maravilloso regalo de rasgar el velo del tiempo, para navegar en ese océano prodigioso llamada memorias. No importa si son buenas o menos buenas, de todas formas, el tiempo lo calma todo. Al volver a recordar, lo que parecía malo en su momento, lo encontramos menos malo, sintiéndonos con más fuerza espiritual para poder revivirlo. Se habían quedado cuidando la casa y los animales, el negro Lorenzo, el chofer y mi tío abuelo Arturo, más conocido como el viejito de las oportunas soluciones. En cuanto tuvo una oportunidad, Lorenzo, el chofer, le contó a tía Bertha que Arturo estaba tosiendo mucho. La lavandera, Soledad, le había comentado sobre los manchones de sangre que había encontrado en algunas de las sábanas de la cama del señor Arturo. Tía Bertha se quedó muy preocupada, comentándoselo a tío Herrera. El rostro del doctor reflejó la duda: podía tener Cándida Rodríguez:“Orilla de la tarde”

Cándida Rodríguez. “Seemilla”

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tuberculosis. Era imprescindible mandarle a hacer unos análisis de sangre lo antes posible. Arturo siempre fue una persona muy difícil. Un hombre inteligentísimo. Trabajó muchos años en el juzgado de Güines como secretario del juez, doctor Julio Garcerán y Vals, destacándose por sus habilidades de buen escritor, con una casi perfecta ortografía. Solterón empedernido, era novio vitalicio de la bella Tera Fernández Travieso. Una muchacha de muy buena familia. De piel color olivo y ondeado negro pelo, sus ojos tenían el color verde amarillento de una noble y fiel tigresa. El amor de Tera por Arturo fue tan grande, que esperó varias décadas por una proposición de matrimonio que nunca escuchó de los labios de su Romeo. Todos en la familia la queríamos mucho. Mi abuela Sara sufría mucho por el comportamiento egoísta de su hermano, tres años menor que ella. En varias ocasiones los escuché discutiendo. Cuando esto ocurría, usualmente, lo botaba de la casa, aunque siempre su buen corazón la dominaba y lo perdonaba. Arturo era su único hermano y, en memoria de su madre María Luisa que tanto lo quiso, no podía abandonarlo. Mi abuelo Herminio y mi tío Herrera lo mantenían. No aportaba ni un solo centavo para sus gastos. Vivía gratuitamente. Todo su salario se lo gastaba en bebida y en el buen vestir. Fue un mal hijo. Nunca respetó a sus padres. Abuela Sara nos contaba que, cuando era jovencito y quería

algo y no lo complacían, le gritaba a su pobre y abnegada madre: –Tú tienes la culpa de todo lo que a mí me pasa…qué ganas tengo de que te mueras. Con mucho gusto te voy a pagar el entierro. Tío Herrera lo hizo venir a su consulta. Lo examinó. Le ordenó las pruebas de sangre necesarias y varias placas de los pulmones. Teníamos que esperar los resultados. Por precaución, tío Herrera ordenó separar, en la cocina, todo lo que él usaba: vasos, cubiertos y, también, la ropa de cama. Había que evitar el contagio directo y nos prohibieron acercarnos a él cuando le daban los accesos de tos. Cuando los resultados de los exámenes de Arturo estuvieron listos, revelaron que su enfermedad era algo peor que la temible tuberculosis. Sus pulmones estaban invadidos de cáncer. Le quedaba muy poco tiempo de vida. Las cajetillas de cigarros que fumó toda su vida hicieron bien su trabajo, destruyendo sus pulmones. Tuvo que renunciar a su amado trabajo. Le llegaron, al pobre Arturo, los días lluviosos. Ahora se acordaría de su madre y desearía, con toda su alma, tenerla junto a su lecho de enfermo, para cuidarlo y mimarlo. Tía Bertha mandó a buscar a Tera, su novia de toda una vida. Sus bellos ojos, llenos de lágrimas, no podían creer que su prometido estaba tan enfermo. Lloraba sin consuelo. Tía Bertha y abuela Sara la consolaban como si fuera la esposa,

Bertha Novoa García

El Camino de los Caimitos

“El camino de los caimitos es un libro surgido de una multitud de encontrados sentimientos, alegrías, vicisitudes y tragedias acumuladas a través de la vida de la autora. El títulode la obra sugiere el bucólicoentorno en el que se forja y crece una enrtrañable relación entre una niña y a¿su adorado abuelo.”. laudio Mariano Dominguez

Bertha Novoa García nació en Melena del Sur (Cuba). Estudió en el Instituto de Segunda Enseñanza de Güines, donde se graduó de Bachiller en Letras, en 1960. Reside en Miami desde 1961, junto a su esposo Herman Rivas y sus hijjos y nietos. A la venta en Amazon: $20 (paperback, más gastos de envío) y $5 Kindle.

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pronto a convertirse en viuda. Era parte de nuestra familia. ¿Cómo era posible que un ser, que solo le diera migajas de un mal amor, se pudiera querer tanto? Mi tía Bertha había planeado atenderlo en la casa. Deseaba que muriera al lado de su hermana, mi abuela Sara, y con Tera a su lado. El consultorio de tío Herrera se dividió con unas blancas cortinas, parecidas a las de los hospitales. Se instalaron una cama de hospital, unas mesitas, sillas y un sofá para que la persona que se quedara en la noche, pudiera descansar. Tera se ofreció a cuidarlo con la condición de que se casara con ella. No quería caer en los maliciosos comentarios del pueblo. Para cuidarlo, tenía que ayudar a bañarlo y verlo desnudo sin estar casada. Su familia, a pesar de que ella ya no era una niña, no lo iba a permitir. Tía Bertha estuvo de acuerdo. Casarla con Arturo también estaba en sus planes secretos. La pensión del buen trabajo que Arturo había desempañado por tantos años, se perdería. Él no tenía herederos. Sería un acto de reparación dejarle a Tera ese dinero mensual, ya que tanto la hizo sufrir regalándole sus mejores años, su fresca juventud y belleza a cambio de nada. El problema serio era confrontar al futuro esposo. No era nada de fácil la tarea. Solamente mi tía Bertha lo podía hacer. Arturo la respetaba y admiraba por su fuerte personalidad. Había que buscar el momento propicio para contarle los

planes y que los aceptara. Abuela Sara pidió que la familia se pusiera en oración para que todo saliera bien, sin problemas ni disgustos. El momento indicado llegó. Sabiendo Arturo lo que tenía y todos los cuidados que necesitaba, no podía oponerse a la ayuda de su prometida Tera. Pero perder su soltería, no lo aceptaría. Abuela Sara trató de convencerlo, con mucha paciencia y explicaciones, sobre los planes del matrimonio. Se enfureció. Por un momento, sus ojos reflejaron al mismo Satanás fumando en el infierno. Abuela Sara se asustó al ver su reacción. Pensó que Arturo, su pequeño hermanito, se iba a levantar de la cama y cogerla por el cuello. Pálido como la cera de una vela, era la estampa de un cadáver en rebeldía. Tía Bertha entró al cuarto-hospital y confrontó la situación. Ella sabía cuáles eran las amenazas que podían asustar y controlar a Arturo. Con tono fuerte, lo amenazó: –Si no aceptas casarte con tu novia, Tera, te quedarás solo. Yo no te voy a cuidar, ni mamá tampoco. Recoge tus cosas y vete de mi casa. Esas fueron las palabras mágicas que domaron sus crueles sentimientos y penetraron su cerebro cansado, lleno de humo y de alcohol. No tuvo otra alternativa que aceptar ser el esposo de Tera. Se sentó en la cama, tratando de sacar fuerzas de sus podridos pulmones. ¡Me han desgraciado! –maldecía enardecido– ¡me han desgraciado!

ANTONIO RAMOS ZÚÑIGA Este libro es la fuente más importante para los interesados en conocer sobre los castillos y fortalezas de la Habana, declarados Patrimonio de la Humanidad. Puede ser adquirido en los siguientes links: https://www.amazon.com/Ciudad-losCastillosFortificaciones-Defensivo/dp/1425103626

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Abuela Sara, por un momento, perdió la paciencia, se le acercó y le gritó entre dientes, con su débil voz: –Tú eres el que desgraciaste a Tera. Seguro que le hiciste la gracia y no te importó. Eres un canalla. Abusar de una señorita de su casa. Su familia es moral y de buena reputación. Vas a remediar tu canallada y darle tu apellido. Tienes que reparar el daño que le causaste y la honra que le quitaste, ¡mal nacido! –Abuela Sara hablaba fuera de control; nunca la había visto así. Arturo, alcanzó un pañuelo para secarse la boca por donde saldría uno de los más infames discursos de su maltrecha existencia: –¿Familia decente y moral? ¿Cómo te atreves llamar a esa familia decente y moral? –le reprochaba a su hermana Sara. »Tú, mejor que nadie, sabes que eso no es cierto. El recto y educado historiador, señor. Bebo Fernández Travieso, hermano de Tera, muere de amor y mantiene relaciones ocultas con la arrabalera, desdentada, espiritista

y santera negra Caridad, burlándose de su dulce y buena esposa, Ana Lucía. –Las palabras del moribundo Arturo, retumbaba en las paredes de su última morada. Tera no estaba; había ido a su casa a buscar su almohada. Abuela Sara estaba aturdida por la acusación que Arturo acababa de hacer. Arturo continuó con su discurso sin pensar que, agitándose, podía ahogarse en uno de sus terribles ataques de tos. Ya, casi sin aliento, tomó un breve descanso y volvió al ataque lanzando otro reproche hacia su hermana, como la piedra que le tiró David al gigante Goliat, solo que abuela no murió. La acusó de ser una de las alcahuetas – había varias– de la bochornosa relación que mantenía oculta el hermano de Tera, el prestigioso historiador, con la negra Caridad Trujillo. Según Arturo, el señor Bebo se sentaba por las tardes en el patio de nuestra casa, donde lloraba como la Magdalena en el regazo de abuela Sara, por su alocado y prohibido amor. Cándida Rodríguez: “Camino”

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Abuela Sara salió del cuarto-hospital como perro con pulgas. Su hermano Arturo acababa de mostrarle su rostro, sin la careta que mantuvo todos esos años, a su lado, compartiendo con la familia. Una vez afuera, le pidió a tía Bertha, de ocuparse de preparar la boda “lo antes posible”. Temía que su egoísta hermano, hiciera una de sus canalladas y se muriera antes de la ceremonia. La casa se convirtió en un hospital, con toques de alegría por la boda que durante tantos años la dulce Tera esperara. Ordenaron un “cake” a Lalita Delgado, prima de la novia; algo sencillo, pero elegante. Mamá, con la ayuda de Flora, era la encargada de hacer su famosa ensalada de pollo y croquetas de jamón. También estaban en el menú, los tamales del maíz especial que Herrera conseguía con sus pacientes guajiros. Los muchachos, amigos de Fernando, pasaban todos los días por el cuarto a saludarlo. Ellos lo querían mucho. Arturo jugaba con ellos. Los fines de semana les enseñaba las reglas de boxeo. Él era un fanático y conocedor de este deporte. Hacían un cuadrilátero con sogas y colchones viejos, y los ponía a fajarse. Fernando peleaba con la condición de que no le podían dar en la cara. Arturo también les “instruía” cómo actuar ante difíciles circunstancias de la vida. Eran consejos muy simpáticos. –Cualquier situación en la que ustedes se vean perdidos; que no puedan resolver; que estén quedando en ridículo; una discusión; una pelea; lo que tienen que hacer es bien fácil: se bajan los pantalones y, sea quien sea, le enseñan las nalgas. –Los muchachos se reían y lo aplaudían. Esa era una de las numerosas ocurrencias de Arturo Zertucha. Para la ceremonia convidaron a los parientes de abuela Sara: los Manguitos, los “heraldos del pueblo”, para que con sus comentarios “confirmaran” el acto del matrimonio. Igualmente invitaron a la familia Rivera, vecinos nuestros, y, por


supuesto, a la familia de Tera junto a su hermano, el infiel Bebo Fernández Travieso, y su esposa. Encargaron flores blancas y las pusieron en la sala, para que Arturo no las viera y pensara que estaban anticipando su velorio. Abuela Sara le prestó a la novia su famoso collar de perlas, que había pertenecido a su abuela paterna, doña Isabel Ojeda. Todo arreglado, llegó el día tan esperado. El novio, a cada minuto que pasaba, estaba más débil; más cerca del más allá que de este lado. Abuela Sara le compró un piyama de seda azul, su color preferido. Le prometieron darle un trago de ron para que brindara. Lorenzo, el chofer, se puso el mejor uniforme que tenía y fue, en el carro, a buscar a Tera y familia. Cuando llegó la novia, yo estaba loca por verla. A pesar de que ya no era tan joven, lucía esplendorosa con su traje blanco, el mismo que usó su mamá cuando se casó. Su abundante cabellera recogida detrás de la nuca, la adornó con unas diminutas flores blancas, símbolos de pureza. Estaba feliz. No le angustiaba la idea de que pronto sería viuda. Ansiaba ser la esposa de Arturo, aunque fuese “in artículo mortis”. Llegó el Padre Alberto con el notario. Entraron al cuarto del novio moribundo. Estaba medio acostado, acomodado con varias almohadas. Y empezó la ceremonia. Yo estaba afuera, con los invitados, esperando a que comenzara el brindis. ¡Qué momento tan hermoso estábamos viviendo! Una leyenda de amor y sufrimiento. Un sueño haciéndose realidad en la cama de un moribundo rebelde, con una novia llena de

ilusiones para lavarle sus porquerías y pasar malas noches. Esa sería su luna de miel. Acabada la ceremonia, hicieron el brindis. No se pudo brindar por lo que se acostumbra a brindar en las bodas; solo brindamos por los novios. La mesa estaba servida con la comida y el blanco “cake”. Los pocos invitados comieron y, al rato, se marcharon por respeto a la familia. Tera trajo su maleta con unas cuantas mudas de ropa. Ella sabía que se quedaba con Arturo hasta el final. Los días transcurrían feos y grises. Todos en la casa estábamos esperando que, de un momento a otro, en una de sus crisis de tos, Arturo no resistiera. Su esposa no se despegaba ni un segundo de su lado. Comía en una mesita al lado de la cama. Solo salía a bañarse. Lloraba mucho por Arturo cuando él dormía; nunca se quejó de su cansancio. En su bello rostro había paz. Así pasaron varias semanas. Arturo había dejado de comer. Solo se alimentaba con un suero que tío Herrera le administraba. Mamá me prohibió entrar al cuarto, argumentando que había muchas bacterias. Yo estaba ansiosa por hablar con Tera y expresarle mi amor. Le dibujé un corazón rojo con una notica que decía que la quería mucho. Ella se asomó a la puerta de la habitación y me tiró un beso. Esa misma tarde, cuando el sol se despedía, Arturo se agravó. Tío Herrera y el doctor Esnard nos dijeron que no pasaría la noche. El pulso estaba muy débil y la presión arterial le había bajado. Tía Bertha se quedó acompañando a Tera. Era la

Heberto Padilla, el poeta que engañó a Fidel Castro revela muchas de las intrincadas facetas que desembocaron en lo que se conoce como “el caso Padilla”. Un apasionante recuento, casi biográfico, donde su autor relata anécdotas hasta ahora desconocidas, y expone la cobardía del comunismo al suprimir el derecho a disentir, y encarcelar a sus opositores.

Benigno Nieto no sólo fue un entrañable amigo de Heberto Padilla, a quien conoció cuando ambos eran jóvenes, en los años 50, sino un testigo importante de la vida del autor de Fuera del juego. Linden Lane Press

A la venta en Amazon 19


última noche de Julieta sin Romeo. Desde mi cama yo sentía la horrible tos. Eran, más o menos, las 4 de la mañana, poco antes del amanecer. Tía Bertha salió, por un momento, de la habitación para avisarnos que Arturo acababa de fallecer. La bella Tera corrió su maratón y llegó al final. Gracias a Dios, todos los pormenores estaban arreglados para el funeral. Ay, ¡cuánto hubiera dado por irme para otro lugar! ¡Otro velorio! Otro velorio con el gentío en la casa que solo viene a curiosear, y a pasar la velada conversando y haciendo chistes. Otro velorio con el olor repugnante de tantas flores juntas. Hasta el cubo de metal, que ponían debajo del ataúd, ya estaba listo para recoger el goteo del agua cuando el hielo que usaban para preservar el cadáver, empezaba a derretirse. Todo eso había que pasarlo con abnegación, en honor a Tera y su dolor. Abuela Sara y tía Bertha lo vistieron con su traje favorito. Lo afeitaron y perfumaron. Había perdido mucho peso. Parecía un esqueleto vestido de azul. La viuda se atavío toda de negro. Estaba muy orgullosa de su nuevo título: “la

viuda de Arturo Zertucha”. Su honor había sido restaurado. Se paró al lado del féretro y no se movía para no dejarlo solo. Los familiares y amistades formaron una larga fila para saludarla.

Por supuesto, toda la familia se dio cuenta de que ella, como siempre, se reía de todas las gracias de su hijito, usualmente comentando mientras meneaba la cabeza de lado a lado: “Que muchacho…”

Más tarde, alrededor de la media noche, Fernando y su pandilla de amigos empezaron a beber escondidos en la obscuridad del patio. Todos se emborracharon y asustaron al negro Atuta –”el esclavo”–, quien le tenía terror a los muertos, amenazándolo de que Arturo lo iba a sorprender tomando de la última botella de ron que éste había comprado. El pobre negro entró en pánico y empezó a correr por la casa como un loco, dando unos alaridos como si fuera un lobo salvaje. Tía Bertha no se pudo contener y, delante de las personas que aún quedaban en la sala, empezó a reírse sin control. Su risa fue motivo de bochorno, especialmente con Tera. Un asombrado tío Herrera intervino rápidamente, agarrándola por el brazo y metiéndola en el cuarto a empujones, excusando a tía por tener un “ataque de nervios” debido a todos los desvelos y trabajos que había pasado con el difunto. Así se pudo disimular su “alocada” actuación.

La casa estaba repleta. Llegaron personalidades de Güines donde Arturo trabajó por muchos años. Tuvieron que sacar más sillas de tijera para el patio. Llegaron tantas coronas de flores que el olor mareaba. También hizo su entrada el Padre Alberto, y solo pudo hacer una pequeña oración saliendo para el portal a respirar un poco de aire fresco. El miedo de abuela Sara era que, con tantas personas alrededor, no dejaran respirar a Tera y que esta se desmayara y cayera encima del ataúd, o que, en un empujón, tropezaran con la caja y la tumbaran con muerto y todo. Si Arturo hubiese estado vivo, él, como hombre de soluciones, hubiera ofrecido la idea para cómo acomodar tanta gente. Un velorio en un pueblo era un acontecimiento social. Las personas se ponían sus mejores “trapos” para lucirlos, y sazonaban sus lenguas con ají picante listas para el chisme y la crítica. Para colmo no estaba Maguán, y las negras atolondradas no alcanzaban para repartir el café. Gracias a Dios que, a media noche, se empezaron a retirar las familias. Solo se quedaron las personas que, de verdad, eran nuestros amigos y habían sentido, por sus razones propias, la muerte del desgraciado Romeo. A la fuerza y bajo amenazas, obligaron a Tera a tomar un plato de sopa de pollo y que se acostara un rato, aunque fuera en uno de los sofás. Sus pies estaban hinchados, igual que sus ojos de tanto llorar. Fue una buena oportunidad que aproveché, y me le acerqué para decirle que la quería mucho. Ella lo agradeció enormemente, dándome un fuerte y cálido abrazo.

Cándida Rodríguez: “Semilla”

El entierro estaba señalado para las 10 de la mañana. Desde muy temprano, empezaron a llegar los amigos que querían acompañar a Arturo hasta su última

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morada. En aquella época, iba primero el carro con las flores –si es que el muerto había sido, en vida, alguien importante o conocido por personas pudientes– y, detrás, la carroza fúnebre con el difunto, seguida por los familiares y amigos que iban lentamente a pie hasta el cementerio. Usualmente, las mujeres no iban al entierro. Solo los hombres. Por donde pasaba el entierro, los vecinos se asomaban por los postigos; unos por respecto, la mayoría por curiosidad. Al pasar el cortejo fúnebre por el frente de la Iglesia, las campanas doblaban o daban el toque de muerto, en señal de luto. Era un toque de campana distinto al repique de los domingos o días feriados. En el caso de Arturo, Tera quiso ir hasta el cementerio. Trataron de convencerla de que no era una buena idea. No hubo manera que cambiara de parecer. Viendo el débil estado en que ella se encontraba, abuela dio la orden de que la llevaran junto con su familia en el carro de tío Herrera, siguiendo el cortejo. Y así se hizo. Su hermano, el señor Bebo, despidió el duelo, elogiando el talento de Arturo, su versátil personalidad, sus correctos modales y notable inteligencia. En realidad, él no tenía buenos recuerdos de su cuñado; pocas cosas agradables se podían contar. Engalanar la memoria del hombre que le tronchó la vida a su única hermana, fue un gesto noble y piadoso de su parte. Esto decía mucho de su gran espíritu. Yo sé que lo hizo para halagar a la viuda: su dulce y buena hermana que tanto quería. Esa misma tarde, para nuestra gran tristeza, Tera se marchó para su casa. Se fue como una rama seca caída en tierra: sin hojas, sin savia. Sus bellos ojos verdes ya no brillaban; estaban muertos, su mirada distante y fría. Las mujeres se sentaron en el portal para tomar un descanso, y comentar las emociones vividas desde la gravedad de Arturo. Todos estaban ansiosos de escuchar los sucesos durante la noche en que Arturo murió; Tía Bertha consintió. Nos relató que, durante una de las crisis

de tos, lo sentaron en la cama. –Tenía mucha falta de aire. Casi no podía respirar. Las dos presentíamos que el final llegaba. Abruptamente, le vino un vómito de sangre. Tera, que estaba a su lado se abalanzó hacia él y tomando su cara, ¡le dio un beso de despedida en la misma boca! –exclamó mi tía. Todas quedamos en silencio; ninguna lo podíamos creer. ¿Cómo pudo hacer semejante cosa? Estaba enloquecida de amor. Comprendimos que ella también quería partir, a reunirse con su amado. Sus deseos fueron cumplidos. Justo a los seis meses de Arturo haber fallecido, Tera murió. Sus pulmones contrajeron la misma

forma de cáncer de su adorado esposo; ella, sin embargo, nunca fumó. Mamá siempre me contaba que era posible que Tera se había contagiado al darle el beso a Arturo, pues era la teoría de su abuelo materno, el doctor Zertucha, que cuando el cáncer supuraba, se podía trasmitir. Por el deseo de Abuela Sara, la enterraron en el panteón de la familia al lado de Arturo. Hoy, juntos, duermen el sueño eterno. Yo pienso lo feliz que Tera está a su lado, aunque en el más allá su Romeo le siga dando migajas de amor. Todavía guardo la pulsera que me regaló…unos días antes de morir.

LINDEN LANE PRESS Un libro de colección, del gran poeta cubano HEBERTO PADILLA

Una selección de las traducciones que el poeta cubano Heberto Padilla (1932-2000) realizó en los años setenta en Cuba. La introducción, selección y edición corren a cargo del profesor, poeta y ensayista cubano americano Gustavo Pérez Firmat. A lA VENTA EN AMAZON

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lA camisa negra Bertha Novoa García La verdad que espanta, la verdad que atemoriza y duele no puede salir de la garganta, eso es algo que jamás sucede. La piensa, la manosea, se ensucia y algunos pretenden ser joyeros, enganchándole perlas con astucia para lucirlas en un sucio cuero. Verdad quien soy, verdad quien he sido, verdad quien seré por los siglos, de los siglos, de los siglos. de “La verdad” por Andrés Alarcón García Hay días de días y mañanas de mañanas. Yo sentía que una corriente muy fuerte de amor deambulaba por el jardín. Era un día cargado de emociones. Un día especial. Con esa maravillosa sensación, mi abuelo y yo decidimos dar nuestro acostumbrado paseo por el camino de los caimitos. Llegamos al banquito de hierro que está en la Cándida Rodríguez: “El vencedor vencido”.

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entrada de la capilla, debajo de un bello y rojo flamboyán. A lo lejos, divisé la hermosa y señorial casa de vivienda. Años atrás había sido el hogar de mi abuelo. Todavía mantenía viva, en mi memoria, la curiosidad de porqué don Pepe y él se querían y respetaban. Según los comentarios de mi mamá, la gerencia del Ingenio, con la aprobación del mismo don Pepe, autorizó la construcción del hermoso chalet para que abuelo tuviera más privacidad y se sintiera más cómodo con sus amigos, familiares y, sobre todo, con sus “muchachos”. Entonces me acordé de las palabras de mamá, cuando me indicó que la mejor forma de enterarme del motivo de tan especial amistad, era mediante las propias palabras de abuelo Herminio. También me acordé de lo que ella me sugirió para comenzar la conversación. Debía preguntarle sobre el pequeño hoyito que él tenía en su mejilla izquierda al lado de la boca. Y así lo hice. Su primera reacción fue de asombro. La pregunta despertó en mi abuelo inquietud, mezclada con un orgullo poco disimulado. Trató de acomodarse en el duro asiento del banco de hierro. Suspiró, tratando de sacar del fondo de su memoria, el recuerdo desagradable de lo sucedido mucho antes de que yo naciera. Le aclaré que si esta conversación era sobre una historia dolorosa, no tenía que contarme nada. Él sabía que yo era muy curiosa. Abuelo Herminio comprendió que era una buena oportunidad para abrir el libro de sus vivencias a su querida nieta. Recuerdos que, en parte, lo hacían feliz con una pincelada de orgullo. Con un gesto decidido, se puso de pie. Me tomó de la mano, explicándome que era mejor contarme


la historia en la casa. Quería mostrarme algo que guardaba desde hacía muchos años, y que tenía relación con lo sucedido. Regresamos a casa caminando por el camino de los caimitos. La casa estaba solitaria. Solo nuestros perpetuos acompañantes, los perros leones, “León” y “Hatuey”, nos hacían compañía. Ansiosa, esperé sentada en el portal. Abuelo Herminio fue a su cuarto a buscar algo. Regresó a mi lado sosteniendo, en sus manos, una vieja caja de cartón. Esta contenía, cuidadosamente doblada, una camisa azul de algodón, mostrándomela como un valioso trofeo. En ella percibí pequeños agujeros y negras manchas de sangre. La exhibía con la alegría de un abuelo cuando saca del baúl de los recuerdos sus más preciados tesoros, para brindárselos a sus nietos. Miré su rostro, curiosa, esperando. La explicación no tardó en llegar; estaba decidido a contarme la historia de su camisa negra. Me volvió a mencionar los cinco ingenios que pertenecían a la familia Gómez Mena. Uno de ellos era el central Resolución, que estaba situado en el pueblo de Quemados de Güines en la provincia de Las Villas, lejos de donde nosotros vivíamos. Dicho central lo administraba el señor Alberto Mechoso. Abuelo Herminio, acomodándose, comenzó su relato: –Alrededor de los años 1937 o 1938, la industria azucarera sufría de muchos problemas laborales con los sindicatos de los trabajadores y, en Resolución, más que en ningún otro central. »Don Pepe, preocupado, me mandó a buscar en su automóvil y chofer particular, para vernos en La Habana en las oficinas centrales que todos conocemos como la “Manzana de Gómez”. Yo no tenía la menor idea de cuál era el motivo y la urgencia de hablar conmigo a solas. »Cuando estuvimos frente a frente, comprendí que era un asunto serio y peligroso. En su semblante se reflejaba, claramente, su preocupación. Después de darme las gracias por haber venido lo antes posible y sin entrar en detalles, empezó a contarme el motivo de nuestra reunión. En realidad, él sabía que yo no necesitaba muchas explicaciones para poderlo servir. »Don Pepe estaba decidido de sacar al señor Mechoso, y a su hijo, del central Resolución. Me explicó que no quería suscitar un escándalo en el que tuviera que intervenir la guardia rural o la policía y, mucho menos, con la prensa metida en el medio. Por ese motivo pensó que yo, acompañado de dos o tres hombres de confianza, podría ir a visitarlos y convencerlos de que renunciaran por las buenas, en paz. A cambio, les ofrecería recibir muy buenas recompensas si aceptaban irse en esos términos. »Eso fue suficiente para mí. Yo no me sentía cómodo con la idea, pero tampoco podía defraudar a don Pepe. Si era un asunto grave, concerniente a la empresa o a su persona, no le podía negar mi ayuda. Durante toda mi vida me había ayudado, empleándome en sus ingenios, pudiendo,

así, mantener a mi familia. »Lo pensé por un momento y le dije que sí; podía contar conmigo. Él se puso muy contento con mi respuesta, me dio un abrazo de amigo y las gracias. »Regresé a la casa. Preocupado, no le conté nada a nadie. Empecé a buscar, entre mis fieles amigos, a dos buenos tiradores. No podíamos ir sin armas. Tampoco sabía cuán grave era la situación que me iba a encontrar. Iba a ciegas. Lo interrumpí con mis absurdos comentarios: –Abuelo, ¿me cuentas que fueron armados con rifles? El comprendió que yo estaba muy asustada con esta

DOS AUTORES CUBANOS JUAN CUETO-ROIG

GUILLLERMO ARANGO

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historia. Me aclaró que iba armado con un revólver, al igual que en las películas de bandidos. ¡Qué historia, casi de intriga, me contaba abuelo! Se incorporó de su asiento y prosiguió su relato de pie: –Entonces empecé a buscar, para que me acompañaran, a dos de mis mejores amigos, el señor Espiñeira y el capitán Copén, quienes eran dos grandes tiradores y fieles amigos Curiosa le pregunté si él sabía tirar, contestándome que no muy bien y que, por ese motivo, invitó a dos buenos tiradores en quienes podía confiar. –Pero abuelo, ¿acaso eras también amigo del señor Mechoso? –Me contestó que, amigo, lo que se dice amigo, no. Simplemente lo conocía al igual que a su hijo. En varias ocasiones compartieron juntos en banquetes y fiestas navideñas. –¿Qué pasó cuando llegaron al lugar? –nerviosa le pregunté. Abuelo pausó lo suficiente para respirar profundo y luego procedió, mirándome a los ojos, algo airado. –Cuando llegamos a la oficina del ingenio Resolución, nos estaban esperando como en las películas de vaqueros: ¡a tiro limpio! Los empleados, parapetados

ADA BEZOS

detrás de los muebles, nos recibieron a puro fuego de pistolas, sin ni siquiera yo poder saludar ni abrir la boca. –Pero, ¿cómo es que te estaban esperando, si nadie sabía nada? –Preocupado al verme tan nerviosa, trató de calmarme, haciéndome la historia riéndose y contándome que, Copén, se había hecho “caca” en los pantalones por el susto que pasó. Me confesó que algún empleado de la oficina o del sindicato de trabajadores, lo había traicionado contándole al hijo del señor Mechoso lo que se estaba planeando. –Bueno, abuelo, cuéntame si alguien murió. –Me respondió que no. –Nadie murió, pero sí hubo heridos. A mí me dieron cinco balazos. Uno de ellos es este huequito que tú descubriste en mi cara, y los otros me rozaron varias partes del cuerpo; el brazo derecho; el costado izquierdo de mi espalda. Gracias a Dios, ninguna de esas balas alcanzó órganos vitales, de no haber sido así, no estuviera aquí contándote esta historia. Al pobre Copén le dieron un tiro en la mano que por poco la pierde. A Espiñeira no le pasó nada, fue muy dichoso. Se defendió como un tigre en medio de leones.

CUBA EN VERSO: LA ISLA A IN VERSE: ENTRE REJAS / CUB CUBA THE ISLAND BEHIND B ARS BARS Este libr o describe er so libro describe,, en v ver erso so,, eventos c la ves de la rre evolución cla lav cubana y el régimen castrista. Expone su cruda realidad, sus crímenes e injusticias desde sus comienzos hasta el presente, así como poemas en tributo a algunos de sus mártires. El libro incluye más de treinta fotografías de gran valor histórico las cuales ilustran los poemas. El libro fue traducido al Inglés por la autora, siendo fiel a la riqueza en el lenguaje del libro en Español. Ambos fueron publicados por Betania en España y se pueden adquirir en Amazon.

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–Y tú, abuelo mío, ¿le tiraste a alguien? –nerviosa le pregunté. –Por supuesto que repartí tiros por todos los rincones…hasta rompí algunas lámparas, ¿tú crees que yo soy un bobo o qué? –añadió riéndose –. Al hijo de Mechoso casi lo mato. Uno de mis balazos le pasó muy cerca del corazón. –Y entonces, ¿qué pasó? Con su camisa llena de manchas de sangre seca en la mano, como si fuera un trofeo de valentía, se volvió a sentar. Me contó que, en la ambulancia del central Resolución, se lo llevaron para el hospital “Calixto García” en La Habana para curarle las heridas, cuando don Pepe se enteró de todo lo que había pasado, envió a dos de sus mejores guardaespaldas para que no se separaran de la puerta del cuarto del hospital. Él tenía miedo de que los Mechosos planearan venganza por haber casi matado al hijo. –Y ¿qué pasó con ellos? –Pues los metieron presos –respondió abuelo. –¡Qué bueno que nadie murió, abuelo mío! Eso hubiera sido muy triste.

Abuelo Herminio guardó su camisa en la misma caja. Allí quedaba guardado el recuerdo de una de sus muchas y peligrosos episodios. Cuando mamá regresó del paseo con papá, le conté con orgullo que ya yo sabía por qué don Pepe estimaba y respetaba tanto a mi abuelo. Mamá se empezó a reír de mi cara de tonta. Me aclaró que eso había pasado hacía ya muchos años. Que a mi abuelo le encantaba hacer la historia y que medio mundo había visto la camisa ensangrentada que guardaba con tanto orgullo. No me agradó que ella se burlara de mi valiente abuelo. Papá lo defendió, explicándome que, aunque era una vieja historia, tenía mucho mérito ya que, en nombre de la amistad, abuelo Herminio expuso su vida para ayudar a su amigo don Pepe. Viendo que papá sabía todo lo ocurrido, le pregunté si alguien había ido a la cárcel por semejante asalto. Papá me contó que fueron a juicio al Tribunal Supremo de Justicia en La Habana y, cuando llegó mi abuelo, lo quisieron sentar al lado del señor Mechoso y de su hijo. Pero abuelo se opuso.

PALO ADA BEZOS SECO Y LA HISTORIA DE INÉS Con un estilo directo, sencillo y fluido, este libro hace gala de una fina e interesante descripción para adentrarnos de lleno en la historia de Inés y de Palo Seco, una región ignota del interior de la Isla de Cuba, donde los amores suelen a veces ser incógnitas de la propia vida… Publicado por Editorial Publicaciones Entre Líneas (Miami,Florida) puede ser adquirido en Amazon. ADA BEZOS, escritora cubana (Camagüey, 1948), llega a Estados Unidos en 1966, y tras graduarse en la Universidad de Maryland, y seguir una carrera en el área de Desarrollo Internacional, su pasión por las letras la lleva a escribir, ganando varios premios. Además de su libro Cuba en verso: la isla entre rejas, ha publicado Palo Seco y la historia de Inés, cuya lectura cautiva al lector desde las primeras páginas.

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Se resistió. Le dijo al juez que él no se sentaba al lado de “semejante mierda”. Lo pasaron para otro asiento más lejos de los Mechoso y, con el puño cerrado y el brazo en alto, los amenazaba de muerte. Los Mechosos fueron a prisión por poco tiempo. Mi mamá estaba oyendo el relato que papá me estaba contando. Nos interrumpió pidiéndole a mi padre que me contara cómo había terminado la riña. A papá no le gustó mucho la idea pero, a insistencias de mi madre, prosiguió con la historia. –Alberto Mechoso trabajó durante años para los Gómez Mena. Don Pepe lo consideraba como su hombre de confianza. Por un mal negocio que hicieron los anteriores propietarios del central Resolución, quebraron y la compañía Gómez Mena lo adquirió. Entonces, nadie mejor que el señor Mechoso para estar al frente del central, que hacía años que estaba inactivo y sus tierras abandonadas. El reto era titánico. No era fácil poner un central a funcionar. »El señor Mechoso comenzó a regar los rumores que en compensación por la labor tan ardua a realizar, don Pepe le había prometido hacerlo su socio, lo cual “no había cumplido a pesar de sus muchas reclamaciones”. Él insistía que los Gómez Mena le ofrecieron mucho menos de lo que esperado. Tu abuelo siempre negó dichos rumores. »Fue por ese motivo por el que, para poder sacarlo de la administración del ingenio, llamaron a tu abuelo y a tiro limpio casi se resuelve el problema. –¿Casi se resuelve? ¿No se resolvió después de tanto sufrimiento? –le pregunté a papá. –No se resolvió del todo. Hubo más peleas y sangre –contestó papá frunciendo el ceño–. El señor Mechoso estaba furioso y juró vengarse. »Pasó el tiempo y, una mañana, esperó a don Pepe en los portales de la “Manzana de Gómez”, donde radican

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las oficinas principales del consorcio Gómez Mena. Sin que nadie se percatara de su presencia, lo siguió hasta el interior del edificio y al grito de: “¡ASÍ TE QUERÍA COGER!”, le disparó tres balazos en la caja del cuerpo. Yo escuchaba el relato como una novela policiaca. –Cuéntame papá, ¿estuvo don Pepe muy grave? –Sí, estuvo muy grave, pero sobrevivió. “¿Cómo estaría la familia y sus nietos que tanto lo querían?” me pregunte. Me contó papá que él mismo tuvo que servir de guardaespaldas del mayor de los nietos Alvin. Lo llevaba al colegio y lo iba a buscar al regreso. La familia tenía miedo que los Mechoso, en venganza, les hicieran otro atentado a los muchachos. Mientras mi papá terminaba la penosa historia, entró abuelo a la sala. Mamá le hizo señas a papá para que se callara. No era conveniente traer tristes memorias a nuestra casa. Abuelo Herminio había guardado su camisa ensangrentada en la misma caja, esperando, en un futuro, volverla a mostrar a otro de sus nietos o buenos amigos.

Bertha Novoa García

nació en Melena del Sur, Habana, Cuba. Se educó en el Instituto de Segunda Enseñanza de Güines, graduándose de Bachiller en Letras en 1960. El camino de los caimitos es su primer libro publicado, y sin duda una obra de excepcional valor histórico y literario. Memorias de una joven que sin proponérselo se ha convertido en la historiadora no sólo de su propia familia sino de una era perdida en las brumas de la desolación. Reside en Miami desde 1961, en compañía de su esposo, Hermán Rivas, hijos y nietos.


MADALINA COBIÁN VIÑETA: LA ZENAIDA MANFUGÁS QUE CONOCÍ DE NIÑA Zenaida Manfugás visitaba mi casa y era amiga de mi mamá. Cuando ella era profesora de música a domicilio durante los años 50s, por cinco pesos mensuales, al mediodía ella siempre iba a mi casa a almorzar porque mi mamá le cocinaba su plato favorito: frijoles negros. Cuando mi padre llegaba del trabajo y veía los frijoles negros, preguntaba: “¿Zenaida estuvo aquí?”. Luego, cuando viajó, fue a despedirse de ella y a comer los últimos frijoles negros hechos de su mano. La recuerdo con una blusa blanca, saya negra estrecha, zapatos de tacón mediano muy gastados y una cartera de charol muy usada; su pelo estirado con peine caliente y su dentadura que sobresalía de su boca en forma de peineta. Al despedirse, ya era otra. Su aspecto físico, su dientes, su vestimenta, eran otros, pero su corazón se veía que seguía siendo el mismo. Su carácter era el de la misma mujer sencilla, cariñosa y agradecida de siempre.

Cernuda Arte

Madalina Cobián, escritora cubana, nacida en la ciudad de Guantánamo, al igual que Zenaida Manfugás, nos ofrece sus recuerdos personales de la gran pianista fallecida en Elizaberth, New Jersey en 2012. Madalina ha publicado un libro, Yetka y otros cuentos. Reside en La Habana.

Zenaida Manfugás

Cernuda Arte

3155 Ponce de Leon Blvd Coral Gables, Florida 33134 Telephone: 305-461-1050 Fax: 305-461-1063 Email: cernudaarte@msn.com Gallery Hours: Monday - Friday 10:30 a.m. - 6:30 p.m. Saturday 12:00 p.m. - 6:30 p.m. We Buy, Sell, Certify, and Appraise Cuban Art 27


César Reynel Aguilera “El Polaco” Tuvieron que pasar varios años antes de que volviera a surgir en Cuba una organización comunista con méritos suficientes para ser aceptada por la Tercera Internacional. Desde la lógica de Moscú era necesario crear un Partido capaz de garantizar que la adherencia de los cubanos a la causa bolchevique fuera lo suficientemente sólida, confiable y definitiva. El comunista que logró crear esa organización no fue un cubano, fue la misma persona a la que Fidel Castro se referiría en 1975 — durante la clausura del Primer Congreso del PCC-castrista— con las siguientes palabras: “Tuvo a su cargo la presentación de la candidatura a primer secretario del Partido el compañero Fabio Grobart”. Una buena parte de las historias que narra este libro tienen que ver con la llegada a La Habana, en octubre de 1924, de ese comunista de origen polaco que con solo 19 años ya acumulaba una larga experiencia conspirativa. Su nombre se repetirá tanto a lo largo de este libro que muchos de los defensores de la visión Castro-centrista de la revolución cubana podrán pensar que quiero sustituirla por una visión Fabio-centrista. La diferencia radica en el hecho de que la figura de Fabio Grobart puede ser vista como una simplificación germinal. Cada vez que hablo de él me estoy refiriendo, en realidad, a una organización y a una experiencia de trabajo que son muy complejas y quedan resumidas, por razones de conveniencia narrativa, en un nombre. Fidel Castro, por su lado, puede ser visto como una simplificación terminal; o sea, como un nombre que lejos de resumir complejidad alguna lo que hace es servir como la imagen central y última de un mito terriblemente simple. Grobart nació el 30 de agosto de 1905 en Trzciany, un shtetl cercano a la ciudad de Bialystok. Sus padres fueron dos judíos askenazíes que llamaron a su hijo Avreml o Abraham. A los 9 años Avreml quedó huérfano y se mudó para Bialystok.( En 1920 descubrió su verdadera vocación. Ese año, como parte de la contraofensiva soviética contra las tropas del mariscal polaco Josef Pilsudski, el Ejército Rojo entró en Bialystok. Al frente de las tropas bolcheviques iba el célebre Féliks Edmúndovich Dzierzynski, quien ya en esa época alternaba sus funciones militares y políticas con su trabajo como jefe de la recién creada Policía Secreta de los soviéticos (Cheka). Según Walter Krivitsky, uno de los primeros desertores de alto nivel de la Inteligencia soviética, fue a partir de esa invasión que se intensificó la cooperación entre los comunistas polacos, el Comintern y los incipientes servicios de Inteligencia del Ejército Rojo Después de la derrota soviética en Polonia, Grobart

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tuvo que dejar la escuela y empezó a trabajar como aprendiz de sastre. Se vinculó al movimiento obrero, ingresó en la clandestina Liga Juvenil Comunista e inició una carrera política que lo llevaría a convertirse en un dirigente regional de esa organización y en un cuadro muy perseguido por la policía. En la segunda mitad de 1924 lo autorizaron a emigrar hacia Cuba. Digo autorizar porque un cuadro como el que Fabio Grobart ya era no podía emigrar sin autorización de sus superiores. En algún momento reconoció que había salido “de Polonia para Cuba con un permiso... salí con todas las condiciones moralmente satisfechas para poder seguir siendo comunista en cualquier lugar que llegara”. Unos meses antes de la llegada de Grobart a Cuba ya existía, dentro de la Agrupación Comunista de La Habana, la llamada Sección Hebrea. Ese núcleo, creado en 1924, representaba a un grupo de jóvenes comunistas centroeuropeos que además de ser de origen judío provenían,

César Reynel Aguilera

ha escrito un libro único en su género. Sorprende la extraordinaria capacidad del autor para la investigación histórica. No se pierda la lectura de El Soviet Caribeño. La otra historia de la Revolución Cubana.

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en su inmensa mayoría, de ciudades relativamente cercanas a Bialystok; o sea, de esa región de Europa comprendida entre el oeste de Lituania, el norte de Polonia y el sur de Bielorrusia. La historia de la influencia decisiva de esos inmigrantes centroeuropeos en el surgimiento del PCC la escuché muchas veces en mi casa. Después del triunfo de la revolución cubana, mi padre fue el dirigente de la Asociación de Jóvenes Rebeldes encargado de la fundación de la Organización de Pioneros. Una vez le pregunté, sabiendo que él había sido Boy Scout durante su niñez, si el diseño de los Pioneros se había basado en esa experiencia de su infancia. Su respuesta fue que sí, pero solo para hacerlos más llamativos, o apetecibles, a una masa de padres y madres que al principio de la revolución no querían saber nada de comunismo. Pero esa fue la fachada, porque el resto de la organización, sus principios esenciales y sus objetivos básicos, ya existían desde décadas atrás y habían sido introducidos en Cuba por los judíos que fundaron el Partido. En aquel momento yo aún no había escuchado hablar de Aaron Radlow ni de Boris Waxman (dos polacos fundadores de la primera organización de pioneros creada por el PCC a finales de los años 20 y principios de los 30), pero sí sabía que el PCC había sido, en lo esencial, la creación de ese grupo de inmigrantes centroeuropeos que habían llegado a Cuba en el primer lustro de los años 20. El más importante

de ellos era Fabio Grobart. Hoy se sabe que no existió un solo partido comunista latinoamericano que escapara a la presencia, durante sus períodos fundacionales, de agentes de la Tercera Internacional que en muchos casos fueron de origen centroeuropeo y/o judío. Las actas del Primer Congreso del PCC recogen la propuesta de Mella de reconocer a los compañeros hebreos. En esa reunión, dice Fabio Grobart, participaron dieciocho personas y de ellas cuatro eran centroeuropeos de origen judío —Grobart, Félix Hurvich, Yoshka Grinberg y Karol Wasserman—. Es importante recordar que al momento de su fundación la membresía total del PCC apenas rebasaba las ochenta personas. Ese número de militantes, lejos de crecer a partir del surgimiento de la organización, se mantuvo estable. Una razón fue que al otro día de creado el PCC su flamante secretario general, José Miguel Pérez, fue detenido y en uno de sus bolsillos le encontraron algunas actas del Congreso. A partir de ahí el Partido fue duramente perseguido y muchos de sus miembros encarcelados. En 1931, casi seis años después de la fundación del PCC, todavía era posible constatar la enorme influencia de los comunistas centroeuropeos en esa organización. En mayo de ese año, el Comintern envió a Cuba a un delegado que respondía al pseudónimo de “Juan”; hoy se sabe que ese Cándida Rodríguez: “Convocatoria”.

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delegado fue otro polaco que dentro del Comintern era conocido como Witold Lovsky. En su informe al Buró Latinoamericano Juan escribió que ninguno de los miembros del Comité Central del PCC podía escribir materiales políticos y que la literatura del Partido era escrita por un estudiante o por un camarada judío (llamado “Hova”) que la escribía en ídish para que después fuera traducida al español. “Hova” —o “Jova”— fue otro de los nombres de guerra de Fabio Grobart “El Polaco” llegó a Cuba en octubre de 1924 y ya en agosto de 1925, sin hablar español, estaba participando en el Primer Congreso del PCC. Una velocidad muy alta para una institución de ese tipo y para un país como Cuba. A su llegada a La Habana Grobart tiene que haber constatado que los cubanos, siguiendo la vieja tradición del caciquismo tropical, habían fundado casi tantas agrupaciones comunistas como militantes había. (Pero llegó, y caminando sin rumbo por las calles de una ciudad desconocida, enseguida hizo contacto con la Agrupación Comunista de La Habana, que había sido fundada en 1923, y con la Sección Hebrea de esa organización. Después se vinculó al Centro Cultural Obrero Hebreo, encontró un trabajo bien remunerado en la sastrería J. Vallés y tuvo más tiempo para conspirar. Sobre los orígenes del Centro Cultural Obrero Hebreo, y del papel jugado en el mismo por Grobart, da información un memorándum confidencial de la embajada de los Estados Unidos en La Habana, que data del año 1940 y que hoy se encuentra desclasificado. En ese documento el

rabí Meier Lasker es citado por un funcionario de la embajada diciendo lo siguiente: “[...] el Centro languideció; los miembros más viejos nada hicieron por los jóvenes judíos, con el resultado de que el judío polaco Abraham Simchovitch [Fabio Grobart], pudo encontrar seguidores ávidos entre los trabajadores judíos con ideas socialistas”. Otro memorándum desclasificado de la embajada de los Estados Unidos en La Habana, este del año 1931, muestra las conexiones tempranas entre el Centro Israelita y el movimiento sindical cubano, sobre todo, con los sindicatos de los zapateros y los sastres. Se sabe que poco después de su llegada, ya a inicios de 1925, Fabio Grobart estaba en comunicación directa con Moscú. Así lo demuestra la carta que su hijo hizo pública en el año 2010. En esa misiva, sin fecha de envío exacta y con destinatario desconocido, Grobart le describía a alguien, allá en la URSS, las dificultades que enfrentaba la organización de un verdadero partido comunista. Esa carta sugiere, a pesar de la ausencia de fecha y destinatario, que mucho antes de la fundación del PCC ya Grobart tenía canales de comunicación establecidos con Moscú. Esos canales son, a su vez, confirmados por los archivos del Comintern, en los que se conserva la traducción de una carta enviada a Moscú por el secretario de la sección judía del PC de Cuba A. Simjovich. Esa carta generó un memorándum a Otto Kuusinen. Ese memorándum está fechado el 10 de agosto de 1925, o sea, seis días antes de la fundación del PCC. Esa carta es un documento clave, es una prueba Cándida Rodríguez: “Antípodas”.

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irrefutable no solo de que Grobart estaba en comunicación directa con Moscú antes de la fundación del PCC, sino de que sus comunicaciones alcanzaban, dentro de la maquinaria partidista de los sóviets, niveles de Comité Central, algo que ninguna otra comunicación desde Cuba había alcanzado antes. Eso demuestra que la fundación del PCC se debió a un trabajo previo del Comintern y permite esclarecer, además, otra de las casualidades que acompañaron a ese surgimiento. Me refiero a la presencia de un barco soviético en el puerto de Cárdenas y, como se verá en el próximo capítulo, a la comunicación entre los marineros de ese barco y los fundadores del PCC. Es posible pensar que, ante el fracaso cosechado por el Comintern con la Sección Comunista de Marcelo Salinas, la fuerte influencia del anarquismo cubano en el movimiento obrero de la isla, y la posición estratégica de Cuba con respecto a los Estados Unidos, los soviéticos hayan decidido enviar hacia Cuba a un grupo de comunistas europeos con la misión de crear una organización que cumpliera sus expectativas. Los cuadros escogidos para esa misión tendrían que tener una probada experiencia de trabajo clandestino y un sólido compromiso con Moscú. Todos conformarían el primer Núcleo Central de Inteligencia Soviética del PCC. Un grupo reducido de personas, organizadas alrededor de Grobart, que tendrían entre sus funciones la selección y formación básica del personal cubano que trabajaría bajo sus órdenes. Esos cubanos completarían su formación en Moscú, ya fuera en

la Escuela Leninista Internacional o en cualquier otra de las academias militares y/o de Inteligencia de los soviéticos. Hoy se sabe que en los años 20 el Comintern fue utilizado como un servicio de espionaje soviético en el exterior. Esa información ha podido ser corroborada a partir del análisis y la comparación de diversas fuentes de Inteligencia, que han permitido establecer el carácter dual de la Tercera Internacional, como organización política y como instrumento de espionaje. Dos investigadores que han descollado en el análisis de esa región de la Historia son Harvey Klehr y John Earl Haynes. De ellos me permito citar un fragmento del libro que escribieron, junto con el académico ruso Fridrik I. Firsov: A principios de los años 20 el Comintern llevó a cabo operaciones encubiertas y actuó como la agencia de inteligencia extranjera de la Unión Soviética... existió una cooperación estrecha entre la OGPU y el Departamento de Relaciones Internacionales del Comintern conocido como OMS... En 1935 Osip Piatnitsky, jefe del OMS, fue reemplazado por Mijaíl Trilisser, quien usaba el nombre de Moskvin. Con respecto a Osip Piatnitsky, y al OMS, Walter Krivitsky escribió lo siguiente: El corazón del Comintern es el poco conocido y nunca publicitado Departamento de Relaciones Internacionales, que fue dirigido, hasta la última purga de Stalin, por Iosif Piatnitsky, un viejo bolchevique entrenado durante el régimen zarista en el práctico negocio de distribuir Cándida Rodríguez: “Advenimiento”.

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propaganda revolucionaria ilegal... Él creó una red mundial de agentes permanentemente estacionados que le respondían de forma directa y personal y servían como oficiales de vínculo entre Moscú y los nominalmente autónomos partidos comunistas de Europa, Asia, Latinoamérica y los Estados Unidos. Iosif Piatnitsky podría ser la clave a la hora de explicar la alta concentración regional de esos comunistas centroeuropeos que participaron en la fundación del PCC. Su nombre verdadero fue Iosif Aronovich Tarshis y nació en la ciudad de Ukmerge (en la actual Lituania) en el año 1882. Desde muy temprana edad, y a pesar de que su padre y sus dos hermanos eran carpinteros, empezó a trabajar como sastre. Enseguida se vinculó al sindicato de los carpinteros y posteriormente al de su propia profesión. Como él mismo cuenta en su biografía, el trabajo sindical y el contrabando de propaganda política le obligaron a cruzar constantemente las fronteras ruso-germano y ruso-polaca. En aquellos años Lituania era territorio ruso y Alemania controlaba una parte del territorio polaco que colinda con Lituania. Como consecuencia de esa repartición territorial, y de la localización dentro de la misma de una buena parte de la llamada “zona de asentamiento judío”, muchos sindicatos y organizaciones sociales extendían sus contactos más allá de las fronteras oficiales. Eso convirtió a Piatnitsky en un joven con muchos conocimientos y contactos a lo largo de esas fronteras. Después de la escisión del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en Bolcheviques y Mencheviques,

ocurrida en el congreso de 1903 en Bruselas (que se desplazó hacia Londres), Piatnitsky pasó a trabajar con los Bolcheviques y se encargó de la entrada y distribución dentro de Rusia del nuevo periódico de la facción leninista, llamado Vperyod (“Adelante”). Es lógico pensar que años después Piatnitsky, ya como jefe del poderoso departamento OMS del Comintern, haya utilizado muchos de los contactos y conocimientos que acumuló durante sus años de trabajo en esa zona de Europa —fronteriza entre Lituania, Alemania, Polonia y Rusia— para reclutar a la mayoría de los inmigrantes centroeuropeos que fundaron el PCC. Algo que pudo haber ayudado a reactivar y solidificar esas relaciones fue la invasión soviética a Polonia, en 1920, y el trabajo conjunto que el Partido Comunista Polaco y el Comintern desarrollaron durante la misma. Eso pudo haber hecho que muchos de aquellos jóvenes comunistas pasaran, antes de llegar a Cuba, por la selección, el adiestramiento y la evaluación de cuadros relacionados con Iosif Piatnitsky. Grobart fue uno de ellos y siempre se presentó como un simple sastrecillo sin aspiraciones de gloria. En realidad, fue un falso comunista de filas muy bien entrenado para esconder su verdadero poder. En la actualidad, una buena parte de ese poder empieza a mostrarse y alcanza a explicar eventos que de otra forma serían muy difíciles de comprender. Uno de ellos es, por ejemplo, el papel jugado por Grobart en el “desenmascaramiento”, ante el Comintern, del recién descubierto tercer Partido Comunista de Cuba. A partir del año 1926 —inmediatamente después de la

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expulsión de Julio Antonio Mella del PCC— surgió en Cuba un tercer Partido Comunista que, sin estar afiliado al grupo de Fabio Grobart, logró ser reconocido por la Tercera Internacional, recibió fondos de esa organización y llegó incluso a intentar el envío de estudiantes cubanos a Moscú. Ese tercer Partido —contando al de Salinas como el primero y al de Grobart como el segundo— creó una gran confusión dentro de la burocracia del Comintern y llegó a convertirse en un verdadero dolor de cabeza para el recién fundado PCC. Al final, después de muchos intentos fallidos para “desenmascarar” a ese Partido —mediante cartas al Comintern y contactos personales con algunos de sus delegados para Latinoamérica—, no quedó otro remedio que enviar a Fabio Grobart a Moscú, en 1929, para que aclarara el equívoco y pusiera las cosas en su lugar. Grobart dice en sus memorias que ese viaje fue para afiliar a Cuba oficialmente al Comintern. Esa justificación es falsa. Hoy existen innumerables pruebas de que ya desde 1925 la Tercera Internacional tenía establecido contacto con el PCC, lo mismo a través de sus sucursales regionales como de forma directa. Las verdaderas razones para esa visita de Grobart tienen que haber sido otras, y una de ellas bien pudo estar relacionada con la necesidad de aclarar el asunto del tercer Partido. En sus memorias Grobart también reconoce, aunque sea de una forma oblicua, que tuvo muy buenas relaciones dentro de la alta jerarquía soviética. Durante esa primera visita a la URSS fue recibido por dos cuadros que él nombra como “Manuilsky y Platuisky.” El primero es Dimitri Manuilsky, un dirigente muy importante del

Comintern. El segundo es un apellido que no está recogido en los anales de esa organización y que con toda probabilidad refiere a Iosif Piatnitsky. Hoy se sabe que las actividades cotidianas del Comintern, incluidas las relaciones con los servicios de Inteligencia, eran manejadas por tres miembros de la llamada Comisión Interna. Sus nombres fueron Dimitri Manuilsky, Osip Piatnitsky y Otto Kuusinen, un trío cuyas órdenes eran obedecidas al pie de la letra. Llama mucho la atención que de esos tres cuadros Grobart solo menciona uno (Manuilsky), mal escribe el otro (Piatnitsky) y olvida al tercero (Kuusinen). El olvido de Kuusinen es inexplicable. Se trata de uno de los hombres más poderosos dentro del Comintern, y es el mismo cuadro al que fue a parar la carta que Fabio Grobart envió a Moscú en 1925. Kuusinen fue el encargado de establecer los vínculos tempranos entre la Inteligencia Militar Soviética (GRU) y la Tercera Internacional. Su propia esposa, Aino, fue agente del GRU en Japón antes de ser llamada de vuelta a Moscú y apresada. Su marido pudo evitar todas las purgas y durante algún tiempo alternó sus funciones dentro del Comintern con la dirección de uno de los departamentos o secciones del GRU. Otto Kuusinen es uno de los raros cuadros bolcheviques que hizo el viaje completo. Pudo ir desde Lenin hasta Nikita Jruschov y, en 1962, cuando se tomó la decisión de emplazar los misiles nucleares en Cuba, fue uno de los pocos dirigentes soviéticos que participó en la misma. A partir de estas informaciones es posible preguntarse: ¿fue Grobart un agente de la Inteligencia Militar Soviética o de las operaciones encubiertas del Comintern?

Publicando autores cubanos desde 1984

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Es muy probable que sí lo haya sido. Algo que habla en ese sentido es la extraña afinidad que siempre tuvo con los sospechosos. En el año 1929, durante su primera visita a Moscú, Grobart salió en defensa de Félix Hurvich, quien había salido de Cuba en el año 1927, al parecer por problemas de salud, y vivió en Francia y Alemania. Cuando Grobart llegó a Moscú se encontró con que Z. Angaretis, secretario de la Comisión Internacional de Control del Comintern, sospechaba que Hurvich había sido un delator durante su militancia en Lituania y Bielorrusia. Grobart logró refutar esas acusaciones y pudo obtener un permiso para que Hurvich entrara en la URSS. Para más afinidades con los sospechosos, el 14 de noviembre de 1931 la Comisión de Control del PCC discutió una acusación contra Grobart en la que se le imputaba el cargo de mantener contactos con un informante de la policía. La Comisión, tomando en cuenta la falta de pruebas y el buen trabajo de Grobart, decidió enviarlo a efectuar trabajo de base (sin derecho de ocupar los puestos dirigentes durante seis meses). Treinta años después, y ya en el colmo de esas extrañas afinidades, Grobart vería su nombre asociado con una persona que el castrismo convirtió en el epítome del traidor. Marcos Rodríguez, el supuesto delator de los mártires de Humboldt 7, fue detenido en Praga a inicios de 1961 y su

primera carta de protesta y asombro la remitió a Antonio Blanco, otro de los nombres de guerra de Grobart. La mejor forma de explicar esas asociaciones sospechosas es asumir que fueron parte de un trabajo de Inteligencia que lo obligó a relacionarse con personas que parecían ser una cosa pero que en realidad eran otra. Esa dualidad, de ser y no parecer, también formó parte de la propia vida de Fabio Grobart, un hombre que siempre estuvo dispuesto a mentir para mantener intacta su leyenda. Así, en su biografía autorizada dice “que nadie va a creer o ha creído nunca que yo vine aquí como agente de Moscú, tal como me trató de presentar la policía de Batista, de Machado y de otros gobiernos, es importante comprender que sencillamente yo era miembro del Partido Comunista”. A la luz de las pruebas documentales que hoy existen, esa afirmación es una soberana mentira; un ejercicio de desprecio por la verdad que alcanza niveles de cinismo cuando recordamos que Fabio Grobart llegó a ser, al final de su vida, el director del Instituto de Historia del Movimiento Comunista de Cuba. Aclaración: Por falta de espacio hemos suprimido las notas al pie de pagina que acompañan el texto original. Recomendamos a los lectores interesados que adquieran un ejemplar de este importante libro.

CÁNDIDA RODRÍGUEZ,

nuestra artista invitada, ilustra este número 1979 Graduada de la Escuela Nacional de Arte, Cubanacán, Habana, Cuba. 1975 Graduada de la Escuela de Bellas Artes, Matanzas, Cuba. EXHIBICIONES PERSONALES: Diciembre 2018 “Adeptos”, Art Gallery Ramos Collection. Miami, FL Septiembre 2014 “Privilegio”,Warehouse Project, Wynwood, Miami, FL Abril 2013 “Regristo de estampados”, Obrapia Fine Arts, Miami, FL Octubre 2012 “Es andar”, Biblioteca Centro Cultural Espanol, Miami, FL Octubre 2011 “Ambitos”, Akuara Teatro, Bird Road Art District, BRAD, Miami, FL. Noviembre 2009 “Cuando las hadas parten”, Zu Galeria Fine Arts, Miami, FL. Abril 2009 “Un poco al lado de los días”, Zu Galeria Fine Arts, Miami, FL. Marzo 2007 “La bondad de los duendes”, Zu Galeria Fine Arts, Miami, FL. Octubre 2002 O &Y Art Gallery, Coral Gables, FL Noviembre 1993 “Transiciones”, Museo Felipe S. Gutiérrez, Toluca, Mexico. Octubre 1992 “Piel y Alas”, Galería Galiano, Habana, Cuba. En el 2011, Cándida Rodríguez recibió el Premio de Pintura Linden Lane Press,.

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César Reynel Aguilera. (La Habana, 1963). Médico graduado en el año 1987 y Máster en Bioquímica Clínica graduado en 1992. Trabajó durante diez años como investigador en los centros del llamado Polo Científico de La Habana y en la Universidad de Montreal, ciudad en la que reside desde 1995. En el año 2001 decidió dedicarse a escribir. Sus cuentos y artículos han sido publicados en revistas como La Jornada Semanal, Encuentro de la Cultura Cubana, Caleta y Replicante. Desde el año 2013 tiene su propio blog (aguilera-el blog de César Reynel). Ha publicado dos libros de ficción: Monólogo de un tirano con Maquiavelo, y la novela Ruy. “El sóviet caribeño-La otra historia de la revolución cubana” es su primer ensayo histórico.

ARCHIVOS GUANTANAMEROS AUGUSTO LEMUS MARTÍNEZ

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Cándida Rodríguez: “Orilla azul”

Cándida Rodríguez: “Una primavera”

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RAFAEL BORDAO Escurriduras de la soledad Por entre el mar hiciste una senda, abriste camino por entre las aguas inmensas. -Salmos 77 (76) Esta es la nostalgia: habitar en la onda y no tener patria en el tiempo. -Rilke

UNO Sobel el adiós enjuto incorpóreo en el dorso de tu mano rota como un pedazo de mar evaporado en el muelle Estás allí entre dos límites trazados por los dioses encaramado en el vértice de todos tus ancestros atisbado y resuelto encima de un cómputo de arena desbordando tu alma en cada milla de la travesía en cada estímulo de sospecha equidistante del pájaro y la ruta aguardando dar el salto audaz hacia el bote como un atributo. Bajo tus párpados Sobel el malestar de un síntoma brotando a chorro vas fluyendo sin gobierno expedito desde un rincón del cielo lejano y dadivoso la infancia te endurece el nombre con los gritos el abandono te cobija.

Cándida Rodríguez: “Existen los caminos y el invierno”.

DOS Has de mirar la perspectiva el Golfo fijo de improviso bajo un cielo zarco inconexo el bamboleo recóndito el arcano como reo las gaviotas inquiriendo la cachucha y tú Sobel apático insustituible encima del número esmirriado entre el barandal y la eslora y el sonido huraño de las aspas espumoso salpicando el correo de las costas como líquidos ósculos. No deliras navegas entre las abolladas olas tenaz el destino impulsa el bote constante mientras que en la huérfana distancia suspicaz y ensimismado te alejas.

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CUATRO Atrás quedó el refunfuño el desdecirse la grieta que segregaba el odio la isla rota y sucesiva hundiéndose en la maledicencia y el castigo. Un místico airecillo te anuncia la soledad más pura indescriptible la incertidumbre constante de aguas divergentes sordomudas y tumultuosas en donde flotas a la deriva en el desmemoriado abismo envuelto en un angustia paralela a la separación inevitable.

Cándida Rodríguez:“Después del sol”.

RAFAEL BORDAO

TRES Una brisa de voces deja tus furias antiguas en el viaje desde el mástil los duendes elogian tu salida escapas de la pesadilla giratoria de la malversación a la persona la libertad derrota las instancias del peligro flotas en el narcótico desagüe en las aguas invencibles del misterio oh Sobel escucha la voz del cielo ese otro mar lleno de diademas. Allende se quedó tu imagen acumulada hecha un enredo de hematomas perplejo de tanta intriga has extraviado tu canto recupera tus antigüedades notifica tu queja sosegado festeja tus conmemoraciones sin angina y en una esquina del barco como un anacoreta reza tus salmos porque el mundo es un escombro iridiscente que se debate entre calladas siluetas.

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CINCO Escucha Sobel el grito las gaviotas el frote de lo que transita y exhibe su migración su contextura y su cambio. Lanza lo fingido por la borda la autoridad y el desamor el adversario rígido que te llenó de pestillos hasta que pulas con el mar tu ostracismo.

SEIS A través de un resquicio puedo verte distante asediado y libre sobre un sarpullido de olas turbias aumentado el rumbo de tu aliento invicto sumando el riesgo preciso de la balsa hacia el otro lado de la combustión. Es la resaca ilustre la que encabeza tu informe la que desborda tu tregua hacia un ámbito de gloria No es el mito Sobel lo que llega a los bordes es la furia el transporte para alcanzar aristas para huir de borrascas y de mandos...

SIETE Alza los ojos Sobel mira en el cielo la imagen de tu pueblo evasivo emancipado buscando asilo remando su historia insistente anhelando el equilibrio sin egoísmos ni maltratos. No renuncies al sueño, Sobel guarda tu luz para el grito más oscuro para el viaje más rotundo y esquivo guarda las huellas y el paisaje y pon tu corazón insular sobre el mar copulativo. Ahíta de individuos tu lancha como una ofrenda a un dios de circunstancias honra tu rastro sobre el suceso ineluctable flotando junto a la espuma late en las ondas.

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Rafael Bordao. Ph.D. (La Habana Vieja). Poeta, escritor, editor, profesor y exiliado cubano. Su obra poética ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales. Es autor de los poemarios: Proyectura; Acrobacia del abandono; El lenguaje del ausente; El libro de las interferencias; Propinas para la libertad (Primer Premio / Premio Internacional de Poesía "Poeta en Nueva York" 1997; Los descosidos labios del silencio y Los despojos del sueño/The Debris of Dreams. Su poesía ha sido publicada en más de 50 antologías en inglés y español, y en numerosas revistas literarias de Estados Unidos, Hispanoamérica y Europa. Su libro de crítica social, La revolución de Castro: Un aborto perfumado, se publicó en Colombia en 1999. En 1998 fue honrado en la Universidad de Columbia de New York, como "Homme de Lettres" (Medalla de plata y Diploma) de la Academia de Arts-Sciences-Lettres de Francia. Sus poemas han sido parcialmente traducido al inglés, francés, italiano, portugués y hebreo. Su tesis doctoral en Columbia University, La sátira, la ironía y el carnaval literario en Leprosorio (Trilogía Poética) de Reinaldo Arenas, fue seleccionada y publicada en el 2002 por la editorial norteamericana The Edwin Mellen Press. Fundó y dirigió en Nueva York las revistas literarias internacionales, La Nuez (1988-93) y Sinalefa (2002-2014). Enseñó Español, Cultural y Literatura Hispánica en Columbia University, Saint Peter's College, Mercy College, Montclair University y en las escuelas públicas de Nueva York. Vive en Miami Beach. *Para contactar al autor escríbale a: edarcas@yahoo.com

NOTA DE LIBRO Rafael Bordao. El lenguaje del ausente. Bogotá: Ediciones Tiempo largo para la poesía, 1998. Dieciséis poemas con la ausencia como constante pueden darle a un poemario, de profundo contenido lírico, la categoría de reseña de hechos, memorias o sueños. El lenguaje del ausente de Rafael Bordao (La Habana, Cuba), se bifurca entre la sugerencia de la poesía y los recuerdos de una aventura que quizás culminó sin lastimaduras físicas. Contemplo en sus páginas el primer poema “Senda de agua”


donde el hablante dice “salgo a la superficie/ al fin: desterrado”. Sale a flote la nostalgia en “Simplemente un mensaje” con ese “No te dejaron soñar” del verso inicial, reproche o simple imaginación. Bordao mantiene un cuidadoso estilo conversacional, aunque con ello “No basta” (como el título del poema), y lo trivial se hace transcendente en alguna “Catarsis” que finaliza “contra el muelle desnaturalizado...”; y “Entre duendes y nibelungos” (con prosa poética de altos quilates), observa sus “... pestañas como huesos/ de moscas humedecidas”. Una plasticidad profunda de su signo son estos poemas de un cubano exiliado en Nueva York desde 1980, que no tiene reparos en confesar en “Días como éstos”(1983) que su “vieja oración sin alas” continúa “trepando los rascacielos fríos” y “esputando el Marxismo/ contra la acera más dura”. En las treinta y cuatro páginas del poemario yace un desgarramiento que lo lleva a preguntarse en “A Emerson in memoriam”: “¿Acaso existe mayor transcendencia a tu serenidad, que ver a estas criaturas retozando en el domicilio de la muerte?”. La vida de Rafael Bordao contiene una “Oración de exilio” y un “Rescate”, al parecer dedicado éste último a una hija que quedó en su “inmanente lejanía”. Antológico es el primer verso de “Oración”: “Estoy a una nación de distancia/...”, escrito en 1983. Patética es su petición “Hija/ Abriga con tu amor/ la añoranza y la ausencia/ que renace en las huellas/ punzantes del destierro”. Con su “Álgebra de sueños”, “Y mientras tanto”, los versos afirman que “sólo existe un adagio que condena”. “ Y mientras tanto, vamos hacia la luz, dispersos”. Este poemario va de lo cotidiano a lo infinito, una batalla lírica entre la naturaleza y la poesía. No falta la

solemnidad consecuente de alguna ley escrita por algunos hombres. Está es la omnipotencia de la imaginación, los luceros de la poesía y la luz radiante de una cuidadosa literatura. Esa “letanía contra el olvido” con versos para antologar como: “ que no se olvide de los muertos/ que iban remando debajo de los botes...” (¿quién los obligó a remar?), o cuando se clama al desterrado “ que no se olvide del pavoroso instante/ cuando se hundió en las aguas el suelo natal”, fantasía-realidad con la visión del poeta sinuoso. Bordao parece renegar del goce al contemplar el dolor cuando escribe: “...piensas con energía en la ausencia/ legible en tus ojos”, en una “Canción para el ausente” que parece ser él mismo. Una reflexión kafkiana es la “Fábula de la cucaracha”, que concluye con una afirmación desoladora, esos animales mueren en un instante exacto/ y expelen un estampido sincero:/ No transmigran”. Me parece observar en el poeta el tríptico: verso-confesiónconversación, con nostalgia y memorias a cuestas, presentes en “Caffe delle muse”, con ese final que evidencia que Rafael Bordao es alguien que sabe qué y cómo nombrar”: “oh adolescente remoto/ listo para el cariño y el naufragio”. El poeta es un ser mentalmente adiestrado para la despedida. Si tiene el mismo talento para el retorno a sus raíces “la ternura azul del infinito/arrojada como un mapa en la ruta”, siempre estará al alcance de su mano diestra para enviarle cartas al cielo.

Orlando Concepción Pérez Publicado en Revista Hispano Cubana Nº99 (7ª parte) 3/10/03 11:59 Página 174

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